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-𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞.

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La noche en Red keep era más alborotada de lo normal, con el reciente cotilleo sobre una futura boda o dos, para la familia real.

—Mi príncipe. ¿No desea quedarse?— dijo una dama tomando con fuerza la mano de su contrario

A tan corta edad, el príncipe Daemon ya pasaba su tiempo libre junto a las mujeres más jóvenes de los burdeles más conocidos en la Calle de la seda.

—Me encantaría, si fuera algo menos importante que estar con una ramera— contestó el mayor vistiéndose rápidamente de espaldas a la joven detrás suya

—¿Ira a ver a su bella lady Hightower?— preguntó la mujer, sentándose en dirección al príncipe —¿Pedirá su mano esta noche?—

—¿De qué mierda hablas?— contestó el mayor con enojo, sosteniendo con furia el brazo de la mujer

—Los chismes corren rápido y más si se tratan de usted, mi príncipe— respondió con seguridad la mujer, sin mucho temor a la reacción de su contrario —Todos dicen que si no es usted quien se casa con la que es la luz de Oldtown, será su tía con el heredero de Lord Hightower—

—¿Ser una puta te prohíbe usar tu cabeza?— dijo Daemon, aumentando su agarre contra la mujer —Yo no me casaré y menos te debo alguna explicación— dijo, para después soltar el brazo de su contraria y volviendo a vestirse con sus ropas —Mantén tu boca cerrada—

—Claro, mi príncipe— asintió la trabajadora —Pero no puede culparme si mi boca es abierta por algún descuido por no estar bien..—

—No esperes algún pago por eso— Daemon, con su mayor fuerza tomó la cara de la mujer apretándola cada vez más haciéndola quejarse —Si escucho en algún lado que abriste tu boca de puta, créeme que será lo último que dirás en tu miserable vida—

La mujer asintió con temor al ver los ojos llenos de furia del príncipe. Pareciera como si estuviera delante de un dragón a punto de quemarla en un fuego ardiente, después de todo estaba siendo intimidada por el mismísimo Daemon Targaryen, el que era nombrado hasta por la misma Reina como la sangre del dragón.



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Lady Lynesse terminaba de preparar a su hija, arreglando su largo cabello castaño y ondulado que le llegaba casi hasta su cintura. Leyla siempre había sido amante de su largo cabello y las ondas que cuidaba con tanto esfuerzo, aún si era tardado el proceso. Creía firmemente que una señorita debía llevar su cabello largo para que los hombres pudieran apreciar más su belleza femenina.

—¿Qué te parece, mi lucecita?— dijo la mayor, tomando de los hombros a su hija que estaba sentada en su tocador mirando directamente al espejo

—Me encanta, madre— respondió Leyla, posando sus manos sobre las de su madre —¿Pero por qué nos arreglamos tanto para cenar en familia?—

—Te lo diré luego— contento Lynesse, dejando un beso en la frente de su hija para después tomar unos aretes del tocador —Tu solo te tienes que ver más hermosa de lo que ya eres—

—¿Es necesario todo esto? Solo estaremos tú, padre y mis hermanos— dijo la menor dejando a su madre colocarle los pendientes —¿O es qué Robb pedirá la mano de la princesa?— preguntó con entusiasmo a su madre que se alejó con sorpresa —Si era eso debiste decirme, yo pude..—

—Nada de eso Lea, tú hermano no le propondrá matrimonio a la princesa ni a alguna mujer esta noche— respondió la mayor sin tanta felicidad, volviendo a colocar los pendientes en su hija —Aunque a mí me encantaría, pero sabes cómo es el y tu padre, que siempre lo apoya—

—Que lástima— asintió Leyla apaciguando su emoción

Un golpe a la habitación de la joven interrumpió la conversación, dándole paso al padre de Leyla, Lord Hightower, que vestía más arreglado de que costumbre.

—¿Listas?— cuestionó al entrar por completo a la recámara, cerrando la puerta a su paso

—Si, querido— respondió la mayor, dejando levantarse a la menor

—Pero si estás bellísima— dijo el mayor al acercarse hasta Leyla tomando sus manos en el proceso

—Gracias, padre— contestó la menor bajando su cabeza con vergüenza por el cumplido de su padre —Pensé que cenaríamos en su recámara—

Hobert volteó a ver a su esposa con confusión acercando a su hija a su lado para que no mirara su expresión.

—¿No le has dicho?— preguntó con dureza al ver el poco conocimiento de su hija

—¿Decirme qué?—

—Nada, cariño— respondió Lynesse acercándose hasta su marido —Es una sorpresa— dijo en voz baja al lado de su esposo, después caminó hasta la puerta y la abrió para darle paso a sus contrarios —Vamos, Robb y Ormund deben estar esperándonos—

Padre e hija salieron de la habitación junto a la mayor directo hasta el salón donde ya los esperaban los hijos mayores de la pareja. Ambos hermanos parecían estar tensos frente a la puerta del comedor de la Fortaleza roja, donde eran ya esperados, al igual que su demás familia.

—¿Qué hacemos aquí?— preguntó la menor de la familia al observar al lugar a donde la habían llevado —Este salón es privado de sus majestades e invitados—

—Tranquila, cariño— dijo la mayor, posándose frente a su hija que parecía demasiado ansiosa —Ahora, cuando entremos no tienes porque ponerte nerviosa, solo es una cena..—

—Una cena con la familia real para ser más claros— interrumpió Ormund tomando la atención de su hermana

—Ormund— dijo la madre de los tres, molesta ante la acción de su vástago

—¿Cenaremos con sus majestades?, ¿por qué?— cuestionó aún más ansiosa Leyla, apretando sus dedos entre sí

—Tranquila Lea, nos invitaron porque somos sus invitados— dijo el mayor de los hermanos tomando la espalda de su hermana para tranquilizarla —Nada fuera de lo común, ¿verdad?—

Leyla asintió con su respiraron acelerada. Durante sus años en la corte, nunca pudo estar sentada en la misma mesa que el rey y la reina de los siete reinos ni por un segundo, y si se lo hubieran ofrecido, lo hubiera rechazado de todas las maneras posibles. Nunca había podido controlar del todo sus nervios y más en presencia de personas tan influyentes como El viejo rey y su descendencia.

Después de que Leyla retomara su compostura, el mayor de la familia dio permiso para que las puertas del salón fueran abiertas. Dejando ver el comer junto a varios miembros de la familia real.

En medio estaba su majestad, el rey Jaehaerys, a su lado su hermana-esposa, la reina consorte Alysanne. Del lado contrario su hijo y heredero, Baelon el valeroso, además de sus dos hijos, Viserys y Daemon, y la esposa del mayor, Aemma Arryn que era la única con ropa azul y con joyas de su casa paterna. Un asiento permanecía vacío al lado de la reina que debía ocupar la hija más joven del matrimonio.

—Bienvenidos, Lord y Lady Hightower— dijo la reina, levantándose de su asiento al igual que el rey y el resto de su familia al saludar a la familia de Oldtown —Me alegra que todos hallan podido asistir—

—Sus majestades— dijo Lord Hobert inclinando su cabeza delante de los reyes junto a su esposa e hijos

—No hace falta tanto decoro, Hobert— decía el príncipe heredero al tomar asiento junto a los demás —Tomen asiento, por favor—

Los contrarios, se dispusieron a aceptar y se sentaron en las sillas restantes frente a la familia real.

—Perdón por molestarte Lea, ¿pero sabes algo de Gael?— preguntó la reina a la joven que parecía todo menos calmada

—La última vez que la visité fue después de su baño, por la mañana, luego me pidió que la dejara sola, su majestad— respondió la menor sin despegar la vista de la reina que solo asintió con una sonrisa —Puedo ir a buscarla si..—

—No hace falta, querida— detuvo la reina, sin querer molestar a la joven —Debe estar cansada, me dijo que iría a volar en su dragón—

—Claro, su majestad— continuó diciendo Leyla, volviendo a tomar asiento junto su madre

—Comencemos, es un gusto tenerlos como nuestros invitados— anunció el rey dando paso a los criados que traían las comidas y el vino

Todos comenzaron a servirse de los alimentos proporcionados, habiendo conversaciones cortas entre los más jóvenes y halagos mutuos entre la reina y Lady Hightower.

Las horas comenzaban a pasar rápidamente. El ambiente en el salón se había vuelto más relajado a medida que avanzaba la cena, las conversaciones y las risas llenaban el aire, pero Leyla no podía sacudirse la sensación de incomodidad. Cada vez que se alguien se dirigía a ella, sentía un nudo en el estomago. A pesar de los esfuerzos de Lady Lynesse para tranquilizar, sus nervios seguían a flor de piel.

De repente, el rey Jaehaerys se puso de pie, llamando la atención de los presentes, sumergiendo al salón en un silencio expectante.

—Familia e invitados— dijo el rey con su voz firme pero amable —Esta noche no es solo para disfrutar de una buena cena y compañía, sino para compartir una noticia que esperamos y llene de alegría a ambas casas y familias—

Leyla sintió un escalofrío recorrer su espalda. Miro a su madre, que mantenía una expresión serena pero atenta, al igual que su padre. Trató de encontrar alguna pista en las caras de sus hermanos, y se veían igual de nerviosos que ella, pero más molestos.

—Después de muchas discusiones y consideraciones— continuó diciendo el rey, mirando a su alrededor —Me complace anunciar el compromiso entre mi querido nieto, el príncipe Daemon, y Lady Leyla Hightower—

El anuncio cayó como una bomba en la sala. Leyla sintió como su respiración se aceleraba al igual que su cuerpo temblaba de los nervios. Intentó obtener una explicación al mirar a su madre, pero su rostro irradiaba alegría y sonreía de oreja a oreja. Trató de buscar apoyo en su padre, pero de igual manera, parecía como si ya estuviera al tanto del trato del que no fue informada.

Leyla volteó sus ojos al príncipe que irradiaba un aura molesta que percató al instante. Daemon, que al parecer estaba por beber hasta que fue interrumpido con la noticia, se quedó con expresión irritada, que para nada era disimulada. Ningún esperaba el anuncio, y eso se reflejaba en ambos.

—¿Qué?— dijo en voz alta Daemon, que fue escuchado por todos en el lugar pero fue detenido por su hermano con un golpe silencioso

—Yo...— pronunció con nervios la joven Hightower

—Creemos que esta unión es beneficiosa para ambas casas y fortalecerá nuestros lazos— continuó diciendo la reina, tratando de disuadir el rostro molesto de su nieto —Será la mejor boda, que yo misma estaré al pendiente de todo—

Sonríe, cariño— indicó Lynesse sonriendo forzosamente frente a los reyes, apretando disimuladamente la muñeca de la mano de su hija

—Perdonen a mi hermana, debe estar emocionada por la noticia— interrumpió Robert, tomando la atención del lugar para darle tiempo a Lea —Pero, felicidades— dijo levantándose de su asiento mientras alzaba su copa al frente —Deseo que esta unión sea lo mejor para ambos, con la bendición de los Siete—

—Claro que si— continuó el mayor de los Hightower, levantándose a la par de su esposa y la familia real —Esperaremos con ansias la unión—

—Evitaremos hacer una ceremonia para anunciar el compromiso mientras que esperamos a tener todo listo antes de la primavera— dijo el príncipe Baelon, después de que todos volvieran a tomar asiento

El resto de la cena fue medianamente silenciosa, a excepción de la reina y Lady Hightower hablando sobre los detalles que parecían haber acordado sin previo anuncio.

Daemon bebía y bebía, no se detuvo ni con la presencia amenazadora de su padre. Parecía como si no fue el. Estaba molesto e indignado, pero no podía replicar nada en medio de un salón con personas desconocidas a él y con su familia ahí. No quería ser maleducado, pero quería gritar y pelear por su propia cuenta, alzar la voz a quien sea mientras fuera escuchado.

Leyla parecía todo lo contrario a las formas de Daemon para evitar los desastres. Sonreía levemente en los momentos donde su madre quería incluirla o solo se encerraba en su mundo. Quería salir corriendo a buscar a su amiga, aún si no sabía ni dónde ni con quien esté. Rezaba a cualquiera de los Siete que la pudiera escuchar para que la sacara a como de lugar de esas cuatro paredes. Se estaba ahogando aún sin nadie la tomaba en cuenta.

Su respiración aumentaba constantemente al igual que sus ojos lagrimeaban sin dejar manchar su rostro. No probó ni una pizca de comida de su plato y aún así quería vomitar lo que fuera que le provocaba ardor en su garganta. Una mano sobre su hombro desnudo la sacó de sus pensamientos.

Vamos, te acompañaré a tus aposentos— dijo Robb alzando su mano a la altura de Lea, aliviando su malestar por un momento

Gracias, Robb— asintió la menor, levantándose junto a su hermano

—Yo puedo acompañarla— dijo otra voz tomando la atención de los hermanos —Claro, si no te importa—

—Con todo respeto príncipe Daemon, pero no puede..—

—Claro que puedo— lo detuvo Daemon tomando el brazo de Leyla con fuerza que hizo saltar la molestia del mayor —Y me gustaría acompañar—

Robert miró a su hermana. La sorpresa en su rostro era innegable al igual que el temor que le recorría el cuerpo, pero nadie puede decirle que no a un príncipe y menos a Daemon.

—No te preocupes, hermano— dijo Leyla, dejando desconcertado a su contrario que solo bajo su mirada y dejó pasar a ambos —Fue una noche maravillosa, se los agradezco sus majestades— decía al hacer una reverencia frente a los reyes para después de salir tambaleando. Se detuvo un momento al ver como el príncipe se despedía para después salir juntos



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El camino parecía eterno mientras más se acercaban a las habitaciones. Ambos se quedaron callados por todo el lugar, que hasta una gota de agua podía oírse a la lejanía.

—¿Qué le pareció la cena, su alteza?— preguntó la Hightower, tratando de dejar el incómodo momento a un lado —No probé mucho pero parecían estar..—

—¿Tú lo pediste?— interrumpió el mayor

—¿Disculpe?— dijo Lea, confundida por la pregunta del Targaryen

—Tú fuiste quien pediste esta tontería— decía el príncipe, deteniéndose frente a la puerta de la recámara donde nadie podía escucharlos —Debí suponer que no te acercaste a la princesa solo con intenciones de volverte su amiga—

—¿De verdad cree que yo propuse el compromiso?— cuestionó con menos calma Lea, viendo como Daemon parecía irritado por cada segundo que la veía

—Nos acabas de condenar por resto de nuestras vidas y solo por un estúpido juego que tu malentendiste—

—Con todo respeto, pero fue usted quien se insinuaba sin importarle quién nos viera— respondió la menor —En algún momento alguien lo tomaría como otra cosa, pero esa no fui yo—

—¿Y quién más?—

—No lo sé— dijo con miedo al ver el acercamiento que parecía tener Daemon con ella pero su rostro parecía todo menos contento

—No debí jugar contigo, menos sabiendo que eras una estúpida niña de Oldtown— dijo Daemon frente Lea, que parecía lagrimear con cada palabra que decía —Me acabas de arruinar la vida, ¿lo entiendes?—

—Pero, yo..—

Sin decir algo más, Daemon salió del pasillo golpeando el hombro con Leyla a su paso. Dejándola sola frente a su puerta.

No tardó en entrar, cerrando rápidamente la puerta con llave. Su desesperación se volvió aún más molesta y no parecía calmarse con nada. Fue a su letrina en una esquina de su habitación y comenzó a vomitar, quemando su garganta con el líquido que escupía. Trataba de contenerse pero eso hizo que comenzara a derramar las lágrimas que contenía con esfuerzo.

Se sentó contra pared y desató un llanto que ya no pudo contener. Todo su cuerpo parecía temblar y su pecho dolía al igual que su cabeza. No podía detenerse pero lo hacía en silencio, o eso intentaba. Se quedó en el suelo, aferrándose a sus rodillas, intentado ignorar las recientes palabras de Daemon. Su mente giraba con pensamientos confusos y dolorosos, tratando de encontrar un consuelo en medio de la tormenta emocional que la envolvía.

¿Cómo puede pensar si quiera que yo soy la culpable?— susurró para sí misma entre sollozos. Las palabras de aquel príncipe no se iban de su cabeza, sonando una y otra vez, clavándose en su corazón como cuchillos. Nunca había buscando arrastrar a ambos en algo que ella nunca quiso ni pidió.

Pasaron unos minutos -quizás horas- antes de que Leyla pudiera levantarse. Sus piernas estaban débiles, y se tambaleó hasta la cama, dejándose caer sobre el suave colchón. Miró el techo, tratando de controlar sus sentimientos, pero cada que cerraba sus ojos parecía ver los ojos morados de Daemon llenos de furia y desprecio yendo hacia ella. De repente, notó un sobre cerrado en la mesa al lado de su cama. Con sus manos temblorosas, la tomó y la abrió con cuidado, reconoció al momento la letra de la carta y comenzó a leerla rápidamente.

Dejó caer el pedazo de papel en su regazo, las lágrimas fluyeron de nuevo, dejando un hueco en su pecho aún más grande del que ya estaba sintiendo.



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Después de semanas de bloqueo creativo y sin ganas de terminarlo, por fin está el capítulo tres.

Si creían que Daemon iba a ser una palomita déjenme decirles que lo red flag no se quita.

Si les gustó pueden dejar su voto o algún comentario para que yo pueda saber qué les pareció y más personas lleguen a leer el fanfic.

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