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A la mañana siguiente Daphne comenzó a golpear a mi puerta a eso de las diez de la mañana. Helena y Katherine protestaron pues era sábado y ambas querían dormir sin interrupciones, si era honesta también quería hacerlo pero Daphne era muy terca cuando se lo proponía.

— ¿Hay necesidad de que montes tanto alboroto, Greengrass? — escupió Helena con clara intención de ser desagradable.

— Pues no vengo a buscarte a tí —rebatió mi amiga.

—Pues en esta habitación dormimos tres personas, si es que no te has dado cuenta.

— ¿Quieren callarse? No tengo ganas de oír a nadie, mi cabeza está que revienta —Esta vez fue Katherine quien las hizo callar a ambas.

Recién había abierto medio ojo y sonreí al ver que Helena se volvió hacia la pared totalmente molesta. Daphne también trató de contener la risa por la situación y se acostó a mi lado.

—Anda ya, levántate —murmuró en mi oído —Quiero que muevas esas largas piernas y ese hermoso trasero para que nos vayamos al pueblo.

— ¿Era necesario venir tan temprano?¿Tu vida depende de lo que vas a comprar acaso?

— No seas holgazada y muévete ¿Sí? Si he venido temprano es porque sabía que tendría este problema contigo.

Levantarme temprano un fin de semana jamás había sido un plan para mí, sin embargo ya le había prometido que iríamos a la hora que ella escogiera y a donde ella quisiese ir, se lo debía por todas las cosas que hacía por mí y también porque sin lugar a dudas me encantaba pasar tiempo juntas.

— Dame media hora —farfullé ahogando un bostezo — ¿Vamos a comer no es así?

—Obviamente, bien te dejo y volveré por tí, así que no te vuelvas a dormir —me amenazó —Iré a despertar a Astoria, dijo que quería ir con nosotras.

Asentí saliendo de la cama aún con los ojos cerrados.

Afuera se veía un día soleado, no abrí la ventana o las chicas comenzarían a chillar de nuevo. Estiré mis músculos y luego de eso me arrastré a la ducha, el agua caliente era algo que me gustaba sentir en la piel y me relajaba bastante; lamentablemente no se podía dormir allí.

Me envolví en una toalla y salí de la ducha para secarme el cabello y aplicar la poción con olor a chocolate que había creado hace muy poco. Supuse que caminaríamos bastante, por lo que seleccioné una blusa de tono azul oscuro, un pantalón ajustado y unos zapatos bajos. Frente al espejo me apliqué algo de maquillaje y traté de espabilar, pues aún no lograba despertar del todo.

— ¿Te caíste de la cama, primita?

— Daphne quiere ir a abrir la tienda al parecer —le contesté a Draco que estaba en pijama y en una bata comiendo una manzana, sin embargo él siempre despertaba temprano.

— Ah.

— ¿Y tú? —me acerqué, necesitaba de molestarle.

— ¿Yo qué?

— ¿Usaste protección? ¿O pronto veremos a un mini demonio, mitad Astoria, mitad Draco?

— Oh, calla. Tú no viste nada ¿No recuerdas?

Se suponía que no se podía tener relaciones sexuales dentro de la sala común, era una de las normas del colegio. Claramente nadie hacía caso a esa declaración.

— Sólo estoy preocupada por mi primo pequeño, que ya es todo un hombrecito.

—No me molestes, ya fue bastante vergonzoso que me hayas pillado.

—Pues yo debiera ser la traumatizada por la situación, no sé porqué exageras tanto; ni que fueras un robot, es obvio que si alguien te gusta querrás estar con él de esa manera—le comenté restándole importancia, tratando de que sus mejillas no fueran a reventar de lo coloradas que se habían puesto.

—Bueno, esto es diferente; sabes que Astoria me interesa de otra manera.

— Mira, quien te viera y quien te ve Draquito — sonreí — Bueno, mejor aún, voy a decirte un secreto femenino, así que presta atención.

Él me miró consternado y también bastante avergonzado por la situación.

—Si ella realmente te gusta, pues tendrás que esforzarte en ser el mejor amante que Astoria pudiera llegar a imaginar —sentencié.

— ¿Ya? ¿A qué va eso?

—Pues las mujeres les decimos que queremos un abrazo—expliqué —Sin embargo en realidad queremos que nos follen como si no hubiera mañana, anótalo para que lo tengas presente —le molesté — ¡Ah! Se me olvidaba, siempre le contamos a nuestras amigas sobre nuestras experiencias sexuales y que tan bien o mal cogen ustedes, así que si no has sido bueno; prepárate para perder tu reputación de príncipe de Slytherin.

—¡Hey, Sefi! ¿Con quien crees que hablas?

— Pues pronto sabre si es que hablo con el príncipe o con el bufón — reí —Draco, aunque ella te ame; créeme que no va a callarse nada, así que espera y verás.

El tema terminó cuando las hermanas Greengrass aparecieron en la sala común, listas para un día en el pueblo. Astoria como era de esperarse fue corriendo a donde Draco para besarle como una loca hormonal.

— ¿Vendrás con nosotras o te quedarás ahí sobandote con mi primo? — grité, estaba muriendo de hambre.

Ambos se separaron y Draco se devolvió a donde estaban los dormitorios de los varones. Las tres salimos de la sala común y caminamos hacia el Gran Comedor, habían muy pocos alumnos comiendo, pues al ser fin de semana, muchos pasaban de la hora de desayunar para quedarse durmiendo hasta el mismo mediodía.

Claramente mi amiga era una excepción a la regla común.

— ¿Era necesario salir tan temprano, Daphne? —se quejó Astoria.

—Mira, tú cállate — le cortó de inmediato — Si no quieres que le diga a mamá lo que hiciste con Draco y quieran casarte en seguida.

—No seas abusiva —interferí mientras le daba una mordida a mi tarta de durazno —Tú tampoco estás casada y lo más bien que te líaste a Pietro sin conocerle tanto.

Daphne me miró feo y luego masticó su cereal.

—Es distinto, no puedo creer que hayas pasado a ser parte de la lista de chicas que han pasado por el cuarto de Malfoy — murmuró — ¿No te molesta que tenga esa fama?

Astoria se encogió de hombros.

—Me importa lo que pase de aquí en adelante, el pasado es pasado.

—Ah claro, que fácil es perdonar a un mujeriego y dejarle pasar todo.

— Vamos Daphne, no seas aguafiestas — le dije mirándola con fastidio—Astoria debe empezar a vivir por su cuenta, no necesita de una hermana espía y menos que la regañes a cada momento, ella decidirá sobre su cuerpo y lo que hace con Draco, para eso ya es mayor sabe perfectamente quién es Malfoy.

— ¿Por qué la defiendes?

—Porque estás cayendo en tu trampa, todas estamos tratando de ser feministas para que vengas tú a tratar de decidir por tu hermana y decirle que hacer —rebatí.

Mi amiga rodó los ojos y le lancé un beso.

— Ya cambia esa cara de culo, iremos a comprar todas las cosas y chucherías que se te ocurran ¿No estás feliz de ganarte esta victoria personal de tenernos desayunando prácticamente en la madrugada?

Ella sonrió y terminamos de comer seguidamente. Tomamos nuestras cosas y salimos hacia el jardín.

¿Qué hacía Dolores Umbridge en las puertas de la escuela?

Desde su llegada que lanzaba todo tipo de comentarios malintencionados y conservadores, trataba de hacer estupideces e imponer el orden de una manera ridícula.

— ¿Nombre?

¿Enserio se estaba dando el tiempo de ver quienes eran los estudiantes que salían de la escuela?

Debía de tener mucho tiempo que malgastar si se ponía a cagarse de frío un sábado, pues el sol no calentaba en lo absoluto.

— Señoritas, nombres — nos indicó con su voz chillona y agónica. Realmente era como un pequeño sapo gordo y rosado, cabeza chica, piernas cortas, regordeta y dedos carnosos.

— Daphne y Astoria Greengrass — comentó Tori— Y Perséfone Rosier.

— ¿Casa y curso?

—Disculpe ¿Todo esto es necesario? —interrumpí.

— Pues evidente, tenemos que tener un registro de quienes salen y a que hora — respondió, expectante de mi respuesta.

— Quinto, sexto y séptimo de Slytherin —contesté — ¿De vuelta será lo mismo? ¿No nos pondrá un brazalete por casualidad?

—No me gusta su sarcasmo, señorita Rosier —señaló —Le pido que demuestre la educación que le entrega la escuela y la que le han enseñado sus padres.

Ay, esto era una puta broma.

—Vamos —les dije a las chicas y ellas avanzaron, obviando por completo las recomendaciones que dijo tras nosotras, que no usasemos magia, que no merodearamos por cualquier sitio, que volviéramos a la hora establecida y bla, bla, bla.

— ¿Han tenido clases con ella? Es una pesadilla — comenté.

—Sí, de hecho ella y Potter ya tuvieron una polémica, por el tema del torneo —musitó Daphne.

El torneo.

Cada vez que recordaba aquel tema, mi corazón latía como desbocado y mi mente entraba en un torbellino; en las noches a veces podía escuchar los gritos del señor Diggory aferrado al cuerpo sin vida de su hijo en mis sueños.

— Potter afirma que el señor tenebroso fue quien asesinó a Diggory, Umbridge lo negó y lo ha castigado por infamias contra Cornelius Fudge y el ministerio en general.

No pude lanzar ningún tipo de arrebato en contra de Potter como era de costumbre, pues sabía perfectamente que él decía la verdad y que el ministerio estaba siendo un total incompetente al no decir la verdad, sin mencionar la negligencia del departamento de seguridad mágica.

Nos limitamos a caminar hasta que tomamos una carroza que nos llevó hasta el pueblo. Todos los sábados las tiendas abrían temprano, pues sabían que los alumnos de Hogwarts no hallaban la hora de ir a vagabundear por las calles. Tenía que admitir que me gustaba la infraestructura del pueblo y que era lindo a pesar de ser bastante común y nada elegante.

— ¿Podemos ir a la tienda de animales? Quiero comprar una mascota — cuestionó Astoria.

— No hermana, sabes que a mamá no le gustan ¿Dónde lo dejarías en las vacaciones? ¿En la escuela a morir de hambre y abandono?

Nos reímos ante ese hecho y nos dedicamos a pasear por el lugar.

—Tengo una idea, primero todas las compras y después vamos a las tres escobas por cervezas de mantequilla —propuse —Debemos celebrar a Astoria —comenté para molestar a Daphne —Yo invito.

Astoria emitió una carcajada sonora y Daphne me golpeó en el hombro, a ella Draco no le caía nada bien.
Caminamos por los pasajes y al primer sitio que fuimos fue a donde la modista, todas necesitabamos cintas para los zapatos y uno que otro accesorio femenino para aperarnos para el invierno.

— No compres otro abrigo, tienes como veinte.

— Ahí está Daphne aprehensiva Greengrass otra vez, deja a tu hermana en paz maldita sea — le reñí.
—¿A qué se debe tu humor de mierda? Ayer estabas tan feliz con el paseo.

La conocía y sabía que estaba molesta, aprovechando que Astoria se hallaba contenta y encaprichada probando unos vestidos y abrigos, ella echó afuera.

—Detesto que esté con Malfoy, ni siquiera pueden estar tranquilos pues Parkinson los fastidia ¡Ni eso le asegura! — siseó molesta —Me apena pensar que se haya acostado con ella sólo para pasar el rato cuando mi hermana está enamorada de él, desde que lo conoce prácticamente.

Sonreí, pues entendía lo que ella proponía.

— Creo que debes dejarla que crezca y que decida por sí misma. No siempre estarás para protegerla y para corregir sus errores.

— Aún es una niña.

—No es así, tiene quince años y tiene discernimiento de sus acciones; puede que no sea una adulta, pero ahora es cuándo — aclaré —Si es que necesita de tí, te lo dirá, ténlo por seguro.

El tiempo voló y no nos dimos cuenta de lo rápido que avanzó la hora. Nos entretuvimos en la tienda por lo que decidimos ir a almorzar en el bar y después comprar todo lo que Daphne necesitaba; Madame Rosmerta como siempre tenía una comida deliciosa y la disfrutamos en una mesa apartada en la planta alta, pues abajo donde estaba la barra los estudiantes en su mayoría se hallaban ebrios.

Daphne se sintió feliz cuando entramos a la tienda a la que tanto quería ir. Era un lugar de esoterismo y artilugios variados llamado, bola de cristal. Jamás hubiera entrado por mis propias intenciones, pero mi amiga tenía una obsesión con las runas mágicas y cada vez que podía comprar piedras y símbolos raros lo hacía.

La mujer que atendía era bastante amable y se dió el tiempo de mostrarle a Daphne un sinfín de cosas y de variedades de colecciones. Sonreí al ver a mi amiga tan contenta y abstraída en su hobbie; miré y olfatié algunas varillas de incienso perfumado hasta que Astoria me sacó de mis pensamientos.

— ¡Sefi, Madame Fairy me leyó las líneas de la mano! ¡Es sensacional! Debes ir, me dijo que apenas saliera de la escuela me casaría con el amor de mi vida ¿Puedes creelo?

Reí y miré en dirección a donde Astoria me indicó. Allí se hallaba una mujer con una vestidura algo rara y una mesa con una bola de cristal, velas y un mazo de cartas.

Una vidente.

Supuesta vidente.

— Oh, preciosa ¿Quieres que vea tu futuro? ¿Hay alguna cosa que te inquiete? — preguntó con una voz suave e inquietante.

Honestamente la opinión que tenía de las videntes no era la mejor, años con Sybill me habían echo desconfiar de todas, más esta era una opción para pasar el tiempo en lo que Daphne soltaba todas esas cosas que tanto afanaba en tocar y mirar una y otra vez.

Me senté frente a ella pues Astoria casi me obligó a hacerlo y luego se alejó para darme privacidad, según ella.

— ¿Qué quieres intentar?

Darle la mano a una desconocida no me era grato en absoluto.

— Pues no lo sé.

— ¿Te gustaría intentar una lectura de tarot? No hay necesidad de que creas.

—Supongo que sí —murmuré, encogiéndome de hombros.

La mujer me preguntó mi fecha de nacimiento y luego de eso me hizo cortar el mazo de cartas y hacer una supuesta transferencia de energía. Sacó las cartas que indiqué y las volteó.

— Veo que sufres bastante presión en todo aspecto, estás sometida a ciertas cadenas que no te dejan libre, es como si tuvieras que aparentar constantemente, como si tuvieras una máscara —habló luego de interpretar.

Su mirada era penetrante y al menos en eso acertó.

Siguió con su mazo luego volvió a mencionar.

— Creo que debes poner atención a tu salud, quizás podrías de sufrir de algo que podría dejarte alguna marca, eso no es muy claro — dijo achinando sus ojos de gato —Cuidado con tu familia y la gente con la que frecuenta, estan involucrados en algo oscuro que puede que no salga nada bien.

¿Enserio? Pues tampoco era novedad.

— Ahora vamos a lo importante.

— ¿Eso que sería?

— Pues el amor niña, claro está —acotó con emoción y volvió a pedirme escoger cartas. Miró las imágenes durante bastante tiempo y dirigió una mirada seria a mi cara.

—¿Y?

— Es curioso ¿Cuántos años tienes, linda?

— Diecisiete ¿Por qué?

— Mira, las cartas hablan de que ya has conocido a los tres amores que pasarán en tu vida y para ser tan joven eso es extraño — explicó.

— ¿Disculpe, pero a qué se refiere con tres amores?

—Verás, según la leyenda antigua; durante nuestra vida tenemos tres hombres o tres amores que son los que nos enseñan diferentes cosas o sentimientos — habló con profundidad —El primero es infantil e inmaduro y por lo general no dura mucho, pues estás reflejando tus deseos egoístas; sin embargo te enseña que eres un ser capaz de amar y de sentir.

Eso me intrigó.

—El segundo es el amor imposible, por el cual sufres y haces todo lo inhumano para que resulte, sin embargo, están destinados a amarse pero no a estar juntos, pues aquel amor te enseña a madurar.

— ¿Cuál es el tercero?

—El tercero es el amor de tu vida, que te ama como eres, el que te acepta con tus fallos y con el cual sientes tranquilidad en vez de tormento.

— ¿Y cómo sabré cuál es cuál?

— Pues solamente tú eres la que puedes saberlo, aunque las cartas me dicen que tu corazón es algo duro y terco; que no confías fácilmente, eso es bueno pues debes mantenerte alerta, los tres amores aún están latentes en tu vida y uno de ellos no tiene buenas intenciones, uno se siente inseguro y el otro anhela salvarte — puntualizó —Pero hay uno que desea tenerte sea como sea.

Dudé, pues no sabía de quién estaba hablando.

—Y créeme linda, que cuando el amor nos domina, podemos llegar a convertirnos en los seres más despiadados que pisan la tierra.

— ¿Eso sería amor, Madame Fairy?

— Pues claro que no, nada que pueda dañarte lo es; pero los hombres estamos acostumbrados a la autodestrucción, por lo que es mi deber prevenirte.

Todo lo que restó de nuestro paseo pensé en las palabras de la vidente que había hablado cosas tan acertadas sobre mí, sin siquiera conocerme.

Al llegar a la escuela y ver a George sonriendo en la mesa de Gryffindor e intercambiar una leve sonrisa, no supe qué pensar, mi corazón sintió un vuelco; sin embargo allí estaba con la idea clara de que una desconocida sabía más de mi vida que yo misma.

—¿Con quién sonríes tanto? —interrumpió Draco y mi mirada se desvío.

— No te importa.

— ¿Enamorada?

Sonreí sin afirmar o desmentir nada.

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