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「 ʏ ᴇsᴇ ɴᴏ ᴠᴏʏ ᴀ sᴇʀ ʏᴏ 」





Un escozor comienza a repartirse por mi brazo derecho, como si pequeñas puñaladas diminutas y abrasadoras me estrujasen los dedos. Minho cae a mi lado seguido de Luna, que no deja de gimotear revoloteando a mi alrededor.

—Newt, ¡¿estás bien?! Joder, ¡¿qué es esa cosa?! —Agradezco su ayuda al levantarme, pero nada más estoy incorporado me suelto de su agarre.

—¡Es niebla venenosa!

—Joder... —La noticia le cae peor de lo que pensaba.

Sus ojos brillan con un tono de peligro, y echándose un poco hacia atrás, no deja de observar la niebla como si se tratase de algún tipo de enemigo invencible, lo cual es cierto. Sin embargo, no espero a que le entre el pánico y perder así más tiempo.

Junto los dedos de mi mano no herida sobre mis labios y doy un corto y preciso silbido. La niebla todavía permanece lejos de nosotros, pero no pienso quedarme más tiempo.

Nada más hacerlo, empezamos a correr de vuelta hacia nuestro campamento improvisado y unos pocos segundos después, aparece Alec agitando sus alas de ébano. Nuestros ojos se cruzan y aunque se muestra algo emocionado de ver a Luna, ya que han sido compañeros desde el principio de los juegos, me presta atención de inmediato.

—¡Avisa a los demás, que corran!

Y aunque Minho me toma por un estúpido por confiar en el pájaro muto y que demuestra con su forma de negar con la cabeza, como dándome por perdido, Alec de inmediato se aleja de nosotros dando ese graznido de alerta para los demás. 

Minho y Luna corren a mi lado, y aunque me siento aliviado de tenerlos conmigo, el escozor de mi mano va a peor.

—¿Crees que nos van a dejar atrás?

Obviamente no parece preocupado de que los demás no puedan cuidarse solos, pero es arriesgado. Porque separarnos significaría no poder protegerlos.

Luna comienza a lamer mi mano y aunque siento algo de consuelo en la herida, procuro seguir corriendo sin dejar caer el arco, las flechas, y la daga de Minho en mi cintura que ahora es mía.

Al llegar al hueco de antes, me asusta que había más niebla a nuestros alrededores y que allí, en el círculo del campamento, solo se han quedado Thomas y Teresa, sorprendentemente.

Pero cuando veo que por los alrededores nos amenaza la niebla, no lo pienso dos veces.

—¿A qué estáis esperando? ¡Vamos, corred! —Teresa se ajusta la mochila al igual que Thomas que parece bastante pesada y sin esperarlo comenzamos a correr.

Mientras avanzamos por aquella jungla, siguen resonando los graznidos de Alec por todas partes y eso me ayuda a saber que está consiguiendo librarse de la niebla, y que procura guiar a todos; aparte de eso es Teresa que me informa que los demás decidieron dividirse en grupos, porque conociendo al Capitolio estar todos juntos solo nos traería problemas.

Y no puedo estar más de acuerdo.

No me centro demasiado en el hecho de saber en dónde están los demás, porque ahora debo confiar en que pueden cuidarse solos y solo debo proteger a mi propio grupo.

Thomas no deja entonces de dar miradas a esa agresiva niebla que se nos quiere llevar a rastras con él, y me obligo empujarlo por la jungla agarrándolo de un brazo. Minho va al frente, y Teresa corre a su lado mientras ajusta su mochila a prisas. Yo miro entonces el sinsajo que baila en mi camisa y recuerdo de golpe al ver cómo Thomas se acomoda mejor su propia mochila pesada, que por culpa de un descuido me he dejado tirada mi mochila en la tierra húmeda. Ahora por mi culpa hemos perdido reservas de comida y las tres botellas que permanecían en su interior.

Sin embargo, recuerdo que Isabelle continúa con la suya y eso me tranquiliza bastante. Ahora solo puedo esperar que sobreviva también.

Vuelvo la mirada hacia la niebla sin soltar todavía a Thomas, y veo que se extiende en línea recta hasta donde me alcanza la vista en todas direcciones. No puedo evitar preocuparme por los demás, al mismo tiempo en que me invade un deseo de escapar yo solo, ni siquiera con Minho. Abandonarlos a todos y salvarme, para poder asegurarme de encontrar a mi hermana con vida.

No obstante, me guardo ese miedo en mi interior y lo devuelvo a lo más profundo, al igual que al ataque de pánico que me invade de a poco. Después mis dedos entumecidos y rasposos se estremecen con fuerza, y las ampollas que tengo parecen más grandes.

Con un quejido bajo, recuerdo los ojos pegados que nos observan desde palcos labrados de oro puro y que esperan mis próximas acciones. Mi mano libre sujeta la mano de Thomas con todavía más fuerza, al ver como tropieza con bajas ramas y enredadas, y le digo:

—Mírame, no me pierdas de vista. Así podremos avanzar más rápido.

Eso al momento ayuda, porque nos movemos a un mejor ritmo que antes aunque la niebla sigue pisándonos los talones. Gotitas de vapor se escapan del grueso del gas; queman, pero no como el fuego, es mucho más intenso. A tal punto que se pegan a la carne, la atraviesa y hace que se formen esas ampollas desde dentro. Sí, totalmente doloroso.

Por lo menos, la ropa no se afecta por la acidez del gas venenoso, y eso me hace pensar que la ropa que se resguardaba en el "refugio falso" estaba hecho para esto. Supongo que han sido bastante comprensivos, porque lo peor sería andar en pelotas por esta jungla de bichos y mutos.

Luna nos tiene ventaja y me alegro de que al menos los que están conmigo ya lo conocen, así no tengo que dar explicaciones absurdas por el momento. Minho, que salió corriendo el primero, se detiene al darse cuenta de que vamos con menos ventaja, por culpa de Thomas, claro. Y aunque su intención es devolverse, no puede hacerlo.

Teresa también está hecha un lío con la jungla y si no fuese porque ella se agarra a su brazo, estoy seguro de que me tendría que ocupar de los dos del Distrito 3. Nos grita para darnos ánimos e intentar empujarnos con sus palabras para avanzar. Y yo recibido estas con una sonrisa, porque cualquier cosa sirve.

Seguimos avanzando a ese ritmo vertiginoso, pero me preocupa de inmediato ya no escuchar los graznidos de Alec que me daban algo de esperanza; y entonces todo parece caer demasiado deprisa. Dos hileras de gas venenoso aparecen por nuestros laterales y al mismo tiempo en que Thomas deja que una de sus piernas ignore mis huellas y se enganche en un nudo de enredaderas, Teresa es atrapada por un buen trozo de la niebla.

Sus gritos erizan los vellos de mi nuca, pero a sabiendas de que Minho puede ayudarle solo, yo me encargo de levantar a Thomas. No tardamos nada en retomar la caminata de antes, solo que desde nuestra posición, ambos vemos cómo gran parte del brazo de Teresa está lleno de esas ampollas y que muy difícilmente puede mantenerse erguida.

Minho cruza uno de sus brazos sobre sus hombros y aunque, obviamente le retrasa más la carrera, no parece demasiado afectado por ello. Es fuerte, y estoy seguro de que tiene en mente que yo tengo mis propios problemas.

Pero la imagen de esa Teresa fuerte y con templanza de siempre, desaparece de mi vista al ver cómo se da la vuelta y su rostro está repleto de esas ampollas. Está temblando del puro dolor.

Entonces un miedo completamente nuevo se apodera de mí de solo pensar que algo así puede pasarle a Thomas, y mientras me nace un enorme arrepentimiento por haberlo apartado de mi lado durante estos días, tiro de él hacia delante, dándole un pequeño empujón para que me coja ventaja.

Ahora solo pienso en apartarle de esa niebla que me hace agonizar.

Continuamos corriendo sin mirar hacia atrás, cambiando de rutas y muy por detrás de una arrastrada Teresa y un Minho decisivo. Es entonces que cuándo ellos giran alrededor de unos pequeños matorrales, es el turno de Thomas pero se resbala.

—¡Mierda, Tommy! ¡Arriba! —Pero menudo trompazo se ha dado en el rostro.

La niebla nos ha alcanzado, está a menos de un metro. Continúa su avance, silenciosa, firme y monótona, salvo por los tentáculos que se lanzan hacia nosotros. Y no lo pienso dos veces para cuándo lo protejo con mi cuerpo, no puedo dejar que esa niebla lo toque.

—¡No, Newt! ¡Tú no!

Y no me espero que me agarre de las solapas de la chaqueta para tumbarme en el suelo de golpe. La pierna izquierda me protesta ante el repentino movimiento y aunque me quejo en bajo, comienzo a temblar cuándo veo que la niebla atrapa gran parte del cuerpo de Thomas que me cubre con el suyo. Agarro sus hombros, queriendo apartarlo por su estúpida idea, pero sus gritos me paralizan. Observo sus ojos teñidos de dolor y no tardo en moverme hacia atrás, para sacarnos de ese maldito agujero. Aunque la niebla está con nosotros ahora, y también me alcanza.

Justo cuándo tiro de Thomas hacia adelante, siento un desagradable escozor repartirse por mis piernas y que me tumba de inmediato; pero no puedo rendirme así de fácil. Por lo que cuándo veo que Thomas parece estable por el momento, sostengo una de sus manos tirando de su lado para alejarnos lo más posible de la niebla.

Me siento mareado y unas ganas terribles de vomitar me invaden por el dolor. Me fijo entonces que Minho se mueve en diagonal colina abajo, ahora cargando a Teresa sobre su espalda; tal parece que el desfallecimiento le ha alcanzando. Es inteligente, intenta mantenerse a distancia del gas. No tardo en proponerme a seguirle cuándo todo sucede de golpe.

Se escuchan dos cañones a nuestro alrededor, lo que hace que el corazón se me detenga por varios segundos, al mismo tiempo de que Thomas cae redondo en la maleza.

—Mierda, Tommy... Por favor, no —empiezo diciendo, realmente agotado, para alcanzarle.

Me agacho deprisa a su lado, al ver que ha caído tumbado de lado y cuándo le doy la vuelta para cruzar nuestras miradas, como siempre, siento un terrible golpe en mi pecho al verle. Su rostro está lleno de esas ampollas por todas partes, sus pómulos normalmente lisos y altos están abrumadoramente abultados y no puedo ver casi su ojo izquierdo de lo rojo que está.

Otra vez siento que la bilis me sube por la garganta, y comienzo a estremecerme violentamente. La imagen me trae malas memorias, de los primeros juegos, de mis pesadillas... Pero una mordedura en mi muslo me trae de nuevo a la realidad. Es Luna. 

Hasta ahora no me había dado cuenta de su presencia, como que lo había olvidado momentáneamente y verlo tampoco mejora mi estado de ánimo. Increíblemente a lo que se podría pensar, y a pesar de ser una creación del mismo Capitolio, una de sus patas está arrugada de una forma terriblemente desconcertante y desgarradora.

Mi mano lleno de ampollas acaricia su cabeza por detrás de sus orejas, intentando calmarle y agradeciéndole en parte que me haya ayudado a regresar. Por lo que, tomando una profunda respiración, me incorporo tirando de Thomas a la par que los gimoteos de Luna se escuchan con fuertes sonidos.

—Vamos, chicos, p-podemos hacerlo. —Me alegro cuándo Luna me da un potente ladrido, ya que me indica que me sigue escuchando, pero Thomas no da señales de lo mismo.

Aún así, me alienta oír un claro chapoteo de agua y eso me hace pensar que es justamente lo que estaba buscando Minho antes. Eso me hace esforzarme por pasar los brazos de Thomas por mis hombros para comenzar a caminar los dos juntos, seguidos de Luna que avanza cojeando.

Y aunque ayuda un poco, y conseguimos mantener un camino constante, un poco más adelante no es culpa de Thomas cuando empiezo a caerme. Hace lo que puede por ser un pasajero fácil, y eso teniendo en cuenta que está medio ido, pero de nuevo, me repito que hace lo que puede.

Las dos primeras veces que me caigo consigo levantarme de nuevo, con él encima, y apoyado por un lobo muto que parece tener otra pata enrollada y doliente. Sin embargo, la tercera vez que mi cabeza se golpea contra la hierba húmeda, la pierna izquierda me tiembla incontrolablemente y de verdad que pienso en quedarme en el suelo.

Pienso en dejar que esa niebla nos atrape y poner fin a todo.

No sé ni porqué lo hago, pero observar el rostro abultado y destrozado de Thomas me dice que no puedo rendirme todavía. Y de verdad, de verdad que siento el corazón en la garganta, que sudo como un asqueroso cerdo y que el dolor hace que muerda mis labios hasta hacerlo sangrar... Pero me obligo a levantarme con fuerza.

Lástima que las fuerzas en el cuerpo me estén abandonando, porque cuando intento pasar de nuevo un brazo de Thomas por mis hombros, no puedo levantarnos. Pongo toda la fuerza que tengo en las piernas, y aunque respiro varias veces buscando un mejor apoyo, no lo encuentro.

Y en ese momento, abrazado a un Thomas inconsciente, solo puedo pensar en lo mucho que me arrepiento de haber perdido nuestra especial conexión. De haber sabido que acabaríamos así, habría al menos intentado de entender las cosas.

Porque sí, de algo de lo que estoy seguro es que el día en el que me besó, aunque me tomó por sorpresa en el caos que había en esos días, no me disgustó. Y esa, esa era la verdad que tanto he temido a enfrentar porque sé que en estos juegos, solo uno va a salir con vida.

Y ese no voy a ser yo.

N/A → muchas gracias por leer, yo sé que ha sido corto, pero prometo que el siguiente se llevará un buen trecho, solo por vosotros, mis queridos tributos.

Se despide xElsyLight.

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