22
La luz de la mañana entraba por los altos ventanales del castillo, llenando los pasillos de Hogwarts con un brillo cálido que parecía ajeno al caos que Sebastien había dejado atrás. A pesar de su determinación de mantener una fachada de sufrimiento, cada paso que daba parecía ser observado, recordándole que ahora todo lo que hacía estaba bajo los ojos de todos, sobre todo de Dumbledore.
No podía permitirse cometer un error.
Los estudiantes pasaban a su lado, lanzándole miradas nada discretas de curiosidad y compasión mal disimulada. Él mantenía la mirada al frente, ignorando los susurros a su alrededor, cada mirada que no podía controlar. Solo quería llegar a un rincón aislado donde pudiera estar lejos de todos.
—¡Sebastien!
La voz de Hermione le cortó el paso. Cerró los ojos durante un instante antes de girarse, esforzándose por mantener su expresión serena. Hermione corría hacia él, los rizos alborotados y el rostro teñido de preocupación.
—Hermione —dijo, tratando de sonar neutro, aunque una leve tensión se coló en su tono.
Ella se detuvo justo frente a él, respirando con rapidez. Había algo en su mirada que lo desconcertaba, una mezcla de determinación y algo más profundo que no quería descifrar. Sin esperar a que él dijera algo más, Hermione lo tomó del brazo.
—¿Podemos... caminar? —preguntó, aunque su tono dejaba claro que no aceptaría un no como respuesta.
Sebastien asintió con un ligero movimiento de cabeza. No tenía fuerzas para discutir. Juntos comenzaron a caminar, aunque el rumbo parecía incierto. Pasaron por varios pasillos vacíos, cada uno más desierto que el anterior. El silencio se estiró entre ellos, una barrera que ninguno parecía dispuesto a romper al principio. Sebastien se concentró en el sonido de sus pasos, en el eco que rebotaba contra las paredes de piedra. Era mejor que pensar en lo inevitable.
Finalmente, Hermione habló, rompiendo el silencio de la manera que Sebastien temía.
—Dumbledore... me dijo...-nos dijo algunas cosas —corrigió, con un tono que era a la vez cuidadoso y lleno de curiosidad—. Sobre lo que te sucedió mientras estabas... desaparecido.
Sebastien no dejó de caminar, aunque sintió cómo su cuerpo se tensaba ligeramente. Miró al frente, manteniendo la expresión impasible. No había forma de que esto fuera a ser una conversación fácil.
—¿Sí? —respondió, manteniendo su voz controlada.
Hermione lo observó de reojo, como si tratara de leer cada una de sus microexpresiones. Había algo en su mirada que lo incomodaba, un interés que no era puramente académico. Sebastien sabía que Hermione era inteligente, tal vez demasiado. Pero no era su intelecto lo que lo ponía en guardia; era la preocupación genuina que veía reflejada en sus ojos.
—Sí —respondió ella, y hubo un leve titubeo antes de que continuara—. Lo que contaste... suena... horrible. Lo que te hicieron los mortífagos. Ver morir a tu padre... —Hermione hizo una pausa, bajando la voz—. No puedo imaginar el dolor que eso debe haber causado.
Sebastien apretó la mandíbula. Su propia mentira, la historia que había relatado con tanto detalle, ahora volvía para atormentarlo. Las imágenes que había descrito en la oficina de Dumbledore, la crudeza con la que había "relatado" su sufrimiento, lo hacían sentir asfixiado al escucharlas en boca de Hermione.
—No fue fácil —dijo, eligiendo sus palabras con cuidado. Mantuvo su tono frío, distante, como si lo que describía no lo afectara tanto—. Pero estoy aquí, ¿no?
Hermione pareció dudar. Los dedos de su mano se cerraron con fuerza en el borde de su túnica, y Sebastien notó el leve temblor en ellos.
—Sí, pero... quiero entender, Sebastien. Quiero... ayudarte. Saber qué sentiste. ¿Cómo pudiste soportar... todo eso?
Sebastien reprimió un suspiro, sintiendo cómo la incomodidad comenzaba a acumularse en su pecho. Quería alejarse, terminar con aquella conversación antes de que se convirtiera en algo que no pudiera manejar. Pero el rostro de Hermione, tan cerca del suyo, lo mantenía anclado en su lugar.
—Hermione, no hay mucho que contar más allá de lo que ya dije —respondió, intentando mantener la frialdad. No podía dejar que las emociones lo traicionaran, especialmente cuando ella seguía observándolo con esa intensidad—. Sobreviví. Porque tenía que hacerlo. No hay más.
—¿De verdad? —La voz de Hermione se volvió más baja, pero no menos firme—. Porque no suena como algo que simplemente puedas dejar atrás, Sebastien. No después de lo que describiste. Y... —hizo una pausa, mirándolo directamente a los ojos—. ¿Carrow?
El nombre pareció cortar el aire entre ellos como un cuchillo. Sebastien sintió un nudo en la garganta, pero se obligó a mantener la compostura. ¿Por qué tenía que mencionar a Hestia? Hermione no conocía la verdad, no podía saberla. Pero su insistencia, la manera en que sus ojos buscaban respuestas, era demasiado.
—¿Qué hay con ella? —preguntó, con una voz más dura de lo que pretendía.
Hermione frunció el ceño, visiblemente desconcertada por el cambio de tono. Pero no retrocedió.
—Estaba allí cuando te encontraron. Estuvo... a tu lado. Parecía... cercana. —Hubo una pausa tensa antes de que añadiera, con un leve temblor en la voz—. No me malinterpretes, pero... parecía importarle mucho. Más de lo que pensé que era posible.
El corazón de Sebastien se aceleró, aunque su expresión se mantuvo impasible. Hermione estaba tocando un terreno peligroso. Demasiado peligroso.
—Hestia hizo lo que creyó necesario —respondió, bajando la mirada por un momento antes de volver a enfocarse en ella—. No tienes que preocuparte por eso.
Hermione lo observó, como si buscara algo más allá de sus palabras. El silencio se alargó entre ellos, pero esta vez fue Hermione quien apartó la mirada, sus mejillas enrojeciendo levemente.
—Está bien... —murmuró, aunque no parecía convencida. Dio un paso hacia atrás, como si tratara de poner distancia entre ellos. Pero antes de que Sebastien pudiera siquiera pensar en qué decir, ella volvió a levantar la mirada, y su voz se quebró—. Quiero que sepas que estoy aquí. Para hablar... o para escuchar. Lo que sea.
Sebastien sintió una punzada de algo que no quería identificar. Se esforzó por sonreír, pero fue un gesto vacío.
—Lo aprecio, Hermione. De verdad.
Ella asintió, y durante un segundo, parecía que iba a decir algo más. Pero en lugar de eso, dio un paso hacia atrás, dándole el espacio que había deseado desde el principio.
Sebastien siguió caminando por el pasillo. Pero el silencio apenas duró unos segundos antes de que ella volviera a alcanzarlo, esta vez con pasos más firmes. Parecía decidida a no dejarlo escapar tan fácilmente. Aunque en su expresión aún había preocupación, algo en sus ojos había cambiado. Una chispa diferente, más intensa.
—Y... —comenzó Hermione, con una ligera vacilación, aunque su mirada era directa—, ¿te has recuperado bien? Quiero decir, después de todo. Debe ser... extraño tener a alguien tan cerca después de lo que te pasó. Como... Carrow, por ejemplo.
El nombre de Hestia volvió a flotar entre ellos como un dardo envenenado. Sebastien se detuvo, sus ojos buscando cualquier detalle en el rostro de Hermione. Pero ella se mantenía neutral, o al menos intentaba parecerlo. El problema era que, por más que lo intentara, no podía ocultar del todo el brillo incómodo en sus ojos, como si estuviera debatiéndose internamente.
—Hestia ha sido... amable —respondió Sebastien, manteniendo su tono indiferente. No quería darle más peso a la conversación del necesario, pero sabía que cada palabra era como arrojar leña al fuego.
Hermione asintió lentamente, pero sus labios se apretaron. Continuaron caminando, pero ahora el silencio entre ellos se sentía denso, cargado de cosas no dichas. Sebastien podía sentir la tensión en el aire, y aunque no quería admitirlo, le inquietaba más de lo que estaba dispuesto a aceptar. Había algo en la manera en que Hermione volvía a mencionar a Hestia, en cómo sus ojos se estrechaban apenas al hacerlo, que le resultaba difícil ignorar.
—¿Amable? —repitió Hermione, como si estuviera probando la palabra en sus labios. Su tono era aparentemente casual, pero había un filo en ella, un matiz que Sebastien no pasó por alto—. Me sorprende. No sabía que tenían... ese tipo de cercanía.
Sebastien la miró, arqueando una ceja, pero mantuvo su expresión neutral. Sabía exactamente lo que estaba haciendo, y una parte de él no podía evitar encontrarlo un tanto... curioso. Tal vez incluso divertido, si no fuera porque le recordaba que no podía permitirse distracciones.
—Pasaron muchas cosas, Hermione —respondió finalmente, con un leve encogimiento de hombros—. Algunas que prefiero no recordar. Pero Hestia hizo lo que pudo. Supongo que la cercanía es... inevitable.
Por un momento, Hermione se quedó callada, procesando sus palabras. Después, asintió con una rigidez que no pudo ocultar del todo. Sus ojos no lo miraban a él, sino un punto indefinido en el pasillo. Cuando volvió a hablar, su tono era aparentemente casual, aunque la frialdad era evidente.
—Debe ser agradable tener a alguien así. Que... se preocupe tanto. Casi parece que fue lo que te mantuvo... cuerdo.
Sebastien parpadeó, sorprendido por la sutileza y el veneno detrás de las palabras. No era común que Hermione mostrara ese lado, pero ahora lo veía con claridad: una pizca de celos, apenas disimulada por el disfraz de la preocupación. Sintió un nudo en el pecho, una incomodidad muy grande.
—Tal vez —murmuró, sin querer profundizar. No tenía energía para lidiar con lo que sea que Hermione estaba sintiendo o insinuando. Pero cuando la miró, vio cómo sus ojos se suavizaban por un momento, como si no pudiera evitar mostrarle parte de su vulnerabilidad.
Caminaron en silencio durante unos segundos más, hasta que Hermione soltó un suspiro, como si estuviera soltando algo que había estado cargando.
—Solo... quiero que estés bien, Sebastien. Eso es todo.
—Gracias —dijo al final, su voz baja. No añadió más. No podía.
El eco de sus pasos continuó resonando por el pasillo, pero el aire aún seguia siendo tenso despues de que Hermione se haya ido.
Sebastien no había avanzado demasiado antes de que una voz familiar lo llamara desde el otro extremo del pasillo.
—¡Sebastien!
El tono de Harry era cortante, casi un grito. Los pasos del muchacho resonaron mientras acortaba la distancia, sus ojos verdes llenos de determinación. Sebastien detuvo su marcha, cerrando los ojos un segundo para contener el suspiro que amenazaba con escapar. No estaba listo para otra confrontación, no después de lo que acababa de vivir con Hermione.
—Harry, no estoy de humor para... —intentó decir, pero Harry ya estaba a escasos pasos de él.
—¿Crees que puedes simplemente aparecer y no darnos explicaciones? —espetó Harry, su voz baja, pero cargada de furia. Sus ojos brillaban con una mezcla de incredulidad y rabia, como si no pudiera creer que Sebastien estuviera allí, delante de él, entero y con vida.
Sebastien cruzó los brazos, tensando la mandíbula. No era que no entendiera la reacción de Harry; sabía que sus "explicaciones" ante Dumbledore habían sido recibidas con incredulidad por más de uno. Pero no tenía energía para repetir la historia ni deseos de justificar sus acciones otra vez.
—Ya le dije a Dumbledore todo lo que tenía que decir. No te debo más explicaciones —respondió, su tono más frío de lo que había planeado.
Harry rió con amargura, un sonido que resonó en el pasillo vacío.
—¿Crees que basta con lo que le dijiste a Dumbledore? ¿Que con eso se acaba todo? —Sus ojos no se apartaban de los de Sebastien, una mirada que ardía con una intensidad peligrosa—. Tú no eres el único que ha sufrido. Tú no eres el único que perdió. Así que sí, quiero saberlo todo, Sebastien. Quiero saber qué pasó contigo. No me des excusas.
Sebastien sintió cómo la incomodidad le recorría la columna. No era la primera vez que lidiaba con el impulso de Harry, pero esta vez había algo más. Una crudeza que lo dejaba sin espacio para maniobrar. Durante un largo momento, no dijo nada. Pero al ver la impaciencia en el rostro de Harry, al notar la dureza en su expresión, supo que no podía salir fácilmente de aquella conversación.
—¿Qué esperas oír? —preguntó Sebastien finalmente, con un tono desafiante—. ¿Los detalles morbosos? ¿Las noches de tortura? ¿Los momentos en los que pensé que moriría? ¿Es eso lo que quieres, Harry? ¿Confirmar que no soy más que alguien roto?
—Quiero la verdad —replicó Harry, sus palabras cargadas de ira contenida. Dio un paso más cerca, sin dejar espacio para que Sebastien escapara de su mirada—. No tus juegos ni tus mentiras. ¿Qué te hicieron?
Sebastien sintió que su paciencia se resquebrajaba. Cerró los puños, su mente repasando cada palabra cruel que había practicado para hacer creíble su "verdad" ante Dumbledore. Sintió el peso de cada mentira y cada verdad distorsionada, la presión de ser el chico roto que todos esperaban que fuera. Pero antes de que pudiera responder, algo en su interior estalló.
—¿Y mientras yo no estaba, qué hicieron por ella? —la pregunta salió de su boca con más fuerza de la que pretendía, un grito desgarrado que resonó en el pasillo—. ¿Qué hicieron por Izabella mientras yo me desangraba? ¿Dónde estaban? ¿Dónde estabas tú?
Harry parpadeó, sorprendido por el giro repentino, pero no se dejó intimidar.
—Sebastien...
—No. ¡Respóndeme! —insistió Sebastien, acercándose a Harry con pasos pesados—. ¿Por qué no prometieron protegerla? ¿Por qué no le importó a nadie? ¡Ni siquiera la recordaban mientras yo...!
Harry lo empujó con fuerza, un movimiento que no esperaba. Sebastien tropezó hacia atrás, pero se mantuvo de pie. En los ojos de Harry había una furia contenida que finalmente había estallado.
—¿Crees que fue tan fácil? —replicó Harry, con los dientes apretados—. ¡Nadie la olvidó! Pero tú... —suspiró, con los ojos oscuros de rabia y una emoción más cruda que Sebastien no pudo descifrar del todo—. Tú eras un problema constante. Y ella... nunca nos importó. Al igual que tú. Nunca importaron. Solo te soportábamos, ¿lo sabías? A ti, por el estúpido enamoramiento de Hermione.
El silencio que siguió fue peor que cualquier golpe. Las palabras de Harry se clavaron en Sebastien como dagas, cada una más profunda que la anterior. Sabía que Harry hablaba desde el dolor, pero eso no hacía que sus palabras dolieran menos. Se quedó quieto, incapaz de moverse, mientras la verdad brutal de aquella afirmación se asentaba.
—Al menos... lo admites —murmuró Sebastien, se obligó a apartar la vista, a contenerse, a mantenerse entero cuando todo lo que quería era gritar. Alzó la barbilla y dio un paso hacia Harry, sus ojos grises fríos como el hielo.
—¿Así que eso piensas? —dijo, su voz suave pero cargada de un veneno sutil—. Que Izabella y yo solo éramos molestias. Que soportaron nuestras existencias como si fuéramos cargas innecesarias. Bien, Harry. Eso explica muchas cosas.
El rostro de Harry se contrajo de rabia, pero no interrumpió. Sebastien notó el temblor en las manos del chico y sintió una chispa de satisfacción. Harry siempre había sido el héroe, el que todos admiraban y protegían. Verlo fuera de control, vulnerable, le daba un retorcido placer.
—Pero vamos a ser claros —continuó Sebastien, acercándose aún más—. No quiero tus disculpas ni tu compasión. No vine aquí buscando consuelo. Lo que hice, lo que sufrí, fue porque nadie más tenía el valor de enfrentarse a la realidad. ¿Y sabes qué es lo más patético de todo? —Sonrió con una frialdad que helaba la sangre—. Que tú, el gran Harry Potter, ni siquiera podías proteger a alguien como Izabella. Ni siquiera podías hacer eso.
Harry apretó los puños, pero Sebastien no se detuvo. No iba a dejarle escapar tan fácilmente.
—Hablas de sufrimiento, de dolor. Pero ¿dónde estabas cuando Izabella me necesitaba? ¿Cuándo la vieron sangrar y decidieron que no valía la pena salvarla? Porque, claro, tú estabas demasiado ocupado siendo el héroe de todos los demás. Demasiado ocupado con tus propios problemas. Y ahora quieres respuestas, ¿verdad? —Sebastien alzó una ceja, su tono burlón—. Quieres que te cuente cada detalle sangriento de lo que viví mientras ustedes "soportaban" mi presencia. Tal vez debería contarte cómo fue ver a mi padre morir. Verlo gritar por su vida mientras un Mortífago lo destrozaba. Pero claro, eso solo te haría sentir incómodo, ¿no?
Las palabras eran crueles, deliberadas. Sebastien sentía que estaba cruzando una línea, pero no le importaba. Había algo en ver a Harry vacilar, en ver cómo las palabras perforaban su fachada de control, que le hacía querer empujar más, golpear más fuerte.
—No hables de Izabella como si fuera tuya para recordar —replicó Harry, su voz ronca por la emoción contenida—. No eres el único que...
Sebastien lo interrumpió con una carcajada seca.
—¿Que sufrio? —repitió, su voz teñida de amargura—. No, claro que no. Porque para ustedes ella solo era un peón, una sombra. ¿Sabes cuántas veces me dijo que no confiaba en ninguno de ustedes? Que pensaba que solo la mantenían cerca porque era útil para mí. Pero no hice nada. Me convencí de que estaba siendo paranoica. —Lo miró directamente a los ojos—. Resulta que tenía razón.
—¡Basta! —gritó Harry, su voz resonando por el pasillo. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y su respiración, irregular.
Pero Sebastien no terminó. Se acercó aún más, hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros.
—La próxima vez que quieras jugar al interrogador, recuerda algo, Harry —susurró, su voz un cuchillo afilado—. Yo no soy tu amigo. Nunca lo fui. No vine aquí para buscar redención ni perdón. Vine porque necesitaba proteger lo poco que me queda. Así que no me hables de sufrimiento. No me hables de pérdidas. Porque, si alguna vez hubiera importado para ti o para cualquiera de tus amigos, Izabella estaría viva. Y todos ustedes... habrían hecho algo.
Hubo un momento de silencio mortal, roto solo por la respiración entrecortada de Harry. Finalmente, el chico habló, su voz baja pero cargada de un peso que parecía aplastarlo.
—Nunca le importaste a nadie, Sebastien. Nunca. Y sabes por qué te soportábamos... era solo por Hermione. Porque ella era tan estúpida que creía que valías algo. Que podías ser mejor. Pero todos sabemos la verdad, ¿no? —Lo miró con una mezcla de rabia y desprecio—. No eres más que una sombra. Ni siquiera mereces estar aquí.
Las palabras eran como una bofetada, pero Sebastien no dejó que se notara. Mantuvo su expresión imperturbable, aunque por dentro sentía que algo se rompía.
—¿Y qué, Harry? —replicó con una sonrisa amarga—. ¿Esperas que me sienta herido? ¿Culpable? Si eso es lo que querías, tendrás que intentar mejor. Porque la diferencia entre tú y yo es que yo sé exactamente quién soy. Y tú... solo eres una máscara, una ilusión. Alguien que Dumbledore va a usar hasta el final de sus días.
Harry no respondió. Se quedó allí, mirándolo, mientras el odio y la incomprensión se enredaban en sus ojos. Finalmente, sin decir una palabra, dio la vuelta y se alejó, dejando a Sebastien solo en el pasillo,
Sebastien permaneció allí, inmóvil. No le mostraría a nadie cuánto dolían las palabras de Harry. Ni siquiera a sí mismo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro