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No entendía cuál era la importancia de reunirse con todas las familias de magos amigas de mis padres para las festividades. Era realmente tedioso, lo único que teníamos en común o que yo tenía en común con ellos, era que éramos de sangre pura y que éramos mejores que los muggles. Pero de que eran aburridos y que solamente hablaban de las porquerías del ministerio, de dinero y de posición social, era algo que no podía negarse.
Cada año nuevo se turnaban, el año pasado habían venido a casa y se habían embriagado hasta decir basta. Este año iríamos donde mi primo Draco. Allá sería la reunión aburrida de este año, donde todos fingen amistad, pero en realidad se tienen envidia y compiten por poder y estatus.
Estaba en mi habitación cuando mi madre entró en ella, me sorprendió la verdad, ya que jamás hemos tenido una relación muy cercana y no es común en ella que se acerque a mi habitación para invadirla.
— ¿Puedo pasar? — me preguntó después de haber entrado, algo que por supuesto me fastidia.
— La verdad es que se supone que primero preguntas, después entras si es que la respuesta es afirmativa. — respondí con mi habitual sarcasmo — Pero qué más da.
Constance es una mujer alta y pelirroja, a ella saqué la mayoría de mis facciones. Siendo honesta, soy igual a ella cuando era joven. Mi madre siempre ha estado preocupada por tonterías; gusta el estilo de vida que mi padre le ha otorgado, los lujos, el dinero, el renombre. Sin duda es una mujer ambiciosa. Su apellido de soltera era Delacroix, mis abuelos maternos eran franceses, murieron y le dejaron a ella una gran fortuna, que unió a la de mi padre.
El arreglo matrimonial perfecto, como ella suele decir cuando se refiere a mí.
— ¿Cómo te sientes? — me pregunta mientras se sienta en la cama, a mí lado. — ¿Has hablado con Gaspar?
— ¿Qué te hace pensar que he hablado con él? Estoy bien sin su compañía. — contesté.
Ella me observó con cara de reproche. Sé que piensa igual que padre y que le apoya. También sé que después de mi respuesta viene un discurso.
— Sefi, hija. — dijo pausadamente. — Entiendo que debes de estar muy molesta por el actuar de Gaspar, tienes un temperamento fuerte, más no pensé que esta situación te molestaría tanto.
La respuesta de mi madre no me asombra para nada, ella siempre ha consentido todas las ocurrencias y tonterías de mi padre, jamás le dice nada cuando hace algo malo o cuando despotrica por cualquier tontería. Ni siquiera la ví molesta cuando descubrió que tenía una aventura con una bruja más joven hace unos años atrás.
— ¿Por qué dices eso? ¿Tratas de decir que tengo que aguantar lo que sea con tal de no perder a un hombre? ¿O que debo aceptar cualquier tontería aunque no esté de acuerdo? — le cuestiono molesta, claramente nuestras ideas son distintas.
— Perséfone. — me dice poniendo una cara seria. — El arreglo con los Avery para tu matrimonio está hecho, no es que puedas llegar y romper con él. Hay muchos tratos de por medio, debes entender eso.
— Madre, quiero que sepas que yo no soy ningún objeto, no tengo porque aceptar que intenten abusar de mí, yo no soy como tú. — respondí con claras intenciones de que se dé cuenta de lo que me está pidiendo, claramente mi padre la ha enviado aquí a convencerme.
— No seas irrespetuosa, todo lo que yo he hecho es para mantener el bienestar de esta familia, el tuyo y el de tu hermano. — comentó con tono autoritario. — Deberías darme las gracias pues han tenido todo lo que han querido y jamás han tenido que pasar ninguna necesidad.
— Bueno, honestamente no entiendo por qué estás aquí madre, hablas de mi bienestar como si eso te importase, a tí sólo te interesa Félix, no mientas.
— Eso no es así Sefi.
— Pues entonces entenderías que ya no quiero casarme con Avery, entenderías que no es lo que quiero para mi vida, sabrías oír que tengo pensamientos propios y decisiones que tomar por mi cuenta, no por la tuya o la de mi padre. — le solté con enojo.
— Hija, debes entender que esa libertad que tanto anhelas, en este mundo no es posible. Para una mujer de sociedad como lo somos tú y yo, no es posible, tenemos que mantener el renombre de la familia si no queremos ser deshonradas ¿Crees que no hablarán mal de tu? ¿Quien va a casarse contigo si saben que no eres virgen? A mí jamás me ha interesado tu vida sexual, pero cuando supe que tú y Gaspar se habían acostado, te dije de inmediato que ahora ya debías aceptar que él sería tu hombre ¿Qué me respondiste tú? — me miró con preocupación.
— Pues te dije que estaba segura pero ahora las cosas cambiaron ¿Qué te hace pensar que yo quiero casarme? ¿Qué te hace pensar que me importa lo que piense la gente de mí? Yo no soy así madre, las tradiciones no me interesan, sólo sé que soy mejor que muchos magos y que puedo con eso.
Ella me miró unos segundos y después agregó.
— Eres idéntica a tu padre, aunque te desagrade oírlo. Eres idéntica a él, sólo te importa el poder o lo que puedas hacer o llegar a ser. Lo único que te pido es que pienses en tí realmente, el mundo no es fácil para las mujeres Perséfone. Por eso mismo, durante la cena de esta noche, te pido que pienses en lo que puede traer como consecuencias para tí el no reconciliarte con Gaspar.
Dicho esto se puso de pie y se dispuso a salir de la habitación. Antes de irse se volvió y agregó una última cosa.
— En una hora nos iremos donde los Malfoy, arreglate adecuadamente. Otra cosa, los Mulciber han llegado, le diré a Helena que suba a hacerte compañía.
Salió cerrando la puerta tras ella. Me dirigí al tocador y comencé a cepillar mi cabello. Jamás había tenido una conversación de esa índole con mi madre, al menos jamás había percibido real preocupación de ella hacia mí. El cepillar mi cabello me relajaba, era algo que disfrutaba hacer. Cogí una poción para este y comencé a esparcirla por todo el largo de mi pelo, tenía un aroma agradable a frambuesas que se iba a impregnar en mi melena.
No pasaron muchos minutos hasta que sentí la voz de Helena detrás de la puerta. Tenía mucho que hablar con mi supuesta amiga.
— ¿Sefi, puedo pasar? — me preguntó del otro lado.
— Entra. — contesté seca.
Ella ya estaba preparada, usaba un vestido azul y llevaba el cabello suelto. Su maquillaje estaba listo y me observó con una sonrisa, a ella le encantaban estas cenas, le encantaba coquetear con los chicos que llegaban en algunas ocasiones.
— ¿Pero qué te pasa? ¿Por qué aún no estás lista? — me interrogó cuando se percató que yo recién me estaba preparando y aplicando el maquillaje.
Le observé a través del espejo y ella me devolvió la mirada.
— ¿Estás molesta? ¿Qué pasó con lo de Gaspar? ¿Qué dijeron tus padres? — volvió a insistir.
En ese momento le soltaría la bomba, yo era directa por lo que iría al grano de inmediato.
— ¿Por qué le contaste a mi padre a cerca de mi amistad con las chicas de Beauxbatons? — espeté. — Y no lo niegues por que él mismo me lo confesó. No sabía a qué nivel llegaría tu envidia e infantilismo, Helena.
Ella no supo que contestar y la culpabilidad reflejada en su cara afirmaban mi acusación y además las palabras de mi padre. Ella me había delatado con él. Se había quedado de piedra.
— Responde ¿Por qué hiciste eso? — le increpé otra vez poniéndome de pie para hacerle frente.
— Pues...— balbuceó. — ¡Ay Sefi lo siento! ¿Sí?¡Estaba muy enojada contigo!
— ¿Y eso te da el derecho de traicionarme Helena? ¡Cómo pudiste decirle eso a mi padre!
— ¡Estaba celosa! ¿Sí? ¡Lo admito! — chilló. — ¡Tú empezaste a juntarte con esas impuras y me dejaste de lado! Me dejaste por ellas, se supone que eres mi amiga.
— ¡En ningún momento dijimos que tú solamente serías mi amiga! — aclaré — ¡Me traicionaste!
— ¡Lo dices como si fuera el fin del mundo! ¡Eres mí mejor amiga! ¿Por qué tenías que acercarte a ellas? ¡Ni que fueran mejores que yo!
— Pues ahora ya no sé si sigues siendo mi amiga, lo que hiciste no es algo que las amigas hagan, tú cruzaste la línea. — le aclaré de inmediato, yo no permitiría que ventilara mi vida privada — ¿Qué más le dijiste a mi padre?
— ¿Crees que soy una soplona? — cuestionó ofendida
— Sí, exacto. — le dije — eso eres, porque eso es lo que hiciste, hablaste sobre mis cosas personales ¡Jamás pensé que lo harías! Por lo que puedo desconfiar de tí a partir de este momento.
— Sólo le dije eso, estaba celosa ya te lo dije. Pero jamás le comentaría más cosas sobre tí o tus secretos.
— Pues de eso ahora no estoy tan segura, ya no sé si es que realmente puedo confiar en tí.
— ¡Ay Sefi! ¡Perdóname sí! Esto no volverá a ocurrir. Fuí insensata y me dejé guíar por mis celos y mi frustración ¡Pero tú me dejaste de lado! ¡También me sentí traicionada!
— No me hagas reír Lena, ahora andas para arriba y abajo con el imbécil de Montague,no te hago falta.
— Sí, claro que sí. Pero responde ¿Vas a perdonarme?— ella hizo un puchero como una niña pequeña cuando quiere conseguir algo.
— Eres pésima haciendo eso, pero te diré algo. Si quieres que te perdone realmente tendrás que hacer todo lo que yo te diga de aquí en adelante, me ayudarás en todo lo que necesite y no vas a abrir tu gran bocota, de lo contrario Helena vas a ganarte una enemiga que realmente no quieres tener. — le sentencié. — ¿Has entendido?
Claramente que usaría esta situación para sacar algún provecho, una traición de este estilo no podía perdonarse de una fácil manera. Ella lo pensó por unos momentos, pero Lena sabía lo que le conviene.
— ¡Ya está bien! ¿Perdóname ? ¡No lo haré nunca más! — dijo dando saltitos. — Pero ahora dime ¿Qué ocurrió con Avery, supe que estará en la cena de hoy?
Suspiré.
— Mis padres no están nada contentos, antes de que subieras, mi madre estuvo hablando conmigo de lo que implica un buen arreglo y qué sucederá si es que no vuelvo con él. — resumí.
— ¿Pues que vas a hacer ahora? ¿Crees que te obligarán a volver con él?
— En este momento lo único que temo, es a que mi padre use la maldición Imperio en mi contra para que eso suceda, tengo que ver cómo se van dando las cosas Lena.
En ese momento fuimos interrumpidas por unos golpecitos irritantes en la puerta. Era Nimby, lo más probable enviada por mi madre a espiar o para que ya nos diéramos prisa.
— Ama Perséfone. — habló del otro lado. — la señora Rosier dice que ya es hora de que bajen para marcharse donde los señores Malfoy.
— Está bien, ya te oí. — respondí sin siquiera abrirle la puerta.
Yo ya estaba casi lista, sólo me faltaban los tacones. Fuí al armario y busqué algunos que combinarán con el vestido verde que había seleccionado para asisitir. Después de eso salimos de la habitación y bajamos al vestíbulo, donde mis padres estaban esperando con los padres de Lena. Félix aún no bajaba, cosa que agradecí porque de lo contrario me hubieran regañado otra vez.
— ¿Nos vamos? — preguntó mi padre ya impacientándose.
— Estoy listo. — dijo mi hermano cuando bajó.
— Ya era hora, no sabía que ahora pasabas arreglándote como un marica. — bufó mi padre. — Eres un hombre, deja eso para las mujeres.
— No le digas esas cosas a Félix. — intervino mi madre. — Debe verse bien.
— ¡Tus hijos están así porque les concientes en todo!
— ¿No estabas tan apurado? — intervine. — ¿Nos podemos ir ya?
Él me observó y luego de eso salió por el recibidor. Mi padre detestaba que mi madre defendiera a Félix. Mi padre detestaba que yo tuviera actitud rebelde y que le encarara. Cada familia usó un traslador, nosotros uno y los Mulciber otro y llegamos a la casa de los Malfoy.
Allí iban a estar los Greengrass, los Parkinson, donde la zorra de Parkinson estaría allí, acechando a Draco.
También los Avery, donde tendría que soportar la presencia de Gaspar y las miradas inquisidoras de sus padres. Definitivamente odiaba las reuniones con los amigos de mis padres, ya que lo más probable es que no fueran los únicos. A los Malfoy les encantaba hostentar.
Al llegar, tía Narcissa estaba esperándonos en el recibidor de la Mansión, con una sonrisa enorme y un vestido elegante. A ella, al igual que mi madre le encantaban estas reuniones sociales donde las mujeres veían cuál era la mejor vestida y cuál llevaba los zapatos más horrendos.
Al pasar Daphne me observó y se acercó de inmediato a saludarme, le sonreí y abracé.
— ¡Al fin llegas, moría de aburrimiento! — susurró al momento en que nos abrazamos.
— ¿Dónde está Astoria? ¿O no ha venido?
— Por allí, fastidiada por la presencia de Pansy que no ha dejado en paz a Draco, le he dicho que deje de buscarle, a Draco le encanta la atención que ella invierte en él, nada más.
Negué con la cabeza.
— ¿Sabes algo?
— A él le gusta Astoria, es lo único que puedo decir por ahora.
Allí ví a todas las familias que estaban invitadas, todos los magos respetados, era más que una reunión entre familias, era una fiesta para los magos importantes de Londres y también algunos franceses. Percibí una mirada en mi espalda y al volverme ví que Gaspar estaba observándome a lo lejos mientras hablaba con un chico, tenía una copa de champagne en la mano y cuando vió que le descubrí intentó sonreír, más yo volví mi rostro.
— No dejes que vuelva a persuadirte. — susurró alguien a mi espalda, era Draco.
— ¿Y tú? ¿Cómo es que saliste de las garras de Pansy?
— Sigo tu consejo, por lo que la he intentado evitar lo máximo posible.
— ¡Oh! Eso no es lo que piensa Astoria, por lo que Daphne mencionó está muy molesta, deberían oficializar su relación.
— Sabes que no es tan simple, tú mejor que nadie debería entender.
— ¿Por qué lo dices? — me pregunté extrañada.
— Sabes que tarde o temprano tus padres te harán volver con Gaspar, aunque no quieras, sabes cómo son las cosas entre los sangre pura.
— Te veo desagradado, siempre te gustó mantener el poder primo. — le indiqué.
— Eso hasta que me dí cuenta que implica que controlen mi vida, una cosa es la supremacía que tenemos sobre los muggles y los sangre sucia, pero otra cosa es que quieran dirigirme.
Sonreí, Draco aún pensaba que podía imponerse de buena forma, no sabía que para hacer eso tendría que autoexiliarse de su apellido familiar. Nuestra conversación quedó en nada porque Narcissa nos convidó a todos a sentarnos a la mesa, para dar por comenzada la cena que transcurrió entre comentarios puristas, chistes machistas, palabras irónicas y falsa amistad. No se podía confiar en ninguno de ellos, en cualquier momento podían apuñalarte por la espalda, todos tenían los genes de la maldad, todos los teníamos, todos éramos ambiciosos.
No podía negar que la comida estuvo deliciosa, aunque sabía que tía Cissy no había cocinado nada de lo servido en la mesa, lo había mandado a hacer con un chef de categoría entre los magos, eso le hacía regocijarse y pavonearse por eso. Observé a mi madre y a la señora Greengrass reír de alguna tontería, por lo que me escabullí al balcón luego de terminar de cenar. Estaba sumamente aburrida.
Claramente no estuve ni un momento sola, ya que de inmediato una sombra llegó a fastidiarme.
— Perséfone, por favor ¿Podemos hablar?
— ¿No te cansas de humillarte, Avery? ¿Qué parte de «acabó » no entiendes?
— Sé que me equivoqué pero de verdad me gustaría que me dieras otra oportunidad, sé que en este momento no quieres nada conmigo, pero por favor, deja demostrarte que quiero que lo intentemos otra vez.
— ¡Ay no me hagas reír Gaspar! ¿Quién te ha mandado con este discurso barato? ¿Tú padre? ¿O el mío? Yo no soy tonta, sé que no tienes ni una pizca de amor por mí, sé que lo que te duele es todo el dinero que tu familia perdió por el hecho de yo haber roto contigo, te duele ser el hazmereír entre tus amigos.
— Eso es mentira, yo realmente te quiero.
— Pues yo no creeré eso por ningún segundo.
— ¿Acaso tienes a alguien más Perséfone? ¿Acaso otra persona está en tu vida? ¿Ese es el problema?
Realmente era un idiota, me culpaba a mí del error que él había cometido.
— Mira Avery, no sigas insistiendo. Ya no tienes oportunidad conmigo.
— Perséfone no seas terca, casarte conmigo es la única oportunidad que tienes para dejar tu casa.
No entendí a qué había venido ese comentario, pero no me gustó para nada el tono que usó conmigo.
— Anda, te conozco, sé que no soportas la idea de permanecer con tus padres por más tiempo, sabes que jamás te dejarán mudarte a menos que salgas casada con un buen arreglo, me necesitas.
— Eso no es así, pueden conseguir un mejor esposo para mí, puedo conseguir a alguien mejor que tú.
— Si tú te casabas conmigo, Ethan conseguiría un puesto importante en el ministerio, un puesto influyente, mi madre se lo había ofrecido.— dijo levantando sus cejas. — Así que lo dudo, eras su oportunidad de entrar al ministerio en un puesto alto.
— ¿Y?
— Piénsalo, me necesitas, mi adorada Sefi. — tras eso le dió un sorbo a su copa y después se retiró, dejándome claramente molesta.
A la larga tenía razón, si no me casaba, mis padres jamás dejarían que me fuera y no estaba dispuesta a ser tratada como a una vil traidora. Si llegaba a pensarlo, sería bajo mis condiciones, pero de eso no me encargaría ahora.
Me percaté de que los hombres se disponían a encerrarse en el despacho del tío Lucius. Eso significaba que tenían que ver temas personales que no todos podríamos escuchar. Mi hermano también iría, además de los hijos de los magos más antiguos. Busqué a Lena con la mirada y le indiqué que se acercara.
— ¿Qué sucede? — sonrió, toda la noche estuvo pegada a Graham y ahora él había ido adentro, a la reunión.
— Quiero que me acompañes, quiero oír lo que hablaran.
— ¿Por qué siempre quieres meterte en problemas? Si nos descubren..
No dejé que terminara la frase.
— Prometiste que harías cualquier cosa con tal de que perdonara tu traición por lo que estás obligada a hacerlo. — le amenacé y asintió de mala gana, mirando a todos lados para asegurarse de que nadie nos viera.
Yo detestaba que no me incluyeran en las reuniones, sólo porque era mujer sucedían esas cosas. Pero yo era más hábil que mi hermano y estaba al decir que hasta más que mi padre. Nos deslizamos sigilosamente entre los corredores de la Mansión Malfoy y llegamos al despacho.
— Quítate los tacones, nos oíran por los zapatos.
Rápidamente me acerqué a la puerta y saqué mi varita. Había aprendido un hechizo seguro para escuchar sin ser descubierta al apoyarme contra la puerta a oír como los ridículos muggles. Lo usé en ese momento y me percaté que todos estaban bebiendo y riendo de tonterías.
Hasta que tío Lucius habló.
— Él necesita de todos nosotros, de ustedes — les indicó.
— ¿Quieres que estemos otra vez en la mira de los aurores y del departamento de seguridad? — escuché hablar a mi padre. — ¿Todo esto es seguro?
— Él ha vuelto, sólo necesita de algo simple, un simple encantamiento.
¿De quién hablaban?
— ¿Cuándo sucederá? — preguntó el padre de Gaspar.
— Crouch Junior se está encargando, él tiene que dar la señal. — respondió tío Lucius.
Me volví hacia Lena.
— ¿Sabes de qué hablan?
Ella negó con la cabeza y me observó igual de intrigada, por lo que seguimos oyendo.
— Pues espero que lo haga bien, para eso necesita deshacerse de su padre. — bufó mi padre. — Y espero que lo haga rápido, el señor tenebroso es el único que puede retornar la gloria de la supremacía de los sangre pura.
El corazón me golpeteó en el pecho, miré a Lena y estaba aterrada por lo que habíamos oído.
— Sí y él va a necesitar más seguidores, estoy seguro de que tus hijos querrán servirle fielmente. — dijo tío Lucius, hablándole a mi padre.
Observé a Lena y la tomé de la mano cuando percibí que se estaban despidiendo.
¿Qué estaba sucediendo?
¿Acaso el señor tenebroso no había muerto?
¿ O acaso eso no era así y estaba esperando a volver?
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