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Creo que cuando se habla de castigo puedo hacerles competencia incluso a las fotocopias – que en eso baten récords – al menos a mí casi nunca me quitan puntos. Con el tiempo me he podido dar cuenta que el hecho de estar castigada, me ha pasado tanto en la escuela como en casa. Aquí no pueden evitar que diga lo que piense, en casa no pueden evitar mi carácter rebelde. Con todo lo que he descrito podría decirse que nada podría contra mí.
Pero heme aquí, en cama.
Evitando a toda costa la clase de Historia de la magia, no quería tener que enfrentarme con Fleur y Florence y las había estado evitando desde que volví de las vacaciones de navidad, ellas habían estado preguntando a Daphne por mí, a ella no le había quedado de otra que decir que me hallaba algo enferma del estómago, pero yo sabía que ellas eran instuitivas y no se tragarían esa ridícula excusa.
La chica con la que nadie podía, se encontraba escondida en su habitación.
Realmente no quería seguir teniendo problemas con mi padre y ya me habían advertido sobre las consecuencias que tendría mi mal comportamiento. Lamentablemente debía de alejarme de las Beauxbatons si no quería que ellas también tuvieran problemas. Mi padre solía ser bastante vengativo y no sabía ser asertivo en ninguna ocasión. Sólo actuaba y no aceptaba explicaciones.
Suspiré y me dí el valor para salir de mi habitación ya que no me quedaba otra opción. Me recogí el cabello en una coleta. Me tocaba clase de defensa contra las artes oscuras a la que no me podía ausentar, era un requisito para poder salir de Londres, y si yo pretendía ser Historiadora tenía que aprobarla y tener un excelente a fin de año.
Salí con mis libros en las manos, omití una que otra tontería que me dijo Pansy cuando pasé por la sala común y me dirigí al aula.
Se supone que Lena debería de estar allí, tocaba compartir la clase con los Gryffindor, claramente para generar líos. Cuando llegué Alastor Moody me hechó una mirada cínica, más yo no le tomé en cuenta cuando pasé por su lado e hice como si no existiera ; tomé asiento en un mesón en el medio del aula y esperé a que Helena llegara a clases.
Helena, otra persona que me causaba incertidumbre, desde que supe que me traicionó, las cosas no eran lo mismo al menos para mí.
Aparté esos pensamientos y abrí mi libro, me puse a repasar la lección que supuestamente nos tocaba hoy, Ojo loco –como su nombre lo dice– está demente, tanto como para entrar al ala de pacientes incurables de San Mungo. Observé su gesto y realmente es inquietante,cada dos segundos saca la lengua incapaz de controlar sus tics nerviosos, haciendo que todos se salgan de sus casillas. Mirarle por más tiempo que el de la cortesía impone es imposible, realmente es intimidante.
Agudizé mi vista y me quedé viéndole, ya que estoy segura de que he visto ese gesto en otra persona, en ese momento se empina en la boca una pequeña botella en la que asumo que hay alcochol. Estaba con mis ojos fijos en él, cuando de repente sentí que alguien se sentó a mi lado sin darme cuenta.
— ¿Qué demonios Weasley? — chillé y como gesto reflejo miré a mi alrededor para ver si alguien nos había visto, obviamente bastantes de mis compañeros observaban la situación.
— ¿Todo bien Rosier? — pregunta Shafiq desde unos puestos más atrás.
Asiento con la cabeza y me vuelvo.
— ¿Qué quieres? — le increpé al pelirrojo debido a su osadía.
— No te alarmes Perséfone, sólo vengo a decirte que hoy nos vemos en el armario. — se puso de pie y me guiñó el ojo cuando se alejó para tomar asiento al final del salón, junto a su hermano.
— ¿Qué?
— Tu castigo. — esbozó en voz baja cuando casi llegaba a su lugar.
Miré a mi alrededor, el profesor estaba mirándome con atención, deleitándose por la escena que acababa de presenciar. Actué como si no hubiera sucedido nada por lo que volví mis ojos al libro nuevamente y no los despegué de allí hasta que Helena llegó– tarde como siempre–la clase ya había empezado y yo no me molesté en distraerme con nada más. Sabía que Weasley estaba observándome y eso me hacía sentir sumamente perseguida.
— ¡Hey! — susurró — Me quedé afuera con Graham un momento.
— Ya lo noté. — respondí sin despegar los ojos de Moody.
— ¿Qué me he perdido?
— Calla y dejame oír la clase. — le dije cortante, no quería oír las tonterías sobre su romance.
En lo único que podía pensar en ese momento era en George, en él y en lo que sucedería si alguien supiera que hemos estado hablando. Que hemos pasado del tratarnos mal, a que hablamos escondidos en un armario durante los castigos.
De pronto me sentí abrumada y ese sentimiento siguió durante toda la hora.
La clase terminó y yo me puse de pie para salir. Estaba aliviada porque ya empezaba a sentirme claustrofobica, necesitaba aclarar mis ideas, hacer un análisis de lo que estaba sucediendo en mi vida antes de la siguiente clase o entraría en un colapso nervioso.
— ¿Todo bien? — me cuestionó Lena
— Sí — respondí algo seria — Sólo tengo cosas que hacer.
— No me hablaste en toda la hora de clase, de hecho estás bastante antipática ¿Estás molesta conmigo?
— Sólo no quiero hablar ahora, debo irme.
Todo lo que sucedía me confundía demasiado, a la larga esta ridícula cercanía con George estaba mal, haberme acercado a Fleur y a Florence era un error.
Querer alejarme de lo que yo siempre fui era un error.
En todo caso ni siquiera entendía porque estaba pensando eso. Me sentía enojada con Lena, me sentía molesta por el hecho de que por su culpa ahora yo me sentía culpable por tener que evitar a las chicas.
Y lo peor que sentía era que sabía que en el fondo no era culpa de ella, ni de mi padre.
Era mi culpa. Yo podía decidir sobre mí y no lo hacía.
¿En realidad qué era lo que quería?
¿Quién era realmente?
Caminé por los pasillos antes de ir a Aritmancia. Me senté en una banca y me quedé allí, necesitaba un respiro de todo lo que repentinamente había pasado por mi mente en menos de sesenta minutos. Realmente tus pensamientos podían jugarte pésimas pasadas en los momentos menos esperados y en los menos oportunos.
Ni yo entendía porqué no alejaba a George, porqué no alejaba a las chicas. A la larga todas las personas que se acercaban a mí salían algo afectadas por mi presencia.
Estuve unos diez minutos sentada, había desperdiciado el descanso entre clase y clase pero pude respirar en paz.
Antes de que caminara a mi siguiente clase, dos personas se pusieron frente a mí.
— Al fin te hallamos ¿Acaso has dejado de ocultarte de nosotras? — el tono enojado de Fleur podía percibirse en el aire.
Ahí estaban, observándome con sus ojos inquietantes y vestidas pulcramente en sus uniformes celestes. No podía evitarlas eternamente, la escuela no era lo suficientemente grande como para aislarme de tal manera para no verlas más.
— Hola. — les saludé — No es eso, sólo que he estado ocupada.
Florence percibió de inmediato mi tono de voz cortante y sus ojos curiosos se posaron sobre mí, con miedo. Sí, así solían observarme siempre las personas que sabían de mí o las que oían a cerca de mí.
Fleur me miró con enojo, conteniendo las palabras, a la larga ellas sabían que yo las había esquivado a propósito.
— ¿Acaso ya se acabó el período de prueba? ¿Ahora nuevamente eres una engreída insoportable? ¿La persona que siempre dijeron que eres? — me increpó Fleur.
En ese momento tenía dos opciones, ser sincera y contarles lo que pasó en las vacaciones, o ser como debía ser para dejar de tener problemas.
Opté por la opción dos. Yo no podía permitir que alguien llegara a saber por las cosas que yo tenía que pasar, no le daría a nadie ese lujo, yo era fuerte. Yo era la reina de hielo y eso no cambiaría ante nada y por nadie.
— Hacíamos una tarea de historia de la magia, sólo eso. — sonreí con cinismo — Nada más, no creo que ahora debamos ir juntas como siamesas.
Florence no quiso decirme nada, obviamente pensaba que yo era de lo peor. Su cara lo trasmitía.
— Vamos Fleur, no vale la pena.
— Eso es. — les alenté — Es lo mejor para ustedes, que se queden en el lugar donde pertenecen, no les conviene acercarse más.
Fleur me otorgó una mirada envenenada, Florence ni siquiera me miró. Creí que sería peor, al menos no fue tan duro, era lo que sucedería tarde o temprano y como antes había pensado eso era mejor, después de todo estaba evitando el mal mayor para ellas.
El resto del día pasó sin mayores acontecimientos, clases, recreos y niños chillando, Gaspar molestándo de vez en cuando para que saliéramos juntos en la próxima visita a Hogsmeade, ver a Spinnet observándome de mala forma, y eso dejando de contar por el momento.
Si pudiera hacerse la desaparición dentro de Hogwarts creo que esta sería una de las ocasiones en las que lo haría sin dudar. Tantas personas y situaciones me agobiaban demasiado y en estos momentos quería desaparecer aunque fueran cinco minutos.
Después de ir a cenar, se informó que la próxima prueba estaba pronta a ser realizada y se recordó a los campeones que tenían que resolver el acertijo o no podrían continuar y serían descalificados. Honestamente el torneo no era algo que me tuviera preocupada, Slytherin había comenzado a apoyar a Durmtrang, únicamente para no tener que apoyar a Potter, Diggory no era el problema, siempre era cara rajada.
Decidí que como aún tenía tiempo antes de ir a mi castigo, daría un paseo por el lago Negro para calmar mis nervios y mi estrés que comenzaba a hacerse presente. Me gustaba leer cuando estaba a orillas del lago, más ahora era de noche por lo que al menos optaría por una caminata breve. Sentir la brisa fresca me hacía bien y me tranquilizaba de una manera increíble, me agradaba estar sola, sin sentir el ruido y todos los cotilleos de los estudiantes.
Me senté en una de las rocas, miré mi reloj de pulsera y noté que aún tenía tiempo. Cogí unas piedritas y las comencé a lanzar contra el agua, de manera que comenzaron a chocar y a crear formas en ella.
— Perséfone — me nombró una voz con un acento particular, un acento que no recordaba tener en mi inconsciente.
Miré en la dirección y mis ojos chocaron con los de un chico de uniforme escarlata. Su acento búlgaro me llamó la atención de inmediato, de hecho la situación era muy extraña.
Viktor Krum se había acercado a mi sitio, más bien dicho a mi escondite, estaba entre los arbustos, de manera que nadie podría haberme encontrado a menos que me hubiera seguido. Él y yo jamás habíamos cruzado palabras desde que ellos habían llegado a la escuela y si me equivocara a lo más sería un saludo por educación en los pasillos o en alguna clase.
Observé sus facciones y sus ojos color avellana, además de percibir el grato aroma de su perfume. Estaba realmente sorpendida por el hecho de que se acercara a hablarme, siendo sincera yo podía darme cuenta de que no era de su agrado, ni yo ni mi hermano.
— Viktor Krum — indiqué y el asintió — ¿Qué necesitas? ¿En qué puedo ayudarte? — pregunté por cortesía ya que no éramos amigos, en el caso de que él hubiera querido armar conversaciones conmigo, hubiera sido mucho antes o eso al menos consideraba yo.
— ¿Estás ocupada? ¿Podemos hablar un minuto? No quiero interrumpir si es que estás en algo personal.
¿Algo personal como qué? — pensé y me burlé en mi interior sin poder evitarlo.
No sé qué cosa personal podría haber hecho yo en estos momentos.
— No estoy ocupada, pero debe ser breve ya que pronto debo irme a un castigo. — comenté, encogiéndome de hombros ante su mirada.
— Permiso, me sentaré. — aclaró acomodándose en la roca a mi lado.
— Pues tú dirás.
— Siento ser invasivo si es que resulto así y lo más probable es que así lo sea.
Mierda ¿Me querría decir algo sobre Weasley?
—No pude evitar escuchar hoy tu plática con Fleur y con Florence de Beauxbatons. — comentó aclarándose la garganta — Estaba sentado en unas bancas cercanas a ustedes y escuché.
Eso por supuesto que a mí no me sentó nada bien, ya que esa había sido una plática privada y no la más amistosa.
— ¿A dónde quieres llegar Krum? — pregunté directamente. No me gustaba esperar ni que las personas dilataran una información que era inmediata.
— Creo que ellas realmente quedaron afectadas con tu respuesta y con tu comportamiento de estos días con ellas mismas. — dijo en un tono sutil de reproche. — Siento que eso no estuvo bien, creo que no es correcto que actúes de esa manera y más si es solamente por aparentar y dejar contento a tu padre.
¿Cómo podía responder ante eso? ¿Por qué Viktor –con quien jamás había hablado – se preocupaba por este tema que a él no le afectaba en ninguna situación?
— Krum, la verdad es que te sugeriría que no te metas en mis asuntos o en mis relaciones interpersonales. —comenté con ironía — creo que ya estoy bastante grandecita como para saber con quien o no me junto, o con quien o no simpatizo.— puntualicé.
El búlgaro me observó con algo de frustración al oír la respuesta certera que salió de mis labios. No pensó que yo sería tan poco diplomática para contestar.
— Eso lo entiendo, sólo que puedo darme cuenta de que tú realmente te llevabas bien con ellas, por lo que noto que estás algo afectada por haberte alejado de las chicas y de su amistad. — mencionó, como si prácticamente hubiera estudiando psicología.
— Viktor, no quiero ser grosera, pero no creo que sea muy normal que tú y yo hablemos sobre esto — comenté — Pero gracias por tu preocupación y por haberte acercado, no tengo ningún problema, solamente quiero estar sola, si me permites.
— Claro, solamente algo más. — dijo en manera tranquila y pacífica — creo que si quieres lograr algo real con tu vida, debes de separarte del lado de las personas que no traen ningún provecho.
— No entiendo a qué te refieres. — le respondí con indiferencia.
— Pues creo que todo lo fría y lo antipática que sueles ser, es por encajar en tu mundo, en el mundo en que pretendes hacer creer a todos a que perteneces.
Pensé por un momento en sus palabras y quise investigar un poco más.
— ¿Vienes a decirme esto por lo que le dije a Granger el otro día? ¿O realmente te preocupas de mí?
Él me observó de manera intensa y yo tuve que apartar la mirada por un momento ya que sentí demasiada cercanía.
— El pensamiento que tienes tú y toda tu familia, es el mismo que mató a mi abuelo. — me comentó — nadie tiene derecho a sentirse superior que alguien más y espero que en algún momento de tu vida te des cuenta, que lo que impone pensar de esa manera, solamente ha destruído vidas.
No pude decir nada más, ya que él me había dado un argumento consistente. En cambio yo sólo tenía lo que mi familia me había dado durante años, que los muggles eran inferiores y que no deberían existir. Sin un por qué o sin referencias científicas de algo así. Y yo había acatado todo el tiempo, me había convencido de eso y hasta lo creía.
Pero con Viktor ahí adelante me sentía estúpida.
— Debo irme a mi castigo. — comenté después de unos minutos de silencio.
— Claro, espero que podamos hablar en otro momento. — dijo, entornando sus ojos.
— Puede ser, con todas las fans que tienes quizás se te hace difícil.
— También a tí, si no pasaras castigada quizás podríamos haber hablado antes.
Sonreí y me fuí en dirección al lugar acordado para mi castigo.
Las noches castigada fueron pasando, George siempre iba a acompañarme, al parecer mi tiempo allí sería ilimitado, hasta que el profesor Snape se dignara a que yo tenía que dormir más y que eso era más importante que clasificar material y frascos de pociones. La verdad era que yo me estaba acostumbrando a pasar tiempo con él y era divertido. No era tan antipático como solía ser ante todos los demás.
— Tu eres una experta fingiendo Rosier.— me comentó mientras le daba una mordida a una barra de chocolate.
— Pues tú también, lo haces todo el tiempo. — me puso una cara de no entender. — ¿De qué te soprendes? Lo haces todo el tiempo.
— Yo no pretendo ser alguien que no soy.
— Pues finges desprecio por mí y aquí estás, acompañando a tu enemiga en el deber.
— Tú no eres mi enemiga, no eres tan importante. — se burló con suficiencia.
— Pues antes me tratabas como a una, ¿Qué cambió?
Él me observó con sus ojos azules de manera muy diferente a la que siempre había hecho. Estábamos de pie en ese cuchitril que prácticamente impedía el espacio personal. Nos observamos mutuamente y él se quedó mirando fijamente mis labios, cosa que hizo que mi corazón comenzara a saltar de manera prácticamente notoria.
— Pues cambió — indicó — me dí cuenta de muchas cosas que al parecer antes me empeñaba en no notar, sólo quería ver que eras una Rosier y que no eras una persona.
— ¿Y? — seguí insistiendo, simulando seguridad.
— Pues me doy cuenta ahora, por lo que oigo, que realmente tienes corazón. Escucho que late, escucho que no siempre lo tienes todo bajo control, ahora de hecho no sabes que hacer. — dijo jugando conmigo, yo misma me había delatado.
— ¿Qué quiero hacer según tú?
Acercó una mano y la colocó en mi mejilla, acariciándola, y comenzó a acercarse hasta mi rostro.
— Tú, quieres que yo te bese. — me susurró en un sonido apenas audible.
Mierda ¿Cómo habíamos llegado hasta allí Weasley y yo?
De ser enemigos estábamos prácticamente al borde de besarnos.
— No puedes saber eso, además yo no quiero besarte, eres tú el que se está acercando.
— Pues tú no lo has impedido. Al parecer la reina de hielo, quiere que yo la bese.
Y lo más probable es que yo lo hubiera permitido, de no ser que alguien comenzó a forcejear en la manilla.
— ¡Merlín! — cuchichié separándome de él lo máximo posible que el ambiente permitía — ¡Es Snape, va a matarme!
George no sabía donde meterse.
— ¡Espera, espera! — comenté algo que Snape me había dicho en caso de emergencia — Aquí hay un hueco por el que puedes salir — indiqué. — Lleva a una estatua afuera de la sala común de Slytherin, así que debes ser cuidadoso y no dejar que te vean.
— Está bien — susurró. — Pero no creas que hemos terminado. — enarcó una de sus cejas. — Te gusto — me acusó.
— ¡Deja de decir tonterías y largate! — prácticamente lo empujé por el hueco y corrí a la puerta.
Abrí y me sorprendí al ver al profesor Moody.
— ¿Qué haces aquí? — me echó en cara con violencia.
— Hago mi castigo aquí, el profesor Snape no está ¿Qué se le ofrece?
Rápidamente entró en el armario y sentí miedo, él era un loco.
¿Qué pasaba si quería matarme o algo así?
De pronto ví cómo su cara comenzó a desfigurarse, como si se derritiese. Él chillaba, supongo que por el ojo de vidrio que se sacó a duras penas. No podía creerlo, él no era Alastor Moody.
— Tanto tiempo Rosier, ya no eres una bebita.
— Barty — susurré, él era uno de los amigos de mi padre, siempre le nombraba, él había torturado a los Longbottom, pero debería de estar en Azkaban. — ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el profesor Moody?
Saqué mi varita y le apunté.
— Relaja el ambiente, primor — me comentó. — No pretendo hacerte daño, obviamente si es que me ayudas.
— ¿Qué te ayude? ¿Qué te hace pensar en que lo haré?
— Pues en que he visto y escuchado más de lo que tu quisieras.
— Estás loco, no sabes de lo que hablas.
— Sí, lo sé perfectamente. Ahora vas a darme una botellita que deje escondida atrás de esa puertita. — indicó una estantería — Y te dejaré en paz, si no hablas nada, pues yo tampoco.
— ¿Qué haces en la escuela Barty? — pregunté de manera ansiosa.
— Hago una misión que si resulta bien — hubo suspenso en sus palabras —él me recompensará y yo seré su más fuerte súbdito.
— ¿De qué hablas? — pregunté.
— Él está de vuelta Perséfone, tu padre lo sabe, todos lo sabemos, pronto tú también le servirás. — levantó su manga y pude ver la marca tenebrosa, esta se movía despacio, como una serpiente reptando de manera silenciosa.
— Tienes que irte, si Dumbledore...
— Dumbledore no tiene por qué enterarse, porque tú no dirás nada y si lo haces no será bueno para tí.
— ¿Por qué me amenazas? No te he hecho nada.
— Ayyy, eres como una muñequita de porcelana, engreída y acostumbrada a tener lo que quiere, el capricho que se le antoja. Es lo único que se me ocurre para etiquetar lo que estás haciendo pero que pronto te unas a nosotros y dejes de jugar con tus títeres.
— No sé a qué te refieres.
— ¿Crees que no sé que te estás liando con el traidor a la sangre, Weasley? ¿Qué crees que dirá tu padre? Ethan no estará contento.
— Eso no es así. — le encaré.
— Preciosa no digas más, tú te callas, yo también. Dame la maldita botella ahora. — ordenó perdiendo la paciencia.
Fuí al lugar donde me indicó y se la arrojé desde arriba de las escaleras.
— Eres igual a tu padre, haces lo que sea con tal de salvarte el pellejo. Eres toda una Slytherin.
— No sé de qué hablas, ya te lo dije
— Prefieres callar y salvarte tú, antes de delatarme. — sonrió de manera demencial — Bien hecho, pero te aseguro que con tu decisión muchas cosas pasarán y no serán nada bonitas.
Salió y yo me quedé en el armario.
Atónita.
Ahora sí que estaba metida en problemas.
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