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La última prueba había tenido que postergarse debido a un inexplicable frente de mal tiempo que había surgido. Era extraño el hecho de que se suspendiera debido a que en Hogwarts jamás se cancelaba nada, podía estarse acabando el mundo y el campeonato de Quidditch no iba a cancelarse, eso daba a entender lo realmente peligrosa que sería la última prueba del torneo.
En cuanto a mí, todo seguía dando vueltas.
No era capaz de ser racional con la situación que había vivido con George y no me quedó de otra que fingir y hacerme la enferma para poder ir y encerrarme en la Enfermería. Sabía que en mi habitación había dejado un desastre al igual que en el aula de pociones, también que las cartas de mi madre debían de haber invadido por completo mi escritorio, pero eso no me importaba.
No era capaz de convivir en ese momento con nadie. Por lo que mi salvación había sido robarme unos caramelos de la fiebre que encontré en medio de la sala común de Slytherin y esperar a que hicieran efecto para ir a fingir dolor donde Madame Pomfrey. Ella de inmediato me examinó y me dió una bata como pijama para cambiarme mandándome a recostar en lo que me preparaba una poción.
Y ahí había estado durante dos días, le había pedido estrictamente que no quería recibir visitas debido a que supuestamente no me sentía bien y me dolía la cabeza. Eso obviamente porque no era suficiente sensata para mantener una conversación normal con una persona sin comenzar a hiperventilar. Félix había sido al único que la enfermera le permitió entrar por ser mi hermano y sólo habíamos intercambiado un par de palabras para que él se asegurara de que todo estaba bien y que yo no estaba muriendo.
Claramente yo estaba evitando a George.
Pero no me sentía apta para conversar con nadie. Cada vez que la señora Pomfrey quería darme el alta yo me comía uno de los dulces que me había robado y así ella desistía. Pero claramente ya empezaba a sospechar de mí, era una medimaga demasiado buena y experimentada para dejarse engañar por un estudiante, aunque debo admitir que tiene que haberme visto tan estresada que dejó que me quedara allí por los días que llevaba.
— Ten buenas noches Rosier. — se despidió antes de entrar a sus aposentos. — Sabes que puedes llamarme si sientes que sube tu fiebre.
— Lo haré, gracias señora Pomfrey. — me despedí y corrí el biombo al rededor de mí cama.
Ahí quedaba libre para mirar al techo, leer o hundirme en mis miserables pensamientos y esos confusos sentimientos que tenía. La verdad es que no era mucho lo que podía descansar, mi mente me jugaba malas pasadas en todo momento.
Aquel maldito pelirrojo y el beso que me dió no salían de mi mente.
Y eso me volvía loca.
No sentí a nadie acercarse y de pronto alguien corrió la separación con la que yo había apartado mi cama de las demás.
Me sobresalté dando un respingo.
— Sefi— susurró Daphne— Vine a verte, Pomfrey me dijo que no podías recibir visitas y estaba preocupada por tí — murmuró — ¿Qué tienes? No te veo hace dos días, aunque he venido a preguntar que te ha pasado.
Ahí estaba mi amiga, con el uniforme puesto todavía pero manteniendo el orden y la limpieza que la caracterizaban, Daphne Greengrass era perfecta en todo momento.
Suspiré, a la larga ella era mi mejor amiga y no podía mentirle más de lo que ya lo hacía constantemente.
— Daphne, la verdad es que no estoy enferma, no te preocupes por mí, estoy bien— le aclaré, sintiendo como mis mejillas se teñían de rosa.
Ella me observó desconcertada y poco a poco fue cayendo en la cuenta de a lo que yo me refería.
— ¿Es broma que has fingido tener fiebre durante estos días? — me increpó frunciendo el ceño.
— Pues no, no estoy enferma y si lo hice fue porque no quería estar cerca de nadie, no podía.
— ¡Qué! — se indignó por lo bajo, porque si la enfermera despertaba ambas estaríamos en problemas, aunque más ella que yo. — ¡Cómo se te ocurre! Las chicas y yo habíamos estado preocupadas por tí, sin contar a Viktor.
Eso hizo que sintiera un nudo en el estómago.
— Lo siento, pero me ha pasado algo y tenía que procesarlo en la soledad y esto fue lo único que se me ocurrió.
Su rostro tomó un aspecto preocupado de inmediato. Ella era así, siempre preocupándose por mí. Si hasta parecía mi hermana mayor.
— Sefi ¿Te ha sucedido algo? ¿Alguien te hizo algo? ¿Gaspar? —preguntó atropelladamente, mientras trataba de no subir el tono de su voz. — ¿Por qué viniste aquí? Te pido que si tienes algun problema me cuentes, soy esa chica que sabe que detestabas las clases de ballet a las que íbamos antes de Hogwarts, por favor — suplicó. — No guardes secretos conmigo.
Miré los claros ojos de mi amiga y eran como una invitación a que le revelara todos mis pensamientos. Si en alguien yo confiaría ciegamenteera en Daphne, pues era capaz de pasar de ser un ángel a un demonio si se metían en su camino.
Pensé y de verdad me costó tomar la decisión de abrirme y decirle lo que me sucedía, pero de verdad necesitaba hacerlo, vomitar lo que venía escondiendo por meses.
— Sí— afirmé — me sucede algo, pero no sé por donde empezar a contarte porque es algo que lleva tiempo desde que me dí cuenta.
— ¿Tiene que ver con alguien más?
— Sí y si te lo cuento es porque realmente confío en tí, sé que no se lo dirás a nadie, pero necesito que porfavor no me juzgues, que no me malentiendas.
— Perséfone, me asustas. Ni que hubieras asesinado a alguien. — comentó con gravedad en su voz.
— Desde hace un tiempo que vengo sintiendo algo que sé que no debería — comencé. — No es algo que buscara, solamente se dió y no supe como frenarlo.
Su rostro se suavizó, por mi parte estaba segura de que ella ya sabía de lo que iba a hablarle, más se quedó en silencio y asintió.
— Si te lo cuento ahora es porque antes no había hallado la forma o las palabras — proseguí. — Y no había considerado que fuera algo digno de mención, pero el otro día sucedió algo que no puedo ignorar y no sabes el revoltijo que tengo en mi cabeza por la situación.
Claramente no mencionaría nada a mi amiga sobre Barty, eso sólo la haría cómplice y aunque lo niegue eso me había tenido de los nervios desde que me enteré de la presencia del convicto.
— ¿Ha pasado algo con algún chico? — me preguntó tranquila, de manera que yo no me incomodara.
— Sí y no debió haber sido, jamás debí permitir que esto llegara a tal nivel.
— ¿Quién es él Sefi? — volvió a preguntar, aunque ella ya sabía la respuesta. — Quiero que lo digas, creo que no es difícil de adivinar para los que te conocemos bien.
— Hace dos noches. — murmuré y me costó el alma terminar la frase. — Tuve un encuentro con George Weasley y me besó. — en ese momento mi voz desfalleció, jamás pensé que eso se lo contaría a alguna persona.
Ella sonrió, porque a la larga ya se había dado cuenta de todo.
— Desde mis castigos con él, comencé a tener un breve acercamiento— confesé desde el inicio. — Empezamos a intercambiar palabras y ambos dejamos de lado en cierta manera las contiendas que solíamos tener siempre — hice una pausa para recordar — luego las noches de castigo fueron algo más entretenidas y conversábamos de cosas casuales y de verdad me sentí bien.
Daphne me cogió de la mano para infundarme en valor que me faltaba para terminar de contarle todo.
— Pero me dí cuenta de que él buscaba acercarse a mí para ser cercanos, para ser amigos y eso jamás podría ser— aseguré en un vago intento de no perder la cordura. — Y me aproveché en cierta forma de lo que percibí que él había empezado a sentir por mí, lo solía molestar siempre, poner celoso, coquetear y sin darme cuenta empecé a sentir esas mismas cosas — susurré. — Al darme cuenta volví a alejarme y ahí apareció Viktor.
Ella hizo una interrupción para preguntarme algo.
— Quiero saber algo ¿Tienes algún tipo de sentimiento por Viktor también?
— Creí en un principio que me acerqué a él por simple amistad, porque la verdad es que tenemos muchas cosas en común, pero pronto también me ví envuelta en situaciones comprometedoras, hemos estado muy cerca y apunto de besarnos varias veces.
— ¡Maldita sea, Sefi! Eso no me lo habías contado.
— ¡Lo sé, lo sé! Pero verbalizar estas situaciones sólo hacen que se vuelvan reales y no quería atormentar mis pensamientos aún más. — expliqué. — De verdad siento que me gusta Viktor, pero no saco nada en aventurarme a algo con él y sin embargo George, que es algo sumamente imposible me atrae terriblemente.
— ¿Qué sucedió la otra noche? — me interrogó.
— Yo me quedé en las mazmorras, para hacer poción para el cabello y después juntarme con ustedes — hablé haciendo remembranzas — pero él apareció en el aula y de la nada comenzó a acercarse hasta que me besó.
— ¿Te gustó? Sé honesta por favor, no te guardes nada.
— Maldición, sí y eso que sólo fue un roce, no fue un beso apasionado, sólo me tomó de imprevisto, él sólo colocó sus labios en los míos y yo no me aparté ni le dije nada — murmuré llena de frustración por aquella situación tan ridículamente estúpida e infantil. Sentía que volvía a tener doce años.
— Sefi, te gusta George, eso no lo puedes seguir negando, te confunde Viktor y tu cabeza es una revuelta de emociones incorrectas.
— Sí y de verdad me aterra que...
— ¿Qué es lo que te aterra? — cuestionó Daphne al ver que dejé la frase sin terminar, estuve a punto de mencionar a Barty.
— De qué alguien se entere de eso y lo divulgue ¿Te imaginas lo que harían mis padres si se enteraran? No quiero ni pensar en ello.
Había comenzado a hiperventilar y mi amiga me abrazó en ese momento.
—Sefi, creo que debes pensar en quien significa más para tí — dijo con una madurez que yo creo que jamás llegaría a tener — No creo que puedas soportar el peso de tus sentimientos y además el peso de tu familia y la sociedad sobre tus hombros. — comentó de forma seria— Si lo que te impide tener algo con Viktor es la distancia y tu forma de ser, lo entiendo, pero si lo que te impide hacerlo es lo que sientes por George Weasley debes hacerte cargo.
— ¿A qué te refieres con eso?
— Me refiero, a que la Perséfone de algunos años no hubiera tenido tapujos en involucrarse con Viktor a pesar de no estar segura de sus sentimientos — aclaró — has cambiado para bien, debes de sentir algo real para no querer herirlo con una relación incorrecta, aunque creo que ya es suficiente con refrenarte, no puedes mentirte a tí misma.
— No lo entiendes.
— Claro que sí, sé que no pasa por tu mente una relación con George por los ridículos prejuicios que rondan nuestro mundo, pero ya es suficiente. Si te diste cuenta de lo que sientes es un avance, antes jamás hubieras admitido algo así.
— ¿Qué quieres que haga?
— Quiero que luches ¡Lucha Sefi! Que nadie te diga que hacer, que nadie maneje tu vida, ni tu padre, ni tu hermano, ni tu madre, ni tu apellido. — me instó. —Si quieres saber qué es lo que sientes por George, pues acláralo, reprimiéndote no lo sabrás jamás, si quieres saber lo que sientes por Viktor, pues averígualo, más no te quedes allí como si fueras la reina de hielo a la que no le afecta nada.
Me lancé a los brazos de mi amiga de manera infantil.
Durante toda la vida Daphne había estado para mí, a pesar de ser menor que yo, jamás podría haber conocido a una mejor persona que ella. Inspiré con dificultad debido al torrente de emociones que sentía en ese instante.
— Ahora debo irme a la sala común o tu hermano se pondrá como un loco. — dijo poniéndose de pie. — Deja de fingir estar enferma, eso no lo hace una Rosier. — me molestó. — te quiero.
— Y yo a tí. — dije al despedirme y ver cómo se alejaba por la sala hasta salir.
Me hundí bajo los edredones y las sábanas de la cama de hospital, intentando dormir de inmediato. Tomé la poción para dormir que Madame Pomfrey había dejado para mí en la mesita de noche y cerré los ojos.
Fuí sumergiéndome en un sueño profundo, que venía lentamente.
Por un momento sentí una suave caricia en mi mejilla, tenía demasiado sueño como para abrir los ojos inmediatamente. Traté de salir de mi aturdimiento ya que no sabía si había dormido segundos, minutos u horas, pero logré volverme.
Sentí mi corazón latir fuerte.
Me percaté que una cabellera pelirroja demasiado familiar doblaba la puerta de la enfermería.
Pude sentir una sensación de ternura que antes no había experimentado y también miedo. Si George había aguardado hasta que mi amiga saliera me daba una sensación de que en serio se preocupaba por mí, algo que nadie más hacía o muy pocas personas.
También me daba una sensación de querer asesinarlo.
Si mañana lo veía sonriente al salir de la enfermería era porque él había oído todo lo que dije.
Y esa situación no sabría cómo afrontarla.
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