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˚˖𓍢ִִ໋🌊𝐓𝐑𝐄𝐒🦈˚˖𓍢ִ✧˚.

Detuvo sus pasos, cautivada por el eco angustiado de un relincho que surcó el aire. En ese instante, Nerissa se volvió con un gesto rápido, desviándose del camino que sus padres recorrían en compañía de Zeus, Poseidón y Anfitrite. Un velo de preocupación se dibujó en su frente al contemplar la escena que se desplegaba ante sus ojos: un par de guardias, con firmeza implacable, mantenían atado a un pegaso de oscuros pelajes, cuyo cuerpo se alzaba sobre sus patas traseras mientras batía desesperadamente sus alas, deseando liberarse del agarre de aquellos hombres.

-¡Sujetalo bien!- pronunció uno de ellos con dificultad, como si sus palabras lucharan por escapar de su garganta.

Las cuerdas cedían gradualmente, desgarrándose poco a poco.

-¡Este animal ha perdido la cabeza!-

-¡Lo están hiriendo... lo están lastimando!- el grito de Nerissa resonó en los oídos de todos los presentes, y sin importar quién la observara, la nereida corrió de inmediato hacia el corcel alado, encontrando sus ojos y transmitiéndole serenidad -Shh, tranquilo, todo estará bien...-

Poco a poco, su voz comenzó a ejercer su influjo sobre el pegaso, que pronto se relajó por completo, permitiendo que Nerissa acariciara su pelaje con ternura.

-Todo está bien, eres un buen chico...- susurró ella, mientras su mano acariciaba con suavidad el hocico del animal, quien se entregaba cada vez más a su caricia reconfortante.

En un instante, la atención de Nerissa fue atraída por una mirada más penetrante que las demás, y al girarse hacia su familia, se percató de que los ojos profundos de Poseidón la contemplaban con una serenidad abrumadora pero a la vez llena de una intensidad arrolladora.

La mujer apenas pudo tragar saliva, sintiendo cómo su corazón se aceleraba en su pecho. No se atrevió a sostener la mirada, sabiendo que no sería prudente, y decidió apartar los ojos.

Era consciente de que se avecinaba un largo día.

-¡Nerissa!- La voz reprobatoria de su madre la sobresaltó, y al percatarse de su mirada amenazante, supo que debía retirarse de allí, pero no sin antes lanzar una mirada de disgusto a los guardias que no supieron tratar adecuadamente al corcel -¡Por todos los océanos, en qué estabas pensando?! Debiste haber dejado que esos guardias se encargaran de el- La mirada fulminante de Doris la hizo apartar la suya rápidamente, y en un instante inesperado, sus ojos se encontraron con los de Poseidón, quien desvió su atención hacia otro lugar de manera veloz.

-Mil disculpas, madre-

Y realizando una reverencia a su progenitora, se vió obligada a continuar con su camino junto a los demás.

El océano la acogió con una brisa melodiosa y constante, como una antigua amiga que siempre visitaba aquel rincón. Susurros suaves rozaron su piel, haciendo que sus cabellos morados danzaran al ritmo de la melodía del viento. El aire puro y fresco envolvió su cuerpo, disipando las tensiones y dejándola sumida en una calma sin igual, tras el día espantoso que había vivido.

Sus pies avanzaron con delicadeza hacia las aguas cristalinas de la orilla, permitiendo que las olas la acariciaran con ternura, liberando un suspiro de alivio que se mezcló con el susurro del mar.

-Parece que siempre serás buena con los animales-

Sus párpados, que yacían cerrados, se desplegaron con parsimonia al oír la voz del hombre que se hallaba tras ella. La angustia pintó su rostro, pero se negó a enfrentar a Poseidón.

-Supongo que así es... - murmuró apenas, con un hilo de voz, mientras su cuerpo se tensaba al percibir los pasos del dios aproximándose, colocándose a su lado.

A pesar de su resistencia inicial, la tentación finalmente se impuso sobre ella, y su mirada se vio atraída hacia aquel rubio, sereno e imperturbable como las olas que acariciaban la costa en aquel instante.

-No debemos ser vistos juntos, no más- pronunció con determinación, mientras daba media vuelta, dispuesta a marcharse antes de que algún ojo curioso descubriera su encuentro, aunque sabía que no había nadie en aquel recóndito lugar.

Sin embargo, un escalofrío helado recorrió su cuerpo cuando la mano enguantada del hombre se aferró a la suya, impidiendo su escapatoria. Aquel gesto aceleró su corazón y amenazó con desatar un torrente de lágrimas desde sus ojos amatistas.

-Nerissa... -

-¡Ya no más!- exclamó ella, apartándose de él de forma brusca, enfrentándolo con molestia- ¿Es que no lo comprendes? Lo que teníamos ha terminado, no puede repetirse nunca más- avanzó hacia él con ímpetu, como si intentara intimidarlo, a pesar de que Poseidón la superaba en estatura.

El dios de los mares se mantuvo imperturbable, sin embargo, en ese preciso instante, sus ojos, normalmente apagados y opacos, destilaron un fugaz destello al posarse sobre la mujer en aquel estado.

-Ahora te hallas unido a mi hermana- musitó con voz grave y profunda -Por ende, debemos olvidar lo que alguna vez aconteció entre nosotros-

Nerissa inhaló profundamente, luchando por contener el torbellino de emociones que la asediaba desde el momento en que se anunció el compromiso entre Anfitrite y Poseidón. Lo que un día compartieron había llegado a su fin y, aunque le doliera dejarlo atrás, no deseaba causar más daño a su hermana mayor de lo que ya estaba soportando.

Quizás Anfitrite no lo amaba, pero ahora estaban unidos en sagrado matrimonio, eran esposos, y ella no se entrometería en su camino.

-No siento nada por ella- susurró Poseidón en un tono gélido que congeló el aire a su alrededor, enviando escalofríos por el cuerpo de Nerissa.

Ella soltó un suspiro resignado, sintiendo que se enfrentaba a la terquedad de un obstinado como una maldita mula.

-Eso puede ser cierto, pero el vínculo del matrimonio los une. ¿No lo comprendes? No puedo traicionar a mi hermana- sus ojos doloridos se encontraron con los de Poseidón, quien los entrecerró ligeramente al escuchar sus palabras.

El dios se tragó sus palabras, mientras ahogaba un suspiro que emergía de las profundidades de su ser.

Y con paso pausado, se alejó lentamente de ella.

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