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「 ᴜɴᴀs ᴄᴜᴀɴᴛᴀs ʟᴀ́ɢʀɪᴍᴀs 」
Después de hacernos a la desagradable idea de que tenemos que volver a jugar y apostar por nuestras vidas, bajamos la colina en fila. Nuestros pies se arrastran por toda esa arena profunda y cuándo se termina, al igual que habíamos visto desde arriba, el bosque surge de repente.
Es cierto que algunos de mis amigos continúan bastante afectados ante la idea de volver a encontrarnos en las manos del Capitolio, pero antes les he recordado que tenemos que centrarnos porque sólo disponemos de tres días para llegar a la Cornucopia, que no hay tiempo para las lágrimas. La mayor parte de ellos han estado de acuerdo conmigo casi al instante; las únicas que realmente han puesto un poco de problema han sido Rose y Madi.
Son las que más detestan los juegos y saber que volvemos a estar en ellos —nunca salimos realmente— simplemente les causa un terror inmenso. Pero no se han detenido en ningún momento, así que no suponen un posible retraso. Saben lo que está en juego.
«Tienes que ganar, a cómo dé lugar. No les falles, no dudes de ti, Newt. Puedes hacerlo, puedes sacarlos a todos de este maldito lugar», las palabras de Winston vuelven a rondar por mi cabeza y mientras ajusto la chaqueta sobre mis hombros, no dejo de repetirme que tengo que cumplir con su última voluntad.
Por mucho que cueste. Por mucho que duela.
—Esto es cómo antes, chicos, no es un bosque. Es la misma jungla. —Eso lo dice una Rose, que camina a mi lado y mantiene la vista perdida en todo lo que nos rodea.
La palabra resulta bastante extraña en los labios de la chica, pero no es del todo "no conocida", ya que estoy realmente seguro de haberla oído en otros Juegos del Hambre. De todas maneras, como todos los demás, también me pongo a conocer mi alrededor.
Se diferencia mucho del bosque de mis primeros juegos, eso sin duda.
Los árboles son más lisos y tienen pocas ramas, pero no evitan del todo que alguien como Minho —bastante experto en el tema— se balancee por ellas para observar lo que sea que se pueda ver desde lo más alto. La tierra de nuestros pies es muy negra y esponjosa, a menudo oculta por enredaderas con flores vistosas y de distintos colores. Hacen la vista un poco más pintoresca, si es eso posible en un lugar como este.
El tiempo es completamente diferente al terreno anterior. Es cálido, pero sin llegar a lo abrasador, y bastante húmedo. Esto me hace pensar mucho en nuestras reservas de agua y en lo poco que nos pueden durar en los últimos tres días; aunque tampoco es como que vaya a dejar que los demás beban de ellas como posesos.
En total tenemos diez botellas. Antes de seguir avanzando por el lugar, decidí repartir estas con Isabelle, una de las chicas que más seguridad me producen. En total yo llevo las primeras cinco, y ella las otras cinco restantes; con eso por ahora sé que las tengo en buen resguardo.
El sudor comienza a bajar por nuestras frentes a medida que más avanzamos y dejamos el frío helado del desierto mucho más atrás.
Ahora lidero la marcha en compañía de Rose, quién sigue absorta en la jungla que nos atrapa más y más consigo. Yo me abro paso entre la densa vegetación con un largo cuchillo dado gustosamente por Minho; él y Jace son quienes tienen más armas en sus mochilas.
Sin embargo, entre la cuesta empinada de antes y el calor, inevitablemente, no tardamos mucho en quedarnos sin aliento. Sin embargo, seguimos subiendo rápidamente durante todavía un tramo de kilómetro más, hasta que Rose pide un descanso.
Nadie pide lo contrario y nos acoplamos en un gracioso intento de círculo familiar; este tipo de cosas me hacen pensar que estamos a punto de comer una cena de conocidos y constante, pero claramente es todo menos eso. Rose descarga su mochila en el suelo, aprovechando que los demás sacan varias mantas para acomodarlas como almohadas para sus traseros y ella me dedica una mirada intensa.
Alzo una de mis cejas, sin entender qué busca.
Es sólo cuando veo que saca del interior de su mochila un arco bastante similar al suyo, que una idea se me pasa por la cabeza. Me lo tiende con una sonrisa que hace que en sus mejillas nazcan dos hoyuelos pequeños, y pienso en qué con esa cabellera pelirroja, realmente podría tomarla por algún ser del bosque, como una ninfa.
—Quiero que te lo quedes tú, por si acaso. —Lo tomo de sus manos un poco confuso.
—¿Cómo sabes qué tengo buena puntería?
Pero ella mantiene su sonrisa, para nada dudosa.
—Minho no dejaba de decir que cuándo en vuestro Distrito no dejabais de jugar con dardos y cosas similares, tú siempre conseguías dar en el blanco. Así que no pongo en duda que te será de mucha ayuda contra los otros tributos.
Mientras acaricio entre mis dedos su cobertura oscura y pulida del arco, no dejo de pensar en qué hay una enorme diferencia entre dardos de juguete o latas vacías de comida con las que probábamos a veces en el pasado, y entre los candidatos humanos que nos esperaban sedientos al otro lado de la Cornucopia. La sola muerte de Keisha me había afectado de sobremanera, no sabía si sería capaz con más.
De todas maneras, le agradezco con una sonrisa y ella se siente realizada. Lo sé por su expresión llena de alivio. Luego me tiende un carcaj a juego, con varias flechas de repuesto. Me lo cuelgo en la espalda sin detenerme mucho a pensar en si me llegaría la oportunidad de utilizarlo.
—Oye, Newt. ¿Puedes venir un segundo? —Me llama Minho desde una clara distancia de los demás, y algo curioso, lo alcanzo con prisas.
Los demás nos dedican una vistas de interés absoluto, pero ignorándolas, me detengo a un lado de mi mejor amigo que me espera justo enfrente de un árbol bastante frondoso. Tiene la cabeza inclinada hacia arriba, quizás viendo hasta donde puede llegar.
—Echemos un vistazo desde arriba, Newt. Quiero que veamos cuánto nos hemos alejado del desierto y cuánto nos queda por avanzar para la Cornucopia. —Nada más lo escucho, la sola idea de trepar hacia allá arriba como un mono me aterra.
Me cruzo de brazos sin si quiera pensarlo.
—¿Qué?
Entones me da un empujón que me obliga a trastabillar unos pasos hacia atrás, y después me suelta como si nada: —¿No te dije que te enseñaría a hacer las mismas que yo? Ya no estamos en el 12, es cierto, pero creo que esta es una buena oportunidad para mostrarte cómo lo veo todo desde allá arriba.
Y yo me quedo perplejo. La sola imagen de mi mismo allá arriba, la creencia de que un solo paso en falso acabaría con todo lo que estoy haciendo, me pone de los nervios. De todas maneras, cuándo siento que alguien me arrebata la mochila de mi espalda, más no el arco, siento que no me han dejado con muchas opciones. Es Jace, se la pasa a una Isabelle que sonríe divertida.
Yo solo siento que se están burlando maquiavélicamente de mí.
—¡Vamos, será divertido! —dice Minho, y yo lo dudo enormemente.
No obstante, veo su rostro emocionado y siento que quiere cumplir al menos una de sus promesas. Lo dejo estar.
Estamos estirando los músculos del cuerpo, cuándo la voz de Thomas se escucha por detrás.
Inevitablemente mi corazón se agita de improvisto al cruzarme con esos ojos achocolatados y nerviosos, y me hace pensar en lo mucho que extraño hablar normalmente con él.
—¿Pero es seguro?
Es Minho quién responde.
—Claro que lo es, va a ir conmigo. Será rápido, chicos, y esto nos será de ayuda.
Entonces, mientras me ajusto la correa del carcaj, Minho me recomienda que agarre y pise las mismas ramas que el. Trato de sentirme presionado cuando todos me animan desde abajo, y cuándo Minho comienza ya a subir. Se abre camino entre las retorcidas ramas, permaneciendo lo más cerca posible del tronco.
Intento no perder movimiento de mi amigo cada vez que escoge otra de esas ramas, que parece de goma, al azar. Se me cruza la idea de que los dos nos veamos obligados a caer de bruces hacia el suelo, y que eso nos haría partirnos la crisma, pero cuándo Minho me dedica una sonrisa de oreja a oreja desde arriba, sé que no lo haremos porque se siente como en casa.
—¡Ni siquiera se te ocurra mirar hacia abajo, lo estás haciendo genial! —me dice desde arriba y yo solo siento que mis manos temblorosas y sudorosas dicen todo lo contrario.
El temblor de mi pierna izquierda tampoco mejora las cosas. Eso me hace dudar en un momento en el que me poso sobre una rama bastante fina y lo que pasa a continuación, es totalmente culpa mía. Me resbalo, no alcanzo a coger la rama que deja Minho para mí y caigo.
—¡Mierda, Newt! —dice mi mejor amigo.
Cuándo me veo cayendo para darme de bruces contra el suelo, siento su mano morena y gruesa aferrarse a mi muñeca. Los gritos de mis amigos se escuchan abajo, pero cuándo Minho se engancha en otra rama y hace fuerza, trato de cualquier manera agarrar la rama que tengo enfrente. Parece demasiado bizarra la escena cuándo Minho me deja sobre un tronco bastante más grueso que los anteriores y cuándo se cerciora de qué estoy bien sujeto al tronco, recupera su atención posición.
Ambos compartimos una mirada angustiosa, y entre unas pequeñas risas nerviosas y respiraciones agitadas, yo me dirijo hacia mis amigos. No distingo sus rostros con claridad por la distancia, pero me encargo de que mi voz les llegue.
—¡Todo bien aquí arriba, relajaos!
Tampoco escucho lo que dicen y no me quedo para averiguarlo. Sigo subiendo hacia arriba, detrás de un Minho que no me deja de observar en todo momento y finalmente, llegamos a lo más alto. Ambos estamos descansando sobre la misma rama, que no es más que un tronco bastante más ancho que el de un arbolito recién nacido.
Minho me sonríe y me da una palmada en mi brazo izquierdo. La pierna me tiembla más que nunca, llega a doler.
—¿A qué ha estado bien? —lo pregunta con toda la confianza del mundo y creo que ignora lo mucho que me tiemblan las manos.
—Exceptuando que casi muero allí abajo, sí, ha estado bien.
Ambos nos reímos, y yo me creo incapaz de pensar en lo que acabo de hacer.
—Para la próxima, déjame decirte que para descubrir las buenas ramas, sólo tienes que escuchar el crujir del tronco del árbol. —Yo le doy un pellizco en uno de sus brazos, sin creerme que me haya obligado a hacer una locura como esta.
—Nunca sabré cómo haces estas cosas.
De todas maneras, ambos compartimos una sonrisa y observamos ese hermoso y cruel paisaje que se nos muestra.
Allí, desde mi precario punto de vista distingo la forma que nos aleja de la arena del desierto que comienza a resquebrajarse: un círculo perfecto, parecido a una cúpula. Esta no parece afectarse por el desierto que comienza a desaparecer a nuestras espaldas. Sin embargo no está mal suponer que a cada paso que demos hacia adelante, está se vuelva más pequeña con el propósito de encerrarnos hasta llegar a la Cornucopia. La cual, dirigiendo nuestras cabezas a una izquierda más al frente, podemos ver que está más lejos de lo pensado.
Mecido por la brisa escasa desde aquel alto, mis sospechas se confirman: tres días no nos serán suficientes. La sola certeza de ello consigue que mi corazón se estruje; comparto una mirada con mi mejor amigo, que solo empeora las cosas.
Sin embargo, sus palabras salen más animadas de lo que pensaba.
—Tengamos fe en que saldremos de esta, Newt, todos juntos. —Pero sí, alientan a mi esperanza.
Vuelvo a dedicar una intensa mirada a nuestro alrededor, y realmente no hay más que vegetación además que en el centro se encuentra en un lugar bastante despejado que será la Cornucopia. Todo está ajustado perfectamente, similar a cúpula.
Ni sé porqué lo hago, pero echando mi mano dominante hacia el carcaj de mi espalda, ajusto una flecha en el arco y señalando hacia ese cielo que seguramente sea falso, disparo hacia ella.
La distancia no es mucha, y Minho y yo vemos como se desintegra con una chispa de luz; deja entrever el aspecto metálico que es la cúpula en realidad y luego vuelve a retomar la imagen del cielo oscuro pero con reflejos rosados dignos del pronto amanecer.
Minho suspira levemente, para señalarme qué es hora de bajar para descansar. Guardo entonces el arco en su carcaj en mi espalda. Pero antes de movernos, lo detengo, mencionando: —Oye, Min, tu daga... Cuando bajemos, te la devolveré, ¿vale?
—¿Qué? —Por un momento pareció que realmente no me había entendido para nada. Como si no hubiera comprendido del todo mis palabras, por lo que se lo repito.
—La daga, Minho. La que me diste cuándo nos separamos en el 12.
Sus ojos se cierran de improvisto y sólo suelta un: —Ah.
Eso es todo lo que dice, y yo me cruzo de brazos sin entender al de descendencia asiática.
—¿No lo recordabas? Ha sido lo único que me ha mantenido con vida desde el principio y claro, como es tuya, pues... Solo esperaba que llegara el día para devolvértela.
Pero entonces niega, con una alegre sonrisa. Tiene una mano sobre su corazón.
—Era de mi familia, quizás la última cosa que me queda de ellos en realidad. Pero... es tuya. No la quiero, creo que tenerla encima sólo me haría más daño, ¿sabes? —Veo que por sus ojos castaños cruzan un brillo doloroso y sé que recuerdos amargos invaden su mente.
Por lo que estrecho mis manos sujetando una rama a mis pies, y asiento sin hablar más del tema.
—Gracias, Min, de verdad. La cuidaré con mi vida.
Después de eso, ambos nos regalamos un abrazo corto y nos preparamos para descender.
Cuando llegamos abajo, nadie del grupo parece realmente angustiado ante el hecho de que nos hubiéramos tardado más de lo usual. Minho y yo entonces al reencontrarnos con los demás, nos sorprendemos con cómo han transformado el lugar. Utilizando varias briznas de hierbas y ramas pequeñas, han construido cuencos que Heather se ocupa de llenar con frutos secos pelados. No tengo idea de dónde los han sacado, pero todos parecen disfrutar zampándoselos, y eso es suficiente para saber qué es comestible para mí.
Aparte de ello, han colocado hojas grandes en una especie de círculo alrededor de todos para ocultarse de vistas indeseables, si se da el caso; aunque dudo que puedan esconderse de las molestas cámaras del Capitolio.
Cuándo los alcanzamos, Minho pisa una rama pequeña y eso descubre nuestras posición. Sorpresivamente, recuerdo de improvisto que esto debe de ser obra de Ethan y Heather, como hicieron en los primeros juegos. Me da algo de nostalgia, y después nos reciben entre risas.
Me alegra ver que el humor del equipo no ha caído del todo.
Tomando asiento justo en un tronco libre al lado de mi mejor amigo, para darme cuenta que todos estaban bebiendo de dos botellas de agua. Eso me hace revisar mi mochila de golpe, ya que se encuentra al pie del mismo tronco que habían dejado para nosotros. Se me cae el alma a los pies cuándo veo que las han sacado de esta misma mochila y que ahora sólo quedan tres.
Sin embargo, antes de saltar, es Isabelle la que habla. Tiene el cabello recogido en una coleta alta.
—Yo he dado permiso para que las cogieran. De todas maneras, aun quedan las otras cinco en mi mochila, Newt. No hay de qué preocuparse. —Y aunque trato de mantener un rostro inexpresivo, por dentro sólo acomodo mis cuentas para todos los que somos.
El pensamiento de que no alcanzan para todos me atormenta, pero sigo manteniendo la calma. Intento distraerme con la conversación de mis amigos, mientras saco la daga de Minho del bolsillo secreto de mi mochila y me la ajusto en el cinto vacío de mis pantalones. Allí queda enfundada y a buen resguardo; más que nada por si cualquier cosa.
Comparto una mirada con Minho, y me muestra una gran sonrisa. Sigo sin creerme que ahora la daga del cinto sea realmente mía; de alguna manera, es el mejor regalo que he podido recibir hasta ahora. Por supuesto, la muestro quizás con mucha exageración ante las cámaras porque ahora no es como en los anteriores juegos. Me da igual que la vean. Estoy harto de esconderme.
Después decido disfrutar aunque sea una noche de la reunión con los demás, y tomo agua de la botella que me pasan. Luego se la doy a Minho. Entonces, la conversación fluye y pronto nos encontramos absortos con la revelación de los del grupo B y C.
—¿Vosotros también tenéis tatuajes? —pregunta una Brenda que mantiene entre sus piernas, a una dormida Madi.
Vincent es quien asiente.
—Todos, menos Aris y Madi.
Por pura curiosidad, Ethan pregunta que revelen sus significados y que luego lo haremos nosotros. No se me pasa desapercibida la incomodidad de Teresa y Thomas con este tema; pero para que haya confianza en un grupo, hay que sincerarse con todo.
Las cosas quedan así entonces: Violet, C2. " La Jinete " ; Dayana, B3. " La Poderosa " ; Collete, C4. " La Protectora " ; Isabelle, B7. " Medusa " ; Minho, B1. " El Líder " ; Rose, B6. " La Arquera " ; Jace, B2. " Divergente " y Vincent, B5. " El Prohibido ". La mayor parte de los apodos causan mucho intereses en mi equipo del A, pero pronto mi grupo comienza a seguir su ejemplo para revelar nuestros propios tatuajes.
—Yo soy A5, " El Nexo Líder ". —Y entonces en el momento en el que Jace se burla con su carcajada sardónica, me doy cuenta de lo mucho que me irrita.
—No me sorprende —se limita a mencionar y alzo los ojos al cielo—. ¿Ahora tenemos dos líderes entre nosotros? Eso confirma lo que llevamos viendo en los últimos días.
»¿Cómo haréis para manejar los puestos de poder?
Comparto una intensa mirada con mi mejor amigo, y hundiéndonos de hombros al mismo tiempo, dejamos ese tema para después.
Cuando llegamos finalmente al turno de Teresa y Thomas, un extraño silencio los invade y lo cual es totalmente comprensible. Ellos lo sueltan con rapidez; concisos y sin dejar ninguna duda.
—A2. " La Traidora ". —Teresa no mira a nadie en particular cuándo lo dice.
Thomas traga grueso antes de continuar al ver que es su turno. Por un momento ambos cruzamos nuestras miradas, pero no tarda en volver a regresar esta hacia el suelo y yo desvío la mía hacia mi daga.
—A1. " El que debe ser asesinado... " —Y todos los del grupo A comparten una larga mirada cómplice sin entender su verdadero significado.
En cambio, yo comparto mirada con mi propio grupo, incluyendo a Thomas, al saber a conciencia cierta lo que había ocultado. Literalmente todos los del grupo A sabemos que en realidad su tatuaje dice " El que debe ser asesinado por el grupo B "; pero claro, yo en mi lugar delante de todos ellos tampoco lo habría dicho.
Así que cuando la luz rosada comienza a bailar sobre las copas de los árboles, se escucha la fuerte voz de Galliard decir por todo lo alto: —Yo soy el A10. " El Eterno ".
Eso me causa sorpresa, porque realmente nunca había tenido oportunidad de conocer si era como nosotros. Esto confirmaba que así era.
—Eso explica mucho porque sigues con vida después de todo lo que ha pasado —menciona Brenda, entre risas.
Sin embargo y aunque la mayor parte de nuestros amigos comparten su mismo estado de ánimo, Gally realmente no parece estar centrado en su renovada conversación. Saca del interior de la mochila un pequeño tubo metálico que abre ante los ojos de los demás.
Ante la curiosidad de todos los presentes, no tarda en aclarar.
—Es un mapa con un atajo hacia la Cornucopia. El anterior lo perdí hace bastante, pero este lo cogí de la habitación en la que estaba encerrado. —Y como era previsible, Thomas ataca ante la sola mención de eso.
—¿Y no crees que al formar parte de ese refugio también forme parte de alguna trampa?
Al momento el silencio nos envuelve, pero nadie dice nada. Gally vuelve a cerrar el tubo, que claramente muestra un mapa digital y me prometo a preguntarle sobre ello después. No obstante, también mantengo un poco la postura de Thomas.
No podemos confiar en algo que pertenecía a un refugio que era falso y encima, bajo el poder del Capitolio. Después de eso la conversación de todos se agota y cuándo voy a encargarme de la primera guardia y varios de ellos ya están dispuestos a dormir unas horas, el cielo rosado se ilumina con el sello del Capitolio, que aparece flotando en el espacio.
Todos se incorporan para mirar a lo alto, incluyéndome, para escuchar el himno. Me estremezco levemente al ser consciente de que esta es otra de las cosas que confirman que estamos en los juegos. Antes de que muestren los rostros de los caídos, en lo alto pone que pondrán el número exacto de los tributos que están con vida. Nos extraña que no digan nada de los caídos, pero lo dejamos estar para poner plena atención en el número mostrado.
Muestra un 29, es decir, echando cuentas, de nuestro grupo hay 17 de esos, por lo que los que nos esperan en la Cornucopia son un total 12. No es de extrañar que a lo mejor se hayan dividido en grupos, aunque eso solo empeoraría las cosas. Todos mis amigos sacan sus armas, para tenerlas en mano cuándo la pantalla se apaga y no muestran nada más.
Hay que estar alertas, por si cualquier cosa. No sabemos de qué distritos son, no sabemos sus habilidades y no sabemos si tienen algún plan para acabar con nosotros, los especiales.
De todas formas, Jace parece bastante contento con la nueva información en mente.
—¿Qué traes con esa sonrisita? —le pregunta Vincent, a un lado, acomodándose sus espadas sobre la arena húmeda.
El calor parece haber subido un poco más, porque Madi no deja de pasar el dorso de sus manos por su frente. Me nace la necesidad de darle un poco de otra botella de las mías, pero me abstengo porque la voz de Jace me llama la atención nuevamente.
—Que somos mayoría, la suerte está de nuestra parte, claro. —Y puedo asegurar desde mi perspectiva, que a nadie le cae en gracia ese comentario.
—¿Dices que tenemos ventaja? ¿Qué tenemos más posibilidades de matarlos a ellos?
A todos nos sorprende la jovial voz de Madi al decirlo, pero tratamos de sobrellevarlo. Es Isabelle quien le responde con la sombra de una sonrisa sobre sus labios.
—Madi, esto es tema para mayores. Tu duerme, anda. Tienes que descansar.
Después de eso la conversación vuelve a morir, la pequeña cría de rulos oscuros descansa su cabeza sobre el regazo de Rose, y todos vuelven a ocupar las posiciones anteriores del aviso del Capitolio. Realmente no estoy seguro de que nos haya ayudado dentro de lo que cabe.
Aunque realmente se está haciendo de día, he dejado descansar a los demás por todas las apabullantes emociones de estos días. Justo cuándo pienso levantarme para intercambiar puesto con mi siguiente, que es Brenda, me detengo al escuchar unas ramas romperse en la lejanía. Eso me alerta enseguida y al tener a mano el arco dado por Rose, que ahora me pertenece, lo alzo por todo lo alto mientras con una patada levanto a Minho, quien entiende el mensaje de inmediato.
Se espabila de inmediato y dejando su mochila a un lado, tiene ya en sus manos dos hoces.
Le hago una seña con los dedos, para que se quede con los demás y avanzo sobre la hierba resbaladiza hasta cruzar dos árboles cruzados; tienen forma de corazón. Avanzo con sigilo, entre aquel cielo que asombrosamente, parece devolverse atrás con el tiempo. Es decir, dedicando una alta vista hacia el, me doy cuenta de que las luces rosadas y anaranjadas desaparecen para regresar al cielo nocturno que vimos antes. Eso me hace pensar que los que manejan los controles de los juegos han decidido dañar nuestra vista para hacer las cosas más divertidas.
Mi cabeza va a mil mientras avanzo en plena oscuridad, los recuerdos de mis primeros juegos vuelven a mi mente y realmente no entiendo qué puede hacer un tributo tan alejado de la Cornucopia. En mi lugar no saldría de ella al ser uno de los mejores lugares estratégicos en los que estar, es decir, si llegas primero, solo tienes que esperar a que vengan los demás. Fácil.
De todos modos sigo avanzando con el arco en mis manos y con una flecha preparada atenta a cualquier cosa que se mueva. Y es entonces que allí, bastante alejado de mis amigos y a través de unos matorrales, escucho una especie de gruñido.
«Mutos», eso es lo primero que se me cruza por la cabeza. Siempre se me olvida de lo qué es capaz el Capitolio, y tengo que recordarme cómo ahora mismo que estos son capaces de hacer cualquier cosa para acercarnos a los otros tributos, y hacer los juegos más divertidos.
Todo por el maldito show.
La flecha en mi mano tiembla mientras su cola raspa mi mejilla, justo debajo de mi ojo. Sin embargo, cuándo algo sale con afilados dientes de esos matorrales, afianzo mi posición a esperas de ver quién decide atacar primero. Pero... La flecha casi se me resbala cuándo veo que se trata de un muto, sí, pero mi animal muto.
Su pelaje blanco deslumbra en aquella profunda oscuridad y sus ojos azules no parecen reconocerme. Pero para mí es suficiente para bajar el arma. Permanezco quieto hasta que se me acerca —todavía mostrando los dientes— y entonces tomo una posición más relajada.
—Hola, Luna. —Y sólo hace falta mencionar su nombre, para que deje de gruñir.
Extiendo una de mis manos hacia su hocico, con la esperanza de que me reconozca y de qué sepa todo el alivio que me embarga al saber que ahora puedo estar más seguro. Tener de vuelta en mi poder a la criatura que creó mi padre para protegerme, es una de las mejores sensaciones.
—¡Cuidado, Newt! —Minho intenta alertarme, pero nada me puede apartar de mi viejo amigo.
Ni siquiera pienso en qué ha desobedecido mi orden para alcanzarme, solo pongo atención en la criatura que huele mi mano, delicadamente, para después comenzar a lamerla. Y eso es lo único que necesito para reposar el arco en mi espalda y agacharme a su altura, pronto sé que me recuerda porque con un pequeño gimoteo, se me tira encima y sus lengüetazos son la razón suficiente para tranquilizar a mi mejor amigo. Porque realmente, Luna no suponía un peligro para nadie.
Mis dedos acarician esas fibras blancas, suaves y algo húmedas. Sentir su lengua mojada sobre mi rostro me saca una pequeña carcajada además de unas cuantas lágrimas, sin creerme todavía que por fin lo tenga conmigo de nuevo. Después se me quita de encima para saltar sobre mi mejor amigo, y solo puedo escuchar de su parte un «¡Es el lobo del que os hablaba!», antes de caer sobre la brizna con mi lobo encima.
Aquello me hace soltar un suspiro repleto de alivio porque ahora sé que tengo uno menos del que preocuparme. Lo veo allí, encima de Minho y dándole otro par de lengüetazos, y no puedo evitar fijarme en todo lo que ha crecido. Esta incluso más grande que la última vez que nos vimos, eso sin dudarlo. Sus patas son más largas, su cola se remueve con felicidad y sin duda, su cicatriz en uno de sus lomos (y razón por la que nos conocimos) es casi ya imperceptible.
Viéndolo allí, no puedo dejar de preguntarme por todo lo que habrá pasado.
—Bueno, bueno... Déjalo libre, Luna. Tienes que conocer a los demás, así que deja de perder el tiempo con Min, anda. —Es lo que voy diciendo con una sonrisa.
Y cuándo se va separando del pegajoso rostro de Minho, este alza la mirada para encontrarse con la mía y la sonrisa de oreja a oreja de su rostro desaparece al fijarse en algo a mi espalda. Eso me eriza los vellos de la nuca al instante.
—¿Qué es eso? —Señala con la cabeza, intentando secarse los lametazos.
Eso es suficiente para darme la vuelta con la idea de sostener en mis manos el arco, hasta que me fijo en qué se trata de una especie de niebla que se desliza por el suelo lentamente desde el lugar en el que apareció mi amigo lobuno anteriormente. Sigue acercándose sin detenerse a un ritmo constante. Por alguna razón, no puedo apartar la mirada de ella y de sus tentáculos que se estiran y se curvan como dedos. Doy varios pasos adelante para alcanzarla, mientras estiro de igual manera mi mano derecha.
Mis dedos se estrujan un poco antes de acercarme más todavía, cuando pienso en qué su forma no es normal. Las nieblas (bastante constantes en el 12) son irregulares, y estas son mucho más claras y uniformes. No parecen del todo naturales, y si no son naturales eso quiere decir que...
—¿Newt? —Es la voz de Minho que seguro está desconcertado por mi comportamiento.
Sin embargo, lo ignoro al igual que los ladridos fuertes de Luna que resuenan en mis oídos. Un olor dulzón invade mis fosas nasales cuándo mis dedos tocan esa niebla. En los pocos segundos que tardo en hacerlo, siento un desagradable dolor repartirse por ellos; como si me los hubiera quemado en ácido. Y es tal el dolor que me lanza hacia atrás con un grito.
Después empiezan a salirme ampollas por la mano derecha y sé que si no escapamos de esta asquerosa niebla producto de los Juegos, estaremos jodidos.
N/A → holaaaaa de nuevo, mis queridas caracolas ! finalmente pude actualizar otro capítulo que ya está más cerca del final y que, por supuesto, ya forma parte de la tercera y última parte como ya vieron en mi otra actualización. ¡y nada menos que estrenando separador nuevo!
;; amo demasiado los colores, amo como va la historia y cómo las preguntas finales se están aclarando. hagan cuentas, con este tipo de situaciones como la neblina, el número de nuestros queridos amigos se va a reducir. con esto quiero decirles que van a llorar en el siguiente.
;; de todas maneras, ¡esto era todo! ;3 espero que les haya gustado la actualización, porque amo a mis bebés y quiero que vean lo mucho que me esfuerzo por esta historia; solo para ustedes. no se olviden de que está basada en los juegos del hambre y aunque hayan habido muchos cambios, no dejará de basarse en la misma. los quiero mucho, no olviden de dejarme votos y comentarios que amo saber lo que opinan.
;; y sí, no queda nada para que tommy y newt hablen del beso y se arreglen, wiii.
→ Se despide xElsyLight.
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