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El corazón me latía de forma golpeada y abismante debido a la adrenalina que sentía en ese momento. Estar en el tejado del ministerio a la espera de hallar el mejor instante para el ataque me causaba nerviosismo.

—¿Cuándo vas a dignarte a hacer la misión que nuestro señor te encomendó? — La voz rasposa de Yaxley resonó en mi espalda—.Creo que el señor tenebroso se equivocó en dejarte a cargo de esto. Tal vez no tienes el valor para hacer la emboscada que se requiere en esta ocasión.

Me volví con rapidez y lo tomé por el cuello. Los demás se sobresaltaron al notar la agilidad con la que me moví y le hice una encerrona entre un muro. Sus ojos asustadizos me observaron con algo de desesperación y ansias porque le soltara.

—Nunca más te atrevas a decir que soy incapaz— le susurré—Aquí las órdenes las doy yo, pues estoy a 
cargo te guste o no. Yo diré cómo y cuando bajaremos de aquí, yo daré las instrucciones y al que le desagrade pues puede volver a meter su trasero a la Mansión Malfoy para mamarsela al señor tenebroso o para lamer el piso por donde camina ¿Me haz oído?

Lo solté con fuerza y después volví a la posición donde había estado observando cómo entraban y salían los magos. Tenía todo en la mente, el ministro había viajado a la Madriguera y hubiera sido sumamente fácil haberlo capturado allí, no obstante no quería arruinar del todo la boda.

Daría tiempo para que ella dijera los hermosos votos matrimoniales que sabía que diría junto a Bill Weasley. Así podría interceptar al ministro junto a sus funcionarios y desatar el caos a vista y presencia de todos. Necesitaba testigos para después poder hablar del hecho con Lord Voldemort.

Observé cuando los aurores hicieron su regreso en conjunto al ministro. Sonreí al notar lo ingenuos que eran, creían que podían tenerlo todo cubierto y no tenían idea de que una horda de mortífagos les caería encima en unos minutos.

—A lo que ellos entren, atacaremos— les siseé— No quiero ninguna equivocación, si es que esto no resulta, yo misma les voy a arrancar la cabeza; imbéciles— amenacé.

Agudizé la mirada y tomé la varita con fuerza entre las manos. Observé a los que me acompañaban y con un gesto que hice con mi cabeza les dejé claro que era hora de actuar. Unas diez hileras de bruma negra zurcaron el cielo, éramos bastante evidentes, pero a veces los magos eran unos incompetentes y no iban un paso adelante.

El lado tenebroso por lo general siempre iba un paso adelante y no aprendían. No tenían cómo saber lo que estaba a punto de generarse hasta ahora, no sabían que después vendría caos, que miles de nosotros morirían, que la vida de bastantes magos estaban en riesgo y que la guerra no acabaría bien.

Era hora de divertirse.

Al hacer volar la puerta de entrada al edificio mágico, los gritos de todos quienes allí estaban se sintieron de inmediato. A pesar de que todos eran un grupo de magos sin mayor talento sembraban el miedo, el sólo saber que habían mortífagos cerca provocaba terror en las personas; las hacía querer huír.

Pero yo no haría algo tan poco valorable como asesinar magos. Eso quedaba para los que venían conmigo que se divertían con cosas simples como pelear entre ellos. Al menos esperaba que me cubrieran hasta llegar a donde se debía de ocultar el ministro en ocasiones como esta. No creía que él saliera a enfrentarnos, claramente se ocultaría debajo del escritorio.

—¡Rosier, por allí! —me gritó Dollohov. —¡Debe ser por ahí!—indicó con un dedo una escalera de caracol que conducía a un piso que no conectaba con las chimeneas.

Me convertí en bruma negra mientras  avanzaba entre los hechizos que me lanzaban los aurores que trataban de evitar que llegara hasta donde estaba Screamgeour. Probablemente sabían que esta era la jugada que estaba teniendo el señor tenebroso para tomar el control del ministerio de magia.

Un grupo de cinco aurores trataron de reducirme pero los pude aturdir fácilmente. La magia oscura era más poderosa, el andar por allí convertida en un halo de oscuridad me daba ventaja ante cualquier mago que quisiera enfrentarme, por lo que en ese instante aunque trataran de atacarme y detenerme no lo conseguirían.

Descendí rápidamente por donde creía que llegaría al lugar; al sitio donde debía de estar la oficina del ministro, resguardada bajo siete llaves, en el último de los subterráneos, porque claramente el heraldo del mundo mágico tenía que estar resguardado de cualquier fuerza del mal que quisiera atacarlo.

Ministro —hablé con seguridad y pude notar que no me esperaba— Lamento tener que encontrarnos en estas circunstancias, me hubiera gustado haber charlado de otras cosas con usted, pero debo hacer mi trabajo.

—No será tan fácil—susurró y tomó la varita.

No podía quedarme a hacer drama o a entregar un show digno de los que a mí me agradaban. No tenía tiempo si es que quería alcanzar a verle en el matrimonio antes de que todos huyeran pos nuestro ataque.

No podía esperarme, si daban la alerta antes de que nosotros llegasemos tendría que evacuar. Y ahí me quedaría con todas las ganas, ahí me quedaría con todo lo que había hecho para poder reencontrarme con él.

Lanzó hechizos por doquier sin embargo me convertí en bruma y de forma rauda me puse en su espalda. Rufus Screamgeour no tenía la culpa de ser el monigote de turno, pero era hora de matarlo. Lo haría sin dolor, después de todo no era su responsabilidad, osea sí, pero era cosa del señor oscuro, podría haber sido cualquiera a cargo del ministerio en ese instante.

Sin pensarlo dos veces saqué el cuchillo que llevaba en mi túnica y corté su garganta en profundidad. No quería que se ahogar a aunque fueran segundos. Sería inmediato, él no debía sufrir sólo por capricho.

—¿Mírate, veo que estás lista?

—No me estorbes, Yaxley—declaré y en ese instante salí de la ventana donde me hallaba y convertida en bruma negra avancé a toda velocidad hasta el techo del edificio.

Quizás no había escogido ser mortífaga por mi voluntad, libremente y servir al señor tenebroso porque fuera mi meta en la vida. Pero la sensación de poder que sentí al lanzar la marca tenebrosa al cielo fue inexplicable. 

—¡Morsmordre! —conjuré y la marca tenebroso yació en el cielo. Era cosa de tiempo que los demás aurores se dieran cuenta y comenzaran a aparecer en el lugar de los hechos.

Tal vez nacíamos buenos o malos, quizás siempre hubo algo oscuro en mi interior, pues si bien había tenido que cometer actos condenables , no me arrepentía en lo más mínimo de haberlos realizado. Lo más seguro era que en mi interior siempre había habido algo oscuro, algo que debió haberse reprimido y que salió con toda la fuerza cuando tuvo oportunidad. 

Era imparable, no había forma de contener aquel poder y aquella fuerza que emanaba de mí. Sabía que si existía el cielo o el infierno después de la muerte, yo me iría a la segunda opción, pero jamás había cambiado mi esencia, jamás dejé de ser quien fuí y tampoco me arrepentía de aquello. 

Disfrutaba de lo que podía llegar a lograr para salir adelante y hacerme espacio dentro de este mundo cruel e injusto que te arrebataba lo que más quería. El mundo es un lugar tóxico, cruel y despiadado y tuve que aprender a serlo para sobrevivir y no por eso justifico mis malas acciones. Pero las vivencias marcan y poco a poco vas mezclándote y haciendo mimetizaciones con quienes tienes cerca. 

Ahora me sentía maravillada por lo que acababa de hacer, la adrenalina recorría mi cuerpo y antes de ser atrapada desaparecí y volví a aparecer en el Callejón donde habíamos quedado de reencontrarnos con mis compañeros después del ataque. 

—Atraparon a Goyle— comentó Antonin cuando apareció—Y también a Pucey, supongo que van a sobrevivir. 

—Obviamente, ahora tenemos el control del ministerio, ya dí el aviso a Pius y a Dolores; Roncourn cerraría las puertas y comenzaría con la caza de traidores a la sangre y los que se hacen pasar por magos cuando no tienen ni pizca de sangre mágica— escupí con una sonrisa—Ahora debemos de reunir al resto, a los que estaban en el Callejón Knockturn, tenemos que ir a nuestra próxima parada. 

Me quité la máscara por unos momentos, necesitaba respirar por unos instantes oxígeno y llenar mis pulmones antes de volver a convertirme en bruma oscura. Ahora probablemente me sometiera a la acción más arriesgada que me podría enfrentar. Debía guiar a los mortífagos a una cueva de aurores y colaboradores de la Orden de Fénix.  

—Rosier ¿Estás lista?

—No quiero más bajas, hubiera sido ideal que todos hubiésemos salido ilesos de aquella emboscada que no tendría que haberles significado mayor trabajo. Seguramente saben que ahora nos dirigimos a Devon, por lo que tienen órdenes de capturar e interrogar a cada asistente de esa boda— les indiqué de forma seria— Todos allí deben de haber tenido contacto con Harry Potter, no es seguro que le encontremos pero si llegan a verlo deben llamar al señor tenebroso de inmediato antes de que huya. Se quedarán allí hasta que alguien les de información valiosa—sopesé—Usarán el cruciatus de ser necesario y pobre del que piense que puede ir a Azkaban antes de desaprovechar la oportunidad ¿Me han oído?

Asintieron y todos se colocaron las máscaras. 

—Los quiero con las varitas en mano, esto debe ser un ataque inmediato, ya que no será sorpresa. Estoy segura de que ya deben estarnos esperando o de lo contrario, huyendo. Cualquier miembro de la Orden es valioso, cualquiera nos puede ayudar a dar con el paradero del indeseable, el traidor y la asquerosa impura— aclaré— Todos los conocen; vamos, esta es nuestra última parada. 

Coloqué una cinta sutil de color rojo en mi muñeca, un listón que antes solía llevar en el cabello. Lo había llevado en el bolsillo y ahora era el momento de usarlo.

Desaparecí y de inmediato mi corazón dio un brinco. Llevaba los tendones tensos y los músculos contraídos por la conmoción. Yo había visto la madriguera en los recuerdos de George y me sentí un poco culpable por haber usado aquello en su contra ahora. Pero era la única manera que tenía para llegar allí, para demostrarle al señor tenebroso que estaba de su lado totalmente. 

La manera que tenía para que dejara de estar tras de mí. Lo había estado y yo ni cuenta me había dado por estar al acecho de Avery.

—Ataquen ahora—susurré al momento de dejarnos caer en la carpa donde habían cientos de personas que trataban de huír. 

En ese momento me desentendí de la misión que supuestamente llevaba encargada. 

Yo tenía mi propia misión. 

Una que parecería tonta a los ojos de cualquier bruja o mago realmente comprometido con una causa. 

¿Cómo podrías estar pensando en otra cosa que no fuera la batalla o la guerra en ese instante?

Los hechizos comenzaron a salir disparados por todas partes, lancé maldiciones todo lo que pude y logré aturdir a varios personajes que trataron de atacarme en medio de mi búsqueda. Noté cómo un grupo de mis compañeros trataron de atacar a Fleur, pero de inmediato lancé una explosión hacia el candelabro que colgaba en medio del salón para disipar la actividad en contra de ella. Ya tendría que pedirle perdón por el hecho de haber llegado a arruinar su boda. Tenía la sensación de que no éramos los únicos que estaban atacando en ese instante, pero tampoco pude cerciorarme de ello. George estaba lanzando hechizos en la dirección donde yo iba moviéndome entre los invitados que a ese paso ya se habían quedado para enfrentarnos.

Había oído los rumores de lo que había sucedido en la batalla donde habían tratado de emboscar a Potter. Había escuchado que le lanzaron una maldición que le había arrebatado una oreja y pude darme cuenta de que así lo era. Tuve una punzada de culpabilidad, el bando por el que ahora estaba peleando era capaz de cosas atroces, peores que aquella, George no tenía la culpa de nada de lo que estaba pasando en este salón, sólo el hecho de estar involucrado con Harry Potter lo hacía merecedor de ser perseguido.

Me distraje por un segundo y alguien me tiró de forma brusca. 

—¡Aquí tengo a uno!— gritó Fred, sabía que era él debido a que tenía ambas orejas y no llevaba una estúpida marca— Vamos a sacarte la máscara para saber cuál de todos los asquerosos mortífagos osaron a pisar nuestra casa. 

Le golpeé y de inmediato saqué la varita para lanzarle un hechizo, pero antes de que pudiera hacerlo, alguien más ya lo había hecho. Fred salió volando por los aires, pasando inadvertido en el caos que allí había. 

Aquellos ojos negros me observaron con apremio y exaltación. 

Aquellos ojos negros de inmediato me ofrecieron una mano. 

Mano que tomé en menos de una fracción de segundo para desaparecer. 

Mi cometido se había cumplido. 

No me interesaba que ellos dijeran que les había abandonado. 

Al menos había podido volver a él. 

A aquellos ojos negros que siempre quisieron rescatarme.

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