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Había llegado la navidad y me sentí emocionada y a la vez nerviosa de ver a Félix a la espera de que descendiera del expreso. 

No esperaba verlo allí. 

Esperaba ver a Nimby– de hecho– me había preparado psicológicamente para enfrentar la fiesta aburrida y las celebraciones cínicas de mi familia. Mi hermano me sonrió y me percaté que tenía una maleta en la mano y eso me generó pánico y rápidamente caminé en dirección a donde estaba, sin molestarme en despedirme de nadie.

— ¡Félix! ¿Qué haces aquí? ¿Ha sucedido algo en casa?

Nunca habíamos sido muy de piel o de demostrar nuestras emociones o el afecto, pero nos limitamos a sonreír abiertamente al estar frente a frente.

— Hermana, he venido por tí porque los elfos domésticos están encargándose de nuestros padres.

Eso me causó intriga y confusión.

— ¿Encargándose de ellos? ¿Por qué?

—Lo que pasa es que el mes pasado, padre fue a Vietnam a ver unos temas por el ministerio y se contagió de viruela de dragón —relató —Los síntomas no fueron evidentes hasta la semana pasada y contagió a mamá por cosas obvias.

¿Era una maldita por alegrarme por aquello? 

Porque sí, estaba feliz.

— Están en el hospital ahora, recuperándose; pero evidentemente no pueden salir para las fiestas.

—¿Se van a recuperar?

—Sí, aunque todavía necesitan medicina y todo eso, sabes que es un cuadro de síntomas complejo.

— Por Merlín, debieron haberlos dejado morir, lástima que hayan desperdiciado medicina con ellos.

Sefi. . .son nuestros padres.

— Y no han hecho nada bueno por mí y los sabes, así que no me mires con esa cara de reproche.

Ya había comenzado a fastidiarme y la cara se me había descompuesto.

— ¿Ya nos vamos? —cuestioné, tratando de hacer oídos sordos a mi molestia creciente.

Félix suspiró y esbozó una sonrisa en su rostro.

—Tienes un ánimo y un humor de mierda, pero cálmate; no vamos a casa.

Fruncí el ceño con extrañeza y con dudas.

— ¿Cómo es eso?

—Es por eso que he venido a buscarte, verás —sus mejillas se encendieron al comenzar a hablar —Cuando me enteré que nuestros padres estarían en el hospital, sabía que tú no estarías interesada en visitarles.

—Vaya, te has puesto más astuto.

—Siempre lo he sido y no me interrumpas —me cortó —Yo tenía ciertos planes para estas fiestas y pues tampoco te voy a dejar sola aquí en Inglaterra, pues tenía en mente viajar.

—¿No iremos a casa, a dónde iremos Félix? — le pregunté ansiosa y con la sonrisa inundando mi cara.

—Florence y su familia nos han invitado a Apremont, en Francia —comentó a la espera de mi reacción — pasaremos las fiestas con ellos en su chalet, así que iremos allí.

Me sentía feliz de conocer la noticia que no pude evitar lanzarme a los brazos de Félix. Hace mucho que no nos abrazabamos así, así de felices y de fraternos.

Así de hermanos, cuando la mayoría de las veces no lo parecíamos.

—¿Todo está bien? —preguntó mi hermano, conteniéndome con sus brazos.

— Sí, es sólo que estoy demasiado agradecida por esto; de verdad que extraño a mis amigas, gracias de verdad.

— No tienes que agradecer, somos hermanos y siempre haré lo que sea para cuidar de tí.

Sonreí ante sus palabras sentidas, no era común eso entre nosotros por lo que no sabía muy bien que decir por aquel gesto cariñoso. Eso era lo que sucedía cuando no eras criada de una manera afectuosa, cuando ves amor sincero no sabes cómo reaccionar.

— ¿Cuándo nos iremos?

—Nuestro tren sale en media hora por lo que te recomiendo que vayamos a comprar algunos suministros para el viaje, pues serán varias horas arriba del tren.

Asentí y caminamos por la acera de colores carmesí, compramos un café para el momento y mi hermano entró a un minimarket para comprar algunos insumos para nuestra travesía. Hace días atrás había enviado regalos a las chicas para que llegaran a tiempo a sus respectivos hogares, ahora entendía porqué no había obtenido contestación, ellos habían planeado esto hace mucho tiempo lo más probable y querían darme una sorpresa, además que la enfermedad de mis padres había caído del cielo.

—¿Crees que ya sea bueno que abordemos?

—Sí Félix, estoy ansiosa.

Nos encaminamos para abordar, al llegar el momento de subir nos pidieron el boleto de viaje de inmediato para después poder instalarnos sin ningún inconveniente.

—¿Quieres algo de comer?

—No, estoy bien todavía —contesté instalandome en el lado de la ventana, frente a mi hermano.

Le observé detenidamente, su piel era totalmente pálida –a diferencia de la mía que tenía pecas– su cabello era negro como el de nuestro padre y sus ojos eran verdes como los de nuestra madre. Era un partido deseable para cualquier chica de nuestras mismas condiciones.

—¿Cómo es que todo esto llegó a suceder? ¿Cómo es que llegaste a conocer a los padres de Florence? —le interrogué totalmente intrigada por cómo se había gestado este viaje.

Él se sonrojó un poco, hablar abiertamente de su relación con Florence era impensado hace un tiempo atrás, ahora era algo que ambos teníamos asumido y que guardábamos recelosamente como un secreto, pues yo jamás mencionaría nada sobre aquello y bueno, él no estaba en condiciones de contárselo a nadie.

—Con ella seguimos manteniendo contacto por cartas y un feriado pude tomar un tren para ir a verle a Francia cuando tuvo unas mini vacaciones por el día nacional —comenzó a contarme —Ella estaba sumamente entusiasmada con llevarme a su casa y pues no pude negarme a hacerlo.

—Le quieres —afirmé.

—¿Es una pregunta o una afirmación?

Es una afirmación, no eres capaz de negarte ante una petición de ella, no pudiste anteponer tus creencias a estar en su compañía —murmuré, dándole un sorbo a mi café —Eso me da señales inequívocas que le quieres sobre cualquier cosa.

Él me observó y asintió con vehemencia.

—Al principio, me refiero hace algunos años atrás, jamás hubiera pensado que eso sería una opción —farfulló mientras sus ojos estaban fijos en el ventanal y el verdor de las tierras escocesas —Mis creencias eran demasiado rígidas, nunca hubiera concebido el hecho de siquiera convivir con una nacida de muggles.

—Y eso cambió con Florence. . .

—Recuerdo aún el día en que te ví junto a ella en la biblioteca mientras hacían su trabajo, fue una ráfaga de sensaciones, pues ella era la chica más bella que había visto nunca.

Escuché su manera de hablar a cerca de ella y era la forma en la que cualquier chica quisiera que hablaran de ella; había admiración y amor en esas palabras, manera que mi hermano jamás había tenido por ninguna de sus conquistas anteriores.

—Y pues ahí comencé a tratar de saber sobre ella, sobre quién era realmente esa francesa —recordó —Supe que era la indicada cuando me enteré de que era una impura y eso no me importó; es más, mi mente comenzó a maquinar ideas para hacer que funcionara, para hacer que nadie se enterara o que nadie fuera a interponerse entre nosotros.

Hablamos sobre su relación durante horas, hasta que llegamos al paso donde teníamos que navegar en una barcaza un canal estrecho, por el paso que dividía el Reino Unido con Francia. Este había sido un viaje largo y estaba anocheciendo, lo más probable es que llegáramos entrada la noche.

—Ten —comentó dejándome una frazada sobre la espalda —Falta poco para que arribemos en Francia, de allí tenemos que ir en tren nuevamente.

—No estoy cansada, me gusta viajar ¿Hasta cuándo nos quedaremos? ¿Iremos a casa?

Creo que vió algo en mi rostro que le perturbó, por lo que tomó una de mis manos entre las suyas y la apretó.

—No, esta vez no dejaré que no te suceda nada malo; de verdad que quiero que pases una navidad como jamás la hemos pasado, por eso quise que hiciéramos este viaje juntos, pues siento que te lo debía.

—¿Deberme algo? Tú no me debes nada, Félix.

—Claro que lo hago, soy tu hermano mayor y no he podido protegerte como se debe por miedo al qué dirán, por miedo a las represalias que temía que cayeran sobre mí, en ese sentido siempre has sido más intrépida que yo, más valiente, más inteligente mucho más temeraria.

—Y no sé si es que eso va a ser de mucho provecho para mí —reí.

—Nadie puede controlarte, nadie puede decirte qué hacer; eso es algo formidable en una mujer, pues vivir en un mundo donde tienes que pedir la aprobación de un hombre para todo, ese es un grito de rebeldía.

Sonreí y sentí que por primera vez estábamos conectando en algo.

—Pobre de aquel que se convierta en tu esposo, porque sufrirá las penas del infierno.

—¡Hey! —le grité, dándole un golpe en el hombro —No soy tan insoportable.

Él me observó con la cara llena de sarcasmo.

—Sabes cómo eres, Sefi —concluyó —Sabes de lo que eres capaz, sabes cómo hacer que una persona te tema y sabes cómo imponer el respeto.

—Bueno, se hace lo que se puede.

—Hablando de eso ¿Estás. . . saliendo con alguien?

Su pregunta hizo que me tensara de inmediato pues no la esperaba para nada, sabía que él se había abierto conmigo de una manera que jamás habíamos hecho, y de cierta forma ambos estábamos en la misma situación, sin embargo no estaba lista para hablar de George Weasley a nadie o al menos no a alguien de mi familia.

No obstante no quise mentirle.

—La verdad es que es complicado —decidí decir finalmente —Creo que estamos en una situación similar, creo que me interesa alguien que no puedo querer del todo o como yo quisiera hacerlo.

Mis palabras fueron bastante claras y mi hermano era inteligente, estaba segura de que sabía de quién hablábamos, me había visto en la escuela en varias situaciones en las que simulaba odiar a George, pero eran demasiado claras y si observabas por debajo de la superficie, todo nuestro enojo era un disfraz por esconder la atracción que sentíamos el uno por el otro.

—Sabes, quiero que sepas algo; jamás voy a juzgarte por tus elecciones, no es algo que me competa—recalcó —No obstante me gustaría que cuando escojas a alguien sea un hombre que sea capaz de entregarse por completo a tí, sin importar lo que sea que esté pasando, que su ego no sea más grande de lo que sienta por tí.

Me emocioné cuando le escuché decir todo eso, él no era expresivo y tampoco sabía que pensaba de esa manera sobre mí.

—Eres mi hermana pequeña, sé que nunca nos comportamos como tal, pero estaría más tranquilo de saber que te casas con una persona que sea capaz de incluso dar su vida por tí, que sea capaz de ir hasta a Azkaban con tal de protegerte y que sea capaz de hacer ilegalidades con tal de salvarte —mencionó —Sé también que no necesitas que nadie te salve, que nadie haga las cosas por tí, que no necesitas de un maldito príncipe que vaya a tu rescate, pero también es bueno saber que hay alguien ahí para cuando quieres dejar de existir.

—Estoy seguro de que tú serás esa persona para Florence —contesté con la voz algo quebrada —Y estoy segura de que ella te atesorará y no le importará tener que irse al fin del mundo con tal de estar contigo y estar en paz.

—Eso espero Sefi, eso espero.

El resto del camino lo hicimos en un cómodo silencio, el vaivén de la barcaza no era del todo desagradable pero eso se debía a que no había un oleaje demasiado intenso. Mi hermano se durmió apoyado en mi hombro y yo me quedé observando las olas.

Cuando llegamos a tierra firme, caminamos a unas cuadras más despejadas para poder desaparecer y llegar más rápido. Era tarde, eran cerca de las once cuando el ruido de la aparición nos dejó en un pueblo algo alejado del centro del país. Dentro de lo poco que pude divisar por la oscuridad eran unas casas de estilo Chalet, rodeado de adoquines cubiertos por flores, hiedra y enredaderas.

—Por aquí —comentó Félix y lo seguí con la maleta en la mano.

No usé la magia debido a que lo más probable es que fuera un pueblo muggle, si la familia de mi amiga no tenía magia, lo más probable es que no estuvieran acostumbrados a ver maletas flotar por el aire.

—Es aquí —murmuró Félix, haciendo tocar una campanilla frente a una casa blanca de similares características a las demás, con un patio enorme y árboles donde las raíces sobresalían.

Esperamos unos momentos hasta que divisé a Florence aparecer en la puerta principal y esbozar una sonrisa enorme al darse cuenta de que Félix venía junto a mí.

—¡Mon dieu, Fleur; ils sont arrivés!— chilló con emoción en un francés que fue inentendible para mí, pero supuse que estaba gritando que habíamos llegado.

Corrió hacia nosotros y en la puerta no tardó en aparecer una chica de rubios cabellos. No pude contener la emoción de ver que Fleur también estaba allí.

Après tout l'après-midi d'attente, quelle joie— habló Fleur, haciendo que dos personas más salieran, que supuse eran los padres de Florence.

Florence se lanzó a los brazos de Félix y Fleur en menos de un segundo estaba enredada conmigo.

—¡Mi amiga, mon dieu, tanto tiempo ha pasado!

Sentí la fragancia familiar de su cabello y me sentí acogida y feliz, mis amigas estaban allí, ofreciéndonos su cariño y sobre todo su familia nos estaba dando el espacio para pasar las fiestas con ellos, entregándonos su hospitalidad.

—Fleur, al fin nos volvemos a ver, no saben lo mucho que las he echado de menos —chillé y luego a nuestro abrazo se unió Florence.

—Otra vez las tres juntas, es una lástima que Daphne no esté aquí —murmuró, mientras se limpiaba una lágrima escurridiza —Pero no saben cómo le agradezco a la vida de que tú y Félix estén aquí.

—Nosotros somos los que les damos las gracias a ustedes, esto fue una real sorpresa para mí, de verdad que no esperaba esto para nada, cuando ví a Félix esperándome jamás pensé que veníamos hacia aquí.

—¡Lo bueno es que ya han llegado, pasemos, pasemos! —invitó Florence.

Una vez dentro, saludé y conocí a los señores Poulling, dos muggles muy amables que nos entregaron de inmediato una sonrisa y un plato de comida caliente, ellos eran gratos y muy sencillos a pesar de ver que vivían de manera holgada y de ser unosy famosos perfumistas.

—Tu cabello es hermoso, es tal como las llamaradas del fuego —halagó el hermano de Florence –Gustavsson–.

—No intentes coquetearle a mi amiga, Nain audacieuix, ella no necesita de eso.

Hablamos durante horas al calor de la chimenea, de verdad que estaba muy alegre y agradecida de estar en este lugar.

Una vez que todos se fueron a dormir, los padres y el hermano de Florence se levantaron y Félix decidió que sería una buena idea escribir a nuestros padres.

—No saben lo realmente agradecida que estoy por estar con ustedes, Florence, Fleur; gracias por darme la oportunidad de tener su amistad.

—Gracias a Merlín que nos permitió encontrarnos.

Estuvimos conversando sobre cosas de la escuela, cosas sobre la academia Beauxbatons, lo que ha sucedido este año en Hogwarts y Umbridge.

—Debes de estar cansada —habló Florence, luego de un rato más de charla —Voy a mostrarte tu habitación a menos que quieras dormir con nosotras y dejar a Félix a solas.

—¡Me encantaría dormir con ustedes!

—Pues entonces así será.

—Cuidado con huir en medio de la noche para estar con Félix —se rió Fleur —Tus padres ya te lo han advertido.

Las tres nos reímos y notamos a Florence más colorada que un tomate.

—Debemos descansar, mañana será un gran día —señaló Fleur con un tono que no pude percibir.

—En eso está rubia tiene razón, así que será mejor que nos cambiemos para dormir.

Subimos y me acomodé en la cama que colocamos extra, me puse el conjunto de pijama de pantalón y polera de tirantes de seda negra que era el único que traía en la maleta y después de eso me acurruqué entre las suaves mantas, las risas no nos permitieron dormir de inmediato pero luego de un rato más de hablar tonterías y extrañar a Daphne logramos conciliar el sueño.

A la mañana siguiente la madre de Florence nos despertó y llamó a desayunar, no nos bañamos de inmediato y cada una se colocó su respectiva bata de levantarse. La sensación de andar descalza sobre el suelo de madera era gratificante, había dormido realmente a gusto y ahora preparábamos el desayuno, el olor a comida y pasteles franceses invadieron todo el lugar.

Florence irradiaba felicidad y mi hermano no se quedaba atrás, me reía al ver cómo les observaba el señor Poulling para ponerles nerviosos. Mientras todos afanabamos en la cocina se sintió el ruido de los golpes en la puerta.

—Persefone, esa debe ser la vecina con el queso fresco, puedes ir a recogerlo por favor —me pidió la señora Poulling.

—Por supuesto —accedí.

Abrí la puerta de un tirón y allí había un chico de espaldas, con una maleta en la mano y una chaqueta de cuero.

Mi corazón saltó dentro de mi pecho de una manera conocida, esa forma tan particular, ese cuerpo musculoso y ese cabello algo más largo de lo que lo recordaba eran familiares para mí.

—¿Viktor? —hablé con la voz llena de felicidad.

Él se volvió de inmediato y su mirada perpleja se convirtió en una sonrisa de felicidad al verme en la puerta.

—¿Sefi, estás aquí?

Dejó caer la maleta y a mí no me importó estar en esa facha, sin pensarlo mis brazos estaban entrelazados en su cuerpo y con un impulso descontrolado él me levantó y me giró por el aire, dejando un beso apretado en mi mejilla.

—No sabía que vendrías —susurré.

—Tampoco yo —dijo sin dejar de sonreír —Pero estás aquí y no sabes lo feliz que eso me hace sentir.

Nuestras miradas se quedaron fijas y luego de unos minutos alguien carraspeó.

—Pues de nada, agradezcan este regalo sorpresa.

Fleur y Florence estaban en el recibidor riendo disimuladamente.

Esto sin duda era más de lo que podía pedir.

Más de lo que merecía.

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