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Antes de leer: Todas las partes del capítulo que vayan a estar en letra cursiva son extractos de conversaciones y vivencias que son recordadas. Por ende han sucedido en el pasado.

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Si pudiésemos tener la capacidad de ver el futuro seríamos más cuidadosos con nuestros actos y nuestras palabras.

Planearíamos mejor nuestras acciones.

Decidiríamos de manera más cuidadosa cada uno de nuestros pasos y estaríamos preparados para lo que depara nuestro comportamiento. 

Eso y también dejaríamos de burlarnos de los magos y brujas que nacen con el don; dejaríamos de llamarlos locos y les pondríamos más atención.

No dejaba de pensar en la última conversación que tuve con Viktor antes de separarme de él. 

Pronto será un mundo nuevo, más simple; sin necesidad de pelear por lo que creímos correcto. Tú vas a estar en ese lugar, estarás en mi mundo y sólo ese hecho provoca que sea perfecto.

Te amo, pronto volveré a besarte sin prisas, sin estar oculta, sin pensar en los enemigos.

Pronto sólo seremos tú y yo, no habrá nadie más.

Quizás vaya a ser juzgada por todo lo que he hecho, he asesinado personas, maté al ministro de magia a sangre fría, lo más factible es que vaya a Azkaban.

—Te recuerdo que ahora tienes nacionalidad búlgara sólo por ser mi esposa, siempre podremos huír allí si es que es necesario mencionó sonriendo— Volveré a abrazarte y serás libre, libre de todo aquello que te ha atado todo este tiempo.

La voz de Lord Voldemort me sacó de la ensoñación que tenía en ese momento. Me quitó el recuerdo grato que tenía para pasar esos lapsos en los que debía aguantar hasta que todo terminara. El señor tenebroso se veía herido, con la piel agrietada, con los ojos rojizos y un semblante de duda y preocupación que no lo abandonaba.

—Severus, qué agradable sorpresa —murmuró mientras todos se quedaron callados ante la aparición del nuevo director de Hogwarts —, ¿hay algo que debamos saber?

Severus Snape estaba agitado y su expresión denotaba algo diferente, como si el supiera lo que iba a pasar a continuación; no ahora inmediatamente, me refiero a lo que sucedería con el mundo mágico. En este momento él tenía la capacidad de cambiar la vida como la conocíamos con tal sólo mencionar una frase.

—Mi señor —susurró —he venido a decirle que Harry Potter en este momento se encuentra en Hogwarts, fue visto en Hogsmeade y un grupo de estudiantes de lo que fue el ejército de Dumbledore le permitieron infiltrarse en las inmediaciones del castillo junto a algunos miembros de la Orden del Fénix, asumo que ahora ya son bastantes.

Voldemort resplandeció al oír que Potter estaba cerca de él, tenía al que había sido su objetivo por años casi en sus manos.

—Oh, veo que esos tontos han copiado nuestros métodos tal vez— sonrió y tomó su varita con fervor.

Pude notar cómo usaba la varita de saúco, la varita que era del profesor Dumbledore y una interrogante vino a mi cabeza ¿Por qué la usaba si no le pertenecía? ¿Pasaba tantas horas pensando en él mismo que no podía ver que esa varita le pertenecía a Draco? Mi primo había sido quien desarmó a Dumbledore en la torre de astronomía y si su dueño no había cambiado jamás le respondería a él.

—Creo que ha llegado la hora, Severus.

—Sí, mi señor —asintió él y el señor tenebroso se volvió hacia nosotros con una sonrisa en su inhumano rostro.

—Bien mis fieles seguidores, el momento ha llegado—declaró —alístense para la batalla, pues el día de hoy será un día que quedará grabado en la historia, el día de hoy me convertiré en el dueño del mundo mágico, en el mago a quien todos temen, en el mago que dominará y reinará sobre todo hombre, mujer y niño en este planeta— susurró —Harry Potter morirá el día de hoy y con él será mi victoria.

Observé a la loca de Bellatrix dar vueltas alrededor del señor tenebroso como una desquiciada, mencionando diferentes formas de invadir la escuela. Voldemort como siempre estaba tan ensimismado en él que no escuchó nada de lo que esta dijo y la apartó con desprecio. Respiré profundamente para calmarme; mi corazón había comenzado a latir con fuerza, pues a esta altura todos los miembros y allegados de la Orden estarían en el castillo. 

Mi esposo estaría allí.

—Te amo, Perséfone— Mi cabeza volvió a los recuerdos, en ese instante necesitaba tener algo que me infundiera fuerzas para sobrevivir—.No me importa que no estemos en el mismo bando, no me importa lo que hayas eso, lo que digo puede sonar muy cuestionable—mencionó cuando sus manos tomaron mi rostro y lo acariciaron—, pero mi lealtad es y será para contigo, hacia ninguna otra persona o causa.

—Promete que estarás a salvo, júralo— le obligué—júrame que todo terminará y vas a estar allí como siempre, que estarás esperando por mí.

—Siempre esperaré por ti.

Observé los brillantes ojos de Ethan y aparté mi mirada de él, era la última persona en la que quería concentrarme, debía mentalizarme en estar alerta y en escapar de la batalla cuando la oportunidad se me diera. Ciertamente ya había hecho mucho por los demás, ahora necesitaba hacer cosas por y para mí, y quedarme a ver el espectáculo que sería el volver a Hogwarts no era la opción.

El señor tenebroso se volteó hacia nosotros y sonrió de forma maligna, maliciosa y suspicaz. 

—Creo que invadir Hogsmeade es la mejor forma que tenemos para llegar a Hogwarts lo más rápido posibledeclaró Snape—, pero tendremos que reunirnos en las afueras del bosque prohibido, en estos momentos Minerva McGonagall debe estar conjurando todos los hechizos de protección que existen con tal de resguardar a Potter dentro del castillo.

—Oh, Severus—terció él con sus ojos rojos fijos en la varita de sauco—; aquello no va a ser un problema para mí, soy el mago más poderoso del mundo, después de este día voy a alzarme como el señor de las tinieblas ¿un protego maxima podría detenerme?

—Por supuesto que no, mi señor —interrumpió Bellatrix mirando con odio a Snape—¿qué esperamos entonces?

—Es hora— reveló Voldemort.

Cientos de líneas negras surcaron los cielos de Londres aquella noche. Todos mortífagos que se dirigían a donde Lord Voldemort les ordenaba. Yo también era una de ellos pero iba debido a que sabía que allí estaría mi esposo aguardando a por mí; era demasiado noble como para pedirme huír sin dejar que yo fingiera mi papel dentro de las filas del señor tenebroso.

Sefi, no es necesario que vuelvas —me pidió —, puedes quedarte aquí en Bulgaria para siempre, ya declinarán las cosas y nadie recordará lo que pasó ; en algún momento ellos dejarán de seguir tus pasos y si llegan a hacerte frente estaré para tí, estaré para protegerte.

—No puedo permitir que Avery y Ethan sigan haciendo daño a quienes están a nuestro alrededor —recordé haberle dicho—, ¿tú vas a estar? ¿Tú estarás cuando llegue el momento de pelear Viktor? Esta no es tu guerra, esto no les concierne a ustedes como país.

Si Voldemort se apodera de Inglaterra será cosa de tiempo para que todos seamos vulnerables, además tú eres parte de uno de los bandos; eso ya me hace parte de esa guerra.

Las lágrimas cayeron por mi cara al recordar aquello. Mientras sobrevolaba los faros luminosos de Londres. Quizás esta fuera la última vez que viera el mundo mágico como lo recordaba, tal vez era el último día en que podría volar convertida en bruma negra y esperaba que fuera así. Esperaba que si Voldemort caía todos los poderes mágicos asociados a él desaparecieran.

Varios de nosotros añorabamos que Harry Potter fuera quien saliera victorioso aunque jamás fuéramos capaces de decirlo en voz alta. Ese sería nuestro boleto de libertad, no literalmente, pero podríamos respirar sin el miedo de que había alguien acechando nuestros pensamientos, nuestras vidas.

Recordar lo feliz que fui en los últimos meses de mi vida junto a Viktor me hacía dichosa y eso conseguía emocionarme. Era difícil odiar la vida teniendo la certeza de que él existía para mí, teniendo la seguridad de que él estaba a mi lado aunque estuviera apartado.

Eso terminaría el día de hoy, podría ser libre porque al fin haría lo que George Weasley me había sugerido hace tanto tiempo.

Él no era la persona.

Pero sí tenía razón.

Cuando en un lugar estás siendo miserable debes irte, debes buscar la tranquilidad. Y si no puedes irte fácilmente debes huír; me costó mucho tiempo entenderlo. Si algo había aprendido de él, fue eso, ver la vida de otra manera, disfrutar y atreverse a buscar el propio camino aunque no sea el que se suponía era para nosotros.

Desde niña fuí criada para ser una mala persona. Siempre fui grosera, descortés y cruel; no me importaba pasar por encima de los demás con tal de ser yo quien alcanzara la cima, no tenía cuidado si en el camino rompía a cualquiera a mi paso y eso me incluía a mí misma. Me había roto tantas veces a lo largo de mi vida que probablemente no quedaba nada de luz en mi interior.

Ethan, Constance, Avery, Voldemort.

Ellos fueron quienes me sumergieron en las profundidades de un océano que me remecía con fuerza y que en muchas oportunidades me sumergió, me ahogó y me produjo heridas, cicatrices.

Pero viendo en la balanza habían sido más quienes intentaron repararme.

Félix, Daphne, Fleur, Florence, George, Nimby y Viktor.

No todos lo sabrían, pero cada uno había contribuído en la construcción de la mujer en la que me convertí.

Dicen que cuando estamos propensos a la muerte comenzamos a ver episodios importantes de nuestra vida, a recordar personas que han marcado nuestra existencia a remontarnos a hechos que nos han causado felicidad.

¿Qué era esta batalla si no más que un encuentro cercano y suicida con la muerte?

Estar del bando que fuera era un ofrecimiento, un desafío, un rebelde acto que implicaba falta de sentido común, de sensatez y de supervivencia.

—Comiencen —ordenó el señor tenebroso y empuñé mi varita. De ella comenzó a salir una fuerza poderosa que empezó a penetrar la capa que separaba Hogwarts del resto del mundo.

En mi cabeza sólo me concentré en él.

En el rostro de Viktor.

Cada hechizo que lanzaba era estar un paso más cerca de él.

No irás a la batalla, no vas a pelear, vas a esquivar a todos a quienes veas y traten de luchar contigo —me ordenó con un tono de voz firme, que no daba derecho a réplica ni a reclamos, tampoco a objeciones —, vas a escabullirte de todos y correrás con todas tus fuerzas hasta el pasillo donde se encontraba el salón a donde te besé, ese salón olvidado donde nos besamos por primera vez. Voy a estar esperándote allí y no me importa cuantas personas requieran de mí o cuantos requieran de tí, ya no hay cabida para salvar a nadie más, tú irás hasta allí y nos iremos, nos iremos y no volveremos jamás a Londres ¿Me oíste bien?

Cuando la cáscara traslúcida se resquebrajó comencé a correr con todas mis fuerzas hacia el castillo. La mayoría de los mortífagos se lanzaron en forma de bruma, pero allí habían demasiados magos aliados de la Orden que estaban esperando a una estampida de magos que ingresara así al castillo.

La batalla había comenzado y sólo estaba concentrada en esquivar hechizos, en repeler ataques y en no perder de vista el camino que estaba claro en mi mente, debía llegar hasta el segundo piso, al corredor a la izquierda de la enfermería. La escuela comenzó a caerse a pedazos, el ruido ensordecedor que había en ese lugar lograba que no pudiera oír nada en concreto.

Mientras mis piernas daban su máximo esfuerzo, vislumbré a varios de mis compañeros, pude ver a muchos chicos que durante los años de la escuela habían estado en Hogwarts en otros cursos, eran de otras casas; pero yo no perdería el tiempo mirándoles o dándoles una mirada de nostalgia.

Entre todos ellos mis ojos captaron unos ojos azules que con ira desarmaban a uno de los míos. Esos ojos azules segundos después se posaron en mí, pero yo iba demasiado apresurada como para terciarme en un duelo y él pudo percibirlo, su varita no se orientó directamente hacia mí, pero tampoco bajó la guardia –como si creyera que de un momento a otro en medio de mi carrera maratonica tendría el tiempo de lanzarle un hechizo – y su mirada sólo fue de profundo desprecio.

Había vuelto a ver a George Weasley en medio de la batalla y este seguía vivo. Quizás nunca más tendría la oportunidad de intercambiar palabras con él, porque quedarme no estaba en mis planes. Me hubiera gustado agradecerle, pedirle perdón por lo mucho que le había ofendido, por el sufrimiento que en algún momento llegué a causarle.

Pero todo eso pasó a segundo plano cuando llegué por fin a las escaleras que comenzaron a cambiar de lugar de forma prácticamente mecánica. Me aferré al mármol con fuerza y seguí corriendo sin bajar la intensidad, los músculos ya me quemaban; pero estaba tan cerca, estaba a unos cuántos minutos.

Después de un pasillo interminable llegué, en medio de las explosiones y las peleas que se estaban llevando a cabo por todos los lugares inimaginables que podía llegar a esconder el castillo.

Estaba cerca del lugar y me quedaría allí oculta a la espera de poder reencontrarme con Viktor.

Mi cuerpo se paralizó, pero no porque había llegado a destino.

Alguien me había inmovilizado.

—¿A dónde crees que vas, Perséfone? ¿Crees que vas a escapar de mí tan fácilmente?

La voz de Ethan hizo eco en el pasillo solitario.

Allí no había nadie más que él y yo.

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