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── 𝟐𝟏. 𝐁𝐞𝐫𝐫𝐢𝐞𝐬 𝐢𝐧 𝐬𝐢𝐠𝐡𝐭

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐔𝐍𝐎 ── 𝐁𝐄𝐑𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐀 𝐋𝐀 𝐕𝐈𝐒𝐓𝐀

El sol de la mañana ya brillaba sobre el Thousand Sunny, trayendo consigo la calidez del nuevo día. La tripulación estaba reunida en la cocina después de un generoso desayuno preparado por Sanji. Los platos vacíos y las risas llenaban el ambiente, mientras todos disfrutaban del momento de tranquilidad en alta mar. Sanji, siempre orgulloso de sus habilidades culinarias, había preparado un postre especial para la ocasión: un pudín cremoso con frutas frescas y chocolate rallado por encima, Mar apenas había tocado el suyo.

Sentada al final de la mesa, con la chaqueta de Buggy aún puesta sobre los hombros como una manta protectora, Mar giraba la cuchara entre los dedos con aire distraído, sin apenas tocar el postre frente a ella. Sus ojos estaban perdidos en la superficie brillante del pudín, como si ahí pudiera encontrar respuestas a las preguntas que le carcomían desde que despertó.

"La respuesta está frente a ti."

Mar despertó con esas palabras quemándole en la mente, como un acertijo sin solución aparente. ¿Qué quería decir su hermano? ¿Por qué sentía que todo estaba conectado con este barco y esta tripulación? Había algo que no podía ver claramente, algo que se le escapaba entre los dedos como arena.

—¡Ah! Este pudín está increíble, Sanji —dijo Usopp con la boca llena—. ¡No sé cómo logras que todo sepa tan bien!

Sanji, encendiendo un cigarrillo con una sonrisa satisfecha, se limitó a asentir.

—Por supuesto. Nada menos para ustedes —respondió, mientras dirigía una mirada afectuosa a Nami y Robin—. Y para mis encantadoras damas, lo mejor que puedo ofrecer.

Luffy devoraba su postre a toda velocidad, mientras Zoro y Franky discutían sobre quién comería más. El ambiente era bullicioso y relajado, pero Mar permanecía en silencio, aislada en sus propios pensamientos.

—Mar, ¿no vas a comerte el postre? —preguntó Chopper, con su habitual preocupación genuina—. ¿No te sientes bien?

Mar parpadeó, sacudiendo un poco la cabeza como si volviera al presente. Miró al pequeño reno y forzó una débil sonrisa.

—Estoy bien, Chopper. Solo... no tengo hambre.

—¿Estás segura de que no pasó nada? —comentó Usopp, inclinándose hacia adelante con curiosidad.

Mar bajó la mirada hacia el pudín, sin saber qué responder. No quería preocuparlos con algo que ni siquiera ella entendía del todo. Sentía que el sueño era una señal importante, pero no podía compartirlo todavía. El significado seguía escapándose de sus pensamientos como agua entre las manos, y hasta que no lo entendiera mejor, prefería mantenerlo en secreto.

—No es nada —murmuró, agitando la cuchara sin mucho interés—. Solo no me apetece, eso es todo.

Sanji levantó una ceja, sorprendido por su apatía.

—Vamos, Mar. Este pudín es una obra de arte. No puedes dejarlo así.

—¡Si no lo quieres, yo puedo encargarme de él! —exclamó Luffy con entusiasmo, inclinándose hacia adelante con los ojos brillando.

Mar lo miró por un momento, y aunque su mente seguía ocupada con las imágenes del sueño, no pudo evitar que una pequeña sonrisa melancólica cruzara su rostro. La simplicidad y entusiasmo de Luffy eran como una brisa fresca en medio de la confusión que sentía.

—Si lo deseas, es todo tuyo —dijo finalmente, empujando el plato hacia él.

—¡Genial! —gritó Luffy, arrebatando el pudín sin perder un segundo y devorándolo en un par de bocados.

—¡Oye! —Sanji se enfadó, golpeando la mesa con frustración—. ¡Ese postre era para Mar, no para ti, maldito glotón sin modales!

Luffy, sin inmutarse, solo soltó una risa satisfecha mientras lamía la cuchara.

—¡Pero ella dijo que podía comerlo!

Aunque la escena era reconfortante, su corazón seguía inquieto. Sabía que tenía que seguir adelante y concentrarse en lo que estaba frente a ella, como su hermano le había sugerido en el sueño. Pero, ¿qué debía encontrar aquí? ¿Qué era aquello que se le escapaba?

Nami notó su expresión pensativa y le lanzó una mirada de reojo.

—¿Estás segura de que todo está bien, Mar? —preguntó con suavidad, tratando de no hacer demasiado ruido para no llamar la atención del resto.

Mar dudó por un momento, pero luego asintió.

—Sí, solo estoy un poco cansada. No es nada importante.

Robin, siempre observadora, entrecerró los ojos pero no dijo nada. Sabía que había algo más detrás de la aparente indiferencia de Mar, pero también sabía cuándo no insistir. Todos tenían sus propios fantasmas, y cada uno necesitaba tiempo para enfrentarlos.

Después del desayuno, los miembros de la tripulación comenzaron a dispersarse por el barco para continuar con sus tareas. Mar permaneció unos minutos más en la mesa, mirando por la ventana hacia el horizonte, donde las olas rompían suavemente contra el casco del barco.

Había algo importante aquí, algo que debía ver pero que aún no lograba descifrar. Se pasó una mano por el rostro, sintiendo el peso de la incertidumbre. Tenía que encontrar a Buggy y a su tripulación cuanto antes, pero también sentía que el sueño había despertado algo más profundo en ella, algo relacionado con su hermano.

Mientras se levantaba de la mesa y salía a la cubierta, la brisa del mar la envolvió, despeinando su cabello. Cerró los ojos por un momento, inhalando el aire salado. Algo le decía que estaba cerca de encontrar una respuesta, pero la clave seguía escapando de su comprensión.

Mar se quedó unos momentos más en la cubierta, sumida en sus pensamientos. Las olas chocaban contra el casco del barco, creando un ritmo suave y relajante, pero en su interior, la inquietud persistía. La imagen de su hermano, tan lejana y al mismo tiempo tan cercana en su mente, se entrelazaba con el sueño que la había dejado confundida. Necesitaba claridad, pero no sabía cómo encontrarla.

Mientras se perdió en sus pensamientos, sintió la presencia de Robin a su lado. La arqueóloga se acercó con su paso característico, silenciosa pero firme. Mar podía sentir la atención tranquila de Robin, esa mirada que parecía capaz de ver a través de las paredes que a veces levantaba.

—Mar —dijo Robin, rompiendo el silencio—. Pareces pensativa. ¿Todo bien?

Mar desvió la mirada hacia el horizonte, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que Robin no presionaría, pero la necesidad de compartir lo que sentía era más fuerte que su reticencia.

—Tuve un sueño extraño —comenzó, sintiendo que la confusión en su interior comenzaba a fluir a través de sus palabras—. Soñé que encontraba a Buggy, y cuando intenté acercarme, se desvaneció. Y luego... luego apareció alguien más. Era mi hermano.

Robin levantó una ceja, interesada, pero no dijo nada. Solo escuchó atentamente, dejando que Mar continuara.

—No recuerdo su rostro ni su nombre, pero en el sueño me dijo que la respuesta está frente a mí. No entiendo lo que eso significa... —Mar suspiró, sintiendo la frustración crecer—. Siento que hay algo importante que debo descubrir, pero no sé qué es.

La expresión de Robin se volvió comprensiva, como si entendiera el peso emocional que Mar llevaba sobre sus hombros.

—A veces, la respuesta puede ser más evidente de lo que pensamos. Puede que necesites un poco de tiempo para que las cosas se aclaren en tu mente. No estás sola en esto, Mar. Todos nosotros hemos enfrentado nuestras propias luchas y fantasmas. Si hay algo que puedo hacer para ayudarte, solo dímelo.

Mar sonrió, agradecida por la comprensión de su nueva amiga.

—Gracias, Robin. Aprecio que estés aquí. Solo... necesito un poco de tiempo.

Justo en ese momento, Usopp apareció corriendo, su rostro iluminado con entusiasmo.

—¡Mar, Robin! ¡Tienen que venir rápido! —gritó, agitando los brazos en el aire—. ¡Es algo importante!

Ambas se miraron, curiosas por la urgencia en la voz de Usopp, y siguieron su llamada hacia la proa del barco. Al llegar, encontraron a los demás miembros de la tripulación reunidos alrededor de una mesa cubierta con varios papeles.

—¿Qué sucede? —preguntó Mar, aún un poco desconcertada.

Usopp, con una gran sonrisa, extendió uno de los papeles hacia ella.

—¡El periódico ha llegado! ¡Miren esto! —exclamó, emocionado.

Mar tomó el papel y lo miró detenidamente. Su corazón dio un vuelco al ver su propio rostro impreso en el cartel, y su nombre rodeado de letras grandes que decían "Se busca". La recompensa era de 25 millones de berries.

—¿Qué...? —murmuró, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor.

Los demás miembros de la tripulación miraron expectantes mientras ella seguía mirando el cartel, incapaz de procesar lo que veía. No solo había un cartel con su imagen; también había carteles de Hikari, Ren y Kaito, todos con una recompensa de 5 millones de berries.

—¡Pero eso no es todo! —interrumpió Usopp, señalando otro cartel—. ¡Miren esto!

Mar levantó la vista y vio el rostro de Buggy, una expresión de desafío y burla en su cara, acompañada de la misma recompensa de 15 millones de berries. La realidad comenzó a asentarse en su mente: Buggy y su tripulación estaban en problemas, pero también estaban vivos.

Sin pensarlo dos veces, Mar se acercó al cartel de Buggy y lo abrazó con fuerza, sintiendo cómo su corazón se llenaba de alegría y alivio. El contacto con el papel frío le recordaba la calidez de Buggy y la conexión que compartían. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero esta vez eran lágrimas de felicidad.

—¡Están vivos! —exclamó, su voz resonando con la emoción que la invadía—. ¡Están vivos y bien!

Robin sonrió, aliviada de ver la reacción de Mar.

—Esto significa que han escapado de la Marina, ¿verdad?

Mar asintió vigorosamente, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Había pasado tanto tiempo sintiéndose perdida y sola, pero ahora tenía una prueba tangible de que Buggy y su tripulación estaban bien.

—Necesito encontrar una manera de reunirme con ellos —dijo, su voz firme—. Tengo que hacerlo.

—Y lo harás —respondió Robin, con una confianza tranquila en su tono—. Ahora sabemos que están en movimiento. Quizás podamos encontrar la manera de rastrearlos.

Usopp dio un golpe en la mesa, como si acabara de tener una revelación.

—Podríamos seguir los rumores en los puertos cercanos. Si Buggy ha estado haciendo ruido, seguramente alguien lo habrá visto.

Mar sintió cómo una chispa de esperanza comenzaba a encenderse en su interior. Sabía que encontrar a Buggy y a su tripulación no sería fácil, pero ahora tenía un objetivo claro.

—Haremos lo que sea necesario para reunirnos con ellos. ¡No podemos perder tiempo! —dijo, su determinación renovada iluminando su rostro.

Con un nuevo sentido de propósito, Mar se unió a la conversación mientras la tripulación comenzaba a planificar su próximo movimiento. La respuesta que su hermano había mencionado seguía siendo un misterio, pero ahora estaba más decidida que nunca a descubrirla. Lo que había estado perdido estaba comenzando a tomar forma, y con el apoyo de sus amigos, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara.

Mientras cada uno de los miembros de la tripulación hacía sus preparativos, Mar se tomó un momento para observar el cartel de Buggy una vez más. Su mente volvía a llenarse de recuerdos de ellos juntos, los momentos de risas y las promesas de aventuras compartidas. En su corazón, sabía que Buggy no solo era su compañero de aventuras, sino también alguien a quien realmente le importaba.

Con el corazón palpitante, Mar decidió que no se detendría hasta encontrarlo. Había tomado la determinación de unirse a él, de enfrentar lo que viniera, y de descubrir no solo su destino, sino también el misterio que su hermano había dejado en su mente. Con cada paso que daba, la confianza en sí misma crecía, y con el apoyo de su tripulación, sabía que su búsqueda estaba a punto de comenzar.

| Mientras tanto, Big Top |

En el otro extremo del mar, la atmósfera en el barco de Buggy era inusualmente tensa. El característico bullicio y caos que normalmente acompañaba a la tripulación había sido reemplazado por un aire de preocupación. Buggy caminaba de un lado a otro en la cubierta, con el ceño fruncido y las manos apretadas detrás de la espalda. Llevaba dos días sin noticias de Mar, y la incertidumbre comenzaba a pesarle más que cualquier batalla que hubiese enfrentado.

—¿¡Nada!? ¿¡Todavía nada!? —gritó, girando hacia Cabaji y Mohji, quienes lo seguían nerviosamente como dos sombras—. ¡Ni un maldito rastro!

Mohji bajó la cabeza, rascándose incómodo la nuca.

—Hemos buscado en cada isla cercana, Capitán. Preguntamos en puertos y cantinas, pero nadie ha visto a Mar

—¡Pues sigan buscando! —espetó Buggy, frustrado, mientras pateaba una caja cercana que se desarmó en el acto—. No voy a parar hasta encontrarla, ¿me oyeron? ¡No podemos permitir que la Marina la tenga!

Cabaji intentó suavizar el momento, aunque su tono estaba lejos de sonar optimista.

—Capitán... Es posible que ella haya escapado. Ya sabes cómo es Mar. No se dejaría atrapar fácilmente.

—¡Entonces, ¿dónde está?! —exclamó Buggy, casi desesperado, pasando una mano por su cabello azul—. ¡Es imposible que haya desaparecido así sin dejar rastro!

Sus pasos resonaban con fuerza en la madera de la cubierta mientras seguía caminando de un lado a otro. El resto de la tripulación se mantenía ocupada para evitar la ira del capitán, pero todos sabían que el nerviosismo era contagioso. No era común ver a Buggy tan inquieto.

El payaso pirata se detuvo abruptamente en la proa del barco, mirando el horizonte como si pudiera encontrar una respuesta en las olas. Apretó los puños, sintiendo una mezcla de miedo y frustración arder en su pecho. Había imaginado mil escenarios posibles: ¿y si la Marina la había capturado? ¿Y si estaba herida, sola en alguna isla desconocida? La posibilidad de que algo le hubiese pasado lo consumía, y el hecho de no saber qué hacer era una tortura.

—No puedo perderla —murmuró en voz baja, apenas consciente de que había dicho esas palabras en alto—. No ahora. No a ella.

Los recuerdos de Mar inundaban su mente. Recordaba su risa, su terquedad, la forma en que lo miraba con esos ojos que parecían ver a través de cada fachada que construía. Mar no era solo su compañera; era su ancla en medio del caos, la única persona que había logrado colarse en su vida sin pedir permiso.

De pronto, Cabaji, que estaba en el mástil vigilando, gritó con emoción.

—¡Capitán! ¡Capitán Buggy! ¡Tienen que ver esto! —gritó Cabaji, con un periódico en la mano y una expresión alarmada en su rostro.

—¿Qué demonios pasa ahora? —gruñó Buggy.

Hikari, Ren y Kaito también giraron la cabeza al escuchar la urgencia en la voz de Cabaji. Se acercaron rápidamente, con los rostros llenos de preocupación.

—¿Es la Marina otra vez? —preguntó Hikari, frunciendo el ceño.

—No exactamente. ¡Miren esto! —dijo Cabaji mientras desplegaba el periódico frente a ellos, revelando una serie de carteles de Se busca.

El rostro de Mar era el primero en la lista, con una recompensa de 25 millones de berries. Buggy sintió cómo el aire se le escapaba por un instante, pero no de miedo, sino de pura emoción y alivio.

—Mi amor... —murmuró, casi sin aliento, mientras tomaba el cartel entre sus manos.

Durante unos segundos que parecieron eternos, Buggy sostuvo el cartel con tanto cuidado como si fuera un tesoro frágil. Su mirada se perdió en los ojos impresos de Mar, y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro. Era la primera prueba real de que su pareja estaba viva y, posiblemente, a salvo.

—Sabía que no la atraparían esos idiotas de la Marina. —Su voz, normalmente chillona y exagerada, ahora tenía un tono cálido y satisfecho.

Kaito, observando el cartel, soltó un suspiro de alivio.

—Entonces, ¿Mar realmente está bien?

—Parece que sí —respondió Ren, con una sonrisa pequeña pero genuina—. Si han puesto una recompensa por ella, significa que la Marina no logró atraparla.

—¡Eso es! —intervino Hikari, cruzándose de brazos—. Sabía que encontraría una manera de escapar. Es más lista que cualquiera de esos marines.

Buggy aún no apartaba los ojos del cartel. Pasó sus dedos por el papel con cuidado, como si pudiera sentir la presencia de Mar a través de la imagen. Cada detalle del rostro impreso le recordaba los momentos que habían compartido y lo mucho que la extrañaba.

—Mi amor, estás bien —susurró Buggy para sí mismo, sin importarle si los demás escuchaban—. Lo sabía... Siempre supe que estarías bien.

Cabaji, aún sosteniendo el periódico, extendió otro conjunto de carteles hacia Hikari, Ren y Kaito.

—También hay carteles para ustedes tres —comentó, señalando las recompensas de 5 millones de berries cada uno—. Parece que la Marina ya los tiene en la mira.

—Bueno, eso era de esperarse —bromeó Kaito, aunque su tono mostraba cierto alivio—. Aunque cinco millones no es mucho. ¿Crees que eso es todo lo que valemos?

Hikari soltó una carcajada breve.

—Podría ser peor. Al menos no es por cosas que no hicimos.

Buggy volvió a concentrarse en el cartel de Mar, ignorando el resto de la conversación. El alivio que sentía era tan grande que apenas podía contener la sonrisa que seguía estirando sus labios. Después de días de incertidumbre, había una esperanza renovada de que podrían encontrarse de nuevo.

—Capitán, también está el cartel de su recompensa —añadió Cabaji, sacando el último cartel—. La misma cantidad de 15 millones de berries. Parece que la Marina no se ha olvidado de usted tampoco.

Buggy apenas reaccionó a la noticia, como si su propia recompensa no importara en absoluto en comparación con lo que tenía en las manos.

—¿Y qué si son 15 o 150 millones? —dijo, sin apartar la vista del rostro de Mar—. Nada de eso importa mientras ella esté bien.

Ren y Kaito intercambiaron una mirada cómplice, aliviados de ver a Buggy más relajado. Era evidente que la conexión entre Mar y Buggy significaba más que cualquier tesoro o aventura que hubieran vivido.

—Entonces, ¿qué haremos ahora? —preguntó Hikari, mirando al resto del grupo.

Buggy finalmente levantó la mirada del cartel, con una chispa de emoción en sus ojos.

—Haremos lo que sea necesario para encontrarla —dijo con determinación—. No voy a quedarme quieto mientras mi amor está allá afuera. Si la Marina la está buscando, nosotros debemos encontrarla primero.

Cabaji asintió con entusiasmo.

—¡Eso suena a un buen plan, Capitán!

Hikari cruzó los brazos, sonriendo con satisfacción.

—Y esta vez no nos detendremos hasta reunirnos con ella.

Buggy guardó el cartel de Mar con cuidado, como si fuera una reliquia invaluable. En su mente, cada paso que daban los acercaba más a su objetivo. Sabía que el reencuentro con Mar no sería fácil, pero estaba más decidido que nunca a encontrarla y asegurarse de que estuviera a salvo.

—Prepárense —ordenó Buggy mientras se levantaba, con una energía renovada en su voz—. Partiremos tan pronto como podamos.

El viento agitaba su capa mientras su tripulación se movía rápidamente, emocionados por la promesa de la próxima aventura. Buggy se quedó un momento más en silencio, mirando hacia el horizonte. La imagen de Mar seguía fija en su mente, y su corazón latía con fuerza al imaginar el momento en que finalmente volverían a encontrarse.

—Pronto, mi amor... —murmuró para sí mismo, con una sonrisa que mezclaba nostalgia y determinación—. Pronto estaremos juntos de nuevo.

| Mientras tanto, Isla Kuraigana |

Mihawk se encontraba sentado en su imponente mansión, rodeado del silencio que tanto valoraba. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras alargadas sobre las paredes de piedra. Mihawk estaba en su sillón, una copa de vino en la mano, con sus ojos dorados fijos en el periódico recién llegado.

Frente a él, desplegado en la mesa, descansaban los carteles de Se busca. Sin ninguna expresión aparente, sus dedos giraron una página con elegancia hasta detenerse en lo que buscaba: el rostro de Mar impreso en tinta junto a una recompensa de 25 millones de berries. A su alrededor, también aparecían los carteles de Hikari, Ren, y Kaito, cada uno con su respectiva recompensa de 5 millones de berries.

Durante unos instantes, el espadachín se limitó a contemplar la imagen de Mar sin emitir palabra. Era extraño para él verla en esa forma oficial, etiquetada como criminal por el Gobierno Mundial. Sin embargo, más allá de la frialdad de su semblante, algo en su mirada brillaba con reconocimiento.

Desde el día en que Mar llegó a él, abandonada por su hermano en su búsqueda del One Piece, había visto algo inusual en ella. No era solo su capacidad para empuñar una espada o su potencial como guerrera; era su voluntad férrea, esa tenacidad indomable que la había llevado a superar cada obstáculo que le impuso.

Le había enseñado a no depender de nadie más que de sí misma, a ser implacable tanto con el filo de su espada como con sus decisiones. Y ahora, verla en los carteles de Se busca era una confirmación de que había dejado de ser una aprendiz. El mundo estaba comenzando a conocer su nombre, y aunque Mihawk no era hombre de emociones, sintió una pequeña chispa de orgullo en su interior.

Aún desconocía las circunstancias exactas que habían llevado a Mar a esta situación. No sabía que había hecho una alianza con Buggy, ni que ahora navegaba junto a la tripulación del Sombrero de Paja. De hecho, las conexiones políticas y personales que Mar pudiera haber tejido no le preocupaban; lo importante para Mihawk era que su antigua discípula estaba labrando su propio camino. No necesitaba saber más.

Tomó un sorbo de su vino, manteniendo su mirada fija en el cartel, como si a través de él pudiera verla de nuevo, más allá de la tinta y el papel. En su mente, la Mar que recordaba seguía siendo esa joven decidida, con una mirada llena de rabia por la traición y el abandono, pero con una determinación que la había llevado a empuñar la espada con maestría.

—Has crecido... y has madurado —murmuró en voz baja, más para sí mismo que para cualquier otra persona.

Dejó el cartel sobre la mesa y cruzó las piernas, apoyando un brazo sobre el respaldo del sillón. El viento soplaba débilmente a través de una ventana abierta, agitando las páginas del periódico. Por un instante, Mihawk cerró los ojos, permitiéndose una pequeña reflexión.

"El mundo sabrá quién eres... pero eso también traerá enemigos."

No lo dijo con preocupación, sino con una frialdad calculada. Sabía que Mar había aprendido a valerse por sí misma. No le preocupaba si ella enfrentaba cazadores de recompensas o marines. Si Mar había logrado llegar hasta este punto, era porque estaba preparada para lo que viniera. El orgullo que sentía no necesitaba expresarse en palabras grandilocuentes. Bastaba con saber que había logrado sembrar en ella la semilla de la independencia y la fortaleza.

Mientras meditaba en silencio, otro pensamiento cruzó por su mente.

"¿Qué será lo que la ha llevado hasta aquí?"

Desde que Mar había dejado su tutela, él la había mantenido en la periferia de su atención. Sabía que, algún día, su nombre resonaría en los mares, pero no esperaba que fuera tan pronto. Sin embargo, no le preocupaba saber qué alianzas forjaría. Lo importante era que estaba viva y seguía adelante. Eso era suficiente para él.

Con un leve movimiento, Mihawk plegó los carteles y los dejó sobre la mesa. El cartel de Mar, sin embargo, permaneció en su mano por unos segundos más. Lo contempló una vez más antes de guardarlo cuidadosamente en un cajón junto con otros documentos. No era sentimental, pero esa imagen merecía ser conservada. Era un recordatorio de que Mar había dejado de ser su aprendiz para convertirse en una pirata que forjaba su propio destino.

—Sigue navegando, Mar —murmuró en voz baja, susurrando las palabras al viento—. El mundo es tuyo para tomarlo.

Volvió a llenar su copa de vino y se recostó en el sillón, relajándose en su soledad. A lo lejos, el sonido de las olas rompiendo contra la costa de la isla resonaba en la quietud del ambiente, como una melodía constante e inmutable. Mientras Mihawk reflexionaba sobre el cartel de Mar, un leve golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Con un gesto despreocupado, permitió la entrada. A través de la sombra de la puerta, apareció el mismo hombre encapuchado, no se habían visto en días desde la última noticia de Mar en la Villa Foosha.

—Mihawk —saludó el hombre—. Hace tiempo que no nos vemos.

Mihawk se reclinó en su sillón, observándolo con interés. Sabía que tenía nueva información valiosa.

—¿Qué te trae aquí de nuevo? —preguntó Mihawk, sus ojos fijos en él.

—He estado escuchando rumores. —El hombre encapuchado hizo una pausa, como si midiera sus palabras—. Tu discípula, Mar, ha estado haciendo olas. Hay un cartel de Se busca con su rostro en él.

Mihawk asintió, recordando el cartel que había visto anteriormente.

—Veinticinco millones de berries —dijo con desdén—. La gente realmente no comprende lo que significa.

—No solo eso. También he oído que ha hecho alianza con Buggy —continuó el hombre, su voz envolviendo la habitación como una niebla inquietante—. Al parecer, han desarrollado una relación amorosa.

Mihawk levantó una ceja, sorprendido por la revelación, pero no lo demostró. Se había preguntado cómo Mar había decidido llevar su vida. Sabía que su carácter independiente podría llevarla a forjar alianzas inesperadas, pero una relación con alguien como Buggy era una complicación.

—¿Y su búsqueda por su hermano? —preguntó Mihawk, dejando claro que conocía la razón detrás de la travesía de Mar.

—La sigue, por supuesto. Su misión no ha cambiado. Buggy puede ser un compañero interesante, pero su enfoque principal sigue siendo el mismo. La familia siempre es lo primero para ella.

Mihawk se quedó en silencio un momento, contemplando el impacto de esas palabras. Mar había encontrado alguien con quien compartir su viaje, pero la misión que llevaba en su corazón aún permanecía intacta.

—Eso es bueno. Mar necesita encontrar su propio camino, aunque su vida se entrelazase con la de otros —dijo Mihawk, su voz resonando en la habitación. Aunque no mostraba muchas emociones, sentía que la vida de su discípula estaba tomando forma.

—Y no solo eso —continuó el hombre encapuchado—. Con Buggy a su lado, hay un gran potencial. Tienen la capacidad de enfrentar grandes desafíos juntos.

Mihawk asintió lentamente. Sabía que las alianzas podían ser tanto una ventaja como una desventaja, pero lo importante era que Mar había encontrado su lugar en el vasto mundo de los piratas.

—Si alguna vez escuchas algo más sobre ella, no dudes en hacérmelo saber. Estoy interesado en cómo se desarrolla esta historia —dijo Mihawk, mientras el hombre encapuchado se inclinaba en señal de respeto.

Con un último intercambio de miradas, el hombre dio media vuelta y salió de la habitación. Mihawk volvió a tomar su copa de vino, mirando hacia la ventana con un ligero atisbo de curiosidad por el futuro de Mar. Sabía que su vida como pirata estaba apenas comenzando y que los desafíos que enfrentaría al lado de Buggy y su nueva tripulación formarían parte de una historia aún más grande.

El silencio envolviendo el espacio mientras sus pensamientos volvían a Mar. Sostenía la copa de vino entre sus dedos, pero no hizo el ademán de beber. Su mente estaba en otro lugar, navegando en recuerdos más profundos. La imagen de Mar, más joven y vulnerable, cruzó por su mente: la niña que llegó a él, abandonada por su hermano, con un fuego indomable en los ojos y un corazón hecho de pura determinación.

Había intentado formarla como su discípula, enseñándole la disciplina y la fuerza que él mismo había perfeccionado. Pero a lo largo de los años, se dio cuenta de algo más. Mar no era solo una estudiante a la que moldear. Había crecido bajo su mirada, desarrollándose no solo como una espadachina sino como una persona que había aprendido a enfrentar el mundo por su cuenta.

Mihawk suspiró profundamente, posando la copa sobre la mesa con un suave tintineo. No podía seguir viéndola como una simple aprendiz. En su corazón, había algo más.

—Nunca fue mi discípula —murmuró para sí, la sombra de una sonrisa casi imperceptible cruzando sus labios—. Es mi hija.

Las palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de un sentimiento que rara vez permitía salir a la superficie. Aunque nunca lo había dicho en voz alta y probablemente jamás se lo diría a ella, esa era la verdad que había guardado en silencio. Mar era más que alguien a quien entrenar; era la única persona a la que podía llamar familia, incluso sin compartir la misma sangre.

Con una mirada tranquila hacia el mar que se extendía más allá de la ventana, Mihawk se permitió un momento de orgullo silencioso. No importaba dónde estuviera Mar ni qué decisiones tomara. Sabía que, pase lo que pase, ella seguiría su camino con la misma fuerza que siempre había demostrado. Y eso era suficiente para él.

| Mientras tanto, Thousand Sunny |

Mar permanecía en la cubierta del barco, de pie cerca de la barandilla, con la mirada fija en el horizonte donde el mar parecía no tener fin. Una brisa suave hacía ondear su cabello, y aunque el viento era fresco, la chaqueta de Buggy, aún sobre sus hombros, la mantenía cálida. Sus dedos jugaban distraídamente con el cartel de "Se Busca" que llevaba en las manos, el rostro de Buggy impreso en él con una expresión burlona y desafiante. Lo apretaba contra su pecho, como si al sostenerlo pudiera sentir la presencia de él más cerca.

La sonrisa de Buggy en el cartel le causaba una mezcla de emociones difíciles de definir. Sabía que él estaba bien, que había escapado de la Marina, y eso le daba un alivio que no podía expresar con palabras. Pero al mismo tiempo, el recuerdo del sueño seguía persiguiéndola ¿Qué había querido decir? ¿Qué era lo que debía ver? Estaba segura de que la clave estaba cerca, pero cuanto más pensaba en ello, más esquiva se volvía la verdad.

Mientras el vaivén del barco la mecía suavemente, sintió una presencia acercándose. Al voltear la cabeza, encontró a Usopp subiendo los escalones hacia donde ella estaba.

—¡Hey, Mar! —la saludó con una sonrisa amistosa, colocando las manos en la cintura—. ¿Todo bien?

Mar le devolvió una sonrisa tenue, pero no tenía ánimos para explicaciones complicadas. Se encogió de hombros, mirando de nuevo al horizonte.

—Sí, solo... pensando.

Usopp se acomodó junto a ella, apoyando los codos en la barandilla. Había aprendido a no presionar demasiado a sus compañeros cuando notaba que no querían hablar, pero la compañía nunca sobraba en momentos así. Permaneció en silencio unos segundos, disfrutando de la calma del mar. Luego, sin poder evitarlo, sonrió con esa calidez propia de él.

—¿Sabes? Es curioso cómo todo esto se siente como uno de esos cuentos épicos —dijo, girando la cabeza hacia ella—. Piratas, recompensas, aventuras... ¡Y ahora hasta un cartel de "Se Busca" con tu cara! —Se echó a reír, dándole un leve codazo amistoso—. ¿Quién diría que estarías en la lista de los más buscados, eh?

Mar soltó una risa leve, aunque en el fondo su mente seguía absorta en las pistas de su hermano. Era agradable escuchar a Usopp; su tono siempre tenía algo reconfortante, como si cada conversación pudiera aliviar un poco la carga de los demás.

—Supongo que ahora no queda más remedio que acostumbrarse a la idea —respondió, mirando nuevamente el cartel de Buggy entre sus manos.

Usopp bajó la mirada hacia el papel que Mar sostenía y sonrió al reconocer la imagen del payaso pirata.

—Entonces... ¿Tu y Buggy? —comentó con tono casual, aunque con una chispa de curiosidad en la mirada—. No puedo creer que estés con alguien como él. No me malinterpretes, sí que tienes gustos interesantes.

Mar soltó una carcajada suave, la primera genuina que había tenido en todo el día.

—Buggy es... único, eso es seguro.

Usopp sonrió, satisfecho de haber logrado que Mar se relajara un poco. Luego se estiró y miró hacia el cielo despejado.

—Sea como sea, se nota que él significa mucho para ti. Eso es lo que importa, ¿no? Además, si algo he aprendido en estas aventuras es que uno nunca sabe lo que va a pasar. Pero mientras estemos juntos y no dejemos de movernos hacia adelante, tarde o temprano todo se acomoda.

—Tienes razón, Usopp. A veces solo hay que seguir adelante y confiar en que todo se resolverá —dijo, aunque sus pensamientos seguían sumidos en el misterio del sueño.

Usopp asintió, satisfecho con su pequeña charla motivacional. Luego se giró hacia ella, sonriendo.

—Bueno, si en algún momento necesitas despejarte, siempre puedes venir a escuchar una de mis historias legendarias. ¡Puedo contar sobre cómo enfrenté a mil marines con una sola mano! —dijo con orgullo exagerado, haciendo un gesto dramático que hizo que Mar soltara otra risa, agradeciendo su tiempo compartido, se dio la vuelta para dar privacidad.

Mar permaneció sola en la barandilla, mirando cómo las olas rompían contra el casco del barco. La chaqueta de Buggy seguía cubriendo sus hombros, y sus dedos volvieron a apretar el cartel de su recompensa.

| Dos años antes, en alguna parte de Grand Line |

El viento soplaba fuerte, azotando las velas y provocando que las olas se rompieran furiosas contra el muelle de madera desgastada. El lugar, apenas un punto en el mapa del Grand Line, era un refugio temporal para viajeros que buscaban escapar de la Marina o esconderse de otras amenazas. El cielo estaba cubierto por nubes densas, y la lluvia constante empapaba a quienes se aventuraban afuera, formando charcos en las calles embarradas.

En una taberna oscura, el ambiente estaba cargado de tensión. Los murmullos de los piratas y mercenarios se mezclaban con el sonido de las jarras golpeando las mesas, el olor a ron rancio y madera húmeda llenando el aire. Ren estaba sentado en un rincón, con la capucha de su abrigo puesta, las manos alrededor de una jarra vacía. Llevaba semanas viajando de isla en isla, buscando algo que le diera un propósito, pero lo único que había encontrado era más soledad. Sentía que no encajaba en ningún sitio. Había intentado adaptarse, ser lo que los demás querían que fuera, pero siempre terminaba sintiéndose vacío, como si cada esfuerzo por encajar borrara una parte de sí mismo.

El rechazo había dejado cicatrices en él, y su deseo desesperado de ser aceptado lo había llevado a traicionarse a sí mismo más de una vez. Cambiaba su forma de hablar, su manera de actuar, incluso su aspecto, pero nunca parecía ser suficiente. Y ahora, sentado en esa taberna llena de gente ruidosa, el peso de esa soledad lo aplastaba como nunca.

El sonido de la puerta abriéndose de golpe lo sacó de sus pensamientos. Una ráfaga de viento helado y lluvia entró al lugar, seguida de una figura que llamó la atención de todos. Era una joven de cabello oscuro, empapada pero sin parecer afectada por el frío o las miradas hostiles que la recibieron. Sus ojos eran profundos y tranquilos, como si nada en el mundo pudiera perturbarla.

Ren la observó con curiosidad. Había algo en ella que lo intrigaba. No era solo la confianza en su forma de caminar, sino la calma con la que parecía enfrentar el mundo, como si supiera exactamente quién era y no necesitara cambiar para nadie.

La joven se acercó a la barra, sacó una moneda de su bolsillo y la dejó sobre la madera.

—Un té caliente, por favor.

El tabernero asintió, pero antes de que pudiera moverse, dos hombres se levantaron de sus asientos y caminaron hacia ella. El más grande de ellos recogió la moneda y la miró con una sonrisa burlona.

—Vaya, vaya. No es muy seguro que una chica como tú ande sola por aquí. Tal vez deberías pagarme por protegerte.

Ren sintió un nudo en el estómago. Sabía lo que vendría a continuación: insultos, violencia, y probablemente alguien terminando en el suelo. Pero la joven no pareció alterarse. Simplemente lo miró con una expresión serena.

—Devuélveme la moneda, y cada quien sigue su camino.

El hombre se rió, dando un paso más cerca de ella.

—¿Ah, sí? ¿Y qué harás si no?

Lo siguiente sucedió en un abrir y cerrar de ojos. La joven torció la muñeca del hombre con una destreza increíble, obligándolo a soltar la moneda mientras caía de rodillas con un grito ahogado. El otro tipo dio un paso atrás, pero ella ni siquiera lo miró. Tomó su moneda de vuelta y la colocó de nuevo en la barra.

—¿Alguien más quiere intentarlo?

Nadie se movió. El tabernero le sirvió el té con manos temblorosas, y ella lo tomó como si nada hubiera pasado. Ren estaba impresionado. No solo por la rapidez con la que había actuado, sino por la tranquilidad con la que había manejado la situación, como si esto fuera parte de su rutina diaria.

Después de dar un sorbo a su té, la joven se giró hacia Ren. Sus miradas se cruzaron por un instante, y Ren sintió algo extraño, como si ella pudiera ver más allá de su fachada. Era una mirada que no juzgaba, pero tampoco dejaba pasar nada por alto.

—¿Qué haces aquí, escondido? —le preguntó, con una mezcla de curiosidad y empatía.

Ren, sorprendido por la pregunta directa, se encogió de hombros.

—Buscando algo, supongo.

Ella sonrió levemente y dio un paso hacia él, acercándose a su mesa. Había algo en su presencia que le transmitía una calma desconocida.

—Yo soy Mar. ¿Tú?

Ren dudó por un momento. No estaba acostumbrado a las presentaciones amistosas, pero sintió que no tenía nada que perder.

—Ren.

Mar asintió con la misma tranquilidad, como si su nombre ya le resultara familiar. Tomó asiento frente a él sin pedir permiso, como si supiera que su presencia allí era natural.

—Si buscas algo más que este lugar, nosotros partimos mañana. Podrías venir con nosotros.

La oferta lo tomó por sorpresa. Nadie lo había invitado a nada en mucho tiempo. Siempre era él quien trataba de encajar, pero esta vez alguien lo estaba aceptando sin pedir nada a cambio.

—¿Por qué me invitas? —preguntó con cautela.

—Porque sé lo que es sentirse fuera de lugar. —respondió Mar, sin rastro de duda en su voz—. No tienes que ser nadie más. Solo tú.

Por primera vez en mucho tiempo, Ren sintió una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, esta vez sería diferente.

Al día siguiente, conoció a Hikari y Kaito, los otros miembros de la tripulación. Al principio, lo miraron con recelo, pero no había hostilidad en sus ojos, solo la cautela de quienes habían sido heridos antes. Con el tiempo, esa desconfianza se transformó en una camaradería que Ren nunca había conocido.

Durante su viaje, Ren también conoció a Milhawk, su era imponente, y sus silenciosas observaciones dejaban a Ren sintiendo que siempre estaba siendo evaluado, pero no de una forma negativa. Milhawk no le exigía que cambiara, y eso era algo que Ren valoraba profundamente. A través de Mar y los demás, Ren comenzó a entender algo importante. No tenía que convertirse en alguien más para ser aceptado. Podía ser él mismo, con todos sus defectos e inseguridades, y aún así encontrar un lugar donde pertenecer. Y esa comprensión fue más valiosa para él que cualquier aventura o tesoro.

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