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—¡Es totalmente inaceptable! —chilló Dolores Umbridge una vez más mientras estaba sentada frente a ella con Ethan y Constance detrás mío —No puedo creer cómo una chiquilla pueda esmerarse tanto en desperdiciar su futuro.

La cara de mis padres iba desde el fastidio de Constance hasta la rabia de Ethan. Honestamente no me sentía mal por el hecho de haber sido expulsada, tenía lados buenos y malos; claramente eso quedaría en mi expediente de por vida al igual que el sin número de castigos que tuve a lo largo de mi escolaridad, sin mencionar también todos los problemas conductuales y con respetar a la autoridad que Umbridge agregaría, pero eso me evitaría dos meses de clases innecesarios, pues ya había dado mis exámenes que tenían que ser evaluados de igual manera.

—Tienen que hacer algo, está totalmente incontrolable; no negaré que tiene habilidades mágicas bastante prometedoras y cierta inteligencia —mencionó para bajarle el perfil a los méritos que conocía tener —Pero esos se ven terriblemente empañados por su pésima conducta, es contestadora, irrespetuosa y no tiene conciencia de los límites y el riesgo en el que pone a los demás.

—¿Tienes algo que decir, Perséfone? —me increpó mi madre al ver que mi expresión no denotaba arrepentimiento.

—Sí ¿A qué hora nos iremos a casa? ¿La elfina ya tiene mi cuarto preparado ?

Pude ver el repudio de mi padre y la mala cara de la Suma Inquisidora al escuchar mis escuálidas y sarcásticas palabras. De verdad que no me generaba tristeza el hecho de dejar Hogwarts, quizás un poco de nostalgia pero tarde o temprano dejaría la escuela este año y sólo sucedió un tiempo antes del predeterminado.

—Ethan, en estos casos tienes que colocar mano dura —le instó y mis ojos la observaron con todo el odio posible –como si mi padre no hiciera eso ya– pensé —Apenas viste estos actos de desafío deberías haberla enviado a Durmstrang, allí hubiera aprendido disciplina, no le habrían permitido ninguna de sus actitudes de niña caprichosa.

Rodé los ojos y hablé nuevamente.

—Pues siempre quise ir a Durmstrang, ellos no querían que fuera tan lejos por su vínculo ambivalente de apego y sobreprotección —murmuré— Espero que pueda tener ideas más creativas en otros entonces Suma Inquisidora y no que su puesto sea otorgado por sus gustos personales o por las preferencias que tienen por usted.

Su cara comenzó a cambiar de colores nuevamente y observó a mi padre. Si yo sabía de su amorío con el ministro es debido a que mi padre solía reírse de aquello.

—Vé por tus cosas y no te tardes, ya tendrás tiempo de hablar con tus compañeros en otro momento —me regañó —Sólo me haces perder tiempo y pasar vergüenza.

—Pues el sentimiento es mutuo, padre— murmuré antes de salir.

Daphne estaba allí esperándome y se lanzó a mis brazos como si fuésemos a separarnos por la eternidad más distante.

—¡No puedo creer aún que le hayas sacado su vida personal y después dejarla colgando en medio del pasillo!— declaró mientras caminábamos a la sala común, recibiendo miradas de todos los que nos topabamos, el tema de mi expulsión ya era de conocimiento público y no había quién no estuviera hablando de aquello.

—Fue una especie de venganza por haberme privado todo el año de mi clase favorita, espero que pronto caiga del ridículo trono donde se ha ido a meter sin que nadie se lo otorgara.

—Y también interrumpiste en la discusión porque George y Fred se habían involucrado —resopló— No pensé que llegarías a llevar causas que no fueran tuyas propias, ahora entiendo mejor cuando dicen que el amor mejora a las personas.

—No me molestes— rebatí— ¿Dime qué harás sin mí todos estos meses que faltan para que termine la escuela?

—Te detesto por hacer que te expulsaran, sólo tú podría estar feliz de haberlo conseguido y no estar con un infarto por aquello —farfulló al llegar a la sala común.

Una vez allí conversé con algunos de mis compañeros de manera breve, sin entrar en sentimentalismos claro está. Luego me dirigí a mi habitación, allí se hallaba Helena con su clásico aspecto de casi muerta que ahora llevaba usualmemte; no le comenté nada porque ya varios roces habíamos tenido y era suficiente.

Me dediqué a guardar las cosas que me quedaban encima de la cama y a cambiarme de ropa para meter en la valija el uniforme, que raro se sentía que esta había sido la última vez que lo usaría. Me cepillé el cabello frente al tocador y recogí las pertenencias de mi cajón en total silencio.

Dejé la cama tendida y posterior a eso me quedé durante unos momentos más observando la vista que tenía mi habitación a las verdosas aguas que escondían la cueva del calamar gigante.

—Tendrás que tener cuidado allí afuera —dijo Helena mientras se sentaba en la cama— No lo digo como amenaza, no lo tomes a mal.

Me sorprendió que me dirigiera la palabra, últimamente no hablábamos nada más que para que ella dijera en reiteradas ocasiones que no me metiera en su vida ni en la de Avery.

—¿Debo pensar en que te estás preocupando por mí?

—No, pero sabes que ya no tienes la protección de la escuela sobre tí y lo más probable es que el Señor Tenebroso te reclame para ser una de sus filas.

—Pues eso no tiene porqué inportarte a tí, supongo.

Helena pensó durante unos minutos y luego de eso apartó su mirada de mí.

—Tienes razón, no me importa —señaló —Hay muchas cosas que pueden cambiar a partir de hoy.

—Bien, si es todo lo que debes decirme —hice una pausa para pensar en qué podía contestarle —Pues te digo lo mismo, ten cuidado con las personas que frecuentas, sabes perfectamente a quien me refiero; no ahondaré más porque sé que tu pensamiento es anticuado y creerás que quiero quitarte tu hombre de entre las piernas— resolví —Adiós, Helena.

Dicho esto salí de la habitación y me despedí de unos cuantos compañeros. Daphne me acompañó hasta el pasillo donde solía encontrarme con George en el salón escondido. Tenía el presentimiento de que él estaría allí y le pedí a Daphne que se quedara cuidando de la puerta de forma disimulada y que me avisara en caso de que vislumbrara a mis padres.

Entré y no me había equivocado, George sabía que iría a despedirme de él y allí estaba a la espera de que apareciera a través de la puerta.

—Sin duda alguna, tú nunca decepcionas Sefi —dijo mientras sus brazos se enlazaban en mi cuerpo —Dime ¿Cómo podré saber que te encuentras bien? Después de todo lo que me contaste sobre tu familia me será imposible estar tranquilo aquí en la escuela o en donde sea, tu padre es un demente que debería estar pudriéndose en Azkaban o en San Mungo.

Sonreí debido a su preocupación y guardé mi varita en el bolsillo de mi blazer. Correspondí a su abrazo y me dediqué a besarle despacio; quería disfrutar de aquel momento porque podía llegar a pasar mucho tiempo antes de volver a verle.

—Quiero que te quedes en Hogwarts y te dediques a hacerle la vida imposible a Umbridge el resto del año—declaré —Estaré bien, no te preocupes por mí.

—Con respecto a Umbridge te lo aseguro, no debes dudar—sonrió —Se viene algo grande y te sentirás mal por no haberlo podido presenciar— contestó —Pero me preocupas tú, tu bienestar dentro de tu misma casa y otra cosa más.

Mi expresión se tensó un poco, sabía que este momento no sería tan fácil como pensé en un momento. Odiaba despedirme porque me quedaba aquella sensación de que podría ser la última vez que veo a la persona que tengo al frente, detestaba sentir la sensación de que quizás sería la última vez que vería a George Weasley en una situación tranquila.

Probablemente si nos veíamos después de la escuela, sería entre las sombras que se cernirían sobre todo el mundo mágico.

—¿Qué es lo que te preocupa?

—Me preocupo de nosotros, me preocupo de lo que tenemos ¿Qué sucederá con aquello?

Esta era una de las cosas que me gustaba evitar, el apego te hacía preocuparte por otro y disminuir tu instinto de sobrevivir por ti solo, los sentimientos te hacen volverte débil y dependiente de cómo esté la otra persona. Sin embargo a pesar de todas las vueltas que le dí a mi cabeza y a mi mente fría no había podido poner freno a lo que surgió entre nosotros.

—George, no es que no nos volvamos a ver; no es que vayamos a desaparecer —señalé —Pero en este momento debemos permanecer apartados, no creo que en este momento debamos mantener contacto.

—O tal vez podrías seguir mi idea del otro día y huir conmigo —susurró —No era broma cuando lo decía el otro día, Sefi — siseó— Siento que viene algo demasiado grande y que nadie podrá ser ajeno a aquello.

—¿Estás seguro de lo que dices?¿Qué hay de tus planes, de tu familia?

—Pues el otro día me dijiste que tenía que comenzar a ver por mí y por lo que quería, te quiero a tí en mi vida—concluyó —Y no dejaré que te vayas sin intentarlo al menos.

Sentí que Daphne le dió unos leves golpecitos a la puerta, vení alguien y tenía que salir pronto de aquí.

—No puedo responderte a eso ahora, no me hagas las cosas difíciles.

—Nada que importe es fácil, Sefi.

—Tienes razón, pero creo que podríamos conversar mediante correspondencia; con tu pseudónimo me refiero —sonreí antes de volver a besarle, esta vez más largo y tendido, haciendo lo posible porque el recuerdo de sus labios y el toque no se borraran apenas me despegara de ellos.

—Cuenta con ello y porfavor, cuida de tí.

—Cuenta con ello— murmuré antes de alejarme de él.

Me volví a verle antes de girar la manilla despacio y sonreí.

George se quedaba en la escuela mientras yo me iba al mundo real.

Al fatídico mundo que me esperaba.

Al terrible mundo que por herencia me quedaba como un nefasto legado.

Los juegos de niños y los clubes de duelos quedaban atrás, los frascos de pociones mal hechos y las transformaciones mal ejecutadas.

Ahora venía lo que realmente había en el exterior.

Cuando me reuní con mis padres para subir al carruaje hasta el carruaje que nos llevaría a Hogsmeade sentía un peso en el cuerpo. Sabía que llegando a casa las cosas serían muy distintas, más bien dicho; muy similares a todas las veces en las que estaba allí.

—Espero que ahora estés contenta, no quiero ningún reclamo de tu parte— murmuró mi madre enfadada —Recibirás tu diploma pues claramente no podrás graduarte como una chica decente hubiera hecho —bramó —Comenzaremos a buscarte un marido desde ya para que el resto de nuestros conocidos dejen de hablar de nosotros como si hubiéramos fallado.

—¿Y acaso no lo hicieron? —respondí sin despegar mi vista del paisaje— No se crean que son un ejemplo de crianza o los padres modelos, pues si fuera así reprobarían.

—Deja de batallar con ella—le cortó mi padre —No te desgastes, llegando a casa sabe lo que le espera, tendrás que volver a aprende a guardar la compostura; creo que realmente fue un error haberte permitido convivir con toda esta tropa de asquerosos impuros en esta ruina de escuela.

—Creo que la ruina empezó en la familia, deja de responsabilizar a otros —contesté —Tienes que asumir que todos estamos malditos; malditos con tu genética, Ethan.

Nada más llegar a la Mansión Rosier ví a Nimby asustada pararse al borde de las escaleras. Mi padre me observó enfurecido y estaba listo para comenzar con su castigo. Sin embargo no estaba dispuesta a ceder, quería que supiera que ahora yo sería parte de sus pesadillas tal como el había sido parte de las mías durante toda mi infancia, durante toda mi vida.

Ethan sacó su varita y con furia apuntó hacia mí.

No obstante yo ya tenía la mía en la mano.

—¡Crucio! —le apunté y el rayo rojo impactó de lleno sobre su cuerpo haciéndolo caer al suelo de inmediato.

El Cruciatus era inmediato, mientras más te resistieras al dolor era peor.

Durante años lo había sentido cuando él se molestaba y sabía perfectamente lo que él estaba sintiendo.

Pues al igual que él a la hora de castigarme yo lo estaba deseando.

Me regocijé al verlo sufrir y reprimir los sonidos de dolor que estaban acumulándose en su garganta. Era placentero ver cómo en sus ojos la ira se acumulaba sin poder hacer nada porque la fuerza del rayo que había salido de mi varita se lo impedía.

—¡Deja a tu padre, Perséfone! —chilló mi madre, sin poder hacer nada.

—Sólo quiero decir que no quiero que te me acerques, puedo aceptar tus tonterías y tus mandatos —solté —Pero no te atrevas a sí quiera aproximarte a mí o a dirigirme la palabra, papi.

Su sorpresa fue tal que no tuvo oportunidad de lanzarme un hechizo cuando yo dejé de presionar mi maldición en su contra. Su respiración estaba siendo irregular y esperó para poder incorporarse con mayor dignidad.

Me sentí poderosa al subir las escaleras.

Me sentí poderosa, al enfrentarle.

Eso debía de ser lo que se sentía cuando tu alma comienza a corromperse.

Ethan había creado de mí a un mounstro.

Yo estaba encantada con el resultado.

Sobre todo si era para usarlo para protegerme a partir de ahora.

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