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La Mansión Avery se llenó de aurores en cuanto yo misma les hice el llamado. El ambiente de tensión y recelo se podía sentir en el lugar.
Mi expresión fría y totalmente carente de emociones me ayudó para poder afrontar las decenas de preguntas que los funcionarios del ministerio comenzaron a hacerme.
—¿A qué hora lo encontró?—me preguntó la mujer que estaba llevando a cabo la investigación. La madre de Gaspar no podía creer que este se hubiera quitado la vida.
Analicé muy bien mi respuesta, debía evitar al máximo las contradicciones puesto que de ser así me pondría en evidencia.
— Anoche fui a realizar una visita y al volver ya estaba muerto— contesté de forma escueta.
—Según la información dada por sus suegros, mencionaron que estuvo inubicable durante aproximadamente un mes ¿Dónde estaba? ¿Por qué se fue tan repentinamente?
Ellos lógicamente que apuntaban su investigación hacia mí y evidentemente estaban en lo cierto, no obstante había sido cuidadosa.
—Teníamos demasiadas discusiones—resoplé—Me tenía harta y decidí irme antes de ser yo quien le asesinara —contesté con franqueza —Mi familia tiene una casa de campo en los límites de Irlanda, estuve quedándome allí.
—¿Qué hizo durante ese tiempo?
—Estuve sola, me dediqué a despejarme ¿Por qué?
—¿Qué clase de problemas habían tenido antes de que usted se fuera?
—Pues teníamos problemas matrimoniales bastante intensos, nos casamos por interés, como todos aquí en el mundo mágico y no teníamos buena convivencia en ningún aspecto, era realmente agotador, el marido que nadie quiere tener en realidad.
—¿Por qué volvió? ¿Acaso tenía algún interés de por medio?
Comencé a hartarme, no era que no supiera que sería así. Pero las constantes preguntas reiterativas me cansaban.
—Le he contestado esto al menos unas diez veces— espeté— Volví porque desde que me casé esta es mi casa y sólo me fui porque estaba harta de la convivencia ¿Soy culpable por eso acaso? Durante la semana que alcancé a estar con él no percibí nada inusual, siempre fue paranoico y molesto; realmente no noté nada que indicará que quería suicidarse.
Oh sí, no me haría responsable de tu muerte ante el ministerio, mi difunto esposo.
Todos sabíamos que si no acababa contigo tú terminarías con tu vida tarde o temprano, así que ¿por qué no usarlo ahora?
La auror me observó con detención, claramente sabía que éramos una familia de mortífagos, no obstante eso no era un crimen si no tenían pruebas en nuestra contra de algún ilícito y no tenía ninguna orden que expresara que debía declarar sobre aquella situación.
—Señora Avery. . .
—Rosier—le interrumpí —No cambié mi apellido al casarme.
—Señora Rosier, esta es la última vez que se lo preguntaré ¿Podría relatarme nuevamente los hechos de aquella noche?
Suspiré, no entendía cómo tenía tanta paciencia.
—Llegué y me dispuse a esperar la cena, recuerdo que había humus de verduras y filete —señalé con mi perfecta postura serena—Él volvió luego de hacer sus diligencias correspondientes y cenamos juntos a eso de las nueve aproximadamente —los detalles eran importantes, tenía que mencionar lo que había hecho las otras veces, eso era lo primordial. —Estaba cansado, tenía una expresión ida, no habló mucho durante la cena, jamás lo hacía, no obstante esta ocasión fue más notoria que las anteriores.
—¿Qué hizo usted después de la cena?
—Fui a ver a mi mejor amiga, estuvimos en una plaza cercana a donde ella vivirá, pues está ejecutando los preparativos de su boda.
—¿Y a qué hora estuvo de vuelta en casa?
— Estuve en casa aproximadamente a las doce y media de la noche, estuvimos incomunicadas durante mi viaje por lo que me quedé un rato considerable.
—¿Y cómo fue cuando lo encontró?
—Pensé que no estaba en casa, solía frecuentar lugares en la noche y volvía a eso de las tres de la madrugada— acoté—Creí que estaba en eso cuando fui darme un baño y le encontré.
La bruja y el mago que estaban en la sala donde me interrogaron se dieron una mirada sugerente. Ya me habían interrogado muchas veces y sabían que no podían seguir haciéndolo si no hallaban algo que me incriminara directamente.
Y me había dedicado a esconder mi crimen de una manera perfecta. El crimen perfecto puede lograrse siendo calculador, ingenioso y perfeccionista, no dejando fuera nada que pueda delatarte y en ese momento tenía todo cubierto.
Ellos jamás se enterarían que fui yo quien hizo levitar el cuerpo hasta el segundo piso para que llegara al baño, tampoco sabrían que me metí en la bañera junto a él, posicionándome detrás del cuerpo; todo esto con el fin de hacer el corte en un ángulo perfecto.
En un ángulo donde se creyera que había sido él quien lo había hecho. No se enterarían que fui yo quien le quitó las prendas para dejarlas en la posición que el solía hacerlo. Tampoco sabrían que quité mis huellas de forma inteligente, que eliminé cualquier producto que hubiera estado en contacto con el veneno, me deshice de los frascos y de cualquier preparación que pudiera inculparme.
—¿Y los elfos domésticos? Se sabía claramente que el fallecido tenía bastantes criaturas mágicas bajo su dominio y que no les trataba bien ¿Alguno podría ser responsable del deceso del mago?
Si no era yo, claramente se debía hallar un culpable, al menos fui precavida en ese aspecto.
—Los elfos no están en casa, estábamos re modelando y los enviamos fuera, se ponían a insistir en ayudar y es más el estorbo que generan más que cualquier otra cosa, detesto a esas alimañas. Vuelven hoy, si quiere puede quedarse a interrogarles— anuncié con desdén.
El auror fijó sus ojos en mí de forma incisiva, con forma audaz, con una mirada que buscaba doblegarme. No obstante allí estaba yo, con una taza de té en las manos y controlando todos los impulsos para seguir con el teatro en el que se había convertido la muerte de Gaspar.
Ambos se observaron y trataron de seguir buscando en qué indagar.
—Nos hemos dado cuenta de que su esposo era portador de la marca tenebrosa ¿Cree que estuvo involucrado en alguna misión que no pudo cumplir y que debido a eso se quitó la vida?
Suspiré y me quedé pensando unos momentos. Esa era una pregunta de la que podrían sacar más información. Ser mortífago era ilegal hasta ahora, no después de que Voldemort tomara el control del ministerio de magia, no obstante ahora podía ser perfectamente culpada por conspiración.
—Lo que Avery hiciera o en las cosas que estuviera involucrado no eran de mi incumbencia— murmuré— ¿Qué le hace pensar que él me contaba las cosas que para él eran importantes? Después de todo, soy sólo una mujer que complica las cosas ¿Usted le cuenta las cosas de su trabajo a su esposa?
—No ha contestado a la pregunta, señora Rosier— interrumpió la mujer.
—No, no sé el motivo por el que lo hizo— recalqué regalándoles palabras envenenadas —Sin embargo como también he dicho, las cosas estarán mejor sin él en el mundo.
No quedaba nada más que decir y nada más que hacer. Sabían que sin pruebas contundentes no podían ir más allá. No se habían utilizado métodos mágicos para su asesinato, por lo que sería imposible llevar la investigación más allá.
Sabían que quizás alguien estaba detrás de esto, no obstante no tenían cómo probarlo.
—Bien señora Rosier, si necesitamos de más testimonios volveremos a venir —aseguró —Pueden gestionar el funeral del señor Avery, pero si llegamos a encontrar alguna pista de que no ha sido un suicidio y alguien está involucrado con su muerte, le informo de inmediato que tendremos que exhumar el cadáver y hacer las pericias correspondientes —La bruja me observó con recelo.
—Gracias por su trabajo— declaré con algo de ironía —Los acompaño a la puerta.
Cuando les ví alejarse por los jardines, cerré la puerta principal, los demás aurores se llevarían el cuerpo de Avery y gestionarían su entierro en el lugar determinado por los padres de él.
Fue inevitable sentir una sensación de alivio y de felicidad.
Sí, me sentía feliz por la muerte de ese desgraciado y tenía que contenerme para poder disimularlo.
No obstante en la soledad de la casa, caminé por el salón y me dejé caer en él, puse mis pies con actitud relajada sobre la mesa decorativa. Ya podía imaginarme los tabloides ingleses a la mañana siguiente o es más, en unas horas «la nueva viuda negra del mundo mágico»
No había forma real en la que pudiera disimular mi felicidad.
Sobre todo si su muerte serviría para mantenerme con vida.
***
—Le doy mis condolencias, señora Rosier.
Bastantes personas del círculo cercano a los mortífagos y antiguos compañeros de Slytherin habían asistido al funeral.
Me sentía como una reina sentada en el trono luego de haber asesinado al rey. Todos llegaban y antes de ir a hacer el ridículo ritual de ver al fallecido, iban a darme las condolencias.
Que ironía.
Darle condolencias a alguien que no las quiere, ni las necesita y que menos las siente.
—Al menos deberías colocarte gafas oscuras para simular que nada de esto te importa —dijo mi padre que se agachó a susurrarme al oído.
Tuve que contener el impulso de lanzar una carcajada explosiva ante semejante disparate. No respondí y continué en la dinámica de observar a todos como si estuvieran siendo parte de una obra de teatro.
Gaspar Avery había sido muchas cosas en su vida. Ninguna positiva claramente. Quién pensaría que después de muerto sería tan útil, porque de cierta forma su muerte significaba mi triunfo, estar a salvo, anticiparme a los hechos que sabría podían ocurrir.
Mantuve silencio cuando hablaron en su ceremonia y una expresión totalmente inerte, no me interesaba fingir interés o mostrarme afectada por su fallecimiento. Estaba más concentrada en lograr la manera en que el señor tenebroso entrara al ministerio y con eso mostrar mi participación dentro de sus filas, lo que me tendría fuera de sus sospechas.
Obviamente huiría en cuando pudiera de sus garras.
No obstante tenía que hacer algo bueno antes de largarme, de lo contrario lo tendría pisandome los talones siempre.
El cielo se cubrió y las sempiternas nubes crearon el escenario ideal para un suceso oscuro y perverso. El aire se enfrió y se podía notar que no habría ninguna estrella en el firmamento esa noche.
Pude ver como el féretro descendía los tres metros bajo tierra y pensé en mi siguiente paso a seguir.
Me costaría trabajo, pero era parte importante.
No podía no hacerlo, era la oportunidad que estuve esperando desde que nos unimos en santo vínculo del matrimonio.
Cuando los asistentes empezaron a irse me quedé en silencio y sentada inmóvil a la espera de que todos fueran vaciando el cementerio. Mi cerebro comenzó a trabajar a mil por hora pues sabía muy bien las implicancias de mis actos.
—Ama, es hora de irnos—observé los ojos grandes de mi elfina.
—Tengo que quedarme, Nimby.
Ella se estremeció pero después asintió y tragó seco.
—¿Necesita algo más?
—Sólo que te asegures que no haya nadie en este lugar, sabes a qué me refiero.
Pasaron algunas horas y cuando la luna estuvo en su punto más alto me coloqué de pie y saqué la varita.
—Aparecium —susurré.
Una pala apareció ante mí y flotó mientras me quitaba el abrigo y los tacones, además de los guantes.
—Lumos.
Los cementerios eran lugares que escondían miles de secretos. La muerte rondaba a la vuelta de la esquina en todo momento. Los cementerios estaban vacíos y a la vez repletos.
La lluvia comenzó a hacer lo suyo y empezó a empapar el suelo, generando lodo. Tomé la pala entre mis manos y empecé a cavar.
¿Este sería otro secreto a la larga lista de las cosas que veían las tumbas de concreto y mármol?
—¿Quién pensaría que después de muerto harías algo útil, Avery? —dije en voz alta.
Nadie contestó, lo único que podía escuchar era el ulular de las lechuzas y el cantar demoníaco de los cuervos.
No podía haber mejor escenario para mi obra de teatro.
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