07
Theodore observaba a su hermano desde la distancia, el fuego del salón común de Slytherin reflejándose en sus ojos mientras Sebastien conversaba con otros estudiantes, sonriendo despreocupadamente. La envidia se retorcía en el pecho de Theodore, mezclándose con el odio que había cultivado durante años. Desde la última humillación frente a su padre, Theodore había planeado cada movimiento con precisión, cada detalle calculado para asegurarse de que Sebastien sintiera el mismo dolor que él había soportado.
Pero no era solo la humillación lo que alimentaba su odio. Había algo más profundo, un resentimiento arraigado desde la infancia, cuando su padre siempre prefería a Sebastien, su primogénito, el hijo perfecto. Theodore cerró los ojos, dejando que los recuerdos lo envolvieran.
Theodore era apenas un niño cuando su padre comenzó a hacer comparaciones. Su madre había muerto poco después de dar a luz, y su padre, nunca había sido un hombre amable.
—Mira a tu hermano, Theodore—decía con desprecio en su voz. —Él siempre obtiene las mejores notas, es fuerte, disciplinado. Deberías aprender de él.
Theodore había intentado, oh, cómo había intentado. Estudiaba más duro, practicaba duelos hasta que sus manos temblaban de agotamiento, pero nada era suficiente.
—Sebastien lo habría hecho mejor—su padre comentaba con frialdad, cada palabra como un cuchillo clavándose en el corazón del joven Theodore.
Una noche, después de un día particularmente agotador, Theodore se había escondido en el invernadero familiar, un lugar que su madre amaba y donde aún sentía su presencia. Se sentó entre las plantas que ella cuidaba con esmero, sintiendo una soledad abrumadora.
—¿Por qué no puedo ser como él?—se había preguntado en voz alta, las lágrimas rodando por sus mejillas. Pero en lugar de consuelo, había decidido endurecerse.
Theodore abrió los ojos, el brillo del fuego reflejándose en su mirada endurecida. Observaba a Sebastien desde la distancia, mirada fría. Nunca había sentido cariño por su medio hermano a pesar de los esfuerzos de Sebastien por acercarse. Para Theodore, Sebastien siempre había sido el favorito, el exitoso, el que todos admiraban. Y ese brillo que rodeaba a su hermano mayor era lo que más detestaba.
Había llegado el momento. Sabía que Daphne, era el punto débil de Sebastien. Ella era dulce, confiada, siempre buscando lo mejor en las personas, incluso en el. Theodore sonrió para sí mismo; iba a aprovecharse de eso.
Daphne, quien secretamente estaba enamorada de Theodore, notaba la tensión entre los hermanos, pero era incapaz de comprender la profundidad del odio que Theodore albergaba en su corazón. A pesar de sus intentos por acercarse a él, Theodore permanecía indiferente, centrado únicamente en su plan para destruir a Sebastien.
Theodore no siempre había sido así. De niño, había buscado la aprobación de su hermano , anhelando ser visto y valorado por Sebastien. Pero conforme creció, la sombra de Sebastien también lo hizo, eclipsando cada uno de sus logros. El cariño que Theodore alguna vez sintió se transformó en envidia, y luego, en odio.
Sebastien, por su parte, siempre había querido a Theodore. Intentó, en numerosas ocasiones, ganarse su confianza y afecto, sin entender por qué su hermano lo rechazaba. En una ocasión, después de que Theodore había tenido una pesadilla, Sebastien se acercó a él, tratando de consolarlo. Pero Theodore, resentido, rechazó su ayuda, convencido de que cualquier gesto de cariño de Sebastien era solo un recordatorio de su propia insignificancia.
—Estoy aquí para ti, Theo— había dicho Sebastien suavemente, colocando una mano en el hombro de su hermano. Pero Theodore, con el corazón endurecido, solo lo apartó.
—No necesito tu ayuda—había respondido fríamente, cerrando la puerta de su dormitorio de un golpe.
En el presente, Sebastien sentía que algo no estaba bien. Theodore había estado actuando de manera extraña, más distante de lo habitual, y Sebastien no podía sacudirse la sensación de que su hermano estaba tramando algo. A pesar de sus esfuerzos por acercarse a él, Theodore lo mantenía a raya, usando su odio como un escudo.
Daphne, mientras tanto, observaba con tristeza cómo Theodore parecía consumido por su resentimiento. A pesar de su atracción por él, sabía que Theodore estaba demasiado centrado en su odio hacia Sebastien como para notar sus sentimientos.
Oh, y ella cuanto deseaba que el la mirará.
Esa noche, mientras Sebastien intentaba dormir, los recuerdos de su infancia invadieron su mente. Recordó los intentos fallidos por acercarse a Theodore, las palabras amables que habían sido recibidas con frialdad. Se preguntó en qué momento había perdido a su hermano, y si alguna vez tendría la oportunidad de recuperar esa relación.
Hubo un verano, antes de que ambos regresaran a Hogwarts, en el que Sebastien intentó una última vez acercarse a Theodore. Lo llevó al bosque que rodeaba la mansión, un lugar lleno de recuerdos de su infancia.
—Quiero que estemos bien, Theo—había dicho Sebastien, con la sinceridad de un hermano que realmente se preocupa. —Quiero que volvamos a ser hermanos.
Pero Theodore, cegado por la envidia, no pudo aceptar esas palabras.
—No necesitas hacer nada—respondió con frialdad, su voz cargada de resentimiento. En ese momento, cualquier posibilidad de reconciliación se evaporó, y Theodore se sumergió aún más en su odio.
Peeo también recordó algo que lo golpeó con rudeza, y cuánto se arrepentia de no decir si.
El viento aullaba fuera de la gran mansión Nott, un sonido que había acompañado la niñez de Theodore. Mientras los otros niños de familias de sangre pura disfrutaban de la compañía de sus padres y hermanos, él se había encontrado solo en el vasto y frío hogar. Su padre rara vez estaba presente, siempre ocupado con sus negocios, y cuando estaba en casa, su atención se centraba únicamente en Sebastien.
Theodore solía pasar sus días vagando por la casa, explorando habitaciones cerradas y corredores oscuros. Un día, encontró una habitación llena de viejos juguetes y libros polvorientos, probablemente pertenecientes a su padre cuando era joven. Se sentó, imaginando que esos juguetes eran sus amigos, la única compañía que tenía.
Una vez, intentó mostrarle la habitación a Sebastien, pensando que su hermano podría disfrutar explorando con él. Pero Sebastien había sido distante, desinteresado. Ambos sllo tenian seis años.
—Ya no soy un niño, Theodore—había dicho con desdén, dejándolo solo una vez más.
Quizás las palabras que su padre le habia dicho no debería haberlas escuchado, el era su hermano, y Sebastien habia rechazado jugar con el.
Desde entonces, Theodore había cerrado esa puerta, tanto en la mansión como en su corazón. Si Sebastien no quería compartir su mundo, entonces Theodore construiría el suyo propio, uno donde no necesitara a nadie más.
Esa noche, mientras Sebastien se encontraba en el patio, practicando con su escoba por orden de su padre, Theodore lo observaba desde las sombras. Se sentía como un depredador acechando a su presa, calculando cada movimiento. Sebastien estaba tan concentrado en sus maniobras que no se dio cuenta de la presencia de su hermano.
Pero Sebastien no estaba preocupado por su desempeño; simplemente estaba disfrutando del aire libre, ajeno a la manipulación que se desarrollaba a su alrededor. Theodore sintió una satisfacción oscura al ver lo fácil que era manipular a las personas cuando conocías sus debilidades.
La vez que Sebastien humilló a Theodore fue durante un duelo en la sala de entrenamientos de la mansión.
—Deberías haberlo hecho mejor—había dicho su padre, su desaprobación evidente, antes de irse a acostar esa noche.
Las palabras ardieron en el joven Theodore, más dolorosas que cualquier hechizo. Había sentido el calor de las lágrimas en sus ojos, pero las contuvo.
Y ahora, años después, estaba a punto de dar el golpe final.
Cuanto iba a arrepentirse de ello.
El Bosque Prohibido, un lugar donde los árboles se alzaban como centinelas antiguos. Los rayos del sol apenas lograban atravesar el espeso dosel, creando un juego de luces y sombras que danzaban en el suelo cubierto de hojas. Era el refugio perfecto para aquellos que buscaban escapar de las complicaciones del mundo exterior, y hoy, Daphne se encontraba allí, buscando respuestas.
Después de semanas de incertidumbre, el corazón de Daphne estaba dividido. Su mente estaba llena de pensamientos sobre Theodore, el hombre que había capturado su atención y su corazón. Sin embargo, había algo en él que la mantenía a la espera, un enigma que no podía desentrañar.
El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de un cálido color anaranjado. Sebastien caminaba por el Bosque Prohibido, un lugar que siempre había sido un refugio para él. Las hojas crujían bajo sus pies, y el canto de los pájaros se mezclaba con el murmullo del viento. Aunque el bosque era hermoso, su mente estaba llena de nubes oscuras. Su preocupación por su padre y Theodore lo seguía como una sombra, y cada paso que daba solo parecía profundizar su intranquilidad.
Mientras tanto, Daphne se encontraba en un rincón del bosque, esperando ansiosamente la llegada de Theodore. Había pasado horas allí, sentada en un tronco caído, su mente divagando entre la esperanza y la frustración. La imagen de Theodore, con su sonrisa encantadora y su forma despreocupada, la consumía. Pero a medida que el tiempo pasaba, su paciencia comenzaba a desvanecerse. Se sentía atrapada en un ciclo de espera, una rutina que solo la dejaba sintiéndose más sola.
Finalmente, la frustración de Daphne la impulsó a levantarse y caminar. Se adentró más en el bosque, buscando aire fresco y claridad. Fue entonces cuando se encontró con Sebastien, que parecía tan perdido en sus pensamientos como ella. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, una chispa de conexión se encendió entre ellos.
—Sebastien —dijo Daphne, con una mezcla de sorpresa y alivio—. No esperaba verte aquí.
—Daphne —respondió él, intentando ocultar su ansiedad. Pero la preocupación era evidente en su voz—. No deberías estar sola en el bosque.
Daphne se encogió de hombros, su expresión cambiando entre la frustración y la vulnerabilidad.
—No estoy sola. Solo... esperaba a Theodore.
Sebastien sintió un tirón en su corazón al escuchar su nombre, pero decidió no dejar que eso lo desanimara.
—¿Y si te dijera que tal vez deberías considerar otras opciones?
Daphne lo miró con curiosidad.
—¿A qué te refieres?
—A veces, lo que buscamos no está destinado a ser. Tal vez deberías abrirte a la posibilidad de algo diferente.
Daphne frunció el ceño.
—No es tan simple, Sebastien. Theodore es lo que quiero.
—¿De verdad lo es? —preguntó él, sintiendo una mezcla de esperanza y miedo. —¿O solo es lo que has estado esperando tanto tiempo que no puedes imaginar algo distinto?
Daphne se quedó en silencio, reflexionando sobre sus palabras. Sabía que había una verdad en lo que decía, pero la idea de dejar ir a Theodore era aterradora. Sin embargo, la frustración que había sentido la llevaba a considerar nuevas posibilidades.
—No lo sé —dijo finalmente—. Siento que estoy atrapada en un ciclo y no sé cómo salir.
Sebastien dio un paso más cerca, sintiendo la conexión crecer entre ellos.
—A veces, es necesario arriesgarse. Quizás deberías darle una oportunidad a alguien que realmente te valore.
Daphne lo miró, sintiendo una oleada de emoción.
—¿Te refieres a ti?
Sebastien se sonrojó, sorprendido por la dirección que tomaba la conversación.
—Solo digo que a veces lo que necesitamos está justo frente a nosotros.
Daphne suspiró, sintiendo la tensión en el aire.
—No quiero lastimarte, Sebastien.
—No me lastimarías. —Su voz era firme y segura—. Lo que más deseo es que seas feliz, incluso si no soy yo quien te hace feliz.
La atmósfera se volvió densa, y por un momento, el bosque pareció detenerse. Daphne sintió una lucha interna; su corazón latía con fuerza mientras miraba a Sebastien. La idea de darle una oportunidad a alguien que había estado a su lado todo este tiempo era tentadora, pero la sombra de Theodore seguía presente.
—Tal vez deberíamos… —comenzó a decir, pero fue interrumpida por el sonido de ramas rompiéndose a lo lejos. Ambos se giraron hacia el ruido, y el corazón de Sebastien se aceleró.
—¿Qué fue eso? —preguntó Daphne, notando el cambio en su expresión.
—No lo sé —respondió él, intentando mantener la calma—. Quizás solo sea un animal.
Daphne frunció el ceño, pero la inquietud en el aire era palpable.
—Deberíamos irnos, entonces.
Sebastien asintió, y juntos comenzaron a caminar de regreso. Sin embargo, la tensión entre ellos había cambiado.
Mientras caminaban, Daphne rompió el silencio.
—¿Qué piensas realmente de Theodore?
Sebastien se detuvo, sintiendo el peso de su pregunta.
—No puedo negar que él es carismático, pero no creo que sea lo que tú necesitas.
—¿Y qué es lo que necesito? —replicó ella, desafiando su respuesta.
—Alguien que te escuche, que esté ahí por ti. No solo cuando le conviene.
Daphne sintió una punzada en su corazón.
—¿Y tú crees que podrías ser esa persona?
Sebastien la miró a los ojos, sintiendo que el momento era decisivo.
—Podría intentarlo. No puedo prometerte que todo será perfecto, pero te prometo que estaré aquí.
Ella lo observó, sintiendo una mezcla de miedo y esperanza.
—No quiero hacerte daño, Sebastien.
—No me harías daño. —su voz era firme—. Solo quiero que tomes la decisión que te haga feliz.
Daphne sintió que su mundo se movía bajo sus pies. La idea de rendirse a sus sentimientos y dar un salto de fe hacia lo desconocido la aterraba. Pero a medida que miraba a Sebastien, podía ver algo en él que la atraía. Era la sinceridad de su voz, la calidez en sus ojos.
—Quizás… —comenzó a decir, cuando un ruido más fuerte interrumpió sus pensamientos. Este era diferente, más cercano.
Sebastien se tensó.
—Deberíamos irnos ahora.
Daphne asintió, y ambos comenzaron a caminar más rápido. Sin embargo, la sensación de que algo no estaba bien se intensificaba. Las sombras del bosque parecían alargarse, y el ambiente se volvió inquietante.
Mientras se apresuraban a salir del bosque, Sebastien tomó la mano de Daphne, un gesto que sorprendió a ambos pero que se sintió natural. Sus corazones latían con fuerza, no solo por el miedo, sino por la posibilidad de lo que podría ser.
—¿Por qué no hablamos más sobre esto? —sugirió Sebastien, sintiendo que la conexión que habían construido estaba en peligro.
—Sí, me gustaría —respondió Daphne, pero su voz estaba teñida de duda.
Al llegar a la salida del bosque, sintieron un alivio momentáneo. Sin embargo, la incertidumbre de lo que vendría después seguía presente.
Mientras se alejaban, Sebastien sintió que todo lo que había esperado estaba a punto de desvanecerse, pero también había una chispa de esperanza. Daphne era una fuerza en su vida, y aunque Theodore era un obstáculo, estaba decidido a demostrarle que él era la opción correcta.
Daphne, por su parte, sentía que estaba en un precipicio. La decisión que tenía que tomar pesaba sobre ella como una losa. ¿Seguiría esperando a Theodore, o se abriría a la posibilidad de un nuevo amor?
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