
|73|
En la vida eres héroe o villano.
No puedes ser ambas.
Aunque trates de redimirte, aunque intentes darle un giro a tu vida. Siempre habrá alguna cosa que te llevará por un camino determinado hacia el bien o el mal. Ser hija de Ethan había marcado mi personalidad desde que era una niña; en un momento de mi existencia creía que eso me facilitaría las cosas, que la manera en la que me había criado él y Constance era el camino a lo que consideraba éxito.
Sin embargo desde hace bastante tiempo podía notar que el estar ligada a ellos no me había traído más que desgracias. De lo contrario cómo podía explicar que estuviera allí bajo el efecto de un Petrificus Totalus en medio de una guerra; entre explosiones y hechizos, sin poder moverme, hablar o usar la varita que tenía agarrada sin usar en aquel crucial momento.
—Tuve que recurrir a inmovilizarte—habló mientras me observó —ya sabes como eres, jamás se puede llegar a buen puerto contigo por las buenas, siempre lo complicas todo, siempre haciendo drama, siempre replicando, haciendo problemas por lo que debería resolverse de inmediato —señaló —¿Quieres explicarme a dónde ibas? , todos estamos aquí para pelear contra los malditos de la Orden del Fénix y tú te das el lujo de querer escapar ¿eso es lo que querías no? ¿huir?
Mis pies estaban pegados al suelo, no obstante no podía hablar, no podía moverme; sólo podía pensar con impotencia y rabia la estúpida manera en la que había tenido que enfrentarme y tranzar con Ethan.
Estúpida, estúpida, estúpida.
—Aprendiste bien de todo lo que te enseñé, aunque trates de negarlo y renegar de lo que eres, te pareces demasiado a mí; si hasta puedo distinguir lo que pensabas, tú no avanzas sin tener un plan ya en mente, no actúas sin antes premeditar tus jugadas. Eres una Rosier y sé que quieres salvar tu pellejo antes de que las cosas aquí se coloquen peores.
Mi mirada iracunda le causaba gracia, se estaba burlando de mí y de cuánto trataba de pelear con tal de moverme y lanzarle todas las maldiciones posibles. Quería lanzarme en su contra y acabar con él como hace tiempo debía de haberlo hecho, puede que nos pareciéramos mucho, pero si de duelos se trataba estaba segura de que podría vencerle sin problemas, que podría torturarle y dejarlo bajo tierra; era mi padre pero no existía vínculo entre nosotros, no tendría remordimiento si llegaba la hora de enfrentarle.
—¿Veo que tratas de gritarme no es así, Perséfone? Vamos poco a poco—señaló y en eso pude comenzar a mover mis labios.
—Eres un hijo de perra—escupí apenas pude volver a hablar. Sabía que tenía que silenciarme para no recibir de mis maldiciones.
Mis palabras le hacían gracia, pues sabía que por más que le gritara acerca de lo mal nacido que era, había sido y sería en un futuro; no podía hacer más que chillar. Estaba completamente inmovilizada y era totalmente humillante.
—En eso te pareces a tu madre, eres tan altanera. Ni siquiera en un instante así, donde te hayas en aprietos bajas la cabeza, no pides ayuda, no negocias— siseó observándome con odio—, no puedo creer en lo que nos hemos convertido. Tienes que ser más juiciosa Perséfone, ser de esta manera no te llevará a ningún lado, créeme —Después los rasgos en su cara se volvieron sarcásticos —. Pensándolo bien, no es como que ahora puedas ir muy lejos.
—Me inmovilizas porque sabes que puedo acabar contigo, tendría que haberlo hecho mucho antes, sabes que soy muy capaz.
—Pero eso ya es pasado, hija. Las oportunidades no pueden dejarse pasar, sólo se dan una vez y por lo que tengo entendido tuviste bastantes chances de irte ¿por qué no los tomaste?
Se estaba burlando de mí y de lo débil que había sido en ese sentido.
—Tú querías acabar conmigo ¿no es así? Deseabas tener la certeza de que fuiste quien me asesinó, asegurarte de ser tú quien me matara. Querías que sufriera— afirmó —, pero en ese intento desmedido de venganza, terminaste cazada, Sefi.
—Eres un maldito Ethan, el que me tengas aquí sólo demuestra tu incapacidad —declaré con ira y resentimiento —¿acaso no te atreves a un duelo justo, en las mismas condiciones? Pues no, qué más podría esperar de un padre que me torturaba con crucios.
—Deberías estar agradecida, los aprendiste tan de cerca que los puedes conjurar a la perfección. Hay tanto odio en tí que hasta siento que podrías iniciar una guerra nueva; por más que intentes redimirte, eso no es posible con las personas que nacen siendo como nosotros, somos malvados hasta los huesos; nada va a cambiar aquello.
—¡Ya termina con el maldito hechizo y pelea, imbécil! Si me odias tanto deberías estar usando tu oportunidad para castigarme ¿no es así?
Se paseó rodeándome y mirándo como si fuera alguien insignificante, a alguien que tenía en la palma de sus manos, causándome impotencia, rabia de no poder hacer nada para cambiarlo.
—Pues claro que es así, ¡Crucio!
A causa del Petrificus Totalus no caí al suelo, pero podía sentir perfectamente como oleadas de dolor espantoso iban penetrando mi cuerpo paralizado anteriormente. La sangre me hervía y sentía en las venas la corriente eléctrica característica que causaba el maleficio torturador. Ethan aprovecharía esa instancia para torturarme de forma intensa, para vengarse de las veces en que lo humille y ridiculicé en el pasado.
—No te contengas, grita. Sé que quieres hacerlo. A las mujeres como tú hay que corregirlas de forma inmediata, Avery fue demasiado blando y ya sabemos lo que sucedió con él, lograste desarte de su existencia y quedaste aquí tan impune y resuelta que me dan arcadas —gruñó—y si él no consiguió que disminuyeras tu obvia prepotencia pues lo haré yo ¡Crucio!
Probablemente me desmayaría, no creía poder mantenerme en pie una vez que pudiera hacerlo por mis propios medios. Él estaba siendo consciente de que esta era la única opción que tenía para acabar conmigo de una vez y la estaba aprovechando con creces.
—Si quieres acabar conmigo, hazlo —espeté—. No me importa, encontraré la manera de conseguir atormentarte el resto de tu vida, no vas a librarte de mi jamás, viva o muerta vas a tener que lidiar contra mi presencia.
Siempre sería una lucha entre él y yo, nunca podría haber un punto medio, siempre existiría un punto de crisis que se desbordaría cada vez que nos encontráramos. Ambos aprovecharíamos de hacer valer nuestro poder, nuestra magia y que éramos más fuertes que el otro.
El lazo estaba roto y si algo nos unía era el odio mutuo que sentíamos el uno por el otro. Ningún otro tipo de sentimiento, ni siquiera el respeto o el saber que veníamos de la misma familia conseguía que no estuviésemos allí intentando sacarnos los ojos.
—Finite— susurró finalmente después de debatirse en saber si era lo correcto o había decidido su propio final. Ahí uno a uno, hechizo tras hechizo iniciamos una batalla dentro de la gran batalla.
Esa era la nuestra personal, la que nos debíamos desde que nuestros corazones comenzaron a albergar odio y no lo que se debería sentir por un padre o una hija.
Se podían oír los lamentos y los gritos de brujas y magos que iban por allí tratando de acabar con la horda de ataque sin precedentes que había perpetrado Voldemort. Mientras tanto allí estaba acompañada sólo de mi varita e intentaba matar a toda costa a quien había creado mi existencia.
—Eres una buena duelista— señaló con los dientes apretados.
—No, soy una excelente duelista, tanto como para hacer tragar polvo.
—Todo lo que aprendiste lo hiciste gracias a mí, Perséfone. La persona que eres ahora es gracias a mí —murmuró mientras contenía mi rayo de forma forzada.
—Ni si quiera a punto de morir dejas de ser un arrogante de mierda —grité enrabiada.—,en lo que me he convertido es gracias a mí, por mí y es porque soy extraordinaria. Ningún maldito hombre va a venir a decirme que gracias a él soy lo que soy, porque no es así, no te pertenezco y no tienes porqué atribuirte mi existencia.
No sé si fueron minutos y horas las que estuvimos batallando allí.
Probablemente sólo fueron minutos, pocos minutos que en cualquier situación no hubieran significado nada.
Más ahora habían sido cruciales.
Entre el ruido infernal y ensordecedor de nuestro duelo escuché como una persona apareció en las escaleras.
—¡Perséfone! —La voz de Viktor fue como una oleada de esperanza y satisfacción en medio de ese caos que no hacía más que crecer.
Fue inconsciente, prometo que lo hice sin pensar.
Mi subconsciente me impulsó a volverme para poder verlo. Tenía algunas marcas de sangre que salpicaban su cara y sus manos, al parecer había tenido una ardua lucha antes de venir aquí y por eso se había retrasado, lo importante es que estaba a salvo, no sabía que tan sano pero vivía.
Y eso era lo único que me importaba.
Había visto sus ojos negros y eso me bastaba, pues quizás mi subconsciente sabía lo que sucedería después.
—¡Avada Kedavra!
Todo sucedió muy rápido, no como en cámara lenta como a veces decían, tan rápido que apenas sí pude darme cuenta.
El rayo de luz verde me impactó de forma certera pero no fue doloroso. Por un momento creí que no había sido dirigido a mí y volví a mirar hacia atrás porque mi más grande miedo era que Viktor no saliera con vida de esa misión.
Sin embargo no era así y su rostro ya no tenía colores, no tenía la misma expresión de antes y me observaba con miedo.
Sí, esa era su expresión.
Nunca me había puesto a pensar verdaderamente en cómo iba a morir, pero sabía que cuando sucediera probablemente lo merecería. La maldición asesina le quita la vida a alguien inmediatamente, conmigo no fue así, hasta la magia se dió el tiempo de reprenderme un poco antes de dejarme partir.
Ethan escapó pues no tenía nada más que hacer allí, había conseguido lo que quería.
Mientras tanto mi cuerpo se desvaneció y antes de que pudiera sentir el cemento sosteniéndome, los brazos de Viktor me atraparon con fuerza. Su abrazo era desesperado y pudo transmitirme como siempre todo lo que sucedía en su interior.
—¡Sefi! —dijo con la voz entrecortada —tú no puedes...mi amor ¡No te atrevas a dejarme!
Quise emitir alguna palabra pero no tenía fuerzas para hacerlo, mi mano se fue directo hacia su mejilla. Eso era lo que necesitaba, sólo un toque de su piel para estar lista, para estar lista para morir.
Pude sentir como algo se desprendió de mi cuerpo. No podía asegurar que fuera mi alma, no estaba segura de tenerla a estas alturas; sin embargo allí estaba, viendo desde afuera como mi esposo se aferraba a mi cuerpo sin vida que pronto comenzaría a enfriarse.
Estaba desorientada, ahora era como un ser incorpóreo que no podía ser vista, que no podía ser escuchada ni percibida.
—Amor, porfavor —susurró mi esposo —; no puedes irte ahora, no ahora que vamos a vivir nuestra vida —declaró remeciendome con fuerza, no obstante yo ya no estaba allí y podía verlo sufrir.
Hasta en ese momento le estaba rompiendo el corazón.
Jamás iba a dejar de ser dañina, ni siquiera ahora, yo misma era una maldición y probablemente no dejaría de dolerle nunca. No sabía si ahora algo podía dolerme o si eran sólo los rezagos de mi humana existencia, pero me mataba el hecho de verlo allí, teniendo que vivir todo aquello.
¿Qué habíamos sido?
Todo, lo habíamos sido todo sin duda alguna.
¿Por qué separarnos, ahora?
Quizás porque realmente no le merecía y era la manera en que la vida lo arrebatada de dolores peores que pudieron haber sucedido por mi culpa.
Sin pensarlo me aferré a su espalda para intentar confortarlo, era extraña la sensación de no pertenecer al mundo de los vivos, de no poder tocar, de no poder sentir. Pero sabía que él era real y traté de abrazarlo como pude, intenté tocarlo y traspasarle mi amor de la forma en que podía hacerlo ahora.
—Perdón, perdón, perdón. Sé que no puedes escucharme y que no sirve de nada ahora. No sufras, no sufras por mí porque yo te amé, te amé con cada célula de mi cuerpo y fuiste lo mejor que me sucedió en la vida y siempre vas a tenerme para tí, aunque sea de una forma inexistente, pero velaré por tí y me hará feliz el verte aunque sea desde la distancia. No sé si siempre me mantendré en esta forma extraña, pero mientras pueda recordar lo que fuimos vivirás latente en mi memoria y en lo que sea que me haga sentir ahora.
Pude oír la voz de Voldemort pidiéndole a sus fuerzas que se retiraran.
En otra ocasión hubiera ido a intentar lanzar a mi padre por las escaleras o a cortarle el cuello de forma paranormal.
Pero no, me quedaría aquí; iría a donde fuera Viktor, pues ahora no tenia certezas de nada y probablemente lo último que tendría de él sería esa trémula caricia que le dí antes de morir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro