── 𝟎𝟑. 𝐇𝐨𝐰 𝐢𝐬 𝐢𝐭 𝐩𝐨𝐬𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞
𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐒 ── 𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐄𝐒 𝐏𝐎𝐒𝐈𝐁𝐋𝐄
| 20 años antes, en alguna parte de Grand Line |
Era una tarde cálida en un pequeño puerto al borde del Grand Line. El sol comenzaba a inclinarse en el horizonte, proyectando tonos dorados y rosados sobre el agua cristalina. El puerto era un hervidero de actividad, con marineros moviéndose de un lado a otro, descargando suministros y reparando barcos. Pero a unas calles de distancia, en una taberna más apartada, los amigos del hermano mayor de Mar preparaban algo muy especial.
Dentro de la taberna, el ambiente era diferente al bullicio exterior, en lugar de conversaciones sobre aventuras peligrosas o los rumores del One Piece, los piratas estaban ocupados decorando y organizando una pequeña celebración. El hermano de Mar había insistido en que este día debía ser perfecto, porque era el cumpleaños número seis de su hermana pequeña. Risas y bromas resonaban en el aire mientras la tripulación colgaba guirnaldas de papel, obtenidas de alguna isla lejana, y colocaban sobre las mesas frutas, panes y jarras de cerveza. No era una fiesta ostentosa, pero tenía todo el calor y la alegría que solo los amigos podían ofrecer. Sus amigos, había estado de acuerdo en que la joven Mar merecía un momento especial. Después de todo, para el, ella lo era todo.
—¡Oye, no cuelgues eso tan alto, no va a poder verlo! —bromeó uno de los piratas, señalando a otro que intentaba colgar una guirnalda en el techo.
Supervisando todo desde una esquina, rió con la broma. Su largo cabello brillaba bajo la luz del atardecer, y su mirada mostraba una mezcla de emoción y nostalgia. En una mesa cercana, algo envuelto en una tela de terciopelo oscuro estaba cuidadosamente dispuesto. Era el regalo que había esperado semanas para darle a Mar, y no podía esperar a ver su reacción.
—¿Todo listo, muchachos? —preguntó mientras se pasaba una mano por el pelo, mirando a su alrededor.
—¡Todo listo! —respondió uno de los piratas con una sonrisa—. No falta nada más que la cumpleañera.
Justo en ese momento, la puerta de la taberna se abrió de golpe, y una figura pequeña y enérgica apareció en la entrada. Mar, con su cabello atado en una trenza que caía sobre su espalda, entró corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba un sencillo vestido rojo que había sido un regalo improvisado de uno de los amigos de su hermano, y sus ojos brillaban con la inocente curiosidad y alegría de una niña.
—¡Hermano! —gritó Mar mientras corría hacia su hermano, sus pies descalzos resonando sobre el suelo de madera.
La atrapó en sus brazos, levantándola fácilmente del suelo y girándola en el aire. Su risa resonó en todo el lugar, contagiando a los demás que observaban la escena con sonrisas y ojos brillantes.
—¡Feliz cumpleaños, pequeña! —dijo, todavía riendo mientras la dejaba de nuevo en el suelo, arrodillándose frente a ella para mirarla directamente a los ojos—. ¿Cómo se siente tener seis años?
Mar lo miró con una expresión llena de alegría y orgullo, como si haber cumplido seis años fuera un logro enorme.
—¡Me siento más grande que nunca! —exclamó, extendiendo los brazos como si quisiera abarcar el mundo entero, rió y la abrazó una vez más, sintiendo el calor de su pequeña hermana. A pesar de la vida difícil y peligrosa que llevaban como piratas, él siempre había hecho todo lo posible por protegerla. Sabía que su tiempo con ella era limitado, pero mientras estuvieran juntos, haría lo posible por darle los mejores recuerdos.
Los otros piratas observaban la escena con afecto. Algunos levantaron sus jarras en un brindis silencioso, mientras otros continuaban con las decoraciones, asegurándose de que todo estuviera perfecto para la pequeña fiesta.
Después de unos minutos, se apartó un poco y tomó aire, como si estuviera preparándose para un momento importante. Se levantó, y con un gesto solemne, señaló el paquete envuelto en terciopelo oscuro sobre la mesa.
—Tengo una sorpresa para ti, Mar —dijo, haciendo una pausa para aumentar la expectación—. Es algo muy especial. Algo que te conecta con mamá.
Mar, con los ojos muy abiertos y llenos de curiosidad, caminó lentamente hacia la mesa. Sus pequeños dedos, temblando ligeramente de emoción, comenzaron a desatar el nudo que sujetaba la tela. Poco a poco, fue desvelando lo que había debajo.
Cuando la tela cayó al suelo, dejó al descubierto un violín hermoso, hecho de una madera brillante y pulida, de un color marrón oscuro que reflejaba la luz del sol que se filtraba por las ventanas. A su lado, un arco de crin blanca descansaba con elegancia. El violín parecía casi nuevo, pero tenía una historia detrás, una historia que Mar aún no comprendía del todo.
Por unos segundos, Mar no dijo nada. Simplemente miró el instrumento con los ojos muy abiertos, procesando lo que estaba viendo. Recordaba vagamente haber visto a su madre tocar un violín similar cuando era muy pequeña, antes de que ella y su hermano quedaran solos. Pero ahora, sostener uno entre sus manos, sentir su peso, era como si una parte de su madre volviera a estar con ella.
—Es... es como el de mamá... —murmuró, sin poder apartar la vista del violín.
Su hermano asintió lentamente, arrodillándose a su lado para estar a su altura.
—Sí, lo es. Mamá era una gran violinista, ¿recuerdas la historia que te conté? Tocaba para nosotros cuando éramos pequeños y siempre cantaba con su hermosa voz, este violín fue suyo, y ahora es tuyo. Quiero que lo cuides, Mar y quiero que lo toques cuando sientas que la extrañas, o cuando quieras sentirte más cerca de ella.
Mar parpadeó rápidamente, sus ojos comenzando a llenarse de lágrimas. No eran lágrimas de tristeza, sino de alegría y emoción. Abrazó el violín contra su pecho como si fuera el tesoro más preciado del mundo, sintiendo una conexión profunda y reconfortante con su madre.
—Gracias, hermano... —susurró, su voz temblando un poco mientras se giraba y abrazaba a su hermano con todas sus fuerzas, la abrazó de vuelta, sintiendo una punzada en el corazón. Sabía que pronto tendría que partir, lo llevarían lejos de ella. Pero en ese momento, todo lo que importaba era ver la felicidad en su rostro. Hizo una promesa silenciosa de protegerla, de asegurarse de que siempre tuviera algo que le recordara a su madre.
—No llores —dijo suavemente, acariciando su cabello—. Hoy es un día para sonreír, ¿de acuerdo? Quiero verte feliz.
Mar asintió rápidamente, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano y mirando de nuevo el violín.
—¿Puedo tocarlo? —preguntó con timidez, todavía sin saber muy bien cómo hacerlo.
—Por supuesto —respondió, sonriendo ampliamente—. No importa si no sabes cómo, lo importante es que lo intentes. Aquí todos estamos para escucharte.
Los piratas, que habían estado observando la escena en silencio, comenzaron a vitorear y aplaudir, animándola a tocar. Mar, aún un poco nerviosa, levantó el violín y lo sostuvo como mejor pudo. Colocó el arco sobre las cuerdas, imitando lo que había visto hacer a su madre en el pasado.
Tocó una nota, luego otra, y aunque las cuerdas no producían una melodía perfecta, el sonido resonó en la pequeña taberna como una promesa de algo más grande. Los piratas vitorearon de nuevo, celebrando cada pequeño esfuerzo que hacía. Para ellos, no importaba la música, sino el hecho de que Mar estaba conectando con algo mucho más profundo.
—¡Eso es, pequeña! ¡Sigue así! —gritó uno de los piratas, levantando su jarra de cerveza en un brindis.
La fiesta continuó durante el resto del día, y Mar no dejó de tocar su violín, intentando sacar nuevas notas con cada movimiento del arco, mientras tanto, observaba desde un rincón, sonriendo con orgullo.
| En la actualidad |
Mar estaba sumida en el sueño, reviviendo recuerdos nebulosos de su infancia. En el sueño, veía siluetas borrosas, figuras que no lograba reconocer con claridad, el rostro de su hermano, que tanto anhelaba recordar, seguía fuera de su alcance, como una sombra que se desvanecía cada vez que intentaba acercarse, escuchaba su risa, sentía su presencia, pero cuando intentaba verle, todo desaparecía en la niebla de su mente.
—Hermano... —murmuraba en sueños, con un suspiro— ¿Dónde estás?
El sonido de una puerta deslizándose la sacó de su sueño. Hikari entró en la pequeña cabina del barco, acercándose con suavidad. Su melena ondeaba levemente con la brisa marina que se filtraba por la ventana.
—Capitana —dijo Hikari en voz baja, tocando ligeramente su hombro, la observó con ojos preocupados. Sabía que Mar llevaba años luchando por recordar, por encontrar una conexión con ese pasado que parecía escaparse de sus manos.—. Estamos llegando a la Villa Foosha. Es hora de que te prepares.
Mar abrió los ojos lentamente, sintiendo la familiar mezcla de confusión y frustración que siempre la invadía cuando soñaba con su hermano. Se incorporó, apartando el cabello de su rostro.
—Otra vez ese maldito sueño... —murmuró, aún aturdida por las imágenes borrosas que habían llenado su mente.
—¿Era sobre tu hermano, verdad? —preguntó Hikari, aunque ya conocía la respuesta.
—Sí —admitió Mar, masajeando sus sienes—. Puedo sentir su presencia en mis sueños, pero su rostro, su nombre... todo sigue siendo tan distante.
Hikari la observó en silencio por un momento, antes de ofrecerle una suave sonrisa.
—Tal vez esta isla te ayude a recordar. A veces, los lugares pueden traer de vuelta memorias perdidas.
Mar asintió, aunque no estaba del todo convencida, las memorias de su infancia se habían esfumado del todo cuando Mihawk comenzó a entrenarla y los años que estuvo a su lado, se concentró en sus lecciones que olvido la mayor parte de sus recuerdos, pasaron apenas otros cinco días. Sin embargo, había algo en la idea de volver a la Villa Foosha que le despertaba una mezcla de esperanza y temor. Sabía que esta isla era parte de su pasado, pero no estaba segura de sí estaba preparada para enfrentar lo que pudiera encontrar allí.
Cuando Mar salió a la cubierta, el aire salado y fresco la envolvió como una vieja amiga, la luz de la luna iluminaba las suaves olas que rompían contra el casco del barco. A lo lejos, la pequeña isla de la Villa Foosha se recortaba en el horizonte. Las luces titilantes del puerto le recordaban los tiempos en que, de niña, solía observar los barcos que llegaban desde más allá del horizonte, imaginando las aventuras que algún día viviría.
Ren y Kaito ya estaban en la cubierta, observando la aproximación a la isla. Ren mantenía una mano sobre su cañón favorito, "Tempestad", como si siempre estuviera listo para la acción, sus ojos brillaban con curiosidad mientras miraba la isla, emocionado por lo que pudieran encontrar.
—Capitana, ¿cómo está? —preguntó Kaito, siempre directo—. ¿Sigue teniendo esos sueños?
Mar asintió, aunque no quería profundizar en el tema. Kaito era como un hermano menor para ella, siempre ansioso por ayudar, pero también siempre lleno de preguntas.
—Sí, Kaito. Pero ahora tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos —respondió Mar, con una sonrisa ligera—. Estamos llegando a la Villa Foosha. Debemos estar preparados.
Hikari permanecía en silencio.
—Parece un lugar tranquilo, pero no deberíamos bajar la guardia —comentó Hikari, cruzando los brazos—. No sabemos qué nos espera en tierra firme.
—Tienes razón —respondió Mar, agradecida por su prudencia—. Pero por ahora, no estamos aquí para hacer enemigos, no vamos a revelar nuestras identidades y tendremos que mantener el perfil bajo. Solo quiero investigar un poco... y tal vez encontrar alguna pista sobre mi pasado.
La tripulación asintió en silencio. A pesar de los riesgos, sabían que este viaje era importante para Mar. Ellos mismos no estaban buscando el One Piece ni riquezas desmesuradas. Su búsqueda era más personal, más profunda, y todos lo sabían.
—Lo que sea que encontremos, estamos contigo, Capitana —dijo Kaito, golpeando suavemente su puño contra la palma de su mano, siempre listo para protegerla.
El barco finalmente atracó en el puerto, y la tripulación de Mar descendió con cautela. La Villa Foosha parecía tranquila a esa hora de la noche, pero sabían que las apariencias podían ser engañosas, Mar opto por cambiar su apariencia para evitar ser reconocida, presenciando que su nombre ha sido escuchado en todas las islas. A medida que caminaban por las calles adoquinadas, Mar no podía evitar sentir una extraña mezcla de familiaridad y nostalgia, los recuerdos de su infancia en la isla eran borrosos, pero el ambiente, el olor del mar y la brisa cálida, todo le traía un torrente de emociones.
Hikari caminaba a su lado, su postura alerta pero relajada. Como la segunda al mando y la mano derecha de Mar, siempre estaba lista para actuar, pero sabía que este momento era especial para su capitana, y quería asegurarse de que Mar lo procesara a su manera.
—¿Qué sientes al estar de vuelta aquí? —preguntó Hikari en voz baja.
Mar suspiró, mirando las pequeñas casas y las luces tenues de la villa.
—No lo sé. Todo parece tan igual y, al mismo tiempo, tan diferente. Es como si estuviera volviendo a un lugar que nunca abandoné, pero que tampoco es mío ya.
Ren observaba cada esquina, atento a cualquier posible amenaza. Aunque la Villa Foosha no parecía peligrosa, su naturaleza precavida lo mantenía siempre alerta.
—Si las cosas aquí son tan pacíficas como parecen, no deberíamos tener problemas —comentó Ren—. Pero siempre es mejor estar preparados para lo inesperado.
Kaito, por otro lado, estaba más interesado en la historia del lugar.
—Capitana, ¿esta es la isla donde vivía antes de estar bajo la tutela de Mihawk? —preguntó, su curiosidad evidente.
Mar asintió, mirando hacia una pequeña colina en la distancia.
—Sí, esta es la isla donde crecieron mis padres, es donde todo comenzó para mí, aunque en aquel entonces, no sabía lo que me esperaba más allá de estas costas.
Llegaron a un pequeño bar, uno que Mar recordaba vagamente de su infancia, decidió entrar, buscando alguna señal que le diera pistas sobre su pasado, el lugar estaba casi vacío, pero había algo en el ambiente que le resultaba extrañamente familiar.
Mientras la tripulación se instalaba en una mesa, Hikari observaba a Mar con detenimiento.
—Este lugar parece significativo para ti —comentó—. ¿Ha estado aquí antes?
Mar miro a su alrededor.
—Es una probabilidad... Cuando era niña solía escuchar las historias de los piratas que pasaban, creo que fue donde escuché por primera vez las leyendas sobre el One Piece antes de la muerte de Roger D. Gold, pero nunca imaginé que mi vida tomaría el rumbo que tomó.
La conversación en la mesa se apagó por un momento mientras todos procesaban las palabras de Mar. Ella siempre había sido una líder fuerte, pero en momentos como este, veían su vulnerabilidad. Sabían que estaba buscando algo más que aventuras: estaba buscando a su hermano
—No estamos buscando el One Piece —recordó Mar, levantando la mirada hacia su tripulación—. Pero eso no significa que no enfrentemos desafíos. Cada uno de nosotros tiene su propio viaje, sus propias razones para estar aquí. Y como capitana, mi deber es llevarnos a todos hacia nuestro destino, sea cual sea.
La tripulación asintió con firmeza. Sabían que, aunque su viaje no fuera por fama o tesoros, lo que buscaban era igual de valioso. Y estaban dispuestos a seguir a Mar, donde fuera que su destino los llevara, Mar miró a sus tres compañeros, sabiendo que cada uno tenía su propio papel vital en su tripulación, juntos formaban un equipo fuerte, y Mar sabía que, pase lo que pase, no estaría sola en esta búsqueda.
De repente, la puerta del bar se abrió de golpe, y un grupo de tres hombres entró, riendo y hablando en voz alta. Sus ropas desgastadas y los cuchillos que llevaban en las cinturas indicaban que eran piratas, o al menos, que vivían la vida de uno. Se dirigieron a una mesa cerca de la barra, y el más alto de ellos, un hombre con una cicatriz en la mejilla, pidió una ronda de ron para sus compañeros.
—¿Habéis escuchado? —preguntó uno de ellos, con un tono que pretendía ser confidencial, pero que fácilmente se extendió por todo el bar—. ¡Parece que hay noticias nuevas del One Piece!
La mención del One Piece atrajo la atención de algunos parroquianos, incluido Kaito, quien levantó una ceja, intrigado. Mar, aunque disimulando, se tensó al escuchar aquellas palabras. No era la primera vez que alguien mencionaba la legendaria búsqueda, pero algo en la forma en que lo dijo aquel hombre le hizo prestar atención.
—¿Noticias? —respondió otro de los hombres, uno más bajo pero con el semblante endurecido por años de aventuras en el mar—. Bah, siempre hay rumores. Nada nuevo. Nadie lo ha encontrado ni lo va a encontrar.
El hombre de la cicatriz sonrió de lado, como si supiera algo que los demás no.
—He oído que el One Piece está más cerca de lo que la gente cree —dijo uno de los piratas con una voz ronca, inclinándose hacia sus compañeros—. Los rumores están por todas partes. Y con lo que pasó con el antiguo Rey de los Piratas, todos quieren ser el siguiente en la lista.
—¿El One Piece? —se burló otro—. Aún hay gente obsesionada con eso. Nadie lo ha encontrado, y nadie lo hará. Roger se llevó su secreto a la tumba.
Mar no pudo evitar una ligera sonrisa. La eterna leyenda del One Piece seguía alimentando las conversaciones de piratas en todo el mundo, y era curioso escuchar cómo seguía inspirando fantasías y ambiciones.
Pero fue lo que vino después lo que la hizo congelarse en su lugar.
—A propósito de Roger, ¿recuerdan a una niña que tocaba violin? —preguntó un tercer pirata, de barba enmarañada y cicatrices en su rostro—. Aquella que solía tocar por la Villa Foosha cuando era pequeña. Era... algo especial. Su hermano trabajaba con Roger, ¿no?
Hikari levantó una ceja, dándose cuenta de que hablaban de su capitana, pero Mar hizo un gesto sutil con la mano, indicándole que se quedara en silencio. Quería escuchar más.
—Ah, sí, la niña que tocaba el violín... ¿Cómo se llamaba? —preguntó otro de los piratas, entrecerrando los ojos mientras intentaba recordar—. No recuerdo su nombre, pero siempre estaba con su hermano mayor. Era uno de los piratas que se unió a Roger D. Gold.
Mar sintió un escalofrío recorrerle la espalda al escuchar eso. No era frecuente que se mencionara a su hermano, y menos en conexión con Roger. Aunque no lo nombraran, sabía perfectamente de quién hablaban.
—Sí, su hermano se unió a la tripulación de Roger —continuó el pirata de barba—. Lo que nadie sabe es por qué la dejó atrás tiempo después de la ejecución. Tenía solo siete años, ¿no? Una niña pequeña, abandonada como si no fuera importante más que un tesoro.
Los recuerdos inundaron la mente de Mar, y su rostro se endureció, manteniendo la calma externa mientras su interior se agitaba con la marea de emociones. No había querido recordar ese momento, el día en que su hermano se fue, dejándola atrás con promesas rotas y una ausencia que nunca había podido llenar.
—Es una historia triste —intervino otro pirata, con tono más bajo, como si el tema lo incomodara—. Dicen que después de que su hermano se fue, la niña desapareció. Nadie la volvió a ver. Algunos dicen que murió, otros que simplemente huyó. Pero escuché algo interesante hace un tiempo...
Mar se inclinó ligeramente hacia adelante, al igual que Hikari, Ren y Kaito, quienes ahora también prestaban toda su atención a la conversación.
—Dicen que la niña no desapareció realmente —continuó el pirata, bajando la voz para agregar misterio—. Dicen que está bajo la tutela de Dracule Mihawk. ¿Sabes lo que eso significa, verdad?
El nombre de Dracule hizo que la atmósfera en la mesa de Mar cambiara de inmediato. La joven capitana sintió un nudo formarse en su pecho. No era raro que la gente supiera de su relación con Mihawk, pero escuchar su historia contada por extraños en un bar, como si fuera un mito, era una experiencia completamente distinta.
—Dracule Mihawk... el hombre más fuerte de los mares —murmuró uno de los piratas—. Si está con él, entonces debe haber aprendido de los mejores. Quizás ahora sea tan peligrosa como él.
El otro pirata asintió con gravedad.
—Exactamente. Nadie sabe a ciencia cierta dónde está, pero los rumores dicen que está entrenando para convertirse en una leyenda por derecho propio. Y si está bajo la tutela de Mihawk... quién sabe de lo que será capaz cuando decida mostrar su verdadero poder.
Mar permaneció en silencio, permitiendo que sus compañeros compartieran una mirada de reconocimiento. Kaito apretó los puños, casi emocionado de que hablaran de su capitana, pero Ren y Hikari mantuvieron la compostura, observando la situación con cautela.
Los piratas, ajenos a la presencia de Mar y su tripulación, continuaban hablando con la certeza de que estaban compartiendo una historia que solo ellos conocían.
—Lo que no entiendo —dijo uno de los piratas, frunciendo el ceño—, es por qué su hermano la abandonó. Era solo una niña. ¿Qué tipo de hombre hace algo así?
—Tal vez la dejó porque sabía que su destino estaba en los mares —sugirió otro, mientras tomaba un largo trago de su jarra—. Quizás pensó que estaría más segura lejos de él, con todo lo que pasaba en ese entonces con Roger y su tripulación.
El silencio de Mar se rompió en ese momento. Su voz, aunque tranquila, cortó el ambiente con la precisión de una hoja afilada.
—Tal vez no lo sabremos nunca —dijo, atrayendo la atención de los piratas.
Los hombres se giraron hacia ella, sorprendidos de ver a la joven capitana en una mesa cercana, y aún más al notar la intensidad en su mirada. Sin embargo, aún no parecían reconocerla completamente.
—¿Y tú quién eres, muchacha? —preguntó uno, visiblemente desconcertado por su intromisión.
Mar esbozó una sonrisa ladeada, una que no alcanzó sus ojos.
—Solo una persona que escucha demasiados rumores. Pero tal vez deberían preguntarse si esos rumores son ciertos antes de esparcirlos tan a la ligera.
Uno de los piratas entrecerró los ojos, como si algo comenzara a encajar en su mente. Estaba claro que había oído hablar de ella antes, pero no quería arriesgarse a decirlo en voz alta.
—Dices cosas interesantes, niña. Pero aquí, todos sabemos que hay verdades en los rumores. Y si es verdad lo de Mihawk... Bueno, entonces eres alguien de quien deberíamos preocuparnos.
Mar mantuvo la calma, su mirada fija en el hombre que acababa de hablar. Sabía que no había necesidad de confirmar ni negar lo que ellos creían saber.
—Eso lo veremos —dijo con firmeza—. Pero mientras tanto, sigan contando sus historias. A veces, el pasado es lo único que nos queda.
La tensión se palpaba en el aire. Los piratas no sabían qué hacer con la joven que les hablaba con tanta seguridad. Pero entonces, uno de ellos, finalmente, pareció reconocer la figura que tenían delante.
—¿Tú eres... la niña del violín? —preguntó con cautela, sus ojos entrecerrados mientras intentaban recordar.
Mar no dijo nada, pero su mirada fue suficiente. El hombre se quedó en silencio, entendiendo que no necesitaba una respuesta directa. Los piratas, uno a uno, comenzaron a apartar la mirada, incómodos con la idea de estar frente a alguien que podría ser mucho más peligrosa de lo que pensaban.
Finalmente, los hombres se levantaron y salieron del bar, dejando tras de sí un silencio cargado de tensión.
Hikari fue la primera en hablar, mirando a Mar con una mezcla de admiración y preocupación.
—¿Estás bien, capitana? —preguntó suavemente.
Mar asintió, aunque en su interior, las palabras de los piratas seguían resonando. Recordar a su hermano siempre traía consigo una oleada de emociones difíciles de procesar, pero saber que los rumores sobre su conexión con Mihawk y su pasado estaban circulando no le agradaba del todo.
—Estoy bien —respondió finalmente—. Pero creo que debemos ser más cuidadosos de ahora en adelante, volvamos al barco.
Dio la orden antes de retirarse.
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