
── 𝟐𝟑. 𝐓𝐡𝐚𝐧𝐤𝐬 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐰 𝐇𝐚𝐭𝐬
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐓𝐑𝐄𝐒 ── 𝐆𝐑𝐀𝐂𝐈𝐀𝐒 𝐒𝐎𝐌𝐁𝐑𝐄𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐏𝐀𝐉𝐀
En la enfermería del Thousand Sunny, el aire olía a hierbas frescas y ungüentos que Chopper había preparado con esmero. La luz del sol se filtraba suavemente por las pequeñas ventanas, iluminando el espacio con un brillo cálido que contrastaba con el frío acero de los instrumentos médicos. Sobre la camilla, Mar se sentaba con el brazo estirado, esperando con paciencia mientras el pequeño médico revolvía entre sus frascos y vendas, concentrado en su trabajo.
Chopper caminaba de un lado a otro, organizando los materiales necesarios. Parecía absorto en su tarea, como si la responsabilidad de cuidar a Mar lo mantuviera más nervioso de lo habitual. Mar lo observaba en silencio, notando los pequeños detalles: cómo sus patitas temblaban ligeramente al revisar los frascos, cómo su nariz se fruncía cada vez que comprobaba los vendajes. Aunque era una escena casi cotidiana, había algo reconfortante en ver al reno tan dedicado a su bienestar. Después de todo, los Sombrero de Paja habían sido más que simples aliados; la habían rescatado cuando más lo necesitaba, dándole un respiro entre tanto caos.
—Bueno, creo que ya es hora de quitar esas vendas —anunció Chopper con voz animada, aunque con un ligero tono de nerviosismo.
Mar asintió, permitiendo que el pequeño médico se acercara. Extendió su brazo hacia él, sintiendo la tensión de los vendajes apretados que habían cubierto su herida durante varios días. Chopper empezó a deshacer los nudos con suma delicadeza, usando sus patitas expertas para retirar cada capa con cuidado. Las vendas caían lentamente al suelo, dejando a la vista la piel regenerada pero marcada por una fina línea, apenas perceptible, que recorría parte del antebrazo de Mar. La herida había cerrado bien, gracias al cuidado constante del pequeño médico, pero había dejado una cicatriz pequeña que se asentaba en su piel como un recordatorio silencioso de lo ocurrido.
Chopper inclinó la cabeza, inspeccionando la cicatriz con mirada crítica pero orgullosa.
—¡Ha sanado muy bien! —exclamó con una mezcla de satisfacción y alivio—. Si aplicas la pomada todos los días, en unas semanas ni siquiera quedará rastro de la cicatriz.
Mar observó su brazo con calma, pasando los dedos suavemente sobre la línea apenas visible. La textura era diferente del resto de su piel: más áspera, más firme, pero no desagradable. Su mirada se ensombreció por un instante, sumergiéndose en los recuerdos de lo sucedido. El momento en que cayó al mar para salvar a su tripulación seguía fresco en su mente. Fue un acto impulsivo, pero necesario.
—No quiero que desaparezca —murmuró Mar, rompiendo el silencio.
Chopper parpadeó, sorprendido.
—¿Eh? Pero... si sigues el tratamiento, podría desaparecer del todo. ¿Por qué querrías quedarte con una cicatriz?
Mar apartó la mirada hacia la ventana, donde el horizonte se extendía más allá del barco, infinito y lleno de promesas inciertas. Tomó una respiración profunda, como si estuviera organizando sus pensamientos antes de hablar.
—Es un recuerdo —dijo finalmente, su voz baja pero firme—. No solo de lo que pasó ese día... sino de ustedes.
Chopper ladeó la cabeza, confuso, pero atento. Mar continuó, sus palabras cargadas de un significado más profundo.
—Quiero conservarla. No como una herida, sino como una marca que me recuerde que sobreviví. Que tuve la fuerza para salvar a mi tripulación... y que alguien me salvó a mí. Ustedes me dieron algo que no puedo olvidar.
El pequeño reno la miró en silencio, conmovido por sus palabras. Sabía que, como médico, su objetivo siempre era sanar por completo a sus pacientes, borrar cualquier rastro de dolor. Pero entendía que, para algunas personas, las cicatrices eran más que simples marcas en la piel. Eran historias, recuerdos de momentos importantes que moldeaban quiénes eran.
—Está bien —murmuró Chopper, asintiendo lentamente—. Si eso es lo que quieres...
Mar le dedicó una leve sonrisa, más cálida de lo que había mostrado en días.
—Gracias, Chopper. De verdad.
El reno se sonrojó, apartando la mirada mientras intentaba ocultar su nerviosismo.
—¡N-no es nada! ¡Solo hago mi trabajo! —balbuceó, agitando sus patitas con torpeza.
Mar se rió suavemente ante su reacción, sintiendo cómo la tensión en su pecho se aliviaba un poco. Sabía que su misión aún no había terminado. Buggy y su tripulación seguían perdidos en algún lugar del vasto mar, y su corazón no descansaría hasta saber si estaban bien. Pero, al menos por ahora, tenía algo que la mantenía en pie: un recordatorio físico y emocional de que nunca más estaría completamente sola.
Se levantó de la camilla, estirando los brazos y disfrutando de la libertad de movimiento que le había devuelto la recuperación. La luz del sol acariciaba su piel, y el sonido de las voces alegres de los Sombrero de Paja llegaba desde la cubierta, recordándole que, aunque su camino aún fuera incierto, no estaba perdida.
Chopper la siguió con la mirada, aún ligeramente sonrojado, pero satisfecho de haber cumplido su deber.
—Solo... cuida esa cicatriz —dijo en un tono más suave—. Es importante para ti, ¿verdad?
Mar se detuvo en el umbral de la puerta y asintió sin voltear.
—Sí.
Mar avanzaba por los pasillos del Thousand Sunny, dejando atrás la enfermería y la calidez de Chopper. La brisa marina entraba por los ventanales, despeinando ligeramente su cabello mientras sus pensamientos se mantenían enfocados en lo que tenía por delante: encontrar a Buggy y a su tripulación. La cicatriz era un recordatorio de lo cerca que estuvo de perderlo todo, pero también de que aún había tiempo para reparar lo que faltaba.
Cada día era una nueva oportunidad para seguir adelante. Había aprovechado cada momento a bordo del Sunny para recolectar información y revisar cartas de navegación, buscando alguna pista sobre Buggy. El Grand Line era impredecible, y no había manera de saber exactamente dónde podía estar, pero ella no se rendiría.
Mientras revisaba unos mapas en la cubierta, escuchó pasos ligeros acercándose. Nami apareció a su lado, con su andar seguro y su mirada astuta. La navegante se cruzó de brazos, observando a Mar con curiosidad.
—¿Cómo va ese brazo? —preguntó Nami con tono casual, aunque en su mirada había un destello de preocupación sincera.
Mar sonrió levemente, levantando el brazo para mostrarle la cicatriz que ya había dejado atrás la herida abierta.
—Está bien. Solo quedó esta marca —respondió, tocando la línea que ahora recorría su piel como un recuerdo silencioso.
—Podrías habértela borrado, ¿no? Chopper habría hecho un buen trabajo —comentó Nami, arqueando una ceja.
Mar negó con suavidad.
—Quise dejarla. Es más que una cicatriz para mí... es un recordatorio... de estos momentos con ustedes.
Nami la miró en silencio durante unos segundos, antes de asentir lentamente, como si comprendiera lo que significaba. Mar dejó que su mirada se perdiera un momento en el horizonte, y al hacerlo, sus pensamientos la llevaron a reflexionar sobre las lecciones más importantes que había aprendido a lo largo de su vida. Personas distintas habían moldeado su camino, dejando en ella enseñanzas que ahora guiaban cada una de sus decisiones.
Primero pensó en Mihawk.
—De Mihawk aprendí que la verdadera fuerza no reside solo en la habilidad con la espada, sino en la disciplina y la paciencia —murmuró, más para sí misma que para Nami—. Me enseñó que ser fuerte no es solo cuestión de vencer, sino de saber cuándo no hacerlo. La constancia y la concentración son las herramientas más importantes en la vida de un guerrero. Cada movimiento con la espada debía ser calculado, cada error una lección. Él me hizo comprender que no importa cuán rápido llegues a la cima, sino cuán preparado estás para mantenerte allí.
Mar hizo una pausa, recorriendo la cicatriz con los dedos, como si cada línea grabada en su piel fuera un eco de esas enseñanzas. Luego, su mente la llevó a Buggy. Una sonrisa leve y nostálgica se dibujó en sus labios al pensar en el hombre que había cambiado su perspectiva de tantas maneras inesperadas.
—Buggy me enseñó a vivir el momento, a no tomar la vida demasiado en serio —dijo, su voz suavizándose—. Incluso en las peores situaciones, él siempre encontraba espacio para una risa o una broma. Con él aprendí que a veces hay que improvisar para salir adelante.
Nami se rió suavemente.
—Eso suena mucho a él.
—Me hizo ver que la vida no tiene que ser tan rígida o planificada como yo pensaba, se trata de encontrar pequeños momentos de libertad y felicidad, incluso en medio de la tormenta. Y él me enseñó algo más —dijo, bajando ligeramente la mirada—: el amor. Nunca imaginé que podría sentirme así por alguien como Buggy. Me enseñó que el amor no siempre tiene sentido, pero eso no lo hace menos real.
El viento soplaba suave, acariciando su piel como un eco de los recuerdos que llevaba en su corazón. Mar respiró hondo, permitiendo que ese pensamiento se asentara en su pecho.
Por último, pensó en su hermano.
—Mi hermano fue quien me mostró la importancia de los sueños —continuó, su voz volviéndose más grave—. Él fue la primera persona que me enseñó lo que significa tener un sueño tan grande que estás dispuesto a dejar todo atrás para seguirlo. Me hizo entender que los sueños son lo que nos mantiene en movimiento, incluso cuando el camino es solitario y difícil.
Nami la observó en silencio, reconociendo la melancolía en sus palabras, y Mar bajó la mirada hacia su cicatriz, acariciándola una vez más.
—Cuando se fue, aprendí que hay que sobrevivir, incluso sin las personas importantes, su partida fue lo que me hizo ser fuerte por mí misma. Busco encontrarlo y tal vez decirle que lo perdono.
Nami se quedó en silencio un momento, procesando todo lo que Mar había dicho. Finalmente, le puso una mano en el hombro y le ofreció una sonrisa tranquila.
—Parece que has aprendido muchas cosas importantes.
Mar asintió, sintiendo cómo cada una de esas lecciones la hacía más fuerte.
—Sí. Y todas ellas me han traído hasta aquí —Nami retiró la mano y miró hacia el horizonte.
—Vamos a encontrarlo. No importa cuánto tiempo tome —Mar sonrió con gratitud.
—Gracias, Nami.
Habían pasado dos semanas desde que Mar despertó a bordo del Thousand Sunny, sintiéndose más fuerte y recuperada físicamente, pero su mente aún estaba sumida en la preocupación. Aunque los Sombrero de Paja la habían tratado como una más de su tripulación y le ofrecieron todo su apoyo, cada día sin saber dónde estaban Buggy y su tripulación pesaba más en su corazón, no había podido dejar de pensar en si Buggy había logrado escapar de la Marina.
Cada día, se mantenía ocupada ayudando a Nami con la navegación o ayudando a Usopp y Franky en cualquier reparación menor que necesitaran hacer en el barco. Aunque agradecía la distracción, sabía que el tiempo estaba en su contra. No podían quedarse en el mismo lugar indefinidamente y ella no podía arriesgar la seguridad de los Sombrero de Paja por su búsqueda personal.
Ese día, mientras Mar se encontraba en la cubierta del Sunny, el viento soplaba con fuerza, agitando la chaqueta de Buggy y despeinando su cabello. Habían recorrido varias islas y mares, buscando alguna pista sobre Buggy, pero no había nada. Era como si él y su tripulación hubieran desaparecido en el vasto océano. La incertidumbre empezaba a desgastarla, pero no estaba dispuesta a rendirse.
Mar respiró hondo, con los brazos cruzados, mientras su mirada se perdía en la distancia. Estaba cansada de la espera, de la incertidumbre, de no saber hacia dónde dirigirse.
Con ese pensamiento rondando en su mente, Mar se dirigió hacia la proa, donde Nami estaba revisando algunos mapas y ajustando el timón para mantener el rumbo del barco, estaba concentrada en su trabajo, pero levantó la vista al notar la presencia de Mar, que se acercaba con una expresión seria.
—Nami —dijo Mar con sus ojos llenos de una mezcla de desesperación y determinación.
Nami frunció el ceño ligeramente, notando la tensión en su amiga.
—¿Qué pasa, Mar? —preguntó, dejando a un lado sus herramientas y dándole su atención completa.
Mar suspiró, incapaz de ocultar más la frustración que sentía.
—Ha pasado semanas, y todavía no tenemos ni idea dónde está Buggy. Cada lugar al que llegamos parece que no nos lleva a ninguna parte. No sé qué más hacer, y sinceramente... estoy empezando a quedarme sin opciones. —Mar bajó la cabeza un momento, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros—. ¿Hay alguna manera de saber dónde está? ¿Algún método que aún no hayamos considerado?
Nami la observó en silencio durante unos momentos, pensando en lo que Mar acababa de decir. Sabía lo importante que era para ella encontrar a Buggy y a su tripulación. También sabía que el Grand Line era impredecible, especialmente con un pirata tan caótico y errático como Buggy. Pero a pesar de las dificultades, Nami tenía una idea en mente, algo que podrían intentar.
—Mira, hay una opción que no hemos considerado aún —dijo Nami finalmente, con un brillo de esperanza en sus ojos.
Mar levantó la vista, interesada.
—¿Cuál? —preguntó, su voz cargada de ansiedad y curiosidad.
—Podríamos pedir ayuda a Vivi —respondió Nami con una leve sonrisa—. Ella tiene contactos por todo el Grand Line, y aunque no está involucrada directamente con piratas, sus conexiones podrían ayudarnos a localizar a Buggy o, al menos, darnos una pista.
Mar se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Nami acababa de decir. Sabía quién era Vivi, pero aún le sorprendía escuchar que podrían recurrir a ella.
—¿Te refieres a la princesa Vivi de Alabasta? —preguntó Mar, con una mezcla de asombro y curiosidad.
Nami asintió.
—Sí, exactamente. Cuando conocimos a Vivi, ella se unió temporalmente a nuestra tripulación mientras tratábamos de liberar Alabasta de las manos de Crocodile y Baroque Works. Fue un tiempo difícil, pero logramos salvar el reino y derrotar a Crocodile. Desde entonces, hemos mantenido una buena relación con ella —explicó Nami con una sonrisa nostálgica, recordando aquellos tiempos.
Mar sabía exactamente quién era Crocodile, gracias a Mihawk, siempre la mantenía al tanto de lo que ocurría entre los Guerreros del Mar. De hecho, no solo sabía lo que había sucedido en Alabasta, sino que también había conocido a Crocodile en una ocasión. Mar pensó en lo útil que sería la conexión con Vivi, la idea de pedirle ayuda a alguien con tantos recursos comenzaba a resonar con más fuerza en su mente.
—Eso suena como una buena opción, pero... —Mar hizo una pausa, mordiéndose el labio inferior mientras pensaba en lo que quería decir—. Ya han hecho mucho por mí, y no quiero causarles más problemas. Lo mejor sería que me dirigiera a Alabasta por mi cuenta —concluyó finalmente, con una determinación visible en su rostro.
Nami frunció el ceño, claramente preocupada por la idea de que Mar viajara sola.
—¿Estás segura de eso, Mar? No es un viaje fácil, y ahora la Marina está detrás de ti. Ir sola podría ser arriesgado —le advirtió Nami, cruzándose de brazos mientras la miraba con seriedad.
Mar asintió con determinación, sabiendo que, aunque era una opción arriesgada, era la mejor para no involucrar a los Sombrero de Paja en más problemas de los que ya tenían.
—Lo sé, pero Buggy y mi tripulación están en posible peligro. No puedo arriesgar que les pase algo a ustedes también. Ya me han ayudado bastante. Si voy sola, al menos sabré que no pondré a nadie más en riesgo —respondió Mar, agradecida por el apoyo de Nami, pero también consciente de que debía continuar esta búsqueda por su cuenta.
Nami suspiró profundamente, entendiendo la posición de Mar, aunque no estaba completamente de acuerdo con que fuera sola.
—Está bien, respetaré tu decisión. Pero no voy a dejarte ir sin alguna preparación —dijo Nami finalmente, su voz firme, mostrando que no iba a dejar que Mar partiera sin estar lista.
Mar sonrió, aliviada por la comprensión de Nami.
—Gracias, Nami. Pero, hay un pequeño problema... —dijo, con un toque de vergüenza en su voz—. No tengo ni idea de cómo llegar a Alabasta por mi cuenta. Mi barco fue destruido cuando la Marina nos atacó, no sé cómo podría llegar hasta allí.
Nami sonrió ante el comentario de Mar, y justo cuando iba a responder, Franky apareció de la nada, interrumpiendo la conversación con su típica energía desbordante.
—¡Oye, chicas! Escuché que Mar está planeando un viaje. Si necesitas transporte, ¡tengo la solución perfecta para ti! —dijo Franky con una sonrisa amplia mientras se acercaba.
Mar levantó una ceja, curiosa.
—¿De qué hablas, Franky? —preguntó, intrigada.
Franky sonrió aún más ampliamente, claramente emocionado por su propia idea.
—Puedes usar el Caballo Blanco de Madera, una de mis invenciones más geniales. Es una pequeña embarcación, pero es rápida y perfecta para navegar en solitario. Además, tiene la capacidad de esquivar a la Marina, siempre y cuando sepas cómo manejarla. ¡Es súper! —dijo Franky, levantando los brazos en señal de victoria.
Mar lo miró, sorprendida y agradecida al mismo tiempo. No tenía idea de que algo así existiera, pero parecía la solución perfecta para su viaje.
—¿De verdad? ¿Puedo usarla? —preguntó Mar, emocionada por la posibilidad de tener un medio de transporte fiable.
—¡Claro que sí! Te la prepararé para el viaje. ¡Solo necesitarás una pequeña lección para saber cómo manejarla correctamente! —dijo Franky con entusiasmo.
Nami intervino entonces, volviendo su atención a Mar.
—Yo me encargaré de enseñarte a usarla, no te preocupes —dijo Nami con una sonrisa—. Además, me pondré en contacto con Vivi para que sepa que vas hacia Alabasta. Te recibirá y se asegurará de que estés segura y lejos de la Marina mientras buscas pistas sobre Buggy.
Mar se sintió increíblemente aliviada. Tener a Vivi como aliada le daba más seguridad para este próximo paso en su viaje y podría llegar a Alabasta sin problemas.
—Gracias, Nami. —dijo Mar con gratitud genuina.
—De nada, Mar. Pero prométeme que serás cuidadosa —dijo Nami, su tono serio pero afectuoso.
Mar asintió con determinación.
—Lo prometo.
Los días habían pasado rápidamente desde que Mar había tomado la decisión de viajar sola a Alabasta. En el quinto día, se encontraba en la cubierta del Thousand Sunny, era el momento de partir, y aunque sabía que debía seguir adelante con su búsqueda de Buggy y su tripulación, no podía evitar sentir una profunda gratitud hacia los Sombrero de Paja por todo lo que habían hecho por ella.
Se detuvo en la cubierta, respirando profundamente, lista para despedirse de cada uno de los Sombrero de Paja, quienes la habían tratado como parte de su familia. Sabía que debía hacerlo sola, pero no podía irse sin agradecer primero a aquellos que la habían salvado, que la habían acogido cuando más lo necesitaba.
El primero en acercarse fue Franky, sostenía algo grande envuelto en una tela, claramente emocionado.
—¡Mar, antes de que te vayas, tengo algo super para ti! —exclamó con su característica energía, entregándole el paquete—. Sé que eres una experta en arquería, así que te hice un arco especial. ¡Es mejor que cualquier cosa que hayas usado antes! Podrás disparar flechas cuantas veces quieras, sin preocuparte por quedarte sin munición.
Mar se quedó boquiabierta mientras desenvolvía el regalo. El arco era magnífico, una obra de arte con un diseño que mezclaba tecnología y precisión. Cada detalle del arma gritaba "Franky", desde los mecanismos ocultos hasta los materiales resistentes.
—¡Franky, esto es increíble! No sé cómo agradecerte... —dijo Mar, mirándolo con admiración.
Franky sonrió de oreja a oreja y la abrazó fuertemente, dándole unas palmadas en la espalda.
—¡Tienes que prometerme que lo usarás bien! ¡Nada de perder el tiempo, Mar! —dijo en tono alegre, antes de dar un paso atrás.
Sanji fue el siguiente en acercarse, con su aire de galante caballero. En las manos llevaba una bolsa de tela, y cuando la abrió, el delicioso aroma de la comida recién preparada llenó el aire.
—Hermosa estrella de Mar —dijo Sanji, su voz suave y encantadora—, he preparado lo mejor de mi repertorio para ti. Quiero que te cuides bien allá afuera, ¿de acuerdo? Si alguna vez sientes hambre o cansancio, solo recuerda que esta comida fue hecha para ti con todo mi corazón.
Mar sonrió conmovida mientras Sanji le entregaba la bolsa llena de sus platos favoritos. Sin dudarlo, le dio un abrazo cálido, rodeándolo con fuerza.
—Gracias, Sanji. Siempre recordaré estos momentos. ¡Prometo que comeré bien y cuidaré de mí misma! —dijo con una sonrisa brillante.
Sanji se sonrojó levemente pero mantuvo su compostura.
—Si alguna vez necesitas más, ¡solo dilo! —agregó, sonriendo de lado.
Luego, Nami se acercó con un Log Pose en la mano. La mirada de la navegante era cálida y decidida al mismo tiempo.
—Aquí tienes —dijo Nami mientras ajustaba el Log Pose en la muñeca de Mar—. Esto te llevará directamente a Alabasta. Es lo menos que puedo hacer por ti. Quiero que llegues sana y salva, y que encuentres lo que estás buscando. Vivi te estará esperando y estarás segura con ella y su padre.
Mar bajó la mirada hacia el Log Pose en su muñeca y luego volvió a mirar a Nami con gratitud. Sin dudarlo, la envolvió en un fuerte abrazo.
—Gracias, Nami. No podría haber deseado una mejor navegante para guiarme. Nunca olvidaré lo que hiciste por mí.
Nami correspondió al abrazo con una sonrisa.
—Confío en que lo lograrás, Mar. Eres más fuerte de lo que crees —dijo antes de dar un paso atrás.
Chopper apareció tímidamente, cargando una pequeña bolsa de medicina. Sus ojos grandes reflejaban una mezcla de emoción y preocupación.
—He preparado algunas cosas para ti. Medicinas y ungüentos, en caso de que te lastimes o te sientas mal —dijo Chopper con su habitual dulzura—. No quiero que te pase nada malo, así que asegúrate de usarlos si lo necesitas.
Mar se inclinó para estar a su altura y lo abrazó con ternura.
—Gracias, Chopper. Siempre cuidaré de mí misma gracias a ti. Eres el mejor doctor que he conocido.
Chopper, visiblemente emocionado, se sonrojó.
—¡No digas cosas así, me pondrás nervioso! —dijo, tratando de ocultar su emoción.
Luffy y Usopp llegaron juntos, cargando con cuidado una pequeña caja de madera entre sus manos. Ambos tenían una expresión de orgullo y emoción, como si estuvieran a punto de revelar un tesoro. Cuando la colocaron frente a Mar y la abrieron, sus ojos se iluminaron al ver lo que había dentro: una miniatura del Thousand Sunny, hecha a mano con un detalle sorprendente.
—¡Es para que nunca olvides a tu tripulación favorita! —exclamó Usopp con una sonrisa de oreja a oreja, evidentemente satisfecho con su obra.
—¡Sí! ¡Para que siempre te acompañemos donde vayas! —añadió Luffy, con su habitual entusiasmo contagioso.
Mar se rió al ver la pequeña réplica del barco. Aunque había pasado solo unas semanas con los Sombrero de Paja, se había encariñado profundamente con todos ellos. El gesto era hermoso, lleno de significado, y representaba el vínculo que había formado con ellos en tan poco tiempo. Sin pensarlo dos veces, los abrazó a ambos, tirando a Luffy y a Usopp en un abrazo apretado.
—Gracias, chicos —dijo, su voz suave pero cargada de emoción—. Nunca los olvidaré, y siempre llevaré un pedazo de ustedes conmigo.
Luffy se rascó la cabeza, sonriente y despreocupado, mientras Usopp intentaba no parecer demasiado conmovido, aunque su pecho se inflaba de orgullo.
—¡Y eso no es todo! —dijo Luffy, de repente recordando algo—. ¡También te hice una bandera pirata!
—¿Una bandera pirata? —Mar arqueó una ceja, claramente intrigada.
—¡Sí! —exclamó Luffy, emocionado mientras sacaba un pequeño estandarte. La bandera era una mezcla de las características más importantes de Mar: una calavera, pero en lugar de los huesos cruzados tradicionales, había un violín y un arco cruzado en forma de X detrás de la calavera. Luffy había plasmado la esencia de Mar en esa bandera, combinando su fuerza con su amor por la música.
—Quería que tuviera algo que te representara —continuó Luffy con su habitual simplicidad—. Así sabrás que eres parte de una tripulación y una capitana, ¡como debe ser!
Mar tomó la bandera entre sus manos, sintiendo la suavidad del lienzo y la energía que emanaba de ella. Su corazón se llenó de gratitud, no solo por el gesto, sino por todo lo que los Sombrero de Paja le habían dado: apoyo, fuerza y amistad incondicional.
—Es perfecta, Luffy —dijo, su voz temblando ligeramente—. Ahora siento que estoy realmente lista para continuar mi viaje. Gracias.
Luffy se cruzó de brazos, sonriendo con satisfacción.
—¡Sabía que te gustaría!
—¡Era obvio que le iba a gustar! —interrumpió Usopp, inflando el pecho—. Después de todo, yo también participé en la idea. ¡Una bandera pirata es algo serio, y nosotros somos los mejores para hacerlas!
Mar no pudo evitar sonreír ante sus bromas. Sabía que estos momentos, aunque simples, eran los que más recordaría en los días venideros.
—Llevaré su bandera con orgullo —dijo finalmente Mar, con una determinación renovada
Luego apareció Brook, quien le entregó una pequeña caja especial.
—Aquí tienes, Mar. Algo para que descubras en el camino. Es un regalo que contiene más de lo que parece, pero te dejo la sorpresa de averiguarlo por ti misma —dijo Brook con un tono misterioso, como era su costumbre.
Mar levantó la caja, intrigada, pero decidió esperar para abrirla. Miró a Brook y le dio un abrazo sincero.
—Gracias, Brook. Estoy segura de que será algo increíble. No esperaba menos de ti —dijo con una sonrisa.
Robin se acercó después, con un libro de tapa dura envuelto en una cinta.
—Este libro te acompañará en tus momentos de calma. Es una colección de historias de los mares. Creo que te inspirará durante tu viaje —dijo Robin, su voz suave pero firme.
Mar tomó el libro con cuidado, agradecida por el gesto. Abrazó a Robin, sintiendo la calidez de su sabiduría y apoyo.
—Gracias, Robin. Siempre he querido saber más sobre los mares, y esto será perfecto para los momentos de soledad —dijo Mar con una sonrisa.
Finalmente, se acercó a Zoro, quien la miraba con sus brazos cruzados. A pesar de su actitud reservada, Mar sabía que Zoro la respetaba, aunque no lo dijera abiertamente.
Sin decir una palabra, Zoro extendió su mano. Mar la tomó firmemente, sintiendo la fuerza de su apretón.
—Eres fuerte, Zoro —dijo Mar, mirándolo a los ojos—. Sé que un día superarás a Mihawk. Lo veo en ti.
Zoro no respondió con palabras, pero el respeto en sus ojos fue suficiente. Asintió brevemente, y Mar le dio un abrazo rápido antes de retroceder.
Después de despedirse de todos, Mar levantó su brazo y mostró la cicatriz en su piel.
—Siempre los llevaré conmigo, no solo en mi corazón, sino también aquí, en mi piel —dijo, con una sonrisa llena de gratitud—. Gracias por todo.
Finalmente, con un último saludo, Mar soltó las amarras del barco y partió hacia el horizonte. El viento a su favor y el corazón lleno de esperanza sabía que, aunque su viaje estaba lleno de incertidumbre, con todo lo que había aprendido y los recuerdos de los Sombrero de Paja, estaba lista para lo que viniera.
Las horas transcurrieron, el Caballo Blanco de Madera avanzaba velozmente por las aguas del Grand Line, cortando las olas con una precisión impecable. Mar, con los ojos fijos en el horizonte, mantenía ambas manos firmes en el timón, sintiendo la brisa marina golpearle el rostro. El mar siempre había sido su hogar, pero ahora, más que nunca, era el único lugar donde sentía paz. A pesar de la misión que la impulsaba a seguir adelante, cada momento sobre las aguas la hacía sentir más cerca de Buggy, su única motivación en ese vasto océano.
Sabía, sin embargo, que la calma no duraría mucho. Apenas había dejado atrás la última isla cuando divisó un barco acercándose rápidamente. Las velas blancas y el inconfundible emblema de la Marina destacaban en el horizonte. Una sensación de alerta se encendió en su interior.
—Genial... —murmuró, entrecerrando los ojos con desdén.
El cartel de "Se Busca" con su rostro debía estar colgado en cada rincón del Grand Line. Había escapado de la Marina antes, pero esta vez sabían bien quién era. Su alianza con Buggy, no había pasado desapercibida, y ahora representaba una amenaza que la Marina no podía ignorar.
—Por supuesto, no podían hacer esto fácil —se dijo a sí misma con una sonrisa sarcástica, preparándose mentalmente para el enfrentamiento.
A medida que el barco de la Marina se acercaba, Mar dejó de acelerar su waver. Jugaba con ellos, algo que había aprendido gracias a Buggy: ser impredecible. Disminuyó la velocidad lo suficiente como para darles la impresión de que no tenía intención de escapar, y esperó, estudiando cada movimiento desde la distancia.
En la cubierta del barco de la Marina, los marinos comenzaron a notar la presencia del waver. Desde lo alto del mástil, un hombre alto con un catalejo bajó rápidamente su instrumento y gritó:
—¡Es ella! ¡Es Mar, la Pirata Violinista! ¡La aliada de Buggy!
El caos estalló inmediatamente en el barco. Los cañones fueron alineados, y los marinos corrieron para cargar y apuntar hacia ella. Sin embargo, Mar mantuvo una expresión tranquila, casi divertida, al verlos entrar en pánico.
—¡Sorpresa, idiotas! —dijo en voz alta levantado un dedo medio con sonrisa traviesa formándose en sus labios
Los primeros cañonazos resonaron, y las balas de cañón se elevaron en el aire hacia su pequeño waver. Con una sonrisa desafiante, Mar giró el timón con la precisión de una bailarina, esquivando cada proyectil con una elegancia abrumadora. El waver se deslizaba sobre el agua como una extensión de su propio cuerpo, y cada maniobra estaba perfectamente calculada.
—¡Rápido! ¡Carguen los cañones de nuevo! —gritó un oficial, su voz llena de desesperación.
Los marinos se movían como hormigas desbordadas. Algunos tropezaban entre sí, mientras otros intentaban obtener un tiro claro. Desde la cubierta del barco, Mar podía ver las caras de incredulidad y enfado, lo que solo aumentaba su diversión.
—¡Maldita sea! ¡No podemos alcanzarla! —gritó un marino, agitado, mientras el pánico se extendía entre la tripulación.
Mar no pudo evitar reírse. Cada vez que lograba esquivar los ataques, la frustración de los marinos aumentaba. Sabía que jamás podrían igualar la velocidad y maniobrabilidad de su waver. Con un giro rápido, se acercó lo suficiente al barco de la Marina para que pudieran escucharla con claridad.
—¡Nos vemos en Jaya! —gritó con un tono burlón, sus ojos brillando con desafío.
Los marinos se miraron entre ellos, confundidos y sorprendidos por su declaración. Algunos parecían listos para cambiar el rumbo y dirigirse hacia Jaya, pero antes de que pudieran organizarse, Mar aceleró de nuevo, alejándose del barco con una facilidad que sólo incrementó la frustración de sus perseguidores.
—¡No podemos dejar que escape! ¡Disparen de nuevo! —ordenó el oficial al mando, pero ya era demasiado tarde.
Los cañones sonaron una vez más, pero Mar ya estaba demasiado lejos. En cuestión de minutos, el barco de la Marina se convirtió en un punto distante en el horizonte. Los marinos maldecían y discutían entre ellos, sin poder creer que habían sido burlados tan fácilmente.
A medida que se alejaba, Mar no pudo evitar sonreír para sí misma. Jaya no era su destino real, pero sabía que enviarían patrullas hacia allí, lo que le daría un respiro para seguir su verdadera ruta hacia Alabasta. Con el sol comenzando a ponerse en el horizonte, notó una pequeña isla no muy lejos. Sabía que era el momento adecuado para hacer una pausa, descansar y reagruparse antes de continuar su viaje
—Bien, Buggy... espero que estés listo. No dejaré que la Marina se interponga en nuestro camino —murmuró para sí, con determinación en la mirada mientras se dirigía hacia la isla.
Al llegar a la costa de la pequeña isla, Mar decidió no arriesgarse. Con los marinos detrás de ella, y sabiendo que la Marina siempre estaba vigilando, tomó precauciones. Desvió su waver hacia una zona rocosa, donde las formaciones naturales de la isla creaban una especie de refugio oculto. Con cuidado, levantó el Caballo Blanco de Madera y lo escondió entre las rocas, asegurándose de que quedara completamente fuera de la vista. Satisfecha con su trabajo, se adentró más en la isla, buscando un lugar donde pudiera refugiarse.
No tardó mucho en encontrar una pequeña cueva, lo suficientemente profunda como para ofrecerle un refugio seguro para la noche. Entró lentamente, dejando que sus ojos se acostumbraran a la penumbra, y comenzó a preparar un lugar para descansar. Mientras lo hacía, no pudo evitar que sus pensamientos volvieran a Buggy, a su tripulación, y a los Sombrero de Paja, que ahora quedaban atrás mientras ella avanzaba en su propio camino.
Se dejó caer sobre el suelo de la cueva, apoyando la espalda contra una pared de piedra fría. El cansancio comenzaba a hacerse sentir, pero más que el agotamiento físico, era el peso emocional lo que la agobiaba.
—¿Qué estarás haciendo ahora, Buggy? —susurró al viento, sabiendo que no habría respuesta.
Después de un rato, cerró los ojos y dejó que los sonidos de la isla —el susurro del viento y el suave romper de las olas contra las rocas— la arrullaran hacia un sueño ligero. Mañana, al amanecer, retomaría su viaje hacia Alabasta, y con suerte, pronto estaría más cerca de encontrar a Buggy y su tripulación. Pero por ahora, lo único que podía hacer era descansar y estar lista para lo que el siguiente día le deparara.
El primer rayo de luz iluminó suavemente la cueva, despertando a Mar de su sueño ligero. Se frotó los ojos mientras el suave murmullo del viento y el oleaje cercano la devolvían lentamente a la realidad. Sentía su cuerpo más descansado, pero su mente seguía fija en una sola cosa: Buggy.
Se levantó despacio, sacudiéndose el polvo de su ropa, y se dirigió hacia donde había escondido su waver la noche anterior. Antes de salir al mar, decidió que necesitaba reponer algo de energía. Sacó una pequeña bolsa de tela que había traído consigo, preparada con esmero por Sanji antes de su partida.
—¿Quién diría que extrañaría tanto la cocina de Sanji? —murmuró para sí misma con una leve sonrisa, recordando la actitud orgullosa del cocinero. Sanji había insistido en que llevara suficiente comida para varios días, asegurándole que sería lo mejor que probaría durante el viaje.
Mar se sentó en una roca cercana y abrió la bolsa, encontrando una selección de bocadillos que Sanji había preparado con su característico esmero. Los panes aún estaban suaves, rellenos de carne perfectamente cocida y verduras frescas que conservaban su textura crujiente, a pesar de los días de viaje. También había pequeños frascos de salsas caseras que agregaban un toque de sabor especial.
—Siempre tan detallista —comentó con una risa mientras tomaba un bocado.
El sabor era, tal como Sanji prometió, exquisito. Con cada mordida, sentía cómo las energías volvían a su cuerpo, preparándola para el largo día que tenía por delante. Agradecida por la comida y los recuerdos que le traía de la tripulación de los Sombrero de Paja, Mar dejó que su mente divagara por un momento.
Se imaginó la última vez que había visto a Sanji, Nami y los demás, y sintió un pequeño nudo en el estómago. Sabía que había tomado la decisión correcta al partir sola hacia Alabasta, pero una parte de ella extrañaba la compañía y la camaradería de la tripulación. Pero este viaje era personal. Necesitaba resolver las cosas con Buggy, necesitaba saber si él y su tripulación estaban bien.
Terminó su comida y guardó los restos en la bolsa de tela, asegurándose de no dejar ningún rastro que pudiera alertar a la Marina. Después de todo, la última cosa que necesitaba era que la siguieran mientras buscaba respuestas.
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