
-𝐧𝐢𝐧𝐞.
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Las noches se habían vuelto más cortas por la llegada del verano, además de calurosas y muy bochornosas.
Después del suceso entre los prometidos, se comentaba por toda la fortaleza que lady Leyla evitaba a toda costa los encuentros con su prometido aún cuando él era el que la buscaba. Pero nadie sabía la verdadera razón de su novedoso distanciamiento, ni siquiera los padres de los jóvenes. Hasta que la reina Alysanne decidió intervenir, preparando un gran banquete privado, con las dos familias reunidas en el jardín privado para merendar.
El sol abrasador del verano se colaba a través de las ramas del gran arciano, iluminando con destellos dorados todo el patio. Pero ni el calor sofocante había disuadido a la reina de seguir adelante con su plan de reunir a las dos familias, convenciendo de que un momento de cercanía entre todos ayudaría a la pareja a sentirse apoyada.
Los criados iban y venían con bandejas llenas de frutas frescas, panes dorados y vinos enfriados, decorando la mesa larga bajo el pabellón de seda blanca. En un extremo de la mesa, la reina Alysanne conversaba animadamente con lady Hightower, mientras las dos nietas de la reina, lady Aemma Arryn y la princesa Rhaenys Targaryen, escuchaban con atención. Alysanne era la maestra en suavizar las tensiones familiares, y aunque no había mencionado directamente el motivo de la reunión, todos sabían que su intención no era solo comer tartas hasta el atardecer.
Mientras tanto, Leyla disfrutaba jugando con los más pequeños miembros de la familia bajo el arciano. Laena, siempre llena de energía, daba vueltas en el tronco, tratando de entretener a su hermanito y su prima que solo la veían con gracia. Lea podía verlos todo el tiempo y sin cansarse, amaba a los niños y la idea de ser madre era como un sueño que alcanzar, pero por el momento solo podía conformarse con ser la tía política divertida, ya que ninguno de sus hermanos parecía tener la intención de desposar a alguna dama ese año—y tal vez nunca al paso que iban— y ella ni siquiera sabía que sucedía entre ella y Daemon.
Por otro lado, los hombres de la familia conversaban animadamente alrededor de la mesa, alejados de cualquier posible interrupción. El rey Jaehaerys, siempre en el centro de las discusiones políticas, compartía una copa de vino con lord Corlys Velaryon y lord Hightower, mientras el príncipe Baelon charlaba con sus hijos, Daemon y Viserys. Aunque Daemon intentaba mantener la conversación, sus ojos se desviaban constantemente hacia Leyla, incapaz de ignorar la distancia que ella seguía imponiendo entre ellos.
Deseaba disculparse por lo que había pasado, por lo que él había hecho. Se sentía miserable por haber si quiera pensado en tocar a Leyla. Nunca le había sucedido eso, y el pensar que tal vez Leyla se formara una idea errónea del él lo torturaba lentamente.
Leyla sabía que en algún momento tendría que enfrentar y encarar a Daemon, y eventualmente, considerar perdonarlo para poder llevar la fiesta en paz en cuando a su matrimonio. Sin embargo, el peso de lo que había ocurrido aún la mantenía en guardia.
Bajo el arciano, Laena corrió hacia ella, tirando su mano con una sonrisa traviesa.
—¡Lea, juega conmigo! —exclamó Laena, con los ojos brillando de emoción.
—¿Y qué hay de Laenor y Rhaenyra? —dijo la mayor, señalando a los niños. La pequeña estaba casi por dormirse entre sus piernas, y el pequeño parecía ser el siguiendo en tomar una buena siesta.
—Ellos son unos bebés. ¡Ni siquiera me entienden! —declaró Laena, mostrando lo que claramente Leyla sabía con anterioridad.
—Está bien.. dame. —Leyla extendió la mano, prendiendo amablemente una de las muñecas de la niña. Laena, orgullosa de su éxito, le dio rápidamente una de ellas. —Yo seré.. —se quedó por un momento pensando, haciendo emocionar a la pequeña con su próxima decisión. —La sobrina de la princesa. Tu.. la princesa, que tiene un bello esposo que es un príncipe, y es muy fuerte y la ama mucho..
—¡Sii! —dijo la niña, con una gran sonrisa mostrando su alegría. —. Pero tú debes estar enamorada del príncipe.
Leyla abrió los ojos de par a par al escuchar la petición.
—Pero el.. sería mi tío..
—¿Y? —Laena se encogió de hombros, sin entender del todo el problema que Leyla tenía con eso. —. Mis abuelos eran tía y sobrino, mis papás son primos y..
—Ok, ya entendí. —Leyla soltó una pequeña risa nerviosa, claramente atrapada por la lógica inquebrantable de Laena.
Sabía que para los niños, las complejidades de los lazos familiares de los Targaryen no eran más que simples hechos, algo tan natural como la existencia de dragones. Sin embargo, para ella, las implicaciones de esas relaciones eran mucho más profundas y personales, y no terminaba de acoplarse al hecho de esa normalidad con la que los Targaryen vivían.
—Está bien, seré la sobrina de la princesa que... —hizo una pausa, buscando una manera de evitar que la conversación siguiera en la misma dirección. —que tiene una espada mágica, y tiene que proteger a su familia de un gran dragón malvado.
—¡Eso suena divertido! —exclamó Laena, completamente absorta en su papel. —. Y yo, como la princesa, volaré sobre mi dragón para ayudar.
Leyla asintió, aliviada de haber desviado la conversación hacia un terreno más neutral. Mientras jugaban, los niños seguían ajenos a la tensión que pesaba sobre los adultos en el jardín, pero Leyla no podía dejar de notar los furtivos intentos de Daemon por acercarse o al menos cruzar miradas con ella. Sin embargo, cada vez que él lo hacía, ella encontraba algo más en qué concentrarse. El temor de lo que podía suceder si hablaban nuevamente la mantenía a raya, pero sabía que no podría evitarlo para siempre.
—¡Mira, Lea! —Laena señaló a lo lejos, hacia donde Daemon estaba sentado. —. El príncipe está mirándonos. ¡Él también quiere jugar!
Leyla se tensó, su mirada siguiéndole a Daemon. Pudo ver que al menos la mayoría pudo escuchar a la pequeña Laena, muchos de ellos ordenándole a Daemon que se acoplara al juego. Sintió que un nudo de formaba en su estomago. Era obvio que si tuvieran una "plática" en ese momento no se saldría de control, pero la imagen de esa noche parecía revivir aún así Daemon no le dirigía ni la palabra.
—No deberíamos molestas a tu tío, cariño. —respondió Leyla, suavizando su voz para no preocupar a la niña. —Debe estar..
—Iré a decirle. Necesitamos un príncipe de todos modos. —Laena se levantó rápidamente del césped, sin antes desarrugar su vestido con unas palmaditas.
Leyla no sabía que tan buena idea sería poner a jugar con muñecos a Daemon, conociendo su carácter y su poca paciencia, supondría que arrojaría contra el árbol al muñeco con tal de acabar con eso rápido.
Prefirió absorber su vista completamente en los bebés en sus piernas mientras rezaba que Daemon ignorada a Laena de la manera más rápido posible, eso era lo mejor que sabía hacer después de todo.
—¿Aparte de dama de compañía ahora también eres cuidadora? —la voz dura tras su espalda la hizo temblar, no por miedo, sino por la presión que él ejercía sobre ella.
Leyla levantó la vista y encontró a Daemon de pie detrás de ella, con los brazos cruzados y una mirada divertida que poco a poco se desvaneció luego de chocar con su rostro.
—Bueno.. así no cometo tantas estupideces como usted suele decir. —respondió Leyla con un tono suave y neutro, mientras bajaba la mirada hacia Laenor y Rhaenyra, intentando ignorar la presencia del príncipe.
Daemon suspiró, y por un breve momento, el aire pareció volverse más denso alrededor de ellos. Se sentó a su lado, aunque manteniendo cierta distancia, sin tocarla ni forzar una conversación de inmediato. No era su estilo disculparse abiertamente, pero la tensión en su mandíbula y la forma en que sus manos se apretaban una contra la otra delataban que estaba haciendo un esfuerzo por no huir de la situación.
—Lo siento, Leyla. —dijo de repente, en un tono bajo y tenso. Parecía que las palabras le costaban más de lo que quería admitir. —No debí... no debí haber hecho lo que hice.
Leyla mantuvo su mirada fija en los niños, pero el sonido de su disculpa la sacudió. Nunca había esperado escuchar esas palabras salir de la boca de Daemon, y menos de una manera tan sincera.
—Mi príncipe, ahora.. —comenzó Leyla pero los gritos de Laena llamando mientras se acerca hasta ellos la hizo retroceder.
—¡Lea. Lea. Lea! —Laena se quedó en medio de la pareja sin ninguna intención.
—¿Qué sucede, cariño? —cuestionó la mayor, volviendo su vista hasta ella. Daemon en cambio, se quedó solamente escuchando.
—Ya van a comenzar a servir y mamá dice que hay que ir a sentarnos. —explicó la pequeña, señalando con su dedo hasta la mesa donde los adultos cambiaban de asiento unos con otros.
—Está bien.. eh.. —Leyla miró a los niños sin saber cómo tomar a ambos sin que ninguno cayera por accidente. —. ¿Puede ayudarme con Laenor?
Daemon, que solo se había quedando viéndola, asintió modestamente y alzó sus manos para tomar al niño entre ellas. Leyla se levantó una vez que estaban listos para irse, ella encargándose de Rhaenyra, pero al voltear, vio como Daemon estaba peleando por no dejar caer al niño.
—Dioses.. ¿no les enseñan a tomar a los bebés de buena manera en sus clases de hombría o que? —dijo ella luego de acercarse hasta Daemon para corregir su agarre.
—Existen mujeres que lo hacen. —contradijo el príncipe. —Solo los dejaremos con sus cuidadoras, ¿para qué necesitas tanto decoro?
—Usted solo.. cárguelo. —Leyla se apartó para ella poder tomar a Rhaenyra para no despertarla.
—¿Qué? ¿Te estás preparando para nuestros..?
Daemon se interrumpió al darse cuenta de lo que iba a decir. Leyla lo miró con los ojos entrecerrados, como si desafiara cualquier palabra que pudiera salir de su boca.
—Nuestros... ¿qué? —preguntó ella en un tono que intentaba ser neutral, pero que no lograba ocultar del todo la tensión.
Daemon soltó un pequeño suspiro y desvió la mirada hacia el niño en sus brazos, aún incómodo con la situación. No solía sentirse fuera de control, pero Leyla parecía tener esa habilidad. A pesar de su habitual confianza, había momentos como ese en los que no encontraba la manera adecuada de comunicarse con ella.
—Nada. —finalmente respondió, sin dar más detalles. —Solo pensaba en voz alta.
Leyla no insistió. Sabía que cualquier conversación que fuera por ese camino podría llevarlos a territorios más complicados de lo que estaban dispuestos a abordar en ese momento, y con Laena dando saltitos a su alrededor, no era el mejor escenario para hablar de asuntos personales. Además, no podía permitirse pensar en "ellos" como un futuro compartido. No después de lo que había ocurrido.
Con un suspiro resignado, Leyla comenzó a caminar hacia la mesa donde estaban los demás, con Rhaenyra en brazos y Laena saltando a su lado, contenta de que su familia estuviera junta, aunque solo fuera por un breve instante.
Daemon la siguió, más torpe de lo que habría querido al cargar a Laenor, pero sin quejarse. Cuando finalmente llegaron a la mesa, Leyla se inclinó para dejar a Rhaenyra en su cuna, mientras Daemon hizo lo mismo con Laenor, aunque claramente con más esfuerzo.
—Bueno, parece que sobrevivió. —bromeó Leyla suavemente, sin mirarlo directamente.
Daemon arqueó una ceja, pero una pequeña sonrisa cruzó su rostro.
—No subestimes al príncipe, Leyla. Puedo con mucho más que esto.
—Como usted diga. —Leyla rodeó los ojos y procedió a irse a su asiento junto a sus padres.
La mirada de todos se giró hacia Leyla y Daemon cuando finalmente se acercaron a la mesa. La expectación era palpable; los murmullos entre los asistentes se apagaron poco a poco hasta que el silencio dominó el lugar. Rhaenyra y Laenor ya estaban en sus cunas, y Laena corrió alegremente hacia su lugar, ignorando por completo la tensión que los adultos sentían.
Leyla, con la cabeza en alto y los nervios bien ocultos, se sentó junto a sus padres, sintiendo el peso de las miradas inquisitivas. Sabía lo que estaban pensando: los susurros sobre su relación con Daemon habían circulado durante meses, y cada gesto entre ellos se examinaba con suma delicadeza.
Daemon, por otro lado, adoptó su típica actitud despreocupada, sentándose con una expresión de ligera irritación. No obstante, sus ojos seguían de manera furtiva cada movimiento de Leyla. Había algo en la manera en que ella lo ignoraba que lo desconcertaba, pero también lo atraía.
El banquete comenzó, y mientras los sirvientes iban y venían con bandejas llenas de comida, Leyla intentaba enfocarse en las conversaciones formales que se daban a su alrededor. Pero era imposible ignorar la presencia de Daemon, tan cerca y, al mismo tiempo, tan distante para ella.
De repente, Daemon rompió el silencio entre ellos, inclinándose un poco hacia su lado, lo justo para que solo ella pudiera oírlo:
—Si tanto te preocupa cómo sostengo a un niño, tal vez deberíamos practicar más.
Leyla lo volteó a ver confundida y algo sonrojada ante el comentario. Daemon solo comenzó a reír mientras ella escondía su rostro en sus manos, apenada de que alguien pudo escucharlo.
—No había tenido el placer, lady Leyla. —dijo una voz femenina al otro extremo de la mesa, proveniente de la nieta mayor de los reyes. —Pero he oído maravillas de usted.
La pareja volteó en un santiamén, sorprendidos por la interrupción.
—Ah..a.. El placer es mío, mi princesa. —respondió Leyla, elevando una sonrisa en sus labios para la princesa.
—Es buena con los niños por lo que vi. —dijo la princesa, volviendo a tomar la palabra.
—Si, viví mucho tiempo rodeada de niños que ponían Oldtown pies arriba.
La princesa sonrió con suavidad ante la respuesta de Leyla, aunque había una ligera nota de curiosidad en sus ojos, como si quisiera saber más. La tensión que había llenado el aire momentos antes parecía disiparse ligeramente, aunque no del todo.
—Oldtown... —comentó lady Aemma, integrándose a la conversación. —Debe haber sido un lugar interesante para crecer. ¿Extraña la ciudad?
Leyla hizo una pausa, tomando un sorbo de su copa antes de responder.
—Oldtown es magnífico, pero he aprendido a encontrar la belleza en cada lugar. Aunque debo admitir que la capital tiene su encanto personal.
—Sin duda lo tiene. —respondió Rhaenys, mirando a Daemon de reojo antes de añadir —Mi primo es afortunado de tener su compañía.
Leyla pudo sentir el peso implícito de las palabras, y aunque su sonrisa no se desvaneció, había un nuevo matiz de precaución en su mirada. Era claro que la princesa había querido decir más de lo que sus palabras dejaban entrever.
Daemon, que había estado observando el intercambio en silencio, se inclinó hacia adelante con una sonrisa astuta en los labios.
—Y más que eso. —dirigiendo una mirada fugaz hacia Leyla.
Rhaenys alzó una ceja ante el comentario, manteniendo una expresión neutral, aunque había una ligera chispa de interés en su mirada. Las palabras de Daemon, aunque sutiles, no pasaron desapercibidas, y Leyla pudo sentir el creciente peso de las expectativas y las miradas que ahora los rodeaban.
—Es bueno ver que la compañía también te trae mejores modales, primo. —respondió Rhaenys con una sonrisa burlona.
Las risas silenciosas comenzaron a brotar por la mesa, compartiendo el pensamiento de la princesa sobre el joven Targaryen.
Daemon dejó escapar una leve risa, inclinándose un poco hacia atrás en su asiento, mostrando una sonrisa desafiante ante el comentario de Rhaenys.
—Y mejor carácter. —añadió el príncipe Viserys, alzando ligeramente su copa hasta su hermano menor.
—Y más madurez. —también agregó Aemma, inclinado su cabeza.
Daemon observó a su hermano y a la reina con una sonrisa apenas contenida, reconociendo la ironía en sus palabras, pero sin perder su habitual tono provocador.
—Todos parecen muy interesados en mi progreso. —comentó con un deje de diversión mientras alzaba su propia copa.
Las risas en la mesa continuaron, más relajadas que antes. Leyla, sentada junto a Daemon, sintió la presión disminuir levemente, aunque seguía siendo consciente de las miradas que recaían sobre ellos. La conversación había cambiado de tono, pero el enfoque en su relación con Daemon no había desaparecido por completo.
La comida pasó inesperadamente normal y armoniosa, siguiendo con conversaciones triviales y políticas. La reina, sin disimular, veía de reojo cada que podía a su nieto y su prometida, le era agradable ver que su idea del compromiso estaba resultado mejor de lo que esperaba, y esos momentos la ayudaban a olvidar tan si quiera por unos segundos los problemas que no había resultó aún.
Casi para terminar, el príncipe Baelon se levantó de su asiento, con su copa alzada. Todos detuvieron sus pláticas y fijaron su mirada en el y lo que diría a continuación:
—Les agradezco que todos hayan podido asistir. —comenzó, viendo desde su padre, el rey, hasta lord Hobert en la otra punta. —Ojalá que esta felicidad nos dure mucho tiempo. Le agradezco a lord Hobert, mi gran amigo, por concedernos la tranquilidad aquí en la capital. Y, hablando por mi familia, esperamos con ansias la unión de nuestras casas. A su salud, milord.
Lord Hobert se inclinó ligeramente en su asiento, aceptando el brindis con una sonrisa moderada pero satisfecha. El salón entero alzó sus copas en señal de acuerdo, los ecos del brindis resonaron en la estancia, y la armonía del momento parecía consolidar la unión que el príncipe heredero había resaltado.
La reina miró a su esposo, el rey, quien asintió con solemnidad antes de beber de su copa. A pesar de la ligera rigidez en su semblante, no podía negar que la presencia de lord Hobert Hightower y su alianza fortalecía la posición de la Corona en tiempos inestables. Sin embargo, entre miradas cómplices y conversaciones cordiales, las tensiones ocultas permanecían latentes, como brasas esperando ser avivadas.
Cuando la comida estaba a punto de finalizar y los sirvientes comenzaban a retirar los platos, lord Hobert, que hasta entonces había permanecido tranquilo y observador, se aclaró la garganta, captando la atención de todos.
—Me uno a los deseos del príncipe —dijo, su voz resonando con un tono firme. —, y espero que esta unión sea el principio de una era de paz y prosperidad para nuestras casas, y sea recordada por las generaciones futuras.
El lord, mientras todos lanzaban y bebían de sus bebidas, disimuladamente posó su vista en su hija, que lo veía desde el inicio de su discurso con sus orbes iluminados. El, guiño el ojo luego de tomar siento de nuevo, haciendo que Leyla formara una gran sonrisa que le daba una caricia a su alma vieja.
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El lugar estaba casi vacío, solo quedaban el murmullo distante de los sirvientes recogiendo los últimos restos de la cena. Leyla se encontraba de pie cerca de un muro abierto, observando la luz del sol chillante reflejada en las hojas, mientras Daemon permanecía en silencio, observándola desde la mesa. La comida había pasado sin contratiempos, pero la tensión entre ambos, aunque sutil, era palpable.
Daemon se levantó finalmente, acercándose a Leyla con pasos lentos pero seguros. Aunque había mantenido una fachada relajada durante toda la velada, ahora que estaban solos, su expresión era diferente. Más sombría. Más intensa.
—Parece que todo fue según lo planeado. —dijo con un tono que no dejaba claro si estaba satisfecho o simplemente resignado.
Leyla no apartó la vista del horizonte, pero su voz fue tranquila cuando respondió:
—Si.. lo hizo bien, todos se creyeron su actuación.. —pronunció, mientras jugaba con sus dedos.
Daemon, que ahora está a pocos pasos de ella, arqueó una ceja, intrigado por su comentario. Se detuvo justo a su lado, sus manos cruzadas en su pecho.
—Si.. actuación.. —se quedó observándola por un instante mientras ella tenía los ojos puestos en el cielo y las nubes que se movían. —Leyla..
—El viento.. es muy reconfortante estos días.. —comentó Leyla reclinando su espalda contra el muro. —. ¿No lo cree, mi príncipe?
—Lo que tú digas. Pero lo que quiero decirte..
—Mi padre nunca levantó su mano contra mí o mis hermanos.. él odia ese tipo de crianza.
Daemon la miró en silencio, notando el tono que Leyla usaba. Lo estaba reprendiendo, y podía jurar que estaba nerviosa y realmente molesta con el.
—Así que.. no espere que yo calle su comportamiento como una tonta. —continuó, ladeando su vista seria hasta el rostro de su prometido. —No..no pido un amor para toda la vida, porque sé que usted nunca lo sentirá por alguien como yo.. —su voz comenzó a suavizarse, con sus orbes ligeramente lagrimosos. —Pe..pero no permitiré.. que se me trate mas co..como usted lo hizo e..esa noche.
El príncipe permaneció inmóvil, asimilando cada palabra de Leyla soltaba con tanta ferocidad. Su tono de voz lo hizo fruncir el ceño. Le tenía miedo, y nunca creyó que eso le afectaría tanto como lo estaba haciendo. Lo desconcertada de una manera que él ni siquiera creía que podía llegarse a sentir, menos por ella.
—Leyla... —murmuró finalmente, sin apartar la mirada de los orbes verdosos. —Lo que viste de mí en ese lugar..
—¿Cuál de usted? —se dio media vuelta, quedando frente a frente de Daemon. —. ¿El Daemon que buscaba.. placer..? ¿O el que estaba por.. agredirme?
Daemon se quedó balbuceando, sin saber cómo responder. Leyla estaba herida, más de lo que había anticipado, y por segunda vez, se encontraba sin palabras frente a una situación en la que normalmente habría reaccionado con indiferencia o desdén.
—No espero que cambie. —dijo ella, su voz bajando de nuevo, pero esta vez teñida de una tristeza profunda. —Se quien es, lo supe desde el principio. Solo... —hizo una pausa, su vista volviendo a perderse en el horizonte. —no quiero vivir siendo el tormento al que pueda culpar cada que recuerde nuestra posición. Y usted es un príncipe.. y si de verdad no quiere esto o piensa odiarme y engañarme una vez tras otra.. al menos tenga la cortesía de dejarme ir..
Daemon frunció el ceño ante sus últimas palabras, su cuerpo tensándose ligeramente. No era un hombre acostumbrado a perder, y menos a alguien como Leyla. Pero, al mismo tiempo, sentía algo que lo obligaba a detenerse antes de reaccionar como lo haría normalmente. Había algo en ella, en esa mezcla de fortaleza y dolor, que lo mantenía en vilo.
—No quiero que me temas, Leyla. —su voz sonaba más suave, como si por un momento hubiera bajado las defensas. —No sabes el arrepentimiento y el asco que me tengo en este momento por haberte hecho pasar por.. esa situación..
Leyla lo miró con escepticismo, sus ojos verdosos brillando con una mezcla de dolor y desconfianza. Las palabras de Daemon, aunque sonaban sinceras, no bastaban para disipar las cicatrices de lo que había ocurrido. Sabía que Daemon era un hombre complicado, impulsivo, y que había algo oscuro en él que siempre la había mantenido alerta.
—Arrepentimiento y asco... —repitió en un susurro, como si probara las palabras en su boca para ver si le parecían genuinas. —Es fácil decirlo, pero no sentirlo..
Daemon bajó la cabeza, sus labios apretados en una fina línea. Nunca había sido bueno disculpándose, ni siquiera sabía si esas palabras eran suficientes. Pero el hecho de que Leyla lo confrontara con tal honestidad lo perturbaba más de lo que quería admitir. Había lastimado a muchas personas a lo largo de su vida, pero esta vez, el peso de lo que había hecho se sentía diferente.
—Leyla... —murmuró, alzando una mano hacia ella, pero dudó antes de tocarla, como si temiera que cualquier contacto pudiera romper el frágil hilo que los mantenía unidos. —Lo que pasó esa noche no debió haber sucedido. No te lo merecías.
Ella apartó la mirada, su mandíbula tensándose mientras intentaba controlar sus emociones. Sabía que no debía ceder tan fácilmente. No después de lo que había pasado. Pero escuchar esas palabras, aunque llegaban tarde, le daba una mínima esperanza de que tal vez, solo tal vez, Daemon no era completamente irreparable.
—Ni si quiera se realmente porque estoy aquí.. Casi rogándote por tu perdón como si fueras a cambiar de parecer.
Leyla nunca había escuchado que el pidiera perdón, es más, la última vez que tuvieron un desacuerdo ni si quiera se arrepintió o dijo algo para hacerla sentir mejor. ¿Acaso él había cambiando su pensamiento sobre lo de ellos?—si es que hubiera un ellos—¿De verdad estaba tan desesperado o arrepentido como se oía?
Giró ligeramente su rostro, viendo a Daemon presionándola con sus ojos violetas. Se veía furia en ellos y algo de melancolía. ¿Y si el de verdad quería arreglar las cosas y dejar todo por la paz?
Leyla entrecerró los ojos, tratando de descifrar qué era lo que realmente pasaba por la mente de Daemon. Su rostro siempre había sido difícil de leer, pero esta vez había algo diferente, algo que la desarmaba un poco, pero que no podía permitirse confiar tan fácilmente. La furia en sus ojos violetas no era nueva, pero la melancolía... eso era lo que la confundía.
—¿Por qué... ahora? —susurró, sin dejar de mirarlo directamente. —. Nunca le importó que pensaba o como me sentía con cada insulto que me decía y..y..y... ahora usted actúa ¡muy raro!
Él apretó la mandíbula, buscando las palabras adecuadas. Daemon no era un hombre acostumbrado a explicarse o a pedir perdón, y menos aún a enfrentarse a sus propios errores. Pero algo había cambiado en él, algo que ni él mismo terminaba de comprender. Quizá era el miedo a perder a Leyla, a perder algo que ni siquiera había valorado completamente hasta que se dio cuenta de que estaba a punto de desaparecer.
—No.. no lo sé.. —pronunció finalmente con un nudo en su garganta, algo que nunca pudo llegar a sentir en su vida. —Solo.. quiero estar bien contigo.
Ambos se miraron, con una intensidad inexplicable. No podían apartar la mirada pero tampoco querían hacerlo. Era como si sus almas necesitaran sentirse tan si quiera con la vista.
El aire entre ellos se volvió denso, cargado de palabras no dichas y emociones a punto de estallar. Leyla, aún con el corazón dolido, sintió una pequeña fisura en su barrera emocional. Las palabras de Daemon, aunque torpes, contenían una sinceridad que nunca había esperado escuchar de él.
—¿Y qué tal si no funciona con solo estar "bien"? —replicó Leyla, entrecerrando sus ojos con dureza en su mirada.
Daemon se quedó sin palabras que responder. No sabía que era lo que sucedía, pero al parecer no podía si quiera alzar la voz enfrente de ella, no después de todo lo que hizo mal. Lo reconocía, fue el peor hombre en la tierra esa noche, pero su ego le impedía responder como lo haría siempre. Los tiernos ojos cristalizados de Leyla parecían atraparlo en una red donde ella lo controlaba con sus dulces y silenciosas palabras. No se sentía como de costumbre ese día. ¿Tal vez el calor? ¿O el cambio de clima o de estación?. Pero parecía estar más nervioso frente a ella de lo normal.
Leyla, molesta, se dio media vuelta y comenzó a irse del lugar. Estaba cansada de ella ser la que tenia que arreglar todo y nunca funcionaba, pero en su interior sentían una pesadez de emociones que no podía identificar. ¿Estaba haciendo lo correcto?. Estaba ansiosa, pero muy ansiosa al no ver alguna intención de Daemon verdadera por retribuirse sus actos.
El la vio por un momento, estaba apunto de dejarla de una buena vez si eso era lo que quería. Pero él no lo deseaba. Ya no más. Su corazón por primera vez gritaba más fuerte que su mente cerrada. No quería romper nada. No la quería lejos de él. El ahora la necesitaba, más que ella a él, aunque nunca podría admitirlo pero el sentirlo le bastaba.
En un instante, ya tenía su mano sujetando a Leyla con firmeza. Al principio, ni siquiera estaba seguro de por qué lo había hecho, solo sabía que no podía dejarla ir. Algo en su interior, más profundo de lo que su orgullo podía alcanzar, lo empujaba a detenerla. Quizá había pasado demasiado tiempo encerrado en sí mismo, en sus propias inseguridades y rabia, para darse cuenta de lo que realmente importaba.
Leyla lo miró, confusa, con sus labios entreabiertos como si estuviera a punto de decir algo, pero sin saber qué. Su cuerpo seguía tenso, pero sus ojos, esos ojos cristalizados, revelaban una tormenta interna. No sabía si debía resistirse o rendirse ante él, pero su corazón latía con una velocidad que la desarmaba. Había pasado tanto tiempo enojada, dolida, que había olvidado cuánto la afectaba estar tan cerca de Daemon. Y ahora que lo tenía frente a ella, a solo centímetros, ese dolor y ese enojo comenzaban a mezclarse con algo más. Algo que le daba miedo reconocer.
Daemon la observaba con una mezcla de determinación y vulnerabilidad. Podía sentir cómo su propio corazón latía descontrolado, algo que rara vez le sucedía. Era un hombre acostumbrado al control, al poder. Pero con Leyla, todo se sentía diferente. No había una estrategia, no había un plan. Solo había verdad, cruda y desnuda, que él mismo apenas estaba empezando a aceptar.
—No puedo dejar que te vayas ahora.. —murmuró, su voz ronca, cargada de una sinceridad que lo sorprendió a él mismo. —No quiero hacerlo..
Leyla lo miró, tratando de entender si esas palabras eran reales, si de verdad venían del corazón de Daemon o si era solo otro intento suyo de manipular la situación. Su mente le decía que debía soltarse, que debía irse de una vez por todas. Pero su corazón... ese traidor, estaba al borde de ceder.
—¿Por qué..? —preguntó con un nudo en la garganta, intentado que su voz sonara firme aunque un temblor la traicionaba.
Daemon no respondió de inmediato. Sabía que cualquier cosa que dijera podría sonar vacía, como excusas. Pero había algo en su interior que le hacía creer que esta vez, tal vez, solo tal vez, ella podría escuchar lo que él realmente sentía.
—Porque... porque.. —las palabras se le revolvían, su mente nublada.
Daemon se inclinó hacia Leyla, sus manos aún temblorosas mientras luchaba por encontrar las palabras correctas. Pero por una vez en su vida, las palabras no parecían suficientes. Su mirada se posó en los labios de Leyla, tan cerca que podía sentir su respiración, cálida y vacilante, como si también estuviera luchando contra algo más grande que ellos dos.
Sus dedos, que todavía la sujetaban con una mezcla de firmeza y delicadeza, comenzaron a aflojarse, no porque quisiera dejarla ir, sino porque el gesto se había vuelto más suave, más íntimo. Por un instante, todo lo que había construido a su alrededor—su orgullo, su poder, su control— se desmoronaba, dejando al descubierto un hombre que ni siquiera él reconocía del todo. Era una vulnerabilidad que rara vez mostraba, pero ahora no podía ocultarla más.
Leyla, atrapada entre la razón y el deseo, sentía cómo sus defensas comenzaban a derrumbarse. Su corazón latía con fuerza, traicionando todo lo que había intentado reprimir. ¿Cómo podía resistirse a él, cuando su sola presencia hacía que se sintiera tan viva y al mismo tiempo tan indefensa? El espacio entre ellos se hacía cada vez más pequeño, y aunque su mente le gritaba que se apartara, su cuerpo, su tonto corazón, la empujaba hacia él.
Daemon inclinó un poco más su rostro, sus labios a apenas un suspiro de distancia. Había un silencio abrumador entre ambos, como si el mundo alrededor se hubiera detenido para permitirles ese instante. Todo en su interior clamaba por besarla, por rendirse a lo que sentía sin reservas. Porque, por primera vez, se permitía desear sin pensar en las consecuencias, sin calcular los riesgos.
Pero justo cuando el mundo parecía a punto de desmoronarse en ese beso, una voz pequeña e inocente irrumpió en la burbuja que los rodeaba.
—¡Lea! ¡Tío..! —la voz de Laena, alta y clara, resonó en el patio.
Sus rostros aún estaban tan cerca que podían sentir el calor del otro, pero la magia del momento se rompió al instante. Ambos parpadearon, como si volvieran abruptamente al mundo real, recordando de golpe dónde estaban y quiénes eran.
Leyla se giró luego de que Daemon la soltara. El ligero temblor en sus dedos mientras soltaba a Leyla no pasó desapercibido. Había estado a punto de cruzar una línea que ni siquiera él estaba seguro de poder manejar, pero estaba deseoso y abrumado al mismo tiempo.
—Laena. —dijo Leyla, su voz más calmada que lo que sentía en realidad. —¿Qué sucede, cariño?
Laena, ajena a la tensión en el aire, corrió hacia ellos con una sonrisa inocente en el rostro, como si no hubiera interrumpido nada importante.
—Mi abuela los está buscando. —dijo, con una mezcla de urgencia y emoción en su rostro. —Algo sobre la tía Gel.
Daemon y Leyla intercambiaron una mirada rápida al escuchar el sobrenombre que Laena usaba para Gael, sintiendo un cambio en la atmósfera. El peso del momento anterior aún colgaba en el aire, pero las palabras de Laena los arrastraban de vuelta a la realidad de sus obligaciones.
Daemon frunció el ceño ligeramente, tratando de ocultar su frustración. Mientras que Leyla, nerviosa de la situación, lo ignoró por completo.
—Gracias, cariño. —dijo Leyla, forzando una sonrisa que no alcanzaba a sus ojos mientras se inclinaba hacia la niña, acariciando su cabello con ternura. —Vamos enseguida.
Laena asintió, claramente satisfecha de haber cumplido con su tarea, y salió corriendo de nuevo, dejando a Daemon y Leyla solos una vez más.
Por un momento, ambos se quedaron en silencio, inmóviles, aún envueltos en las emociones turbulentas que habían quedado en suspenso. Daemon respiró hondo, sin atreverse a mirarla directamente. Había tantas cosas que no sabía cómo decir, y con cada segundo que pasaba, se sentía más distante de lo que había estado a punto de compartir con ella.
—De..deberíamos.. —pronunció, su voz más apagada que antes.
—Vamos. —declaró Daemon, moviendo ligeramente su cabeza. Volvió a acercarse hasta ella, manteniendo su distancia. —Hablaremos.. después..
Leyla asintió brevemente, sin mirarlo directamente, y comenzó a caminar en dirección a la fortaleza, con Daemon siguiéndola de cerca. La tensión entre ellos era palpable, pero el momento había pasado. Había demasiadas emociones flotando en el aire, y ninguna de ellas podía ser resuelta ahora. Ambos lo sabían, aunque no lo dijeran en voz alta.
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Penúltimo capítulo del arco!!
Pueden dejarme sus comentarios y opiniones, porque la verdad tardé demasiado en terminar este capítulo. ¿Que abra sucedido otra vez con Gael? A este paso a Leyla va a terminar dándole un infarto de tanta cosa.
Pueden ayudarme dejando su voto y algún comentario para yo saber qué les gustó el capítulo y más personas conozcan mi historia <3
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