|06|
Honestamente sentía que no estaba descansando como era debido, entre todos los deberes que nos estaban dando, además del castigo que me hacía quedarme hasta más tarde, sentía que mi cuerpo no había dormido bien en un mes, aunque sólo hubieran pasado tres días, aún quedaban días de tortura. Sin mencionar que el día de hoy todos habíamos tenido que levantarnos más temprano de lo previsto, ya que nuestro jefe de casa, Severus Snape, tenía información importante que darnos.
Cuando salí de mi habitación, estaba aún tallando mis ojos, la noche anterior el castigo dejó de ser en las cocinas y con Weasley tuvimos que pulir trofeos, sin magia por supuesto. Qué había sido lo malo, que el squib que teníamos como celador, no se había separado de nosotros en ningún momento, por ende terminamos cerca de las dos y media de la mañana, ya que no pude usar la magia para terminar.
Tuve la leve sospecha de que nos habían descubierto, y por eso nos cambiaron de lugar.
— Mira esa cara. — dijo Daphne en cuanto me vió aparecer por el pasillo principal que daba a la sala común. — Podrías haberte arreglado un poco el cabello.
— Daphne, apenas así estoy de pie, no me pidas más. — rezongué, sabía que mis rizos en esa mañana habían amanecido enredados.— Buen día Tori. — saludé a Astoria en medio de un bostezo.
— Al menos despertaste antes de que Snape llegara aquí, o si no, te hubieran vuelto a quitar puntos. — me dijo de manera dulce la menor de las Greengrass.
— Ni lo menciones Tori, estoy en la cuerda floja. — volví a bostezar.
Daphne frunció el ceño.
— Iré por una poción, para que despabiles. — me ofreció. — Si supieras comportarte, no pasarías castigada, así podrías tener más horas de sueño.
— ¿Estás segura de que no eres una aburrida Ravenclaw? — le molesté. — No son ellos los analíticos y engreídos sabelotodo.
Rodó los ojos y se fue a la mini cocina que había, no era una cocina, pero habían vasos, para beber café, té e infusiones, habían hierbas, pociones y un sin fin de artilugios. Volvió con un té, que por cierto olía horrible y en consecuencia debía de saber aún peor.
— ¿Acaso quieres envenenarme? — le cuestioné cuando dí el primer sorbo.
— Calla y bebe antes de que llegue el profesor.
Daphne siempre se preocupaba por mí, por todos en realidad. No entendía cómo podía haber sido seleccionada en Slytherin, yo le molestaba siempre con su pertenencia en distintas casas, pero ella claramente tenía un corazón de Hufflepuff. De irritante e inocente tejón.
Helena llegó corriendo a la sala común, acomodándose la blusa, la corbata y la falda. No supe si venía levantándose o saliendo de la cama de uno de los chicos. Más no tuve tiempo de preguntarle, ya que Snape llegó a las mazmorras y azotó la puerta tras entrar. Nos dió una mirada para observar si todos estábamos ordenados y presentes.
— Buenos días. — saludó con frialdad.
— Buenos días, profesor Snape. — saludamos al unísono.
— Les hice estar en pie más temprano ya que existen varias informaciones que tenemos que conversar. — comentó. — Primero que todo, tengo que felicitarles por el buen comportamiento y acogida que le han dado a los estudiantes de las otras escuelas. — comentó. — Han tenido buenas referencias de ustedes.
Hubieron comentarios entre algunos de mis compañeros.
— Silencio. — dijo rodando los ojos. — Segundo, quiero que eso se mantenga así y no quiero excepciones, todos deben hacerlo, aunque no quieran compartir con ellos. — se volvió hacia el grupo de amigos de Gaspar, que hace un par de días le habían dicho marica a un estudiante de Beauxbatons. — Tercero, para la navidad va a efectuarse un baile de gala.
El profesor no alcanzó a terminar de comentar cuando la mayoría de mis compañeras empezaron a chillar por la emoción.
— Silencio, no se emocionen mucho, que quien pierda puntos de la casa, será vetado y no podrá asistir al baile. — emitió esas palabras dirigiéndose de frente a mí. Honestamente esas cosas no me interesaban en lo más mínimo. — El acontecimiento será el sábado veintidós, de modo que el veintitrés, estén en el expreso los que quieran pasar las vacaciones en casa. — aclaró. — Los que irán a casa deben anotarse conmigo, salen el veintitrés, vuelven el día miércoles dos de Enero.
Todos asentimos y algunos preguntaron ciertas dudas.
— En efecto, el baile es en pareja, los campeones lo inauguran. Durante sus visitas a Hogsmeade pueden comprar un traje o algún accesorio, quienes quieran ir al Callejón Diagon, tienen que anotarse para la salida que será dentro de dos semanas y será la única oportunidad que tendrán. ¿ Dudas? — preguntó con cara de que no quería que hubiera ninguna. — Pues sin más que agregar, bajen a desayunar, porque no quiero que lleguen tarde a clases.
— ¡Un baile! — gritó Helena emocionada. — ¡Hay que ponerse a buscar pareja de inmediato! O de lo contrario tendremos que ir solas. ¡Espero ir con alguien de Durmstrang!
Reí ante su actitud infantil, ella era muy divertida cuando se trataba de fiestas y ese tipo de celebraciones. Astoria se fue junto a una chica de su año, de la cual no recordaba el nombre y nosotras tres junto a Daphne nos fuimos caminando hacia el gran comedor.
— Chicas. — comenté. — Quería comentarles que ayer mientras hacía la tarea de Historia de la magia. — puntualicé. — Fleur y Florence me invitaron para la salida a Hogsmeade del fin de semana, además me dijeron que podía invitarlas si es que querían.
Daphne sonrió de inmediato, ella no se llevaba muy bien con las chicas de la casa que eran de su generación.
— A mí me encantaría ir. — comentó. — Por mi parte considerenme.
— ¿Y tú irás Sefi? — cuestionó Helena. —¿Desde cuándo te juntas con mestizas?
Suspiré, sabía que ella podía reaccionar así.
— Lena, ya oíste al profesor, ser cordiales y amables con los invitados.
— Pues para mí son unas engreídas, se creen la mayor atracción de la escuela y eso me incomoda. — frunció el ceño. — Yo no iré, recuerda que dijimos que nosotras iríamos juntas a esta visita.
— Pues no te cuesta nada agregar dos personas más. — le rebatí.
—No cuentes conmigo Sefi, no tengo ningún interés en que mi madre me regañe por estar dándole guías turísticas a mestizas. Y tú deberías pensar igual que yo. —me encaró. — Sabes a la perfección que tu padre se molestará.
Helena tenía razón, pero creo que eso lo ignoraría por el momento.
Pasó la tarde y tuve tres clases, Aritmancia, pociones y defensa contra las artes oscuras. Las dos primeras con Hufflepuff y la última con Gryffindor . El profesor de esta no paraba de tirar indirectas hacia mi persona, no todos en la escuela lo saben, pero fue mi tío Evan Rosier fue quien le sacó el ojo a Alastor Moody durante la guerra mágica, por lo que en cada clase hablaba sobre dicho acontecimiento, haciendo que mis compañeros ya empezaran a darse cuenta.
No es que me afecte, pero ya no quiero que me encajen cosas de las que ni siquiera soy culpable , me basta con los problemas en los que me he metido por mi cuenta, para tener que hacerme responsable del hombre al que mi tío muerto dejó tuerto.
Al menos la semana ya terminaba y se acercaba el paseo a Hogsmeade con las chicas de Beauxbatons. Eso no me libraba del castigo, al parecer a McGonagall le había bajado todo su espíritu obsesivo con el orden y la limpieza, y hoy debíamos limpiar y sacudir una pila de libros viejos que estaban en un despacho abandonado, no me hacía nada de gracia, ya estaba haciendo frío y no quería estar fuera de la cama cuando comenzara a nevar intensamente como se había pronosticado.
Estando en la sala común me cambié el uniforme y lo guardé de manera prolija dentro del armario que compartía con mis compañeras. Me coloqué un pantalón de tela negro y una blusa azul marino, cepille mi cabello y me dí el tiempo de aplicarme la poción que usaba para mantener mis rizos suaves y definidos en ondas alargadas. No sabía para que me arreglaba tanto, si quedaría empolvada en un segundo luego de sacudir esos libros viejos.
Salí de mi habitación y ví a mi primo Draco besuquearse con Pansy Parkinson, la más ridícula y patética de su séquito de fans. Detestaba a esa chica, era una idiota que lo único que tenía a su favor era un apellido, porque de cerebro o pensamientos propios había bastante poco.
— Draco. — le interrumpí. — ven aquí.
— Rosier ¿No ves que estamos ocupados en algo importante? — me contestó ella con su voz chillona.
— No estoy hablando contigo Parkinson. — le rebatí de inmediato.
Draco sólo se río por mi comentario, a él le encantaba encamarse con esa chica.
— Pues él está agradado.
— Deja de reírte tú. — encaré a mi primo. — te estoy haciendo un favor al separarte de esta — me referí a Pansy — ¿Imagina que la embarazas? ¿Crees que esta sabe usar una poción anticonceptiva? ¡Tía Cissy moriría de un ataque!
— Ya Sefi, no exageres ¿Sucede algo?
— Nada, sólo impido que manches el linaje mezclándote con ella. — tenía que admitir que me gustaba molestar a esa chica en particular.
— ¡Tanto que hablas sobre mí Rosier! ¡Seguro soy yo la que pierde puntos de Slytherin por meterse en líos con las fotocopias! Tanto que te molestan, pareciera que te gustan.
— No digas tonterías, parece que tu cerebro en forma de maní ya no tiene sangre y toda se te ha ido entre las piernas. — le escupí con veneno.
— Dí lo que quieras que yo veo con quien me acuesto o no, pero al menos no soy una inútil buena para nada que tiene un problema de atención. —me encaró. — Si no tuvieras ese complejo no tendrías tu delirio de grandeza.
— No se peleen — intervino Draco, poniéndose entre ambas. — Pansy, ya vamos.
Reí con ironía al ver la cara de Draco, tenía una sonrisa en su cara, a él también le gustaba molestar a Pansy. Sólo que le gustaba usarla para sus fines o deseos.
Salí de la sala común en dirección al primer piso, ahí nos reuniríamos Weasley y Minerva, ella nos llevaría al sitio en cuestión. Observé si ya estaban ahí cuando iba a mitad de camino, ya que de ahí podía verles, más sólo estaba la profesora.
— Rosier. — saludó. — Llegas a tiempo.
— ¿Hasta qué hora tendremos que estar en el despacho?
— Pues hasta que terminen y en lo que Weasley no aparezca, más tardaremos.
Antes de empezar a maldecirle internamente, apareció.
— Siento la demora. —se disculpó. — Buenas noches. — saludó, pero solamente la profesora correspondió a su saludo.
— Vamos, no hay tiempo que perder.
A diferencia mía, él estaba sumamente desaliñado, tenía el cabello despeinado, usaba ropa muggle y se frotaba los ojos. Como si acabara de despertar de la siesta. Tenía un aire despreocupado y totalmente ajeno, como si no tuviera ninguna aspiración o de lleno, que no le incomodaba nada. Creo que jamás podría ser así.
— Es aquí. — anunció Minerva. — Pasen.
Era un salón polvoriento y lleno de telarañas, pero estaba lleno de libros, libros por doquier. Si hubiera sabido de su existencia lo más probable es que ya hubiera leído alguno de ellos.
— Tienen que limpiarlos y clasificarlos según asignatura o tema. — nos indicó la profesora. — No quiero errores ni que olviden ninguno, los integraremos a la biblioteca por lo que deben cuidarlos.
—Cuidarlos— pensé con ironía, lo más probable es que llevasen siglos allí sin que nadie los recordara y ahora sólo los usaron para nuestro castigo.
— Intenten terminar pronto, les dejo. — dicho esto nos dejó a solas.
George abrió la puerta para poder entrar y la sostuvo para que yo entrase al salón. Me sorprendió su gesto. Pero no dije nada. Observé la sala, al menos la chimenea estaba encendida y no moriría congelada. Habían pilas y pilas de libros polvorientos, el pelirrojo a mi lado comenzó a estornudar de inmediato.
Me agaché, el suelo estaba frío. Por lo que con la varita hice aparecer una manta para colocar.
— Pensé que usarías magia al igual que los demás días. — mencionó George.
Le observé pensando en que tontería le respondería, pero hoy estaba cansada, tantos días acostándome tarde ya estaban pasando la cuenta.
— No, quiero ver si pillo libros de historia, me gusta esto. — no entendí porque le conté eso, pero no levanté la vista y me concentré en la labor y en el calor de la chimenea.
— Ah. — fue lo único que emitió.
— Si quieres hacer tu parte con magia, puedes hacerlo. Pero yo me quédaré. — recalqué.
Sin decir nada, se fue al otro extremo y comenzó a limpiar las cubiertas de los libros con un paño algo húmedo para sacarle el polvo. Era una situación algo incómoda, al parecer era alérgico y no paraba de estornudar. Aparte el frío no ayudaba.
— Mira, no quiero oírte estornudar toda la noche, ni que esparsas tus gérmenes por todo el lugar. — le dije. — Yo limpiaré y tu clasifica.
— ¿Lo haré por que tú lo dices? — me soltó de inmediato.
— Mira, tómalo o déjalo, después de todo era algo provechoso para tí, pero si no quieres y deseas cubrir tus fosas nasales de polvo es tu asunto. — respondí y con mi varita hice aparecer otra manta. — Ahí tienes. — la dejé en el piso y seguí con mi trabajo.
Por varios segundos no se acercó y limpio las cubiertas de unos diez libros al menos. Hasta que le escuché
— Gracias. — murmuró a secas y empezó a clasificar los libros, yo no contesté nada pero sentía su vista fija en mí.
Pasaron así varios minutos hasta que quiso entablar una pseudo conversación.
— ¿Qué drama hay entre el profesor Moody y tú? — cuestionó.
— ¿Qué te hace pensar que te contaré? No es de tu incumbencia. — le contesté.
Bufó, claramente pensó que yo le respondería de inmediato, cosa que no ocurría, si quería una respuesta le haría rabiar para obtenerla.
— Eres insoportable. — soltó.
— Para mí, eso es como un cumplido, pero aquí eres tú el que cree que por ser compañeros de castigo ahora somos casi mejores amigos.
— No es eso, se trata de que el tiempo pase más rápido.
— El tiempo pasa más rápido si te concentras, incluso puedes tomar un libro, si no sabes leer, o no sabes de lleno lo que es un libro no es mi asunto. Lees cuando estás aburrido, lees cuando quieres informarte y en un montón se casos más.
Rodó los ojos y siguió en lo suyo.
— Aquí tengo apartados los de historia. — comenté cuando ví que tenía dos en la mano.
— Pues ven a por ellos, no soy tu elfo doméstico.
— ¿En serio? No lo noté, te pareces mucho. — le molesté, más me ignoró.
Pasó otro rato largo sin que emitieramos una sola palabra.
— Ten cuidado. —me dijo. — Acercas mucho tu cabeza a la chimenea. — indicó. — tu pelo podría combustionarse. —agregó con tono parejo, sin denotar preocupación, pero claramente había preocupación en esa frase. — Que tengas el cabello como el fuego no quiere decir que se convierta en ello.
No pude evitar mirarle directo a los ojos y sonreír vagamente, ese comentario era agradable y la verdad, era que me gustaba sentirme halagada.
— ¿Crees que se parece al fuego?
— Sí, al fuego del infierno de Perséfone. — se burló, haciendo alusión a la historia de mi nombre.
— No pensé que aún recordabas eso. — agregué con fastidio.
— Jamás olvidaré las cosas que has dicho para después usarlas en tu contra, Rosier.
— Pues debes pensar mucho en mí. —ataqué.
—¡Qué egocéntrica eres!
— Tú y tus dichos me dan ese poder, si pensaras mejor lo que dices no lo usaría en tu contra.
Silencio otra vez, hasta que él lo cortó de nuevo.
— Pues debo concederte que sí es como el color de las brazas, tu color es muy intenso.
— No como el tuyo, un color zanahoria desabrido.
No pudo evitar reír, emitiendo una carcajada fuerte y sonora. Y yo no pude contenerme y me reí también. La risa de Weasley era fresca y muy burlona, como si hubiera hecho una travesura y no pudiera contenerse. Debido al sonido de la risa no escuché los pasos que venían hacia el salón.
— Perséfone. — mi cuerpo se tensó de inmediato. Era Gaspar y me había pillado a media carcajada con Weasley.
Me observó entrecerrando los ojos, yo me mantuve imperturbable y Weasley también le sostuvo la mirada.
— ¿Terminaste? Vine a buscarte, ya hace frío. — mencionó. — Dijiste que usarías magia y te irías.
— No pude hacerlo Gaspar, McGonagall no ha dejado de venir una y otra vez. — mentí con rapidez.
— ¿Tienes apuros Avery? ¿Necesitas que Rosier te cuente un cuento antes de dormir? — le increpó Weasley, estaba segura que lo hizo al percibir su tono molesto.
— Lo que yo haga con Perséfone antes de dormir no es de incumbencia, Weasley. — le contestó mirándole con enojo y se volvió hacia mí. — Vámonos.
Me puse de pie rápidamente y le dí una mirada fugaz a Weasley. Este también se sacudió y sin que yo le dijera nada, agitó su varita para terminar de apilar unos veinte libros que faltaban.
— Prefieres reírte con este. — murmuró Gaspar en mi oído. — ¿Acaso ahora es tu amigo?
— No digas ridiculeces, me reía de él.
— No me mientas, los oí. — ya habíamos perdido a George, ya que él se encaminó a la torre de Gryffindor y nosotros bajamos hasta las mazmorras. — óyeme bien, Sefi. Puedo aguantar todos tus desprecios y caprichos, pero no seré el hazme reír de toda la escuela porque ahora te hablas con él.
— ¿Me amenazas? Soy tu novia.
— Tomalo como quieras, compórtate como tal, espero no verte así de nuevo con él. — inspiró con fuerza.— Esto no le gustaría a tu padre, ténlo por seguro.
— ¿Quién te crees? — le cuestioné con rabia. — Si quiero reírme con él, puedo hacerlo.
—¿Quien me creo? Dejame pensar. Pues soy el chico de quien deberías cuidarte. — me miró fijamente a los ojos. — Si me traicionas, mi amada Sefi, vas a pagar las consecuencias.
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