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El Gran Comedor, tan lleno de risas y conversaciones un momento antes, se había convertido en una escena de completo silencio. Era como si la noticia hubiera robado todo el aire, como si cada susurro, cada mirada, girara en torno a las dos hermanas sentadas juntas en la mesa de Slytherin.

El Profeta Diario estaba abierto en el centro de la mesa, sus letras negras destacando en la portada como si fueran cuchillos, cortando directamente en el corazón de Daphne y Astoria. El encabezado, grueso y perturbador, se repetía en su mente, una y otra vez:

TRAGEDIA EN LA COMUNIDAD MÁGICA: ASESINATOS DE LOS GREENGRASS Y NOTT

Astoria lloraba en silencio, sus sollozos apenas audibles, pero su cuerpo temblaba con cada respiración rota. Sus manos, frías y temblorosas, agarraban las de Daphne, como si aferrarse a su hermana pudiera anclarla a una realidad que de otro modo sería insoportable. Las lágrimas corrían por sus mejillas, húmedas, sin control, empapando su túnica de Slytherin. Pero lo que más dolía no eran las lágrimas, sino el vacío, el horrible vacío que se estaba formando dentro de ella. El silencio que seguía a cada sollozo, la sensación de que nada jamás volvería a ser como antes.

—No puede ser verdad...—murmuró Daphne, su voz quebrada. Apenas podía pronunciar las palabras. Su pecho se apretaba, su mente se resistía a aceptar lo que estaba frente a ella.

—Mamá… papá… —las palabras de Astoria fueron interrumpidas por otro sollozo, más profundo, más doloroso. Se aferró a su hermana con más fuerza, como si con eso pudiera traer de vuelta todo lo que habían perdido. —¿Por qué... por qué nos hicieron esto?

Los murmullos de los otros estudiantes eran ensordecedores. Todos los ojos estaban puestos en ellas, pero nadie se atrevía a acercarse, ni siquiera a hablarles directamente.

Daphne sentía que su pecho iba a estallar. El dolor era abrumador, aplastante, como si un peso insoportable se hubiera asentado sobre ella, haciéndole imposible respirar, imposible pensar. Las últimas palabras que había intercambiado con sus padres se repetían en su mente, resonando cruelmente. No había sido nada especial, ni memorable. Solo una despedida rápida, algo cotidiano, sin saber que sería la última vez que los vería con vida.

—¡Esto no puede estar pasando!—gritó Daphne finalmente, su grito resonando por todo el comedor. El dolor acumulado explotó en una única exclamación, un grito de rabia y desesperación que hizo que todos los estudiantes de las otras mesas se giraran para mirarla. Pero a Daphne no le importaba. Las lágrimas corrían libremente por su rostro, y su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras intentaba procesar lo que había perdido.

Fue en ese momento que Theodore, llegó hasta ellas. Sin una palabra, se sentó junto a Daphne y la envolvió en sus brazos. Theodore, tranquilo, tan frío, esta vez no pudo mantener su fachada. Su rostro, normalmente imperturbable, mostraba una mezcla de tristeza y angustia. Aunque no había estado cerca de su padre en años, no podía ignorar el hecho de que el hombre que lo había criado también estaba muerto. Pero en ese momento, todo lo que importaba era Daphne.

—Lo siento, Daphne—dijo Theodore, su voz baja, pero cargada de emoción. Sus brazos la rodearon con firmeza, ofreciendo el único consuelo que sabía dar. —Estoy aquí. No estás sola.

Daphne, al sentir los brazos de Theodore alrededor de ella, rompió en llanto nuevamente. Esta vez, sus sollozos eran más profundos, más desesperados. Se aferró a él como si su vida dependiera de ello, enterrando su rostro en su pecho mientras las lágrimas seguían cayendo sin control. A su lado, Astoria apenas podía sostenerse en pie. Su mundo entero se había desmoronado en cuestión de horas.

—¡Nuestros padres! ¡Los asesinaron!—gritó Astoria de repente, su voz desgarrada por el dolor. Su mirada estaba perdida, y sus manos temblaban sin cesar. Parecía que cada palabra la estaba matando por dentro. —¿Qué vamos a hacer ahora, Daphne? ¡Están muertos!

Daphne intentó hablar, pero las palabras no salían. Su garganta estaba seca, como si el grito anterior la hubiera dejado sin aliento. En su mente, las imágenes de sus padres seguían repitiéndose una y otra vez. Les habían quitado la vida de una manera cruel, brutal. Y ahora, ella y Astoria estaban solas, atrapadas en una pesadilla de la que no podían despertar.

EL PROFETA: DETALLES DEL ASESINATO

Las investigaciones preliminares sugieren que los ataques fueron realizados de manera coordinada, ejecutados con precisión. Los cuerpos de Algernon y Diana Greengrass fueron encontrados sin señales de lucha, lo que sugiere que los atacantes usaron poderosos encantamientos antes de llevar a cabo el asesinato. Las investigaciones aún no confirman la identidad de los culpables, pero se presume que puede tratarse de un ajuste de cuentas debido a viejas alianzas durante los tiempos de Lord Voldemort. Alessandro Nott, por su parte, fue encontrado en similares condiciones. Aún se desconoce el paradero de su hijo, Sebastien Nott, quien ha desaparecido misteriosamente desde los ataques. El Ministerio de Magia ha solicitado la cooperación de la comunidad mágica para cualquier información relacionada con el caso.

La información del Profeta se sentía como una daga clavada en el pecho de las dos hermanas. No había consuelo en las palabras impresas, solo más dolor. Y el miedo. Miedo de lo que estaba por venir. Si alguien había asesinado a sus padres, ¿quién vendría por ellas? ¿Qué les quedaba en el mundo?

—Los encontraremos, Daphne—dijo Theodore, sus ojos oscuros mostrando una determinación inusual. —Sea quien sea, pagará por esto.

Pero Daphne apenas lo escuchaba. Su mente estaba atrapada en la última imagen que tenía de sus padres, tan vivos, tan reales. Y ahora... solo quedaban los cadáveres.

—Tori, ven aquí—dijo Pansy suavemente, abrazando a la más joven de las Greengrass. —Tienes que ser fuerte.

Astoria intentó responder, pero las palabras se ahogaron en otro sollozo. Pansy la sostuvo firmemente, acariciando su cabello con gentileza. A pesar de su habitual actitud fría, en ese momento, Pansy era pura compasión.

—Es una maldita pesadilla—murmuró Pansy, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. Sabía que, aunque las Greengrass eran frías y distantes a veces, habían sido una parte importante de su vida en Hogwarts. Habian sido mas padres para ella de lo que sus verdaderos padres eran. Y perder a alguien tan de repente, tan violentamente... era devastador.

Daphne miró hacía su hermana, su dolor seguía siendo abrumador. Las lágrimas continuaban cayendo, pero la presencia de sus amigos era, en ese momento, el único ancla que tenía en un mundo que se había vuelto completamente insostenible.

No estaban solas, aunque su dolor era profundo.

Y lo seguiría siendo.

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