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....—De verdad si estuviera en mi elección no iría —murmuró Viktor suspirando con resignación —Estoy seguro de que mi madre ha invitado a la mitad de las familias de magos de aquí de Bulgaria y después fanfarroneará con mi carrera en el deporte y eso conseguirá que me moleste de sobremanera— espetó dejando caer a cada lado sus brazos mientras tenía una corbata en la mano.

Sonreí ye causó gracia que sus comentarios sobre su madre fueran quejas en todo momento. Se me hacía muy familiar puesto que con la mía era igual. Me acerqué a él y tomé la corbata en mis manos y me dispuse a ponérsela debido a que sus reclamos nos estaban atrasando.

Era el cumpleaños de su madre y nos había convidado a la fiesta que realizaría. Una celebración magnánima contaría con la presencia de las más exclusivas personalidades de la sociedad búlgara.

Mis dedos hábiles rápidamente acomodaron el lazo de seda en su cuello, logrando que quedáramos a centímetros escasos el uno del otro. Siempre que esto sucedía nuestros ojos conectaban de una manera inmediata.

—¿Y si mejor dejas de quejarte y tratas de disfrutar de la fiesta de tu madre? Veo que ella está bastante emocionada con el hecho de que vayas a asistir.

Sus cejas se fruncieron y sus ojos se centraron en mis labios. Eso me colocaba nerviosa.

—Mira quién lo dice. La persona menos reclamona del mundo— siseó —Eres una descarada, Perséfone— concluyó.

Dejé escapar una sonora carcajada ante ese comentario y dejé un cálido beso sobre su mejilla. Me gustaba la sensación de estar cerca de él, de quedarnos juntos, de acariciarnos de manera sutil. Habíamos estado quedándonos en la granja de su abuelo, habíamos ido a visitar a su padre a un pequeño pueblo llamado Melnik; allí me había enterado que sus padres estaban separados desde hace unos dos años. Viktor era una persona reservada, en eso nos parecíamos bastante.

—Siento que si tienes un instante de felicidad tienes que aprovecharlo —acoté— Eso es lo que siempre sueles decirme—sonreí —Además tu madre estará contenta que estés con ella celebrando en este día.

—Si quieres que vayamos, pues entonces debes ir a arreglarte y dejar que me coloque la corbata, sé cómo se hace —Sus ojos fueron de inmediato hacia mis labios, no obstante me alejé con un movimiento coqueto de su lado.

—Bien, pero a lo que vuelva quiero notar que estás con el ánimo indicado de una fiesta.

Puso los ojos en blanco y me divertí contigo su expresión de sarcasmo. No quería ir por ningún motivo y yo por ningún motivo quería irme de allí. Había pasado casi un mes y no quería retornar a Londres; sentía la quemazón de la marca tenebrosa, no era un llamado inmediato; pero era exigente y constante, por lo que tenía en mente que pronto tendría que regresar si no quería que a Viktor le cayeran un montón de mortífagos en mi búsqueda.

Despejé mi cabeza cuando tomé una ducha. No pensaría en Inglaterra, ni en Voldemort, ni en ninguno de sus secuaces. Esta noche era para disfrutar aunque tuviera que fingir que todo estaba bien y que las fronteras no me deparaban cosas terribles a mi regreso.

Una vez que estuve lista, me asomé al living de la casa de madera y Viktor me recibió extendiendo su mano.

—Eres asombrosa, no puedo mencionar otro adjetivo para describirte— señaló al verme con un vestido negro que convoqué aplicando todo mi control mental. Era uno de mis favoritos, pero no me arriesgaría a desaparecer y que fuera a tener que quedarme allá. Para eso había entrenado y podía traer con mi mente todo lo que necesitaba.

—Puedo decir, que para una persona que no quería asistir a la invitación; estás muy bien vestido.

—Pues creo que no puedo desentonar, debo ir a tu altura.

Nuestras manos se unieron y no sentí esta vez el típico mareo de la aparición. Llegamos a la casona donde se llevaría a cabo la celebración y divisé a muchos invitados que ante nuestra llegada observaron la entrada que estaba decorada con un arco de flores blancas. Al parecer no era muy común ver a Viktor en este tipo de eventos pues era evidente la cara de sorpresa de algunos de ellos.

—Ten cuidado con tu brazo —me susurró al dejar un beso en mi coronilla—. Asumo que no tendrás ningún conocido, no obstante no sabemos con quién nos podemos topar en las fiestas privadas de mi madre—verbalizó.

—Por eso he venido con mangas, para que nadie vea el tipo de chicas con las que haz frecuentado —le bromeé para que disminuyera la tensión. Notaba que se hallaba algo alerta y un poco a la defensiva.

Tomó mi mano y comenzamos a ir hacia donde había una terraza grande y decorada con globos dorados. Allí estaba Mikaela Krum rodeada de gente y riéndose de alguna cosa que hablaban. Cuando sus astutos ojos se posaron sobre nosotros, me dí cuenta de que estos refulgieron al notar de que su hijo al fin había asistido a su festejo.

—¡Haz venido, querido mío! ¡No sabes la felicidad que siento de que estés aquí! Ahora puedo decir que realmente estoy en una fiesta —dijo con real alegría.

—Pues tienes que darle las gracias a Perséfone, ella fue quien logró convencerme, también sabes que no me gusta toda esta innecesaria exposición—contestó, me dió una mirada y asentí. Su sonrisa le expandió un poco —Feliz cumpleaños, madre.

Mikaela lo rodeó con sus brazos y cerró los ojos al sentir el cuerpo de Viktor rodeandola.

—Felicidades Mikaela, gracias por la invitación —acompañé el saludo de Viktor —Esto es para usted.

Le entregué un paquete elegante que contenía un collar que había escogido yo en lugar de Viktor. Inicialmente no quería asistir, menos se había preocupado por llevarle un presente a su madre.

—Es hermoso —agradeció admirandolo— No tenían que preocuparse por traerme un presente. Ahora no se queden allí, pasen por favor.

Eso sí que era hacer una fiesta. Estaba segura de que ella había contratado a la mejor organizadora para lucirse de esta forma, pues estaba completamente segura de que una persona no podía armar tal producción sin ayuda de profesionales. Todo estaba decorado con flores y cotillón de alto nivel en tonos dorados.

—Todo se ve...

—Ostentoso— Viktor fue quien terminó mi frase, pues a mi mente no llegaba ninguna palabra que describiera lo que mis ojos veían.

—Iba a decir, precioso.

—No mientas —se rió— Te conozco y lo encuentras horroroso.

—La verdad es que es algo anticuado.

—Que mal hablada eres.

—¡Hey!

—Sólo bromeo. No te enfades, sabes que cuando lo haces me gustas aún más.

Hice una mueca como una niña pequeña, tuve que comportarme porque varias brujas y magos comenzaron a saludar a Viktor y a conversar con él con respecto al tema deportivo y sobre sus aspiraciones. Cuando me preguntaban que hacía allí, decía que estaba de vacaciones en Bulgaria y que era la visitante invitada de él. Su sonrisa y sus miradas para conmigo me hacían sentir ese algo que había entre nosotros, ese algo implícito que no se ha conversado, pero que está intacto, fuerte y decidido.

Transcurridas las horas nos sentamos a cenar, la comida estaba deliciosa, por supuesto había sido preparada por algún chef internacional que tuviera relación con el mundo mágico y culinario. En estos lados de Europa no eran muy comunes los elfos domésticos o al menos para tareas como estas.

—No veo la hora de irme —susurró en mi oído, logrando que me dieran cosquillas.

La música estaba sonando y varias parejas se habían ido al centro a bailar. Les veía reír y divertirse; él también lo estaba haciendo y no quería admitirlo.

—No lo creo, recuerda que este es el primer baile o fiesta en que escoges bien a la chica con la que debías ir.

Él entrecerró los ojos y puso una expresión de fingida indignación.

—Debo admitir mi error, debo asumir que no tuve una buena elección en ese momento. No obstante en aquel tiempo la chica con la que me hubiera gustado ir al baile, estaba comprometida— farfulló mirándome a los ojos —Creo que ahora está casada, lamentablemente.

— Hay cosas que pueden arreglarse, una de ellas es un matrimonio, pueden terminarse tan rápido como empiezan —contesté de forma coqueta —Lo imperdonable es que hayas tardado tanto en asistir a un baile con la persona correcta.

—Creo que lo imperdonable es que estés aquí y que aún no estés bailando conmigo —rebatió.

Sin chistar me levanté de su mano y percibí  cómo la mirada de Mikaela se fue hacia nosotros de forma inmediata. Ella claramente no me quería en absoluto, pero disimulaba muy bien y en ese instante estaba escaneando cada una de mis expresiones, de mis movimientos y de mis palabras.

—« You are the dancing Queen, young and sweet only seventeen
Dancing queen
Feel the beat from the tambourine, oh yeah —cantó Viktor y me hizo girar sobre mi eje —You can dance, you can live, having the time of your life. See that girl, watch that scene, dig in the dancing queen»

—Sé que soy la reina de este baile— dije de forma altanera mientras me movía al compás de la música y me reía de las ocurrencias de mi bailarín.

—Mira cómo te diviertes, jamás pensé que que vería bailando al compás de la música muggle— comentó en mi oído —Este es el grupo favorito de madre.

Sonreí de forma sincera.

—En esta vida tengo dos placeres culposos —murmuré.

—Pues me gustaría saber cuáles son si es que la reina del hielo quiere compartirlos conmigo— me instó mientras nuestros rostros estaban muy cerca.

—Pues el primero es ABBA, una de las pocas cosas buenas que han hecho los impuros —recalqué— ¡No sé porqué pero me encantan!

—¿Y la segunda cosa cuál es? ¿Me la vas a decir?

Iba a hacerlo, iba a decirle que él era mi segundo placer culpable. Quién supiera que era una inglesa que había dejado a su esposo arreglado en Londres y que estaba allí de refugiada y más encima cometiendo adulterio pensaría que tenía a Viktor bajo el maleficio Imperio.

—¡Necesito bailar esta canción! —le dije en forma de disculpa— es mi favorita.

Me separé un poco de su lado y giré logrando que las ondas de mi vestido se movieran al igual que mi cabello. Él sonreía al mirarme hacer el ridículo entre las demás personas que bailaban.  Creo que era una de las ocasiones en que más me había divertido en mi vida.

—« ¡Gimme, gimme, gimme a man after midnight, won't somebody help me chase the shadows away. Gimme, gimme, gimme a man after midnight, take me through the darkness to the break of the day! » —corié con entusiasmo.

Puso sus manos en mi cintura y me hizo girar nuevamente.

—¿Así que necesitas un hombre después de la medianoche? —me preguntó con el ceño fruncido y una clara expresión de estar coqueteando conmigo.

— Pues sí, uno que me lleve a través de la noche hasta el amanecer.

—Eres una descarada ¿lo sabías?

Asentí. No habíamos tenido ningún acercamiento durante esa noche además de bailar y andar tomados de la mano. Quizás debido a que la presencia de Mikaela nos intimidada de forma implícita, pero después de aquello sus labios se acercaron a los míos y gustosa correspondí a su beso.

Las personas desaparecieron y me dejé llevar por el vértigo de mis emociones y los lugares a donde ese beso me transportó. La cadencia intensa y lenta era deliciosa.

Nos miramos directo a los ojos y me acarició la nariz con la suya.

Continuamos disfrutando de la fiesta, cuando Viktor se fue a buscar vino, me quedé a solas mirando a los magos disfrutar y aplaudí al son de los bailes.

—Sabes, puedo reconocer a una chica de tu clase a lo lejos —la voz de Mikaela sonó a mi lado— lo digo porque yo era como tú.

—¿Y cómo seríamos entonces?

— Viktor es idéntico a su padre —comentó mientras lo veía reírse con uno de los jóvenes invitados —somos la clase de mujeres que le rompe el corazón al chico bueno, al chico que nos ama, se lo arrebatamos y nos lo llevamos con nosotras ¿Acaso crees que no te recuerdo? Viktor prácticamente estuvo semanas sin comer cuando se enteró de tu compromiso con aquel rubio alto e imponente.

Mi corazón latió y la culpa afloró en mi piel.

—Tranquila. No necesitas espantarte, ahora estás aquí y la única razón por la que no te he echado de mi casa es porque también veo cómo le miras —declaró —Veo el amor en tus ojos y en cómo reprimes lo dañina de tu naturaleza para no herirlo cuando sabes que vas a hacerlo tarde o temprano.

Observé lo guapo que se veía porque irradiaba felicidad por cada poro de su piel, venía con dos copas.

—Me ha gustado el collar, tienes buen gusto— agregó —Sé que Viktor no lo compró, ese no es su estilo.

—¿Veo que quieres raptarte a mi cita? —dijo al ver que ella estaba junto a mí.

—Sólo le agradecía lo bello que estaba el collar, no seas así con tu madre Viktor.

Nos quedamos conversando los tres de temas triviales, fue imposible no pensar en que las palabras de ella tenían toda la veracidad del mundo. Ella tenía razón en todo lo que había dicho y mis pensamientos se habían ido a un lugar donde nadie podía llegar.

—Creo que es hora de irnos, Perséfone.

—¿Por qué no se quedan?

—Volveremos a la casa del abuelo—señaló —Aquí no podremos descansar porque sé que piensas quedarte hasta tarde —acotó —Gracias por la invitación madre.

—Puedes venir cuando quieras, esta es tu casa Viktor— agregó —Ha sido un gusto, Perséfone.

—El placer ha sido mío Mikaela—respondí.

Viktor cogió mi mano de forma fuerte y sin despedirnos de nadie más, desaparecimos. Luego de aquel baile, volvimos a la granja donde él se había estado alojando desde que se fue de la casa de Mikaela.

—Tu madre es una mujer muy amable —comenté con el sarcasmo notable en mi voz—Físicamente eres igual a ella.

La luz cálida de la mesita de noche que habíamos dejado estaba encendida y Viktor se apresuró a encender la chimenea con la varita.

—Creo que eso debe de ser un cumplido ¿No es así?

—Obvio, ella es una mujer hermosa y tienes todos sus rasgos.

—Pero debo admitir que sin duda tú eras quien brilló más que todos en ese salón, te veías deslumbrante —susurró y estiró su brazo para que yo cogiera su mano; acepté gustosa y puso una de sus manos en mi cintura y la otra la tomó tal cómo cuando estábamos bailando hace unas horas atrás.

— Gimme, gimme, gimme a man after mignight —tarareó y estallamos en carcajadas.

Sonreí al oír aquella canción, me gustaba mucho; por no decir que era de mis favoritas, me recordaría siempre a Viktor y todo lo que había comenzado a vivir desde que me encontró en aquella taberma luego de haber estado sumergida en la tristeza de haber perdido a Félix.

— Eres hermosa, chica mala—susurró en mi oído —Creo que la luz te favorece mucho más.

Me acerqué a sus labios para besarle y él los recibió sin problema, ambos comenzamos a moverlos a un ritmo suave, cálido y acompasado. Los besos de Viktor eran especiales, dulces, intensos; transmitía todo lo que sentía y me hacía demasiado dichosa probarlos. El broche de nuestros labios no se separó hasta que él hizo una pausa para observarme.

— ¿Qué haz hecho conmigo? —susurró y quitó algunos mechones de mi cabello que caían sobre mi pecho, para despejarlo y dejar al descubierto mis hombros.

Esbocé una sonrisa y segundos después percibí que sus labios se posaron sobre la piel que mi vestido no cubría; fue una sensación extraordinaria y cerré los ojos para hacerla más placentera, me gustaba en demasía sentir sus labios; que estos de cierta forma me pertenecieran. Viktor continuó con la tarea, dejando besos desde mi hombro para seguir hasta la unión de la clavícula con la base de mi cuello, tomándose su tiempo, para luego terminar en la hondonada bajo mi oreja.

Dejé escapar un suspiro con aquello, ese beso me provocó una corriente eléctrica desde la base de la espina dorsal y subió como una descarga por mi espalda, permanecí con los ojos cerrados, mis manos que estaban en sus caderas subieron para acariciar su espalda, posteriormente su nuca y finalmente enredar mis labios en su cabello que ahora había crecido un poco.

Sentí cómo sus manos acariciaron mi cintura para después pasearse por mi espalda con sutileza, sentía que su tacto que quemaba a través del satén de mi vestido. Mi respiración se aceleró en cuanto sus dedos rozaron la piel de mis brazos, provocando que mis terminaciones nerviosas se erizaran. Volví hacia sus labios y me deleité acariciandolos con los míos, mi lengua trazó una línea sobre su boca y él contuvo la respiración cuando deposité besos suaves y cortos en su cuello que dejaron húmeda su piel;  sentí que nuestros corazones estaban latiendo desbocados, pero ambos latían de la misma manera, continuamos besándonos con profundidad y sin percatarnos nuestros pies caminaron hasta que sentí detrás de mí el borde de la cama.

Pude percibir duda cuando se dió cuenta, él no quería incomodarme y no sabía si estaba dispuesta a seguir o si estaba cruzando la línea con ese tipo de contacto.

—No dejes de besarme, por favor. —murmuré despacio contra sus labios, observando directo a sus ojos negros, enmarcados por sus pestañas tupidas y oscuras.

No tuve que decir nada más, porque seguimos en nuestra tarea, nuestros besos eran lo único que cortaba el silencio de la noche búlgara. De pronto estuve recostada en el suave colchón y Viktor se situó sobre mí, controlando su peso para no aplastarme. Emití un suspiro cuando volvió a atacar mi cuello con sus besos, la sensación me hacía vulnerable y de pronto sentí cómo la humedad comenzaba a aparecer entre mis piernas.

No era necesario decir mucho, ambos sabíamos lo que estábamos a punto de hacer y ambos estábamos de acuerdo, ambos nos deseábamos desde hace mucho tiempo, quizás desde que nos conocíamos, pero el momento indicado era ahora y no antes.

Acaricié su cuello y sentí que su piel era suave y tenía una temperatura muy cálida. Luego de unos minutos besándonos allí, la ropa nos había comenzado a estorbar pues las caricias y los roces habían aumentado de intensidad; me percaté de su erección creciente dentro de sus pantalones y eso le hizo detenerse muy a su pesar, me observó con intensidad pues tenía las pupilas dilatadas por la excitación del momento.

—Sefi —murmuró con la voz cargada de deseo, relamiendose los labios—¿Quieres que siga?

Eso me causó ternura y seguridad.

Viktor siempre me había hecho sentir segura y esa no era la excepción, esta iba a ser nuestra primera vez juntos y sabía que se sentía nervioso, tanto como yo; no porque antes no hubiéramos estado con alguien más, si no porque habíamos deseado esto por mucho tiempo y añorabamos que fuera especial.

—Acariciame porfavor —le pedí —No te detengas, Viktor.

Esas palabras fueron automáticas, se incorporó y me tomó la mano para que le siguiera. De pie nuevamente nos besamos y después de unos segundos, él cogió la cremallera de mi vestido y la fue bajando con delicadeza, sin dejar de besar mis labios; ese momento de espera se hizo exquisitamente eterno, poco a poco mi vestido comenzó a ceder y cayó al suelo por completo, sus ojos fueron incapaces de dejar de observar mi cuerpo cubierto tan sólo por mis bragas negras, había decidido no usar sujetador para que no se marcara y ahora lo agradecía al ver su mirada hambrienta de mí.

—Eres realmente una diosa, Perséfone —farfulló con la voz ronca por el extasis del momento. Me sentí expuesta ante la mirada de aquel hombre fuerte, misterioso que me atravesaba sin ningún pudor, se acercó e inclinó un poco para besar mi cuerpo, sus besos en la piel de mi abdomen provocaron chispas de emoción en todo mi ser, haciendo que la calidez comenzará a acumularse en mi vientre.

— Oh, Viktor —susurré cuando su boca descendió hasta entre mis piernas, la sensación fue deliciosa y eso que aún tenía las bragas puestas. Allí fue cuando todo el autocontrol que estábamos teniendo se esfumó, nuevamente me acomodó en la cama y cuando estuvo sobre mí, se deleitó acariciando mi cintura, mis caderas mientras su lengua se deleitaba con mi centro, consiguiendo que mi garganta dejara escapar gemidos sin evitarlo.

Unos minutos después, sus manos amasaron mis pechos y ahí me incorporé un instante, tomé cada uno de los botones de su camisa para irlos desabrochando con lentitud, lanzándole miradas provocativas. Una vez que tuve la prenda desabotonada se la quité de inmediato, él me ayudó y me encanté cuando comencé a trazar símbolos en su piel con mis dedos, mi boca atacó su pecho y un suspiro acalorado salió de sus labios.

Dejé pasar un tiempo para que ambos nos acariciaramos y que nuestras pieles se habituaran a la del contrario, cuando fuí por su cinturón, noté cómo se tensó y su respiración se hacía más pesada. Bajé la cremallera y después ambos estábamos sólo con nuestra ropa interior, mientras los roces se hacían cada vez más intensos y apasionados, su toque era tan sensible que estaba segura que apenas avanzaramos al siguiente nivel me haría sentir miles de sensaciones. Acaricié deshinibidamente su cuerpo, pues de verdad que estaba disfrutando del momento y cuando llegué a su entrepierna pude notar lo mucho que se estaba aguantando, en ese instante no pude frenarme más y de manera insinuante comencé a quitarle lo único que le quedaba puesto.

La cama estaba ya echa un desastre y nuestros gemidos ya se estaban haciendo notar en la habitación.

—Necesito sentirte dentro de mí —le pedí en medio de todo el frenesí y no hizo falta más, se incorporó un momento y su brazo se estiró hacia la mesita de noche, allí había una cajita y Viktor sacó uno de los preservativos que había en ella, se veía tan decidido que no quise decirle no era necesario, pude ver que abrió el paquetito con los dientes y una vez que estuvo listo se pocisionó entre mis piernas apoyando a cada lado de mi sus brazos.

— ¿Todo bien? ¿Estás segura? —me volvió a preguntar.

—Sí, estoy lista —asentí conteniendo la respiración.

Poco a poco se introdujo en mi interior  y pude sentir como iba sintiéndome llena por dentro y una vez allí se quedó quieto un momento, nos observamos con deseo, acaricié su rostro y él me dedicó una sonrisa de plenitud, pronto comenzó a moverse y dejé exhalar un gemido de placer que estaba conteniendo para este momento, ambos nos fuimos acompasando a un ritmo, mientras nos deleitabamos con el vaivén de sentirnos de manera tan íntima, no tardé en amarrar mis piernas alrededor de su cintura y Viktor no tardó en incrementar el ritmo de sus movimientos, sentirle en mi interior fue totalmente satisfactorio.

— Eres perfecta —musitó con la voz entrecortada.

Incrementó su ritmo aún más, luego de varios minutos sus embestidas lograron que las piernas comenzaran a temblarme, sujeté mis manos en su espalda y me dejé embriagar por su aroma varonil a madera fresca, tierra mojada y hierbas silvestres. Sentí cómo todos mis músculos se tensaron y no pude ser consciente de nada más, mi cerebro se desconectó y sólo pude concentrarme en aquella sensación potente que se estaba formando al contacto íntimo de nuestros cuerpos.

—Que bien se siente estar dentro de tí —comentó con la respiración agitada invadiendo mi interior hasta su profundidad.

En ese momento ninguno de los dos podía controlar los suspiros y gemidos que salían de nuestras bocas.

—Viktor —susurré y el clímax me embargó de pronto de manera pontente, donde acerqué mis labios a su hombro y le mordí con fuerza. Las contracciones en mi interior fueron tales que él no pudo contenerse más y se derramó en ese momento en mi interior.

La vista se me nubló y el corazón me latía a todo lo que daba, pude sentir que la respiración de Viktor seguía igual de agitada que la mía. Pasaron los minutos en los que nuestro pulso fue poco a poco acompasandose, me observó y colocó su frente junto a la mía, como si estuviera debatiendose entre el bien y el mal por la forma en que me miraba.

Sabes, no puedo negarlo, siempre había pensado en cómo sería este momento, si es que en algún momento llegaría a suceder —comentó mientras me observaba con impaciencia —Sefi... —susurró con la voz ronca.

— Viktor...

— Estoy enamorado de tí — murmuró después de unos segundos que fueron enternos ante sus ojos negros.

Eso había sido el momento culminé de algo perfecto, de algo nuestro, de algo que había existido desde que nos vimos en la sección prohibida de la biblioteca.

— Viktor. . .

— No es necesario que digas algo —se apresuró a decir creyendo que yo iba a negarle algo.

Me era imposible, desde hace tiempo que lo sabía.

— Te amo Viktor, te amo desde hace bastante; sólo que. . .

Viktor solía decir que cuando las cosas eran tan certeras no había ningún lugar a las explicaciones, este era uno de esos momentos, pues de pronto sus labios estaban sobre los míos y cuando nos separamos una sonrisa de plena felicidad surcaba su rostro perfecto.

—Esas palabras significan toda la felicidad de mi mundo, te amo Perséfone Rosier.

Poco a poco fuimos dejándonos invadir por el sueño, él se acomodó detrás de mí para apoyar su cabeza en mi espalda. Lo último que sentí antes de dormirme, fue su piel tibia en contacto con la mía, sus brazos fuertes rodeando mi cintura, mi mano enganchada en la de él y sus labios besando mi espalda, para así sumergirme en un sueño profundo...

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