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-𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐞𝐞𝐧.

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Las lunas habían pasado, y aunque el dolor de las resientes perdidas aún se sentía fresco en la memoria de la Casa Targaryen y Hightower por igual, la vida en Oldtown y la corte de King's Landing continuaba con su implacable ritmo.

Leyla se había convertido en una presencia constante junto a la Reina Alysanne, su futura abuela política, quien ahora mostraba signos preocupantes de deterioro en su salud. La soberana, otrora vigorosa y resuelta, pasaba más tiempo recluida en sus aposentos, aquejada por una tos persistente y una debilidad que ningún maestre parecía poder aliviar.

El día comenzaba temprano en los jardines de Red Keep. Leyla caminaba junto a la reina, empujando lentamente el asiento en el que Alysanne ahora pasaba buena parte de sus días. Aunque el sol brillaba sobre ellas, la sombra de la muerte parecía alargarse más con cada día que pasaba.

—¿Te parece extraño? —preguntó la reina de repente, rompiendo el silencio. Su voz, aunque tenue, aún conservaba el tono firme que había definido su reinado. —. Que mi cuerpo me falle, pero mi mente siga tan alerta. Es como si los Siete quisieran que fuera testigo de todo lo que construí desmoronándose ante mis ojos.

Leyla no supo qué responder al principio. Había aprendido con dureza que la Reina Alysanne no buscaba consuelo en palabras vacías.

—Yo diría que no todo se está desmoronando, su majestad. Su legado sigue vivo. Aún tiene hijos y nietos que mantienen sus valores. —hizo una pausa, pero agregó con cautela. —Y si algo no marcha como debería, es porque necesitan su guía para enderezarlo.

Alysanne soltó una risa breve pero cargada de amargura.

—Ah, mi dulce niña. ¿Crees que aún puedo enderezar algo? Apenas puedo sostener esta mano. —dijo, levantándola con esfuerzo para enfatizar el punto. —Los días de los grandes cambios quedaron atrás. Lo único que puedo hacer ahora es observar. Y esperar.

Leyla sintió un nudo en la garganta. Observaba cómo el tiempo parecía devorar a la mujer que alguna vez había sido llamada "La Buena Reina".

—No falta mucho para que las campanas para el final del año toquen, su majestad. —pronunció la menor, cambiando el tema para amenizar la tarde. —¿Qué es lo que hará esta vez para el festejo?

La reina, entiendo perfectamente la intento de la joven, siguió la conversación.

—Querrás decir, que haremos. —corrigió, subiendo ligeramente su rostro al oír la risa de Leyla. —Serás parte de la familia en poco tiempo, mi niña.

Leyla sonrió, sintiéndose un poco más ligera, aunque el peso de la conversación anterior aún colgaba en el aire como una nube.

—Entonces, ¿qué haremos? —repitió, jugando con el tono como si fuera una conspiración.

Alysanne dejó escapar un suspiro que casi sonaba a nostalgia.

—Oh, solíamos tener grandes banquetes y justas. La Fortaleza Roja se llenaba de vida, con música resonando en cada rincón. Jaehaerys siempre insistía en que se invitara a todos, desde los más nobles hasta los más humildes. Decía que la alegría de los pequeños era la mayor bendición para un reino.

—¿Y ahora? —preguntó Leyla, inclinándose un poco más cerca de la reina, como si sus palabras fueran secretos que no debían compartirse con nadie más.

Alysanne miró hacia el horizonte, su mirada perdida en el azul del cielo.

—Ahora... ahora todo parece más pequeño, más apagado. Quizá sea yo. O quizá sea este lugar. —cerró los ojos por un momento antes de abrirlos con determinación. —Pero no importa. Este año será diferente. Quiero algo especial.

Leyla inclinó la cabeza, intrigada.

—¿Especial?

—Quiero que mi familia esté unida, aunque sea por una noche. —la reina sonrió levemente, aunque sus ojos delataban una tristeza subyacente. —Los años me han enseñado que la unidad no siempre dura, pero los recuerdos de esos momentos... sí lo hacen.

La joven asintió, comprendiendo el peso de aquellas palabras.

—Haré todo lo que pueda para ayudarle, su majestad.

Alysanne apretó suavemente la mano de Leyla.

—Lo sé, querida. Lo sé.



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Esa noche, Leyla se reunió con Daemon en los pasillos más tranquilos del castillo. Él, como siempre, llevaba un aire de despreocupación mezclado con arrogancia, aunque sus ojos brillaban con una intensidad que Leyla comenzaba a conocer bien.

—¿Qué tal tu día con mi abuela? —preguntó Daemon, recargándose contra una columna mientras la observaba con interés.

Leyla suspiró, quitándose el manto que había usado para protegerse del aire frío.

—Fue... melancólico, aunque enriquecedor. Habla mucho del pasado. De lo que construyó junto al Rey Jaehaerys.

Daemon dejó escapar una risa suave, pero carente de verdadero humor.

—El pasado es todo lo que tienen ahora. —hizo una pausa antes de agregar. —Aunque supongo que eso también será parte de mi futuro.

Leyla lo miró, confundida.

—¿A qué te refieres?

Daemon se encogió de hombros, pero su sonrisa torcida sugería que sabía más de lo que decía.

—Mi abuela no estará aquí mucho tiempo. Ni mi abuelo, si soy honesto. Los maestres no lo dicen en voz alta, pero yo no estoy tan ciego como para no darme cuenta.

La sinceridad de sus palabras golpeó a Leyla como un balde de agua fría.

—¿Por qué dices eso? —preguntó, casi en un susurro.

Daemon se inclinó hacia ella, su rostro apenas a unos centímetros del suyo.

—Porque lo veo. Cualquiera que los vea podría deducirlos.

—¿Y eso.. no te entristece..? —susurró Lea, alzando un poco su vista por la cercanía de sus cuerpos. Aún le ponía nerviosa las interacciones que Daemon solía hacerle mientras estaba desprevenida. 

Daemon no respondió de inmediato, como si estuviera considerando la pregunta más de lo que Leyla había esperado. Su sonrisa habitual se desvaneció, y por un instante, sus ojos reflejaron algo más profundo, algo que no se veía a menudo en él: vulnerabilidad.

—La tristeza no cambia nada, Leyla. —dijo finalmente, con voz baja y medida. —No va a salvarlos, ni a mí, ni a ti. Es una pérdida de tiempo.

Leyla frunció el ceño ante su frialdad, pero decidió no insistir.

—Tal vez, pero... son tu familia. No son eternos.

Daemon soltó una risa seca, apartándose de ella y caminando unos pasos por el pasillo antes de volverse hacia Leyla con un destello desafiante en sus ojos.

—¿Y tú? —preguntó, ignorando su comentario anterior. —. ¿Qué tan eterna crees que es tu familia?

Leyla se tensó, entendiendo la indirecta.

—¿A qué te refieres?

—A tu querido padre, lord Hobert. —Daemon ladeó la cabeza, observándola con una mezcla de burla y curiosidad. —Él tampoco se ve como un hombre que vaya a durar mucho más.

El comentario fue como una daga, pero Leyla no permitió que su rostro traicionara la punzada de dolor que sintió.

—Mi padre ha pasado por mucho. —respondió con calma, aunque su voz tenía un filo defensivo. —Es fuerte. Más fuerte de lo que crees.

Daemon alzó una ceja, claramente entretenido por su reacción.

—¿Eso crees? Tal vez tengas razón. Tal vez no. —se encogió de hombros con indiferencia antes de acercarse de nuevo, esta vez con un tono más suave. —Pero si algo he aprendido, Lea, es que nadie es tan fuerte como parece. Ni los reyes, ni los príncipes, ni los lores. Y definitivamente no las damas.

Leyla alzó la barbilla, negándose a dejarse intimidar.

—Tal vez no somos fuertes en el mismo sentido que tú, Daemon. Pero no nos subestimes.

El príncipe la miró fijamente por un momento, y luego, para su sorpresa, sonrió, esta vez sin rastro de burla.

—Eso me gusta de ti. —murmuró. —Eres más valiente de lo que aparentas.

Antes de que Leyla pudiera responder, un eco de pasos resonó en el pasillo, interrumpiendo la atmósfera entre ellos. Ambos se giraron hacia la fuente del sonido, y un guardia apareció, haciendo una reverencia apresurada.

—Mi príncipe, milady. La Reina Alysanne los solicita en sus aposentos.

Leyla sintió que su corazón se aceleraba.

—¿Está bien? —preguntó rápidamente.

El guardia asintió.

—Sí, milady. Pero desea hablar con ambos.

Daemon suspiró, recuperando su expresión de aburrida despreocupación.

—Pues no hagamos esperar a la reina.

Se giró hacia Leyla, ofreciéndole su brazo con una sonrisa irónica.

—¿Me acompañas?

Leyla vaciló un instante, pero luego aceptó, colocando su mano sobre su brazo. Mientras caminaban hacia los aposentos de la reina, la tensión entre ellos se disipó, aunque las palabras de Daemon seguían resonando en la mente de Leyla. Nadie es tan fuerte como parece.

Y, en el fondo, sabía que tenía razón.

Los aposentos de la Reina estaban envueltos en una calma inquietante cuando Leyla y Daemon cruzaron las puertas. Alysanne estaba sentada en una silla junto a la ventana, envuelta en mantas aunque el fuego de la chimenea ardía con fuerza. Su semblante parecía aún más pálido bajo la luz de las velas, y sus ojos cansados miraban hacia el horizonte como si buscaran algo más allá del mundo mortal.

—Su majestad. —dijo Leyla, haciendo una reverencia respetuosa, seguida por un inclinado pero informal gesto de Daemon.

La reina levantó la mirada lentamente, y una sonrisa tenue curvó sus labios al verlos.

—Mis dos almas jóvenes. —murmuró, su voz más suave que nunca. —Vengan, siéntense junto a mí.

Leyla obedeció de inmediato, tomando asiento en un taburete cercano. Daemon, sin embargo, se quedó de pie, apoyado despreocupadamente contra una columna, como si observara desde la distancia.

—He estado reflexionando. —comenzó Alysanne, sus ojos recorriendo a los dos jóvenes con una mezcla de ternura y melancolía. —Sobre el tiempo, sobre el futuro... y sobre lo que significará para nuestra familia cuando yo ya no esté.

Leyla abrió la boca para protestar, pero la reina levantó una mano, silenciándola con un gesto suave.

—No, querida. No hay necesidad de negar lo inevitable. Cada día siento cómo la vida se aleja de mí. Pero aún tengo algo de fuerza, y mientras la tenga, debo usarla sabiamente.

Daemon finalmente se movió, cruzando los brazos mientras la observaba con curiosidad.

—¿Por eso nos llamaste aquí? ¿Para hablar de lo inevitable?

Alysanne lo miró con una mezcla de exasperación y afecto.

—Tienes la sutileza de un dragón en vuelo, querido. Pero sí, en parte. Quiero que escuchéis lo que tengo que deciros, porque puede que no tenga otra oportunidad para decíroslo.

El silencio que siguió fue tan pesado que Leyla sintió como si el aire se hubiera espesado a su alrededor.

—Daemon. —dijo la reina, su tono más firme al dirigir su atención a su nieto. —Tienes un espíritu indomable, una chispa que pocos poseen. Pero esa chispa puede ser tu ruina si no aprendes a controlarla. La fuerza sin propósito es peligrosa. Si alguna vez quieres ser más que un guerrero, más que un hombre impulsado por sus deseos, debes encontrar algo por lo que valga la pena luchar.

Daemon frunció el ceño, pero no respondió.

Alysanne volvió su mirada hacia Leyla, y sus ojos se suavizaron.

—Y tú, mi querida. —continuó. —Eres una luz en este mundo oscuro. Pero la luz también puede ser frágil. Necesitarás fortaleza, no solo para ti, sino para aquellos a quienes amas. Y te aseguro que, con el tiempo, te darás cuenta de que amar puede ser la mayor prueba de todas.

Leyla sintió que su garganta se apretaba, pero asintió lentamente, incapaz de encontrar palabras para responder.

La reina se recostó en su silla, dejando escapar un suspiro largo y cansado.

—Solo quería recordaros esto antes de que el destino me alcance. La familia Targaryen ha construido su legado en los cielos, sobre dragones y fuego. Pero es en la tierra, en los lazos que formamos, donde verdaderamente residimos. No lo olviden, ninguno de los dos.

El silencio volvió a llenar la habitación, roto solo por el crepitar del fuego en la chimenea.

—Bueno. —dijo finalmente Alysanne, con una débil sonrisa. —Es suficiente por esta noche. Ahora vayan, ambos. Dejen que esta anciana descanse.

Daemon inclinó la cabeza, quizás más en respeto de lo habitual, y salió primero, sin mirar atrás. Leyla se detuvo un momento, tomando la mano de la reina entre las suyas.

—Gracias, su majestad. —murmuró antes de seguir a Daemon.

Al salir al pasillo, el frío nocturno pareció envolverlos. Daemon caminaba en silencio, pero Leyla notó que su postura era más rígida de lo habitual, como si las palabras de su abuela lo hubieran afectado más de lo que quería admitir.

—¿Daemon? —preguntó con cautela.

Él se detuvo y se giró hacia ella, sus ojos más oscuros que nunca en la penumbra del pasillo.

—¿Qué?

—¿Crees que la Reina tiene razón? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Daemon la miró por un largo momento antes de encogerse de hombros con indiferencia.

—Supongo que lo sabremos, ¿no?

Y con eso, siguió caminando, dejando a Leyla sola con sus pensamientos y el eco de las palabras de la reina resonando en su mente.



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Algunos días siguieron con normalidad. La noche había caído una vez más sobre la Fortaleza Roja, y en los aposentos de la Reina Alysanne reinaba un silencio que sólo se rompía por el crepitar del fuego en la chimenea. Jaehaerys estaba sentado junto a su esposa, observándola con una mezcla de ternura y preocupación mientras ella permanecía envuelta en una manta, mirando hacia la ventana.

—¿En qué piensas, mi amor? —preguntó el rey, su voz suave, pero cargada de una melancolía que compartían.

Alysanne giró la cabeza lentamente, sus ojos reflejando el peso de los años y las pérdidas que habían sufrido.

—En todo lo que hemos construido. En lo que dejamos atrás... —hizo una pausa, respirando profundamente antes de continuar. — y en lo que ya no podremos recuperar.

Jaehaerys sabía a qué se refería. La muerte reciente de Gael, su hija más joven, había abierto heridas que no habían tenido tiempo de sanar desde las otras tragedias que habían marcado sus vidas.

—Gael está con los Siete ahora. —murmuró Jaehaerys, tomando la mano de su esposa. —Al menos, eso quiero creer.

Alysanne asintió, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa amarga.

—Ella está en paz, pero nosotros... seguimos aquí, atormentándonos con lo que pudimos haber hecho diferente. —hizo una pausa antes de mirar a su esposo directamente. —Jaehaerys, no puedo evitar pensar en lo poco que me queda.

El rey apretó su mano con más fuerza, como si pudiera anclarla a la vida con su toque.

—No hables así. Aún estás aquí conmigo.

—Por ahora. —su voz era suave, pero firme. —Y por eso quiero asegurarme de que algunas cosas queden en orden.

Jaehaerys se inclinó ligeramente hacia ella, esperando sus palabras.

—Daemon y Leyla deben casarse. No quiero que el tiempo o las intrigas de la corte retrasen lo que ya debería haberse hecho. Él necesita estabilidad, y ella... ella le dará eso.

El rey arqueó una ceja, claramente sorprendido.

—¿Daemon? ¿Estabilidad?

Alysanne dejó escapar una leve risa que se convirtió en un acceso de tos. Jaehaerys se inclinó hacia ella preocupado, pero la reina alzó una mano para detenerlo.

—No subestimes lo que Leyla puede hacer por él. Hay una conexión entre ellos, aunque ambos son demasiado jóvenes y tercos para admitirlo del todo. —se recostó con más comodidad, su mirada fija en el techo. —Prométeme que harás que suceda.

Jaehaerys asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo de escepticismo.

—Lo haré, mi Alys. Si es tu deseo, me aseguraré de que se cumpla.

Alysanne cerró los ojos brevemente, satisfecha, antes de abrirlos nuevamente.

—Y hay algo más que quiero pedirte. Quiero que Rhaenys venga a verme. No sé cuánto tiempo más podré compartir con ella, y me gustaría conocer mejor a nuestros bisnietos antes de que sea demasiado tarde.

Jaehaerys suspiró, sabiendo lo complicado que sería traer a Rhaenys a la corte.

—Tendremos que convencer a Corlys. No será fácil.

—Entonces envía a Daemon. Él tiene la habilidad de persuadir a las personas cuando se lo propone... aunque usualmente usa esa habilidad para sus propios fines. —una sonrisa traviesa cruzó su rostro.

Jaehaerys soltó una pequeña risa, agradecido de ver un destello de la Alysanne de antes.

—Haré que parta al amanecer.

Al día siguiente, Daemon fue convocado al salón privado del rey. Jaehaerys lo recibió con una mirada seria, aunque había un leve brillo de diversión en sus ojos.

—Tengo una tarea para ti, Daemon. Una que requiere tu particular talento para... persuadir.

Daemon arqueó una ceja, curioso.

—¿De qué se trata?

—Quiero que vayas a Driftmark. Habla con lord Corlys y convéncelo de que regrese a la corte, aunque sea por unos meses. Tu abuela desea pasar tiempo con Rhaenys, y no quiero que sea negada esta última voluntad.

Daemon asintió, aunque una sonrisa arrogante apareció en su rostro.

—¿Y qué me gano yo con esto?

Jaehaerys lo miró fijamente, su tono volviéndose más severo.

—Ganas mi favor, Daemon. Y haces algo por tu abuela, quien ha hecho mucho por ti.

Daemon alzó las manos en señal de rendición, aunque su sonrisa permanecía.

—Está bien, lo haré. Pero llevaré a Lea conmigo.

El rey parpadeó, sorprendido por la petición.

—¿Por qué a Leyla?

—Necesitaré un poco de encanto para convencer a Corlys. —respondió Daemon con un guiño. — Y, además, creo que disfrutaría la vista desde Caraxes.

Jaehaerys suspiró profundamente, pero no discutió.

—Como quieras. Pero no tardes demasiado.

Horas más tardes—antes que el sol estuviera en su punto máximo—, Daemon y Leyla partieron de King's Landing montados en el imponente dragón Caraxes. Para Leyla, era su primer vuelo en dragón, y aunque al principio se aferró con fuerza a la montura del dragón, pronto se relajó al sentir la brisa y la libertad del cielo.

—¿Qué tal? —preguntó Daemon, acercándose a su oído.

Leyla, con una sonrisa brillante, apenas podía contener su emoción.

—Es.. como si el mundo entero estuviera a nuestros pies.

Daemon dejó escapar una carcajada.

—Debimos hacer esto hace mucho tiempo. Te dije que era divertido.

Leyla solo río como respuesta y golpeo cuidadosamente con su codo uno de los costados del abdomen de Daemon. Claramente no era la primera vez en la que Daemon intentaba convencerla de subir a su bestia.



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Todo rancio este capítulo. Hace mucho que no escribía capítulos cortos.

Como ven, este cap tiene una forma más diferente en cuanto a la escritura. Y si, fue con el fin de resumirlo lo más que se pudiera.

¿Opiniones? ¿Dudas? ¿Teorías? Creo que todos entendimos que Alysanne no dura otro acto y que ya pasó casi un año y Leyla y Daemon nunca se casaron.

Planeo que este acto dure otros dos tres capítulos, por si ven que me estoy yendo muy rápido con todo. No quiero alargar demasiado cosas innecesarias.

Pueden ayudarme dejando su voto y algún comentario para yo saber qué les gustó el capítulo y más personas conozcan mi historia, se los agradecería bastante y así actualizo más pronto <3

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