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El hecho de tener buenas notas debiera hacerme sentir feliz, también el hecho de que el año escolar terminase antes. Lamentablemente no era así, no sentía ningún tipo de sentimiento positivo por el término anticipado del año escolar.

No dejaba de pensar en lo que sucedió en el torneo.

No dejaba de pensar en lo que pasó con Barty.

No dejaba de pensar en lo que pasó con George.

No dejaba de pensar en lo que se me venía encima llegando a casa.

Tenía una terrible sensación por volver a casa, no quería estar cerca de mi padre y tampoco verme implicada si es que él volvería a serle fiel al señor tenebroso.

El viaje en tren hasta Kings Cross no fue relajante, lo único que consiguió fue aumentar la agonía y el nerviosismo que sentía de tener que volver a la Mansión Rosier.
Siendo honesta lo único que conseguía calmarme era recordar la carta que Viktor me había escrito, recordar los sentimientos que él había plasmado hacia mí en aquella carta.

«Quiero que sepas que estaré para tí a pesar de todo, que tienes a una persona incondicional a tu lado, aunque estemos lejos.
También quiero que sepas que jamás hablaré de lo que tú y yo sabemos, ni aunque quisieran hacerme hablar lo diría, te lo prometo.
Perséfone, no tienes que explicarme nada de lo que pasa ni por tu cabeza ni por tu corazón, yo ahí estaré. Jamás lo dudes y si un día necesitas hablar, una noche necesitas arrancar, una madrugada tienes que llorar, tienes que saber que voy a estar allí para tí.
Seamos lo que seamos, todo o nada, pase lo que pase, habiendo paz o habiendo guerra, estaré para tí. Chica mala. »

Repasé las líneas en mi mente, me hacía sentir que alguien se preocupaba por mí en realidad.

«Nunca en mi vida había conocido a una mujer como tú, irreverente, pasional y sumamente hipnotizante, no creas que trato de decir algo más, sólo digo la verdad, eres la chica más interesante que he visto en mi vida ¿Y sabes por qué?
Pues si no lo sabes te lo diré, no causas ternura , no causas una buena impresión –eso claro está, jaja– claro que tienes belleza de sobra, pero no es lo que te hace diferente.
Te conoces y no finges ser alguien que no eres, sabes que eres mala, sabes que eres cruel, sabes que impones el miedo. Estar frente a tí es como ser la presa fácil de una serpiente, lo sabes y yo también lo supe. Eres como una araña tejiendo su tela, a la espera de que caiga su alimento, como una Venus a la espera de que caiga algún insecto.
Eres demasiado atrayente y lo sabes, no te molestas en ocultarlo.
No pretendo que con esta carta tengas sentimientos hacia mí, quiero que sepas los míos por tí, nada más...»

Viktor, Viktor, Viktor.

¿Por qué apareciste en este momento en mi vida? No podía ser antes o después, tenía que ser ahora.

«Jamás ví unos ojos como los tuyos, veía el vacío en ellos pero me atrajeron a tí como a un imán. Son interesantes, pero aterradores, misteriosos, pero sinceros. Sabes que jamás podrás tener celos de nadie pues tienes el beneficio de ser inolvidable.
Te quiero Sefi, no lo olvides»

No quería seguir abrumandome en su recuerdo, lo de nosotros por ahora no sería posible. Pero le extrañaba y me había obligado a no ser una egoísta y dejarle libre para que volviera a su escuela.

— ¿En qué piensas? — me cuestionó Daphne a mi lado, una vez que abrí los ojos y los fijé de manera perdida en el vidrio.

— En Viktor. — le respondí sin mirarle, con ella podía ser sincera pero eso no quitaba que no me avergonzara de admitir lo que me sucedía.

— Estoy segura de que se volverán a ver tarde o temprano, él no te dejará escapar fácilmente. — me respondió — Sólo procura haber aclarado tus sentimientos cuando eso vuelva a suceder.

Le observé y suspiré.

— Lo sé, no te imaginas lo mal que me siento por haber provocado tantas emociones en él.

— No puedes controlar los sentimientos del resto ni de nadie, ni siquiera los tuyos Sefi. — mencionó — creo que de eso ya te percataste.

Sabía de lo que hablaba por lo que sólo asentí con la cabeza.

— ¿Vas a visitarme, verdad? — le pregunté con una sonrisa demasiado vaga para que se lo creyera.

— Obvio ¿Por qué no habría de hacerlo? Lo dices como si fueras a la cárcel.

— Pues volver a mi casa me hace sentir así, no sé nada a ciencia cierta y la verdad que tengo un pésimo presentimiento con respecto a mí misma.

— No seas así, no seas tan tóxica contigo misma — aconsejó en su papel de psicóloga personal.

— Pues que lo digas no va a impedir que lo haga, al parecer tengo un don para la autodestrucción, Daphne.

— Créeme, alejarte de Hogwarts va servirte para que te aclares.

Lo que restó del viaje lo pasamos en silencio, yo con su cabeza en su hombro y ella leyendo un libro de pociones avanzadas. Cuando el expreso al fin se detuvo, me enderecé y le observé con aflicción.

— Ven aquí. — habló para hacer que yo me relajara y me abrazó — Me escribes cualquier cosa, sabes que siempre estaré para tí.

— Espero que disfrutes tus semanas con Pietro, lo mereces. — besé una de sus mejillas y tomamos nuestras cosas para descender.

Daphne y Pietro –el chico de Durmstrang con el que fue al baile– comenzaron una relación a distancia y este verano él vendría a Londres para pedir su mano. Eso me alegraba ya que ella realmente lo amaba y él estaba dispuesto a venir nuevamente por ella.

Perdí a Daphne entre la multitud ya que volvió a ver si es que Astoria ya había descendido del tren. Otra cosa que admiraba de ella, la unión que tenía con su hermana; cosa que con Félix casi nunca habíamos tenido.

De pronto, sentí que alguien tiró de mi brazo y me metió dentro de uno de los compartimentos que solían usar los Gryffindor.

— ¡George! ¿Qué mierda te pasa? ¡Alguien puede vernos! — susurré algo asombrada ya que eso me tomó por sorpresa.

Ví la sonrisa centelleante del pelirrojo en su cara y emitió una carcajada pequeña. Se acercó a donde yo estaba y bajó la persiana de la puerta del compartimento, se quedó muy cerca de mí.

— ¿Eso es lo que te preocupa Perséfone? ¿Qué alguien nos vea? — susurró a escasos centímetros de mi cara.

Sonreí nerviosa y me aparté hacia el otro extremo del lugar.

— ¿Qué quieres, Weasley? ¿Necesitas algo? ¿Quieres fastidiarme una última vez antes de las vacaciones?

Él también fue donde yo había ido.

— Desde hace mucho que no te fastidio, según yo — contestó poniendo una cara de inocencia fingida que no la creería ni su madre.
— Ya no hacemos eso, recuerda que ahora nos besamos.

Eso provocó que me pusiera nerviosa a más no poder y quisiera huír de allí.

— No nos besamos, tú me besaste — le aclaré.

— Pues tú no opusiste resistencia, sabes que te gusto.

— ¡Enserio eres tan engreído! ¿Quieres dejarlo así? ¿Puedes dejar de coquetearme en algún momento?

— Oh, lo olvidaba — recalcó usando un tono algo hostil que hace mucho no escuchaba de parte de él — ahora te besas con Krum.

Estaba celoso, él estaba celoso.

— Weasley, eres un descarado de primera — le solté — no debería preocuparte con quien me bese, tú tienes novia ¿O acaso cuando estás conmigo te olvidas de su existencia? No te culpo, ella es insignificante.

Él se mantuvo callado ya que al menos era capaz de no hablar mal de ella o de no referirse a Alicia de mala forma. Después de todo el que estaba errando, siendo infiel, era él.

Como percibí que no tenía respuesta de su parte me despedí.

— Espero que tengas unas buenas vacaciones, George — sonreí cínicamente y me dirigí a la puerta del lugar, era cosa de tiempo que Félix anduviera buscándome.

Cuando pasé a su lado no vaciló y me cogió por la cintura. Sus ojos celestes me miraron con intensidad.

— ¿Por qué no nos vemos durante las vacaciones? ¿Te atreves?.

— ¿Por qué querría reunirme contigo? — cuestioné sin dejar de observarle directamente.

— Porque sé que quieres hacerlo, sé que quieres verme — apostó — Dime que sí, porfavor.

En ese segundo cerró los ojos, como si esperase que yo lo besara o le diera una señal de que quería recibir un beso por parte de él. Me moría por hacerlo, pero no le daría en el gusto. Me acerqué y lo besé en la mejilla.

— Eso lo veremos, George — su agarre me soltó — mientras tanto, trata de no pensar en mí de manera exagerada.

Salí del cubículo y me apresuré a descender del tren, quedaban arriba unas cuantas personas. Esperaba de que nadie me viera salir y que después le vieran a él o las habladurías empezarían de inmediato.

Todos eran unos chismosos dentro de la escuela, les encantaba cotillear.

Bajé las escalinatas y Nimby ya estaba allí, pero no habían rastros de Félix.

— ¿Mi hermano aún no desciende del expreso? — pregunté sin saludarla.

— Ama Perséfone, el amo Félix fue a buscar unas cosas que olvidó. — respondió — vuelve en unos minutos para que nos vayamos.

No emití mayor palabra y cuando Félix llegó a nuestro lado, la elfina nos ofreció sus manos para trasportarnos con la mayor rapidez posible.

Antes de desaparecer de allí, ví a George aparecer en la puerta del tren.

Agradecí internamente que tardara en descender.

A él fue la única persona que ví antes de llegar en menos de cinco segundos a casa.

— Sus habitaciones están preparadas — comentó la elfa— entreguenme sus maletas para llevarlas a la sus respectivos cuartos.

Escuché la voz de mi mamá acercarse por el pasillo mientras bajaba las escaleras. En eso mi padre apareció por la otra entrada y me observó con una gélida mirada.

Constance, quédate allí o vuelve a la habitación —saludarás después a tu querida hija, Félix ve con tu madre que está ansiosa por saber cómo te fue durante estos últimos meses.

— Padre...

— ¡Qué subas, maldita sea! Debo hablar con tu hermana en privado, ahora.

En ese momento sentí miedo, no sabía que era lo que estaba sucediendo. Mi padre se quedó mirándome de frente una vez que mi hermano avanzó sin entender qué era lo que sucedía.

— Padre ¿Qué ...

No alcancé a decir más cuando sentí la dureza de su puño en mi cara.

— Eres una asquerosa ¿Acaso creíste que no me enteraría de tus aventuras en la escuela?

Le miré estupefacta y mi respiración se agitó de inmediato.

—¿Qué demonios te sucede? — le grité.

— No seas insolente, aparte de traidora eres una irrespetuosa.

— ¡No tienes derecho a golpearme!

— ¡Claro que lo tengo! Soy tu padre y no permitiré que manches nuestro nombre Perséfone.

— No sé de qué mierda hablas.

En ese momento volvió a abofetearme

— A mí no se te ocurra hablarme en ese tono— me cogió por la blusa — escúchame bien, no quiero otra de tus tonterías ni de tus juegos rebeldes.

— ¿De qué hablas?

En ese momento sacó su varita y lo único que atiné fue alejarme instintivamente.

— Hablo de que eres una traidora, una asquerosa traidora. — escupió llena de rabia — ¿Crees que Barty no me dijo nada de tus jueguitos con Weasley?

De pronto mi corazón dejó de latir, sentí que se me congelaba el cuerpo.

— Sí Perséfone, hay personas que saben de la lealtad, no como tú.

— Padre, eso no es cierto...

Y no le tembló la mano para usar su varita contra mí.

— ¡Crucio! — me apuntó y yo grité de dolor cayendo al suelo, retorciendome.

— No me mientas, antes de que le dieran el beso del dementor, me dijo todo lo que vió de tí y de él.

En eso sentí a mi madre y a mi hermano bajando las escaleras a toda velocidad.

— ¡Padre qué haces! ¡Qué te pasa!

— ¡Quédese allí si no quieren que lo haga con ustedes también! — gritó.

— Óyeme bien, no sabía que te habías convertido en una putilla barata ¿Te gusta Weasley acaso?

— No... — mentí tratando de incorporarme y calmar mi respiración.

— ¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio!

Grité, grité como nunca hasta que se me cansaron los pulmones.

Yo no era ninguna débil, pero sentir la maldición recorrer mi cuerpo, era como sentir una corriente eléctrica dentro de mí. De manera constante y sin descanso.

— Mira, te voy a dar la oportunidad de que esto no se vuelva a repetir y que te sirva de escarmiento — me amenazó — si no lo haces haré esto con Weasley y habrán problemas ¿Me oyes? Ahora deja de quejarte como una estúpida, que te lo mereces.

Después de eso se fue, dejándome tendida en el piso, con un dolor penetrante en todo el cuerpo. Oí cómo les dijo a mi madre y a Félix que me dejarán allí y que no los quería ver cerca, que no lo merecía por mi inadecuado comportamiento.

No sé si pasaron minutos y horas, pero no podía ponerme de pie.

Mis piernas y brazos estaban demasiado débiles como para hacerlo.

Hasta que oí la voz temerosa de Nimby.

— Ama Perséfone, ama perdone por no venir antes.

Sin que yo emitiera palabras, ella me tocó y me trasladó automáticamente a mi cuarto.

Me acomodó los almohadones y comenzó a revisar mi cuerpo para ver no sé que cosas que murmuraba.

— No hay huesos rotos, no hay. No se preocupe.

Iba de un lado a otro trayendo cosas para hacer que me sintiera mejor.

La observé colocar ungüento en unas magulladuras en mi cara, debido a los golpes que mi padre me había propinado. Ví que unas lágrimas silenciosas corrían por su cara.

— ¿Por qué lloras? — le susurré despacio, ya que si lo hacía más fuerte me dolía el pecho.

— Me duele verla así.

— ¿Por qué? Te he tratado como la mierda desde que era una niña.

Ella puso sus grandes ojos en los míos.

— Eso no importa, mi lealtad es hacia usted, ama.

Sonrió.

— Ahora iré a traerle agua y algo de comer, no se mueva.— habló de manera presurosa

— Nimby... — le llamé y ella se volvió.

— ¿Ama Perséfone?

— Gracias. — susurré y dejé que mis ojos se cerraran para ver si el dolor pasaba.

Estas vacaciones serían un infierno.

De eso estaba segura y nadie podría hacer nada por mí.

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