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Caminé por los corredores con mi maleta al volver al castillo. Aún quedaba nieve debido al clima que debía de haber habido unos días atrás. Me sentía algo inquieta, con la sensación de intranquilidad rondando a mi espalda. Al menos las clases no comenzarían hasta el día siguiente y podría llegar a tirarme a la cama y desfallecer.

La sala común de Slytherin era un hervidero de cuchicheos sobre Dumbledore y Potter. Todos eran unos cínicos, la mayoría de los que estaban en Slytherin tenían familiares que habían estado en la reunión donde el señor tenebroso se había hecho presente y trataban a ambos como si estuvieran mintiendo.

No era que me importara lo que sucediera con Potter, pero desde hace tiempo me comenzaba a molestar la falsedad con la que todos se movían a mi alrededor. Apenas aparecí dentro de las mazmorras Daphne corrió hacia mí y nos abrazamos fuerte.

—¡Maldita seas, Rosier! —señaló en un chillido —No creas que podrás eximirte de contarme todo lo que sucedió en Francia, quiero que hables ahora.

—Es necesario, ya hablamos el otro día.

—Necesito detalles ¿Sucedió algo con Viktor?

—No, no sucedió nada; no sé porqué clase de chica me tomas.

Daphne me observó como si estuviera mintiéndole y continué mi camino hacia la habitación. Escuché a Helena jalar de la cadena del sanitario, al salir de él se veía terrible por lo que fruncí el ceño con algo de extrañeza.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté, pues se veía pálida y demacrada, como si en las vacaciones no hubiera descansado nada.

—No te importa —me contestó —Hace tiempo dijiste que no hablaríamos, así que eso se mantenga así —señaló con dureza, como si tratara de escabullirse de mi presencia.

Decidí que lo dejaría pasar, pues honestamente era algo que no me competía en ninguna instancia. Coloqué mis pertenencias en el baúl y me recosté durante unos momentos en la cama, estaba cansada por el viaje, pero feliz por haber estado con otras personas que no fueran mi familia; sin embargo me preocupaba George, no sabía qué había sucedido con su padre y eso me inquietaba.

Poco a poco el sueño me fue venciendo y me sumergí en una siesta que de cierta forma repuso mis energías y relajó mis músculos que estaban aún contracturados producto de andar en tren tan seguido, por lo que ni siquiera me percaté cuando dejé de ser consciente de mi alrededor.

Desperté con las risas que se escuchaban desde la sala común, al parecer todos se hallaban compartiendo antes de que las clases comenzaran el día siguiente. Me incorporé y decidí ponerme una ropa más cómoda para salir a dar una vuelta por el castillo. Antes de que pudiera cumplir con mi cometido me dí cuenta de que la Suma Inquisidora estaba allí dando un cierto sermón y algunas insignias nuevas a quienes se estaban uniendo a la Brigada Inquisitorial.

Al verme quise salir cuanto antes, pero ella habló de manera más rápida.

—Señorita Rosier¿Pensó en la propuesta que le hice tiempo atrás? Espero que haya cambiado de opinión.

Al parecer la mujer no aceptaba un no como respuesta y eso hacía las cosas mucho más complicadas a la hora de tratar de ser diplomática.

—No sé de qué podríamos estar hablando, profesora.

—Haz tenido una actitud sumamente rebelde en las últimas clases y conversaciones que hemos sostenido—me comentó —Pero sé que posees inteligencia y aún está en pie el ofrecimiento de que te conviertas en la cabeza de la Brigada Inquisitorial, serías algo así como mi segunda al mando.

Sonreí ante la perspectiva que hubiera otra persona con las características de Dolores Umbridge y eso me causó mucha risa que tuve que reprimir. Si decía algo humillante o burlesco delante de todos lo más probable es que partiera el semestre castigada y no quería enfrentarme a aquello.

—Lo siento, profesora—contesté —Pero antes ya le dije que el puesto no era algo que me interesara, ofrezcaselo a Parkinson o a Draco, estoy segura de que ellos podrían hacer un gran trabajo si se lo proponen.

No le dí tiempo para replicar pues me apuré a salir por la puerta principal y caminé veloz por los pasillos de las mazmorras hasta que el jardín cercano al lago negro se visualizó ante mí. Ya era bastante tarde y yo tenía ganas de ir por un libro a la sección prohibida para poder relajarme.

No tomé en cuenta a muchas personas que me saludaron, iba con mi cabeza en otro lado. Además no quería distraerme con otras cosas o de lo contrario Madame Pince cerraría y no alcanzaría a sacar el material que quería.

Al llegar noté que habían muy pocas personas en el lugar, uno que otro estudiante que venía con los trabajos sin terminar o alguno que disfrutaba de la lectura como era mi caso. Entré y fuí directamente a la sección prohibida, los de séptimo año teníamos acceso con un hechizo simple que se nos colocaba en la varita de manera automática para poder abrir la cerradura de la reja que separaba la sección de las demás de la biblioteca, era un hechizo que nadie conocía pero que limitaba el acceso.

Me fuí directamente hacia el sector de  las brujas inventoras del siglo veinte, pues era una rama que no había conocido antes y que estaba llamando mucho mi atención debido al contenido feminista y rebelde que tenían las wiccanas de escribir sobre pociones y conjuros para el mal de ojo. Esa era materia que no se pasaba en el ramo de defensa y que claramente necesitaba para complementar con el libro que me había dado Viktor.

Si quería convertirme en una buena historiadora tenía que leer la mayor cantidad de libros y tener la mayor cantidad de conocimiento sobre las diverdad épocas y formas de magia imaginables. Fui pasillo por pasillo viendo si por algún motivo hubiera material nuevo entre los estantes que ya tenía superados, hasta que una cabellera pelirroja llamó mi atención.

George se hallaba apoyado anotando algunos apuntes que imaginé eran para los trabajos que no hizo durante las vacaciones. Anotaba con rapidez y con algo de rabia, como si estuviera sumamente fastidiado por el hecho de estar allí y no tendido en su cama.

Decidí que era momento de acercarme pues necesitaba saber como estaba él.

—Hola —susurré a sus espaldas y levantó la cabeza mirándome por encima del hombro y de soslayo —¿Cómo estás, George? —Mi voz sonó como un leve sonido.

No tuve la respuesta que esperaba, pude ver que estaba molesto; no sé si conmigo si no que con la vida y con lo que supongo que pasó con su padre.

No se volvió para contestar.

—Bien, pero ahora no puedo hablar contigo —respondió seco.

—¿Porqué me tratas así si no te he hecho nada para que estés así?— le increpé ya que su actitud infantil que no decía lo que sentía o el porqué estaba molesto me cansaba.

—Sabes que no todo gira en torno a tí, además tienes a una persona que está pendiente de tí durante cada momento —escupió con molestia —No sé de qué podría servirte mi atención en ese caso, tengo cosas más importantes de las que preocuparme.

Sus palabras realmente estaban fuera de lugar pues me había preocupado por él durante todas las vacaciones y si no me interesara no habría dudado ni un momento en haber recibido las atenciones de la persona de la que se refería.

—No entiendo porqué te comportas así, creí que con el tiempo que no hablamos podríamos pensar y de verdad que me preocupé por tí en las vacaciones pensando en cómo estarías y en lo mal que debías sentirte si a tu padre le llegaba a suceder algo —hablé —No te despediste y lo entendí, pues debes haber tenido motivos para tomar una decisión como esa, pero no creas que estaré tras de tí como un perrito que corre tras la atención de su amo, no soy así Weasley.

—¿Qué quieres entonces, Perséfone? De hecho no deberías estar aquí, podrían verte y tu reputación de sangre pura podría arruinarse si te llegasen a ver a esta distancia de mí.

Rodé los ojos y decidí que era hora de irme pues no conseguiría nada bueno si seguía hablándole, él estaba enojado y cegado por el episodio pasado, ni siquiera quería hablar sobre lo sucedido con su padre y su accidente.

—¿Sabes qué es lo que quiero? Quiero un hombre, no un niño que hará berrinches cada vez que algo le molesta y no es capaz de expresar lo que quiere o que no se esfuerza en superar obstáculos porque su ego no se lo permite —respondí —Te equivocas de chica, Weasley porque jamás estaré tras de tí de esa manera.

Me dirigí al estante donde reposaba el libro que quería obtener y después de eso salí de la biblioteca para sumergirme en una lectura que me relajara. No podía hacer nada si el no daba su brazo a torcer en ningún momento, sabía que no estaba bien; George no sabía mentir y se podía ver a leguas que no estaba bien y que la preocupación le embargaba, pero su orgullo estaba herido por nuestra última conversación y no lo dejaría pasar tan fácilmente.

El agotamiento hizo lo suyo y nuevamente no me percaté cuando me dormí, desperté con el libro en el suelo y con la misma ropa que me tumbé en la cama. Me levanté sobresaltada pues quedaban sólo treinta minutos para la clase inicial de transformaciones con MagGonagall.

Con un movimiento de mi varita comencé a echar las cosas dentro de mi bolso y fui por mi uniforme al baúl, tomé una fugaz ducha pues no me alcanzaba el tiempo para más y eché a correr fuera de las mazmorras. Todos los estudiantes estaban yendo hacia sus respectivos salones y había un bullicio que era ensordecedor.

A pesar de eso pude distinguir la voz de mi padre cuando me llamó por mi nombre.

—Perséfone— vociferó y me volví a ver si efectivamente era él.

¿Qué mierda hacía aquí ? O mejor porqué no preguntar ¿Por qué la viruela de dragón no lo mato?

Detuve mis pasos y él se acercó hacia el camino por donde iba hacia el aula de Minerva.

—¿Qué haces aquí? —espeté antes de que dijera algo.

—¿Qué hay de cierto con que rechazaste el puesto en la Brigada Inquisitorial de Dolores?

No podía creer que esa arpía me hubiera acusado con él por esa ridiculez.

—¿Enserio estás aquí por eso?

—¿Es verdad, no es así?

—Pues sí, jamás me uniría a esa tropa de idiotas.

De pronto sentí su puño duro sobre mi cara y todas las miradas de los cientos de estudiantes que habían visto que el padre de la reina del hielo la había golpeado delante de todos.

—Eso es lo que haz conseguido juntándote con la gentuza que frecuentas, agradecele esto a tus amigas impuras y a los compañeros con los que intercambias opiniones en clases —susurró.

—¡Ethan! ¿Qué crees que estás haciendo? —la voz de Minerva McGonagall resonó entre el patio con tono iracundo —¿Quién te crees que eres para golpear de esa manera a una de mis estudiantes?

—Ella es mi hija y hago lo que quiero.

—Pues en Hogwarts está bajo mi protección y te sugiero que aclaremos esto, o pronto el departamento de seguridad estará aquí.

Era demasiada la vergüenza que sentía y me eché a correr por los pasillos, la cara me ardía y no sabía si era por el golpe que me había propinado delante de todo Hogwarts o por la rabia que sentía hacia él. Ethan Rosier era un hombre despreciable que me había moldeado a su antojo y apenas vió en mi una pizca de desafío quiso extinguirla con su particular manera de plantear la autoridad.

Corrí para dirigirme a un baño cuanto antes, las miradas y los murmullos de todos quienes me veían me estaban sacando de quicio. Tenía tanta rabia que sólo pensaba en mil maneras de asesinar a Dolores Umbridge.

En ese momento sentí la voz de George detrás de mí.

—¡Sefi! —le sentí correr tras de mí, no obstante no me volví, no quería que me viera así —¡Sefi, espera! —gritó nuevamente.

Me alcanzó y me tomó del brazo para notar de inmediato el golpe que se acentuaba en mi pómulo izquierdo.

—¡Aléjate, Weasley!

—Hey ¿ qué demonios pasó?

No fui capaz de responder y cuando el se acercó para abrazarme, me eché en sus brazos sin siquiera pensar que alguien podría aparecer y vernos.

—Déjame protegerte, Sefi —susurró —En verdad lo lamento, lo siento ; por todo.

Entendí sus palabras y su hubiera sido inteligente y menos egoísta hubiera seguido corriendo, pues sabía que eso no iba a terminar bien.

Ni para él.

Ni tampoco para mí.

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