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01| 𝗘𝗸𝗮𝘁𝗲𝗿𝗶𝗻𝗮 𝗩𝗮𝗻 𝗛𝗲𝗹𝘀𝗶𝗻𝗴

Song: "Brooklyn Baby" by "Lana Del Rey"

A las afueras de Transilvania se encontraba un gran montón de personas con antorchas y armas mientras intentaban tirar la gran puerta de acero del castillo.

Eran ciudadanos de un pueblo vecino, enfadados por haber permitido dejar a esta... Familia del demonio quedarse a vivir en sus tierras sin saber de antemano que eran engendros del mismísimo Satanás.

Dentro del gran castillo, en la torre mas alta de esta, se encontraba una mujer pelirroja con un bebé en sus brazos. Junto a una manta que ponía "Ekaterina", el nombre de la pequeña criaturita.

—Shh, tranquila mi amor.— dijo intentando calmarla.

De repente, por la puerta entraron dos mujeres y un hombre. Los tres Tepes, Vlad, Amira y Yanira.

—Tienes que irte querida. Tenéis que iros las cuatro, ¡Ya!.— gritó el gran Drácula.

—¡No hermano, no podemos dejarte solo!.— exclamó la rubia, Amira.

—Es peligroso quedarse aquí.— siguió insistiendo.

—¿Y qué pasará contigo?.— preguntó Carolina con una cara triste.

—Vosotras sois mas importantes. Así que iros, lejos de aquí.— y diciendo eso se fue.

Las tres vampiras se miraron una a la otra y empezaron a empacar lo necesario. Tenían que irse de allí lo antes posible. O si no acabarían muertas.

Cuando tuvieron todo recogido, Vlad entró por la puerta, exaltado.

—Es hora.— dijo.

La pelirroja miró a su esposo con miedo. ¿Que pasaría ahora con ellos? Estuvieron viviendo en ese sitio durante mas de cinco años. No tenían a donde ir.

—Pero yo me quedaré.— Carolina se quedó muda.

—¿Que? ¡No!.—

—No tenemos otra opción. Me quedaré e intentaré hablar con ellos.— puso su mano en la mejilla de la mujer.— No te olvides de que te quiero, mi amor.

—Y nosotras también.— sus ojos empezaron a lagrimear.

La escena sentimental acabó cuando los cinco escucharon como los pueblerinos derribaban la puerta de la entrada, eso quiere decir que en poco tiempo los encontrarían, tarde o temprano.

Tenían dos opciones, matar a todos y beber su sangre, o intentar negociar con ellos e irse de allí en paz.

Vlad y Carolina no querían desatar una guerra entre ellos, pero Amira y Yanira si. Defenderían con sus cuerpos y "almas" a los dos y a su sobrina. La pelirroja las había cuidado cuando Drácula no podía, se llevaban cinco años, pero se comportaban como si tuvieran diez. Necesitaban una madre urgente.

—No encontraremos a las afueras del bosque. Os amo.— terminó diciendo, para luego salir de la habitación nuevamente.

Van Helsing suspiró y se dirigió a las hermanas Tepes.

—Vamos chicas, es hora de dejar este sitio.—

Poco a poco se fue acercando al ventanal de la habitación y se subió a esta, con la mirada de las menores detrás de ella. Seguidamente envolvió a su bebé en la manta y se la puso en la boca, para después extender los brazos en alto y saltar al vacío.

Si hubiera sido una humana ya se habría despedido de su vida, pero no. Cuando saltó, se convirtió en un majestuoso murciélago rojizo escuro. Después las otras dos la siguieron.

No tardaron mas que solo unos minutos en llegar al lugar acordado. Todo parecía haber salido bien, pero cuando dirigió su mirada al castillo, cayó destrozada.

El castillo estaba ardiendo en llamas. Su hogar, su casa, ahora se encontraba hecha pedazos. Pero lo que mas la devastó fue que su esposo se hallaba dentro.

—¡¡Nooo!!.— grita llena de ira.

—Hermano...— murmura Amira con lágrimas en los ojos. Yanira solamente agachó la cabeza.

De repente escucharon un ruido proveniente de unos arbustos. Las hermanas se pusieron alerta y se posicionaron delante de Carolina para protegerla a ella y a su hija.

—¿Quien anda ahí?.— preguntó en un siseo la morena con sus colmillos preparados.

Y de ahí, como si hubiera sido un milagro, apareció Vlad, sano y salvo. Aun que con una que otra herida curativa.

—¡Vlad!.— la pelirroja sale detrás de las dos y va hacia donde su marido. Con cuidado de no despertar a su hija, se echa encima del vampiro.— ¿Estás bien?.

—Si, querida. Pero vámonos ya, conozco un sitio donde podemos quedarnos un tiempo.— las tres mujeres asintieron y empezaron a correr con sus super velocidad.

Estuvieron siguiendo al moreno todo el viaje, cuando el paró de golpe en una casa muy grande.

—¿Que hacemos aqui, Vlad? Se supone que tendríamos que estar escondiendonos.— murmura Yanira bajito, por si alguien los escucha.

—Tranquila, Yanira. Aquí estamos a salvo, el dueño de esta casa es un viejo amigo mio.— dejó de mirar a su hermana pequeña y se encaminó hacia la puerta, para posteriormente golpearla.

Al abrirse, salio un hombre de mas o menos 30 años. Pelirrojo y de ojos marrones.

—¿Vlad?.— preguntó confuso.

—Hola Carl.— de su rostro salió una pequeña sonrisa.

—¿Que haces aquí? ¿No deberías estar en el castillo?.—

—Se suponía, pero no tenemos a donde ir. Me preguntaba si nos podrías hacer un hueco en tu casa, para nosotros cinco.—

—¿Cinco?.— dijo desconcertado, pero se sorprendió cuando vio a Carolina con un bebé en sus brazos.— ¿Es... Tu hija?.

—Si, recién nacida.— sonrió de orgullo.

—Dios, enhorabuena Vlad. Por supuesto que podéis pasar. Mi esposa está preparando un estofado exquisito.— se apartó de la puerta y los dejó pasar.

—¿Quien es cariño?.— preguntó la mujer, asomándose desde la cocina. Pero se quedó asombrada al ver el moreno.— ¿Vlad?.

—Hola Marie, encantado de verte de nuevo.—

—Oh, Vlad. Me alegro de volver a verte. ¿Que hacéis aqui?.— frunció su ceño.

—Una historia un poco larga, os lo contaré mas tarde. Ahora quiero presentaros a mis hermanas y mi esposa e hija.— Tepes extendió su mano a su esposa, y esta la agarró.

—Soy Carolina Van Helsing, gracias por dejarnos pasar.— con eso hizo una reverencia hacia delante.—Y ella es Ekaterina, mi hija.

—Pero que monada. Yo tambien tengo una hija recién nacida, ahora mismo esta durmiendo en su cuna.—

—Y ellas son Yanira y Amira, mis hermanas.—

Ninguna de las dos dijo nada, no eran de entrar en confianza enseguida, pero si su hermano confiaba en ellos, intentarían llevarse bien con la pareja.

—Bueno, chicos. ¿Tenéis hambre?.— dijo poniendo sus brazos en su cadera.

Todos asintieron y fueron a poner la mesa, pero antes de que Caro entrara al salón, Marie la detuvo.

—Puedes dejar a tu hija con la mia si quieres. Para que descanse mejor.— propuso la pelirroja de pelo corto. Casualidad de que las dos tuvieran el pelo del mismo color.

La mujer sonrió al escucharla.— Sería estupendo, señorita Marie.—


—Ay no, por favor, llamame solo Marie. Que verguenza.— dijo sonrojada como un tomate. Negando con la cabeza.— Por cierto, prepararé también leche para ella.

—No hace falta, señ- Marie. Mi hija no toma leche, toma sangre. Pero le agradecería mucho que me pudiera dar algo para poder verter el líquido.—

—Eh...—se quedó sin palabras, pero rápidamente volvió en sí al darse cuenta de que era una vampira.— Por supuesto, puedes seguirme.

[•••]

Después de que terminara de calentar la sangre; como si fuera leche materna; poco a poco le fue dando a Ekaterina.

—Esta rica, ¿eh?.— adoraba a su preciosa hija pálida.

Los mayores ya habían terminado de cenar, y la verdad es que Marie preparaba comida deliciosa.

Carolina se encontraba dándole de comer a la bebé en la habitación de Amélie, la hija de los Martin.

Cuando se lo tomó todo, dejó a la pequeña a lado de la pequeña pelirroja, tapándola con su acogedora manta.

Se despidió de ella con un beso y bajó al salón.

Su esposo les había estado contando lo ocurrido y el por que de su visita.

—Dios, la gente de hoy en día es alucinante.— comentó el hombre sarcástico.

—Podéis quedaros cuanto queráis. Estáis en vuestra casa.— dijo Marie mientras abrazaba a su esposo.

Los dos vampiros les agradecieron mucho. Ellos eran los únicos humanos a los que respetaban. No podían confiar en nadie más.

Cuando se hizo tarde, los Martin se fueron a su habitación a dormir. Les habían dejado una a los Tepes, pero al ser vampiros no podían dormir. Así que optaron por ir a caminar por el bosque donde estaban.

No querían acercarse a su antiguo hogar. No querían ver como su gran castillo estaba hecho cenizas por el fuego.

¿Que habían echo ellos para merecer eso? No habían herido a ningún humano de ese pueblo.

Sí, han matado a personas inocentes, pero tenían que sobrevivir de alguna manera. Ellos no tenían la culpa de haber nacido siendo así.

Dejaron de correr con su velocidad vampírica para poder pararse en frente de un gran acantilado. Desde allí se veía la luna llena. Era una hermosa vista.

Vlad se giró a ver a su amada, admirando su preciosa cara.

—Eres hermosa mi amor.— llamó la atención de la pelirroja.

—Tu también lo eres.— sonrió avergonzada. Puede que fueran vampiros, pero también tenían uno que otro sentimiento por ahí.

—No mas que tú.— poco a poco se fueron acercando hasta darse un beso en los labios del contrario.

—Eres muy cursi para estar muerto.— Carolina puso sus brazos alrededor del cuello de Vlad.

—Mira quién habló.— empezaron a reir.

Pero un pensamiento los hizo detener.

—Hay que protegerlas.—

—Por encima de nuestro muerto cadáver.—

Y otra vez se empezaron a besar.

Debían proteger a sus hermanas e hija.

Y también a los Martin. Los únicos que no los dejaron a su suerte. Los únicos que los ayudaron.

Los dos; bajo la enorme luna llena; prometieron cuidar las vidas de la familia Martin. No importa que tan pequeño sea el peligro. Ellos estarían allí para protegerlos.

Tampoco importa en que generación, ellos serían los que cuidarían sus vidas como si fueran lo mas importante del universo.

Solo ellos.

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