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「 ᴇɴᴠᴜᴇʟᴛᴏ ᴇɴ ʟᴇɴɢᴜᴀs ᴅᴇ ғᴜᴇɢᴏ 」



Después de hacer un intercambio de guardia con Brenda me acuesto en una esquina del circulo que forman los demás tributos y gracias al agotamiento que comienza a invadir y sofocar mi mente, me desvanezco en la oscuridad de la noche y los sueños me dominan.

En estos, me encuentro sentado en el porche de mi vieja casa en La Veta, Distrito 12, y por mi imagen mostrada seguro que tenía unos dieciséis. Minho está a mi lado —que tiene un aspecto distinto, más joven— y manosea una caja vacía. Por el momento, sé que no se trata de algún sueño cualquiera si no de un recuerdo de su cumpleaños decimoctavo. Lo están celebrando de la mejor manera que pueden: juntos.

Puedo hasta dejar de mirar porque sé perfectamente de qué va todo aquello; Minho está conmigo porque sus padres estaban trabajando y al estar siempre libre de responsabilidades, siempre estábamos uno al lado del otro. Sin embargo, devolviendo la vista al escenario, observo que el chico asiático frunce sus labios con fuerza. Después, dándome cuenta de qué no he podido ni decirle algo (el yo de aquel tiempo), llega Haymitch con una nueva bebida alcohólica en la mano.

Después de eso Minho le da dos peniques y con una palmada (por parte de Haymitch) en uno de los hombros, se devuelve por donde ha venido. Lo veo marchar mientras esconde sus manos en su abrigo. Siempre tan solitario.

—Necesito un poco de esto, Newt. No me culpes. —Y ante mis ojos sorpresivos se toma un buen trago de la bebida. 

Y entonces, cuando parpadeo, me he apoderado del cuerpo de mi yo de esa ensoñación.

Minho tose tras probar de ella y me río, porque no gana nada haciendo aquello. Después se sacude el cabello dejando la bebida en el suelo, haciendo una graciosa mueca y le golpeo uno de los hombros diciéndole que no lo repita.

—¿Y crees que puedes obligarme a eso? —Ambos nos quedamos mirando fijamente y de repente, tiene diecinueve como actualmente, además de las ropas que recuerdo haberle visto puestas en nuestro reencuentro en los segundos juegos.

La escena cambia y ambos estamos uno frente al otro en un suelo ardiente y arenoso. Sin embargo, no es eso lo que me confunde. Si no la manera en la que observa mis belfos y en la peligrosa cercanía que está tomando. No entiendo porqué no hago nada para apartarme; más bien abro un poco más de mis labios, y cuándo posa una de sus manos sobre mi muslo derecho, siento que un escalofrío me recorre de pies a cabeza. Un curioso calor cubre mis mejillas y después todo da vueltas y me encuentro en el suelo teniendo encima a un Thomas igual de sonrojado que yo, o puede que más. El suelo ahora es metálico y sus ropas están hechas todo jirones y hasta me parece verle con una herida bastante grave en la cabeza.

Nuestras respiraciones agitadas se complementan y sólo puedo verme reflejado en su mirar chocolate. Sus brazos están apostados a los lados de mi cabeza y la cercanía que tenemos esta próxima a terminar. Alzo una de mis manos, con la idea de acariciar una de sus mejillas pero de pronto este acorta la proximidad y justo cuándo nuestros labios están a palmos de tocarse, algo cae en mi boca. Tiene un sabor metálico y en el momento en el que cierro los ojos sólo por saborear algo tan desagradable, me encuentro levantado, en un bosque tupido y apuñalando a Keisha, la niña que maté en los primeros juegos. Sin embargo, eso no dura mucho porque su reluciente cabellera oscura va tornándose de un rubio de ensueño y su mirar castaño se cubre de un tono avellana.

La imagen me sobrecoge y consigue que me eche hacia atrás, sin poder creer lo que he hecho.

—L-Lizzy, lo-lo siento, yo... —Pero no me salen las palabras.

Cuando mi hermana pequeña expulsa más sangre de su menudo cuerpo y me dedica esa expresión de completo desconcierto y expresando odio hacia mí... me despierto. Y nada más hacerlo, un fuerte viento me golpea el rostro y la ropa, pareciéndome como si unas manos invisibles trataran de arrancármela. Sin embargo, a pesar de esperar que la luz solar me iluminase y me quemase, me encuentro en la situación de que todavía estaba oscuro.

Intento levantarme, y aunque me cuesta un poco por la pesadez que me invade, pronto miro a mi alrededor en busca de Thomas, que es a quién le toca la guardia antes del amanecer.

Lo veo, en la distancia, sujetando el muñequito de Chuck. Al notar su expresión perdida y confusa, alzo los ojos hacia el cielo negro y aspiro profundamente para enterrar las ganas de salir hacia él y consolarle. Después de todo, las guerras personales y muy íntimas uno tiene que librarlas solo. Obviamente sé que lo está pasando muy mal; después de enterarse de que era adoptado, de que en realidad viene del Distrito 13 y de que aún había muchas cosas que no tenían ninguna respuesta, eran motivos suficientes para mantener a tu mente muy ocupada. Y por esas mismas razones me aparto, porque tiene que superar todo aquello solo.

Cavilo en todas esas veces en las que me ha dado mi espacio para mi, y sé que es lo que quiere en ese momento. Verle patear el suelo y apretar con fuerza la figura de madera lo demuestran. Motivo por el que retomo mi posición anterior, algo más a gusto con el frío que hace porque era un gran cambio con el inmenso calor que había hecho desde su llegada.



Me despierta, muchas horas más tarde, la luz pálida y gris del amanecer que deja ver la espesa capa de nubes que cubre el cielo. También hace que el desierto interminable que nos rodea parezca todavía más lúgubre. Aquel repentino cambio de clima no me parece tan extraño porque sé que al ser la Zona Infernal, estas cosas suelen ser pan de cada día.

Sin embargo, a mis compañeros sí que parecía sorprenderles el inesperado cambio de clima.

—¡Güey, menudo frío! —dice Ethan, mientras cubre con su sábana los menudos hombros de Heather. Aquel acto es lo primero que llama mi atención porque la mirada que comparten, sólo me trae recuerdos de la compañía que solía hacerme Minho.

Golpeando ligeramente mi frente, trato de no pensar en ello. Tengo que mantenerme fuerte por mi equipo, me repito, mientras las ráfagas de aire me lastiman por la fuerza que tienen. Parece que una gruesa capa de arena se levantan en la lejanía, cerca de la ciudad que queda a unas pocas horas de su destino. El viento brama en sus oídos y ve cómo Brenda se acerca hacia el con la ropa flotando.

—¡Ya era hora de que despertaras! —le grita, mientras ya estando a su lado le golpea uno de los brazos.

Después me dice que si no llegaba a levantarme, la patada que habría ido a mis huevos habría sido de lo más fuerte. Con una sonrisa ligera, me alivio de no haber sido atacado por la bestia que tiene de nombre Brenda.

—¡¿De dónde ha salido todo esto?! —Heather trata de hacerse oír en la ventisca que pronto parece querer tragárselos por completo. Por puro milagro eso se hace posible.

Thomas me señala que mire hacia arriba y veo nubes negras formarse rápidamente. Se acerca corriendo a mi lado, y poniéndose de puntillas ligeras, me grita al oído: —¡Supongo que alguna vez tenía que llover en el desierto! ¡Come algo deprisa, porque ya tenemos que irnos! 

—¡No me lo digas dos veces, pero creo que tenemos que irnos ya! ¡Después comeré algo! —No puedo evitar fijarme en la mirada alicaída que pone nada más oírme, pero ignorándolo, les digo a los demás que tenemos que llegar cuanto antes a la ciudad para encontrar algún lugar en donde guarecernos antes de que caiga la tormenta.

—¡Aunque si lo piensas, puede que nos venga bien esta agua! —grita Ethan y todos alzamos los ojos al cielo porque, por mi parte, no creo que nos guste lo que se deje caer.

—¡Vámonos, pingajos! —Comando y unos pocos minutos después, estamos marchando una vez más hacia la ciudad. 

No dejo de mirar el cielo gris en ningún momento porque temo que lo que estalle de ella nos ponga en una peor situación que ahora. Además, a pesar de que hemos repartido bien la comida sigue sin ser suficiente para reponer las mismas energías que teníamos en los viajes en el tren. Sin embargo, me toca mirar hacia delante cuándo casi me tropiezo.

Thomas es quién me ha sostenido del brazo para evitar qué me diese un golpe. Comparto una mirada con él y de repente, me viene a la cabeza mi sueño, en el que estábamos demasiado cerca. Aparto la mirada al fijarme en sus labios abiertos, y sigo hacia adelante.

De sólo darme cuenta de la presencia de resequedad en ellos me hace plantarme con más ahínco en aquella ventisca. Tenemos que llegar, tengo que llevarlos a un lugar seguro, me digo con seguridad en mi mente, intentando que el aire no me lleve de nuevo hacia atrás.

Los demás por el momento no parecen tener problemas; quizás solo Teresa, quién si no fuese por Ethan que la sostiene de un brazo con fuerza, se habría quedado atrás hace mucho.

—¡Tened cuidado con las cosas que trae el viento! —Aulló, tratando de que esquiven las pequeñas piedras que se avecinan hacia nosotros.

En un momento, es Thomas quién se ve casi arrastrado por la ventisca y mi mano agarra sin pensar su brazo. Lo aprieto con fuerza y lo pego hacia mi; nos vemos obligados a detenernos por un segundo cuando la arena se levanta y se mete en nuestros ojos. 

No dura mucho porque de repente la arena se vuelve hacia el centro, muy cerca de la ciudad y ante nuestra mirada sorpresiva, comparto una mirada con Heather que está a mi lado y asintiendo, vamos hacia allí. De alguna manera pienso en que es otra de las muchas señales que nos dicen que tenemos que llegar hasta ese lugar, que no podemos perder mucho más tiempo.

Suelto el brazo de Thomas, quién se arrastra hacia atrás para alejarse de mi lado. No me preocupo porque sé muy bien qué los demás están cuidándose unos a los otros. Heather se reúne con Ethan, para ayudarle con Teresa.

Ahora que estoy solo en la delantera, el viento aumenta. Las potentes ráfagas se convierten en unos terroríficos ventarrones que tienen la fuerza de un huracán. Nunca había vivido nada parecido. El rugido del aire nos envolvía a todos. Inevitablemente, todas las sábanas que nos cubrían las cabezas habían salido volando desde la noche. Ahora no teníamos nada para protegernos del sol cuándo este tiempo amainase; aquello me preocupaba.

Sin embargo, sigo hacia adelante aunque suponga una ardua tarea por el viento que intenta derribarme. Camino varios metros con bastante dificultad hasta que siento que mi cuerpo tira hacia atrás. Pongo toda la fuerza para mantenerme en mi posición, pero parece que algo quiere llevarme consigo. Doy una vista hacia atrás, girando mi cabeza de tal manera que me hago daño al escuchar el grito de Brenda.

Ethan tiene a Teresa, Heather y Brenda consigo, y Thomas me hace señas desesperadas con los brazos para que vea lo que se asoma tras nuestras espaldas: una tormenta. En mi interior nace el pánico de solo imaginar que me quedo atrapado dentro. No saldría vivo ni de broma.

Y aunque debería estar calmado porque realmente no se trata de ninguna creación del Capitolio que intenta matarnos, no puedo. Se trata de una tormenta que puede volvernos añicos en sus fauces y con todas las piedras que, aparentemente, esconde en su interior. Es peligroso, sin duda. Me reúno con los demás, y nos apiñamos en un grupo compacto.

Por unos segundos veo aquello que parece aumentar por momentos y me quedo en blanco. Sin embargo, Thomas me toca el brazo y señala la ciudad. Recuerdo nuestra misión inicial y entiendo que nuestra única manera de escapar de aquello es intentar llegar hasta ella. 

El edificio más cercano se encuentra por seguro a una media hora de viaje si mantenían un buen ritmo alejándose todo lo posible de la tormenta. Por la manera en la que sopla el viento, por la manera en que las nubes se agitan convirtiéndose en un violeta intenso casi negro, por la manera en que vuelan por el aire el polvo y los desechos, llegar a esa construcción parecía ser una misión imposible. Sin embargo, aquello no nos desanima y liderando el camino, comenzamos a correr.

Salimos disparados a paso rápido hacia la lejanía, y en ese momento, unas palabras del pasado invaden mi mente y siento que me falta el aire por unos segundos.

«Es bueno que te mantengas entero». Maldito Haymitch, es fácil decirlo cuándo no estás en un lugar que literalmente se conoce como La Zona Infernal.



Aproximándome a la ciudad, se me dificulta divisar mejor la ciudad y se debe al polvo del aire que se ha ido transformando en una densa niebla café, atosigante y oscura. 

Siguen volando objetos de cierto tamaño por nuestro lado y varias veces han amenazado con hacernos heridas graves; ramas, trozos de teja de techo e innumerables pedazos de papel. Todo se arremolina en el aire y cuándo pienso que no se puede poner peor, llegan los relámpagos. 

Nada más alcanzamos probablemente la mitad del camino, los rayos surgen de la nada y la tierra que nos rodea estalla en luces y truenos. Todo un espectáculo, por seguro el Capitolio deben estar disfrutando de lo lindo con nuestro sufrimiento. Estos rayos caen desde el cielo en formas irregulares, como barras eléctricas que al chocar contra el suelo y arrojan cantidades de tierra calcinada.

—¡¿Acaso vamos a morir por esta mierda?! —La voz estrangulada de Ethan deja claros tonos asustados y trato de no dejarme contagiar por ella.

Heather lo sostiene de las mejillas y veo que le grita algo que soy incapaz de escuchar, sin embargo, este parece recuperar poco a poco la calma y cuándo cruzamos mirada, veo de nuevo esa misma fiereza que le posee desde que le conozco. Los demás tratan de mantener las composturas y alzando mi brazo, señalo hacia delante.

—¡Un poco más! 

Sin embargo, es mucho más fácil decirlo que hacerlo.

El ruido es tan insoportable que siento que me sangran los oídos, y no voy a negarlo, cada cuánto cae un rayo de esos, siento que estoy a punto de perderlo todo. También varias imágenes cruzan por mi mente y ninguna de ellas es agradable. Apretando mis manos con fuerza, me concentro en seguir corriendo. Casi ciego, incapaz de oír, apenas capaz de divisar el edificio. Mis amigos se caen tras mi espalda y vuelven a levantarse, todo como una rutina. 

Sin embargo, en cada una de ellas temo que no se vuelvan a levantar de nuevo.

Después, inevitablemente, no puedo dejarles atrás y reuniéndome con ellos, los ayudo. Primero a Heather a ponerse de pie, luego a Teresa y a Thomas lo empujo hacia adelante. Siento cada golpe contra la tierra y sé que es cuestión de tiempo antes de que uno de esos alcance a alguien de mis amigos hasta carbonizarlo por completo. A pesar del viento desgarrador, la feroz estática del aire me mantiene los pelos de punta, como si fueran púas voladoras.

Cada vez es más difícil de respirar y siento que mis pulmones gritan de dolor. Todo por culpa de la tormenta de rayos que se estrellan ante ellos, chamuscando el aire y esparciendo un olor a cobre y a ceniza. La oscuridad crece como un manto negro y la nube de polvo se vuelve más pesada.

En algún momento los demás le han superado la carrerilla y a su lado, muy cerca, sólo esta Thomas que tropieza varias veces. Parece que no puede más; por eso, sosteniéndole de uno de los brazos, le grito: —¡Conmigo Thomas, hasta el final!

—¡Hasta el final, Newt! —Su cabello está todo enmarañado y revuelto, y aún cuándo está todo en un completo caos, me muestra esa sonrisa que me da fuerzas.



Durante un breve instante, la luz de los relámpagos nos ilumina con una explosión brillante. Supe que teníamos que llegar a ese edificio o no durarían mucho tiempo más. Los demás se vuelven manchas borrosas y me dedico solamente a sacarnos de esa tormenta a Thomas y a mí.

Entonces como si las palabras de Selene se hiciesen realidad, de que me quieren ver muerto, un relámpago blanco zigzaguea en el cielo y aterriza justo delante de mi. Grito por la impresión, pero no puedo escuchar mi voz. Veo aquello brillando delante de mis ojos y siento que la muerte me acaricia la mejilla. Un escalofrío me sube hasta la cabeza y de repente algo —una explosión de energía o una ráfaga de aire— me arroja hacia un lado. Aquello me manda a volar por los aires y al desplomarme de espaldas, se me corta la respiración. Un rocío de piedras y arenilla se desliza sobre mi cabeza y me veo obligado a escupir y a limpiar mi rostro.

Me duele todo el cuerpo, escucho voces borrosas en la lejanía, asustadas y desesperadas. Siento que un poco de esa arenilla se me ha metido en la boca y arrastrando los pies, notando con más pesadez la mochila que todavía reposa en mi espalda, trato de ponerme de pie. Veo todo ennegrecido pero cuándo, de alguna manera, siento que recupero lo poco o casi nada de aire de mis pulmones, puedo comprender porque estoy tan alejado de mi posición anterior.

En ese momento, girando un poco la cabeza lo veo: una imagen horrenda que se vuelve más siniestra por la luz que se enciende y se apaga en forma intermitente.

Ahí, a varios metros de su posición, está Thomas envuelto en llamas.

Me lleva más de un minuto procesar lo que se me muestra y cuando lo hace, siento que el corazón me sube por la garganta. Todo se me viene encima y la falta de respiración me acosa; comienzan a temblarme las manos con violencia, inevitablemente.

—¡TOMMY! —Mi voz sale desagarrada y falta de aire.

Al frente está aquel chico de dulce sonrisa, envuelto en lenguas de fuego que bailan como estelas mágicas y ardientes llevadas hacia la derecha por el viento. Luego todo repentinamente, se derrumba en un montón de centelleos ondulantes. Sus ropas están ardiendo.

Con una sacudida que me hizo doler la cabeza, e ignorando el ataque de pánico que había querido dar comienzo, corro hacia Thomas sin que me importe hacerme daño en las rodillas al lanzarme a su lado. Al principio no sé que hacer y me quedo clavado del miedo, pero pronto mi cuerpo comienza a moverse solo y me encuentro cavando tierra que estaba blanda gracias al rayo de antes y se la arrojo encima varias veces. Sobre todo trato de apagar los últimos resquicios brillantes de su cuerpo y lo que queda me ayuda él mismo, rodando sobre el suelo y palmeándose lo que puede con las manos desnudas. No me deja tocarle a pesar de que yo puedo ser más de ayuda con mis manos que están cubiertas de guantes —que dejan mis dedos fuera—.

Pronto todas esas flamas brillantes se han esfumado y aunque su ropa está chamuscada y que probablemente tiene heridas por todo su cuerpo, me alegro de qué hay un problema menos.

Veo que Thomas parece quejarse del dolor pero no puedo escuchar todavía porque me zumban los oídos. Sin embargo, lo tomo con cuidado de los hombros y lo arrastro con todas mis fuerzas para conseguir que se coloque de pie. Lo logro por poco y más que nada llevando su peso encima. Sólo verle de aquella manera me duele y me hace sentir que he fallado en proteger a quienes son mi familia ahora.

Nuestros amigos se siguen viendo como manchas en la lejanía y aunque sé que a la primera de cambio se acercarían a ayudar, no pueden por los rayos que siguen cayendo a nuestro alrededor. Mejor, no quiero arriesgar más vidas. Muerdo mis labios, odiando la forma en la que he permitido que se sacrificase por mi. Porque sí, él me empujó para salvarme y me odio por ello. Debería ser yo quién estuviese perdido en la agonía, no el.

Thomas como puede pasa uno de sus brazos por mi cuello y así, nos movemos hacia el edificio lo más rápido que podemos. Yo hago todo el esfuerzo, y si por mi fuera y si tuviese más fuerza, le cargaría para evitarle más dolor.

Mientras tanto, los rayos siguen cayendo como flechas de fuego blanco. Puedo sentirlos respirar tras mi cuello y cada sacudida hace que me tiemblen los huesos. Puedo sentir el impacto silencioso de las explosiones, que hacen vibrar mi cabeza y detienen los latidos de mi corazón. 

Se ven fogonazos en todas direcciones. Más incendios han surgido detrás del edificio al cual luchamos por llegar. Distingo dos o tres rayos que hacen contacto directo con la parte superior de algunas estructuras y luego envían una lluvia de ladrillos y vidrios que se precipitan por todas partes. La oscuridad se vuelve más densa y las piernas me fallan al tropezar contra algo duro y estático. Entonces ambos caemos al suelo, pero intento llevarme todo el golpe. Thomas se me cae encima, y mi cabeza se lleva todo el golpe. Siento que el mundo gira sin control alguno a mi alrededor y aunque sólo quiero quedarme allí, observando aquel cielo repleto de estrellas luminiscentes, vuelvo a levantarme al sentir que Thomas pretende hacerlo solo.

Me digo que estamos muy cerca, que no queda nada, así que pasando otra vez mi brazo derecho por los hombros de Tommy, me obligo a continuar aquella tortura.

—¡Podemos hacerlo, Tommy! ¡No queda nada! —Realmente quiero darme ánimos a mi mismo.

Un arco de luz deslumbrante nos pasa por encima y se hunde a nuestras espaldas. Sin inmutarme, proseguimos la marcha. Luego hay un destello de luz hacia la derecha, otro hacia la izquierda y finalmente, uno directamente adelante. Tengo que hacer una pausa porque siento que estábamos de nuevo en el punto de mira; sin embargo, al ver que parece estar atacando ahora en lugares más alejados, remolco a Thomas y seguimos caminando.

Ahora puedo escuchar un poco más, y puedo oír la voz agitada de Heather unos metros más adelante. Parece estar ya con los demás.

—¡Vamos, chicos, que ya estáis! —Ojalá sea así, rezo en mi cabeza por encontrar una salida.

No obstante, a pesar de que me duelen los músculos, de que quiero dejarlo todo y rendirme allí mismo, pienso en el pobre Thomas que sólo trataba de cuidarme las espaldas y aún arrastrando los pies, me obligo a sacarnos de aquella locura de laberinto eléctrico.

—¡Mierda, joder! —Obviamente, no me espero tropezar contra algún otro objeto del suelo y menos caer de bruces a este una vez más.

Me golpeo el rostro con fuerza y a pesar de sentir que me sangra la nariz, allí acostado en el suelo, veo a Thomas que comienza a temblar violentamente y cierro mis puños tratando de levantarme. Otro rayo cae cerca nuestra y aquello hace que mi cuerpo se cohíba nuevamente. Ahora sé para la próxima que meterse a una tormenta de rayos no es la mejor idea.

Me duele todo el cuerpo, mucho más que antes, y siento la mochila como una roca. Veo que la propia de Tommy ha caído un poco lejos y lastimosamente, sé que debo dejarla allí. Me enfurece saber que por culpa de esto vayamos a perder material importante. Pero de todas maneras, ahora mismo nada más me importa que la vida de Thomas.

—¡Ayúdame, Tommy, vamos! ¡Maldita sea! —Pero resulta todo inútil al estar inconsciente.

Su cuerpo parece pesar más de lo normal y resulta una tortura intentar cargarlo; mis rodillas quieren rendirse y cuándo pienso en que de nuevo me voy a dar de bruces contra el suelo, de repente, el peso parece hacerse más liviano. Al principio pienso en qué estoy alucinando y que de verdad he aceptado sin darme cuenta la invitación de la parca, pero cuándo a mi lado veo que alguien en realidad me está ayudando a cargar a Tommy, sólo pienso en que esta es mi oportunidad para continuar.

—¡No te rindas ahora, Newt! ¡Todos esperan por ti, vamos! —La voz me resulta inconfundible, y no puedo creer que lo tenga a mi lado. Por un momento hasta había olvidado de que también había caído en esta partida de ajedrez con nosotros.

—¡¿Gally?! —Un rayo cae cerca de nosotros y le ilumina el rostro. Esta hecho un cuadro, pero es él, sin duda alguna.

Antes de poder hacerle cualquier tipo de pregunta, me recuerda donde estamos y que tenemos que correr, alejarnos de allí antes de que otro rayo nos caiga encima.

—¡No hay tiempo que perder, Newt! ¡Muévete!

Y haciéndole caso, dejo todo para después y obligo a mis piernas a tomar fuerza de nuevo para caminar lo más rápido que puedo. Todavía siento que la sangre cae de mi nariz, pero veo que literalmente hemos arribado por fin a la primera construcción y estoy realmente agradecido de haber recibido un poco de ayuda.

En la oscuridad de la tormenta, la estructura era completamente gris. Bloques gigantescos de piedra, un arco de ladrillos más pequeños, ventanas rotas. Lo veo todo negro, y de repente siento que el peso se hace más liviano cuándo me veo rodeado de todos mis amigos. No parecen reaccionar a quién se encuentra a mi lado y sé que sólo quieren alejarse de todo eso.

—¡Newt, Thomas, gracias a dios! —Parece la voz de Teresa.

Brenda me sujeta de uno de lo hombros junto con Ethan y sólo veo que Gally carga a Thomas junto con Teresa. Heather grita llena de alivio y sin perder el tiempo, mientras me veo recogido en los brazos de quienes quiero, rompe varios de las cristales restantes que decoran las ventanas rotas con una de sus piernas y se da al ingreso, dándonos una señal para seguirla. Poco a poco, los demás vamos entrando para vernos consumidos en una nueva oscuridad.

Aún aturdido ante todo lo que ha pasado, ingreso en la penumbra pero antes de poder dejarlo todo atrás, miro hacia mi espalda para ver cómo comienza a llover como una broma cruel. De verdad, este día no había sido nada a cómo lo imaginaba y no había hecho más que empezar.

N/A → ¡Mis tributos favoritos han vuelto con muchas emociones y sorpresas! ¡Espero que les haya gustado mucho porque yo he amado escribirlo, los amo demasiado y ya quiero ver todo lo que opinan! ¡Nos vemos muy pronto y sé que estarán impacientes por saber qué pasa en el siguiente!

Se despide xElsyLight.

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