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El sonido de las olas era relajante, hace mucho tiempo que no estaba cerca del mar; la playa jamás había sido el lugar favorito de mi madre quien siempre había preferido el bullicio y la frivolidad de la ciudad a la hora de vacacionar. El mar siempre me había gustado, lo cambiante que llegaba a ser, como en algunos momentos podía traer tanta paz y de un instante a otro convertirse en un desastre que se llevaba todo a su paso; transmitir tanta seguridad y a la  misma vez tanta soledad. Respiré tratando de que mis pulmones se llenaran del oxígeno de Tinworth, ese que siempre le faltaba a Londres. 

Nunca en mi vida había estado en un lugar tan hermoso como solitario; sentía que el mundo podría estar aquí y desaparecer en menos de un segundo. Estaba tan lejano al viciado clima de la ciudad que ahora estaba cubierta con bruma y oscuridad.

— ¿Te ha gustado venir aquí? La verdad es que pude percibir el inmediato apremio de tu carta o de lo contrario no te hubieras molestado en escribirme—  mencionó George sentándose en la arena a mi lado — ¿Me dirás qué es lo que ha pasado?Debe haber sido grave para que creyeras que yo era la única persona en el mundo que podría hacerte escapar de la realidad.

Sus palabras fueron precisas porque eso fue lo que estaba buscando, escapar de la realidad, huír de mí misma y de la horrenda conspiración que se estaba armando a mi alrededor. George de cierta forma estaba fuera de todo en lo que mi familia estaba implicada y debía admitirlo; su forma de ser malditamente irritante y chispeante lograba que mis problemas dejaran de importar aunque fuera por un momento. 

— Ayer fue el funeral de Helena— susurré de una forma tan fría e inexpresiva que él tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que no estuviera delirando — La otra noche en la mansión Malfoy la .  .  .— No podía contarle a George realmente lo que había sucedido, eso sólo provocaría que los ojos se pusieran en mí y sí; otra vez era cómplice de una situación que terminó con alguien muerto —  Cayó por las escaleras en medio de una reunión clandestina y se quebró el cuello.

— Espera ¿Qué? ¿Puedes explicarme porqué esa noticia no la sabía nadie? No salió en ningún periódico.

Pues porque todos se cubren las espaldas y nadie declarará que antes de que cayera por las escaleras gritó por ayuda.

Todos éramos despreciables que  no diríamos nada en contra de Gaspar, ellos porque no querían estar en su contra. Yo porque desgraciadamente él era mi boleto a la libertad.

— No lo sé, sólo sucedió — Mis ojos de pronto se aguaron, hace tanto tiempo que no lloraba, que estaba reprimiendo todo lo que no podía salir en cualquier momento. Ni yo misma me permitía hacerlo, ni siquiera ayer en la que fue la despedida de la que durante años había sido mi mejor amiga me había permitido sentir por ella. 

—  Llora — me instó George, sacando de su bolsillo un pañuelo — Te ayudará, entiendo lo que sientes; después de todo, tú y ella durante muchos años fueron amigas, no sé realmente qué fue lo que las separó, pero entiendo tu dolor. 

— Avery — declaré, infiriendo también lo que en realidad había sucedido — Él fue quien nos alejó. 

Me observó sin entender mucho y posteriormente asintió al comprender. Por supuesto que no hablaría nada malo en contra de Helena; pues conociendo como era él realmente no querría insultar la memoria de alguien fallecido aunque hubiera sido la peor persona del mundo. Helena jamás le cayó en gracia y ella siempre le despreció; por lo que decidió guardar algunos minutos de silencio. 

— Eso no es tu culpa, Sefi; ella tomó sus decisiones y si no fueron las correctas ya no hay nada que pueda hacerse—  se aclaró la garganta y después se volvió para abrazarme. 

George era un ser humano bastante impredecible, ahora podía estarme consolando y después podría estar bromeando. Por lo que de verdad valoraba estos instantes en los que sus brazos me confortaban, agradecía el silencio de ese instante en el que no sabía cómo sentirme y por ende qué decir. 

— Entiendo entonces porqué me escribiste, honestamente pensé que no recordabas a Derek Hale— sonrió—  Me alegro que quisieras verme. 

Sus dedos tomaron mi mentón y su rostro se acercó para dejar un beso en mis pómulos, bajando después hacia mis labios. Su roce fue cálido, como si me estuviera conteniendo por la pérdida que tuve, la que no sabía que sería una hasta que sucedió. Su boca acarició la mía y su lengua fue tímida a la hora de explorar en mi interior, era como si me demostrara su sentir, su pesar y sus condolencias. Sus manos se aferraron a mi rostro y profundizó nuestro beso, haciéndome sentir más calmada cuando de repente una ola gigante llegó hasta el límite de donde nosotros estábamos, empapándonos claramente.

— ¡Mierda!— chillé y después la situación consiguió sacarme una larga carcajada. 

George por su parte se veía muy frustrado y molesto.

— Creo que olvidaste que a esta hora sube la marea, eh Weasley— le molesté. 

— Oh, Sefi ¿Siempre vas a ponerme en evidencia de esta manera?

— No sé cuál es tu problema con admitir que estás loco por mí, pelirrojo.

— Mi problema es que tú no quieres admitirlo, pelirroja.

Comenzamos a chapotear entre las olas y con mi varita empecé a controlar parte del oleaje para que llegara hasta él y consiguiera empaparlo. 

— Vaya, creo que ya pasó todo lo sentimental de hace algunos minutos, has vuelto a ser la misma de siempre — rió colocándose a la tarea de mojarla — Ríndete o pescarás una gripe. 

— Esos resfríos simplones sólo atacan a los sangre sucia; jamás me he resfriado. 

Las risas no se hicieron esperar y me persiguió entre las olas, nos lanzamos agua. Me tomó de un brazo para sumergirme debajo y no dejarme salir durante minutos hasta que pude lanzarlo también a él, logrando mi cometido de mojarlo por completo. 

— Vas a pagar por esto, Rosier. 

— No me interesa— reí—  Mi objetivo está cumplido totalmente. 

De cierta forma aquella situación me había hecho transportarme a cuando era niña, cuando ensuciaba mis vestidos con barro después de lanzarnoslo con mi hermano o cuando me tiraba de las colinas de césped con Daphne. La vida podía llegar a ser puramente diversión, podía reducirse a aquello, podía ser eterna en cinco minutos y disfrutar de algo tan estúpido como lo era aquello. Después de descansar en las rocas momentos después de nuestra travesura, apoyé mi cabeza en su hombro y él acarició mi cabello, esa sensación me gustaba, me relajaba de tal manera que podría dormirme en ese instante. 

— Creo que debemos entrar para que te seques, tienes todo ese culo mojado y no puedo permitir que tu escultural cuerpo vaya a enfermarse—  declaró—  Vamos, además es hora de cenar.

Cogí su mano y caminamos hacia la cabaña que estaba decorada con conchitas de mar y algunos moluscos sacados de la misma playa. El viento agitaba los móviles que habían creado supongo que los familiares de George que habían vivido allí. 

— Los muggles creen que esto puede alejar al mal— sonreí con ironía—  Una prueba más de que jamás saben a lo que se enfrentan. 

George negó con la cabeza y se fue directamente a prender la chimenea, jamás estaría de acuerdo con mis dichos en contra a ellos. 

— ¿Crees en algún momento que saber lo que va a pasar o tener todo el poder del mundo trae algún provecho?

— ¿Crees que no?

— Creo que no sirve de nada si es que estás solo en el mundo—  señaló entregándome ropa que asumo era de su hermana de una de las veces que se quedó allí. —Si pudiera escoger y compartirlo con los que amo tal vez la idea me sería atractiva, pero creo que no me agrada si puedo saber lo que sucede o cualquier mal que nos aceche si no puedo hacer nada al respecto y menos salvar a alguien, menos si no puedo salvar a quienes me importan— agregó en tono serio— Cámbiate, voy a encender el horno para que comamos.

Luego de cambiarme, disfrutamos de una enjundiosa cena, al parecer en casa de George estaban acostumbrados a servir tanta comida, tanta como para reventar y él no era la excepción a esa norma familiar. Sin embargo debía admitir que estaba delicioso todo lo que preparó, tenía que admitir que aquel día quedaría guardado en mi memoria siempre, a pesar de cualquier cosa que fuera a suceder después. 

— ¡No puedo creer que me haya perdido aquello!¡Merlín, ya imagino a Filch limpiando todo el desastre que dejaron con aquel pantano portátil! Y por supuesto puedo llegar a imaginar la cara de la perra de Dolores al verlo — sonreí con satisfacción — Dime¿Tu madre se tomó muy mal el que abandonaran la escuela? Asumo que como cualquier madre quiere un futuro brillante y con  un puesto importante.

—  Pues ya somos gerentes, no necesitamos de TIMO'S o EXTASIS — dijo con orgullo — Abriremos nuestra tienda de bromas, mañana abriremos Sortilegios Weasley — me contó y sacó un par de instantáneas que tenía guardadas en un cajón. 

Me las enseñó, observé un gran edificio que estaba en medio del Callejón Diagon; con una cabeza idéntica a la de ellos sobre el techo, que se sacaba un sombrero y de este salía un conejo. También había fotos de los interiores, este estaba repleto de todos los productos que durante años, Fred y él se habían dedicado a crear, no pude evitar sentir un tremendo orgullo y felicidad, al menos él era quien quería ser y eso era satisfactorio. 

Él era una buena persona que merecía todas las cosas que quisiera proponerse y si tener una tienda de bromas era su gran sueño, pues ya lo había cumplido; pues obviamente la tienda sería todo un éxito. 

— Esto es asombroso, George; enserio es genial ¿Todo lo han hecho ustedes?

— Pues sí, la gente necesita divertirse; sobre todo en tiempos como estos— recalcó.

Tiempos como estos, tiempos en los que la gente había comenzado a desaparecer, en la que los mortífagos sobrevolaban todo el día el cielo en busca de sus presas, en la que los carroñeros secuestraban chicas muggles.

— El callejón Diagon está repleto de mortífagos y de carroñeros.  .  .

— Oh, Sefi ¿No creerás que les temo a los capas negras? Porque te informo que una cosa es que no me gusten las artes oscuras, pero si tengo que batirme a duelo tengo las capacidades idóneas para vencerlos. 

No quise decirle que no, no quería que pensara que le estaba subestimando, pero claramente George no les conocía como yo lo hacía. Ellos serían capaces de desarmarlos en menos de cinco minutos y les torturarían en segundos si fueran directamente contra ellos. No era una cuestión de ser buen o mal duelista, todos quienes estaban en las sombras se nutrían de una especie de poder que se llevaba todo a su paso, que le consumía la luz al mundo y que era capaz de hacer lo que fuera con tal de conseguir lo que se proponían. 

George y su familia jamás serían de esa manera y la bondad en una instancia así sería su desventaja. 

Temí en ese momento que lo único que se me ocurrió hacer fue lanzarme a sus brazos y besarlo, besarlo como si mañana no fuese a existir. Mis labios buscaron los de él de forma exigente y él correspondió a la intensidad de ese momento. Nuestros cuerpos estaban separados debido a que cada uno estaba sentado en una silla diferente, pero él se las ingenió para quedar delante de mí. Esparció besos por mi cuello y durante un instante me dejé llevar y guiar por sus manos que paseaban por mi espalda y se acomodaron en mi cintura. 

No me percaté cuando sus brazos tomaron mi peso y me sentó sobre la mesa, haciéndose un espacio entre mis piernas; generando una inapropiada y provocadora situación entre nosotros. Nunca había sido tan tentadora la idea de quedarme allí y no pensar en las consecuencias de mis actos, sin embargo no podía pensar. George tenía sus hábiles labios en la unión de mis clavículas debajo de mi pecho.La sensación de sus labios y sus manos me hacía perder el control, él siempre me había hecho cuestionarme mis principios, mis creencias, siempre me había provocado a hacer cosas que eran incorrectas para mí. 

Jamás perdía el control sobre nada.

Él conseguía que soltara todo lo que yo ansiaba poseer y dominar. 

Deseé que sus labios besaran mi cuello y lo hicieron, dejando en mi interior un cosquilleo que hacía latir mi corazón más fuerte de lo normal. Cerré mis ojos esperándo poder dejarme ir.

Sin embargo algo pasó, las palabras de Félix se hicieron presentes en mi mente nuevamente. 

«. . . — Es momento de que hagamos algo por quienes nos importan ¿Permitirías que le sucediera algo a alguna persona que te importara?¿Permitirías que algo le sucediera a alguien por querer salvarte? Para eso prefiero arriesgarme yo, sé que puedo sobrevivir, en cambio sé que si Florence quisiera hacer algo no lo lograría; no la subestimo, sólo es la realidad. 

— ¿Por qué la escogiste entonces?

— No sabemos quienes van a ser parte de nuestro mundo, pero es nuestro deber apartarlos cuando sea necesario, sabes perfectamente que hay quienes jamás vivirían en un mundo como este, no resistirían. . .»

Eso me desconectó de la realidad y sin pensarlo mucho me hicieron apartar a George de la escena que estábamos provocando.

— ¿Qué pasa? ¿Todo está bien?

Asentí, sin embargo no podía permitirme esto, no ahora; lo sabía. 

Quizás después sería nuestro momento. 

Pero no podía permitir que él se implicara en algo así. 

Sabía que sentía algo por él, no obstante sabía que debía de protegerme para evitar así que las personas que me importaran salieran heridas. 

Él era una de ellas y no quería incluirlo en esto. 

— Sólo.  .  .— balbuceé—  Sólo es hora de que me vaya, en casa ya se preguntaran donde estoy. 

Eso no le convenció para nada, sin embargo asintió y tomó mis manos con las suyas.

— Quiero que tengas algo claro — farfulló— Si llego a enterarme que por una u otra razón tu vida está corriendo peligro, iré por tí.

Iba a protestar, más no me lo permitió. 

— No quiero que reclames, pero si percibo que algo podría llegar a salir mal para tí, buscaré la forma de hacerte libre, no tienes porque unirte a ellos; lo sabes, puedes decidir por tí misma; lo que tú quieres para tu vida. 

— No me imagino cómo podría hacer eso—  dije por fin. 

— Huyendo, huyendo conmigo. 

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