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「 ᴜɴᴀ ʀᴇᴠᴜᴇʟᴛᴀ 」



El Distrito 11, nuestra segunda parada. Mientras observo los alrededores, supongo que sucederá lo mismo que en el anterior y solo pararemos para ver tras las ventanillas. Me alegra de pronto que Chuck no esté porque se pondría triste de no tener la oportunidad de ver a sus padres. Intento disfrutar del desayuno que no tardan en servirnos los avox tras la llegada de mi mentor, pero la muerte de Chuck aun me martilla la cabeza. Cuándo terminan por llegar los demás vencedores, comemos en silencio los distintos manjares. Tal parece que estamos todos con un humor parecido.

El té y las tostadas que vi al entrar se las quedó Teresa. Effie intentó alegrarnos un poco comentando que deberíamos probar el pastel fermentado de chocolate con merengue. Así que corto un trozo, más que nada porque ninguno de los que me acompaña se anima a hacerlo, y siendo sincero, también lo hago porque me siento mal por ella. Cuándo lo coloco sobre el plato, a la mujer parece alegrársele la casa y Haymitch me regala una pequeña sonrisa complaciente.

—Dime qué te parece, querido —me dice, y no tardo en metérmela en la boca.

El sabor es dulce, pringoso y se nota el azúcar por doquier. Noto un poco de huevo mezclado y trago gustoso. Al levantar la vista, Effie me mira atenta y aunque intente ocultarlo, Thomas quién está a mi lado, también lo hace. Relajo los hombros y trato de levantar un poco el ánimo; no puedo dejar que los sucesos del día anterior me atormenten ahora. Volveré a ver a mis padres, a mi hermana y a Minho, eso lo tengo por seguro.

—Está muy bueno, de verdad. No suelo ser fan de lo dulce, pero este pastel puede ser la excepción. —Al instante Tomas imita mis acciones, y no tarda en probarlo. Los demás también lo hacen y lanzan comentarios alegres ante la idea de Effie.

Esta recupera su humor alegre y no tarda en pedir una taza de café caliente. Brenda también lo hace. Entonces, mientras Luna se da ingreso al vagón con las orejas gachas, muestra de estar somnoliento, el tren da una sacudida y hemos entrado finalmente a los campos que rodean el Distrito 11. Heather hace el amague de levantarse para observar el paisaje, pero mi mentor la detiene.

—Os aconsejo que terminéis de comer antes de hacer otra cosa. —La chica me dirige una escueta mirada y hace caso. No logro entender porqué en cada decisión que toman, parece que tienen que pedirme permiso.

Ethan le pasa una taza de café humeante mientras ella agarra un cuenco de frutas frescas que comparte con el chico. Me doy prisa en acabar para poder darle una vista al nuevo distrito. Me distrae el hocico húmedo de Luna que me acaricia la pierna, y decidiendo olvidar el tema que nos relacionó en la mañana, le doy unos mimos en esta.

—¿Por qué no le das un trozo del pastel? Los ingredientes utilizados del Capitolio son aptos para cualquier ser vivo —dice Teresa, con una mirada brillosa al observar al lobo.

Todos la miramos sin saber si creerla, pero Effie no tardó en darle la razón y decido hacerlo. Le tiendo un pequeño trozo en el suelo con mi plato. De todas formas, tampoco es que fuera a comer algo más. Siento una mirada acusadora encima que hace que deje de prestar atención a mi lobito que come gustoso, y me encuentro con Brenda. Aunque más bien está mirando hacia mi hombro; sigo la dirección de esta, y descubro que está interesada en mi insignia de alas doradas, la cual fue regalada por parte de Bellamy.

—Es la misma que llevabas el día de las entrevistas, ¿verdad? —Que lo mencione solo me trae malos recuerdos sobre lo del Minho falso, y por la tos atragantada de Thomas, sé que también ha pensando en ello.

—Sí, eh... —Entonces me callo al recordar que este no se había presentado ante los demás, y que quizás su visita había sido imprevista. Prefiero inventarme algo, antes que meterle en problemas—. Me la devolvió Haymitch hace unos días.

Ahora es el turno de mi mentor de atragantarse, y Effie se levanta airosa para golpearle la espalda con golpes sonoros. Todos se ríen ante sus intentos de detenerla, y agradezco que ya no se encuentren en los rostros de mis amigos las expresiones lastimeras y alicaídas de momentos antes. Finalmente, cuando un rato después mis compañeros han terminado de devorar sus platos, nos asomamos por la misma ventana del día anterior, y nos encontramos con un paisaje mucho más diferente que el de mi distrito.

Empezamos a ver los cultivos, que se extienden por el inmenso y basto horizonte. Hombres, mujeres y niños con sombreros de paja para protegerse de la incandescente luz solar se levantan, y miran hacia nosotros. El tren pasa por su lado a gran velocidad. Veo huertos a lo lejos y me pregunto si se encuentran cerca los padres de Chuck. Pronto ante nuestra vista impresionada aparecen chozas que salpican el paisaje. Es interminable, da la sensación de que el Distrito 11 es infinito.

Nos distrae una voz chillona y desagradable que habla a nuestras espaldas. La reconozco de inmediato, y los sucesos del día anterior me invaden. Al darme la vuelta veo parado tan campante a mi estilista con la nariz recompuesta e intacta (de por seguro gracias a las tecnologías del Capitolio), y se me revuelven las tripas. ¿Qué está sucediendo? ¿No deberíamos estar preparados para saludar a través de las ventanas? ¿Por qué le acompañan un grupo formado de Vigilantes? Sin darme cuenta, todos mis amigos se ponen tensos y sin poder evitarlo, se colocan delante de mi. Quizás intentan detener alguna estupidez que se me pase por la cabeza, o quizás simplemente tienen la intención de protegerme. Pero, ¿protegerme de qué?

—Chicos, necesito que os terminéis de arreglar y de daros los últimos toques. Os lo explicaré cuándo regreséis. Ahora, por favor, daros prisa. —Por el rabillo del ojo, me doy cuenta de una seriedad extraña en Effie, y la forma en la que Haymitch aprieta sus puños.

Dando un suspiro, sigo a Thomas quién es el primero en salir del vagón. Cuando las puertas se cierran tras de nosotros, Heather me agarra del brazo y observo su cabello suelto y, aparentemente, planchado. Tiene el rostro muy limpio y se ve bastante decente. Lleva encima un vestido negro ajustado con una chaqueta de cuero en sus hombros. Ethan está detrás de ella, mirando a todos lados, algo temeroso. A lo mejor solo quiere asegurarse de que las cámaras no nos estén rondando.

—¿Qué crees que está pasando, Newt? —Coloca uno de sus cabellos rebeldes tras su oreja, y trato de no parecer preocupado.

—Probablemente... Solo quieren que nos veamos bien ante el público, Heathy. —La llamo por su apodo y ella me sonríe nerviosa, sin decidirse por confiar en mis palabras. Sin embargo, pronto desaparece en compañía de Ethan, quien me ha dado un golpe en el hombro ante de irse.

En mi habitación, haciendo caso a los pedidos del que debo considerar mi estilista, me lavo los dientes y trato de fingir mi humor. Me recompongo y me hago a la idea de qué esto se acabara rápido, que esta tortura de ir en este vehículo mortuorio va a llegar pronto a su fin. «Uno nunca se baja de este tren», las palabras de mi mentor consiguen que las ganas de vomitar vuelvan, no obstante, respirando con varias pausas, trato de aguantar. Parezco conseguirlo, así que sin retrasarlo más, salgo de la habitación.

Al abrirse la puerta me encuentro con Brenda, quién parecía haber estado esperándome. La acompaña Luna, y no entiendo cómo no me he dado cuenta de que no me seguía antes. 

Lleva encima una polera gris y su corto cabello parece haber crecido tras los Juegos. Sus botas negras salen a juego con sus vaqueros oscuros. De pronto pienso en qué da igual lo que lleve encima, siempre se verá genial. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y una ceja alzada. No espera para hablar.

—¿No te huele a chamusquina todo esto? ¿Por qué el estúpido de Janson vendría con guardias a por nosotros? Cuánto más lo pienso... más sospechoso me parece, Newt.

—Bren, entonces deja de hacerlo —le suelto con humor, para cerrar la puerta tras de mí.

Ella frunce su ceño, aun manteniéndolo en su cabeza por seguro. Le paso una de mis manos por sus hombros, y trato de hacer que se relaje. Mientras caminamos en dirección al vagón comedor, recuesta su cabeza en mi brazo, y recuerdo lo de la noche anterior. La manera en la que se quedó dormida sin preocuparse por mi presencia me demostró lo mucho que confía en mí.

Nuestra aparición en el vagón es presenciada por todos los tributos, y descubrimos que éramos los últimos en llegar. Brenda se disculpa, aun sin apartarse de mi lado y nos reunimos con los demás. Entonces, me doy cuenta de la forma en la que se interpone Teresa entre Thomas y yo, y en cómo este no me quita la vista de encima. ¿Quiere una reacción por mi parte? ¿Teme que explote cómo el día anterior? Pues lamento decepcionarle, porque eso no va a pasar.

Es inútil fingir no darse cuenta de la forma en la que los guardias se apostan detrás de Janson, y me da gracia pensar que los tiene allí para protegerse de mi. Tras brindarnos unas cuantas miradas, mi estilista une sus manos con una expresión satisfecha. Trato de ignorar el odio creciente en mi interior, y entonces, cuándo el tren está metiéndose en la estación del Distrito 11, sus palabras de nuevo consiguen desmoronarme y romper todas las murallas que había apostado en mi corazón. Logra destruir la fachada que había formado durante toda la mañana, y Brenda aprieta mi brazo hasta que duele.

—Preparaos porque en unos momentos saldréis a ser recibidos por el pueblo del distrito, y a dar vuestros debidos agradecimientos en nombre del Capitolio. —Mientras pequeños temblores se esparcen por mis brazos, nos explica lo que va a suceder a continuación.

Resulta que tras salir de la estación de tren, nos dirigiremos al Edificio de Justicia, el cual es una enorme estructura de mármol que aun consigue mantenerse impoluta, a pesar de los años. Nos dice que nuestra aparición pública será representada en el exterior, en la conocida y aclamada vereda. Por lo que tengo entendido, se trata de un espacio embaldosado que hay entre las puertas principales y las escaleras, y el cual está cubierto por un techo sujeto con columnas. Yendo al grano, allí nos presentarán, y después de que el alcalde del distrito lea su discurso en nuestro honor, será nuestro turno para dar dicho agradecimiento mencionado de antes. Añade, además, que si un vencedor ha tenido aliados especiales con los tributos muertos, se considera de buena educación decir también algunos comentarios personales. 

—Podréis aprovechar para hablar de Chuck, Thomas y Newt, ya que vosotros fuisteis con los que más tiempo convivió. —Aquello ha pasado de blanco a negro muy deprisa, y siento que la rabia está surgiendo en mi interior. Thomas está igual, y puedo asegurar que lo único que le detiene de saltar sobre el hombre, es el agarre que tiene encima por parte de Teresa. Y por una vez, me alegro de que esté cerca.

—Por supuesto, al final de todo esto, os entregarán una placa y podréis retiraros al interior del edificio, donde os servirán una comida especial por vuestros logros. —Heather me mira de una forma intensa y triste, y veo que la lástima se apodera de ella al entender el propósito del discursito de Janson.

—¿Qué demonios significa todo esto? ¿Vamos a salir? —La voz de Brenda es afilada y una cólera se cruza por su mirada. Aun así, mi estilista no parece inmutarse.

—Cómo he explicado, señorita Brown, sí, saldréis del tren para continuar con el protocolo establecido de todos los años. —Aquello me saca una sonrisa seca y repleta de mucha sorna.

—¿Entonces si este era el plan desde el principio, qué pasó ayer, eh? ¿Te olvidaste del guion y por eso no nos dejaste hacer lo mismo en el 12? ¿Nos negaste la oportunidad ver a nuestras familias para ahora decirnos que sí podemos hacerlo? ¿Qué cojones pasa contigo y con todos los idiotas del Capitolio, hombre? ¿Acaso vernos sufrir de esta manera os brinda una morbosa satisfacción? —Este se ríe ante mis palabras y solo la mano de Brenda, que todavía está en mi brazo, me detiene de explotar.

Ethan mantiene a raya a Heather, que está murmurando que le va a partir la cara a Janson. Teresa no dice nada, y se dedica a observar las afueras del vehículo con un deje perdido. Thomas es quién habla ahora, distrayéndome de reventarle a mi estilista de nuevo su estúpida nariz.

—¿Y si nos negamos a salir? —Entonces eso consigue que el rostro del hombre rata se estruje con fuerza, y le dirige a mi amigo, quizás, la mirada más fría que le he visto poner desde que le conozco.

—Tendrá grave consecuencias. No solo los que os acompañan sufrirán en el proceso, si no también los miembros de vuestras familias. —Haymitch se adelanta ante esa mención, y Effie le sigue por detrás, sorpresivamente también furiosa.

—No puedes amenazar a estos pobres chicos con eso. —Su dedo acusador le da de lleno en el pecho a mi estilista, y agradezco que los guardias no se alteren con eso—. No podéis hacerlo porque, sencillamente, son los vencedores de los Quincuagésimo Quintos Juegos del Hambre, además, no le estaríais dando un buen mensaje al público del Capitolio si se enteran de esto.

Janson aparta su dedo de manera brusca, y fuerza una sonrisa en sus labios.

—Aunque tengas razón, de todas maneras mis amigos aquí presentes, obligarán a salir a todo aquel que se niegue a abandonar este tren. ¿Queda entendido? —Comparto una mirada con los demás, y terminamos por asentir. No podemos hacer otra cosa.

Aun así, siento que un vacío se instala en mi pecho al pensar en qué podría haber visto a mi familia si no hubiera sido por los deseos de castigarme del Capitolio. Me doy una palmada en la frente al entender que de eso se trataba todavía. Ellos quieren seguir castigándome, y algo en el fondo me dice que este ultraje es solo la guinda del pastel.

El corazón me late como loco, y un sudor frío se reparte por mi columna. Sin embargo, controlo mi rabia ante aquella situación por la protección de los demás que me acompañan en esta aventura. Trato de no buscar más problemas a mi equipo. Mi estilista nos regala una sonrisa, demostrando la alegría que le brinda haberse salido con la suya..., Y pienso en lo mucho que le detesto. Effie nos mira con ojos llorosos, y es Teresa quién, con una cálida mirada, le dice que no hay de qué preocuparse. Hasta Thomas parece sorprendido al verla de esa forma, y me tranquiliza saber qué no era el único.

Paso una mano por mi cabello, liberándome del agarre atosigador de mi amiga. Esta parece entenderme, y trata de mantener la compostura. Heather se acerca a ella para pasar un brazo por sus hombros, dándole de ese apoyo que necesita y el que me veo incapaz de darle por mi mano. Descubro a Ethan que duda de si acercarse a mí, y me digo que es mejor que no lo haga. Sin darme cuenta, toco con mis dedos la insignia de mi hombro para darme fuerzas para seguir aguantando con las decisiones del Capitolio de última hora que siempre logran trastocarme entero. Janson dice que no hay que perder más el tiempo, y sin esperar, salimos del vehículo a paso lento pero conciso.

En el andén de bienvenida del distrito 11, no hay comité del bienvenida por ningún lado. Lo que nos recibe ennegreciendo el ambiente, es una patrulla de diez agentes de la paz que nos dirigen a la parte de atrás de tres camiones armados. Nos dividen y nos reparten entre los dos primeros, pero el tercero se mantiene cerrado y algo me dice que en su interior está Gally.

En mi camión me acompañan Brenda, Teresa, Heather, Janson y Haymitch; en cambio, en el segundo van Thomas, Ethan y Effie. Nos acomodamos en el extenso espacio y trato de no saltar sobre el hombre rata que está al frente de mi con su miertera sonrisilla de autosuficiencia. Nos ponemos en marcha, y el camión nos deja en la parte trasera del Edificio de Justicia. El viaje ha sido corto pero angustiante con todos los agentes y Janson de por medio.

Nos meten a todos deprisa, y comprendo que antes había acertado al ver que sale del tercer camión nuestro querido Galliard Wood. Está más que decir que Thomas nada más darse cuenta salta cabreado, pero le detengo de cometer mis mismos errores. Coloca una de mis manos en su brazo derecho, hablándole con rapidez: —Cálmate, Tommy. Este no es el lugar ni el momento.

Me regala una mirada perspicaz y apartándose de mi lado, agradezco que decida hacerme caso. Siendo sincero, no entiendo cómo no he sido yo el que ha perdido los estribos.

Los agentes de la paz nos empujan, y mientras Janson dirige el camino y Gally se nos une, nos ponemos en fila para ir a la entrada principal. Oigo que empieza a sonar el himno en la plaza, que es en dónde estamos ahora, y me muerdo el interior de la boca, nervioso ante todo aquello. Hace unos momentos me hacía a la idea que la visita a los distintos distritos serían fáciles, como sucedió con el mío..., Y ahora tener en claro que eso había sido un acto cruel para darme otra lección, me destruye enormemente. ¿Por qué siempre las cosas me tienen que salir mal? Siento que un nudo se apodera de mi garganta, y me cuesta respirar mientras veo que el alcalde nos presenta y las puertas se abren con un gruñido.

Sin darme cuenta, soy el que lidera al grupo y, sorpresivamente, incluso Galliard se mantiene detrás de todos. El último, a decir verdad. Siento que en cualquier momento voy a caer de bruces al suelo, y es lo que más quiero ahora mismo, desaparecer por completo del radar de todo el mundo. Despertar y que los brazos de mi hermana me reciban, que me diga que todo ha sido un sueño y que hay que bajar a desayunar. Sin embargo, la voz de Effie me devuelve a la realidad.

—¡Sonreíd! —ordena, y mis pies continúan caminando hacia las afueras.

«Ya está, aquí tengo que convencer a todo el mundo que todo va bien y de que todos los vencedores estamos disfrutando de nuestra vida de ensueño», pienso. Se oyen bastantes aplausos ante nuestra entrada, pero nada parecido al público del Capitolio. Aquí no hay vítores, aullidos ni silbidos. Cruzamos todos juntos la veranda hasta que se acaba el tech y nos quedamos en lo alto de unos grandes escalones de mármol, bajo la tenue luz de mañana. Cuando se adaptan mis ojos al entorno, veo que está lleno de gente, aunque es de suponer que solo es una pequeña parte de los que viven en este lugar.

Como acostumbraba a ver en las programaciones, han construido una plataforma especial en el fondo del escenario para las familias de los tributos muertos. La respiración se me corta cuando veo una enorme pantalla digital que muestran los rostros de Chuck y de la chica que me pidió matarla, Keisha Davies. Del lado de la chica está su familia: su madre, con un aspecto deplorable, y sus dos hermanos mayores. Ambos miran con rencor al palco, aunque estoy de seguro de qué esa mirada no está dirigida a nosotros los tributos. Los tres poseen esa misma piel morenilla, y esos mismos ojos achocolatados que todavía me atormentan en sueños. Del lado de Chuck solo están sus padres, con el dolor vivo en sus rostros y la enorme pena de haber perdido a su hijo. Se mostraba claramente en los espasmos de sus cuerpos. Aparto la mirada de golpe, incapaz de soportar algo como eso.

Por fin los aplausos llegan a su final, y el alcalde da el discurso en nuestro honor. Varios niños nos ofrecen grandes ramos de flores. Mientras doy las gracias y las acaricio, me doy cuenta de que son prímulas, las favoritas de mi madre. Thomas las sostiene en su mano derecha, pero no las mantiene en lo alto. Estas señalan al suelo, y aunque Teresa le susurra que las levante como se hace según la tradición, no le hace caso. Le dedico una mirada simple, y descubro su mirada seria y fría, y entiendo que lo hace por las familias de los fallecidos. Reconozco que Chuck se llevaba mejor con Thomas, porque era así, y que este mismo presenció cuando asesiné a Keisha. Su distante presencia me demuestra lo doloroso que le resulta toda esta mierda. La respiración se me agita mientras los gritos de los niños antes de morir se me avecinan y solo me distrae la voz de Teresa, quién se ha apartado del lado de su amigo con paso recto y que cumple con la parte de la respuesta acordada y muerta de sentimientos programada por el Capitolio.

Galliard de pronto se nos adelanta, sin mirarnos, y consigue concluir la perorata de Teresa. ¿De verdad existían personas que seguían al pie de la letra los planes del Capitolio? Después la gente comienza a abuchearle, ya que él fue quién mató a Chuck, pero este no se inmuta por tales agravatorias contestaciones del pueblo y regresa a su puesto de antes tras una escueta y rígida reverencia. Es el turno de Teresa de volver a su anterior posición, y con una voz trémula, habla con su estilo estático sobre cómo la presencia de Chuck aligeró el ambiente de los Juegos, y consiguió que todos lográsemos mantener un deseo de devolverle a casa.

—Es cierto que nos hemos visto incapaces de cumplirlo al final, pero... Estaremos eternamente siempre agradecidos con solo haberle conocido, y espero de verdad que comprendan que su sacrificio no ha sido en vano. Gracias a él, todos nosotros seguimos aquí. 

Ante sus palabras, la familia de Chuck rompe en llanto y se me seca la boca una vez más. La gente aplaude ante sus palabras, y no quiero escuchar el tono monótono con el que suenan. El alcalde da un paso adelante y nos da a cada uno una placa tan enorme que muchos de nosotros tenemos que dejar el ramo para sostenerla. La ceremonia está a punto de acabar cuando me doy cuenta de que los padres de nuestro querido amigo de rizos nos miran, y sé que Thomas también se ha dado cuenta de ello. La familia de Keisha de pronto también me observa y temo que piensen que no me arrepiento de mi decisión, que me tomen por el asesino de su hija.

Parecen reprocharme con sus miradas por no haber detenido las acciones de su hija, de no haberla llevado conmigo. Mis manos se aprietan con fuerza en la placa y muerdo mis labios, muriéndome de la vergüenza. Todos ellos tienen razón, pienso de pronto. ¿Cómo voy a quedarme aquí, pasivo y mudo, y dejar que hablen por mí personas que solo son marionetas del Capitolio y que siguen sin duda sus malditas reglas? Si Chuck hubiese sobrevivido, no habría dejado mi muerte sin hablar como siempre con el corazón por delante. Con un poco de valor, me adelanto para detener los movimientos de los demás que están recogiendo, y me separo de mis compañeros que ya estaban regresando. Abro mis labios para pedirles que paren, pero alguien más se me adelanta.

—¡Esperen! —exclama esa voz que conozco tan bien, y dando una vista atrás, Thomas se me acerca con paso seguro. Tiene la placa apretada contra el pecho, y cuando me sobrepasa, me dedica una sola mirada. Entiendo de inmediato que él también quiere decir algo, que no soporta quedarse callado.

Como si recuperase las fuerzas, me encamino a su lado hacia el micrófono que hasta unos momentos atrás estaba ya olvidado. Ambos nos apostamos delante de toda esa gente que por fin comienza a tener un interés sincero, y me sudan las manos. Nuestros compañeros se han detenido y todo a nuestro alrededor parece haberse congelado. Los únicos que parecemos movernos a grandes velocidades somos Thomas y yo, y me da la sensación de que somos los únicos que están despiertos en esta horrible pesadilla.

—Quiero dar las gracias a los tributos del Distrito 11 —dice, y parece que las palabras salen atropelladas y sin sentido, pero tengo la sensación de que se ha pasado un buen tiempo con ellas en la cabeza. Me acomodo a su lado, y observo cómo dedica una mirada a la familia Davies—. Solo hablé una vez con Keisha, y fue suficiente para comprender que no se merecía estar en un lugar tan horrible. Siento lástima de no poder haber hecho nada por ella, de verdad. Se merecía ganar, se merecía volver a casa.

Su familia asiente a sus palabras, y estoy seguro de que la sienten de corazón. La multitud guarda silencio, y Thomas se vuelve a la familia de Chuck Griffin. Sin poder evitarlo, le sostengo una de sus manos para darle ánimos a encontrar las palabras. Nos miramos por unos cortos segundos, y dándome un ligero apretón, continúa.

—Sin embargo, me parece que sí conocía a Chuck. En los Juegos, siempre lo consideré un hermano pequeño y no logro entender todavía porqué nos admiraba tanto a Newt y a mí, porque si hubiéramos sido de verdad los héroes que tanto adoraba, habríamos sido capaces de evitar su muerte. Lamento haber roto mi promesa con él, lamento no haberlo devuelto con ustedes. Pero espero... espero de corazón que sepan que siempre lo tendré conmigo, aquí —señaló su corazón con su mano libre—, y que seré incapaz de olvidarle nunca.

La multitud murmura tras sus palabras, y en aquel apogeo silencioso, doy un paso hacia adelante a sabiendas de qué es mi turno. Aun tengo lo dicho por mi amigo en la mente, y siento su corazón palpitar a través de nuestro agarre de manos. La gente vuelve a retomar el silencio y aunque creo que todo está dicho por Thomas, y de que nuestro tiempo ha llegado a su final desde hace rato, mis labios se mueven y digo en alto todo lo que pienso y lo que he tratado con todas las fuerzas guardarme en mi interior. Observo con seriedad a la familia de los Griffin, y sus padres están intentando contener sus lágrimas, hacerse los fuertes, pero claramente no lo consiguen.

—Siento que no haya palabras para poder expresar todo el agradecimiento que tengo hacia su hijo. A pesar de que el tiempo convivido fuese corto, lo disfruté en todo lo posible. Estar con Chuck me hizo darme cuenta de que siempre hay que mirar las cosas con objetividad, que siempre hay que tener la esperanza de que todo puede ir a mejor. —Ahora sí se escucha alto y claro los sollozos de sus padres, y aun teniendo el corazón en un puño, sigo hablando: —Cómo dice mi compañero Thomas, lamento no haber podido hacer que regrese a casa.

»Lamento que no puedan verlo crecer, y que no puedan ver al hombre en el que se podía convertir..., Pero quiero asegurarme de que sepan que en ningún momento Chuck dejó de pensar en ustedes, en todo su Distrito. Él quería asegurarse de cambiar las cosas, y si está en mi mano cumpliré su deseo. Es lo único que puedo hacer ahora por él, y aun así, estoy seguro de que siempre me parecerá insuficiente.

Sintiendo que un vacío se apodera de mi, aprieto el agarre con Thomas y me dedico a mirar a la madre, y a los hermanos de Keisha. No encuentro las palabras al principio, y puedo ver en sus miradas lo horrible que debe de ser obligarse a mirar al asesino de uno de los miembros de su familia. Por un momento se me ocurre la idea de echarme hacia atrás, de volver con los otros, pero entonces me doy cuenta de los ojos anhelantes de la madre y que desean escucharme, y eso consigue que le eche ganas finalmente.

—Yo... tampoco conocía a Keisha, como mucho la había visto en la cosecha, en los entrenamientos y en las entrevistas antes de los Juegos. Creo que nuestro primer encuentro fue... —me aclaro la garganta ya que se sobreentiende qué fue cuándo la maté. Thomas no deja de mirarme—. Tienen todo el derecho a odiarme, de verdad. Después de todo le quité la oportunidad de volver con su familia. Sé que tendría que haberme resistido más... Y aún así, cualquier deseo de volver el tiempo es imposible. Lo único que puedo hacer es pedir perdón.

Tomo una pausa, porque siento que se me seca la boca y que no puedo continuar, pero Tommy me susurra un pequeño: «Tú puedes, Newt», y decido hacerle caso.

—Su muerte me atormentará todos los días de mi vida, y quizás eso sea lo mejor. Quiero que sepan que no dejaré de repetir su nombre en mi cabeza, que siempre la recordaré cómo a Chuck, y que también le estaré agradecido eternamente por darme la oportunidad de estar aquí hoy. —No me fío mucho de mi voz, pero casi he terminado—. Les prometo que siempre la veré en mi hermana pequeña Lizzy. —Me aparto un poco del micrófono, para terminar con un: —Gracias por vuestros hijos.

Me quedo donde estoy, al lado de Thomas que me mira complaciente y orgulloso, y ambos fijamos nuestra vista en el horizonte, en los hologramas de los dos niños que nos salvaron sin darse cuenta y siento que algo de alivio se apodera de mí. Miles de ojos se clavan sobre nosotros y después de una larga pausa, en la que pienso qué hemos hecho un poco el ridículo, alguien entre la multitud silba la melodía que repetían los sinsajos en los juegos, y la que en la arena significaba que estábamos a salvo. No puedo identificar quién canta entre tanta gente, y mucho menos cuándo más coros la acompañan. Thomas, Heather, Ethan, Teresa, Gally, Effie, Haymitch, todos los que están en el podio y yo mismo, observamos como si fuera acto de un milagro, cómo todas las personas de la plaza tras terminar de cantar la melodía, se llevan los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y después los extienden hacia Thomas y hacia mí. Juraría que las familias de Chuck y de Keisha fueron los primeros en hacerlo.

Mientras la observo sin caber en mi sorpresa, me doy cuenta de que es la señal del 12, la misma que seguro pudieron ver en las grabaciones que se produjeron el día anterior en mi Distrito. Si no fuera por las millones de cámaras que nos observan, habría estallado en lágrimas. Y la escena, aparte de producirme miles de sensaciones inexplicables, me aterra. ¿Qué pensarán los presidentes de este saludo tan público a los chicos que desafiaron al Capitolio?

Entonces me doy cuenta de la importancia de mis acciones, y la conversación que tuve con Bellamy, Jeanne y Haymitch en que el pueblo me mandaba un mensaje de rebeldía me traen desagradables sentimientos. Temo por la seguridad del 11 al darme cuenta de que, a pesar de que mis intentos fueran dar las gracias, acabo de despertar algo peligroso. Un acto de rebeldía de la gente del Distrito 11. Entonces oigo un chispazo de estática en el micrófono y Thomas me aleja deprisa. Esto significa que lo han apagado y que el alcalde ha tomado la palabra. Mi amigo me conduce a las puertas, sin darse cuenta de que algo va mal.

Me siento raro y quiero detenerme, pero nuestros demás compañeros nos reciben en sus brazos y nos arrastran con ellos. Veo de paso el rostro preocupado de Heather y cómo mira hacia atrás, asustada. Entonces ya a salvo en el Edificio de Justicia, doy una vista hacia atrás en las profundas sombras de la veranda, y veo que una multitud de agentes sacan unos aparatos eléctricos que parecen varas de metal y cómo la gente del 11 se abalanzan sobre ellos. Una gran revuelta se produce y solo soy capaz de escuchar los gritos salvajes del pueblo al que pertenecían Chuck y Keisha, antes de que se cierren las puertas.

N/A → ¡Muchas gracias por la espera! ¡Realmente espero que les haya gustado!

Este capítulo en lo particular me ha costado mucho escribirlo, ya que tenía muchas ideas de lo que podría pasar pero al final me he decantado por este. ¡Aaaa, que emoción me da esta historia! ;3 No hay mucho que decir, solo cuéntenme lo que creen que pueda pasar en el siguiente. ¡Los amo y nos veremos pronto, los amo! 

Se despide xElsyLight.

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