⇁ 08 ↼
「 ¿ᴄᴏɴғɪ́ᴀs ᴇɴ ᴇ́ʟ? 」
Un sudor frío se escurrió por mi espalda al ver que no era un espejismo, que de verdad el hombre rata estaba enfrente de mí, con esa estúpida sonrisilla en sus labios resecos y menudos. Trastabillo por la sorpresa, pero consigo mantenerme en mi posición y al principio no sé cómo reaccionar. Ver su rostro compungido y lleno de una satisfacción palpable, me pone de los nervios, así que decido cometer otra locura y tragándome mi orgullo, trato de ocultar mis verdaderas intenciones. Le muestro una gran sonrisa, mientras intento que no se vea el desagrado que siento hacia su persona.
Este me dedica una mirada misteriosa, y entiendo qué intenta saber qué me traigo entre manos, pero estoy seguro de que ni en millón de años se espera que caiga a sus brazos con una risa tonta, que, por supuesto, resuena por todo el lugar con fuerza. Y a pesar de que siento que tengo el corazón en la garganta, hago todos mis esfuerzos por no perder el control teniéndole tan de cerca. Agradezco no tener en aquel momento miedo de que alguien más nos encuentre, porque tener a Janson conmigo es de por sí ya una tortura mental y física.
Cae sobre sus cuartos traseros, y yo acabo por sostenerme de su terso cuello. No puedo creer que esté entre las piernas de mi estilista y que no sea una terrible pesadilla. De cualquier forma, acto seguido mantengo un rostro vivaz y alegre, e intento imitar los movimientos espasmódicos y desordenados de mi mentor que hace siempre que se emborracha.
—Jaaaansonon, mi rata favoritaaa, ¿qué hacesss por aquís? —Puedo decir con toda la certeza del mundo que mi voz aparentando estar pasado de copas, no es de las mejores. Aunque estoy orgulloso de poder haber metido de por medio un insulto hacia su persona.
El hombre separa mis brazos de su cuello para coger un poco de distancia entre nosotros. Es un alivio ver que no se propone a aprovecharse de la situación, o algo así. Cierra sus ojos, pensativo, aunque no me suelta las muñecas. Me comienzan a sudar las manos, y su silencio me mata por dentro. Espero que no se afecte por mi comentario, y tras unos minutos más en calma, finalmente decido que no puedo quedarme toda la noche a su lado. Me suelto de su agarre que es férreo y helado, y le doy un ligero empujón en el pecho.
—¿La fhiesta se ha... a-acabadooo? —Intento que la vergüenza no me invada ante esta situación tan ridícula, y con la intención de ponerle nervioso para que deje pasar el tema de estar en una zona prohibida, coloco mis manos en sus rodillas y me inclino hacia arriba. Sé que odia el contacto con la gente, de ahí a que tenga ventaja.
Trato de levantarme, pero de pronto sus palabras consiguen que detenga todos mis movimientos. Las rodillas me tiemblan ante la posición tan extraña en la que estoy, pero no muestro ninguna reacción a parte de la sonrisa tonta, porque sé que quiere que me descubra por mi mismo.
—Sé que no estás borracho, Newt, pero bonita expresión muestras cuándo no andas con esa seriedad a todos lados. —Parpadeo varias veces incapaz de pensar en cómo se ha dado cuenta, pero decido no dejarme influenciar por su tono engatusador, y seguir con mi plan.
—¿Pero qué dicesss? Noooo, s...si lo estoy —le golpeo uno de sus brazos, tratando de levantarme entre tumbos. La molestia me arde en las venas al saber con toda la consciencia del mundo el ridículo que estoy haciendo.
Cuando consigo estar de pie, y no puedo creer que finjo estar borracho todavía, mientras Janson se queja en silencio y no tarda en copiar mis acciones.
Mierda, maldigo mentalmente. ¿No podría dejarme en paz? Ambos estamos de pie, uno al lado del otro, y dando una vuelta a su alrededor, trato de llegar hasta la puerta por la que entré en primer lugar. Sin embargo, este me detiene y su toque en mi brazo es helado, me produce inquietud. Mi primer reflejo es revolverme, pero lo controlo y dándome la vuelta de nuevo, me encuentro con su rostro reflexivo. Niega sonriente, y sé que no se lo traga.
—Newt, por favor. He estado también en la fiesta, y no has tomado más de dos copas. Deja de fingir —suelta, y entonces rendido, aparto bruscamente su agarre sobre mí y me cruzo de brazos.
—Vale, me has pillado. ¿Y? ¿Qué demonios quieres? —Tuerce su gesto, como si le hiciera gracia mi manera de hablarle. Realmente no le soporto.
Hunde sus hombros, y regalándome otra mirada intensa, me señala y me indica que le siga en silencio. Al principio me quedo como un pasmarote en medio del pasillo, sin poder creer que no haya decidido chivarse de mí, pero... luego pienso que es Janson, y que algo peor me espera. Trato de relajar los hombros mientras me obligo a caminar.
Pasamos durante un rato callados, y cuando me lleva hasta más allá de los vagones principales, se me pasa por la cabeza que me va a tirar por la borda del tren. ¿La caída me mataría? Bueno, teniendo en cuenta que estamos a muchísima velocidad, supongo que sí. Aun así, y a pesar de lo que pudiera imaginarse mi cabeza loca, me guía hasta una puerta de acero en la que tras colocar su huella en esta, se abre con un ruido sordo. Noto que le cuesta un poco abrirla, pero tras darle un buen empujón lo consigue. La mantiene abierta para mí, y aunque siento un hormigueo tras mi cuello que me susurra que es una muy mala idea, no tengo más opción que traspasarla.
El hombre canoso la cierra y me dedico a observar a mi alrededor. Es una sala pequeña, de tonos grises y con solo una mesa acompañada de dos sillas en el centro. Aparte de eso, hay una cámara en lo alto y un gran cristal oscuro. Aunque trato de ver que hay más allá, su voz irritante me detiene.
—Es un espejo espía, así que no gastes energías en vano. No hay nada que ver tras el. —Me doy la vuelta para ver su rostro alegre, y siento un calor repartirse por mi vientre.
—Toma asiento, por favor —pide, mientras se sienta con lentitud al frente. Así que haciendo caso a su deseo, tomo la que esta libre.
Y entonces, en aquel silencio incómodo que nos sobrecoge y en el que el hombre solo se dedica a observarme impasible, pienso en qué estará haciendo ahora mi querida hermana. Me pregunto en si me sigue la pista por las cámaras, y la tristeza me embarga de repente. Solo quiero estar a su lado, estar con ella, abrazarla y decirle cuánto la quiero. Pero no, despierto porque el hombre comienza a hablar y comprendo lo lejos que estoy de casa ahora.
—Perdón por las molestias, Newt, pero esperaba poder hablar contigo un momento en privado y lejos de los demás. —Me toma por sorpresa aquella afirmación y creo que es por eso que no me ha descubierto ante los otros—. Y gracias a tu extraña visita por los alrededores, he encontrado la oportunidad.
Trato de asentir confianzudo, pero me sudan las manos y estoy nervioso. Recuerdo entonces que antes de los juegos, en muchas ocasiones intentó hablar conmigo a solas, y Haymitch siempre aparecía de por medio para arrastrarme consigo. Siempre me decía que evitase a toda costa quedarme con él en privado, y mírame ahora, estoy peleado con mi mentor y estoy con el hombre canoso. Sacudo con un movimiento imperceptible la cabeza, y me centro en sus palabras.
—No te haré perder demasiado tiempo. —Me brinda una sonrisa que enseña todos sus dientes, y esquivo, descansa sus hombros de una forma relajada—. La verdad es que..., Me gustaría saber qué recuerdas de los Juegos.
Aquello hace que me acomode en el asiento, incapaz de saber qué es lo que busca que diga. Me mira fríamente y se acerca un poco más, para colocar sus manos encima de la mesa. Su confianza aparente conmigo me produce incomodidad.
—Puedes hablar con sinceridad, no te pasará nada. —Suelto una sonrisa llena de sorna al oírle.
—¿Quieres que sea sincero? Todo, no hay ni un día en el que no olvide nada de lo ocurrido allí dentro. ¿Suficiente? —Me muestra su decepción y trato de no dejar que me afecte.
—Mira, sé que tienes tus reservas conmigo, pero solo quiero que conversemos para intentar entender mejor qué tipo de persona eres. —Me dan ganas de levantarme y marcharme de allí mismo, pero sin saber porqué, me quedo en dónde estoy.
—¿Qué quiere entender? ¿Si soy una mala persona, si finjo estando con los demás? ¿Si se me ocurriría traicionarles a todos ustedes para salvarme el pellejo? —Mueve una mano en mi dirección, dando a entender que está de acuerdo con lo que digo.
—Esa es una buena manera de comenzar nuestra amistad. —Me aguanto la risa al escuchar tal idea de ser amigos—. Entonces, ¿eres ese tipo de persona?
Que lo pregunte, me ofende por completo. Bajo mis brazos para posarlos en mis piernas, y las aprieto con fuerza sin que lo vea. Seguidamente de esto, suelto un suspiro largo y tendido.
—Por supuesto que no. Lo único que quiero es volver a casa, y que los demás...
—¿Tus amigos, no es así? —Asiento, tratando de mantenerle la mirada—. ¿Quién diría que en tan poco tiempo haríais tan buenos lazos? Por ejemplo, tengo entendido que a Brenda ya la conocías, ¿o me equivoco? —Que quiera indagar en mi vida personal, no me gusta para nada. No obstante trato de no soltar nada que la perjudique.
—Sí, éramos amigos desde niños. Pero... luego perdimos el contacto, pero con los juegos tuvimos la oportunidad de retomarla. —Dedica rápidamente una mirada hacia la única cámara de la habitación, y no quiero pensar en qué está siendo grabada nuestra conversación.
—Cuéntame más. Dime qué tipo de relación tienes con ese tal Minho, y por supuesto, háblame también de Thomas. Dime qué piensas de ellos. —¿Por qué justamente de ellos dos? Vale que estuviera al tanto de Thomas, pero Minho..., De repente temo que le tengan una mira encima.
Carraspeo suavemente, mientras cruzo una de mis piernas y trato de no romper el muro que se interpone entre ambos. No quiero que vea más allá de lo que le muestro.
—Minho..., Bueno, creo que sabes que es una persona muy especial para mí, y... Uhm, ¿qué puedo decirte? Le echo de menos, como a los demás miembros de mi familia. Y... en cuánto a Tomm... Thomas —me corrijo al momento, no queriendo que escuche mi apodo personal para con el chico de ojos achocolatados—, es... bueno, apenas le conozco, pero... —Su intensa mirada consigue lo que me temía, que me sienta juzgado. Así que trato de huir de todo aquello, no me gusta para nada tener que hablar de ellos dos con él.
Golpeo la mesa con fuerza y me levanto airado, mientras le digo: —No quiero seguir hablando de esto. Es mi vida personal y, lo que piense de ellos, como de los demás, no te importa, Janson. ¿Puedo irme, por favor?
Este mantiene su sonrisa y me señala que recupere mi puesto. Lo hago a regañadientes, y este mientras cruza sus dedos, me suelta: —Antes de que te vayas..., Solo quiero hacerte una pregunta.
Me parece increíble que quiera seguir con todo esto, pero asiento una vez más, y no tarda en hablar de nuevo. Muevo mi pierna de forma inquieta, y la sensación de estar siendo observado de una forma tan intensa, me trae malos recuerdos.
—¿De qué lado estás? —Al principio me quedo analizando la pregunta, hasta que otra memoria amarga me invade de pronto.
La primera vez que nos conocimos me preguntó lo mismo, así que se lo dejé en claro mientras me revuelvo el cabello que está sedoso. Lo utilizo como forma de tranquilizarme.
—¿Me haces la misma pregunta de aquella vez? —Trato de mantenerle la mirada, pero es tan profunda que pienso qué demonios se trae conmigo. Vislumbro el que es el espejo espía, y consigo recuperarme algo.
—Me gustaría saber si tu respuesta sigue siendo la misma, Newt. —Muerdo mis labios, sopesando la pregunta y aunque tardo unos segundos, finalmente sé que decir.
—Estoy del lado de mi gente. —Alza una de sus cejas, mostrando sorpresa por mi nueva respuesta y la cual no se parece en nada a la de la primera vez. Aun así, mientras se acomoda, sus ojos no dejan de verme ni un segundo.
—Veo que, cómo me imaginaba, has cambiado, Newt. —Humedece sus labios para incorporarse de golpe—. Pero no puedo decir si es la respuesta que esperaba.
Copio sus mismas acciones, y sin más tardar, yo también me levanto. Nos miramos durante unos segundos, y sin decir nada más, me señala la puerta.
—Eso era todo, Newt. Ya puedes marcharte de nuevo a tus aposentos, espero y disfrutes lo que te queda de estancia en este tren. —Vuelve a señalarme la puerta con una mirada escueta, y sin saber qué debería sentir interiormente, acabo por abandonar la sala. No doy ni una sola mirada al hombre canoso, a pesar de que sienta la suya en mi espalda.
La soledad fue lo primero que me recibió al llegar al cuarto. Luna no salió a mi encuentro a pesar de que me aseguré de haberle dejado descansando, y Alec es libre, así que de él no suelo preocuparme. Trato de vislumbrar sus rincones preferidos, a ver si puedo encontrarle, pero nada. Coloco una de mis manos bajo mi barbilla, sopesando la idea de qué Tommy haya entrado, pero más tarde la desecho al recordar que nadie puede entrar aquí, a parte de los avox, Haymitch y los equipos de preparación. Escucho de pronto un ruido proveniente del cuarto de baño, y no tardo en dirigirme rápidamente hacia él. Son quejidos, adivino al estar más próximo y el miedo me aboca. ¿Pero quién podría...?
Intento abrir la puerta, pero pronto descubro que está atascada. La preocupación se asoma por mi pecho, junto con la ansiedad, y al escuchar otro gemido doloroso, reacciono por instinto y le doy un empujón con mi hombro. Tras dos golpes más, y aunque ya me molesta un poco el brazo por la fuerza ejercida, esta finalmente se abre. Un quejido se escapa de mis labios, lleno de asombro cuando encuentro a mi querido amigo Alby tirado en el suelo, y acuchillado por mi daga. Las manos me tiemblan mientras me sujeto en la puerta, sintiendo mi cuerpo desfallecer. Recuerdos horribles de mi tiempo en la arena me invaden de repente, y comienzo a respirar agitadamente. Noto que el corazón me late deprisa, y temo que pierda el control.
Pero entonces me recupero al ver que el hombre joven del suelo me mira con intensidad, y extiende una mano en mi dirección, quiere que vaya con él, me está llamando. Mi cuerpo se mueve solo, cuando trastabillando llego hasta él.
—¡Alby, perdóname! —Caigo de rodillas ante su persona, mientras sosteniendo su mano con las mías, aprieto con fuerza y sin esperarlo, este deja de darle presión a su vientre herido y repleto de sangre, para acariciarme el cabello con suavidad, con ese mismo cariño que me trae memorias de mi madre. Tienen ambos la misma mirada amable, y sin esperarlo, lágrimas se riegan por mi rostro doliente.
—¡Perdóname por no haber estado contigo, de verdad! ¡Me siento terrible, dios! —Al alzar la vista, este niega intentando forzar una sonrisa. No lo consigue, y más bien la situación empeora cuando sangre brota de sus labios tersos.
Aún así, su mano no deja de acariciarme la cabeza, como si me estuviera diciendo: «No es culpa tuya, Newt», pero ambos sabemos que me culparé de todas formas. Rápidamente, mientras respiro con dificultad, recupero mis cabales y sé que tengo que ir de inmediato a pedir ayuda al sentir que su mano cae hacia un lado, muerta, y sus ojos se cierran lentamente.
—¡Aguanta, Alby! ¡No te mueras, por favor! —Siento mi cabello húmedo, y aunque trato de arrancar la daga de Minho de su vientre, recuerdo que podría desangrarse y dando tumbos, con las manos manchadas, salgo de la habitación a prisas.
Tengo la cabeza hecha un caos, y el ruido de mi mente aumenta por momentos. No tengo idea de adónde voy, ni a quién estoy buscando, pero pronto acabo en el comedor para encontrarme con la sala vacía. Lanzando una maldición al aire, sé que es arriesgado e improbable que esté en sus capacidades, pero me dirijo hacia los vagones respectivos de los mentores, y mientras el nudo en mi garganta se hace cada vez más grande, golpeo con fuerza una de las puertas sin saber si estoy en la de Effie o en la de Haymitch, pero con la idea de encontrarme obviamente con el hombre. No sé ni cómo demonios no me he caído en la carrera tan apresurada hacia esta parte del tren tan alejada.
—¡Haymitch, abre la maldita puerta, demonios! ¡Te necesito! ¡Haymitch! —Mi voz sale de una forma gutural y grotesca, pero no me importa lo más mínimo despertar a alguien más del recodo de su pasillo. Solo lo quiero a él.
Gracias al cielo, tras unos cuántos golpes más y cuando pienso en darme por vencido y buscar a otra persona, la puerta se abre y la cabeza que se asoma, es la rubia de mi mentor. Está sobándose la cabellera, somnoliento, y mantiene los ojos entrecerrados.
—Chico, deja de gritar, diablos. Si querías venir a pedirme perdón, simplemente podrías... —Es entonces que nada más fijarse en mí, e incluso bajo la luz oscura de la noche, sus ojos se abren asustados y parece que su estúpida mofa se ha ido a tomar por saco.
Siento tanto alivio de tenerlo conmigo que, de nuevo, las lágrimas salen disparadas y varios sollozos se acometen brindándome más ansiedad que antes.
—¡Chico, respira, respira! ¿Qué demonios ha ocurrido? Dime, ¿por qué estás lleno de...? —Me repito en la mente que no es tiempo de lamentarse por mis errores, y agarrándole del brazo, salimos despedidos hacia el vagón comedor que nos llevará hasta las habitaciones de los tributos.
Trato de ir todo lo deprisa que puedo, pero opone resistencia, mientras me replica que no va a ir a ninguna parte sin tener alguna explicación de lo sucedido. Exasperado por su comportamiento, no controlo mi rabia y acabo gritándole una vez más.
—¡Demonios, Haymitch! ¡Esta sangre no es mía, es de Alby! ¡Necesita nuestra ayuda, y cómo no te des prisa será muy tarde para él! —Se queda mudo de inmediato, y frunciendo el ceño, no tarda en asentir repleto de una seriedad sorpresiva, y sin más impedimentos, salimos disparados hacia mi cuarto.
Veo como mi mentor se me adelanta, y de repente lo veo todo borroso. Necesito un descanso, y aun así, no me detengo. Desaparece de mi vista cuándo ingresa en el cuarto, y trato de tomarme unos segundos en el marco de la puerta. Mi respiración es irregular y nerviosa, lo veo todo confuso y creo que voy a desmayarme. Pero oigo la voz del hombre que considero cómo un hermano mayor para mí, llamándome, y hago todos mis esfuerzos por regresar a la cruda realidad. Antes de echarle ganas y tratar de que el olor a metálico abandone mis fosas nasales, observo una vez más mis manos llenas de la sangre del bueno de Alby, y exhalo un suspiro profundo.
Después ingreso al cuarto, mientras la puerta se mantiene abierta tras de mí. Corro hacia el baño, y la escena que veo no me gusta para nada. Mis pies se detienen una vez más, y siento que la bilis me sube por la garganta. Creo que voy a vomitar, pienso, al ver a mi amigo tendido en el suelo y a mi mentor sosteniendo su camisa en lo alto. Me sorprende saber lo equivocado que estaba al pensar que solo una herida le mantenía en tan mal estado; en realidad eran múltiples heridas las que le abarcaban todo el vientre e incluso algunas estaban cerca de las costillas.
Al ver aquella desagradable escena, la cabeza me da vueltas y Keisha aparece ante mí, botando sangre por sus ropas por consecuencia de mi daga contra su corazón joven e inexperto. Me sostengo la camisa con fuerza, justo en el pecho, mientras noto que golpeteos fuertes me atacan de pronto. Me va a dar un ataque de pánico y no creo que ayude mucho a la situación.
—¡Newt, reacciona, por favor! —De nuevo, su voz me envuelve y siento que es la mano que acude en mi ayuda. Me dejo sostener por ella, y abriendo los ojos, aunque siento calor por todo mi cuerpo, me acerco a los dos hombres.
Me arrodillo al lado de mi mentor, mientras todavía tengo estremecimientos por todas partes. Un frío asolador se apodera de mi al ver la forma en la que los ojos azules de Alby, que los ha abierto de sorpresa, se ven apagados y oscuros.
—¿Q... qué puedo hacer? Y-yo... —Haymitch deja de mirar el cuerpo herido del avox, y dedica unos momentos a atenderme. Coloca una de sus tersas manos en mi hombro derecho y me dirige una vista llena de fiereza y seguridad.
—Tranquilo, Newt. No necesito que hagas nada, solo quiero que alcances el botiquín de emergencia que hay en aquel estante de arriba y mientras me ocupo de curarle las heridas, necesito que mantengas despierto a Alby, ¿me entiendes? —Tardo unos segundos, pero sacudiendo mi cabeza y sacándola de pensamientos desagradables, hago lo que me pide.
—Buen chico, Newt, eso es.
Un tortuoso rato después, mi mentor está enhebrando la última aguja para la herida más grande después de haberle sacado la daga al principio del proceso. Me ordenó que la guardase entre mis ropas, y mientras trataba de no vomitar por llevar escondida y a resguardo el arma que había herido a mi amigo, traté de seguir con mi trabajo.
Alby respira dificultosamente, y tiene su cabeza en mi regazo. Soy solo capaz de mirarle, deseoso de que se recupere pronto, y de preguntarle qué demonios ha ocurrido con él, y si ha visto a Luna por algún lado. Justo cuando mi mentor comienza a ingresarla en la piel después de untarla repetidas veces en alcohol, es cuando el avox comienza a quejarse una vez más. Mis labios tiemblan, y aun así, encuentro mi voz para tranquilizarle como me recomendó Haymitch antes.
—Alby, respira..., Tranquilo, todo va a estar bien, ¿me escuchas? —Este comienza a soltar gruñidos sin sentido alguno, y al ver que mis intentos son en vano y que, en esos momentos, su dolor es insoportable, se me ocurre una idea al recordar ver a mi madre hacerle algo parecido a Lizzy, una vez que se hizo una herida al caerse en la escuela.
Comienzo a tararear una melodía de cinco notas, repetidas veces, y trato de que suenen lo más melódicas posibles. Le acaricio el cabello corto que posee, mientras con mi mano libre le doy arrumacos en el rostro en un intento de aliviar su sufrimiento, y de llevármelo conmigo. Un rato después por fin relaja su expresión, y el alivio me embarga. Haymitch se recuesta, agotado pero con una radiante sonrisa. Me dedica una mirada atenta y pasiva, y viendo que me muestra aquella muestra alegre, no puedo contener que una pequeña sonrisa se me escape.
—Lo has hecho bien, chico. De verdad. —Niego, intentando no soltar más lágrimas.
—El héroe aquí eres tú, Mitch, de verdad que si. —Su mirada es cálida y un ambiente agradable nos envuelve, finalmente, después de duras y complicadas semanas en las que no hemos mantenido ningún contacto.
Es cuando siento que es el momento exacto para pedirle disculpas por mi tozudez, que escucho en el arrellano de la entrada la voz de Thomas. Mi corazón vuelve a agitarse, y mientras mi mentor se exalta de la misma forma, observa sus manos ensangrentadas, el cuerpo de Alby en el suelo y mi deplorable aspecto, dice que lo mejor es que vaya yo, obviamente en un susurro bajo. Así que dejo la cabeza de mi amigo suavemente en el suelo, mientras me preparo mentalmente a hacerle frente a la persona menos esperada.
Haymitch me agarra del brazo antes de salir.
—¿Confías en él? —Su pregunta hace que una duda imprevista nazca en mi pecho, pero pronto la desecho al recordar de quién estamos hablando.
—Por supuesto que lo hago. —Y mientras me restriego las manos en la camisa, me encuentro con mi amigo quién está en la entrada, dudando de si entrar o no.
Sostengo el aire en mi pecho, y me descubro ante su sorpresiva y asustadiza mirada. Al principio, una expresión llena de alivio se muestra consigo al verme, pero cuando profundiza esta, se da cuenta de cómo me encuentro en realidad y no tarda en correr hacia mi. Sus manos se alzan sobre mi rostro, sin atreverse a tocarme realmente y mis manos dudan también de palparle por no querer mancharle de sangre.
—Newt, ¿qué te ha pasado? ¿Estás bien? ¿Está sangre no es tuya, verdad? He visto un poco en el marco de la puerta y... —Por su rostro lastimero, sé que puede ver más allá de la sonrisa cansada que intento ponerme como máscara.
—Yo estoy bien, y no es mía... Es de Alby, está herido. Llegué hace nada de... Bueno, eso da igual, cuando entré me lo encontré tirado en el baño con la daga de Minho en su vientre y no... —Alza sus manos, deteniendo mi perorata rápida.
—Espera, espera, espera... ¿Alby está herido? ¿Y quién se ha encargado de curarle? ¿Quién demonios le haría algo así, además? ¿Y por qué? —Sus preguntas solo consiguen que me estalle la cabeza y entro en caos, porque la culpa me embarga. Su mirada me juzga, eso es lo que veo, y el estrés se apodera de mí.
—¡No lo sé, pingajo! ¡¿Crees que si lo supiera estaría aquí?! ¡Debería estarle partiendo la cara al desgraciado que lo haya hecho! —Salta asustado ante mis palabras, y me arrepiento. Muerdo mis labios, sintiendo el sabor metálico provenir de ellos.
Me sostengo uno de los brazos, de una forma lamentable, mientras intento que la respiración no se me agite de nuevo. Veo a Haymitch saliendo del baño, pero Thomas no se da cuenta de él, al menos no todavía. Sostiene mis manos, y noto esa calidez que durante tanto tiempo intenté apartar de mi lado. Al principio, me sentía culpable de que alguien como yo pudiera tener esa misma bondad a mi lado, y me despreciaba aun más después de los juegos. Me recordaba mucho a Minho, y al mismo tiempo era diferente. Por eso quería alejarle de mi lado, porque no me sentía merecedor de recibirlo. Pero este es un chico testarudo, y a pesar de todos mis intentos, siempre me seguía a todas partes.
Aquel agarre amable hacía vuelta seca a mi corazón, y cuando abre sus finos labios, acompañados de esa misma sonrisa compasiva, se escuchan pasos apresurados acercarse en nuestra dirección. La tensión se presenta en mis hombros, y me separo de golpe de Thomas cuando veo que se acerca un numeroso grupo de Vigilantes, guiados por Janson. Este se detiene en el marco de la puerta, observándonos con unos ojos misteriosos e indescifrables, y Thomas se sobrecoge detrás de mí. Sin darme cuenta, me coloco delante suyo, y un silencio rígido se apodera de la habitación.
No decimos nada por unos minutos, pero cuando veo que mi mentor trata de regresar al cuarto de baño, este chasquea sus dedos y los guardias ingresan en el interior. Janson se mantiene en las afueras y mientras dedica una vista a mi amigo, me regala una mueca decepcionante. Trato de que la rabia no se apodere de mí, pero cuando distingo que apartan a un Haymitch que se interpone entre los guardias de un puñetazo, salto sin pensarlo. Es solo el brazo de Thomas quién me mantiene quieto.
—¡Él no ha hecho nada, no le hagáis daño! —grito cuando veo que varios de esos guardias se ensañan con él, y este se encuentra en el suelo intentando esquivar sus crueles golpes.
Devuelvo la vista a Janson, con desesperación, pero parece disfrutar de la escena. Aquello solo hace que el ruido de mi cabeza aumente por momentos.
—¡Maldita rata, diles que se detengan! ¡Haymitch solo... ! —El movimiento estruendoso del cuarto de baño me distrae, y veo que sacan a rastras a Alby, a quién las suturas se le han roto y vuelve a sangrar con fuerza. Parece que ha vuelto en sus sentidos, porque patalea como puede, y gruñe abrumado de verse en la situación de ser cogido por los Vigilantes.
Los guardias que se estaban ocupando de mi mentor, por fin le dejan libre y este tose, escupiendo sangre al suelo. El miedo me aturde los oídos, y cuando veo cómo Alby aparenta estar gritando de dolor, aunque fueran simples quejidos sonoros, aprieto los puños y salto en su busca. Sin quererlo, le doy un empujón a Thomas, quién cae al suelo por la sorpresa, e intento detener a los hombres uniformados de blanco.
—¡Le estáis haciendo daño, dejadle, maldita sea! ¡Se le volverán a abrir las heridas! —La mirada que recibo de los ojos azulados de Alby, es claramente un grito de auxilio.
Corro hacia uno de los hombres más cercanos e intento que se separe de mi amigo el avox, pero sorpresivamente se da la vuelta cuando intento tomarle por sorpresa, y recibo un puñetazo en la comisura de los labios. Me tira al suelo sin poder evitarlo, y lanzando un bramido grotesco, me lanzo contra él.
—¡Newt, detente! —La voz de Thomas me detiene, y los brazos de Haymitch sujetándome del torso es lo que lo consigue al final.
La fuerza que tiene sobre mí es descomunal, incluso después de haber sido vapuleado. Las venas se me marcan en la frente, intentando liberarme. Pero parece una misión imposible.
—No, no, no, por favor... ¡No se lo lleven! —Derrotado, fatigado y con el corazón lamentándose, dejo caer mi peso sobre mi mentor, quién rápidamente se arrodilla conmigo, aun sin soltarme, para estar los dos en el suelo.
A pesar de mis súplicas, Janson desaparece con un Alby intentando lanzar alaridos dolientes. Lo último que escucho es una palabra extraña que sale de sus labios, y sé que su propósito era decir mi nombre, aunque sonase como un fuerte bramido inentendible. Aquello solo me destruye todavía más. Pienso en la decepción del rostro de mi amigo, y en que le he fallado. No tengo idea de qué le van a hacer, y eso me aterra.
—Newt, lo lamento mucho... No quise que esto pasara, de verdad. —Esas son las palabras que menciona Tommy, y parece encender de nuevo la llama en mí. Me revuelvo del agarre de mi mentor de inmediato.
Aparto de golpe a Haymitch, que trata de evitar lo impensable.
—¡Suéltame, maldito larcho! —Quizás estaba muy débil, o simplemente se rindió, pero me suelta, y sin dedicarle una mirada, me acerco amenazante ante el otro.
Este trata de explicarse, pero no se lo permito al sostenerle con fuerza la solapa de su camisa.
—¡¿Qué demonios has hecho, maldita sea?! ¡Confiaba en ti, y ahora por tu culpa se han llevado a Alby a quién sabe dónde! ¡Todo esto es culpa tuya! —Este coloca sus manos en mi pecho, y nuestras respiraciones parecen completarse.
Me observa con esos ojos anhelantes, achocolatados y bondadosos, y mi agarre se afloja un poco. Este aprovecha para cerrar sus ojos, lastimados, y una expresión triste se apodera de él.
—Déjame que te lo explique, por favor. Al ver los restos de sangre en el marco de la puerta, no pretendía que pidiera ayuda a Janson, le dije que buscara a alguien, pero no pensé que iba... —No comprendo por dónde van sus tiros, pero siento que está hablando de otra persona. Que no es él quién ha traído a mi estilista aquí.
—¿A qué te refieres? ¿De quién estás hablando, verducho? —Cuando pretende decírmelo, una voz se escucha a nuestras espaldas, y se denota fría y distante.
—Yo he traído a Janson hasta aquí. Era lo correcto, Newt. —Dándome la vuelta, un calor se expande por mi estómago y la molestia me nace al verla.
—¿Acaso tienes la maldita idea de lo que has hecho, Teresa? —Esta mantiene su mirada sobre nosotros, y asiente, sin ningún ápice de culpabilidad. Y si no fuera porque aun Thomas me está tocando, aunque esta vez el brazo que aun sujeta su camisa, ya le habría saltado encima.
—No había nada que pudiéramos hacer. Lo lamento. —No dice nada más, se queda ahí parada, sujetando uno de sus brazos y es lo único que necesito para decaer por completo. Me da la sensación de que me he quedado vacío de pronto, y de que algo me aprisiona el corazón.
Caigo de rodillas al suelo, liberando a Thomas, y mientras me sujeto el cabello con fuerza, me doy varios golpes a esta. Hay miles de sentimientos desagradables apoderándose de mi, y no creo poder soportarlo más tiempo. En mi mente se encuentra el rostro desesperado de Alby, y la decepción me consume al haber sido un completo inútil ante la imprevista situación.
Su mirada azulada me tortura, así que mientras me cubro los ojos con sola una mano, siento que varias lágrimas húmedas caen sobre ellas. Mi mano libre está sosteniendo todo el peso de mi cuerpo, apoyada en el suelo, y la aprieto con fuerza. Se me pone pálida de la presión ejercida.
—¿Por qué no puedo defender a la gente que quiero? —Sollozos se me escapan en bajo, y al momento siento que alguien me abraza por la espalda. Y, por primera vez, siento que mi carga está siendo compartida.
—Lo harás, Newt, te lo prometo —me susurra en el oído Tommy, y pongo todos mis esfuerzos en creerle.
Horas después, Teresa se ha ido, y antes de marcharse, pude ver su mirada lastimera y siento que de verdad lo lamenta. Tampoco es que pueda culparla, actuaba influenciada por el miedo y entiendo qué pensó que era lo mejor. Simplemente, pienso que podría haber escogido mejor a otra persona. Haymitch también se ha ido hace un buen rato, y antes de desaparecer por el arrellano, cojeaba doliente. Quizás si hubiera estado en mis facultades, le hubiese acompañado, pero Thomas se ofreció a hacerlo y este evitó que lo hiciese, comentando que eran golpes de unos niños y que una buena botella de vino le esperaba.
Tras su ida, en el cuarto ingresaron varios avox con instrumentos de limpieza, y no nos dejaron hacer nada. Seguramente venían en nombre de Janson. Se ocuparon de eliminar cualquier rastro de sangre del cuarto del baño, del corredor y de la puerta de entrada. A lo mucho tardaron veinte minutos, y después, tras darnos una reverencia escueta, salieron de la habitación y, esta vez, si cerraron la puerta con un atenuante sonido que nos estremeció a los dos restantes. Mi habitación quedó tan limpia que hasta se me ocurrió que todo había sido producto de mi imaginación; pero los recuerdos aun eran vividos en mi cabeza y me demostraban que había sido muy real.
—Newt... —Su voz suave, con el objetivo de no asustarme, me molesta.
Ambos nos hemos quedado en silencio durante un buen rato, y supongo que no pretende quedarnos así más tiempo. Sé que quiere ayudarme, pero no estoy seguro de salir de esta ahora mismo. El hecho de saber a consciencia que lo último que pretendió decir fue mi nombre, apena mi alma y la destruye. Estoy en la cama, en el centro y abrazando mis piernas. Tengo la cabeza escondida entre ellas, y no quiero que me vea Thomas, me avergüenzo de mi estado.
—Márchate, Tommy, por favor —le pido con toda la decencia del mundo, procurando no exaltarme. Aunque no puedo asegurar explotar en cualquier momento otra vez, porque esta nueva situación me supera por momentos.
—No voy a irme, no cuando estás así —dicta con total seguridad, y fastidiado de su tenacidad, levanto el rostro para que pueda ver los ojos rojos que tengo de tanto llorar y la expresión frustrada de mi rostro.
—¡Quiero que te vayas, maldita sea! ¡Déjame solo! —Este permanece impasible en su sitio, que es enfrente de mí, y su mirada intacta me recuerda mucho a Luna, que siempre parece darme ánimos con ella. No tengo la menor idea de dónde puede estar, y eso empeora las cosas.
Un frío abraza nuestros cuerpos, y siento que la cama se hunde ante la presión que hace Thomas al subirse en ella. Mis labios tiemblan con fuerza al ver su sonrisa complaciente, y cuando susurra que «Todo está bien», mis hombros decaen y niego ante sus palabras.
—Te equivocas, Tommy. Nada volverá a estar bien. —Parece ignorar lo que digo, y se sigue acercando, hasta que acaba arrodillado y bien acomodado delante de mi.
Nos quedamos perpetuos, mirándonos atentamente, y siento cómo alza una de sus manos de una forma delicada, y me embriago de la comodidad que me produce estar a su lado, y de la calma que le brinda a mi corazón. Nuestros mirares aun parecen ser incapaces de desviarse hacia otro lado, y vislumbro que la luna azul se refleja en ellos. Su cabello parece revolverse con el fino toque de la frescura que entra por la ventana abierta, y permanezco quieto, sin saber qué esperar de su parte.
Al principio parece dudar de hacerlo, pero finalmente sus dedos rozan mi mejilla y una ardiente sensación se instala encima. Sus labios delgados se abren aun sin soltar palabra alguna, y trato de no mirarlos demasiado. Su cuerpo se acerca al mío, demasiado, y siento que me sudan las manos aun posadas en mis rodillas. ¿Cuándo en mi vida he estado de esta forma? Nunca que yo recuerde, y me aterra pensar que algo está cambiando en mi interior.
Aun así, me dejo acariciar por él, y cuándo pienso que es ya suficiente, aparto sus dedos sosteniéndolos con ternura. Todo de este chico me produce eso, que quiera protegerle y cuidarle para que me siga brindando la misma amabilidad que me sobrecoge desde que le conocí. Finalmente, la burbuja se rompe, y se decide a hablar primero.
—¿Eso te lo hizo Gally, verdad? ¿En la Cornucopia? —Aquello hace que alce una de mis cejas, curioso ante aquel descubrimiento. Nuestras manos siguen unidas.
—¿Acaso me estabas vigilando? —Un adorable rubor se apodera de sus mejillas, y me carcajeo de su avergonzado rostro. Y aunque no tarda en compartirla conmigo, quien quiera que las oiga, pensará más bien que somos dos personas liberándonos de nuestras penas.
Tengo que sujetar mi vientre, porque incluso reírme me duele. Este me observa con una misteriosa expresión, y ahora su mano libre se dirige a la comisura de mis labios, tocando aquel moretón causado por el Vigilante de antes. Es un simple roce de unos segundos, pero me quejo de inmediato porque me duele, y se aparta bruscamente.
—¡Perdón, perdón! ¡Será mejor que me vaya, es tarde, y estoy seguro de que querrás limpiarte y... ! —Intenta levantarse de la cama, con el propósito de marcharse, pero mi cuerpo se mueve solo y una de mis manos sostiene su brazo derecho.
Su pecho se mueve agitadamente, y aunque siento que se me calientan las orejas, por primera vez dejo que mi corazón hable por mí.
—Quédate, por favor... —El rubor parece aumentarle, y casi con movimientos robóticos recupera su anterior puesto. Ahora yo avergonzado le golpeo uno de sus brazos, tratando de que regrese a la normalidad. Parece hacerlo por el momento.
Entonces aprovecho para cuestionarle una duda que me desconcierta.
—¿Cómo es que estás sobrio? La última vez que te vi fue cuando Teresa te arrastraba borracho como una cuba. —Trato de no recordar la mirada rencorosa de la chica antes de haber desaparecido con el chico del 3.
Este mantiene su vista en mi, mientras me dice que debo recordar los muchos artilugios del Capitolio que habitan en el vehículo mortuorio. Me dan ganas de golpearme por ser estúpido, seguro que Teresa le quitó la embriaguez de una.
—Pero, Tommy, ¿por qué venías a verme?
—Bueno... —Se pasa una mano tras el cuello, para darle varias caricias—, digamos que quería una revancha de nuestra apuesta, pero... Olvídalo, ¿vale?
Trato de sacarle un poco de humor a la conversación.
—Lo olvido, porque seguro que perderías otra vez.
Aquel ambiente cómodo es realmente apreciable, y trato de recordar cuánto hacía que no hablaba de esta forma tan cercana con alguien. Thomas recupera entonces su rostro serio.
—¿Sabes? Me parece increíble que los demás no se hayan enterado de esto —menciona en bajo, casi como si quisiese no recordármelo.
Mis cejas se fruncen, y suspirando levemente, le pido disculpas por mi comportamiento de antes. Pero tan bueno como es, no quiere aceptarlas.
—No, no, no tienes que...
—Tengo, Tommy. —Le interrumpo y cierra la boca de una forma graciosa—. Me siento fatal porque tú solo tratabas de explicarte y yo no te dejaba. Cuando te empuje me sentí peor todavía, de verdad, perdóname. —Esta vez, es él quién se ríe y suena de una manera tan dulce que me hace pensar en si estoy soñando. Porque si es así, no me gustaría despertar.
—Tu no has hecho nada malo, Newt, créeme. —Un traqueteo invade el tren y retumba un poco. Eso consigue que recuerde lo que resguardo y saco la daga, bajo la mirada profunda del otro.
Le doy varias vueltas, con la sangre aun húmeda en ella, y siento dolor al saber que un regalo tan maravilloso como el que me hizo Minho todavía se manchase de sangre. Thomas muerde sus labios, nervioso, y pretende decirme algo cuándo unas luces fuertes aparecen en el compartimiento y mientras observamos a las afueras en el gran ventanal, nos encontramos con grandes aparatos tecnológicos que brindan luces ultravioletas. Aquello hace que mi corazón salte de nuevo y mientras miro de soslayo al otro, sus palabras confirman lo que ya tenía en mente.
—Hemos llegado a mi querido Distrito 3.
N/A → ¡Saludos, mis queridos ángeles! ¡Espero que les haya gustado mucho, en verdad sé que ha sido más largo de lo habitual, pero espero que lo leyesen todo muy bien para enterarse de lo que ocurre! ;3
Pronto se vendrán las siguientes actualizaciones, pero déjenme decirles que amo saber que no tienen la menor idea de lo que me traigo entre manos. ¡Los amo mucho!
Recuerden dejarme sus comentarios sobre que opinan de este capitulo, porque amo saber lo que piensan, ya lo saben. ¡Nos vemos pronto!
→ Se despide xElsyLight.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro