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..... —Hay una chica en tu habitación, Viktor; recuerdo quien es— declaró la voz de una mujer de unos cuarenta años— La recuerdo, es la chica del periódico y si no me equivoco ella es la típica chica que terminará haciéndote daño y metiéndote en problemas de los que no te deberías hacer cargo.

Mierda ¿Esa era la madre de Viktor?

Me revolví incómoda por el hecho de estar escuchando una conversación privada y también porque esa charla era sobre mí y estaba llevándose acabo al otro lado de la puerta.

—Pensé que no llegarías a casa —fue lo único que contestó Viktor— Te hacía en Turquía.

—¿Osea que ese es motivo para que metas mujeres casadas a la casa? No creas que no recuerdo. . .

—Madre, este no es el momento para tu doble moral, ya soy un adulto y el único motivo por el que la he traído aquí es porque hay mayor facilidad para convocar hechizos de protección.

—¿No me digas que está metida en problemas y eso nos va a traer desgracia e infortunios? Viktor, por favor, te creía más juicioso.

—No te entrometas —le oí decir de manera tajante— No pensé que estarías aquí, nos iremos, sabes bien que tengo a donde ir.

Me incorporé de lleno y no supe que hacer, no tenía nada para cambiarme y la verdad es que estaba algo avergonzada por los acontecimientos. Suspiré y ví el reloj, eran las once de la mañana; había dormido casi un día entero y más encima estaba en la casa de la madre de Viktor, o en la casa de él y fuí descubierta prácticamente cometiendo adulterio.

—Volví para tu cumpleaños —susurró la mujer —Sabes que siempre lo festejamos y este año no va a ser la excepción.

—Europa está en guerra.

—Inglaterra está en guerra, nosotros no tenemos que ver en eso. Si tú haz querido involucrarte es debido a que no estás pensando con la cabeza.

Pude percibir que las voces se fueron alejando hasta desaparecer.

Aquí, Perséfone queriendo que se la tratara la tierra.

Sí, esa era yo.

La puerta se abrió, Viktor apareció con una bandeja con comida y de inmediato notó que había escuchado todo.

—Disculpa a mi madre, no es una persona muy educada —se excusó —Es bastante desagradable la verdad de las cosas, perdón por traerte aquí, pero de verdad era el sitio más seguro que se me ocurrió.

—¿Te voy a ocasionar problemas con ella?

—Siempre tengo problemas con ella, no te preocupes; pronto volverá al trabajo y desaparecerá.

—Lo siento—farfullé como una estúpida— Estuve ebria un día entero y ahora esto, de verdad que sólo origino drama últimamente.

—Oh, tienes mucha razón— siseó —Tienes que comer —zanjó el tema y dejó la bandeja en la cama.

—No lo sé, creo que debería irme; estoy generando situaciones tensas aquí y no debería haber dejado Londres, Viktor— mencioné —Las cosas no son como antes, no puedo llegar y desaparecer así como así.

—¿Por qué? Creí que eras mayor de edad —sonrió para tratar de distender el ambiente.

No me quedó otra alternativa, levanté la manga de mi sweter y allí en mi brazo izquierdo refulgió la marca tenebrosa. No fui capaz de mirarle a los ojos cuando lo hice, pero las palabras tampoco brotaron de mi boca como para decir algo.

¿Qué explicaría?

¿Viktor me hice mortifaga porque mi padre tenía que ofrecer a alguien después de la pérdida de su primogénito?

No, hasta en mi cabeza sonaba ridículo.

Él tampoco sabía muy bien que contestar.

—Sólo voy a acarriar problemas, lo único que conseguiré es generar tensión y ponerte en aprietos, tu madre tiene razón— concluí después de haber dejado de exponer el tatuaje perpetrado en mi piel.

—Necesito asegurarme que estés bien, sé que tienes que volver y tampoco voy a impedirte hacerlo si es que quieres que sea enseguida —musitó —Pero porfavor quédate, quédate hasta que por lo menos seas capaz de hablar sin que tus ojos se agüen por las lágrimas y hasta que tu corazón tenga fuerza para vivir lo que se avecina— me pidió.

Llevaba demasiado tiempo pretendiendo ser fuerte y sólo quería tener un momento para sacarme la máscara, la capa y lo que llevaba a cuestas.

Así que me rendí y acepté su oferta.

Sin ninguna doble intención, mantendría a raya mis sentimientos porque sabía que en esta instancia no tenían lugar. No era el momento de pensar en lo que podríamos haber sido si es que yo no hubiera sido tan estúpida.

—Te he comprado algo para que te cambies —dijo de forma calma —Lo he dejado en el baño para cuando quieras tomar una ducha.

—¿No hay problema en que me quede aquí?

—Puedes quedarte cuanto gustes Perséfone, ellos no te encontrarán aquí ;eso te lo aseguro.

De verdad no merecía que él se estuviera arriesgando por mantenerme a salvo. No obstante sentía mucha curiosidad por saber cómo me había hallado, desde cuando había estado en Londres y cómo pudo dar conmigo, saber lo que me había sucedido.

—No deberías. . .

—Ya hablamos de esto ayer y estaré bien, lo sabes. Ahora necesitas comer y relajarte aunque sea unos días— me observó y se sentó en una silla a los pies de la cama.

Sus ojos profundos me traspasaban y me hacían sentir vulnerable. En muchas ocasiones era yo quien lograba hacerle sentir eso a las personas, pero el hecho de que me mirara de esa manera provocaba que mi corazón latera desbocado. Odiaba que mi cuerpo me traicionara de esa manera, no era fácil estar en su presencia y tener que controlar todas las ganas de besarle que tenía a cada momento.

No seas egoísta, maldita sea.

No seas egoísta, maldita sea.

Quiero que me expliques cómo —dejé la oración en el aire porque sabía que entendía a lo que me refería.

—Sí— contestó —Pero es momento que comas— se refirió con el ceño fruncido —Voy a responder todo lo que necesites, pero también quiero respuestas de tu parte —rebatió.

—Pues obligándome a comer todo esto no conseguirás respuestas—señalé con mi usual tono desafiante —Tendrás que comer conmigo.

—Ya he desayunado hace unas horas. . .

—Pues no te mandé a que lo hicieras sin mí —me arrepentí de haber dicho aquello apenas salió de mis labios, sonaba tan posesivo y pude percibir que su rostro colocó un destello de un sentimiento que no supe identificar— ¿Por qué no comes conmigo? No quiero hacerlo sola.

—¿Siempre quieres ganar no es así?

—Son los malos hábitos.

—Lástima que siempre tienen buenos resultados, te funcionan a la perfección o al menos conmigo —respondió logrando que mi pulso se descontrolara —Pero estoy seguro de que siempre funciona.

Estuvimos en silencio, eso me provocaba ansiedad y una especie de confusión. Estábamos en ese proceso de reencuentro después de haber vivido momentos que trajeron consecuencias fatales para lo que fuera que hubiésemos tenido. Acciones que repercutían hasta el día de hoy y que lograban que ahora no fuésemos capaces de mantenernos la mirada por más de cinco segundos seguidos.

No obstante su presencia al menos a mí me traía calma, al menos conseguía mantenerme sin ganas de echarme a llorar en cualquier instante. Sentía en ocasiones su mirada sobre mis manos o sobre mi rostro. No sentía la fuerza como para enfrentar todo lo que teníamos que decir, todo lo que teníamos que aclarar, hasta donde podíamos llegar ahora.

Jamás habíamos tenido límites y estar ahora en estas circunstancias me colocaba nerviosa.

Luego de comer, Viktor me concedió un momento para darme una ducha, tuvo la delicadeza de conseguir ropa para mí; había acertado hasta en la talla y obviamente en el estilo.

¿Había algo que no hiciera bien? Lo dudo.

Debía prepararme mentalmente para enfrentar preguntas y entregar respuestas, probablemente querría saber qué había originado todo, desde el inicio. No estaba preparada para hablar sobre nada, ni sobre mi vida, ni sobre George, ni sobre Avery, menos sobre él y sobre mis sentimientos hacia su persona.

Pero sabía que él no podía ser caballero ni cortés eternamente conmigo.

Había llegado a un punto crítico en donde lo único que podía ofrecer eran respuestas.

¿Sería capaz de dárselas?

Tenía la incertidumbre de pensar que seguramente habrían cosas que se arrepentiría de escuchar. Pero también necesitaba ser honesta con alguien completamente por una sola vez en la vida.

Mis preocupaciones estaban tan sumergidas en él, que no pensé que al salir de la habitación tendría que enfrentar a una mujer rubia, de cuerpo escultural y expresión seria e imponente.

—Tú debes de ser la chica ebria que trajo mi hijo anoche ¿No es así?

Muérdete la lengua Perséfone, hazlo si es que no quieres ir presa en un país que no es el tuyo.

Realmente era una perra desagradable.

Oh, pero verdad que yo también lo era.

—Oh, sí al parecer debo serlo ¿Y usted es?

Mikaela Krum, la madre de Viktor ¿Por qué ni estás en Londres? Por lo que tengo entendido nadie entra y nadie sale del Reino Unido ahora que está siendo controlado por los mortífados —comentó observándome directo a los ojos —Así que realmente Viktor debe haber perdido la cabeza, sacarte ilegalmente de un país sitiado o por involucrarse con una seguidora del señor tenebroso ¿Estoy en lo cierto no es así?

En ese momento sentí las manos de Viktor en mi cintura. Su madre verdaderamente era como él la había descrito.

—Perséfone, veo que ya conociste a mi madre —comentó con fastidio— Asumo que ya se presentó sola sin que nadie le preguntara.

—Estoy en mi casa, es lo mínimo que puedo hacer, en efecto ya me presenté y le estaba preguntando a Perséfone cómo lo habían hecho para llegar hasta aquí.

—¿No te ibas ya madre?

—Pues sí, agradece que no soy una madre anticuada, Viktor —siseó—No quiero problemas, sabes a lo que me refiero, ni legales ni pasionales.

—Eso no va a ser problema, al menos lo segundo —determiné— Creo que conoce quien soy, por lo que también debe saber que puedo encargarme de lo que sea —comenté sin ningún remordimiento.

Ella me observó entornando los ojos.

No diría nada más.

Estaba casi segura de que Mikaela Krum había sido igual que yo cuando tenía mi edad. No tendría el descaro de hacerme frente o rebatir mi actuar porque entre serpientes, víboras o malas mujeres podíamos reconocernos a la perfección. Ella no podía dejar de ser lo que era, salvo que ahora ella trataba de proteger a su hijo y lanzarle veneno a la víbora que tenía frente a ella.

Únicamente porque sabía de lo que yo era capaz.

Y era porque ella también había sido o era capaz de hacerlo. Quizás no de la misma forma, ni por los mismos motivos. Pero éramos iguales.

—Asegura la casa, si te vas a la casa de tu abuelo, debes usar el doble de hechizos de protección y escudos—nos echó otra mirada y dicho eso entró en la chimenea y desapareció después de haber usado la red flú.

—Encantadora mujer —acotó.

—No podría estar más de acuerdo contigo— resoplé, no obstante no podría criticarle nada. 

Podía notar la tensión y el nerviosismo que emanaba del cuerpo de Viktor, probablemente no contaba con tener que hablar con su madre y explicarle que era lo que hacía aquí. Dejó salir el aliento que tenía contenido por el hecho de poner su expresión seria y orgullosa ante ella; podía notar que realmente la relación con ella estaba desgastada. Era difícil tratar con personas que tenían un carácter tan particular como el que ella denotaba. 

—¿Te gustaría salir a dar un paseo por la finca?— sonrió y mantuvo las manos en sus bolsillos, continuaba descifrando la manera en la que debíamos tratarnos. Sabía que esa invitación significaba respuestas, no podía seguir aplazándolo más, no podía, no nos hacía bien a ninguno de los dos. 

—Me encantaría— contesté y me devolví a la habitación donde tenía la chaqueta. Podía percibir que el clima estaba fresco aunque los rayos del sol estaban asomando con debilidad. 

Él comenzó a caminar tranquilamente hacia el exterior, era inmenso. Podía ver una planicie extensa que iniciaba a la salida de la casa e iba más allá de las colinas. Ahora entendía porqué Viktor tenía tantas aprehensiones con su madre, ese terreno era apoteósico en todo sentido y por donde una lo mirara, pues él me comentó que su abuelo había sido un animalista mágico, humilde y austero cuando jóven. Claramente ese terreno había sido comprado con el dinero que Viktor comenzó a ganar al entrar al equipo de Quidditch. 

—Este lugar es muy bello—dije finalmente, pues no podía verbalizar en voz alta todo lo que pensaba en ese momento— Tienes un hogar muy bello, con una vista maravillosamente mágica. 

—Pues vivo aquí desde que tengo quince y entré al equipo— comentó—Pero prefiero la granja que tiene mi abuelo, allí es donde suelo quedarme. 

—¿Por qué hemos venido ahora para acá entonces?

—Porque como le dije a mi madre, acá puedo convocar de mejor manera los hechizos de protección. La granja está en las afueras de Sofía y si bien está alejada de la civilización— explicó—No sé si pueda aislar el lugar después de todo, antes fue propiedad de muggles y desconozco si puedo blindarlo con magia debido a la esencia que dejaron los dueños anteriores. 

Era tan apasionado cuando conversaba sobre los temas que le interesaban o en los que algún momento tuvo que pensar demasiado. Era inevitable quedarme observándole de manera descarada porque realmente no podía apartar la mirada de él.  Caminamos por los valles de césped y por los que estaban poblándose de flores.

—¿Cómo lo hacen para tener flores todo el tiempo? Se ve hermoso— susurré teniendo en consideración la bellísima vista que yacía frente a mí. 

—Tiene un encantamiento. 

—¿Tu madre?

—Hay que tenerla contenta. 

—Eso es muy noble de tu parte—comenté entrecerrando los ojos—después de todo , de igual manera buscas complacerla. 

Llegamos caminando hasta toparnos con un río de agua cristalina y noté que mi acompañante se acomodó en una roca pronunciada. Había llegado la hora de terminar de hablar sobre la historia de la casa, de las plantas y lo hermoso que era todo en Bulgaria. Había que sacarse las caretas y hablar con la verdad, hasta donde pudiera; pues no sabía si podría expresar mis sentimientos de manera abierta con él así como así. No después de todo lo que había sucedido.

—¿Cómo es que llegamos a este punto, Sefi? ¿Qué sucede, qué te pasó? ¿Quién eres realmente?—cuestionó tratando de estar tranquilo, no obstante la impaciencia por una respuesta se veía en el apremio reflejado en su rostro.

No sabía cómo empezar, como responder a sus inquietudes sin tener que excusarme por mis acciones, pues eso era vago y deprimente.

—Yo no sabía lo que iba a suceder —dije y maldita sea, era una maldita excusa —Quizás hubiera sido mejor no haber hecho nada y ser una simple expectadora de toda la bola de nieve que arrasaría con todo a su paso.

—¿Qué tratas de decir?

Tengo responsabilidad en lo sucedido, en la muerte de mi hermano, en lo que he planeado en contra de Avery, por favor Viktor, necesito que dejes de creer que soy una buena persona, porque no lo soy.

Sus ojos negros se posicionaron en los míos y me transmitió toda la seguridad que necesitaba para aquel momento.

—Creo que tienes una verdad que contar o una verdad que asumir, Perséfone —terció—Si no asumes quien eres jamás podrás liberarte de la carga que llevas y siento que es demasiada.

Tragué saliva y suspiré, dejando escapar todo el aire de mis pulmones.

— Hace unos meses atrás, antes de que se supiera sobre el regreso definitivo del señor tenebroso, pude oír como Helena Mulciber le reclamaba a Gaspar Avery sobre un embarazo —Creo que ese era un buen inicio— Después que nosotros terminamos nuestra relación, ellos comenzaron a tener una aventura casual —expliqué —Él jamás iba a hacerse cargo, ante mis ojos él la lanzó por las escaleras y yo no hice nada para impedirlo.

Obviamente no pensaba que le revelaría eso, pues su expresión de sorpresa fue inmediata.

—¿Jamás hicieron algo por ella?

—Para los sangre pura no es así— acoté— Cuando quise encarar a Avery, quien insistía constantemente en que volviéramos, este estaba más preparado que yo— farfullé— Él sabía sobre la relación que Félix tenía con Florence, me chantajeó y así fue como terminé atada en un matrimonio con él.

Su rostro era un poema, era evidente que no esperaba toda esa revelación.

—Sefi. .  .

—No, debes saberlo todo —aclaré —Él abusó de mí el día que nos casamos y me embarazó— confesé sin poder mirarle —No te imaginas el odio que sentía por él y por lo que tenía dentro de mí y allí fue el día en que decidí hurdir un plan contra él—señalé —Una noche nos peleamos —No le diría a Viktor que fue el día que le ví en el partido —Ahí le grité con toda mi rabia que me había deshecho del vástago que dejó y eso desató el caos.

No era capaz de subir la cabeza.

—A los pocos días Félix estaba muerto y Florence había sido torturada.

Noté como su mandíbula se tensó y cómo apretó los puños con visible impotencia.

—No es necesario que sigas.

Tenía rabia, tenía tanta ira y dolor que  haré lo que sea con tal de hacerlo desaparecer— dije cuando su mirada se topó con la suya —Le asesinaré de ser posible y desde ya no me arrepiento.

Era demasiada información que procesar.

—Puedes decidir cualquier cosa, pero yo soy la villana de la historia; no importan los motivos, he actuado mal y lo más seguro es que merezca todo lo que sucedió en el último tiempo.

—¡No! ¿Qué demonios crees dices? —exclamó frunciendo el ceño—Nadie debería pasar por todo lo que te sucedió —Su cuerpo se había aproximado al mío y nos hallabamos frente a frente— No debí haberte dejado, no debí permitir que todo eso te sucediera, no tendrías que haberte enfrentado a todas esas tormentas sola, yo debí haber estado para tí, eso fue lo que te prometí.

—Viktor, tú siempre haz estado allí para mí; haz hecho más de lo que merezco. Nada de esto es tu responsabilidad, ni siquiera debería habertelo mencionado— musité— Pero te merecías saber qué me llevó a convertirme en el humano que soy ahora.

Sus manos acunaron mi rostro y estábamos tan cerca que la respiración se me entrecortó.

—Creo que deberías verte con los ojos que yo te veo— argumentó—No eres una santa, ninguno lo es, pero hay una especie de poder en tu interior, algo que quema y consume. Algo que produce hipnosis, eres mágica Perséfone —habló —Y nadie con esos dones debiese vivir aquello— resolvió — Lo siento, no sabes cuanto lo siento Perséfone.

Besó mi frente y enredó sus brazos en los míos.

Cuando nos apartamos estábamos a escasos centímetros de distancia.

Pude percibir su respiración y la expectación. Él esperaba que yo tomase la iniciativa, sin embargo me alejé.

Fuí quien se apartó y desvió la mirada esta vez.

No quería que me quisiera por lo que había vivido.

Quería que me quisiera por lo que era aunque fuera difícil, prácticamente imposible.

—No necesitas disculparte. Tú me rescataste después de todo lo que hice contigo —aclaré —Soy yo quien debería disculparse .....

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