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Alerta: El capítulo narrado a continuación, posee contenido sensible.
Se recomienda discreción.

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Me sentía terrible porque sabía lo que me sucedía y tenía que terminarlo lo antes posible.

Habían pasado dos meses aproximadamente desde la boda y nunca en mi vida había sentido la soledad golpearme de esa manera. Nunca añoré la compañía de alguien, jamás. Sin embargo ahora sentía que estaba en un pozo que jamás terminaba, que siempre se hacía algo más profundo y que no había nadie que me lanzara la varita dentro como para hacer algo para subir.

Todo este tiempo se había resumido a hacernos la vida miserable, tanto de Avery para mí y de mí hacia él. No obstante a veces sentía que él iba ganando la batalla en muchos sentidos. Estaba siendo una prisionera prácticamente, salía muy poco y eran mínimas las personas que podían venir aquí. Mis padres solían acercarse a realizar las típicas reuniones fastidiosas que había empezado a detestar con todas mis fuerzas, Félix venía a veces cuando el tiempo lo permitía y Daphne aún estaba en la escuela, por lo que realmente estaba sola.

Mi correspondencia había sido restringida en todas las maneras posibles. El imbécil de mi esposo creía que podía escribirme con Viktor, si supiera lo que sucedió antes de la boda, la figura de él no le preocuparía en lo más mínimo.

Por lo que mi tiempo libre era ilimitado y eso me estaba desesperando en sobremanera. Tener tanto tiempo para pensar no era bueno, salían todos los fantasmas y demonios a dar vueltas y a rondar por las paredes. Quizás me estaba volviendo algo loca y una estadía en el sanatorio no estaría mal; sin embargo necesitaba estar lúcida y fuerte para todas las cosas que necesitaba hacer en la Mansión Avery y de paso hacer que mi estadía fuera corta.

Cada mañana me sentaba en la punta de la mesa, mirando de frente a Gaspar desayunar, creyéndose el amo del mundo. Si tan sólo supiera todos los insultos y desastres para él que pasaban por mi mente andaría con más cuidado.

¿La locura se heredaba o iba naciendo poco a poco en nuestro interior?

Porque al menos sentía cada día con más fuerza, un impulso interior que quería que acabara con el de una vez por todas sin piedad. Azkaban no sería tan malo si en la Tierra él ya no tuviera su maldita presencia.

Pero no, tenía que antes hacer cosas por mí, antes de acabar con él debía cobrarme de ciertas situaciones que lamentablemente no había podido evitar, o tal vez sí; pero de las que ya no podía quejarme.

Todas las decisiones traían un daño colateral, eso nunca podía preveerse; nunca podía su quiera imaginarse y cuando uno se percataba de su existencia era demasiado tarde como para haberlo evitado, de modo que se debía actuar antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Qué harás hoy? —me preguntó Gaspar desde el otro lado de la mesa.

—Nada que a tí te interese —respondí mientras mis ojos leían el periódico. —Te pido que no finjas preocupación hacia mí —rebatí sin mirarle —No te queda el papel de buen esposo.

Siempre le contestaba de la misma manera, era como si su sola presencia me irritara y provocara un odio justificado totalmente. Nunca me había gustado culpar al resto de todas las cosas que sucedían en la vida, pero él era el culpable de todos y cada uno de los desastres que estaba viviendo ahora.

—Haz lo que quieras—replicó —Sólo te pido que si sales lo hagas con la elfina, no puedes salir sola; menos en este tiempo.

Sonreí con ironía, no sabía que tenía escondida una veta de preocupación y cariño hacia las personas a quienes dañaba. No necesitaba que él me cuidase o fingiera amor o algo por el estilo. Los dos sabíamos lo que implicaba este matrimonio y el amor no estaba en el contrato por ninguna parte.

—Sólo vete, así me dejas tranquila —señalé mientras se limpiaba con la servilleta, antes de que replicara algo me levanté en dirección a las escaleras —Y sí, saldré y en el caso de que me veas por allí no hagas amago de acercarte.

Me encerré en la habitación y me dirigí al armario para escoger las prendas que usaría. Hace tiempo que no salía si quiera a dar un paseo, pero ahora las circunstancias lo ameritaban apremiantemente, me dí una ducha y cuando estaba dentro escuché el sonido de la aparición indicando que Avery ya se había ido, por lo que pude relajarme y tomarme mi tiempo.

Nimby ¿Puedes venir por favor? —le llamé por lo alto.

Ella apareció dentro del baño algo desorientada porque no solía llamarla cuando me encerraba en la habitación. Al principio ella solía merodear cerca, aunque no me lo dijera ella pensaba que iba a suicidarme, podía verlo en sus ojos, hasta que tuve que decirle que no le daría esa satisfacción a Gaspar.

Ama, dígame qué sucede.

—Necesito que te alistes, que busques una bolsa y le apliques un hechizo indetectable de extensión; iremos al mundo muggle y compraremos bastantes cosas que necesito.

Ella entendió de inmediato el porqué había que ir al mundo muggle.

—¿Qué tipo de cosas, Ama?

—Clandestinas, Nimby— contesté—Así que espero que sepas a donde ir o estoy perdida.

Ella asintió y desapareció.

Respiré profundo y comencé a vestirme rápidamente. Esta situación no podía salirse de control y mucho menos pasar por el conocimiento de nadie que pudiera destruir mis intenciones. Cualquier intruso podría juzgarme y eso podría ponerme en jaque.

De cierta forma Nimby era lo único que tenía, el único ser que había sido leal conmigo a pesar de todo lo que hacía. De no ser por ella estaría completamente loca o probablemente muerta, era difícil estar en un mundo que solía estar en tu contra y se esmeraba en hacerte caer cada vez que le era posible.

Una vez lista bajé a la sala nuevamente y la elfina me observó.

—Otra cosa Nimby ¿Tienes algún lugar que sea tuyo y que no conozca nadie?

—¿En qué sentido, Ama?

—Después de ir a las compras necesito de un lugar apartado y donde tendré que estar sola —comenté —No puedes ir conmigo porque sería exponerte a una incomoda situación en caso de que me descubran.

Pude ver sus ojos perturbados y algo tristes. Era demasiado buena para su propio bien.

—Sí, pero no creo poder dejarla sola— susurró —No tiene que preocuparse por mí, usted sabe que estaré allí siempre, para lo que necesite.

Sonreí y no dije nada más, tendría que pensar en la forma que fuera necesaria para que ella me dejara y así poder hacer todo sin necesidad de involucrarla en nada.

—Creo que es hora.

Su mano delgada y huesuda tomó la mía y de pronto habíamos desaparecido más rápido que en una aparición normal. Los elfos tenían muchas capacidades que como humanos jamás podríamos llegar a desarrollar ni en sueños, por eso habían sido sometidos, para no permitir que su poder fuera a volverse en contra de los magos.

No tardamos ni diez segundos en estar afuera de un sitio oscuro, lúgubre y horrendo. Los pasajes eran antiguos y húmedos, un lugar perfecto para la decadencia o de lleno para ir a ocultar un cadáver en uno de los basureros repletos de desperdicios que allí se encontraban. Tuve que taparme la nariz porque realmente olía mal y las náuseas se hicieron presentes.

—Es aquí.

—¿Dónde estamos?

—Cerca del Callejón Knockturn pero en el mundo muggle, estamos en la parte más decadente de Londres— siseó —Es allí, sea breve Ama; por favor —me suplicó.

De inmediato fue a ocultarse detrás de uno de los contenedores. La gente caminaba por allí muy a lo lejos, pero tampoco podía arriesgarse a que la vieran; eso sí que nos metería en un problema aunque fuera un horripilante sitio alejado de la mano del Dios que creían los muggles.

Mis pasos se dirigieron a la tienda que había frente a mí, al entrar sonó una campanilla que chirrió de forma tenebrosa. Esta perfectamente podría ser la guarida del señor tenebroso si estuviera en el mundo mágico. Los pasillos y escaparates estaban llenos de artilugios que desconocía totalmente y que no tenía interés en conocer en realidad.

—¿En qué puedo ayudarte?

La voz de una mujer vieja y canosa salió de detrás de unas escaleras. Era realmente escalofriante; sin embargo había visto cosas y personas más terribles que ella.

¿Realmente no era una bruja?

Necesito hierbas —siseé, percatándome de que no hubiera nadie más en el local —Alhelí, ruda y tubérculos de borraja, también quiero una bolsa de orégano en polvo— pedí.

La mujer se esforzó en ver mis ojos pero en ningún momento me quité la capucha que llevaba en la cabeza con mi capa. Sonrió de forma insiciva, claramente sabía para que las quería. Sus pasos lentos se deslizaron detrás de los escaparates, era realmente misteriosa y tenebrosa.

Se demoró en traer todo y eso me dió tiempo de observar otros artículos que habían en su tienda. En el mundo de la magia no nos dedicabamos a hacer este tipo de conjuros o menesteres, sin embargo era evidente que tenía conocimiento en magia negra y que probablemente era una bruja satánica como iban las tradiciones de los muggles. Era una desterrada, un ser lleno de odio, el único que podía ayudarme en este momento.

—¿Qué es esto? —le pregunté al ver que volvía. Era un objeto que a simple vista sólo eran unos palos de madera atados con una lana negra.

—Eso es un mal deseo —contestó —Uno lo quemas con un papel donde escribes el mal deseo y a quien lo mandas y el otro lo metes entre las cosas del escogido —sonrió.

—¿Y funciona? —pregunté con algo de desconfianza.

—Claro, niña ¿Quieres uno?

Asentí y lo dejé en el mostrador, veríamos que tan efectivo era con Gaspar en unas horas más.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó con interés, no debía venir mucha gente que no se pusiera nerviosa ante su presencia.

Mis ojos se fueron a un pasillo mucho más oscuro, allí ella había ido a buscar lo que le pedí, probablemente habían más cosas que en un futuro podrían serme útiles.

—Acónito, ajenjo, anís —susurré—Adelfa y Cicuta.

La mujer se incomodó un poco pues su cuerpo se tensó. Me llevé al mostrador todos los frascos y los expuse ante ella.

—Los frascos no se venden.

—Pues tendrás que hacerlo si es que quieres el dinero —contesté con tono amenazante.

Poco a poco fue cediendo y guardando todo, probablemente tenía miedo de que la delatara en caso de que me descubrieran con esa compra nefasta y comprometedora.

—No puedes decir que compraste algo de eso aquí.

—Nadie me da órdenes ¿Acaso crees que soy estúpida? ¿Para qué tienes esta tienda si después te cargarás de miedo cuando alguien viene por tus artilugios? Ten —dejé mucho dinero sobre la mesa y ví cómo sus ojos se rejuvenecieron al notar que era claramente más del que me cobraría —Una cosa más.

Antes de reaccionara, la apunté con mi varita y un halo plateado salió de ella.

Obliviate.

No era ninguna tonta, tampoco iba a arriesgarme que alguien me rastreara y ella me describiera en caso de que mortífagos o el mismo Gaspar quisieran saber en qué estuve. No iba a permitir que ellos se enterasen de mis pasos.

Salí de la tienda y guardé todo en el bolso que Nimby había traído.

—¿Está lista?

—Sí, ahora llévame donde tu sabes.

Nuevamente desaparecimos y tardamos unos siete segundos en aparecer. Era un lugar en la costa, eso no era el mundo muggle; era un lugar al que jamás había ido.

—¿Es aquí donde vivías, Nimby?

—Mi familia vivía aquí y servía para aquella casa en ruinas —dijo apuntando—Antes de la rebelión de los elfos domésticos hace algunas décadas, desde allí fuimos llevados a la familia Rosier y desde entonces que servimos en su familia —explicó —La traje porque nadie viene allí, es la marca de que en algún momento los elfos se levantaron contra los magos y nadie quiere recordar aquello.

Asentí y caminamos lentamente hacia la gran casona que estaba entre las rocas. Era blanca y roída por los doxys, pero no dejaba de tener el aspecto señorial aún habiéndole pasado los años por encima. Olía a humedad y moho en el interior, era el lugar perfecto.

Me dispuse a colocar los frascos que necesitaba en ese momento para empezar a prepararlos. Sabía lo que tenía que hacer, Nimby se acercó para sentarse a mi lado, observó lo que eran y comenzó a mirarme con sus ojos sinceros y dolidos.

—Ama ¿Está segura de lo que quiere hacer? Puede que no resulte bien.

No hallé nada de juicios en sus dichos, sólo dolor ante todo lo que había tenido que vivir.

—Me arriesgaré, si no lo hago ahora no podré deshacerme de él —concluí —Si no resulta bien, pues obtendré lo que se supone que merezco.

—Por favor no me haga irme, déjeme quedarme en caso de que necesite algo.

—Necesito que vayas a casa y avises que estaré en casa de los Mulciber —le insté— La madre de Helena está muy mal y dije que iría a verla uno de estos días, no sale de casa y no habla con nadie por lo que nadie va a descubrir mi mentira —aclaré —Necesito que vayas a su casa y que le hagas crees que estuve allí y si quieres después puedes volver.

Ama.. .

—Estaré bien, Nimby —susurré —Ahora necesito que vayas a hacer lo que te pedí.

Desapareció después de dudar si hacerlo o no, pero el deseo de cumplir mis órdenes fue mayor. Estaba en su sistema.

Comencé a mezclar los ingredientes.

Desde hace semanas había notado que sentía náuseas en las mañanas y no tardé en percatarme de que me había embarazado. En ningún momento pasó por mi cabeza tenerlo.

¿Por qué querría hacerlo?

El hombre que era mi esposo me había chantajeado para casarnos, había abusado de mí en el primer momento que pudo y había sido tan cretino que no se había protegido.

Dentro de mi crecía una abominación que amenazaba con romper mi espíritu y toda la fortaleza que había construido para afrontar la mierda de vida que vivía. No dudé en mezclar todo y meterlo en mi interior, afrontaría lo que sucediera.

¿De qué me serviría tenerlo si no lo quería?

Solía leer las noticias e informarme sobre el tema, ahora tuve que recurrir a mis conocimientos porque claramente no podía hacerlo en el hospital. Y no, no lo entregaría a un orfanato, no viviría un embarazo ni gestaría nada que tuviera que ver con Avery. Si el se llegase a enterar de este embarazo querría obligarme a tenerlo para pintar la familia feliz a los medios y no estaba dispuesta a hacerlo.

Con el paso de las horas comencé a desangrarme y dolía.

Ese era el precio por atentar en contra de la naturaleza.

Ese era el precio que debían pagar las mujeres que se resistían a un evento no deseado.

Pero no me arrepentía.

Era mejor no ser madre si iba a ser una mala madre.

Porque jamás podría quererle, le despreciaría igual que a su padre y en el primer momento que tuviera le abandonaría. Esa no era vida, no formabas una familia sin amor o a base de maltrato. Quizás todos pensarían que no tenía sentimientos si sabían en algún momento.

Que cómo podría haberme desecho de algo que crecía dentro de mí sin sentir remordimiento.

No me importaba, había que aprender a ser egoístas en la vida para poder subsistir y yo lo estaba haciendo eliminando la semilla de Avery de mi interior.

Una parte de mí se sintió liberada a pesar del dolor que sentía.

Mi cabeza dolía y probablemente me desmayaría.

—Ama, he vuelto; estoy aquí.

Nimby cogió mi mano y yo la apreté.

No podía hacer más por ese momento.

Pero estaba decidiendo por mí misma.

Y aunque no resultara bien habría hecho algo para salvarme de un peor destino.

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