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A pesar de todo lo que había pasado con las chicas de Beauxbatons, ahora podía decir que tenía una nueva oportunidad de hacer una amistad extranjera. Viktor y yo habíamos congeniado bastante bien, solíamos conversar y reunirnos luego de la cena, además que él tenía muy buenos temas de conversación. Cuando mi madre se enteró de que yo era su amiga por una carta de Félix, enloqueció. Me envió una carta para decirme que Viktor Krum era un muy buen partido para mí, que era un sangre pura y que para hacerlo mejor aún, era famoso y rico. Ella jamás aprendía, siempre con su afán de buscarme marido, yo sabía perfectamente que pronto volvería  a su ataque con Avery, ya que claramente entre el búlgaro y yo no podía suceder nada aunque ella le prendiera velas a Merlín en todo lo que restaba de año escolar.

Viktor había quedado de reunirse conmigo en el campo de Quidditch, aquel día se celebraría un partido amistoso, el director había concedido el permiso ya que ese año la copa no se celebraría y todos no hallaban la hora de subir a las escobas.

Llegué al campus y pude percibir que el juego ya estaba terminando, habían unas chicas en las gradas, esperando a sus chicos, entre ellas Angelina Johnson y Alicia Spinnet. Por supuesto que estarían aquí, desde que las estudiantes de Beauxbatons habían llegado, ellas prácticamente les habían colocado un campo de protección a sus novios.

Ya sabíamos que a Alicia no le había funcionado. George andaba algo desorbitado.

Caminé para sentarme alejada de ellas, ya que no tenía intención de compartir. Ví a Fred subir las gradas y volvió su vista hacia mí.

— ¿Viniste a hacer barullo contra nosotros Rosier? Llegaste tarde, el juego terminó. — dijo de manera molesta, él no había disminuído su hostilidad hacia mí en ningún momento. — ¿O es que acaso viniste a ver a mi hermano jugar?

Reí, Frederick era el más infantil de ellos dos.

— Pues eso le gustaría a él, yo vine a esperar a otra persona.

— ¿A tu hermano?

— Pues no te importa y si me disculpas, no tengo tiempo para perderlo contigo Frederick. — arrugué la nariz. — Honestamente ya no es divertido molestarles, tengo otros intereses en mente ahora, tú deberías hacer lo mismo, ampliar horizontes.

— Al menos para nosotros jamás dejará de ser divertido hacerte la vida imposible. — rebatió.

— A tu gemelo eso ya no le causa gracia. — escupí con clara intención de molestarle y eso no había tenido sólo efecto en él, si no también en Spinnet, que de inmediato dirigió su mirada hacia mí.

— ¿ Qué quieres decir con eso? — me interrogó.

En eso Viktor llegó con sus cosas al hombro, pero no interrumpió mi plática. Yo cogí mi chaqueta y me coloqué de pie.

— Pues preguntáselo a él. — resolví, bajé el peldaño y me fuí con Viktor.

Él me miró con unos ojos curiosos, era demasiado cortés y caballeroso como para intervenir en un tema que no le era de su incumbencia, más miró a Fred con aire de intriga. También miró a George, que venía un poco más atrás, él me dió una larga mirada cuando se fijó que caminamos con Viktor a la cancha contigua, había espacio para todos.

— ¿A dónde vamos? — pregunté.

— Quiero practicar unos giros en la escoba, hoy me dí cuenta que me está costando más trabajo hacerlos ¿No te importa acompañarme? — me preguntó e hizo un puchero.

A mí el Quidditch jamás me había interesado, la obsesión de mi hermano con ese deporte había provocado que yo le tuviera bastante repudio, pero me gustaba pasar tiempo con mi nuevo amigo, habíamos estrechado lazos en las últimas semanas, así que me daba igual si nos quedábamos en el campo.

Me senté nuevamente en la grada y el comenzó a hacer piruetas en el aire.

— ¿Si te rompes el cuello debo ayudarte? ¿Darte primeros auxilios? — grité cuando el estaba a bastantes metros de altura.

— Creo que eso sería lo más lógico, me conformo con un Episkey, ya si muero, nada que hacer.

Reí, me agradaba Viktor ya que había logrado entender mi sarcasmo y mi humor negro, por lo que podía decirle esas cosas sin que se ofendiera.

— Dime Sefi ¿Qué fue todo ese pleito con Weasley allá? Osea, me he dado cuenta perfectamente que entre ustedes hay rencillas, pero eso fue raro.

— ¿Qué fue raro? — fruncí el ceño.

— Lo que insinuaste sobre George, que ahora pensaba distinto.

Él era realmente perceptivo, no creí que fuera a notar que lo que había dicho en realidad era una verdad.

— Ah, sólo lo dije por molestar a su gemelo. A Fred no le agrado.

— A la mitad del colegio no le agradas. — me aclaró.

— Pues que les den. — respondí y él se rió de aquello. — Mi lío con los Weasley comenzó desde que llegué a Hogwarts, digamos que nuestras familias han traspasado sus líos de generación en generación.

— Bueno, ya sabes lo que opino sobre eso.

— Ya lo sé, Krum. No me hagas dejarte solo aquí, no quiero sermones, ya sabes.

— Está bien, no te enfades. — hizo un gesto con su mano para que fuera con él — Ven aquí. — ordenó.

Yo no entendía que pretendía.

— ¿Para qué? No me digas que.. — dejé la oración sin terminar cuando lo entendí. — No quiero montar a tu escoba Krum, ni lo sueñes.

— Ah, ven aquí, sólo quiero enseñarte algunas cosas que sé.

— Pues sabes que no me interesa el Quidditch.

— No es eso, miedosa.

— ¿Cómo me dijiste? — volví a preguntar, bastante ofendida.

— Dije, miedosa. — respondió con sarcasmo y arrogancia en su voz.

— ¿Alguna vez has andado atrás de alguien en una escoba? Sé dar unos paseos excelentes.

Dudé, me gustaría hacerlo, pero honestamente no me gustaban mucho las alturas, y yo había visto a Viktor volar hace un rato y en campeonato mundial , lo hacía como un demente.

— Vuelas como un loco, no quiero morir joven.

—Anda, no morirás. Te aseguro que tu masa encefálica no quedará esparcida por el piso.

— Pues, no lo sé — dije, mientras jugaba con mi cabello.

— ¿O acaso a la reina de hielo le dan miedo las alturas? Mira que no creo que sea bueno que yo conozca tus puntos débiles Sefi.

— ¡No seas ridículo, no le temo a las alturas!

— Pruébalo. — me retó, subió a la escoba y aguardó, mirándome con el desafío en la cara.

Suspiré y me armé de valor, sentía el cuerpo tenso por la ridícula propuesta del búlgaro, y también era ridículo el hecho de que yo fuera a hacerle caso. Pero no podía quedar de cobarde, por lo que me dí valor y me acerqué, pasé un pie a cada lado y me quedé esperando.

— ¿No te afirmarás de mí? — cuestionó — No muerdo Sefi, no seas tímida.

Me agarré de su cintura en cuanto lo dijo, sabía que esto era una tontería. Apenas sentí que mis pies dejaron el suelo, cerré los ojos, era incapaz de abrirlos, ya que la sensación de volar de manera individual era muy distinta a esta.

— Viktor, por favor. Te suplico que no nos mates.

— Vaya —se burló. — no sabía que pedías las cosas por favor. Cálmate, disfruta del vuelo.

— Eso hago.

— ¿Enserio? Pues mis costillas dicen lo contrario, me asfixias.

Caí en la cuenta de que me estaba aferrando a él con toda la fuerza que mis músculos me permitían, realmente no me agradaba la sensación, me mareaba bastante el andar por los aires, por eso rechazaba el Quidditch.

— Respira, no vayas a desmayarte. — comentó y bajó la velocidad cuando llegamos a las gárgolas que decoraban las torres. — ¿Tienes los ojos abiertos? O si no te perderás del paisaje nocturno.

— ¿Muy gracioso no? ¡Ya quieres bajar! ¡Me tienes de los nervios! — chillé.

Se carcajeó de mi sufrimiento y poco a poco fue descendiendo de la altura que habíamos alcanzado. Estaba conteniendo las ganas de vomitarle encima, estaba segura de que no sería grato para él, por lo que traté de tranquilizarme oliendo su perfume.

Tenía una debilidad con la colonia masculina, que realmente era de buena calidad–como la de Viktor–que olía a hierba buena con gotas de chocolate. Me quedé pegada allí, olfateando su espalda sin darme cuenta de que ya habíamos descendido del todo.

— ¿Hay alguien allí? — me remeció y habló con tono gracioso.

— Perdón, de verdad que me desagrada volar. — me disculpe — siento si te apreté.

— ¿Y porqué lo hiciste? — dijo poniéndose de pie y acercándose a mí, que ya me había bajado y sentado en una banca de madera.

— Me desafiaste ¿O se te olvidó?

— ¿Tienes que parecer ser fuerte en todo momento? ¿Nunca puedes verte débil o que no puedes hacer algo? — preguntó con tono de reproche.

— Pues así soy, enfrentar los miedos es parte de la supervivencia Krum.

Nos quedamos mirando por unos momentos en silencio, la verdad es que había algo en su mirada que hacía que no entendiera que pasaba, una especie de curiosidad que yo no entendía.

— ¿Por qué me miras así? — cuestioné y sólo en ese momento me dí cuenta de que estábamos demasiado cerca el uno del otro.

— Pues no lo sé, tú me llenas de intrigas.

Eso hizo que me sonrojara, estaba segura. Odiaba que me pasara eso, demostraba que me había hecho sentir alguna emoción y a mí no me gustaba esa situación, me gustaba mantener mis pensamientos y sentimientos en completo secreto y hermetismo.

—¡Viktor! — la voz de un hombre rompió ese momento y la verdad es que no sabía si agradecerlo o odiarle. Era su director y no se veía para nada contento — ¿Qué demonios haces? ¿No deberías estar descansando?

— Estoy en problemas — dijo más para sí mismo que para ambos — ¿Te molesta si nos vemos después? Estaré algo ocupado calmando a esta bestia.

Asentí y me despedí agitando la mano. La prueba era pasado mañana y él ahí perdiendo el tiempo conmigo. Corrí hacia la entrada a las mazmorras por lo que me dirigí al Lago Negro en vez de darme toda la vuelta por el castillo, ya que no era necesario, la entrada estaba a un costado de las rocas.

No pensaba que las cosas con Viktor se pondrían en ese tono, ya que se suponía que ambos solamente tenemos intenciones de amistad, por lo que decidí desechar todo tipo de idea fantasiosa y mañana haría como si esa acción no hubiera sucedido. Yo no era de esas chicas que pensaban que si un chico las miraba ya tenían una relación. Así que no le daría importancia.

Comencé bajando los escalones y la voz inconfundible de George resonó en las escaleras.

— ¿Disfrutaste del paseo con Krum, Rosier?

No pude evitar reír internamente por su comentario. Cuando estaba con Viktor pude sentir una presencia extraña que nos observaba, más jamás pensé que se trataría de él.

— ¿Qué sucede Weasley? — reí— ¿Acaso ahora me espías? — mi voz sonó con burla.

— Yo pregunté primero. — puntualizó.

— Pues sí, lo disfruté bastante. — le aseguré, cosa que no era ninguna mentira. — ¿Ahora me dirás porqué me sigues?

— Siempre estoy en el campo, tú eres la intrusa.

— Bueno, estaba con Viktor, no estaba inmiscuyendome en tus asuntos.

Pude ver cómo la ira se veía palpable en su cara, se había puesto colorado y sus facciones se veían muy tensas. Sus ojos se habían oscurecido un poco por la rabia que yo sabía que estaba sintiendo.

— ¿Desde cuando eres amiga de Krum? — soltó sin pensar, claramente algo que no debió de hacer, si quería que sus celos pasaran desapercibidos.

Yo sabía que hacer en ese momento.

Weasley para mí era como un venado asustado.

Y yo era una pantera.

Él era como un insecto que había caído en la tela de una araña.

Porque sí, en mis más oscuros pensamientos, Weasley era parte secretamente . Pero él no era consciente del todo, yo sí era lo suficientemente astuta para notar que él ya no podía disimular sus bastante desbordantes sentimientos por mí.

— Pues de hace bastante tiempo — ronroneé — él es muy interesante y nos llevamos muy bien.

— No lo sabía.

— ¿Y por qué deberías? Ya lo sabes, nosotros no somos amigos. No tienes porqué saber de mi vida Weasley.

— Pues no es que me interese, sólo me llamó la atención.

— ¿Ah sí? ¿Qué cosa? ¿Qué nos encerremos en la sección restringida? ¿O que demos paseos en su Saeta de fuego?

— Nada de eso, es más. Ya me voy— escupió ofuscado.

Caminé y me puse muy cerca de él.

Yo sabía que me había convertido en su debilidad. Él era tan predecible.

Él jamás se enteraría que yo pensaba en él de esa manera.

Lo había descubierto a él.

— Yo sé qué te sucede — susurré muy cerca de sus labios y él no se alejó.

— ¿Sí? ¿Qué cosa?

— Tienes celos, los celos te están matando.

— ¿Celoso? —murmuró con ironía — ¿De él? ¿Por tí?

— Sí — dije observándolo fijo a los ojos — celoso de que mi atención está en él. Sé que estás celoso de que no te mire ni una sola vez en el gran comedor, que no me burle de tí, que no me ría de tus bromas ridículas, que no te siga el juego en tus peleas estúpidas, que no continúe todos tus esfuerzos por llamar mi atención.

— Yo no hago eso, estás loca ¿De dónde sacas eso?

— No sabes mentir, George.

Con eso me acerqué lo suficiente y pude percibir que él esperaba a que lo besara, lo estaba matando nuestra cercanía.

Y a mí también.

Tuve que alejarme, ya que de lo contrario los fuertes latidos de mi corazón me hubieran delatado.

— Buenas noches George — volví a susurrar — intenta soñar conmigo.

Le observé por última vez antes de doblar al pasillo.

Maldición.

Ahí estaba él, mirándome con su risa desquiciada.

Barty.

Y lo había captado todo.

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