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「 ʟᴏ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ϙᴜᴇ ʟʟᴇɢᴏ ᴀ ʜᴀᴄᴇʀ 」
Nos pasamos la mayor parte del tiempo con la visita de caras nuevas, intercambiando nombres, haciéndonos fotos con gente desconocida, y recibiendo muchos besos en las mejillas. La mayor parte de nuestro grupito no quiere compañía, pero estos se aparecen como moscas y nos buscan sin parar. Sin duda, se nota que somos la atracción de la fiesta y nadie que perderse nada de nosotros. Actúo como si estuviera encantado con sus bromas de mal gusto y sus invitaciones a comer y a vomitar para probar de más, pero en un momento dado, no me interesa en lo absoluto seguir siento amable.
Por suerte, justo cuando estoy apunto de gritarle a un viejo verde que se aparte de mi lado y de que deje de invadirme mi espacio personal, Ethan hace una competición de bebidas que se nota que no quiere perderse. Lo despido con una vena surcándome la frente, y omito como una de sus manos me acarició el hombro de forma extraña antes de marcharse. Ahora en soledad, siento algo más de alivio y en ese preciso instante, Bellamy cae sobre mi.
—¿Por qué no estás comiendo? —me pregunta, llevándose una gamba a la boca.
—Es que voy a reventar, Bell, además... No me gustaría perder la figura —le suelto con un tono bajo y pegándome hacia él, coqueto.
La manera en la que se atraganta con la gambita hace que me preocupe y borre mi intento de tomarle una broma pesada. Tras beberse un buen vasado de agua, me regaña con la mirada.
—No juegues conmigo así, Newt. —Parece que quiere decirme algo más, pero siento que una mano me sujeta del brazo, y tiran de mí. Me veo obligado a apartarme de Bellamy, quién niega sonriente.
Veo que es Brenda la que me necesita; parece centellear como una estrella fugaz.
—Venga, Newt, vamos a bailar. —Su mirada curiosa no me trae buenas vibras, pero lo dejo estar.
La música sigue cada uno de nuestros pasos y parece envolvernos en una de esas nubes mágicas que elevan a los interpretes de las canciones; me lleva hasta la pista de baile, y como la música es lenta y mágica, ella me rodea el cuello con sus delicados brazos y me obligo a agazaparme, ya que es más pequeña. Coloco mi manos con cuidado en su estrecha cintura. Nos dedicamos a movernos en círculos, mientras sentimos que mucha gente se nos aglomera cerca nuestra, pero para variar, sin llegar a agobiar demasiado.
—Quizá estemos equivocados, Newt —me suelta de pronto.
Aquel tono misterioso me pone los pelos de punta y bajando la voz, no tardó en preguntarle.
—¿Sobre qué?
—Sobre intentar despertar a los distritos. —Parece que nadie nos presta realmente atención, y trato de entender a dónde quiere llegar.
—¿Temes equivocarnos? ¿Temes que tu padre salga herido en una guerra que a la larga no valga de nada? ¿Me lo estás diciendo en serio? —Desvía su mirada por unos momentos y hundiendo sus hombros, me pide perdón.
—Me estreso mucho con esto, ya lo sabes. —Asiento mientras le doy una vuelta completa. Su vestido gira con ella. Y me siento algo mal por haber reaccionado de una forma un poco brusca.
—Siempre estaré contigo, Bren, y no voy a dejar que nada le pase a tu padre, y mucho menos a ti. —Parece tranquilizarse, y justo cuando pretende decirme algo, probablemente algún comentario coqueto, en ese momento aparece Effie, quién tira del brazo de un borracho Ethan.
—Ocupaos de él, por favor, no me gustaría que por algún descuido alguien se aprovechase de él en su estado. Buscad a Heather, ella sabrá que hacer con este malandrín —ordena, mientras lo dejo caer sobre mi, y Brenda trata de no descojonarse por la pinta que tiene.
Se apoya en mis hombros, y al ser más alto, siento que nos vamos a caer al suelo. No obstante, pronto parece reaccionar y recordar que puede pararse por sus propios medios. Se mantiene erguido y tras lanzarle a Brenda un guiño divertido, parece fijarse en mi y comenta: —¿Sabes que Thomas mee paghó para proterte?
Aquello me toma por sorpresa, y me veo incapaz de preguntarle más sobre el tema, cuando tambaleante, huye de nuestro lado. Me pongo alerta al momento, ya que Effie nos lo ha encomendado, pero Brenda no tarda en detenerme y en mirarme con fiereza.
—Yo voy tras él, no te preocupes. —Quiero protestar, pero su dura mirada me lo impide—. ¡Tranquilo, Newt, necesito algo de diversión!
Y sin más, hondeando su vestido sale escopetada tras el chico de los tatuajes.
Me quedo un rato dando vueltas de aquí para allá, esquivando a la gente lo mejor posible. Pero en un momento dado, no puedo evitar al insistente de Terence, quién trae a una mujer agarrada del brazo. Más que nada por educación, me obligo a no huir.
Su presencia impone y destaca más que cualquier otro personaje que se me haya presentado en la estancia. Lleva un vestido de encaje y de un tono plateado, con decorados luminosos, aunque algunas partes de tela son de un color beige. Lo que lleva sin duda hace destacar más todavía su piel blanquecina, no creo haber visto alguna igual nunca en mi vida. Su cabello es igual de blanco, e incluso más todavía que el de Jeanne. Tiene un porte regio, serio y distante; aun así, puedo distinguir una mirada grisácea aunque oculta por una máscara de búho, que se encarga de solo cubrir sus ojos. Sin embargo... algo en ella me arraiga de una tristeza inconmensurable, algo en ella me produce mucho pesar y aunque tengo la enorme necesidad de sostenerme la camisa, de llegar a mi corazón y darle ese calor reconfortante que parece haber perdido, no lo hago.
Terence me tiende su mano, y mientras me inclino para besarla, esa sensación amarga todavía me embarga. Después, charlamos de temas triviales como de la comida, de la música, de la celebración en si, y cuando el miembro de mi equipo de preparación abandona nuestra pequeña reunión, ella me sonríe y siento que es pura falsedad, que todo en la mujer es una mentira..., Me pide que le dedique un baile y aunque tengo muy pocas ganas de hacerlo, más que nada porque no es de mi gusto que no me toque nadie de mi familia o de las personas que quiero, acepto su invitación.
En ningún momento me ha dicho su nombre, pero no creo que sea necesario. Sé que su sola presencia será difícil de sacarla de mi mente. A todo esto, veo de paso a una enfurecida Brenda que arrastra a un Ethan muy ebrio, y recuerdo sus palabras. ¿De verdad Thomas pagó por mi protección? ¿Por qué haría algo como eso?
La mujer me atrae de nuevo la atención cuando nos disponemos en el centro de la sala, e ignorando a todos los demás, me hace una pequeña reverencia. La correspondo como se debe, y después siento sus manos sostenerse de mis brazos. Yo decido agarrarla de la cintura, pero es casi solo un roce. Nos dedicamos entonces a dar vueltas parsimoniosas, mientras sentimos los ojos de todo el mundo en nosotros. Ella es más alta que yo, y me veo obligado a sostener su fría mirada; me parece extraño el misterio que parece rodearla, y no quiero hacer conjeturas sobre su persona, al menos no todavía. ¿Pero y si era de los altos mandos? ¿Y si venía por recomendación de Snow y Ava? ¿Y si...?
Coge cercanía conmigo, y sus ojos no se apartan ni un palmo de mi; no puedo asegurar que eso sea bueno o no. Entonces, de pronto me muestra una mueca, casi parecida a la de una sonrisa y bajando su tono de voz, me dice: —La gente espera mucho de ti, Newt. ¿Serás capaz de cumplir con sus expectativas?
No dudo en responderle con el mismo tono de volumen, no me gustaría que curiosos nos escuchasen.
—No busco la atención de nadie. Todo lo que hago lo hago porque quiero, y si al final del camino no les gusta mi manera de actuar, es problema de ellos. —No quiero que lo tome como una amenaza, pero esta se ríe para mi perplejo.
No decimos nada en un rato, y temo que en su cabeza se formen ideas de una revolución devastadora que apenas comienza. Sin embargo, la música termina y con ello nuestro baile.
Vuelve a inclinarse y esta vez, es ella quién sujeta mi mano. Me regala un beso frío, y marchándose sin decir palabra, siento que la situación ha sido un poco extraña, casi clandestina; ¿por qué? La respuesta nunca llega y me veo a mi mismo buscando a Tommy, quién descansa en la mesa de frituras, tomando quizá su vigésimo vaso de zumo de naranja. Despide a una mujer con un vestido estrafalario, y me recibe con su usual sonrisa de bienvenida.
—Effie dijo que teníamos que estar en el tren a las dos. ¿Qué hora es? —le pregunto, recordándolo de pronto.
Mientras mira su reloj de mano, me dice que ya casi son. Le digo que nos encontremos con los demás, y así lo hacemos. No fue complicado encontrar a los restantes y Haymitch casi llegó a nsotros con su cara de malos amigos, diciendo que ya no soportaba a esta gente. Y así, pues, recorremos las calles en varios coches de cristales oscuros, en donde nos acoplamos los tributos, Haymitch, Effie y los equipos de preparación.
Llegamos al tren exactamente a las dos en punto y mientras arribamos, el vehículo sale de la estación. Gally se separó de nosotros mucho antes de entrar, y lo único que pude hacer, fue verle marchar con un par de guardias y con las manos en los bolsillos. Su espalda encorvada me mostraba mucho el aburrimiento que llevaba encima.
—Avanzaremos hasta la salida del Capitolio, y repostaremos allí. Es de suponer que marcharemos a los distritos mañana temprano, ¡así que ha dormir se ha dicho!
Le doy la razón al notar mis hombros pesados, y pienso en que a lo mejor quieren avanzar en la mañana para despedirnos de la gente, o algo así. Pero el saber que ya estoy en la seguridad de los vagones del tren, alejado de tantas cámaras y de tanta gente, es razón suficiente para dejar caer mi máscara de hipocresía y suspirar ante todo aquello. Pensar que ya hemos terminado, que en cada distrito dejaremos a mis amigos y que en el último, podré reunirme con mi familia, me llena de una emoción triste, y al mismo, alegre. No puedo entender mis propios sentimientos.
Mis compañeros no tardan en despedirse de mi, ya sea dándome besos en la mejilla o palmadas en el hombro, y no quiero recordar la mirada lastimera de Thomas que me ha dado antes de desaparecer con Teresa. En el vagón principal solo quedamos Haymitch y yo, y este último ha decidido como si fuera la mejor idea, irse a servirse otras copas en el comedor. Le sigo sin darme cuenta, agradeciendo que ningún guardia nos vigile.
En la mesa, solo se encuentran algunos vinos blancos y tomamos asiento uno al lado del otro. Nuestro silencio solo es recogido por los chorros siendo servidos en las copas por sus manos, y por nuestros tragos sonoros. No encuentro palabras que puedan expresar mi gratitud hacia el hombre, porque de todas las personas, él y Thomas me han ayudado mucho a mejorar como persona y a comprenderme de una forma de la que me creía imposible.
El tren finalmente se detiene y la sacudida del movimiento consigue que mi mentor riegue un poco sobre la mesa. Trato de reírme, pero su mirada enfurecida me detiene.
—¿Te da rabia quedarte con menos? —Mientras niega con expresión perdida, me dice que de todas formas ya nada se puede hacer. Se pone a servirse de la siguiente botella.
Mientras escucho su leve respiración, ansioso de probar más, pienso en lo rápido que ha ido todo. No puedo creer que en algunos días más tarde esté de regreso en casa, y de que pueda tener la oportunidad de recuperar mi vida medianamente normal. Sin embargo, los rostros de mis amigos aparecen en mi cabeza, y tengo la duda de si podré verles pronto.
—Haymitch, ¿tu... sabes si podré verles de nuevo? Después de regresar a casa, ¿crees que...?
—No seas idiota, por supuesto que sí. —Su tono fiero me pone los pelos de punta, y mientras paso una de mis manos tras mi cuello, siento que hay algo más, algo que soy incapaz de saber.
Volvemos a recuperar el silencio, y cuando pienso en levantarme para irme a dormir, me susurra en tono grave: —Recuerda quién es el verdadero enemigo.
Lo miro a medio levantar, sin saber si lo está diciendo en sus cabales o está siendo influenciado por la bebida alcohólica. Me decido a asentir con simpleza, mientras camino hacia la salida. No obstante, cuando estoy apunto de traspasar las puertas, siento incomodidad conmigo mismo. Me digo que está mal dejarle en ese estado, tan melancólico y roto, y cuando me devuelvo, descubro que está saliendo por las puertas principales, directamente hacia los vagones prohibidos para los tributos.
Mi cuerpo se mueve solo; cuando me doy cuenta, le estoy siguiendo por detrás. No llego muy lejos cuando veo que este se me adelanta deprisa, y me pregunto si de verdad está borracho. Curioso a más no poder, no alcanzo a pillarle cuando llega hasta su puerta porque otra presencia sale por delante, y cuando reconozco la cabellera blanca y grisácea, me escondo por pura suerte tras unos matorrales que doblegan mi tamaño. No entiendo quién puede tener tan mal gusto, pero agradezco que oculten mi presencia por completo.
Janson se apoya en el marco de la puerta de mi mentor, y detiene los pasos de un borracho Haymitch; este lo mira, cruzándose de brazos y su cuerpo tenso le demuestra por completo que su visita no es bienvenida. Tiene algo de renitencia de escuchar algo que no le concierne, pero..., No puede ya evitarlo, mostrarse ante ellos sería muy arriesgado, y podría causar que a Janson se le cruzasen los cables y que por eso, decidiera hacerles daño a Alec y a Luna.
—¿Sabes, Haymitch? No puedo darme cuenta de que, bueno... Estás muy cerca de saber la verdad. —Eso es lo primero que le dice, y me da miedo pensar en que hay algún secreto peor escondido entre los altos estándares, y de que mi mentor se vea afectado por ello.
Este no se inmuta ante su tono malévolo, y sin más, solo entra a su cuarto, murmurando unas palabras que me dejan la mar de confundido: —Estos juegos son diferentes.
Janson no tarda en abandonar la estancia, y al ver que el camino está libre, muestro desconcierto ante aquella escueta conversación que solo hace que miles de preguntas me asalten. ¿De qué verdad hablaba Janson? ¿A qué demonios se refería Haymitch con que estos juegos iban a ser diferentes? De repente, pienso en qué se refiere a los nuestros, en que los sucesos en los que han pasado han sido muy extraños, y al darle a razón, decido dejarlo todo como está, y regresar a mi habitación. No quiero darme más problemas de los que ya tengo.
Por suerte, en el camino no tengo la suerte de encontrarme con nadie, pero eso es diferente cuando al encontrarme en el pasillo que lleva hasta mi cuarto, Thomas me espera con la espalda apoyada en esta, y con los ojos cerrados. Me detengo por unos segundos, sin saber qué hace aquí. Me reúno sin esperar, colocándome enfrente de él.
—¿Me esperabas, Tommy? —Se incorpora asustado, y por la sorpresa, choca nuestras frentes.
Me aparto adolorido, y mientras escucho cómo este se queja, no tardó en reírme de la forma en la que coloca sus labios. Se ve adorable al mirarme con molestia. De repente me doy cuenta de lo que he pensando, y sacudiendo la cabeza, le pregunto qué porque está allí.
—Necesito hablar contigo de algo. —Se acaricia uno de los hombros, inconscientemente, y dándole importancia al tema, no tardo en abrir la puerta y en ingresar al cuarto.
Este me sigue con paso lento, y cuando cierra la puerta, es mi turno de cruzarme los brazos y de alzar una ceja, curioso, y sin entender nada de lo que ocurre. Se para algo incómodo, y sacudiendo su cabello, suelta lo primero que se le viene a la cabeza.
—La gente quiere pelear. —Muestro una clara obviedad ante el tema, al recordar las grabaciones que descubrí hace unos días atrás de las revueltas entre distritos.
—Lo sé, Tommy. Es algo que tengo claro desde que ganamos los juegos.
Se mantiene en silencio un rato más, y cuando noto un imperceptible temblor en sus piernas, me acerco preocupado. Trata de alejarse de mí, de hacerse el fuerte, pero cuando le coloco una de mis manos sobre su hombro, lo suelta todo de golpe.
Me dice que su madre no era su verdadera madre, que sus padres biológicos murieron en el trece, que no tiene recuerdos de ellos y que le duele enormemente. También me dice que posiblemente Sarah esté muerta (y recuerdo que ése era el nombre de la que se hacía llamar su madre), y de que tiene la sensación de que algo más está pasando; no le parece normal la desaparición de Alec y de Luna, y que la visita de Snow conmigo solo empeora las cosas.
Se detiene solo para coger aire, y cuando dudo de acariciarle la cabeza, este me abraza y rompe a llorar. Son solo sollozos bajos, casi mudos, pero están ahí. Confundido ante todo aquello, pero comprendiendo sus miedos y pesares, finalmente entiendo el porque de su distancia perceptible en momentos de la fiesta. ¿Tantas cosas le habían pasado y yo sin saberlo? Ahora me sentía peor que nunca. Sin duda, solo pensaba en mí.
Me dediqué a acariciarle la espalda, con suaves movimientos, hasta que después de un buen rato decidió calmarse. Sus respiraciones se normalizaron y dejaron de ser agitadas; limpia sus ojos con movimientos fuertes y tiene la nariz roja de moquear. Realmente ver a Thomas en aquella situación, es muy fuerte. Pocas veces he tenido la oportunidad de ver algo de vulnerabilidad en él, pero me hace pensar en que no le importa sincerarse conmigo y es algo bueno para los dos.
—Ya verás como se arregla todo, Tommy. —Aquello consigue atraerle la atención, y mientras frunce sus cejas, me escucha—. No puedo asegurarte que Sarah esté bien, pero..., Estoy seguro de que te quería más que a nada en el mundo, y de que si decidió arriesgarse a tanto solo para decírtelo, es suficiente para saber que le importabas.
»Me alegro mucho de que al menos, hayas tenido la oportunidad de verla, Tommy. En caso de que lo impensable suceda, siempre te quedarán los buenos recuerdos de ella. Y por supuesto, esto hablando de que la hayan descubierto, porque pienso que no podrían hacerte algo así, menos cuando Ava tiene tanta fijación en ti.
Asiente, intentando creerse mis palabras. De pronto, siento la garganta pesada y un nudo que se me atora. ¿Estaré haciendo bien al implantarle esperanzas?
—En cuanto a lo del trece, lo lamento mucho. Las noticias en el doce sobre eso tardan mucho en llegar, y normalmente suelen castigar a los que cuchichean sobre ello, no puedo decirte nada más. Simplemente que estoy seguro de que tus padres eran buenas personas.
Muestra agradecimiento en su mirada y me señala la cama, quiere que nos sentemos. Haciéndole caso, se sienta en modo indio, y yo dejo que una de mis piernas se doble en la cama mientras la otra descansa en el suelo. Observo sus ligeros movimientos, que sacan un colgante del bolsillo de su pantalón. Lo determino cuando me lo pasa, y me dice que lo abra.
—¿Estás seguro? No quiero inmiscuirme demasiado, Tommy.
—Quiero que lo hagas, Newt, para eso he venido. —Su tono me invita a dejar el temor de espaldas, y suspirando aliviado, tras unos cuantos toquecitos, se abre.
Lo primero que veo son dos fotos de una mujer y un hombre, y cuando regreso a mirar el rostro de Thomas para observar sus facciones —que realmente no hace falta porque me las sé de memoria—, descubro el gran parecido que tienen. La mujer es muy hermosa, tiene una dulce mirada y el hombre, aunque serio, tiene esa misma temple que suelo ver en ocasiones en Tommy. La acaricio por unos segundos, y sonriente, se la devuelvo al otro.
—¿Te lo dio Sarah? —Simplemente asiente, para esconderlo de nuevo en el bolsillo.
Permanecemos mirándonos durante un buen rato, hasta que, casi sin quererlo, uno de sus dedos se alarga para tocar la cicatriz de mi mejilla. Sin darme cuenta, me acerco ante aquel toque delicado, y siento que hay algo que nos rodea..., Un aire que parece querer envolver todas nuestras dudas y miedos, para lanzarlos fuera. Es un simple roce, pero nuestros ojos no se desconectan del otro en ningún momento y me nace el deseo de quedarme prendado de esa magia mucho tiempo, a pesar de que mañana nos separaremos indudablemente.
Su figura se deja caer en la cama, y mientras se acomoda, me da a entender que no se va a ir esta noche, que quiere permanecer conmigo..., Y por una vez, la soledad de siempre me abandona y decido dejarme caer ante él. La daga de Minho la sigo guardando en el cajón, y por una vez, su presencia parece dejarme en privacidad para estar con Tommy. No me siento mal, y disfruto de su compañía.
Nos acomodamos lo mejor que podemos, y cuando cierra sus ojos, es el turno de mis manos de moverse solas, quizás por atrevimiento, o por estupidez, pero no me detengo al sentir las hebras de Tommy engancharse entre mis dedos. Observo su expresión apacible, y sé que hago bien.
Ahora lo que necesita el otro no son conversaciones largas que no lleguen a nada más que cosas que ya sabe, si no saber que tiene a alguien a su lado. Me quedo de esa forma por largos minutos, cuando noto su respiración acompasada, se ha dormido. Aprovechando que las mantas se acoplan al pliegue de la cama, lo arropo con cuidado, fijándome en su expresión apacible. ¿Qué le costaba estar así siempre?
Suspirando, decido cambiarme de ropa y quitarme los restos de maquillaje. Por alguna razón, cuando estoy en el cuarto de baño y ya con la pijama y limpio, sujeto entre mis finos dedos el emblema de Bellamy. Sus alas doradas brillan y quiero sacarlas, quiero volar con ellas, y cuando me doy cuenta, me he pinchado con el alfiler de este. Al momento de guardarla en el bolsillo, rocío el dedo afectado con agua fría, queriendo que la sangre se detenga porque solo consigue que malos recuerdos me invadan. Por suerte, consigo que no empeore, y después de chupar varias veces mi dedo, observo mi reflejo. Está algo borroso y cuando pongo atención en mi respiración, es agitada, nerviosa.
«Odio los ataques de pánico imprevisibles», pienso mientras me dejo caer de rodillas y sujeto con fuerza mi camisa. Un mareo me invade la cabeza y fuertes palpitaciones afectan a mi corazón; quiero atravesar mi pecho y calmarlo, pero es imposible. Me veo obligado a temblar y a sufrir en aquel cuarto de baño solo, porque no tengo ni las fuerzas para llamar a Tommy.
Siento que la respiración se me esfuma, y que Keisha aparece para apretar mi cuello con fuerza. Varias lágrimas se asoman por mis ojos al recordar las grabaciones de los distritos en las revueltas, al recordar a Sae La Grasienta siendo vapuleada por los guardias del doce, al recordar las expresiones de mis padres tristes porque no podemos vernos, y las palabras de Haymitch solo resuenan en mi cabeza, martirizándola. «Recuerda quién es el verdadero enemigo»; es tiempo para sentir arcadas y me encuentro apretando los labios con más presión de la necesaria.
Puede que hayan pasado diez o veinte minutos de esa manera, pero hecho un ovillo en el suelo, cuando siento que recupero el control de mi cuerpo, lloro de felicidad. Es la primera vez que me ocurre un ataque tan fuerte, y agradezco que se haya detenido. Me levanto tambaleante, haciendo acopio de las fuerzas inexistentes que le quedan a mi cuerpo, y me mojo de inmediato el rostro. ¿Desde cuándo era tan pálido? ¿Desde cuándo me surcaban grandes ojeras? ¿Desde cuándo mi semblante temblaba para llorar como un crío? Con rabia, golpeo la encimera del lavamanos y bebo un buen sorbo de agua del grifo. Satisfecho, y empapado, salgo del baño para lanzarme cansado a la cama. Le doy la espalda a Thomas, aprovechando que está hecho un ovillo, y me arropo con la manta libre.
Me quedo unos momentos tratando de enfocar mi vista, tratando de esconder el hecho de que antes estaba derrumbado, pero la misión se vuelve imposible cuando siento un brazo abarcarme la cintura; por algún extraño motivo, mi cuerpo se relaja y dejo la mente en blanco. Esos dedos calientes me acarician con suavidad y cuando escucho su voz, muy cerca, mi espalda comienza a temblar incontrolablemente.
—Puedes llorar conmigo.
Ni siquiera me preocupa saber qué estaba despierto en aquel momento; no quiero saber si ya lo estaba desde antes de marcharme, o en el transcurso de aquello, pero sus palabras son cómo guías para mí y haciéndole caso, lloro ante la calidez que me abraza. Sollozos suaves, calladas y vacíos se escapan de mis labios, y él simplemente se queda escuchándome el resto de la noche, hasta que en algún momento dado, ambos caemos dormidos bajo el cuidado de Morfeo.
A la mañana siguiente cuando despierto, Thomas ya no está. Probablemente haya aprovechado a irse con la entrada de algún avox, como hice yo en su cuarto; me siento bien porque no quería dar explicaciones sobre lo sucedido en la noche. Aun así, sus palabras reconfortantes, su tacto consolador aun deja mella en mi cuerpo y me ayuda a sentirme mejor de lo esperado.
En el día de hoy, nos toca abandonar el Capitolio finalmente para arribar al Distrito 1, en el que supongo que bajará Gally, y aunque estemos en distintos trenes, por reglas rutinarias no nos marcharemos hasta que este baje. Después de darme un baño matinal, con agua caliente e intentando olvidar los recuerdos amargos de la noche, me coloco una sencilla y cómoda camisa oscura, holgada, junto a unos vaqueros negros. Zapatillas me acompañan y acomodándome la daga en la cintura, siento que Minho vuelve conmigo. Su rostro invade mi cabeza, y un sentimiento cómodo me embarga.
Ocultándola con la camisa, dejo todo arreglado no queriendo dejarle trabajo a los avox. Me dirijo a la salida, y nada más abrir la puerta, me encuentro con Selene, quién esta vez, me tiende otro papelito blanco como el de aquella vez. Sin embargo, y a pesar de no querer sorpresas, tiene la correa de Alec y Luna, con mis amigos enganchados a ella.
Tienen buen aspecto, y apretando el papelito entre mis dedos, me dejo caer de rodillas estrujándolos contra mí. Intento sentirlos, recordarme que son reales y que no se trata de ninguna ilusión; Alec me revuelve el cabello, y Luna se dedica a darme lengüetazos fuertes y que por primera vez, no me resultan pesados. No quiero que se vuelvan a apartar de mi lado, no quiero perderles de nuevo, y no me doy cuenta hasta ahora de que su falta conmigo me había destrozado tanto. Comparto mirada con la chica, susurrándole un pequeño agradecimiento.
Ella asiente con simpleza, y sale despedida por el otro lado.
—Chicos, por fin habéis vuelto —exclamo con alegría, para después revisarles los pelajes.
No quiero que tengan heridas de ningún tipo, y a pesar de vislumbrar algunas cicatrices —que puedo asegurar que antes no tenían—, no hay nada más grave. Sus ojos vislumbran con su misma algarabía de siempre, y alivia mi corazón. Apretándolos de nuevo conmigo, decido mientras dan vueltas por mi lado, a revisar el papelito.
"Alby ha salido de peligro, y a pesar de no poder verte, me ha encomendado que te diga que te echa mucho de menos. El lobo y el muto pájaro me los manda Janson, quien dice que prefiere dártelos en privado que con los demás delante. Me dijo que te recomendase que era bueno mantener este suceso en privado y que espera que cumplas su pedido. Y a pesar de haber sido un viaje corto, me ha agradado cuidar de ti. Estoy segura de que nos veremos pronto, Newt"
—Selene.
Aprieto ese trozo de papelito contra mi pecho, agradecido de su mensaje y aliviado de que Alby ya esté bien. Entonces, sin más preocupaciones por el momento, me reúno con los demás con una alegre sonrisa. En el vagón comedor ya se encuentran los demás, y cuando cruzo mirada con Tommy, solo alcanzo a susurrarle un pequeño gracias en referente a lo de anoche, y este asiente gustoso. Después llega Janson, y mientras nos dice que le sigamos hasta el vagón de salida, suelta como si nada que debemos bajarnos del vehículo.
Las dudas nos saltan al momento, y Brenda es quién habla primero.
—¿Pero no qué íbamos a repostar solamente? —Janson le dedica una escueta mirada, y cuando las puertas se abren, no responde.
Es el primero en salir, y todos confundidos, nos preguntamos que demonios ocurre. Pronto aparecen Haymitch y Effie, quién nos indican que salgamos y en bajo, la mujer nos dice que el tren tiene problemas y que vamos a cambiar de vehículo. Por alguna extraña razón, su vista no para de cruzarse con la de mi mentor, quien es esquivo con ella. Lo demuestra más todavía cuando sale sin mirar atrás, y sin esperarla a ella. La mujer no tarda en seguirle.
Me veo obligado a despedirme a prisas de mi equipo de preparación, que han salido a desearnos un buen viaje. Todos se ocupan de darles sus respectivos agradecimientos, pero admito que mi abrazo con Bellamy dura más de lo normal.
Este acaricia mi cabello y sosteniendo mi barbilla, me suelta: —Hasta que nos volvamos a ver, mi querido pajarito.
Y sin más, los guardias nos meten prisa a salir.
Esta vez, es Teresa quién lidera nuestro camino, obviamente siguiendo los pasos de Janson, Haymitch y Effie. Yo comparto viaje con Heather, quién no deja de decirme que todo esto es muy raro. Yo le quito peso, diciéndole que es solo un cambio, que no es nada más.
Thomas comparte mirada conmigo, quién se ve obligado a seguir a Teresa, que se niega a soltar su mano derecha. No quiero guardar ningún temor en mi corazón, y pensar en que solo se trata de un error del Capitolio, me ayuda a seguir adelante.
—¿Vamos a las vías subterráneas? —pregunta Brenda, quién se da cuenta de que vamos a una especie de entrada de metro que lleva hacia pisos inferiores.
Por esta vez, mi estilista le responde.
—Es una nueva clase de metro, más rápido para poder devolveros a vuestros distritos en menos de tres días. —Aquella noticia me devasta al pensar en que tendremos menos tiempo de pasar tiempo juntos. Las miradas de todos decaen y parecemos ovejas llevadas al matadero.
Caminamos, bajamos escaleras y cuando veo que Janson abre con una tarjeta miles de puertas, siento que esto no se va a acabar nunca. Aquí abajo en las vías subterráneas se respira un aire diferente, más angustioso y pesado; intento por todos los medios que no me afecte.
Luna trata de alegrar el camino acariciando las piernas de todos los que nos acompañan, pero ninguno reacciona más que con una pequeña sonrisa. Con las orejas gachas, acaba al lado de Thomas, de quién en su cabeza reposa Alec, como acostumbra. Agradezco de todo corazón que no hayan notado su falta tanto como yo; sin duda, eso habría empeorado mucho las cosas.
Finalmente, Janson se detiene, seguido de los demás, en una puerta metálica y blindada, pone la tarjeta de permiso y sosteniéndola suavemente, la abre mientras nos mira a todos.
—Al otro lado de esta puerta está el comienzo de vuestras nuevas vidas. —Alzo una de mis cejas, queriendo creer que se refiere a nuestro nuevo estilo de vida viviendo como vencedores—. Así que, primero los tributos, por favor. —Su sonrisa me brinda escalofríos y aunque me suena extraño todo aquello, Teresa asiente, tirando con ella al chico del tres.
Todos nos vemos en la situación de seguirles; no soltamos ninguna queja.
Luna y Alec desaparecen de mi vista, ya que acompañan a los tributos del tres, y al ver que Haymitch y Effie esperan a un lado, acompañando a Janson y a los guardias, noto que algo oscuro me invade y que se apodera de mi interior. Se me revuelven las tripas y siento que se respira otro ambiente en aquella sala que nos llevará al nuevo vehículo.
Brenda y yo somos los últimos por entrar, y tengo muchas inquietudes al respecto de tanto misterio. La chica morena me abandona, y le regalo una mirada a mi mentor antes de desaparecer por la puerta. No me gustó ver en la suya, pesar y un terrible arrepentimiento encima. ¿Qué significaba...?
Nada más dar unos pasos adelante, me encuentro con que estamos en una sala blanca, e indudablemente se parece a algún tipo de laboratorio especial o de alguna sala médica. Hay una puerta de salida, y mis amigos se encuentran en el centro de la sala, perdidos, rodeados de nueve enfermeros. Uno de ellos se coloca enfrente de mi; estamos nerviosos, y esta vez, no tratamos de ocultarlo. Alec revolotea nervioso, y justo cuando Luna gruñe, escuchamos que la puerta a nuestras espaldas se cierra de sopetón.
Soy el primero en darme la vuelta; Janson está asomado dentro de la habitación, con las manos tras su espalda y con esa sonrisilla en los labios. Effie y Haymitch se han quedado, junto con los guardias, detrás de la puerta metálica. La mujer de cabellos dorados está gritándole a uno de solo guardias, y sé que confusión surca su rostro. Sin embargo, la expresión de mi mentor es completamente diferente: está llena de arrepentimiento, de dolor y de pesar. Aquello solo me instala más temor por mis amigos, y por mí.
—¿Qué está...? —Mi estilista me interrumpe, disfrutando de la situación a más no poder.
—¿Creíste que esto había terminado? ¿Qué habías ganado y qué volverías a casa impune? —Niega levemente y siento mis hombros temblar—. Newton, este juego no ha hecho más que empezar. —Y dando una imperceptible señal, el chillido de Alec rasga el aire.
Mirando estupefacto, observo la terrible escena; este cae al suelo de sopetón, y a pesar de que Luna gruñe con fuerza y que pretende saltar sobre uno de esos médicos, le lanzan una jeringa a la velocidad del viento. Mi lobo termina en el suelo, dando unos quejidos lastimeros, antes de caer en la inconsciencia. Thomas salta ante aquello, pero inevitablemente, sabe que somos los siguientes. No puedo pensar con claridad cuando veo a mis amigos caer de la misma forma que nuestros amigos los mutos, e intento llegar a Thomas.
Lo observo por unos breves segundos, y es lo último que llego a hacer.
Después una fuerte negrura se apodera de mí, acompañado de un pinchazo en el cuello. Siento que mi cabeza golpea contra el suelo, y aunque quiero luchar contra aquel imprevisto ataque, con la anestesia que me invade, no puedo. Estoy siendo atrapado por profundas garras que me llevan hasta lo más hondo a la oscuridad de mis memorias. No puedo escapar y solo alcanzo a pensar en mis amigos, en Thomas, en Minho, en Lizzy y en mis padres, y en lo que nos deparará el despertar, antes de no saber nada más.
N/A → ¡Gracias por leer conmigo esta primera parte de la historia! ;3
Los amo muchísimo, y de verdad que agradezco el apoyo que me habéis dado. Os amo mucho a todos, y espero seguir viéndolos de aquí en adelante. Ha sido muy duro tratar de acomodar todas mis ideas en estos últimos capítulos, pero estoy muy feliz de haberlo conseguido.
¡Sin más dilación, nos veremos pronto en la segunda parte!
→ Se despide xElsyLight.
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