── 𝟎𝟗. 𝐓𝐡𝐞 𝐜𝐡𝐚𝐥𝐥𝐞𝐧𝐠𝐞 𝐭𝐡𝐚𝐭 𝐥𝐞𝐚𝐝𝐬 𝐭𝐨 𝐭𝐡𝐞 𝐧𝐞𝐱𝐭 𝐢𝐬𝐥𝐚𝐧𝐝
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄 ── 𝐄𝐋 𝐑𝐄𝐓𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐆𝐔𝐈𝐀 𝐀 𝐋𝐀 𝐒𝐈𝐆𝐔𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐈𝐒𝐋𝐀
El tercer día a bordo del barco de Buggy transcurrió en un mar sereno. La tensión en la tripulación de Mar había disminuido considerablemente, y hasta se notaba una ligera camaradería entre los piratas de ambos bandos. Pero Mar no se dejaba engañar por el ambiente relajado; cada día que pasaba, se acercaban más a su destino.
El viento había cambiado esa mañana, soplando con fuerza desde el norte, lo que solo podía significar una cosa: estaban acercándose a la isla. Mientras el barco avanzaba, una silueta imponente comenzó a alzarse en el horizonte. A primera vista, parecía una formación rocosa masiva, pero conforme se aproximaban, los contornos de enormes estructuras talladas en piedra se hicieron más claros. Gigantescas estatuas adornaban la costa de Elbaf, tan colosales que hacían parecer diminuto al barco de Buggy.
Mar estaba de pie en la proa, observando la imponente isla que se desplegaba ante sus ojos. Aunque había escuchado muchas historias sobre Elbaf cuando era niña, ver la isla en persona la llenaba de una mezcla de asombro y nerviosismo.
Detrás de ella, sus tres compañeros se acercaron. Hikari habló primero, con su mirada fija en la isla.
—Es incluso más grande de lo que imaginaba —dijo en un susurro casi reverencial.
Ren se cruzó de brazos y soltó un suspiro.
—Bueno, supongo que la palabra "gigante" lo decía todo, ¿no?
Kaito permaneció en silencio, pero sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y cautela, su instinto le decía que mantuviera la guardia alta.
Mar los observó de reojo, sabía que, sin ellos, no estaría donde estaba ahora, eran sus amigos, su familia, y confiaba en ellos con su vida. Por un momento, sintió una extraña calma al saber que no estaba sola en lo que estaba por venir. El barco comenzó a desacelerar al acercarse a la costa. El ruido del ancla cayendo al agua resonó, marcando el momento en que el viaje a través del mar llegaba a su fin, y la verdadera aventura en tierra firme estaba a punto de comenzar.
Buggy, como de costumbre, apareció detrás de ellos con una sonrisa arrogante en el rostro, claramente satisfecho con lo que veía.
—¡Bienvenidos a Elbaf! —anunció, extendiendo los brazos hacia la isla como si él mismo hubiera organizado el recibimiento.
Mar lanzó una mirada irónica hacia Buggy, sin poder evitar una ligera sonrisa.
—Si las cosas se ponen feas, siempre puedes contar con el gran Buggy para salvarte. Otra vez.
Mar resopló, ya acostumbrada a las fanfarronadas de Buggy, pero decidió no entrar en la conversación. En cambio, miró hacia la isla, donde el terreno accidentado y las enormes estructuras talladas en las montañas parecían vigilar a los recién llegados. Elbaf tenía una presencia imponente, incluso intimidante, pero también desprendía una energía de fuerza y orgullo.
La tripulación de Mar comenzó a prepararse para desembarcar. Hikari revisaba su equipo con precisión mientras Ren se ajustaba sus botas, y Kaito observaba en silencio, su atención siempre alerta.
—¿Algún plan? —preguntó Kaito, finalmente rompiendo el silencio.
—Primero encontraremos un lugar seguro para establecer un campamento. Después... —Mar hizo una pausa, sus pensamientos divagando hacia la razón por la que estaban allí—. Después, encontraremos lo que hemos venido a buscar.
Ren sonrió ampliamente, sin mostrar señales de preocupación.
—Me suena a una aventura. Contigo al mando, todo saldrá bien. —Le guiñó un ojo a Mar, aunque ella solo levantó una ceja, divertida.
—Eso espero, Ren.
Justo cuando estaban a punto de bajar del barco, Buggy dio un paso adelante y levantó la mano.
—Esperen un momento —dijo con una sonrisa astuta en su rostro—. No van a irse sin el grandioso Buggy, ¿verdad?
Mar rodó los ojos.
—No creo que tengamos opción —respondió secamente.
Buggy sonrió, dándose palmaditas en el pecho.
—Exactamente. Además, necesito asegurarme de que no terminen siendo aplastados por un gigante antes de que puedan pagarme lo que me deben.
—¿Pagarte? —repitió Hikari, confundida.
—Sí, mi protección tiene un precio, y no es barata —respondió Buggy, guiñándole un ojo a Mar—. Pero no te preocupes, podemos negociar más tarde.
Mar decidió ignorar el comentario, enfocando su atención en el desembarco. Juntos, la tripulación de Mar y de Buggy comenzaron a bajar del barco, adentrándose en la vasta y misteriosa isla de Elbaf. Una vez en tierra, la diferencia en escala entre los humanos y el mundo de Elbaf se hizo aún más evidente.
El paisaje estaba dominado por enormes montañas que parecían rozar el cielo, y en el aire se sentía la pesada presencia de los gigantes, aunque aún no habían visto ninguno.
—Esto es... impresionante —dijo Hikari, mirando a su alrededor con admiración y algo de temor.
Ren asintió, aunque con una sonrisa traviesa.
—Solo espero que no nos vean como hormigas y nos aplasten sin darse cuenta.
Kaito, simplemente señaló una dirección.
—Allá, entre esas rocas. Podría ser un buen lugar para establecer nuestro campamento.
Mar asintió, confiando en el juicio de Kaito. Mientras avanzaban, no podía evitar sentir una creciente tensión en su pecho. Elbaf estaba lleno de secretos y podría llevarla a su hermano.
Buggy, caminando a su lado, parecía estar disfrutando de la atmósfera, aunque no pudo evitar un comentario mientras los gigantescos árboles de Elbaf se alzaban a su alrededor.
—Bueno, si no fuera porque son tan malditamente grandes, esto podría ser un buen lugar para un circo —dijo, con una sonrisa despreocupada.
Mar lo miró de reojo.
—Dudo que los gigantes estén interesados en tus trucos de circo, Buggy.
Buggy se llevó una mano al pecho, fingiendo ofensa.
—¡Nunca subestimes el poder del entretenimiento! —declaró con teatralidad.
Mar no pudo evitar sonreír. A pesar de todo, Buggy había logrado hacer que se sintiera un poco más tranquila.
El tamaño imponente de los árboles y rocas ya no causaba tanto asombro como al principio, pero la presencia invisible de los gigantes mantenía a todos en un estado de alerta constante. La tripulación de Mar había conseguido montar un campamento improvisado entre dos enormes formaciones rocosas, suficientemente lejos de las rutas más transitadas por los colosales habitantes de la isla.
Mar estaba sentada cerca de una fogata, observando las llamas danzar. Los días anteriores habían sido de exploración cautelosa, pero no habían encontrado ninguna pista concreta sobre su hermano ni sobre los secretos que creía que Elbaf ocultaba. Sus pensamientos la mantenían en constante agitación, pero no había compartido sus inquietudes con nadie, ni siquiera con Hikari, Ren o Kaito.
Buggy estaba cerca, como siempre, haciendo comentarios sarcásticos sobre lo aburrida que había sido su estadía en la isla hasta ahora. Sus tripulantes, después de recuperarse de la fiesta en el barco, habían regresado a su rutina habitual de bromas, apuestas y charlas ruidosas. Sin embargo, Buggy, como de costumbre, mantenía un ojo en Mar. Aunque sus interacciones solían estar teñidas de su arrogancia característica, había una curiosidad en él, una que se hacía más evidente cuanto más tiempo pasaban juntos.
—No puedo creer que llevemos solo un día en este lugar y aún no hayamos visto a uno solo de esos gigantes —comentó Buggy mientras lanzaba un palo al fuego.
—Tal vez no es tan mala idea no encontrarnos con ellos —respondió Kaito con tono tranquilo desde el otro lado de la fogata, observando el paisaje rocoso y boscoso a su alrededor—. No estamos aquí para llamar la atención.
Ren, se encogió de hombros.
—A mí me vendría bien ver algo de acción. Un día y nada de peleas, ni siquiera una pequeña. Esto no parece una isla de gigantes, parece más un parque vacío.
Hikari, que había estado silenciosa hasta el momento, levantó la vista de un mapa que había estado estudiando.
—Lo importante es que sigamos en movimiento. Si algo nos ha enseñado este viaje es que cuanto más nos detenemos, más difícil es encontrar lo que estamos buscando.
Mar, que había estado absorta en sus pensamientos, finalmente habló, su tono más serio que el habitual.
—Elbaf no es una isla cualquiera. Aquí todo tiene un propósito, incluso el silencio. Si no hemos visto a ningún gigante, es porque ellos ya nos han visto primero.
Sus palabras cayeron sobre el grupo con una cierta solemnidad. La verdad es que sabían que no eran los únicos habitantes de la isla, pero la idea de que los gigantes los estuvieran observando en silencio durante todo ese tiempo hacía que el aire se sintiera más pesado.
—Entonces, ¿qué propones que hagamos, capitana? —preguntó Hikari, usando el término con un tono respetuoso, pero con una leve sonrisa, que intentaba aliviar un poco la tensión.
Mar se levantó lentamente y miró a su alrededor, sus ojos recorriendo el horizonte y las enormes montañas que se alzaban más allá de los árboles. Algo la había estado inquietando desde que habían llegado, una sensación de estar siendo atraída hacia algún lugar, pero no podía precisar exactamente qué era.
—Nos adentraremos más en la isla —dijo finalmente—. Hay algo aquí, lo sé. Puede que no sepamos dónde exactamente, pero cuanto más lejos vayamos, más cerca estaremos de encontrarlo.
Ren soltó un suspiro dramático.
—Siempre me gusta cuando dices cosas misteriosas como esa, Mar. Hace que parezca que estamos en una épica búsqueda del tesoro.
Kaito, con su típica serenidad, solo asintió.
—Lo que sea que estemos buscando, Elbaf no es un lugar para vacilar. Si queremos respuestas, tendremos que movernos rápido y con cuidado.
Buggy, que había estado escuchando en silencio, se puso de pie con su acostumbrada actitud despreocupada.
—Bien, bien. Entonces, si vamos a adentrarnos en el corazón de esta isla de gigantes, no esperen que Buggy el Payaso se quede atrás. Después de todo, alguien tendrá que asegurarse de que no se pierdan... o de que no los aplasten como moscas. —Le lanzó a Mar una sonrisa socarrona, pero ella apenas se inmutó.
Mar se giró hacia su tripulación, su mirada decidida.
—Nos movemos al amanecer. Descansen lo que puedan esta noche.
La mañana siguiente, el grupo comenzó su avance hacia el interior de la isla. Cada paso que daban hacia el corazón de Elbaf parecía acercarlos a algo más grande, más antiguo y peligroso de lo que habían imaginado.
La tripulación de Buggy los seguía de cerca, aunque con más cautela de lo que normalmente mostraban. Incluso Buggy parecía algo más silencioso mientras avanzaban.
Después de horas de caminata, llegaron a un claro rodeado por gigantescas rocas. Al centro, había un enorme círculo de piedras talladas, alineadas de una manera que sugería que no estaban allí por accidente. Parecían monumentos antiguos, construidos por manos que podían levantar montañas.
—Parece... una especie de altar —murmuró Hikari, observando las inscripciones grabadas en las rocas.
—O un campo de batalla —agregó Ren, sus ojos recorriendo las cicatrices en el suelo, como si gigantescas armas hubieran golpeado con fuerza la tierra.
Mar dio un paso adelante, su corazón latiendo con fuerza. Había algo en ese lugar que le resultaba extrañamente familiar, como si hubiera estado allí antes, aunque sabía que eso era imposible. La sensación de estar más cerca de su objetivo era palpable.
—Aquí es donde empieza la verdadera búsqueda —dijo en voz baja, más para sí misma que para los demás.
Antes de que pudiera decir algo más, el suelo bajo sus pies tembló ligeramente. Los ojos de todos se agrandaron cuando una sombra enorme se proyectó sobre el grupo.
Mar levantó la vista, y allí, justo en el borde del claro, apareció una figura gigantesca. Un coloso de Elbaf, con su armadura reluciente y su mirada seria, los observaba desde arriba.
—Intrusos... —la voz del gigante resonó como un trueno, profunda y poderosa—. ¿Qué buscan en la tierra de los gigantes?
Buggy dio un paso atrás instintivamente, pero Mar, lejos de retroceder, mantuvo la mirada fija en el gigante. Sabía que este momento llegaría, y no estaba dispuesta a dejar que el miedo la detuviera.
—Busco respuestas —dijo con firmeza—. Y no me iré hasta encontrarlas.
El gigante la miró fijamente por un largo momento, evaluando su determinación, y finalmente inclinó la cabeza ligeramente.
—Entonces tendrás que demostrar que eres digna de ellas.
—¿Digna? —repitió Mar, con un tono desafiante.
—Los gigantes de Elbaf no otorgamos respuestas a cualquiera —respondió el coloso, su voz profunda retumbando en el aire—. Quienes buscan algo en esta isla deben probar su valía. Nuestra tierra es antigua y sagrada, y no cualquier forastero puede caminar sobre ella sin demostrar que tiene un propósito digno.
La tripulación de Mar, al igual que la de Buggy, se mantuvo en silencio, todos conscientes de la magnitud del momento. Ren apretaba con fuerza el mango de su espada, listo para lo que fuera necesario, mientras Kaito mantenía su postura tranquila, pero alerta. Hikari, siempre calculadora, analizaba la situación con la vista fija en el gigante.
—¿Y qué clase de prueba tienes en mente? —intervino Buggy, dando un paso al frente, su típica sonrisa arrogante curvando sus labios—. Porque si estamos hablando de una pelea, te advierto que mi tripulación y yo somos bastante buenos en eso.
Mar rodó los ojos levemente ante la arrogancia de Buggy, aunque una parte de ella sabía que, en este momento, esa confianza podía ser útil. El gigante, sin embargo, no pareció impresionado por las palabras del payaso.
—No es una simple pelea lo que te hará digno, payaso —replicó el gigante con tono solemne, luego giró su atención nuevamente hacia Mar—. La prueba será para ti, pequeña guerrera, deberás enfrentarte a uno de los nuestros en combate. Sólo los fuertes sobreviven en esta tierra, y sólo los dignos obtienen lo que buscan.
El corazón de Mar dio un vuelco. No le asustaba el combate en sí, pero sabía que enfrentarse a un gigante no era un desafío ordinario. La fuerza y la habilidad de los habitantes de Elbaf eran legendarias, y aunque confiaba en sus habilidades, no subestimaba el peligro que implicaba.
—Acepto tu desafío —respondió sin dudar, sus palabras resonando con una firmeza que no dejó lugar a dudas.
Ren y Kaito intercambiaron miradas rápidas. Sabían lo que Mar era capaz de hacer, pero también entendían que este combate no sería como ningún otro. Hikari, siempre analítica, dio un paso hacia ella.
—Capitana, ¿estás segura de esto? —preguntó con una preocupación apenas disimulada—. Un gigante es...
—Sé lo que es, Hikari —respondió Mar con calma—. Pero este es el camino que elegí. Si debo pelear para obtener respuestas, lo haré.
El gigante, satisfecho con la resolución de Mar, asintió lentamente.
—Muy bien, entonces. Mañana, al amanecer, te enfrentarás a nuestro guerrero más joven. Si sobrevives, podrás hacer las preguntas que desees. Si no... —la sombra de una sonrisa curvó los labios del gigante—. Bueno, no tendrás que preocuparte por nada más.
Esa noche, el campamento de Mar y su tripulación estaba más silencioso de lo habitual. Ren había estado practicando movimientos con su espada, algo inquieto por el enfrentamiento que esperaba a su capitana. Kaito, por su parte, meditaba en silencio cerca del fuego, buscando concentración y equilibrio. Hikari repasaba mentalmente posibles estrategias, aunque sabía que este combate sería muy diferente a cualquier otro.
Buggy, como de costumbre, intentó aligerar el ambiente.
—Vamos, gente, no es la primera vez que enfrentamos a enemigos gigantes. ¡Confíen en Mar! Si alguien puede salir de esto, es ella.
Mar, que había estado afilando su espada, levantó la vista hacia Buggy. Aunque su tono era bromista, pudo ver la preocupación en sus ojos. No era común que Buggy mostrara esa clase de emociones, lo cual solo hacía más evidente la gravedad de la situación.
—Voy a estar bien, Buggy —dijo Mar con una sonrisa tranquila—. He enfrentado situaciones peores.
—Lo sé, lo sé —respondió él, cruzándose de brazos—. Pero una cosa es enfrentarse a piratas ordinarios y otra muy diferente a un gigante que probablemente pueda aplastarte con un solo golpe.
Mar soltó una risa suave, apreciando su intento de aligerar el ambiente.
—Entonces tendré que asegurarme de que no me alcance.
Buggy la observó en silencio por un momento, luego, con un suspiro, se dejó caer junto a ella.
—Solo ten cuidado, ¿sí? —murmuró, su tono más serio—. No me gustaría tener que buscar otro capitán para seguir.
Mar le lanzó una mirada divertida.
—¿Me estás diciendo que te preocupas por mí?
—¡Por supuesto que no! —exclamó Buggy rápidamente, su tono volviendo a ser arrogante—. Solo estoy pensando en mí mismo. Si algo te pasa, ¿quién más me dejará robar cosas?
Mar soltó una carcajada. Era un alivio que, incluso en medio de la tensión, Buggy pudiera hacerla reír.
—Gracias, Buggy —dijo finalmente, su tono más suave.
La noche transcurrió lentamente. Mar intentó dormir, pero la anticipación del combate la mantenía despierta. Pensó en su hermano, en cómo todo había comenzado con su partida, y en cómo había llegado hasta aquí, buscando respuestas que tal vez no quería encontrar. Pero ahora, estando tan cerca, no podía retroceder.
El amanecer llegó rápido, pintando el cielo con tonos rosados y dorados. Mar se levantó antes de que el sol saliera completamente, su mente ya concentrada en la batalla que estaba por venir.
La tripulación la observó en silencio mientras se preparaba, sabiendo que no había nada más que pudieran decir o hacer. La habían seguido hasta los confines del mundo, y seguirían haciéndolo, pero esta batalla era solo suya.
Cuando el gigante apareció para llevarlos al lugar del combate, Mar estaba lista.
El campo de batalla era un claro amplio, rodeado de los mismos monumentos de piedra que habían visto el día anterior. El gigante joven que enfrentaría a Mar ya estaba allí, esperándola. Era más joven que el que habían visto el día anterior, pero no por eso menos imponente. Su musculatura y tamaño eran una clara advertencia de su fuerza.
Mar avanzó con paso firme, su espada en mano y su mirada fija en su oponente. No había vuelta atrás.
—Vamos a ver quién es digno —murmuró para sí misma.
Y así, la batalla en Elbaf comenzó. La multitud de gigantes observaba desde las sombras de las grandes piedras, murmurando entre ellos sobre la audacia de la forastera que había aceptado un duelo contra uno de los suyos.
El gigante que Mar debía enfrentar era enorme, incluso para los estándares de Elbaf. Su piel era de un tono oscuro, y sus músculos eran evidentes en cada movimiento que hacía. Portaba un hacha gigante sobre su hombro, la cual podría haber aplastado a un barco entero de un solo golpe. Con una sonrisa confiada, el gigante miró a Mar desde arriba.
—Soy Dorry el Azul, uno de los antiguos guerreros de Elbaf —dijo con una voz que resonaba en todo el claro. Sus palabras eran firmes, pero no crueles—. ¿Estás lista, pequeña guerrera?
Mar, aunque impresionada por la presencia imponente de Dorry, no mostró duda en su postura. Apretó el mango de su espada, sus ojos fijos en el gigante.
—Estoy lista —respondió con calma, aunque su mente calculaba cada posible movimiento.
Dorry rió con fuerza, su risa retumbando como un trueno. A su alrededor, algunos de los otros gigantes sonrieron ante la valentía de Mar.
—Eres valiente, pequeña. Pero en Elbaf, el coraje solo es el comienzo —dijo mientras tomaba su enorme hacha con ambas manos y la alzaba sobre su cabeza—. ¡Vamos a ver si puedes respaldarlo!
Con una velocidad sorprendente para alguien de su tamaño, Dorry lanzó su hacha hacia Mar. El hacha silbó en el aire, creando una ráfaga de viento que hizo ondear la capa de Mar y sus cabellos. Con un movimiento ágil, saltó a un lado, esquivando el golpe devastador.
Antes de que Dorry pudiera levantar su hacha de nuevo, Mar corrió hacia adelante, aprovechando su velocidad y agilidad para cerrar la distancia entre ellos. Sabía que no podría ganar en una confrontación directa de fuerza, pero podría utilizar su tamaño contra él.
Con un giro rápido, Mar atacó con su espada, apuntando a las piernas del gigante, buscando desestabilizarlo. Su espada se encontró con la gruesa piel de Dorry, pero no lo suficiente como para hacer un daño significativo. Aun así, Dorry rió de nuevo, como si apreciara la estrategia de Mar.
—¡Eres rápida! —exclamó con admiración, dando un paso atrás para evitar más cortes—. Pero necesitarás más que eso para derrotarme.
Dorry alzó de nuevo su hacha, pero esta vez, Mar notó una pequeña vacilación en su movimiento. El gigante estaba siendo cuidadoso, lo que significaba que había subestimado a Mar al principio. Aprovechando un momento de distracción de Dorry, Mar corrió hacia una roca cercana, utilizando su tamaño pequeño en comparación para saltar sobre ella y obtener una mejor posición.
Desde su nuevo punto de vista, saltó hacia el brazo de Dorry, apuntando esta vez a un punto más vulnerable en su muñeca. Su espada cortó, y esta vez, el gigante dejó escapar un pequeño gruñido de dolor, soltando el hacha por un instante.
Eso fue suficiente. Aprovechando la apertura, Mar se movió con rapidez, su espada buscando el punto débil en la enorme armadura que cubría el torso de Dorry. No lo atacaba para herir gravemente, sino para demostrar su agilidad y destreza en el combate.
Dorry, impresionado por la habilidad de la pequeña guerrera, retrocedió, levantando las manos en señal de rendición.
—¡Basta! —exclamó, riendo entre jadeos—. Has demostrado tu valía, pequeña guerrera. No hay necesidad de continuar.
Mar, aunque sin aliento, mantuvo su postura firme, con su espada aún en mano.
—¿Es suficiente? —preguntó, queriendo asegurarse de que había ganado el respeto de los gigantes.
Dorry asintió, esta vez con una sonrisa genuina en su rostro.
—Has pasado la prueba, Mar. Eres digna de caminar en nuestra tierra. —Se inclinó levemente hacia ella, en una muestra de respeto que hizo que los otros gigantes murmuraran con aprobación—. Elbaf te reconoce como una verdadera guerrera.
El claro estalló en aplausos y vítores, y la atmósfera, que antes era tensa, se relajó en celebración. Los gigantes de Elbaf, que al principio habían sido cautelosos con la presencia de los forasteros, ahora la recibían como una igual y Mar respiró hondo, aliviada pero también satisfecha.
Dorry, aún recuperándose de los rápidos movimientos de Mar, se agachó para hablarle directamente.
—No muchos humanos pueden decir que han hecho lo que tú has hecho hoy. Si buscas algo en Elbaf, estaré encantado de ayudarte a encontrarlo. Solo necesitas preguntar.
Mar guardó su espada, asintiendo con agradecimiento.
—Gracias, Dorry. Estoy buscando respuestas... sobre mi hermano.
El gigante asintió con seriedad.
—Entonces, hablemos —dijo, mientras guiaba a Mar hacia el interior de la aldea, donde comenzaría la siguiente etapa de su búsqueda.
Mientras Dorry la guiaba hacia la gran aldea de Elbaf, Mar sentía el peso de la conversación que estaba por tener. La victoria en el duelo había sido satisfactoria, pero su verdadero objetivo aún estaba lejos de alcanzarse. Si alguien sabía algo sobre su hermano, probablemente sería alguien en este lugar.
Los pasos de Dorry resonaban como truenos en el suelo mientras caminaban por un sendero rodeado de árboles colosales, cuyas ramas se extendían como brazos protectores sobre ellos. A lo lejos, las casas gigantescas de Elbaf comenzaban a aparecer, estructuras talladas directamente en las rocas y árboles, algunas tan grandes como montañas. La atmósfera era tranquila, pero Mar no podía sacudirse la sensación de incertidumbre que la acompañaba.
Finalmente, Dorry se detuvo cerca de una hoguera que ardía frente a una de las casas más grandes. Se sentó, indicando a Mar que hiciera lo mismo. El fuego crepitaba suavemente, proporcionando una luz cálida que contrastaba con el frío viento del mar. Después de un momento de silencio, Dorry la miró con seriedad.
—Dime, pequeña guerrera. ¿Que ocurre con tu hermano?
Mar respiró hondo, intentando poner en orden sus pensamientos antes de responder. Había pasado tanto tiempo buscando pistas, que a veces incluso le costaba recordar por qué había comenzado.
—Estoy buscando a mi hermano —dijo finalmente, su voz más suave de lo que esperaba—. Me dejo cuando tenía siete años... y desde entonces, he estado tratando de encontrarlo.
Dorry la observaba atentamente, su rostro inmutable, pero con una comprensión que Mar apreciaba.
—Hace poco, un hombre en Loguetown me dio una pista —continuó—. Me dijo que lo que busco está aquí, en Elbaf. Pero... —Mar hizo una pausa, frunciendo el ceño, como si estuviera intentando recordar algo—. No recuerdo su rostro y su nombre. Desde que me abandonó, los recuerdos se desvanecieron, y cada vez que trato de recordar, se me escapan entre los dedos.
Dorry asintió, como si comprendiera la confusión que sentía Mar.
—Es común que el dolor y la pérdida nublen los recuerdos —dijo en voz baja—. A veces, la mente trata de protegernos de lo que más nos duele. Pero esos recuerdos no están perdidos para siempre. Están enterrados, esperando el momento adecuado para resurgir.
Mar suspiró, sintiendo el peso de las palabras de Dorry. A lo largo de los años, había recorrido tantos mares, enfrentado tantos desafíos, pero ninguno tan desconcertante como la búsqueda de alguien a quien no podía recordar claramente. Recordaba la sensación de pérdida, de vacío, pero el rostro y el nombre de su hermano eran como una sombra en su mente.
—El hombre que nos dio la pista... —prosiguió Mar, volviendo al tema—. No recuerdo mucho sobre él. Parecía... misterioso, como si supiera más de lo que decía. Pero no me dio detalles. Solo mencionó Elbaf y desapareció.
Dorry frunció el ceño, su expresión ahora más seria.
—Es extraño que alguien te dirija aquí sin más información. Los gigantes de Elbaf no suelen involucrarse en los asuntos del mundo exterior sin una buena razón —dijo, con un tono de advertencia—. Debes tener cuidado, Mar. Es posible que ese hombre tenga sus propios motivos.
Mar asintió, ya había considerado esa posibilidad, pero en su desesperación por respuestas, había seguido la pista de todas maneras. Necesitaba saber la verdad, aunque no tuviera claro qué implicaba.
—Sé que podría haber algo más detrás de esto —admitió—. Pero no puedo detenerme ahora. Tengo que encontrar a mi hermano. Es lo único que me queda de mi familia... o al menos, lo único que creo que me queda.
Dorry guardó silencio por un momento, reflexionando. Luego, sus ojos se entrecerraron ligeramente mientras la miraba.
—Los gigantes de Elbaf tienen una conexión profunda con las historias del pasado —dijo finalmente—. Tal vez, si buscas entre nuestros registros y hablas con los más ancianos, puedas encontrar alguna referencia a tu hermano. Tal vez, algo en esta tierra te ayude a recordar lo que has olvidado.
Mar lo miró con gratitud. Aunque no era una respuesta definitiva, era más de lo que había tenido en mucho tiempo.
—Gracias, Dorry —dijo, sintiendo una chispa de esperanza florecer dentro de ella—. No sé qué encontraré, pero cualquier cosa es mejor que seguir vagando en la oscuridad.
Dorry asintió y, con un gesto amplio de su mano, señaló hacia el interior de la aldea.
—Descansa esta noche. Mañana te llevaré a hablar con los ancianos de Elbaf.
Mar agradeció una vez más, y mientras el gigante se alejaba para hablar con otros líderes de la aldea, ella se quedó sola junto al fuego, observando las llamas danzar. Su mente seguía inquieta, preguntándose qué secretos le aguardaban en Elbaf y si, finalmente, podría recordar el rostro de su hermano.
A la mañana siguiente, tras una noche de descanso en la aldea de Elbaf, Mar se dirigió junto a Dorry hacia una caverna tallada en el interior de una montaña cercana. Este lugar, según el gigante, albergaba los registros más antiguos y secretos de los habitantes de Elbaf. Los ancianos que custodiaban esas historias sabían más del pasado de lo que cualquier libro en el mundo exterior pudiera contener.
El silencio dentro de la caverna era profundo, roto solo por el eco de sus pasos y el ocasional susurro del viento. A lo largo de las paredes, grandes estanterías de madera sostenían pergaminos y libros enormes, escritos en lenguas que Mar apenas podía comprender. Los gigantes los protegían, conscientes de la importancia de las historias escritas y los secretos que podían revelar.
Uno de los ancianos de Elbaf, los condujo hasta una mesa de piedra en el centro de la sala. A sus pies, había cajas llenas de documentos, muchas de las cuales no habían sido revisadas en años y Mar comenzó a revisar algunas de las hojas que estaban sobre la mesa.
Pero de repente, entre un montón de hojas desgastadas por el tiempo, una llamó su atención. Era más pequeña que las demás, escrita en un papel que parecía haber sido arrancado de un diario personal. Lo que la detuvo fue una palabra que sobresalía entre las líneas: su nombre.
"Han pasado tantos años desde que dejé a Mar atrás. No puedo evitar pensar en ella, preguntándome si algún día entenderá por qué tuve que irme. Si pudiera volver el tiempo atrás, haría las cosas de otra manera, pero ahora estoy demasiado lejos para volver. La vida de un pirata es cruel y solitaria, pero al menos me ha llevado a lugares que nunca habría imaginado, me llevará a las islas nevadas más allá del Reino de Drum. No es seguro que sobreviva a lo que venga, pero tengo que intentarlo.
Espero que Mar sepa que siempre quise lo mejor para ella, incluso cuando parecía lo contrario. El destino me lleva a un lugar frío y lejano... pero es el único camino que tengo."
El corazón de Mar latía con fuerza mientras leía las palabras en la hoja. La ausencia de una firma y la vaguedad en los detalles confirmaban que esto no era un documento formal, sino algo personal, como si alguien hubiera dejado un rastro a propósito. Pero lo que le quedó claro, más allá de todo, era que quien había escrito aquello conocía su nombre y se preocupaba por ella, las palabras en ese papel eran la prueba de que él todavía pensaba en ella, y que había dejado algo importante por descubrir.
Mar miró a Dorry, que la observaba en silencio. No necesitaba decirle nada, él ya entendía la importancia de lo que había encontrado.
—El Reino de Drum... —murmuró, sabiendo que la pista más grande que había tenido en años estaba ahora en sus manos—. Tengo que ir allí.
El gigante asintió lentamente, pero antes de que pudiera responder, el anciano de Elbaf, con su voz grave y profunda, habló.
—El camino hacia el Reino de Drum es peligroso —advirtió—. Las montañas están llenas de nieve eterna, y los mares son traicioneros. Pero si ese es el destino que te ha marcado tu hermano, no deberías dudar en seguirlo.
Mar cerró los ojos por un momento, aferrando la hoja como si fuera la clave de todo lo que había buscado.
—He pasado toda mi vida buscando respuestas —dijo—. No me detendré ahora.
Mar salió de la caverna con la hoja arrugada y desgastada firmemente sujeta en su mano. El aire fresco de Elbaf la recibió, y a lo lejos, pudo ver a su tripulación reunida junto a la entrada de la cueva, intercambiando risas con la tripulación de Buggy. La energía en el ambiente era palpable, pero en su interior, una mezcla de ansiedad y emoción burbujeaba.
Al acercarse, notó que tanto Hikari, Ren y Kaito parecían divertirse, mientras Buggy estaba en el centro de la atención, haciendo gestos exagerados mientras contaba historias de sus aventuras. Mar sonrió al ver la alegría en sus rostros, pero pronto su expresión se tornó seria cuando recordó la información que había descubierto.
—¡Chicos! —llamó, y su voz resonó sobre el bullicio.
La atención se volvió hacia ella. La tripulación de Buggy dejó de reír y se inclinó un poco, curiosos por lo que Mar tenía que decir. Hikari, siempre alerta, fue la primera en acercarse.
—¿Qué pasó, Mar? Pareces algo seria —preguntó, su voz reflejando preocupación.
—He encontrado algo importante —dijo Mar, mostrando la hoja—. Es de mi hermano. Menciona un lugar... el Reino de Drum.
Las miradas se intensificaron. Ren frunció el ceño.
—¿El Reino de Drum? Eso es peligroso —dijo, recordando las historias de feroces tormentas de nieve y criaturas que acechaban en la oscuridad.
—Sí, pero es una pista. Él estuvo allí. Necesito que vayamos —insistió Mar, su voz llena de determinación.
Buggy, que había estado observando en silencio, se acercó con su habitual aire despreocupado, pero ahora había un destello de interés en sus ojos.
—¿El Reino de Drum? —repitió—. Suena emocionante. ¡Y un poco peligroso! ¡Justo a mi medida!
Hikari frunció el ceño
—No es un juego, Buggy. Mar está hablando de su hermano. Esto es personal.
—Lo sé, lo sé —respondió Buggy, levantando las manos en señal de rendición—. Pero no podemos subestimar las oportunidades que una aventura como esta puede traer. Después de todo, si encontramos a su hermano, podríamos también descubrir más sobre los secretos del mar.
Kaito, siempre pensativo, dio un paso adelante.
—Mar, ¿Qué más dice la hoja? ¿Hay alguna otra pista sobre dónde exactamente podríamos encontrarlo?
Mar, con una mezcla de emoción y nerviosismo, comenzó a explicar lo que había leído en la hoja, detallando los fragmentos que hablaban sobre la búsqueda de su hermano y cómo había tomado la decisión de ir al Reino de Drum. Cada palabra que pronunciaba llenaba el aire con un sentido de propósito.
—Él menciona que solo se dirigía a la isla, el resto es menos relevante. —Su mirada se intensificó—. Necesitamos prepararnos.
La tripulación de Buggy comenzó a murmurar entre ellos. Algunos se veían intrigados, mientras otros parecían dudar.
—¿Qué hay de los peligros? —preguntó uno de los piratas de Buggy, que había estado escuchando con atención—. ¿Estamos listos para enfrentar lo que venga en el Reino de Drum?
—Si no estamos dispuestos a arriesgarnos, nunca encontraremos lo que buscamos —respondió Mar, su voz firme—. Pero necesitamos hacerlo juntos. Esto no es solo mi búsqueda, es un viaje que afecta a todos nosotros.
—Mar tiene razón —dijo Hikari, sumándose a la conversación—. Juntos, somos más fuertes. Además, si el hermano de Mar es un pirata, seguramente también tiene habilidades.
Buggy asintió, y aunque su rostro mostraba su habitual sonrisa burlona, había un aire de seriedad en su actitud.
—Bien, entonces haremos una parada en Drum. Prepararemos nuestras embarcaciones y partiremos tan pronto como sea posible. ¡Nada como una buena aventura! —declaró Buggy, su voz resonando con entusiasmo.
La noche en Elbaf se había vuelto serena y tranquila, iluminada por la luz titilante de la fogata que ardía suavemente en el centro del campamento. Mar se había alejado de la algarabía de su tripulación y la de Buggy, encontrando un rincón solitario donde podía sumergirse en sus pensamientos. La calidez del fuego contrastaba con el aire fresco que la rodeaba, pero su mente estaba lejos de la calidez reconfortante del fuego.
Mirando las llamas danzarinas, Mar recordó el rostro del misterioso hombre que les había dado la pista en Loguetown. Su figura parecía flotar en su mente, como un eco distante. Se preguntaba por qué había decidido ayudarla, por qué se había tomado el tiempo para señalarle el camino hacia Elbaf. Era un pirata, después de todo. ¿Qué ganaría él con ello? ¿Tenía algún tipo de interés personal en su búsqueda?
Había pasado años sin saber nada de su hermano, y ahora, de repente, un extraño había puesto en su camino una pista que podría cambiarlo todo, el misterio del hombre y sus intenciones seguían presentes, como sombras que se negaban a desvanecerse.
Mar suspiró, el sonido perdido en el susurro del viento que pasaba entre los árboles. Volvió a mirar las llamas, preguntándose si realmente había algo importante que había dejado atrás cuando se marchó. La idea de un reencuentro la llenaba de esperanza y ansiedad. Pero, ¿y si no era como lo imaginaba? ¿Y si no había un feliz reencuentro esperándola?
Mientras su mente corría con pensamientos, sintió que el cansancio comenzaba a invadirla. A pesar de su preocupación, sus ojos comenzaron a pesarse y las llamas se convirtieron en una danza hipnótica.
De repente, la suave brisa fue interrumpida por una presencia familiar. Buggy apareció en la penumbra, su figura resaltada por el fuego. Había estado bebiendo un poco más de ron de lo habitual, pero aún mantenía el equilibrio mientras se acercaba a ella.
—¿Qué haces sola aquí, Mar? —preguntó Buggy, sus ojos entrecerrados por la luz del fuego. Se notaba que su voz tenía un toque de diversión, pero había una seriedad en su mirada que llamó la atención de Mar.
Ella se encogió de hombros, forzando una sonrisa.
—Solo pensando en algunas cosas.
Buggy se acercó un poco más, notando la brisa fría que corría. Sin decir una palabra, se quitó la chaqueta que llevaba puesta, una prenda amplia y colorida que Mar había llegado a conocer bien. Antes de que pudiera protestar, Buggy se la colocó sobre los hombros.
—Tómate esto. No quiero que te resfríes —dijo él con un tono de preocupación que era inusual en su voz. Aunque intentaba sonar despreocupado, había una calidez genuina en su gesto.
Mar lo miró, un poco sorprendida. A pesar de su naturaleza excéntrica, Buggy tenía una forma de demostrar su cuidado que a veces era inesperada. Se ajustó la chaqueta, sintiendo la mezcla del aroma de su piel y el ron que había estado bebiendo.
—Gracias, Buggy —dijo finalmente, su voz suave. Luego, miró nuevamente la fogata. —Solo... estoy tratando de entender todo esto. Desde que nos encontramos, todo ha sido un torbellino de emociones. Encontré esa pista, y ahora estoy aquí, pero aún hay tanto que no sé.
Buggy se sentó a su lado, la luz del fuego iluminando su rostro. Su mirada se volvió seria mientras la escuchaba.
—A veces, la vida es así —respondió, su tono más reflexivo—. Un caos que parece no tener sentido. Pero eso es lo que lo hace interesante. No sabemos a dónde nos llevará esto, pero lo importante es que estamos juntos en esta locura.
Mar lo miró de reojo, sintiendo una extraña conexión en sus palabras. Buggy, con su forma despreocupada y su aire de payaso, parecía entenderla de maneras que ni siquiera había anticipado.
—¿Tú crees que lo encontrare? —preguntó, su voz un susurro que casi se perdió en el sonido del fuego.
Buggy se quedó en silencio por un momento, sus ojos fijos en las llamas.
—Si hay algo que he aprendido en mi vida como pirata es que nunca hay que perder la esperanza. A veces, los caminos más difíciles llevan a los destinos más gratificantes.
Las palabras resonaron en Mar, llenándola de un nuevo sentido de determinación. Podía sentir la calidez de la chaqueta de Buggy envolviéndola, así como la calidez de su apoyo.
—Gracias, Buggy. —Agradecida, Mar sonrió, esta vez de manera genuina.
—No hay de qué. Ahora, ¿qué tal si dejas de pensar tanto y disfrutas de la compañía? Aunque sea la de un payaso como yo —bromeó, con su típica sonrisa.
Ambos rieron, y por un momento, la ansiedad que había estado aplastando a Mar se disolvió. Quizás el camino hacia el reencuentro con su hermano estaría lleno de incertidumbre, pero no estaba sola en su búsqueda. Juntos enfrentarían lo que viniera, y eso le daba fuerzas para seguir adelante.
La brisa suave de la noche acariciaba el rostro de Mar, mientras la risa de Buggy resonaba con suavidad junto al crepitar del fuego. Ambos quedaron en silencio por un momento, contemplando las brasas que chisporroteaban y se consumían lentamente. El aire estaba cargado de una paz inusual, como si el tiempo se hubiera detenido brevemente, dándoles una pequeña tregua en medio de su agitada vida de piratas.
—Venga, es tarde —dijo Buggy, interrumpiendo el silencio. Se levantó, estirando los brazos con un bostezo exagerado—. Mañana será otro día de locuras, y necesitarás toda tu energía para soportar mi grandiosa presencia.
Mar rió suavemente, levantándose también.
—Claro, no querría que me cansara de ti tan rápido.
Con una sonrisa cómplice, ambos comenzaron a caminar de vuelta al campamento, dejando la fogata atrás mientras las primeras estrellas brillaban en el cielo nocturno. Mar no podía evitar sentir una ligera emoción en el pecho. A pesar de la incertidumbre y las dudas que la invadían, por primera vez en mucho tiempo, se sentía lista para enfrentar lo que viniera, rodeada de amigos... y de un payaso que, de alguna forma, le hacía sentir que todo estaría bien.
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