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「 ᴛᴇɴɢᴏ ϙᴜᴇ ᴄᴏʀʀᴇʀ 」
—¡Apártate, no necesito tu ayuda! —De un manotazo me aparto las asquerosas manos de Gally de encima.
Me revuelvo en ese pequeño lago mientras a todos los supervivientes nos baña un rayo de luz brillante y que no deja más que claro que finalmente el día comienza a descender sobre nosotros. Teresa se aparta de golpe ante mis bruscos movimientos y sólo puedo pensar en qué de nuevo, le he resultado un inútil a Newt.
Por mi culpa, por estar herido, ha muerto Isabelle. Su muerte ha sido culpa mía y no entiendo porqué el chico de oro ha querido salvarme; es decir, podrían haberme dejado ahí tirado y no hubiese pasado nada. No sirvo, no sé pelear, y lo único que hago es dar problemas.
—Thomas, por favor. Solo quiere ayudar.
De nuevo, mi mejor amiga quiere hacerme comprender qué debo de darle una oportunidad al asesino de Chuck, pero es que simplemente, simplemente no puedo hacerlo. Aún tengo encima su rostro de bebé, llorando y suplicándome para no dejarle ir.
Pero todavía siento sus manos aferradas a mi camisa, aquellas que me pedían no dejarlo morir del todo. Y ese es el recuerdo que más me pesa en el corazón. Me alejo de todos ellos, me hago una bola cuándo la quemazón desaparece y el dolor de mis extremidades se calman.
Comienzo a echarme agua en el rostro, poco a poco, pensando en el simple hecho de cómo Newt se ha esforzado hasta no dar más por llevarme a un lugar seguro. Mientras me rocío los ojos con esa agua fresca y que ayuda a bajar la hinchazón del rostro, lo encuentro un poco más alejado, cerca de Dayana y Vincent. Ambos niegan con la cabeza, la chica llora cuándo Newt le pone una mano sobre el hombro... y dando una vista alrededor, ya entiendo porqué.
Collete y Violet han muerto, los estúpidos juegos se las han llevado y nadie ha podido ponerse de por medio para evitarlo. Echo de inmediato otra mirada por nuestro grupo, con la esperanza de no encontrar más pérdidas. Por mala o buena fortuna, depende de cómo se tome, no hemos perdido a nadie más. Solo a las chicas de antes más Isabelle.
Aunque me extraña no escuchar los aleteos de Alec, me quejo en bajo cuándo esa agua hace hincapié en mi ojo derecho al eliminar los rastros de ampollas en su interior. Finalmente, cuándo ya me encuentro del todo estable y poco a poco comienzo a sentir el control nuevamente de mis extremidades, vuelvo a mirar hacia mi espalda.
Ahora Newt está con Rose, que llora desconsolada, y abraza a una Madi sobre sus brazos. Ambas lamentan la marcha de Isabelle; es verdad que no la conocía del todo, pero de todas maneras me resulta raro no verla por aquí cerca.
Cuándo finalmente todos salimos del agua, con nuestras cosas encima, nos reunimos alrededor de Newt y Minho, quien este último no deja de observar a un Jace apartado, sentado sobre la hierba húmeda, enfurruñado y siendo acompañado por Luna. El lobo blanco y enorme, más que de lo que recordábamos, está echado en su pierna, quizás dándole consuelo.
Supongo que a los del grupo B también están bastante afectados por las pérdidas improvistas; después de todo y por sus historias, tuvieron más convivencia que con nosotros.
Newt se echa el pelo hacia atrás, todavía húmedo y aunque disfruto de la vista, sacudo la cabeza porque sé que no es momento para esto. No cuándo el ambiente parece más ennegrecido a pesar de que el sol nos caliente la ropa; la cual, basta decir que no se ha roto ni nada parecido, aparentemente bastante resistente contra las creaciones de los juegos.
El chico del doce, siendo abrazado en su pecho por una pequeña Brenda, que cojea un poco, mantiene una mano sobre su espalda mientras la otra la mantiene sobre su cuello. Lo está crujiendo un poco, y antes de hablar, se permite carraspear unos segundos.
Quizás buscando la voz correcta para aligerar el ambiente, quizás intentando animarse o darse fuerzas. No estoy seguro, pero su mirada parece más iluminada; llena de una rabia implacable.
Teresa está a mi lado, y con sus brazos cruzados, tiene su pesada mochila en el suelo y no deja de mirarme; cosa que me estresa un poco, porque sé de buena mano que quiere decirme algo. De todas maneras, finalmente Newt habla y todos escuchamos en completo silencio.
—En vista de qué aparentemente los del Capitolio quieren que movamos el trasero, necesito que aguantéis un poco. No podemos quedarnos aquí mucho tiempo, no con ellos encima y el tiempo corriendo. —Brenda se separa de su lado, mencionándole algo al oído antes de acercarse a Heather, quién no tarda en estrecharla entre sus brazos.
Yo no puedo omitir su pequeño cojeo, que sé que se debe a esa herida que nos hicimos en las catacumbas, cuándo esa bestia asquerosa trató de llevársela consigo. No puedo evitar preguntarme si seguirá infectada, o si por el contrario hizo que se la curasen en el "refugio falso".
Newt vuelve a hacer una expresión extraña, como dolido, pero pronto desaparece para dirigirse a Galliard.
—En vista de que hemos dado muchas vueltas, necesito recurrir a tu mapa digital. Puede que nos ayude a llegar antes a esa maldita Cornucopia, Gally. —Este no tarda en asentir, para comenzar a sacar el mapa de su mochila, ese que nos presumió en las instalaciones falsas de las que escapamos hace nada.
Mientras, Newt vuelve a carraspear, y quizás de forma involuntaria acaricia su insignia sujeta sobre su camisa. Recuerdo que antes Minho volvió a ponérsela, y le devolvió el arco nuevo y su daga. Este nos mira a todos, y quiero pensar que ha mantenido esa mirada clara sobre mí más que sobre cualquier otro.
Y siento que de verdad necesito saber porqué demonios ha decidido salvarme la vida.
—Las pérdidas de Violet, Collete e Isabelle han sido un golpe duro, pero... No podemos rendirnos, no cuándo han dado su vida por esta causa. Por nosotros, tenemos que demostrarles que su lucha no ha sido en vano, chicos. Nunca me perdonaría rendirme así por las buenas y haber dejado que ellos murieran por nada. —En la última frase su voz se rompe un poco, por lo que todos podemos entrever un poco de su dolor, de la carga que lleva y me duele.
Pero tiene razón, no podemos dejar que los que acaban de morir, de dar sus vidas por nosotros, o los que ya lo hicieron, se queden en nada. Siento que el colgante de mi supuesta madre, Enid, pesa sobre mi pecho y temo que me queme hasta hacerme cenizas. Pero comparto una minúscula mirada con Newt, y sé que no me dejaré arder por ellas.
No cuándo aún puedo demostrar que sirvo para algo.
—Tenemos que seguir adelante, chicos. Por ellos. —No hace falta decir nada más para que todos reaccionen.
Jace se levanta de golpe, dándole una palmada en un lateral a Luna, sacudiendo sus hombros y alistando una hoz sobre su cinto. Lo mismo pasa con los demás, incluso Madi dejar de llorar.
Heather, más seria que nunca, y de la mano con Ethan (parecen ya haberse arreglado) se dirige hacia Galliard, quién no deja de observar con interés el mapa digital.
—¿Y bien? ¿Cuánto nos queda para llegar a esa asquerosa Cornucopia? —pregunta la chica del cuatro, afianzando su mano contra la de su compañero.
Sobre todo Ethan conocía a Isabelle, y creo que su pérdida puede ser incluso peor que la mía con Chuck; después de todo, el la conocía desde antes.
El chico del uno carraspea, para cerrar el mapa y guardarlo en su mochila. Después señala hacia adelante, pero un poco a la izquierda. Todos vemos que el camino parece despejado aunque sabemos que seguramente, esté plagado de inmensos peligros.
Porque parece que más que nunca, ellos quieran hacernos desaparecer del mapa sin si quiera darnos la oportunidad de luchar por nuestras vidas. Lo cual no es sorpresa hablando del propio Capitolio; de toda esa gente con la que me codeaba y trabajaba mano a mano.
—Hay que seguir hacia adelante, no tiene perdida. Es el camino más rápido y, bueno, aunque no puedo asegurar que no se nos metan de por medio, deberíamos avanzar ya —dice, y entonces creo que por primera vez me doy cuenta de lo sudados que estamos todos y del terrible calor que hace aquí dentro.
Creo que días antes realmente no había prestado atención a este hecho, pero parece que está aumentando por momentos. Dayana se seca varias veces la frente y entonces, otro tema que nos hunde por momentos vuelve a hundir nuestras renovado humor.
—En vista de que hemos perdido los suministros de Isabelle, de su agua, y de que he cometido el error de dejar mi mochila mucho más atrás, tendremos que arreglárnoslas para encontrar una fuente de agua lo más pronto posible. —Vuelve a pasar sus manos por su cuello y, sin darme cuenta, hago lo mismo—. No recomiendo que experimentéis lo que es vivir sin agua por mucho tiempo, por pura experiencia.
Su mirada vuelve entonces a oscurecerse y fijándome en el pequeño cabeceo de Brenda y Minho, y parece que saben de lo que habla Newt. Y entonces me siento mal, porque nunca sabré a las cosas que verdaderamente tuvieron que enfrentarse ellos tres en su distrito, que se sabe que es el peor.
Sin embargo, cuándo todos comienzan a equiparse y ajustarse sus propias armas, Minho pregunta: —Por cierto, ¿y el pájaro que nos ayudó en la niebla? ¿Dónde está?
Y entonces, la expresión lastimera de Heather me hace pensar lo peor. Newt se tensa cuándo la voz apenada de la chica se deja escuchar.
—Lo alcanzó la niebla, no pudimos hacer nada, lo lamento de verdad. Sé que... tú y él teníais una relación mágica, Newt. —Obviamente se está dirigiendo a él, pero a sabiendas de que ese pájaro muto nos ha salvado infinidad de veces, siento que algo oscuro se apodera de mí.
¿De verdad se había ido? Inevitablemente, recuerdo las veces que se me ha posado en la cabeza y que me ha picoteado encima, y me siento terriblemente culpable; quizás si lo hubiera cargado sobre mí, o..., Newt se acerca a Luna, para acariciarle detrás de las orejas, y creo que le alivia no haberlos perdido a los dos.
Ya que, sin ninguna duda, Luna ahora será el terrible recuerdo de su buen amigo.
—No... No pasa nada. No podíais hacer nada. —Es lo único que dice mientras su expresión desaparece en el pelaje blanco de Luna, quién mantiene sus orejas gachas.
De alguna manera, eso me hace pensar que lo sabe; que no volverá a ver a su amigo.
—Vamos, chicos, adelante. —Es Minho quién retoma el liderazgo, y cuándo todos nos disponemos a emprender la caminata, nos detiene un chispazo en el aire.
Todos dirigimos nuestras miradas entonces hacia esa pantalla holográfica que aparecen en pleno día, surcando los altos arbolados, y vemos cómo aparece el sello del Capitolio. Teresa se adelanta un paso sobre mí, con plena atención en la pantalla, y el silencio que se instala sobre nosotros es triste y lastimero, porque sabemos lo que viene ahora.
El recuento de los caídos.
Parece tan irreal la forma en la que nuestros alientos se han congelado al observar un sin fin de rostros de chicos que no conocemos y que han muerto, que por un instante pienso en qué estoy en el salón de mi casa, siendo abrazado por Enid. Viendo los juegos a través de una pantalla, como siempre, no ahora viviéndolos y con la posibilidad de no volver a esa persona que cuidó de mí desde que era pequeño, por simplemente contarme la verdad de que provengo del distrito 13.
El sello del Capitolio aparece florando en el espacio y mientras escucho el himno, pienso «Será más duro para los del B y el C». Pero resulta que también es duro de sobra para mí ver las caras de los cuatro tributos muertos, y que no conocemos para nada; no es difícil pensar que sean victimas de los de la Cornucopia; contando sus números, ahora sólo nos esperan dentro de ese maldito lugar unos ocho tributos, y aunque sea triste, el número es ventajoso para nosotros.
Aunque la victoria parece insignificante, cuándo aparecen los rostros de nuestros amigos en pantalla. Violet, Collete e Isabelle. Todas ellas sonríen en las imágenes, y cuándo el sello del Capitolio vuelve con un poco más de música y la pantalla se apaga de nuevo, no parece que se hayan ido realmente. Aún puedo escuchar sus voces en mi cabeza, sus risas, su emoción por llegar con vida hasta el final.
Ethan se limpia rastros de novedosas lágrimas, mientras estrecha contra su cuerpo la pequeña cintura de una Heather, que no deja de susurrarle palabras consoladoras. Dayana en cambio, está más diferente. Su rostro revive lentamente, pero sólo para ser infundado por odio puro.
Sus ojos morados centellan con fuerza y sus manos apretadas, dejan entrever rastros blancos entre sus dedos. Y aunque Vincent trate de calmarla, no parece escuchar a nadie cuándo nos grita: —¡No perdamos más tiempo, vamos!
Nadie habla. Nadie la contradice, simplemente la seguimos quién avanza con rapidez hacia un Newt, Minho, Jace y Luna que lideran el camino. Los demás nos acoplamos por detrás, un poco más apagados. Madi camina de la mano con Rose, quién aunque intente hablarle de otra cosa, veo claramente la rojez de sus ojos y el temblor de sus manos. No podrá seguir con esto mucho más.
Teresa camina a mi lado, afianzándose su propia mochila. Parece ensimismada, y realmente por mi parte no tengo ganas de hablar de nada. Sólo puedo pensar en esas tres chicas, en Alec, que antes nos acompañaban y ahora están muertas, para siempre.
—Estaríamos mejor solos, ¿sabes? —Las palabras de Teresa me sacan tanto de honda que por un momento pienso en qué me lo imaginado.
Pero al encontrarla mirándome, manteniendo esos ojos azules intensos sobre mí, me hace darme cuenta de que espera una respuesta por mi parte. Y por supuesto, al prestar atención en lo que acaba de decirme, poco me queda por dejar caer mi boca hasta el suelo.
Me veo obligo a detenerme de inmediato, y al ser los que terminábamos la fila de tributos, me alegra no entorpecer a nadie realmente. Sin embargo, voy a procurar no separarnos mucho de los demás.
—No lo estarás diciendo en serio, ¿o sí? ¿Después de todo lo que hemos sacrificado, o sufrido? ¿Quieres dejarlos atrás? —Teresa cierra sus ojos, afianzando sus manos sobre las mangas de su mochila.
—Sabes que no lo digo de esa manera, pero sólo piénsalo. Cuando el grupo es más grande, los peligros se asoman con más rapidez. Quizás podríamos separarnos, al menos hasta llegar a la Cornucopia y después... —Alzo mis manos, incapaz de escuchar nada más de lo que suelta.
—Teresa, basta. No vamos a irnos los dos solos por ahí, ¿a qué? ¿A morir? —Sacudo mi cabello, notando como se me pega parte de este en la frente por el calor que se reparte por el ambiente. Parece más agravado que antes—. ¿Me lo estás diciendo en serio?
La chica de cabello de ébano suspira, para sujetarme de los hombros.
—¡Dices esto sólo por Newt, los demás te importan un comino! ¡Pero desde que lo conocimos, pareces haberme echado a un lado! ¡Ya no te importo, porque solo puedes pensar en él! —Siento un escalofrío recorrerme de pies a cabeza al recaer en sus palabras.
¿De verdad era tan obvio que daría mi vida mil veces por él?
Recuerdo entonces que antes de enterarnos de la noticia de que estábamos de nuevo en los juegos, intenté hablar con Newt para tratar de sobrellevar todo lo que pasaba, pero que Minho no me lo había permitido. Y lo peor de todo, fue lo que me dijo en su momento.
«Cerebrito, será mejor que comiences a jugar tus cartas con Newt si no quieres que te lo quite definitivamente. Ahora tienes tu oportunidad de hacerte lucir, pero como le hagas daño, juro que te lo haré pagar», eso fue antes de incluso ver el mensaje de Snow.
En esos momentos me habían caído como peso plomo sus palabras, pero ahora me daba cuenta, incluso con la intervención de Teresa, que tenía toda la maldita razón. O me movía, o lo iba a perder para siempre.
De todas maneras, mi amiga me mira con furia y me hace regresar a la realidad de golpe. Y me siento culpable de hacerle pensar que ahora ella me es indiferente, porque no es cierto. Es mi mejor amiga, mi familia y jamás la dejaría atrás.
Intento hacérselo ver.
—Tessa, las cosas han cambiado, ya no podemos ser solo tú y yo. —Señalo a los demás integrantes del grupo que se han alejado un poco de nuestro lado, pero aún están a plena vista—. Esta es nuestra familia ahora, y sí no nos movemos, vamos a perderla.
Pero ella me dirige una mirada misteriosa, algo dolida quizás, lo demuestra con la reacción de sus hombros, elevándose. Como si de alguna manera fuese a soltar el secreto más grande del mundo.
—Tom, escúchame. Todo estaba bien hasta que tú...
Pero entonces suceden dos cosas; primero, un paracaídas plateado atraviesa el follaje soltando un pequeño sonido de campanillas, y desde nuestro lugar, puedo ver cómo lo agarra Newt. Parece salido de la nada, pero resulta algo alentador porque en nuestros primeros juegos, ambos nos vimos ayudados por Haymitch, quién se encargaba de promocionar al chico de oro en su momento.
Pero la segunda cosa que ocurre nos desconcentra de esa pequeña ayuda, porque atenta contra nuestra vida. Al momento, justo por encima de la cabeza de Teresa sale despedida una bola de fuego; ardiente, brillante y calurosa.
Todos gritan cuando alcanza un tronco de enfrente y todo parece empeorar cuando la jungla comienza a verse infestada por miles de bolas de fuego, quemando todo a su paso.
Cuándo una de ellas cae encima de Rose y Madi, los gritos de Newt hacen que me tiemblen los huesos y que mi cuerpo reaccione de inmediato. Agarrando una mano de Teresa, comienzo a tirar de ella para correr hacia nuestros amigos.
Pronto nos reunimos con ellos, que están sacudiendo las llamaradas de las ropas de la chica pelirroja y de la niña. Parece que en esta ocasión la ropa no es anti-fuego. La chica pelirroja y menuda grita como loca, agarrándose un brazo.
Vincent es el primero que se despoja de su chaqueta para eliminar el rastro de flamas de su brazo, aunque todos sabemos que quedarán quemaduras de segundo grado en su piel al verla toda arrugada y en malas condiciones. Cuando llego con ellos, mis pies caen al lado de Newt que acuna a una pequeña Madi. No puedo verla porque parte del cuerpo del chico del doce la oculta, pero cuándo escucho un triste gemido de ella, sé que no está bien.
Brenda a un lado de Newt, no tarda en expresar mi shock cuándo grita al ver el rostro de Madi, y yo siento un nudo en el estómago cuándo vemos que la mitad de su rostro está caído, despellejado y quemado. Realmente no queda nada salvable, ni siquiera puedo ver bien el rastro de su sonrisa que se empeña en enseñarnos.
—¡Malditos, no podéis dejarnos en paz o qué! —Ese es Jace que patea las flamas que comienzan a extenderse por las ramas y las hojas verdes de la jungla.
Entonces, Newt se echa hacia atrás, me deja ver mejor a esa Madi que se retuerce en sus brazos. Hipando, gimiendo de un extremo dolor pero, y aunque la única parte visible de su rostro está llorando, no parecen del todo triste.
Se aferra a la camisa del chico del doce como si le dependiera la vida en ello, lo que probablemente es así, y aunque sus pequeños dedos tiemblen incontrolablemente, eso no evita que baje una de sus manos para arrancarse el colgante de cobre.
Me sorprende cuándo me mira, con bastante dificultad, para tendérmelo. Es su despedida, se va a ir también y no podemos hacer nada para salvarla.
Oigo un grito de Heather por detrás, y solo apartando la vista un segundo, veo que Ethan le ha hecho pedazo placaje para apartarla de otra bola de fuego. Se están acercando, tenemos que huir, tenemos que correr ya. Pero, por alguna razón, no tengo miedo.
Ni siquiera cuándo Teresa se aferra a mi camisa, jalándome de ella, sin dejar de repetir que tenemos que irnos presa del miedo, presa de lo cerca que está la muerte.
Mis manos acarician ese colgante que siempre Madi ha lucido con ella, sonriente y lo estrecho contra mi pecho cuándo su mano cae sin tener más fuerzas para sujetarlo. La mitad izquierda de su rostro está humeante, derretida y aún así, Newt la mira con un sincero cariño y amor, que inevitablemente solo me hace enamorarme más de su corazón noble. Ella se gira para mirarle también, y en ese momento, nada parece importar realmente.
—Tranquila, Madi. Te vas a poner bien, ¿me oyes? Es solo un pequeño raspón. —Veo cómo habla con seguridad, cómo ignora el caos que nos rodea, como acaricia los pocos pelos rizados de la cabeza de la niña y cómo se niega a dejar caer ni una sola lágrima.
Es dulce, cálido y sinceramente, se nota cómo hace lo posible por dejar que el miedo no la invada. Quiere que se vaya suavemente, como el rocío, con delicadeza y sin dolor.
—Tienes que ganar, Newt. Prométemelo que lo harás. —Es lo que dice, con su tono aniñado e inocente.
Y el chico rubio solo asiente con la cabeza, aferrándose a sus manos con fuerza.
—Prometo que ganaré, Madi. Ya lo verás.
Y cuándo otra bola de fuego cae esta vez cerca de Gally y Brenda, Vincent carga sobre su espalda a una Rose que se debate sobre sus brazos no queriendo irse. No deja de gritar «¡Madi, por favor ven! ¡Madi, no me dejes! ¡Madi, Madi, Madi!», mientras Newt deja delicadamente a la niña sobre la hierba húmeda. En ese momento no importa el calor, no importa lo cerca que está la muerte de nosotros, no importa para nada el dolor que nos atraviesa por dentro... Cuándo me encuentro con los ojos oscuros del chico de oro, opacados por lágrimas que no deja caer del todo, su tono de voz se agrava y me dice:
—Ganaremos todos, Tommy.
Y sin decir nada más, me agarra de una mano, me la agarra con fuerza y salimos despedidos hacia delante. Los demás nos siguen por detrás, Luna corre a nuestro lado aullando con un sonido realmente lastimero y un cañón se deja escuchar a nuestro alrededor cuándo nos alejamos de la pobre Madi, que solo quería salvarse como los demás.
Su colgante con la insignia de Newt en broce me pesa en la mano, sus duras palabras y su promesa hacen mella en mi interior, pero sobre todas esas cosas, su recuerdo me quema por dentro. Incluso más que las bolas de fuego que nos persiguen, su muerte me destroza de parte a parte y no puedo evitar preguntarme qué era lo que había estado defendiendo todo este tiempo, quién era en realidad y qué era lo que quería hacer contra estos juegos.
Y mientras huimos de esas bolas del infierno, pienso en la bobina que cargo en mi mochila, en la que me hunde los hombros con su tamaño y pienso, en qué si los del Capitolio juegan tan cruelmente con nosotros, ahora es nuestro turno de devolvérsela.
Al final de todo, para acabar con todo esto de una buena vez por todas. Para acabar con su muestra de poder, para enseñarles que se han equivocado con nosotros y qué deben de arrepentirse de haber querido manipular a estos peones. Sobre todo porque no se han dado cuenta de que hace mucho tiempo mis amigos y yo, hemos dejado el tablero de la partida atrás.
Ahora es tiempo de jugar nuestro propio juego, uno en el que nosotros creamos las reglas. Uno en el que finalmente podremos dirigir nuestro odio y nuestras armas hacia esos que nos observan desde lo más alto, para hacerlos caer para siempre.
—¡Agáchate, Ethan! —Y justo a tiempo, por la voz de Newt, el chico esquiva otra llamarada que iba directo a su cabeza.
Heather grita cuándo Gally cae al suelo, y por un momento pienso en qué otra de esas bolas me va a hacer perder a otro compañero, pero cuándo se levanta con ayuda de Brenda, descubrimos que solo le ha rozado parte del hombro. No ha sido tan grave cómo para necesitar ayuda para correr, y aunque algo dentro de mí cabeza me dice que me ha preocupado por un momento mi supuesto enemigo, lo dejo pasar.
Porque cuándo le veo sudando, temblando e intentando sobrevivir, me doy cuenta repentinamente de todo lo que llevaba labrando Newt desde el principio: es un chico normal como nosotros. Uno que no quiere morir, y que como yo, ha hecho muchas cosas de las que se arrepiente. No es culpable de matar a Chuck, solo es culpable de no tener poder para rebelarse.
Y yo... Había sido tan ciego como para no verlo hasta este preciso instante.
Newt afianza su agarre en mí, silbando con su mano libre. No tarda entonces Luna en correr hacia Galliard, para apoyarse en sus piernas y servirle de apoyo, por si cualquier cosa.
Mientras huimos a toda prisa, nuestro mundo se ha transformado en un infierno de llamas y humo. Las ramas ardiendo caen de los árboles convertidas en lluvias de chispas a mis pies.
Y yo no puedo hacer más que seguir a Newt y a los otros, que son mucho más rápidos, vuelan por el bosque con gran agilidad. A diferencia de Teresa y de mí, que nuestras botas no dejan de tropezar con raíces y ramas caídas. Mi amiga es ayudada por Dayana, que está bastante empecinada en esquivar las llamas como si de agua se tratase.
El calor es horrible, pero lo peor es el humo que amenaza con ahogarme en cualquier momento. Ocultando el collar de Madi en un bolsillo, con mi mano libre me subo la camisa para taparme la nariz y me alegro de que esté mojada de sudor, ya que eso me ofrece una pequeña protección. Y sigo corriendo, ahogándome, acompañado de Newt, y con la mochila dándome botes en la espalda. Mi cara llena de cortes por las ramas que se materializan delante de mí sin avisar, surgidas de la niebla gris, porque se supone que tengo que correr.
Pero las llamas que nos persiguen hacen complicada esa misión.
Las llamas que nos acechan tienen una altura antinatural, una uniformidad que las delata como artificiales, creadas por humanos, creadas por los Vigilantes. Eso me hace suponer que la audiencia del Capitolio quiere más emoción, más pérdidas y más sangre.
—¡Salta, Tommy! —Realmente solo me dejo llevar por la voz de Newt, es mi salvación.
Salto entonces por encima de un tronco ardiendo, pero no salto lo suficiente; la parte de atrás de la chaqueta se quema, y tengo que detenerme para quitármela y apagar las llamas. Obviamente liberándome del agarre de Newt, quién se altera y me ayuda con eso.
Por delante, Heather grita cuándo una llamarada le alcanza por el torso, pero gracias a la ayuda inmediata de Ethan, no pasa a mayores. Pasa su brazo menudo por sus hombros y tira de ella hacia adelante; parecen guiarnos hacia un hueco en especifico, pero siguiendo las señalaciones de Gally, nos alejamos un poco de la futura Cornucopia.
Y solo se me cruza algo por la mente: nos acercan a quizás algún tributo desviado. Aunque la idea sea simplemente descabellada, no puedo descartarla del todo. La posibilidad es de un 99%, y es mejor no sacarlo de en mente.
Mientras abandono la chaqueta sin pensarlo dos veces, y sin preocuparme porque tengo muda en mi propia mochila, veo de soslayo que Vincent tropieza con Rose en su espalda. Y aunque no caen, el sudor que le cae por la frente al chico de cabellos rubios, indica lo cansados que estamos.
—¡No podemos quedarnos aquí, vamos, Tommy! —Newt vuelve a tirar de mí, y cuando retomamos la carrera, me fijo en esa cojera de su pierna.
Eso me desconcentra por un segundo, en el que no presto atención a mi nariz ardiendo. Las toses empiezan poco después, lo que me hace perder la vista de la debilidad de Newt. Me da la impresión de que se me fríen los pulmones, y hablamos de algo literal. La incomodidad se convierte en angustia, hasta que cada vez que respiro noto una puñalada de dolor que me atraviesa el pecho. Pero Newt sigue adelante, a pesar de que las toses también le atacan, no deja de correr y yo tampoco.
Minho nos toma ventaja por varios kilómetros, y corre mirando a todos lados, quizás buscando algún sitio en el que esconderse, o lo que es más probable, tratando de encontrar el final de esta ardiente prueba. Jace lo acompaña y aunque también tose, se ve en mejores condiciones que yo.
Justo cuándo veo que Teresa y Dayana esquivan una bola cercana a ellas, oigo un siseo. No lo pienso dos veces antes de echarme sobre Newt, para tirarnos al suelo. La bola de fuego da en un árbol a nuestra izquierda y lo envuelve en llamas. Quedarse quieto significa morir; pero allí tendido, con el chico de oro debajo de mí, puedo poner plena atención en su mirada dulce y en esas mejillas que ahora están rojas por el calor.
Nuestras respiraciones se acompasan, nuestros pechos bailan al mismo vaivén y cuándo pienso en qué ya le estoy haciendo perder el tiempo, aparto mis ojos de sus finos labios para intentar levantarme. Vaya es mi sorpresa, cuándo al levantar la cabeza, veo sus dedos entrelazarse en mi cabellera para tirarme de nuevo hacia abajo.
Oculta mi cabeza en su hombro justo cuándo otra bola de fuego pasa por encima de nosotros. Por un segundo, pienso en lo cerca que he estado de perder la cabeza, pero... Todo eso desaparece cuándo siento la respiración agitada de Newt en mi oreja. Sus dedos acarician mis mechones sueltos y después, escucho cómo se queja en bajo.
Eso es lo único que necesito para separarme de golpe; veo sus dedos, un poco rojos al haber estado demasiado cerca del fuego y mi corazón se estruja al pensar en qué, nuevamente, sólo le causo daño. No solo con el beso, si no con todo realmente.
Pero este me sonríe, desviando el dolor a otra parte, como siempre.
—N-Newt, ¿estás bien? —Mantiene esa sonrisa incluso cuándo sus dedos se vuelven más rojos.
—No te preocupes, Tommy, no es nada. —Eso es lo que dice para indicarme que me levante.
Y entonces recuerdo en donde estamos y en que no debo malgastar nuestro tiempo. Me levanto a prisas, odiando tener esa mochila en mi espalda, y tomando su brazo tiro de él hacia arriba. Este parece desencajarse un poco la mandíbula, al tocarse los dedos quemados, pero a mí me da la sensación de que otra cosa más le duele. Su desnivel me preocupa, pero tampoco dispongo mucho tiempo para cavilar sobre ello.
No cuando nada más hemos puesto un pie fuera de ese sitio, una tercera bola golpea el lugar en el que estábamos tumbados; levanta una columna de fuego a nuestras espaldas. Comparto una graciosa mirada con Newt y este me suelta como si nada: —Porque poco, ¿eh?
Yo golpeo su brazo y comenzamos a correr otra vez, no queriendo perder la pista de los demás. El tiempo entonces pierde significado mientras intentamos esquivar los ataques; todo parece inútil porque me da la sensación de que en realidad todas esas bolas se dirigen hacia nosotros, o más bien, hacia Newt. Y odio a Snow por no fingir al menos un poco en qué quiere quitarse de encima al chico de oro. O sea, en serio, podría al menos tratar de no ser tan obvio.
Cuándo veo que Ethan y Heather, desparecen por un desfiladero guiados por Minho, al que después le siguen los demás, me da a pensar que lo ha encontrado: un refugio al infierno.
Corremos entonces en zigzag, a veces separándonos, a veces encontrándonos de nuevo para hacerles más difícil el trabajo a los Vigilantes. Nos agachamos y, entre unas cosas y otras, no puedo dejar de ver a esas bolas de fuego que son del tamaño de manzanas, pero liberan una potencia enorme al hacer contacto. En un momento Newt se ve obligado a saltar hacia la izquierda y yo tengo que utilizar todos mis sentidos al máximo para sobrevivir, no hay tiempo para juzgar si un movimiento es correcto o no: si oigo un siseo, o actúo o muero.
Sin embargo, algo me hace seguir adelante; no sé cuánto tiempo he pasado esquivando bolas de fuego, finalmente, los ataques empiezan a decaer, lo que me parece estupendo, porque vuelvo a sentir arcadas. Esta vez se trata de una sustancia ácida que me quema la garganta y se me mete en la nariz. Pero logro mantener la bilis en mi garganta, sin perder detalle de cómo Newt da un par de volteretas para esquivar las bolas de fuego que todavía lo persiguen.
Al menos nos hemos dado cuenta de qué esas llamaradas no parecen atravesar el desfiladero en el que los chicos habían desaparecido y, en el que por supuesto, Minho nos espera pero sin arriesgarse a acercarse para ser atrapado por una de las bolas. Aunque desde mi lugar puedo ver qué le sale algo de humo de la cabeza.
De todas maneras, mis ojos se dirigen nuevamente al cuerpo flexible de Newt, quién acaba de atravesar por debajo de una rama caída para esquivar otra bola de fuego. Yo ahora solo estoy corriendo como un desquiciado, sin prestar realmente atención al peligro que puede acecharme. Me he quedado embelesado con su imagen.
Estira una de sus largas piernas a la perfección para agacharse justo a tiempo, cuándo un trozo de rama en llamas le cae justo a un lado. Finalmente llega al desfiladero, y ahora ambos chicos me esperan; a mí, al inútil que se ha desconcentrado y ahora va a hacer perder más tiempo.
—¡Date prisa, hay que irnos! —Eso me dice Minho, qué sostiene a un Newt agotado.
Yo corro lo que más puedo para dejar atrás a esa jungla ardiente, esperanzado de que se hayan detenido de una vez por todas, hasta que, de repente, vuelven los siseos. Mis músculos reaccionan, aunque esta vez no son lo bastante rápidos y la bola de fuego cae al suelo junto sobre mí, no sin antes deslizarse por mi pantorrilla derecha. No me da tiempo del todo a apartarme cuándo me alcanza. Ver la pernera del pantalón en llamas me hace perder los nervios: me retuerzo, caigo al suelo a nada de llegar a los chicos.
No puedo evitar chillar del dolor, pero recobrando mis sentidos, hago rodar la pierna por el suelo, lo que sirve para apagarlo casi todo. El fuego se va, pero el dolor permanece allí, recordándome lo cerca que estoy de irme del todo. Sin embargo, en ese momento, sin pensar, me arranco la tela que queda con las manos desnudas. Me siento en el suelo, a pocos metros del incendio que ha causado la bola. La imagen es horrible, asquerosa.
No pienso realmente pero escuchar las voces de Newt y Minho me alientan. Me levanto como puedo aunque la pantorrilla me arde y tenga las manos llenas de ampollas rojas; tengo que llegar hasta ellos, es ese mi único pensamiento mientras cojeo hacia ellos.
Y de repente, cuando estoy a nada de alcanzar el desfiladero, veo cómo Newt empieza a correr hacia mí, asustado. Al principio no entiendo lo que ocurre, pero cuándo veo que su mirada no se dirige a mí en especifico, si no más a bien a un lateral, la sangre me sube a la cabeza.
Doy una mirada hacia atrás, solo para encontrarme con una bola de fuego volando hacia mi cabeza. Tiemblo demasiado para moverme y sólo puedo tener en mente en qué si los Vigilantes quieren acabar conmigo, éste es el momento, aunque no quiera realmente rendirme. Aunque todavía no haya tenido oportunidad de hablar con Newt de mi idea, o del beso.
—¡Tommy, sal de ahí!
Pero en ese momento, allí parado con ese fuego apunto de devorarme, sin armas, indefenso, me arrepiento de no haber sido sincero con mis sentimientos; al menos no del todo con Newt. Siento entonces ese calor casi abrasarme de pies a cabeza, incluso me parece escuchar mi propio cañón personalizado, hasta que alguien de repente me empuja hacia atrás.
Caigo de bruces justo encima de Newt, y en nuestra estupefacción, ambos vemos entonces cómo una persona salida de la nada, es atrapada por la bola de fuego que era para mí. Veo que es un chico, que suelta un chillido agudo tras ser envuelto por las llamas.
N/A → buenooooo, un capitulo bien largo y sustancioso como prometí. estoy muy contenta de haber llegado hasta este punto de la historia y no saben lo feliz que estoy de cumplir con casi todo lo mostrado en el tráiler y más de cumplir las pautas pensadas.
;; este capitulo es un regalo para mi bestie y para mi, por nuestro reciente cumpleaños el seis de abril. amé escribirlo de principio a fin, aaaaaa
:: hemos avanzado mucho, han crecido todos mis personajes y estoy deseosa de que vean lo poco que queda de ellos. los quiero mucho y no se olviden de dejar amor, mis queridos tributos. nos vemos pronto.
→ Se despide xElsyLight.
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