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Me moví por los pasillos de todo el lugar, caminando con tranquilidad y apreciando con la mirada lo que me rodeaba. Era un día de verano muy hermoso y todos estaban disfrutándolo mucho.
A mi paso, podía ver a gran parte de los niños jugando en el patio, mientras que el resto —en especial, los que ya se acercaban o encontraban transcurriendo la adolescencia— se hallaban en distintos puntos del Hogar; ya sea en sus habitaciones, en la biblioteca o simplemente se estaban limitando a ayudar a las monjas y voluntarios.
No tardé mucho en llegar al lugar que deseaba. La puerta de la oficina del joven Jeon estaba frente a mí, por lo que golpeé la misma lentamente. Unos segundos después, escuché que me otorgaban el permiso para pasar, así que decidí abrir.
Ingresé a la habitación y cerré la puerta detrás de mí con cuidado, para luego mirar con atención al hombre que estaba sentado detrás del escritorio, revisado atentamente varios papeles.
—¿Me mandó a llamar? —pregunté con voz tranquila y él apartó la mirada de las hojas, optando por posar ahora su vista sobre mí.
—Así es.
Guardó los papeles en una carpeta, la cual luego colocó dentro de un cajón. Se levantó de su lugar y pude notar que llevaba puesta únicamente su camisa negra. No me llamó la atención, dado a que el día resultaba muy caluroso; y hasta mi persona ya se había quitado gran parte del vestuario usual, mientras estaba luchando para no sacarse el saco y camisa también.
—Quería hablar con usted, padre Min —mencionó él. Un momento, ¿en qué instante había comenzado a acercarse tanto a mí?—. Tenemos unos asuntos pendientes que arreglar, ¿no lo cree?
Estaba por cuestionarle algo, pero él sujetó de repente mi rostro y estampó sus labios sobre los míos, por lo que jadeé. Sentí cómo posaba su mano derecha en mi cintura, mientras la otra seguía sosteniendo firmemente mi nuca.
Me había tomado de sorpresa, debo admitirlo; pero, a pesar de eso, no tardé mucho en llevar mis propias manos a sus hombros y devolverle el intenso beso que estaba dándome, causando que él suspirara.
Llevó sus grandes manos a mis piernas y me alzó con suma facilidad. Por mi parte, rodeé su cintura y solté un pequeño gemido, en cuanto pude sentir su parte baja rozando la mía. Y con cuidado, él me hizo sentar sobre el escritorio, mientras apartaba con brusquedad las cosas que estaban sobre el mismo.
—Te necesitaba tanto, joder —susurró sobre mis labios, para luego comenzar a lamer y morder mi cuello, obligándome a tirar la cabeza hacia atrás—. Necesito follarte ahora mismo, YoonGi. —Yo sonreí de lado, mientras hacía que nuestros miembros se encontraran—. Oh, mierda —jadeó—. Dios mío, joder. Házlo de nuevo, nene.
—No debería utilizar el nombre de Dios así, padre Jeon —gemí en voz baja, repitiendo la acción anterior y sintiendo cómo seguía poniéndome más duro, muy duro—. El nombre de Dios no debe ser utilizado en vano.
—Usted es el culpable —dijo él y besó mi oreja levemente, mientras llevaba una mano a mi miembro y lo acariciaba por sobre la tela—. Si usted no fuese tan jodidamente caliente, yo no utilizaría el nombre de nuestro Dios en vano. —JungKook mordió su labio inferior—. Debería tener en cuenta ese detalle, padre Min.
No pude evitar gemir bastante alto. El que nos tratáramos de usted, mientras recordábamos nada más ni nada menos que éramos justamente sacerdotes que "seguían las reglas" de la Iglesia; me hacía sentir demasiado excitado, a pesar que sabía que lo que hacíamos no era correcto.
—Yo era un hombre de Dios —susurró él, sin dejar de acariciarme lentamente—. Realmente lo era, hasta que usted llegó...
Mordí mi labio inferior y volví a jadear. Entonces, JungKook me obligó a quitarme el saco y la camisa de una sola vez, rompiendo algunos botones en el proceso y lazando las prendas al suelo. Parecía realmente desesperado, y eso solamente logró que la excitación creciera aún más.
—El Diablo te envió, puedo asegurarlo —continuó hablando, acariciando mi abdomen de forma superficial. Su toque me hacía temblar—. Mientras que...—sonrió de lado, para colar de repente su mano por debajo de mi bóxer. Y casi grito al sentir su mano tocando mi erección, pero supe contenerme. Aún así, rodeé su cintura con mis piernas más fuerte y clavé mis dedos en su espalda— yo no fui lo suficientemente fuerte, terminé cayendo. —Pasó su lengua por sobre mis labios—. La tentación fue demasiado fuerte, padre Min.
Sin poder evitarlo, lo besé profundamente, mientras sentía cómo él me masturbaba con lentitud. Llevé mis manos a su camisa e hice que se la quitara, revelando su abdomen trabajado, el cual yo amaba tocar y lamer siempre que podía; pero, en esta ocasión, me limité a jugar con su cuello y acariciar con mi mano su pecho.
—Realmente quiero follarte ahora mismo —dijo con la respiración agitada, quitando su mano de mis bóxers—. Necesito estar dentro de ti. —Mordió mi cuello, pero sin mucha fuerza. Debíamos preocurar siempre no dejar ninguna marca.
—¿Y qué esperas para hacerlo? —susurré, mientras sonreía de lado y seguía acariciando su pecho—. Quiero que me folle sobre su escritorio, padre Jeon —gemí sobre su oído y él gruñó—. Duro y profundo.
—Lo haré, nene. —Me obligó a bajar del escritorio, para después voltearme; por lo que mi pecho y rostro quedaron sobre la fría madera, mientras que mi trasero ahora estaba a completa disposición del sacerdote—. Voy a hacer que ruegues por más, y te garantizo que te obligaré a usar el nombre de Dios en vano más de una vez.
JungKook llevó sus manos a mi pantalón y lo bajó —junto a mis bóxers— lo suficiente como para que todo mi trasero estuviera libre. Luego de eso, sentí cómo acariciaba mis caderas y pude ver de reojo que comenzaba arrodillarse.
Estaba por hablar, pero entonces pude percibir cómo su lengua empezaba a jugar con mi entrada y ahogué el grito que se me quiso escapar, cubriendo mi boca con la mano. Mierda, se sentía tan bien.
—JungKook...—emencioné y no pude evitar lloriquear, cuando al trabajo de su lengua se le sumó un dedo también—. Dios mío, sí. —Mordí fuertemente mi labio y noté que el mismo comenzaba a sangrar, pero le resté importancia—. Sigue así, no te detengas.
JungKook no se detuvo en lo absoluto. Añadió otro dedo y yo creí que moriría por culpa del placer en cualquier momento. El tener su lengua y sus dedos dentro de mí, estimulándome con habilidad, era demasiado.
Él siguió con su accionar por varios minutos. Para cuando yo ya tenía tres dedos en mi interior, JungKook apartó su boca y se levantó, aunque sin dejar de penetarme. Aprecié entonces cómo se desabrochaba el cinturón, bajaba su pantalón y bóxers; lo suficiente como para dejar a la vista su miembro, yo gemí al verlo.
JungKook quitó rápidamente sus dedos de mi interior e hizo que volteara. Lo besé con brusquedad, siendo correspondido de la misma manera. Sujetó mis piernas y me sentó una vez más sobre el escritorio.
Alineó su miembro en mi entrada y me miró con atención, antes de comenzar a adentrarse en mi interior. Yo no pude evitar gemir sonoramente, mientras rodeaba su cintura con mis piernas y nos obligaba a estar más cerca.
—YoonGi, mierda. —Escondió su rostro en mi cuello, cuando estuvo por completo dentro de mí—. Tan apretado, joder. —Sujetó mi cintura y me besó lenta y profundamente—. A decir verdad, no me importaría ser condenado —salió despacio y volvió a ingresar, sacándome un obsceno gemido—, si a cambio puedo tenerte solo para mí.
Yo no respondí, simplemente opté por mover mis caderas, indicándole que ya estaba más que listo. De manera inmediata, JungKook comenzó a moverse. Iba lento, demasiado. Era una tortura, y yo necesitaba que me follara con fuerza.
—Dios, JungKook. Por favor, más rápido —le pedí, por lo que él sonrió de manera pícara, antes de empezar a moverse mucho más rápido que al inicio—. ¡Joder, sí! ¡Justo ahí! —solté cuando él logró dar con aquel punto que me hacía perder la cordura por completo—. Oh, Dios. T-tan bueno.
JungKook sujetó con más fuerza mi cintura y comenzó a follarme duro y algo brusco, aunque preocurando no herirme. Mis manos estaban sobre sus hombros, yo estaba tratando de sujetarme como fuera posible. Todos nuestros cuerpos estaban sudados, el ambiente era demasiado sensual y solamente lograba que yo enloqueciera.
Lejos de sentirme culpable por estar haciendo algo como esto dentro de una habitación llena de crucifijos, imágenes de santos y todo tipo de objetos religiosos que debían merecían ser más que respetados; sentía una gran excitacion y deseo.
Y claramente, se suponía que yo tendría que sentirme la peor escoria por estar siendo follado por un sacerdote, que además era cinco años menor que yo; pero eso no era así, no lo era.
Sí, estaba acabando con todo lo que había prometido. Era un jodido pecador, lo sabía. Pero no me importaba terminar en el infierno por esto, si así podría pasar el resto de mis días junto a JungKook.
Mis quejidos se volvieron mucho más constantes y fuertes. Estaba cerca del orgasmo, muy cerca. Pude notar que JungKook estaba en las mismas condiciones que yo y sonreí, para luego besarlo. Podría pasar toda la vida besándolo.
Él comenzó a penetarme con más rapidez, mientras llevaba su mano derecha a mi miembro y me masturbaba al ritmo de las embestidas. La sensación fue demasiado para mí, por lo que terminé corriéndome con fuerza, gimiendo su nombre y manchando nuestros pechos. Por su parte, JungKook me penetró unas tres veces más, para después jadear mi nombre y eyacular en mi interior.
JungKook detuvo sus movimientos y dejó caer su rostro en mi cuello. Llevé mi mano a su cabello y lo acaricié con cuidado, causando que él alzara la mirada y me sonriera de forma muy hermosa.
A pesar de lo mucho que nos hubiese gustado seguir en nuestro universo, debíamos volver a la realidad y nuestras actividades. Así que nos separamos y comenzamos a vestirnos, para luego acomodar y limpiar todo lo que habíamos arruinado. Y una vez que todo estuvo en su lugar, como si nada hubiera pasado, ambos suspiramos.
Vi cómo mi novio se acercaba a mí y volvía a suspirar. Entonces, él optó por abrazarme con fuerza. Y por mi parte, yo le devolví el abrazo, mientras escondía mi rostro en su pecho.
—Te amo —me dijo él en voz baja, causando que yo sonriese de lado. Alcé la mirada y acaricié su rostro, antes de unir nuestros labios una vez más.
—Y yo a ti, JungKook —respondí en cuanto nos separamos. Él sonrió y comenzó a besar todo mi rostro, provocando que yo me riese como un niño pequeño.
Nos mantuvimos así por varios minutos, hasta que lo obligué a detenerse. A pesar de esto, ambos seguíamos riendo como idiotas, sin que nos importara absolutamente nada.
—Muy bien, padre Jeon —le dije entonces, mientras me alejaba de él—. Tengo una cita de juego con los niños, que quieren aprovechar la oportunidad para golpearme. Y también con las niñas, quienes dicen que me vería mucho más bonito si les permitiese pintar mi rostro.
Él sonrió por mis palabras, seguramente imaginándose la situación y mi expresión estresada por tener que pasar tiempo con los niños.
—Debo irme —mencioné y le devolví la sonrisa, para después dirigirme a la salida.
—Vaya a cumplir con sus obligaciones, padre Min —habló él con seriedad, pero yo notaba el tono divertido en su voz—. Y recuerde que en la noche tenemos una cita en el confesionario, tiene que asistir —susurró entonces y yo mordí mi labio inferior, mientras abría la puerta y le dirigía una última mirada.
—Lo veré allí, padre Jeon.
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