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Yo caminaba por el bosque con un vestido blanco, largo y ajustado a mi cuerpo. Este tenía encajes en los brazos, en la espalda y en el pecho, que tenía un escote profundo. Me veía como una ninfa, como un hada del bosque. Mi cabello y sus ondas contrastaban con el blanco de mi vestido.
Caminaba por un sendero de gravilla y a sus orillas habían esparcidos pétalos de flores rojas. La espesura del bosque me impedía mirar más allá que las ramas con su frondosidad de hojas verdes.
Hasta que alguien me tomó por la cintura con delicadeza, no le ví venir ya que fue por la espalda. Yo me volví de inmediato y pude notar el traje elegante y precioso de Viktor Krum.
Me sonrió y cogió una de mis manos para entrelazarla con sus dedos, la otra la depositó en mi cintura. Comenzó a moverse y ambos giramos entre los árboles. Mientras me regalaba una cálida mirada al bailar.
Cerré los ojos y de pronto sentí el roce de unos labios, cálidos, suaves, exigentes.
Disfruté de ese beso.
Y cuando abrí los ojos, me sorprendí.
Ya no estaba Viktor.
Estaba George. George me sonreía.
Y yo le abrazaba.
— Lo sabía, sabía que me amabas a mí. No sabes Mentir Sefi. — decía.
Abrí los ojos de golpe.
¿Qué mierda había significado ese sueño?
¿Acaso eso era una boda?
Si era así, me quería morir.
No era posible que yo soñara algo así con dos chicos diferentes.
Menos con Weasley, eso no debía ser así.
Nada mejoró cuando recordé que un día oí a la profesora de adivinación decir que los sueños, reflejaban los deseos más profundos de nuestro interior. Yo no quería casarme, no quería casarme con dos personas, no podía ser ninguno de ellos.
Resolví que todo esto era debido a la celebración de cupido y todo el alboroto que todos estaban montando por eso. Como la prueba pasada del torneo había sido el día veinticuatro de febrero, los profesores no habían autorizado una actividad el día catorce por el día de los enamorados. Ya que esa semana debían tomarse algunos examenes.
Por lo que la fecha se había pospuesto y ahora todos estaban con dicha tontería. Yo no veía la necesidad de hacer eso, esa era una festividad de los muggles y nosotros no lo éramos. Mas ciertas costumbres era imposible no adquirirlas, lamentablemente.
Me levanté de mala gana, era fin de semana y mi descanso se había visto empañado por ese maldito sueño que ahora no quería salir de mi cabeza. Después de haberme alistado bajé a desayunar. Helena milagrosamente se había levantado antes que yo. Algo muy sospechoso y nada común. Me miré al espejo antes de salir de la sala común, mi vestido negro con cuello blanco se veía perfecto en conjunto a mis pantys negras y los tacones.
Mi madre siempre me enseñó a vestir bien, que una mujer decía mucho sólo con eso, que una mujer decía mucho de sí misma según el par de zapatos que usaba y del color de su labial.
Una de las pocas buenas enseñanzas que me dió.
Apenas salí del pasillo de las mazmorras por detrás del lago Negro, pude ver un montón de chicas con rosas de distintos colores.
La dichosa tontería había comenzado.
Claramente los organizadores de esto eran el comité estudiantil, que estaba plagado de Ravenclaws y de impuros, entre ellos Granger. Una idea estúpida de alguien que no tenía magia desde nacimiento. Era de esperarse.
La dinámica se trataba por lo que oí cuando me senté a la mesa, que la rosa te la enviaba una persona determinada, según la intención que ella tuviera para contigo su color cambiaba. Roja significaba que estaban enamorados de tí, Rosada, un cariño profundo. Azul, admiración profunda, Amarilla, quiero una aventura –por último y lo más innovador – fueron las rosas lilas, cuyo significado era que la persona no sabía lo que sentía hacia tí.
Apenas llegué a la mesa de Slytherin llegó un rosa para mí. De blanco pasó a rosado. En un pergamino no había nada.
— Debes usar un revelio. — me aclaró Milicent, quien estaba participando, causandome mucha impresión. Ella no era la clase de chica romántica.
Asentí y saqué mi varita, no fue difícil. Distinguí la linda caligrafía de Daphne. Observé a mi alrededor más no la ví, después le daría las gracias por tan infantil gesto.
Reí para mis adentros y sonreí notoriamente.
Hoy era un día para pasear, la mayoría de las parejas de la escuela se iría a Hogsmeade para celebrar su tan ideal día del amor. La verdad es que jamás había visto tantos animales con cuernos cargar regalos. De las parejas de Hogwarts eran contadas las que no se habían sido infieles o las que no se habían involucrado con otras personas. Por lo que todos eran unos cínicos.
Yo al menos me iría a la cama otra vez para intentar volver a dormir. Me sentía demasiado cansada, ya que anoche me había dormido tarde y ahora había despertado abruptamente, no era necesario dar detalles al respecto. Obviamente se notaban mis ojeras a pesar del poco maquillaje que había colocado bajo mis ojos.
Instuitivamente observé a la mesa de Gryffindor. Ví a Alicia colgada del cuello de George, le besuqueaba y faltaba que se montara sobre él en el mismo comedor. Weasley, tan delicado, le había dado una rosa de color amarilla. Esa sutileza que a mí tanto me gustaba, él jamás la tendría. Pero aún así yo no apartaba la mirada de aquella escena estúpida.
Y él me descubrió haciéndolo.
Y yo no le aparté la mirada, yo quería incomodarle. No sé porque si se suponía que él no me podía interesar. Pero yo era egoísta y sabía que de cierta forma una parte de él era mía y yo quería reclamarla aunque sabía que no podía. Él tampoco se quedó tranquilo luego de ese intercambio de miradas, soltó a Alicia y se quedó un poco más alejado de su grupo.
Me levanté y me dirigí de nuevo a mi habitación, al menos reposaría un poco. Todo este ambiente me colocaba muy tensa, fuera de lugar. Cuando yo estaba con Gaspar estas cosas jamás me habían importado, él nunca tuvo un detalle así, salvo cuando buscó sexo, en ese momento me llenó de atenciones, pero obviamente era para conseguir algo más. Pero ahora me daba cuenta de que no tenía a alguien para sentirme bien, para sentirme querida y que ese tipo de cosas tampoco podría haberlas hecho con Avery.
Al entrar en la sala común me percaté de que estaba prácticamente vacía, solamente habían unos pequeños niños de primer año fingiendo ser importantes. Me dirigí hacia el pasillo de la habitación de las chicas, antes de doblar hacia donde estaba mi habitación sentí un ruido en el pasillo de los chicos y venía de la habitación de Avery.
Rodé los ojos, claramente estaba con uma chica dentro y ni siquiera se había preocupado de insonorizar la habitación. Negué con la cabeza y fuí a mi habitación, me eché un momento en la cama, dejando caer por completo mi peso, los almohadones se desordenaron por completo. Pero al menos en mi cuarto no tendría que lidiar con todo ese ambiente de afuera.
Había dejado la rosa que Daphne me había regalado sobre el escritorio, y me dediqué a observar el techo hasta que mis ojos se fueron cerrando. Dormir otro rato me haría muy bien. Más eso no fue posible, la estridente voz de Helena, extrangulada prácticamente por verme me sacó de la plácida siesta que yo estaba a punto de comenzar.
— ¡¿Sefi?! ¿Qué haces aquí? — chilló.
Yo no tenía que preguntarle a ella qué era lo que hacía aquí. Estaba desnuda, envuelta con una sábana, tenía el cabellos revuelto, la cara sudada y para terminar unos chupetones en el cuello.
— Ah, tú eras la chica de turno que estaba en la cama con Avery. — le dije con suma tranquilidad — Lena ¿Nunca aprendes verdad?
Al parecer eso provocó que se molestara, más yo no estaba enojada ni celosa. Sólo decía lo que veía.
— Perséfone, hace mucho tiempo dejaste de ser la novia de Gaspar ¿Qué más te da si yo me acuesto con él?
— ¿Qué pasó con Montague? — le cuestioné — ¿Acaso no tenías el arreglo matrimonial casi listo?
— Pues ya no estamos juntos. — dijo cortante.
— Entiendo, osea ahora eres una zorra que salta de chico en chico. — dije con toda la intención de que viera lo que hacía. — No creerás que Avery pretende algo serio.
— ¿Y porqué no? ¿Acaso eres la única por la cual los chicos pueden pelearse? ¿Acaso eres la única chica con la que un chico quiera estar? — me echó en cara — Estás celosa, eso es lo que pasa.
— ¿De quién? ¿De Gaspar? — insinué con desprecio — te recuerdo que fui yo quien le cortó.— dije — ¿O de tí? ¿Celosa por tener que abrirme de piernas para que me tomen en cuenta? Helena por favor, no seas patética.
—¡Tú eres la zorra aquí! — chilló descontrolada. — Dejaste a Gaspar para poder darte un gusto con el traidor, y como él no dejó a Spinnet, decidiste meterte con Krum.
— ¿Te das cuenta lo que estás diciendo Helena? — le frené — Solamente te ofendes porque sabes que lo que digo es cierto, que ninguno te toma enserio, que primero te enredaste con mi hermano, luego quizás con cuantos, pensé que lo de Graham era serio, pero ahora sí que caíste muy bajo ¿Avery? ¿No había alguien mejor?
— Pues no te metas Sefi, no te metas en lo que yo haga, te recuerdo que desde tiempo que no me consideras tu amiga.
— Y eso no es mi culpa, tú me traicionaste.
— Pero mira en lo que te has convertido, eres una amargada ¡Ni siquiera has recibido rosas!
— ¡Y crees que por tener un montón de rosas eres mejor que yo! — reí — No seas ridícula Helena, todos esos que supuestamente te quieren han sido de lo peor, prefiero ser una amargada a ser como tú.
— Y yo prefiero ser una zorra a una traidora a la sangre.
Sus palabras de verdad que me dejaron pensando.
— Sí Perséfone, eres eso. Y espero que pronto recapacites. Te conozco de hace años, sé que te gusta el traidor, por más que trates de ocultarlo. — gritó — Mira bien lo que haces tú, antes de decirme en qué fallo yo, porque al menos jamás tendría una debilidad por un Weasley, aquellos que humillaste y renegaste.
Esas fueron sus últimas palabras antes de meterse al baño y de que yo escuchara que el agua de la regadera comenzara a correr. Si ella encontraba que yo había sido dura, no era más que por todo lo que yo le había dicho, pero todo era verdad.
Y quizás ella también tenía un poco de razón. Helena ya no tenía mi plena confianza como antes, nada había vuelto a ser igual desde que ella le había comentado a mi padre sobre mi acercamiento con las Beauxbatons.
Y talvez era tiempo de distanciarnos.
Ahora ambas teníamos al parecer intereses demasiado diferentes.
En eso una lechuza negra golpeó en la ventana. Una lechuza que yo nunca había visto, por lo que le abrí la ventana para que dejara lo que traía.
Era una rosa de color rosado también.
La lechuza se posó en mi cama.
Eso fue sorpresivo.
Saqué la rosa y la dejé junto a la de Daphne y leí la nota luego de quitar el encantamiento.
«Te espero en la entrada, iremos a Hogsmeade para que cambies esa cara de enojada que traías en la mañana.
Y sí, te he tomado un gran cariño.
Viktor.»
Sonreí y cogí un abrigo para ir hacia la entrada del castillo.
Cuando llegué el estaba de negro, vestido como solía hacerlo.
Eso me hizo recordar el sueño de la noche pasada.
— Señorita, hoy haremos lo que usted quiera — me dijo estirando su mano para coger la mía y besarla.
— ¿A qué se debe esto?
— Quiero complacerla, sólo eso.
Apenas cogí su mano para dirigirnos hacia las carrozas lo ví.
A George, con la misma ropa que vestía en mi sueño.
Este día sería al parecer una expiación para todos los pecados que yo había cometido en mi vida.
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