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Ese año Félix había sido quien se ofreció a llevarme a Kings Cross, repetí que no era necesario que alguien me llevara, pero él insistió y claramente era mejor que ir con mis padres.
Mi último año.
El último año en Hogwarts debiese traer sólo cosas buenas, preocuparme por cuál carrera seguiría, si es que me casaría –cosas normales para una chica de mi edad, supuestamente – ; sin embargo no podía dejar de pensar en los ojos rojizos de Lord Voldemort observándome, no podía dejar de recordarlo y pensar en qué cosas tendría en mente.
¿En ese corto momento habría sido capaz de leer mi mente hasta saber el último de mis secretos?
— Pareces nerviosa —comentó mi hermano, tirando de mi carrito antes de entrar a la plataforma 9¾ —¿Te sucede algo?
— No es nada, sólo que no es grato saber que el señor tenebroso regresó y que probablemente eso signifique algo nefasto para nosotros — respondí —Lo más probable es que cuando vaya a casa para navidad tú ya seas un mortífago y que cuando salga de la escuela...
—Sefi, no pienses en esas cosas, sólo concéntrate en terminar tus estudios y aplicar para lo que quieres hacer, a lo que te quieres dedicar— indicó para tratar de hacerme sentir mejor.
—Creo que ambos no tenemos mucho futuro si es que Ethan nos vende y tenemos que convertirnos en aliados de Voldemort —escupí —Una cosa es que pertenezcamos a una familia antigua con creencias puristas y otra cosa muy diferente es que nos pongamos al servicio de un asqueroso mestizo maniático ¿Qué haré si alguien en la escuela se entera de que yo sé que él ha regresado?
— Sefi...
— No Félix, esto no está bien — susurré observando a todos lados —Si alguien nos descubre seremos acusados por conspiración.
De eso estaba bastante enterada, había conspirado con Barty durante todo el año pasado y no quería volver a estar en esa situación.
— Padre ve por sus intereses y por su ridículo afán de ser un miembro distinguido dentro de los mortífagos y no le importa que nosotros tengamos que pagar las consecuencias de su insensatez.
—Sefi, óyeme bien — me aclaró mi hermano— Por favor no quiero que te metas en problemas dentro de la escuela, no sabes quienes realmente son leales al ministerio o quienes se pasarán al bando tenebroso; no le des oportunidad a nadie para hacerte tener problemas con papá — murmuró.
— Las cosas no son tan simples Félix.
— Exacto, de verdad que me estoy preocupando por tí, no quiero que te hagan daño Sefi; no quiero que vuelva a sucederte nada, no quiero que te lastimen — farfulló — Tienes que al menos aparentar que sigues los ideales familiares, porque en algún lado vas a tener que tomar partido ¿A quién vas a serle leal?
— Pues voy a hacer leal a mí misma, de eso no te preocupes — contesté, no sabiendo por qué estabamos teniendo esta conversación quince minutos antes de que tuviera que cruzar la barrera — Voy a hacer lo necesario para sobrevivir a partir de ahora.
— ¿Qué sucederá cuando tengas que elegir seguir o revelarte contra tu familia, Perséfone?
— La única familia que tengo eres tú Félix, eso lo sabes; eres él único ser humano que no es despreciable dentro de los Rosier, puesto que sabes bien que yo calzo en ese adjetivo.
En ese momento me miró y me abrazó, jamás hacíamos ese tipo de demostraciones y menos en público, pero después de prácticamente decir que estábamos perdidos ante una inminente guerra en el mundo mágico, los dos lo necesitábamos.
— Creo que deberías ir — le indiqué — tu tren a Luxemburgo va a irse, quedan diez minutos.
Me observó y después desvió la mirada.
Él no iba hacia allá.
— ¿Acaso es mentira que tienes un entrenamiento allá para Gringotts? Félix ¿A dónde mierda irás? ¿Vas a irte? —le pregunté con un nudo en la garganta.
Nunca tuve la necesidad de decir que realmente le quería y que le necesitaba, tampoco tuve la ocasión de mencionar que si le sucedía algo dolería demasiado.
— Voy a París, Sefi— confesó —Hay cosas que no puedo posponer más.
— ¿Vas a ver a Florence? ¿Estás seguro? Dime porfavor que vas a tomar la poción multijugos y que no harás nada estúpido...
— Debo hacerlo, después de todo ella no se merece la persona en la que tú y yo sabemos que me convertiré en unos meses más — asumió.
Me mordí los labios con frustración, sonó el campanal indicando que faltaban sólo cinco minutos para las once, en el rato que llevábamos parados allí, un montón de magos habían atravesado la barrera; incluyendo a Helena.
—Estoy segura de que ella no va a querer separarse de tí a pesar de nada — le dije con pesar —Te prohíbo que la engañes, que le digas algo que no es y que le mientas para terminar, sé honesto.
Volvimos a acercarnos y nos despedimos.
— Ten cuidado hermana, te quiero.
Esa era una de las pocas veces que me lo había dicho.
— Y yo a tí — correspondí — cuídate mucho Félix.
— Antes de que te vayas — señaló —Dile a Helena que se cuide de Avery, sé que tú y ella ya no son cercanas, pero que se ponga alerta; sabes bien que él no se permitirá perderte tan fácil. Adiós Perséfone, escríbeme cualquier cosa.
Asentí y luego cogí el carrito para atravesar la muralla.
Rápidamente cogí mi maleta y mi bolso de mano para abordar, no tenía tiempo para regodearme ya que lo más probable es que todos los compartimentos estuvieran llenos, así que me dedicaría a ir al vagón de Slytherin a dejar las maletas para buscar a Daphne.
Esquivé a un montón de niños llorones que se despedían de sus hermanos y a muchas madres aprehensivas que daban un sinfín de consejos a sus hijos que por primera vez iban a la escuela.
¿Para qué hacerlo?
Después de todo ya estaban en un riesgo inminente de ser asesinados por un sangre sucia con delirios de grandeza.
Abordé al tren y una vez allí tuve que sacar todo mi autocontrol para no golpear a ningún niñito que corría o a algún inepto que me chocara. A duras penas llegué al vagón final y allí se hallaban mis compañeros, todos hablando de sus grandiosas vacaciones y de sus viajes al extranjero, en cambio yo tenía una cómoda estadía en mi habitación.
Tiré las maletas en la puerta correspondiente y dejé mi bolso sobre uno de los asientos.
— ¿No saludas, prima?
— Hola Draco, espero que nadie comience a hacer tonterías — le dije con una sonrisa cínica —No estoy de humor.
Él y sus amigos se sonrieron, Pansy le tomó del brazo y él se deshizo de su agarre.
— Draco, debemos ir al vagón de prefectos y comenzar a hacer las rondas — le invitó con su irritante voz melosa en extremo, lo que me agradó fue que él no le hizo mayor caso, lo que me llevó a pensar que las cosas con Astoria iban bien.
Mi primo se paró de mala gana y abrió la puerta para ella, sin embargo también me puse de pie para ir en la busca de la señora del carrito, no comía desde ayer y moría de hambre.
— Rosier ¿No ves que voy pasando? Espero que este año no seas tan irrespetuosa — me increpó Parkinson —Recuerda que soy prefecta y de las favoritas de Snape.
Me volví a mirarla y a hacerle ver lo ridícula que sonaba.
— Parkinson, sólo quiero decirte que aunque tengas la insignia de Prefecta ni sueñes con que voy a respetarte en lo más mínimo ¿Crees que voy a hacerle caso a alguien como tú? Bájate de la nube y deja se ser tan estúpida, que ese puesto sólo te lo dieron porque Daphne lo rechazó.
— Pues al menos fuí seleccionada — escupió por el camino haciendo alusión de que yo no había sido escogida en mis años anteriores.
— ¿Ser prefecta? ¿Meterme en la vida de los demás y perder mi tiempo? Eso no es lo mío para nada, como sabes estoy para cosas importantes, no para pasearme en las noches muriendo de frío y sueño, adiós perra; no te acerques a mí y todo irá bien para tí — me despedí lanzándole un beso— Suerte con el viaje Draco, pues con la loca a tu lado tendrás que tener paciencia.
Me perdí de ellos y encontré a la señora de los dulces, le pedí un montón de golosinas que claramente lo único que harían sería darme un coma por el azúcar, mi estómago rugía y no había nada que hacer.
Unos niños a mi lado peleaban y lanzaban unos torpes hechizos en el pasillo.
— ¡Acaso no saben que eso está prohibido! — reconocí la voz de inmediato.
La impura en acción, era evidente que le darían el puesto de prefecta.
— No se dejen intimidar por alguien que ni siquiera es totalmente mago niños — les alenté —Ignórenla.
Granger se colocó roja de rabia y con todas sus fuerzas trató de contenerse en lanzarme una maldición.
Eso me gustaba, aquel día estaba yendo muy acontecido.
— Rosier, deberías medir tus palabras, soy la prefecta de Gryffindor y sabes qu. . .
— Risier, dibirias midir tis pilibris, soy li prificti di Gryffindir — le imité logrando hartarla, ella no me hacía nada en verdad, pero no me agradaban las personas petulantes como ellas, que se jactaban de las cosas que ni siquiera tenían — ¿Qué es lo que debiera saber, impura?
— Mi nombre es Hermione — dijo intentando lucir orgullosa.
— Mira, si crees que conmigo o con alguien de Slytherin te va a resultar el jueguito de ser prefecta estás muy equivocada — le indiqué —Espero que esta sea la única vez que intercambiemos palabra durante este año. Te lo digo desde ya, como ya le dije a Parkinson, no me intimidas en nada y créeme que tu ridícula insignia tampoco lo hará.
— ¡Cinco puntos menos para Slytherin! — dijo enojada y anotó en su cuaderno.
No pude evitar reír.
— Ahora mírate, creyendo que perder puntos me importará. No entiendo cómo eres tan tonta, sangre sucia — le encaré — Si no tuviste respeto antes, tampoco ahora será el momento, no conmigo al menos.
Caminé y ella se apartó de mi camino de inmediato.
Me gustaba sentirme así, poderosa y malvada.
Así era y siempre sería así, no cambiaría.
Aunque lo reprimiera siempre me parecería a Constance y a Ethan, genética y crianza. Algo que no se podía rechazar ni renegar.
El viaje al castillo fue silencioso, dormí la mayoría del camino e ignoré a mis compañeros con todo lo que implicaba –todos hablaban de Potter y del juicio que había tenido en las vacaciones – y eso no me interesaba en lo más mínimo. Asumí que Daphne estaría en un vagón del inicio y no tuve ganas de buscarla, por lo que le saludaría en el castillo. El llegar a la estación de Hogsmeade me generó bastante ansiedad, eso implicaba que el año había comenzado enserio y no sabía cuáles serían las situaciones que eso traería.
Y también estaría George.
No dejé de pensar en él durante todo el viaje, quería verle y encontrarme con él, algo bastante tonto e infantil si lo veía desde un punto de vista maduro y frío; sin embargo las cosas con él jamás habían sido así. Ya me había vestido con el uniforme, por ende me apresuré a bajar del expreso para dirigirme a las carrozas, detestaba irme en las que no tenían techo, por lo que cuando ví que las que tenían compartimento cerrado estaban adelante, caminé a prisa sin fijarme en quién estaba detrás mío o si veía a alguien conocido.
Me instalé con mi varita en mano y alisé mi falda, me acomodé la bufanda y esperé con fastidio a que se llenara. Sentí el vaivén de alguien subiendo a ella y era nada más ni nada menos que una chica de Gryffindor.
Cerró la puerta con fuerza como si tratara de demostrar algo, tocó con su varita la pared, indicando supuestamente que la carroza ya estaba llena para que partiera y no pudiera subirse nadie más.
— Rosier — habló con desprecio.
— Spinnet, no sabía que querías ser mi compañera de viaje, de ser así te hubiera buscado en el expreso para charlar — respondí sin mirarla, observando por el vidrio.
— No seas cínica y escúchame bien — comentó en un tono que pretendía ser amenazante.
— Mira, si quieres hablar — le observé con frialdad —Baja tus revoluciones, no te queda tratar de ser amenazante.
Rodó los ojos e ignoró mis comentarios venenosos.
— Quiero que sepas que no te tengo miedo.
— ¿Y?
— No sé qué clase de artimaña utilizaste pero sé que tienes que ver en qué George haya terminado conmigo, no creas que todo será fácil— comentó enojada —Una cosa es que ya no estemos juntos y otra es que vaya a permitir que le hagas daño, no sé que pasa entre ustedes y no me interesa. . .
— Pues que hayas buscado venir conmigo en el viaje al castillo, denota tu interés desmesurado en un hombre al que no le importas ¿O sí no porqué me haces estas advertencias inútiles? Entre él y yo no pasa nada que él no quiera que suceda y créeme que no sucede nada — le respondí con una risita maliciosa.
— No sé que sucede con ustedes, sin embargo no dejaré que le lastimes, Rosier — me escupió con rabia —Aquí todos sabemos la víbora que eres.
La carroza se detuve y me apresuré a bloquear la salida, ella no me dejaría con algo que decir.
— Spinnet, quiero que te enteres que a estas alturas de la vida, nadie pelea por los hombres; qué penosa actitud —le molesté — ¿Por qué no dejas a la gente en paz y te preocupas por tí? Deja que Weasley haga lo que quiera con su vida, si quiere compartir castigos con la víbora deja que lo haga, es asunto de él ¿No crees?
—Déjame salir.
— Una última cosa — puntualicé —No te atrevas a venir con estúpidas amenazas otra vez, lo digo sólo como una notificación, cuídate si no quieres recibir maldiciones en tu cuerpo atlético —rebatí mirándola fijo —Digo para que lo tengas en cuenta dos veces si realmente quieres meterte conmigo.
Abrí la carroza y salí.
Luego de tomar la maleta, dejarla junto a las demás de mis compañeros e ir al banquete del Gran Comedor, que estuvo empañado por la participación de la desagradable presencia de Dolores Umbridge, quien era conocida de mi padre y ahora sería nuestra profesora de Defensa contra las artes oscuras; salí del salón para dirigirme a las mazmorras.
Ví una cabellera pelirroja que me hizo una seña.
Era George y estaba oculto en uno de los salones contiguos al Gran Comedor.
Sonreí y fuí como una niña a ver a donde estaba.
Asumí que estaba dentro del único salón que tenía cerradura y giré la perilla.
Sus manos me tiraron dentro y me envolvió con sus brazos.
— Te extrañé, serpiente.
Dejó un cálido beso sobre mis labios y el silencio reinó dentro del salón unos minutos.
— Debo admitir— respondí jugando con él — Que lamentablemente yo también lo hice.
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