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06

Los pasillos de Hogwarts estaban sumidos en un silencio sepulcral mientras la niebla envolvía los antiguos muros de piedra. La luna llena iluminaba débilmente el suelo cubierto de hojas caídas. El aire, impregnado del fresco aroma de la noche, se cortaba con el crujido de unas botas firmes que marchaban con determinación.

Theodore caminaba con la cabeza erguida, su capa negra ondeando a cada paso. A su lado, Sebastien parecía más nervioso, sus manos temblando ligeramente mientras se aferraba a la carta que había recibido esa misma tarde. Alessandro, su padre, los había convocado fuera de la escuela. Una carta breve, fría, como era habitual en él, exigía su presencia inmediata en la residencia familiar.

El viaje a través de la red Flu fue breve, pero el silencio que los envolvía lo hacía parecer eterno. Cuando los hermanos aparecieron en la chimenea de la imponente mansión de los Nott, una ola de frío los recibió. La luz del fuego parpadeaba en las paredes, arrojando sombras siniestras en cada rincón. Los ojos de Theodore, de un color marrón  penetrante, escudriñaron la sala, buscando cualquier señal de su padre.

Sebastien, por su parte, se quedó unos pasos detrás de su hermano mayor. Sus pensamientos se agolpaban en su mente, cada uno más inquietante que el anterior. Sabía que aquella reunión no presagiaba nada bueno. Desde que su padre había comenzado a mostrar un interés cada vez más intenso por los ideales de los Mortífagos, el ambiente en la mansión había cambiado. Lo que una vez fue un hogar, aunque siempre severo, se había transformado en un lugar lleno de oscuridad y miedo.

Alessandro apareció desde la penumbra, sus ojos negros, fríos como el hielo, destellando con una intensidad inquietante. Llevaba una túnica negra con bordados plateados que parecía fundirse con la oscuridad de la habitación. Su presencia llenó el espacio con un aura de autoridad incuestionable.

—Veo que han llegado—dijo Alessandro, su voz resonando en el salón como un eco distante. Sin preámbulos ni cordialidad, se dirigió directamente al motivo de la reunión—. Lo que voy a decir es de suma importancia, y espero que comprendan la gravedad de la situación.

Theodore intercambió una mirada rápida con Sebastien. La tensión entre los dos hermanos era palpable, especialmente desde que su padre había comenzado a mostrarse cada vez más crítico con Sebastien. Theodore, en cambio, siempre había sentido una necesidad casi desesperada de demostrar su valía ante Alessandro, una obsesión que había crecido con el tiempo y que ahora alimentaba una rivalidad latente con su hermano menor.

—He decidido unirme a la causa del Señor Tenebroso—continuó Alessandro, con una calma perturbadora—. Ya no es un simple deseo, sino una necesidad. La pureza de nuestra sangre y la supervivencia de nuestro linaje dependen de ello. Y ustedes, como mis hijos, deben seguirme en este camino.

Sebastien sintió un nudo formarse en su garganta. El horror que experimentaba al escuchar esas palabras lo dejó paralizado. No era solo que se le pidiera unirse a Voldemort, sino que esa unión parecía ser una obligación, una carga impuesta por la sangre que corría por sus venas.

—Padre, no estoy seguro de que...—comenzó a decir Sebastien, pero fue interrumpido bruscamente por la mirada gélida de Alessandro.

—No hay lugar para dudas, Sebastien—su voz era un cuchillo afilado que cortaba sin piedad—. Esto no es opcional. Nuestra familia tiene una responsabilidad, y tú cumplirás con tu parte, le pese a quien le pese.

Theodore, que hasta ese momento había permanecido en silencio, finalmente habló. Su tono era firme, aunque sus palabras llevaban un trasfondo de resentimiento hacia su hermano.

—Padre, yo estoy preparado. No permitiré que nuestra familia caiga en la deshonra. Si Sebastien no está dispuesto a cumplir, yo lo haré por él.

Sebastien giró la cabeza hacia Theodore, sintiendo cómo una punzada de dolor atravesaba su pecho. Siempre había sabido que su hermano lo consideraba débil, pero escuchar esas palabras dichas con tal desprecio lo hirió más de lo que podía soportar.

Alessandro esbozó una sonrisa apenas perceptible, una expresión que mezclaba satisfacción y crueldad.

—Eso es lo que espero de ti, Theodore. Sabía que no me decepcionarías. Pero, Sebastien, debes entender que la lealtad a la familia y a la causa es inquebrantable. No puedes dudar, no puedes vacilar. Y si no puedes cumplir con este deber, no solo estarás traicionando a tu sangre, sino que pondrás en peligro todo lo que valoramos.

El silencio que siguió fue espeso, como si el aire mismo se hubiera solidificado. Sebastien bajó la mirada, incapaz de sostener la de su padre o la de su hermano. Las palabras se formaban en su mente, pero ninguna de ellas parecía adecuada para expresar el torbellino de emociones que lo consumía.

Alessandro dio un paso adelante, acortando la distancia entre él y Sebastien. Sus dedos largos y delgados se posaron sobre el hombro de su hijo menor, apretando con una fuerza que era más una advertencia que un gesto de consuelo.

—Vas a aprender, Sebastien. No te preocupes. Te enseñaré lo que significa ser un Nott. Esta noche recibiréis vuestra primera lección. Deben estar preparados para cuando el Señor Tenebroso llame. La Marca Tenebrosa no es solo un símbolo; es un compromiso de por vida, y una promesa que no puede romperse.

Theodore observó la escena con una mezcla de satisfacción y celos. Por un lado, se deleitaba con la idea de que su padre finalmente lo reconociera como el hijo más digno. Por otro, no podía evitar sentirse frustrado de que Sebastien, a pesar de su evidente debilidad, siguiera siendo el foco de atención de Alessandro. Era como si, a pesar de todo, su padre aún albergara alguna esperanza de que Sebastien se levantara y demostrara su valía.

—¿Y qué haremos exactamente?—preguntó Theodore, deseando desviar la atención hacia algo que pudiera ponerlo a él en una luz aún más favorable—. ¿Qué se espera de nosotros esta noche?

Alessandro retiró la mano del hombro de Sebastien y se dirigió hacia la puerta que conducía al sótano de la mansión. Con un movimiento de varita, la puerta se abrió, revelando una escalera que descendía a la oscuridad.

—Vengan conmigo—ordenó, su tono no dejando lugar a la disidencia—. Hay algo que deben ver.

Los dos hermanos siguieron a su padre en silencio, descendiendo por la escalera que parecía no tener fin. El ambiente se tornaba cada vez más frío y húmedo, el aire impregnado de un olor rancio que hizo que Sebastien se estremeciera.

Cuando finalmente llegaron al fondo, Alessandro encendió unas antorchas con un movimiento de su varita. La luz parpadeante reveló una amplia cámara subterránea, cuyos muros estaban cubiertos de inscripciones antiguas en un idioma que ninguno de los dos hermanos podía reconocer. En el centro de la sala, una mesa de piedra maciza se alzaba sobre un pedestal, rodeada de artefactos oscuros y pergaminos viejos.

—Esto es lo que hace a nuestra familia poderosa—dijo Alessandro, su voz cargada de orgullo—. Nuestra herencia, nuestra magia antigua y el conocimiento que hemos protegido durante siglos. Aquí es donde aprenderán lo que significa ser verdaderamente leales.

Theodore se adelantó, observando los objetos con fascinación. Había oído historias sobre el poder oculto de su familia, pero nunca había imaginado que fuera tan tangible, tan oscuro. Este era el tipo de poder que había anhelado, un poder que le permitiría no solo ganar el favor de su padre, sino también hacerse un nombre entre los seguidores del Señor Tenebroso.

Sebastien, en cambio, se sentía cada vez más abrumado. La oscuridad que emanaba de esos artefactos era palpable, como si absorbieran la luz misma y la reemplazaran con un vacío aterrador. La idea de que su destino estuviera ligado a algo tan oscuro le causaba náuseas.

—Deben jurar lealtad esta noche—continuó Alessandro, interrumpiendo los pensamientos de sus hijos—. Un juramento que no podrán romper, bajo ninguna circunstancia. Si fallan, las consecuencias serán irreversibles.

Theodore asintió sin dudar, acercándose a la mesa de piedra con determinación. Sebastien lo siguió, aunque con pasos vacilantes, su mente luchando entre la lealtad a su familia y el rechazo visceral que sentía hacia la oscuridad que lo rodeaba.

—Theodore, serás el primero—dijo Alessandro, con un tono que no admitía objeciones—. Extiende tu brazo izquierdo sobre la mesa.

Theodore obedeció sin vacilar, su rostro mostrando una mezcla de orgullo y anticipación. Alessandro sacó un cuchillo ceremonial de una funda de cuero, la hoja brillando bajo la tenue luz de las antorchas.

—Con esta sangre sellarás tu compromiso con la familia y con el Señor Tenebroso—dijo Alessandro, antes de hacer un corte limpio en la muñeca de Theodore. La sangre goteó sobre la mesa de piedra, siendo absorbida rápidamente por las inscripciones que comenzaron a brillar con una luz carmesí.

Theodore apretó los dientes, soportando el dolor sin emitir un solo sonido. El poder que emanaba de la mesa era intoxicante, y sentía cómo la magia oscura se infiltraba en su ser, dándole una fuerza que nunca antes había experimentado.

Alessandro volvió su mirada hacia Sebastien, que observaba la escena con una mezcla de horror y resignación.

—Tu turno—ordenó, extendiendo el cuchillo hacia su hijo menor.

Sebastien dudó por un momento, pero sabía que no tenía elección. Con una mano temblorosa, extendió su brazo sobre la mesa, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Cuando el cuchillo hizo contacto con su piel, sintió un dolor agudo, pero lo que realmente lo hizo estremecerse fue la sensación de vacío que lo invadió mientras su sangre era absorbida por las inscripciones de la mesa.

A diferencia de Theodore, Sebastien sintió cómo la oscuridad intentaba apoderarse de su voluntad, como si quisiera devorar su alma. Era una lucha constante por mantener el control de sus pensamientos, por no dejarse arrastrar por la marea de oscuridad que lo rodeaba.

Alessandro observó a sus hijos con una expresión inescrutable, aunque sus ojos mostraban una pizca de satisfacción. Sabía que Theodore había aceptado el poder con facilidad, y esperaba que Sebastien, aunque con más dificultad, finalmente cediera y aceptara su destino.

—Han dado el primer paso—dijo Alessandro, mientras limpiaba el cuchillo con un paño negro—. Pero esto es solo el comienzo. A partir de ahora, su lealtad será puesta a prueba constantemente. Y si fallan, no solo perderan mi favor, sino que también serán considerados traidores por el Señor Tenebroso.

Theodore asintió con determinación, mientras Sebastien trataba de procesar lo que acababa de ocurrir. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, que la oscuridad que ahora sentía dentro de él era un recordatorio constante de la elección que había hecho, o más bien, de la elección que le habían impuesto.

—Padre—dijo Theodore, rompiendo el silencio—¿Qué debemos hacer ahora? ¿Cómo podemos demostrar nuestra lealtad?

Alessandro sonrió, una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

—Tendrán la oportunidad muy pronto. El Señor Tenebroso tiene planes, y nosotros seremos parte de ellos. Pero antes de eso, deben demostrarme que están verdaderamente comprometidos. Mañana por la noche, se enfrentarán a una prueba. Solo uno de ustedes saldrá victorioso, y esa será la prueba final de su lealtad.

Sebastien sintió cómo el miedo lo envolvía una vez más. ¿Una prueba? ¿Contra su propio hermano? No podía imaginarse enfrentándose a Theodore, especialmente cuando sabía que su hermano haría lo que fuera necesario para ganar el favor de su padre.

Theodore, en cambio, sintió una oleada de emoción. Esto era lo que había estado esperando: una oportunidad para demostrar que era el hijo digno, el heredero legítimo de la familia Nott. No importaba lo que tuviera que hacer, ni a quién tuviera que derrotar. Sebastien había sido una carga para él durante demasiado tiempo, y ahora finalmente tenía la oportunidad de deshacerse de esa carga para siempre.

—Estoy listo—dijo Theodore, su voz firme y resuelta.

Alessandro asintió, satisfecho con la respuesta de su hijo mayor. Luego, volvió su mirada hacia Sebastien, esperando su respuesta.

Sebastien sabía que no tenía otra opción. Podía sentir el peso de las expectativas de su padre y la presión de la oscuridad que ahora llevaba dentro. Si no aceptaba, no solo perdería la última pizca de respeto que su padre pudiera tener por él, sino que también pondría en riesgo su vida.

—También estoy listo—dijo finalmente, aunque su voz carecía de la convicción que mostraba la de su hermano.

Alessandro los observó a ambos durante un largo momento, como si evaluara su disposición y su determinación. Luego, asintió una vez más y se dirigió hacia la salida de la cámara.

—Entonces, que así sea—dijo, mientras comenzaba a subir las escaleras—. Prepárense, porque mañana marcará el inicio de un nuevo capítulo en sus vidas.

Theodore y Sebastien lo siguieron en silencio, sus mentes ocupadas con pensamientos muy diferentes. Mientras Theodore se preparaba mentalmente para la prueba que lo consagraría como el heredero de la familia, Sebastien luchaba por mantener su espíritu intacto, sabiendo que el camino que le esperaba estaba lleno de oscuridad y peligro.

Cuando llegaron a la planta principal, Alessandro se detuvo frente a una puerta que llevaba a sus habitaciones privadas.

—Descansen—ordenó, sin volverse a mirarlos—. Mañana será un día largo.

Con esas palabras, desapareció tras la puerta, dejándolos solos en el pasillo. Theodore se volvió hacia Sebastien, su rostro iluminado por una sonrisa que no tenía nada de fraternal.

—Espero que estés listo, hermano—dijo, su voz llena de malicia—. Porque no voy a tener piedad.

Sebastien no respondió. Sabía que cualquier palabra que dijera solo mostraría su miedo, y eso era lo último que quería hacer. En su lugar, asintió y se dirigió a su habitación, su mente llena de pensamientos sombríos.

Mientras se tumbaba en su cama, Sebastien sintió cómo las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos. Sabía que estaba solo en esto, que no había nadie que pudiera ayudarlo. Su mejor amiga, una muggle, no podría entender lo que estaba viviendo, y su familia... su familia lo había abandonado en la oscuridad.

El sueño no llegó fácilmente esa noche. Cuando finalmente se quedó dormido, fue solo para ser atormentado por pesadillas de sangre, oscuridad y traición. En cada sueño, veía la figura de su hermano, siempre sonriendo, siempre victorioso, mientras él caía en el abismo de la derrota.

El amanecer llegó demasiado pronto, y con él, la realidad de lo que debía enfrentar. Sabía que no podía escapar, que no podía huir de su destino. Solo le quedaba una opción: luchar. Pero en lo más profundo de su corazón, Sebastien sabía que la verdadera lucha no era contra su hermano, sino contra la oscuridad que había comenzado a consumir su alma.

Aún con el sol saliendo, envolviendo todo en un manto de luz. En la distancia, los árboles se mecían con el viento. Dentro de la sala principal, las antorchas arrojaban sombras danzantes sobre las paredes de piedra, mientras un silencio pesado se cernía sobre los presentes.

Alessandro estaba de pie en el centro de la sala, su figura alta y esbelta proyectando una sombra alargada que parecía abarcar todo el espacio. Sus ojos se posaron sobre sus dos hijos, Theodore y Sebastien, quienes aguardaban expectantes. La tensión en el ambiente era palpable, como si el aire mismo estuviera cargado de electricidad.

—Hoy, solo uno de ustedes demostrará ser digno de llevar el apellido Nott—dijo Alessandro, su voz cortante como un látigo—. Solo uno saldrá de esta sala con mi favor y con la aprobación del Señor Tenebroso. Esta prueba no es solo una competencia, es una batalla. No hay reglas, no hay límites. El objetivo es simple: vencer a tu oponente. Y no olviden, una derrota aquí no solo significa el deshonor; significa el fin.

Sebastien sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de su padre. Había temido este momento desde el día anterior, cuando Alessandro les había anunciado la prueba. Sabía que Theodore haría lo que fuera necesario para ganar, incluso si eso significaba destruirlo. La mirada que su hermano le lanzaba era un recordatorio constante de la rivalidad que siempre había existido entre ellos, una rivalidad que ahora alcanzaría su punto culminante.

Theodore, por su parte, estaba impaciente. Su cuerpo vibraba con una energía oscura que había crecido desde la ceremonia en la cámara subterránea. Este era su momento, la oportunidad que había estado esperando durante años. Sabía que su padre lo estaba observando, esperando que demostrara su valía. Y no pensaba fallarle. Sebastien, a sus ojos, no era más que un obstáculo, un inconveniente que debía ser eliminado.

—La prueba comenzará ahora—anunció Alessandro, dando un paso atrás para ceder el espacio a sus hijos—. Solo uno de ustedes saldrá victorioso. Que demuestre su valía quien lo merezca.

Con esas palabras, Alessandro levantó la mano y chasqueó los dedos. Las puertas de la sala se cerraron de golpe, sellando la estancia. Un susurro de magia recorrió el aire, y el suelo comenzó a vibrar ligeramente, como si la misma mansión respondiera al desafío que estaba a punto de tener lugar.

Theodore fue el primero en moverse. Sin previo aviso, alzó su varita y lanzó un Confringo directo hacia Sebastien. La maldición explotó en un estallido de fuego y destrucción, arrancando trozos de piedra del suelo mientras Sebastien se lanzaba a un lado para evitar el impacto. El calor abrasador rozó su rostro, dejándole una sensación de ardor en la piel.

—¿Eso es todo lo que tienes, hermano?—espetó Theodore con una sonrisa cruel, avanzando hacia Sebastien con paso firme—. Pensé que al menos intentarías defenderte.

Sebastien se levantó rápidamente, apuntando su varita hacia Theodore. Las palabras de su hermano lo llenaban de una mezcla de rabia y miedo, pero sabía que no podía permitirse vacilar. No tenía otra opción más que luchar.

¡Expelliarmus!—gritó Sebastien, lanzando el hechizo con toda la fuerza que pudo reunir.

Theodore apenas tuvo que mover su varita para desviar el ataque, y la sonrisa en su rostro se ensanchó al ver la desesperación en los ojos de Sebastien. Para él, esta no era una prueba de habilidades, sino una cacería. Y Sebastien era su presa.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso, Sebastien—se burló Theodore, lanzando una serie de hechizos con precisión mortal.

Las chispas volaron mientras los hechizos chocaban en el aire, cada uno más violento que el anterior. Sebastien se encontraba en la defensiva, desviando los ataques de su hermano con dificultad, sus movimientos cada vez más desesperados. El suelo bajo sus pies temblaba con cada explosión, y el ruido ensordecedor de los hechizos resonaba en sus oídos como un tambor de guerra.

Theodore, por el contrario, parecía disfrutar cada momento. Su rostro estaba iluminado por una expresión de sadismo, y sus ataques se volvían cada vez más brutales. Con cada paso que daba, Sebastien se veía obligado a retroceder, hasta que su espalda chocó contra una de las columnas de la sala.

—¿Qué pasa, Sebastien? ¿Ya te has rendido?—preguntó Theodore, levantando la varita una vez más—. No deberías haber venido si no estabas dispuesto a luchar. Pero no te preocupes, haré que sea rápido.

Sin darle tiempo a reaccionar, Theodore lanzó un Crucio. El rayo rojo salió disparado de su varita, cruzando la sala en un instante. Sebastien apenas logró alzar su varita en un intento desesperado de defenderse, pero el hechizo lo golpeó de lleno. Un dolor indescriptible recorrió su cuerpo, como si miles de cuchillos se clavaran en su carne al mismo tiempo. Gritó, incapaz de contener el sufrimiento que lo consumía.

Theodore observó a su hermano retorcerse en el suelo, su expresión una mezcla de satisfacción y desprecio. Había soñado con este momento, con el día en que finalmente demostraría a su padre que era el único digno de ser su heredero. Y ahora, mientras Sebastien yacía a sus pies, supo que estaba a punto de lograrlo.

—Siempre has sido un estorbo—dijo Theodore, su voz impregnada de veneno—. Un obstáculo que he tenido que soportar toda mi vida. Pero eso se acaba hoy. Cuando te quite de en medio, nadie podrá cuestionar quién es el verdadero heredero de los Nott.

Alessandro observaba desde la distancia, su rostro impasible. No había intervenido, ni había mostrado favoritismo alguno, al menos no abiertamente. Pero en el fondo de su ser, una parte de él esperaba que Sebastien se levantara, que mostrara una chispa de la determinación que siempre había visto en él cuando era niño. Sin embargo, cada vez que Theodore asestaba un nuevo golpe, esa esperanza se desvanecía un poco más.

Pero Sebastien no estaba dispuesto a rendirse. Mientras el dolor recorría su cuerpo, un pensamiento atravesó su mente: no podía fallar. No podía dejar que Theodore lo destruyera, no podía permitir que su vida terminara así. Con un esfuerzo sobrehumano, luchó contra el dolor que lo paralizaba y levantó su varita una vez más.

¡Protego!—gritó, creando un escudo que lo rodeó, bloqueando el hechizo de tortura.

Theodore frunció el ceño al ver a su hermano levantarse. No había esperado que Sebastien tuviera la fuerza para resistir, y mucho menos para contraatacar. Pero su expresión de sorpresa fue reemplazada rápidamente por una de furia.

—¡Eres un necio por seguir luchando!—rugió Theodore, lanzando otro Crucio con aún más fuerza.

Pero esta vez, Sebastien estaba preparado. En lugar de tratar de bloquear el hechizo directamente, desvió su trayectoria con un movimiento rápido de su varita, enviándolo hacia una de las paredes de la sala. La maldición explotó en un estallido de chispas, pero Sebastien no se detuvo.

¡Stupefy!—exclamó, lanzando un rayo de luz roja hacia Theodore.

El hechizo alcanzó a Theodore en el hombro, haciéndolo retroceder tambaleante. Por un instante, la arrogancia desapareció de su rostro, reemplazada por una expresión de sorpresa. Pero la ira rápidamente tomó su lugar, y Theodore lanzó un hechizo de corte que Sebastien apenas logró esquivar.

La batalla continuó con una ferocidad que ninguno de los dos había anticipado. Los hechizos volaban de un lado a otro, chocando en el aire con una fuerza que sacudía la sala. Las paredes de piedra empezaban a agrietarse bajo la presión, y el suelo estaba cubierto de escombros. Sebastien estaba agotado, pero sabía que no podía detenerse. Cada movimiento era crucial, cada decisión una cuestión de vida o muerte.

Finalmente, Theodore decidió que era momento de terminar con todo. Con un grito de furia, lanzó un Sectumsempra—que en ese momento recordó cuando Draco se lo contó gracias a Snape—directo al pecho de Sebastien, un hechizo oscuro que no solo cortaba, sino que causaba un dolor insoportable. Sebastien levantó su varita en un último esfuerzo por defenderse, pero sabía que no tenía tiempo para conjurar un escudo completo.

En el último segundo, Sebastien hizo algo inesperado. En lugar de bloquear el hechizo, lo desvió hacia una de las columnas que sostenía el techo de la sala. El impacto fue brutal, y la columna se derrumbó, llevando consigo parte del techo. Escombros y polvo llenaron el aire, el techo comenzó a desplomarse, y la sala se llenó de un estruendo ensordecedor cuando los escombros cayeron al suelo, levantando nubes de polvo y fragmentos de piedra que oscurecían la vista. Theodore, atrapado en medio del caos, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Los escombros volaron en todas direcciones, y un pedazo de piedra afilada golpeó su pierna, haciéndolo caer al suelo con un grito de dolor.

Sebastien, jadeando por el esfuerzo, se levantó con dificultad entre el polvo. Había arriesgado todo en esa maniobra, y aunque había evitado el Sectumsempra mortal, sabía que la batalla aún no había terminado. Se tambaleó un poco, pero logró mantenerse en pie, su varita aún firmemente sostenida en su mano. La adrenalina corría por sus venas, alimentada por el miedo y la determinación.

Theodore se arrastró entre los escombros, con la pierna herida y la cara deformada por el dolor y la rabia. Se levantó lentamente, apoyándose en una columna aún intacta, sus ojos ardían de odio. Nunca en su vida había sentido tal humillación, y ese odio ahora lo consumía por completo. Sebastien había osado herirlo, desafiarlo, y ahora Theodore solo quería verlo destruido.

—¡Maldito seas, Sebastien!—gritó Theodore con voz rasposa, su varita temblando en su mano por la furia contenida—. ¡Voy a hacer que te arrepientas de haber nacido!

Con un rugido de furia, Theodore lanzó una serie de hechizos en rápida sucesión, cada uno más violento que el anterior. Sebastien apenas pudo seguir el ritmo, desviando algunos, esquivando otros, y sintiendo cómo los hechizos rozaban su piel, dejándole cortes y quemaduras. La furia de su hermano era implacable, y cada ataque llevaba una carga de odio que lo debilitaba más y más.

Pero entonces, en medio del caos, algo cambió. Sebastien, que hasta ese momento había estado luchando por sobrevivir, sintió una oleada de determinación que lo hizo levantar la cabeza. Recordó las palabras de su padre, el desprecio en los ojos de Theodore, y sobre todo, recordó lo que estaba en juego. No era solo su vida; era su dignidad, su futuro, y la oportunidad de demostrar que era más que la sombra de su hermano.

Con un grito de desafío, Sebastien tomó una decisión. Si iba a caer, lo haría luchando hasta el final. Sintió un nuevo poder crecer dentro de él, una fuerza que no había sentido antes, una mezcla de desesperación y coraje que lo impulsó a tomar la iniciativa. Con un movimiento decidido, apuntó su varita hacia Theodore y lanzó un hechizo con toda la magia que podía reunir.

¡Depulso!

El hechizo golpeó a Theodore en el pecho con tal fuerza que lo lanzó hacia atrás, haciéndolo chocar contra la pared con un impacto sordo. Theodore soltó su varita al momento en que su cabeza golpeaba la piedra, y por un instante, la habitación quedó en silencio, solo interrumpido por el sonido del polvo asentándose.

Sebastien no perdió tiempo. Sabía que esa era su única oportunidad. Corrió hacia donde había caído la varita de su hermano y la recogió, apuntando ambas varitas hacia el cuerpo inmóvil de Theodore. Su respiración era pesada, su cuerpo temblaba por el esfuerzo, pero su mente estaba clara como nunca antes.

Theodore levantó la vista, aturdido por el golpe, y vio a su hermano de pie sobre él, con ambas varitas apuntando a su cabeza. Por un momento, sus ojos se encontraron, y en ese breve instante, Theodore supo que había perdido. Vio en los ojos de Sebastien una resolución que nunca había notado antes, una fuerza que había subestimado, y sintió un miedo profundo, algo que nunca había experimentado.

Sebastien miró a su hermano, su mente luchando entre el deseo de acabar con él y el peso de lo que eso significaría. Podía sentir la magia burbujeando dentro de él, instándolo a actuar, a terminar con todo. Pero en lo más profundo de su ser, una voz le dijo que si cruzaba esa línea, nunca podría regresar.

—No soy como tú, Theodore—dijo Sebastien con voz ronca, su respiración agitada—. No voy a destruirte, aunque eso es lo que querrías de mí.

Theodore lo miró con ojos entrecerrados, su expresión una mezcla de desprecio y alivio. Sebastien no tenía la fuerza para hacerlo, pensó, lo que solo reafirmaba lo que siempre había creído: su hermano era débil.

Pero Sebastien no le dio tiempo para responder. Con un movimiento rápido, lanzó un hechizo de atadura que envolvió a Theodore en cuerdas mágicas, asegurándose de que no pudiera moverse ni usar magia. Theodore gruñó y luchó contra las ataduras, pero estas eran demasiado fuertes.

Sebastien, agotado y cubierto de heridas, se alejó de su hermano y se volvió hacia su padre. Alessandro, que había permanecido en silencio todo el tiempo, observaba la escena con una expresión inescrutable. Sebastien no pudo leer lo que pensaba, pero sabía que había hecho lo correcto.

—He ganado—dijo Sebastien con voz firme, aunque su cuerpo temblaba por el esfuerzo.

Alessandro se acercó lentamente a sus hijos, sus pasos resonando en la sala ahora en ruinas. Se detuvo frente a Sebastien, mirándolo con una intensidad que lo hizo estremecer. Después de lo que pareció una eternidad, Alessandro asintió levemente, un gesto casi imperceptible, pero suficiente para que Sebastien entendiera.

—Has demostrado tu valía, Sebastien—dijo Alessandro finalmente, su voz baja pero llena de significado—. Has ganado esta prueba.

Sebastien sintió una ola de alivio y agotamiento al mismo tiempo. Había luchado contra su hermano y había salido victorioso, pero más que eso, había demostrado que no era solo una sombra. Había ganado el respeto de su padre, y tal vez, aunque fuera en lo más profundo, el de su hermano también.

Theodore, aún atado en el suelo, miró a su hermano con una mezcla de odio y reconocimiento. Aunque no lo admitiría, en algún lugar de su ser sabía que Sebastien había ganado justamente. Pero eso no significaba que lo aceptara. La rivalidad entre ellos estaba lejos de terminar.

Alessandro se giró hacia Theodore, y por primera vez desde el inicio de la prueba, su expresión cambió, mostrando una ligera pero inconfundible decepción.

—Theodore, has fallado—dijo sin rodeos—. Pero no por tu fuerza, sino por tu arrogancia. Subestimaste a tu hermano y eso te costó la victoria. No lo olvides.

Theodore apretó los dientes, pero no dijo nada. El dolor de la derrota era amargo, y saber que su padre estaba decepcionado lo hacía aún peor. Pero mientras luchaba por contener su furia, juró para sí mismo que esto no terminaría aquí. Algún día, haría que Sebastien pagara por esta humillación.

Alessandro se volvió una vez más hacia Sebastien y extendió una mano. Sebastien, con cautela, la aceptó. El gesto, aunque pequeño, fue un reconocimiento de su victoria, y por primera vez en mucho tiempo, Sebastien sintió que había encontrado su lugar en la familia Blackthorne.

—Descansa ahora, hijo—dijo Alessandro, su voz suave pero autoritaria—. Esta batalla ha terminado, pero muchas más te esperan. Prepárate para lo que viene, porque hoy no solo has ganado una prueba, sino también una responsabilidad.

Sebastien asintió, comprendiendo el peso de esas palabras. Sabía que su camino no sería fácil, pero después de lo que había pasado esa noche, estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Mientras salía de la sala junto a su padre, dejó a Theodore atrás, sabiendo que aunque la rivalidad no había terminado, al menos por ahora, él era el vencedor.


































Lune_black

Este capitulo...Me pasé, el más largo hasta ahorita 5000 palabras

Hechizos y maldiciones usadas en este capitulo:

• Confringo: proyectil que provoca daño y tiene largo alcance.

• Expelliarmus: desarma a los enemigos haciendo que su varita salte por los aires.

• Cruciatus: conocida también como la maldición tortura ya que provoca dolor de absolutamente todas las terminaciones nerviosas del cuerpo.

• Protego: protege al lanzador con un escudo invisible que refleja hechizos y bloquea entidades física.

• Stupefy: es el conjuro de un encantamiento aturdidor que deja a la víctima completamente aturdida.

• Sectumsempra: es un hechizo que provoca heridas sangrantes en la piel de la víctima.

• Depulso: empuja a los demás hacia atrás.

Mi pobre Sebastien no merece el odio de Theodore y lo que falta...

Byeeeeeee

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