08
Era una tarde tranquila en Hogsmeade, donde las primeras señales del otoño se sentían en el aire. Daphne estaba sentada frente a Sebastien en el pequeño café que frecuentaban cada vez que podían escaparse del castillo. Él hablaba con calma, comentando sobre su día y las clases, pero ella apenas escuchaba. Sentía que su mente estaba en otra parte, enredada en pensamientos que prefería no tener.
Sebastien, estaba tan presente, tan atento como siempre. Cada vez que salían juntos, él se aseguraba de que Daphne se sintiera cómoda, de que todo estuviera en su lugar. Era casi perfecto, y ahí estaba el problema. Daphne no podía evitar pensar que algo estaba mal, algo que no podía ignorar por más tiempo. Y ese "algo" tenía nombre: Theodore Nott.
En las últimas semanas, Theodore había empezado a mostrar un interés cada vez más obvio en ella. Su presencia se volvía imposible de ignorar. A diferencia de Sebastien, Theodore no era el tipo de persona que intentaba agradar a todos. Era directo, audaz, y provocador, una combinación peligrosa que hacía que Daphne sintiera cosas que no quería sentir.
—¿Estás bien, Daph?— preguntó Sebastien, interrumpiendo sus pensamientos. Tenía esa mirada preocupada, llena de genuina amabilidad, una que siempre lograba hacerla sentir culpable por estar distraída.
Ella sonrió de forma forzada.
—Sí, estoy bien, solo pensando en mis...cosas. No importa.
Sebastien asintió, sin cuestionarla más. Era típico de él; respetaba su espacio, la dejaba reflexionar sin presionarla. A veces, Daphne se preguntaba si eso era lo que hacía que su relación se sintiera... incompleta. Sebastien era todo lo que una persona podía desear: amable, generoso, atento. Pero Theodore era lo contrario en todos los aspectos, y esa diferencia era lo que la perturbaba.
Sebastien era el tipo de persona que cualquiera podría describir como el "hombre perfecto". Era cortés, considerado y siempre atento a las necesidades de los demás, especialmente las de Daphne. Desde que comenzaron a salir, que Daphne habia aceptado la primera cita, nunca la había dejado esperando, siempre apareciendo a tiempo, con un ramo de flores o algún detalle que demostraba lo mucho que pensaba en ella. A menudo le dedicaba su atención de manera incondicional, como si su mundo girara en torno a hacerla feliz. En cada gesto, en cada palabra, Sebastien intentaba conquistarla, aunque de una manera tan noble que resultaba imposible encontrar algo reprochable en él.
Daphne, sin embargo, no podía evitar sentirse desconcertada por esa misma perfección. A su lado, todo parecía estar en su lugar. Sebastien era el hombre que cualquier madre querría para su hija. Él no jugaba al Quidditch, ni tenía la arrogancia de otros chicos que solían destacar por sus logros deportivos, pero su bondad y educación eran suficientes para ganarse el respeto de todos. Cuando estaban juntos, la conversación fluía de manera natural, sin tensiones, sin conflictos. Y, aunque eso podría sonar ideal, algo en Daphne simplemente no encajaba.
Era como si estuviera atrapada en una burbuja de seguridad, una donde Sebastien la envolvía con su cariño y dedicación, pero sin provocar la chispa que Daphne secretamente anhelaba. Porque aunque Sebastien era casi perfecto para ella, tal vez, pensaba Daphne, ese era precisamente el problema: era demasiado perfecto. Todo en él era tan predecible, tan pulcro, tan correcto, que no dejaba espacio para la emoción o el deseo que Daphne ansiaba experimentar. En el fondo, por mucho que lo quisiera, no lograba sentir amor por Sebastien.
Su corazón, en cambio, palpitaba con fuerza cada vez que pensaba en Theodore. Theodore era todo lo opuesto a Sebastien. Tenía esa actitud desafiante y arrogante que resultaba enervante, pero al mismo tiempo, profundamente atractiva. Theodore era provocativo, un mujeriego sin vergüenza, el tipo de hombre que la lógica dictaba evitar. Y, sin embargo, había algo en él que era imposible de ignorar.
Daphne lo sabía. Sabía que Theodore no era la mejor opción, ni siquiera una opción sensata. Theodore estaba lejos de ser el "hombre perfecto" que Sebastien representaba. De hecho, era todo lo que una persona diría que no desea tener en su vida: inconsistente, caprichoso y, sobre todo, peligroso para el corazón de cualquiera. Theodore no prometía estabilidad, no prometía seguridad, no prometía nada. Y esa era precisamente la razón por la que Daphne no podía sacarlo de su mente.
Cada vez que Theodore aparecía, había una tensión en el aire que no se podía ignorar. Cuando le dedicaba una sonrisa traviesa o le lanzaba un comentario sugerente, el mundo de Daphne se tambaleaba. Con Sebastien, todo era previsible, pero con Theodore, la incertidumbre reinaba. Daphne nunca sabía lo que iba a decir o hacer, y eso la mantenía alerta, expectante. Era una provocación constante, una mezcla de deseo y prohibición que la atraía cada vez más, como una mariposa que se acercaba al fuego, a sabiendas de que podría quemarse.
Daphne sabía que no debía sentir esa atracción, que Theodore no era el tipo de hombre en el que pudiera confiar. Él era un mujeriego, y lo demostraba con cada coqueteo casual, con cada mirada que lanzaba a cualquier chica que pasara cerca. Theodore no era de los que se conformaban con una sola persona, y eso debería haber sido razón suficiente para que Daphne lo mantuviera a distancia. Pero, por alguna razón, eso solo lo hacía más irresistible. Tal vez era la adrenalina que sentía cuando estaba cerca de él, o la sensación de peligro que emanaba de su presencia. Quizás era simplemente la naturaleza humana de desear aquello que no se puede tener.
Con Sebastien, todo era fácil. Sabía que él nunca la lastimaría, que siempre estaría allí para ella, apoyándola en lo que necesitara. Sebastien era el tipo de persona que haría cualquier cosa por verla sonreír, incluso si eso significaba sacrificarse a sí mismo. Pero Daphne, por más que lo intentara, no lograba sentir esa pasión avasallante que Theodore le provocaba con una simple mirada.
Y ese era el dilema que la atormentaba cada día. ¿Cómo era posible que alguien como Sebastien, que parecía hecho a medida para ella, no pudiera despertar en su corazón lo que Theodore, con todas sus imperfecciones, lograba con tanta facilidad? Era como si su mente y su corazón estuvieran en constante batalla. Su mente le decía que Sebastien era la elección correcta, el hombre con el que podría construir un futuro estable y feliz. Pero su corazón, por otro lado, le susurraba que la pasión y el deseo eran algo que no podía encontrar en él.
Sebastien la trataba con una devoción casi irreal, como si Daphne fuera la única persona en el mundo que importaba. Y aunque eso debería haberla hecho sentir especial, solo la hacía sentirse culpable. Porque, en el fondo, sabía que nunca podría devolverle ese mismo nivel de entrega. Sabía que, por mucho que lo intentara, Sebastien no era capaz de provocar en ella el tipo de amor que Theodore, con todas sus fallas, despertaba sin esfuerzo.
Tal vez era su naturaleza humana la que la empujaba hacia Theodore. El deseo de lo prohibido, de lo incierto, de lo que no se podía controlar. Theodore representaba todo lo que Sebastien no era, y eso era lo que lo hacía tan tentador. Porque, aunque la lógica le decía que debía quedarse con alguien como Sebastien, que le ofrecía un futuro seguro y lleno de estabilidad, su corazón se rebelaba contra esa idea. Quería el caos, la emoción, la pasión desenfrenada que Theodore representaba.
Daphne se encontraba atrapada entre dos extremos. De un lado, estaba Sebastien, el hombre perfecto, el que cualquier persona racional elegiría sin dudarlo. Del otro lado, estaba Theodore, el hombre imperfecto, el que no prometía nada más allá de la emoción del momento. Y, aunque sabía que debía inclinarse hacia lo sensato, no podía evitar sentirse atraída por el abismo que Theodore representaba.
En el fondo, quizás lo que más temía Daphne era que, al final, terminaría eligiendo lo que su corazón deseaba, aun sabiendo que probablemente se rompería en el proceso. Porque, después de todo, a veces la razón no puede ganar una batalla contra la pasión.
[ • • • ]
El día siguiente pasó como una neblina, con Daphne sumergida en una constante batalla interna. Estaba en la biblioteca, sus libros abiertos frente a ella, pero no podía concentrarse. Sus pensamientos volvían una y otra vez a Theodore, a las conversaciones que habían compartido y las miradas que él le lanzaba en los pasillos. Intentaba convencerse de que no importaba, que Theodore no era más que una distracción pasajera, pero era inútil. Cada vez que pensaba en él, sentía cómo su corazón se aceleraba, y eso la hacía odiarse un poco más.
Fue entonces cuando lo vio. Theodore estaba parado a la entrada de la biblioteca, con los brazos cruzados y una sonrisa descarada en el rostro. Esa sonrisa que parecía burlarse de todo y de todos, incluido Sebastien.
Daphne sintió un nudo en el estómago. No quería acercarse, pero sus piernas parecían moverse por voluntad propia. En cuestión de segundos, ya estaba frente a él.
—Theodore— dijo, intentando sonar firme, aunque su voz traicionaba su nerviosismo. —¿Qué estás haciendo aquí?
Él arqueó una ceja, como si su pregunta fuera absurda.
—Solo estaba buscando un buen libro... y mira a quién me encontré. —sus palabras estaban cargadas de un tono burlón, pero había algo más, algo que ella no podía identificar con claridad.
—Deberías...debería irme...—respondió Daphne, esforzándose por sonar segura.
Theodore se rió suavemente, su mirada nunca alejándose de ella.
—Vamos, Daphne. Sabes tan bien como yo que no es tan sencillo.
Ella apretó los labios, sin saber cómo responder. Theodore tenía una manera de desarmarla, de hacer que todas sus palabras sonaran vacías. Se odiaba por lo fácil que era para él hacerla sentir así. Se odiaba aún más por no poder ignorarlo.
—Estoy con Sebastien—dijo, como si eso fuera suficiente para poner un límite claro.
—¿Lo estás?—replicó Theodore, inclinándose un poco hacia ella. —Porque no parece que estés muy presente cuando estás con él.
La mordaz observación de Theodore la dejó en silencio. No podía negarlo. Incluso cuando estaba con Sebastien, su mente a menudo vagaba hacia Theodore, hacia sus ojos intensos y esa actitud despreocupada que la atraía más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Sin más que decir, Daphne se dio la vuelta rápidamente, sin querer estar más tiempo bajo la mirada de Theodore.
—Daphne...
Ella entrecerró los ojos, sin detenerse, y le lanzó una mirada fría mientras seguía caminando. No quería ceder a su presencia, mucho menos a su juego.
—No te hagas la desentendida —continuó él, siguiéndola con paso tranquilo—. Sabes que esto no ha terminado entre nosotros.
Daphne se detuvo en seco y se giró hacia él, enfrentándolo. Mantuvo su compostura, pero en sus ojos había un destello de molestia.
—Entre nosotros no hay nada, Theodore —respondió, con voz firme—. Lo que sea que pienses que hubo, quedó en el pasado. ¡Me ignorabas! Ahora estoy con Sebastien.
Theodore soltó una risa suave, pero burlona, como si sus palabras no le afectaran en lo más mínimo.
—¿Sebastien? ¿De verdad crees que él es tu tipo? Vamos, Daphne, sabes tan bien como yo que él es demasiado... —Se inclinó hacia ella, acercando su rostro peligrosamente cerca—. ¿Cómo decirlo? ¿Aburrido? Tú necesitas a alguien que te rete, que te haga sentir viva.
—Sebastien me hace feliz —insistió Daphne, dando un paso hacia atrás para recuperar su espacio personal, aunque su voz ya no sonaba tan convincente.
Theodore ladeó la cabeza, como si estuviera evaluándola, con una sonrisa que indicaba que había notado su vacilación.
—¿De verdad te hace feliz, Daphne? —preguntó en un susurro, casi seductor—. O solo te estás conformando porque sabes que es seguro, que no te va a romper el corazón como alguien más podría hacerlo.
Daphne apretó los labios, sintiendo cómo su autocontrol empezaba a resquebrajarse. Sabía lo que Theodore estaba intentando hacer: la estaba provocando, buscando su debilidad, como siempre lo había hecho. Pero no iba a caer tan fácilmente en su trampa.
—¿Qué te importa, Theodore? —preguntó, su tono más frío—. Lo que yo sienta o deje de sentir no es asunto tuyo. No tienes ningún derecho de intentar manipularme.
—¿Manipularte? —Theodore se echó a reír—. No te estoy manipulando, Daphne. Solo estoy señalando lo obvio. Tú y yo tenemos algo especial, algo que no puedes ignorar. Sé que te has esforzado por olvidarlo, pero no funciona así. Las conexiones como la nuestra no desaparecen porque decidas ignorarlas.
Daphne sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Sabía que había algo de verdad en lo que decía, pero no iba a permitirse sucumbir.
—Te crees muy seguro de ti mismo, ¿verdad? —replicó con un tono ácido—. Como si yo fuera una más de tus conquistas, alguien a quien puedes controlar a tu antojo. Pues estás equivocado, Theodore. No soy tu juguete.
Theodore no se inmutó ante sus palabras, pero su sonrisa se suavizó ligeramente, como si realmente disfrutara de la confrontación.
—Nunca dije que lo fueras —respondió con calma—. Pero tampoco eres de las que se conforman con lo fácil. Y Sebastien, por más perfecto que sea, no te da lo que realmente deseas.
—No tienes idea de lo que deseo —contestó Daphne, entrecerrando los ojos, sintiendo la tensión crecer entre ambos—. Y aunque lo supieras, no me importa. Mi vida no gira en torno a ti.
Theodore se quedó en silencio por un momento, observándola con una intensidad que hizo que Daphne sintiera un escalofrío recorrer su espalda. Luego, dio un paso hacia ella, su voz bajando aún más, casi un susurro íntimo.
—¿Estás segura de eso? —preguntó—. Porque cada vez que nos encontramos, cada vez que hablamos, siento que te cuesta más resistirte. Te encanta jugar a ser la chica dura, la que puede controlarlo todo, pero sé que en el fondo sientes algo por mí.
Daphne quiso replicar, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta. Lo odiaba por cómo podía leerla tan bien, por cómo siempre lograba encontrar sus debilidades. Pero también odiaba el hecho de que, en lo más profundo de su ser, no podía negar que había una parte de ella que todavía se sentía atraída por él.
Theodore sonrió, sabiendo que había tocado una fibra sensible. Aprovechó el silencio para seguir presionando.
—No te estoy pidiendo que lo admitas —dijo suavemente—. Solo quiero que pienses en ello. ¿De verdad vas a quedarte con Sebastien solo porque es lo fácil? ¿Porque es lo seguro? ¿O porque temes que, si me dejas entrar podrías volver a salir herida?
Daphne sintió un torrente de emociones confusas arremolinarse en su pecho. Sabía que Theodore tenía la habilidad de meterse bajo su piel, de hacerla cuestionarse todo. Pero no iba a permitir que la desestabilizara.
—Sebastien es bueno para mí —dijo, con un esfuerzo deliberado por sonar convencida—. No todo tiene que ser drama o intensidad, Theodore. A veces, la estabilidad es lo que realmente importa.
Theodore asintió lentamente, como si estuviera considerando sus palabras, pero la chispa de desafío en sus ojos no desapareció.
—Tal vez tengas razón —concedió—. Pero... ¿cuánto tiempo crees que podrás convencerte de eso antes de que la pasión vuelva a consumir tu vida? Porque si hay algo que sé de ti, Daphne, es que no puedes vivir sin sentir esa chispa.
Ella lo miró fijamente, deseando más que nunca tener una respuesta contundente, algo que lo callara de una vez por todas. Pero las palabras no llegaron.
—Nos veremos luego, Daphne —dijo Theodore finalmente, dándose la vuelta con una sonrisa—. No tienes que decir nada ahora. Sé que eventualmente lo verás por ti misma.
[ • • • ]
Mientras los días pasaban, la tensión dentro de Daphne se hacía más palpable. A pesar de sus mejores esfuerzos por evitar a Theodore, él siempre encontraba la manera de aparecer. No eran coincidencias. Sabía que lo hacía a propósito, que disfrutaba provocarla, y lo peor de todo es que funcionaba. Theodore sabía exactamente qué cuerdas tocar para que su mundo, cuidadosamente construido, comenzara a tambalearse.
Por otro lado, Sebastien seguía siendo el mismo de siempre: amable, atento, y completamente ajeno a la tormenta interna que se desataba en ella. Era demasiado bueno, demasiado confiado en que su relación con Daphne estaba encaminada a algo más profundo. Pero Daphne no podía evitar sentir que había una distancia insalvable entre ellos, una que Sebastien no parecía notar.
Izabella, había empezado a sospechar que algo no iba bien. Aunque no era cercana a Daphne, Izabella la observaba de cerca. Su lealtad hacia Sebastien era incuestionable, y no iba a quedarse de brazos cruzados si sospechaba que algo estaba afectando a su amigo.
Una tarde, Izabella interceptó a Sebastien en la Sala Común de Hufflupuff. Habían estado hablando de temas sin sentido cuando ella decidió enfrentar el tema que la tenía inquieta desde hacía días.
—Sebastien—comenzó, su tono serio. —He notado que Daphne está... diferente últimamente. ¿No lo has notado tú?
Sebastien la miró, confundido.
—¿Diferente? No, no he notado nada raro. Tal vez solo esté estresada por las clases.
Izabella frunció el ceño.
—Es más que eso. Me preocupa que algo esté pasando. No quiero meterme donde no me llaman, pero eres mi amigo, y no quiero que te hagan daño.
Sebastien la miró con una expresión pensativa.
—Daphne me lo diría si algo estuviera mal, ¿no crees?
Izabella suspiró, frustrada por la ingenuidad de Sebastien.
—¿Y si no? Quizás no quiera preocuparme, pero tienes que estar atento. He escuchado rumores sobre Theodore..."
Sebastien se tensó ligeramente al escuchar el nombre de Theodore.
—Theodore—murmuró Sebastien, procesando la información. —¿Qué tiene que ver con todo esto?
—Solo te digo que tengas cuidado. Theodore no es alguien de fiar, tu mismo lo has visto, aunque lo niegues porque digas que ed tu hermano y si está intentando algo con Daphne, deberías estar al tanto. No quiero que te tomen por sorpresa.
Sebastien asintió lentamente, pero había algo en su expresión que indicaba que no quería creer lo que Izabella estaba insinuando.
—Confío en Daphne—dijo finalmente, su voz firme. —Si algo estuviera mal, me lo diría.
—Solo... ten cuidado—advirtió Izabella. —No quiero verte lastimado.
Pero Sebastien, simplemente negó con la cabeza.
—No creo que Daphne haría algo así.
Izabella no respondió de inmediato, pero en sus ojos estaba claro que no compartía el mismo optimismo. Sabía que su amigo era demasiado confiado, demasiado generoso, y temía que eso lo lastimara eventualmente. Theodore no era una amenaza que se pudiera ignorar, y aunque Sebastien no lo veía, Izabella estaba decidida a protegerlo de cualquier manera posible.
Lune_black
Mi pobre Sebastien 😔
Daphne no merece a mi bebé
Y si supieran el final 😏
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