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Durante una clase de historia de la magia, el profesor Binns nos había encomendado hacer una investigación sobre las diferentes culturas mágicas. Esto en el marco de la llegada de nuestros invitados y ya había pasado tiempo desde su venida al castillo. Cuál era la gracia de la tarea, que teníamos que unirnos a dos estudiantes más, en lo posible de ambas escuelas.
Como todo hubiera sido un caos al mezclarse, se hizo un sorteo al azar, yo quedé con dos chicas de Beauxbatons, Florence Poulling y nada más y nada menos que Fleur Delacour, la campeona, esta era mi oportunidad de ver que tanto sabía de magia y si no era sólo una cara bonita.

Yo no había hablado más de dos palabras con ellas, sólo acordamos reunirnos en la biblioteca a las cuatro de la tarde, ya que era la hora libre que nos calzaba a las tres. Florence no había puesto muy buena cara al notar que yo era su compañera de equipo, lo más probable es que mi manera de ser no le agradara.

Estaba rogando a Merlín y a Morgana que no fueran de sangre impura, de lo contrario me sentiría sumamente incómoda de tener que trabajar con ellas, ya que la imagen de mi padre no saldría de mi cabeza en ningún momento. Entré a la biblioteca y observé a mi alrededor, habíamos quedado de juntarnos en la sección de historia para estar cerca de los libros, las ví a ambas sentadas platicando erguidas, elegantes y con su uniforme celeste, si algo tenía que otorgarles, es que sus trajes y diseños eran preciosos, no eran el típico uniforme horrendo como el de Hogwarts.

Me acerqué y cuando me vieron les saludé a lo lejos con la mano. Florence tenía el cabello negro hasta la cintura y los ojos verdes, tenía piel pálida y un lindo lunar en una de sus mejillas. Fleur era rubia, de ojos celestes, piel sedosa y con una figura con la que todos los hombres soñarían, era una chica perfecta.

— ¿Cómo están? — les saludé y les tendí la mano. — Ya saben quien soy, Perséfone. — sonreí.

— Fleur y Florence. — dijo la última, intentando esbozar una sonrisa.

— ¿Les parece si nos sentamos? — anunció Fleur. — Así nos enseñas el mecanismo de la biblioteca.

No quise decir ninguna pesadez, ella estaba tratando de armar conversación, pero según yo, una biblioteca se usaba de la misma forma aquí y en Francia.

Suspiré.

— Bueno como ven, todo está separado por secciones, les sugerí que nos encontraramos aquí para estar cerca de la sección de historia y no perder tiempo parándonos a cada rato por un libro. — expliqué con obviedad. — Siéntense.

Sacamos nuestros pergaminos y plumas para colocarlas sobre la mesa, el pergamino que debíamos hacer contaba de tres partes, explicar las costumbres de la magia inglesa, la francesa y la noruega. Aunque no nos hubiera tocado con nadie de Durmstrang teníamos que incluirle de igual manera. No creía que nos fuera una dificultad, siempre me gustó la historia e investigar.

Observé que Fleur sacó de su estuche unos bolígrafos muy bellos, traían la tinta dentro de ellos, además de tener un diseño muy elegante.

— Que bellos son. — le comenté. — ¿Los conseguiste en Francia?

— Pues sí — sonrió. — Mi padre los mandó a comprar desde el mundo muggle, dice que son realmente aparatosas las plumas y el tintero ¿Para qué tener las dos si puedes tener ambos en un sólo objeto? — concluyó.

Si yo tuviera más conocimientos de los muggles podría asentir, pero no era así, mi padre jamás quiso que tomara la clase de estudios muggles, lo consideraba una pérdida de tiempo, al igual que esta clase de historia, pero era mi favorita, a diferencia de la opinión de los demás, a quienes les parecía aburrida la mayor parte del tiempo.

— ¿Les parece que vaya a buscar los libros que pueden servir? ¿Y ustedes distribuyen el espacio mientras tanto? — sugerí.

— Iré contigo. — dijo Florence mientras se ponía de pie. Sonreí a modo de aprobación.

Frente al estante me dediqué a buscar en las cubiertas de los libros, y cuando veía uno que podría servir, lo sacaba para dejarlo en la pila que tenía. Yo no era muy sociable, me costaba simpatizar con las personas, las amigas que tenía eran porque mis padres conocían a sus padres, como el caso de Helena, en este momento ella estaba con otro grupo de trabajo, con un chico de Durmstrang y una chica de Beauxbatons. Me costaba entablar conversación con personas que yo no conocía.

— ¿Siempre has vivido en Londres Perséfone? — me preguntó la francesa a mi lado.

— Sí, desde siempre ¿Y tú siempre has vivido en Francia? — pregunté siguiendo su conversación.

— No, hubo un tiempo que con mis padres nos mudamos a Luxemburgo. — me contó mientras ordenaba los libros para llevar a la mesa. — Mi padre estuvo enfermo por lo que nos fuimos allá, ya que su familia estaba allí.

Volvimos a la mesa donde Fleur estaba lista para comenzar.

— ¿Y se mejoró? — pregunté otra vez.

— Lamentablemente no, tiene una enfermedad crónica, que afectó mucho su salud. — sonrió. — Pero bueno, ya dejemos de hablar de eso.

— ¿Estaban presentándose? — nos interrogó Fleur. — Si es así también quiero participar.

— Okey, okey — reí. — ¿Les parece una mini presentación antes de realizar el trabajo? — propuse.

— Yo comenzaré. — anunció Fleur. — Ya saben, me llamo Fleur, soy francesa, tengo una hermana que se llama Gabrielle, mis padres trabajan en el ministerio francés. — hizo una pausa. — tengo ascendencia de veela, por parte de mi abuela, me gustan los dulces y la moda.

Realmente era como una princesita, además ahora entendía porqué era tan cautivadora.

— Soy Perséfone, nací en Londres, mi familia pertenece a los sagrados veintiocho. Mi padre es participante del ministerio y un infuyente diplomático. Tengo un hermano, Félix, el delegado de Slytherin. Me gusta mucho la historia de la magia y las artes oscuras. — comenté al presentarme, algo que de cierta forma incomodó a mis compañeras, o eso pude percibir.

— ¿Es verdad que tu padre es un mortífago? — me preguntó Fleur.

— Sí, mi padre fue un mortífago, en mi familia somos creyentes de que la pureza de la sangre es lo que debería perpetuarse a como de lugar. — le respondí.

Me volví hacia Florence, estaba algo nerviosa, ya me había dado cuenta al escuchar su apellido que era una impura, ya que no era conocido en la comunidad mágica . Pero no sé si era porque no estaba en esta escuela estudiando o porque percibí un aire simpático en ella, que no me incomodaba como lo hacía Granger o los ridiculos hermanos Creevey.

— Mis padres son perfumistas. — anunció.

— Los mejores de Francia. — le interrumpió Fleur. — Tengo un montón de perfumes de la línea de ellos, sin duda son mis favoritos y los favoritos de muchas familias respetadas.

Me volví hacia ella, Florence me miraba a la defensiva.

— ¿De qué se trata esa profesión? — pregunté con la intención de que ella se sintiera bien. La primera sangre sucia a la cual trataba bien.

— Pues es complejo, debes extraer esencias de los elementos naturales y mezclarlos con químicos aptos para la aplicación. — se apuró a decir.

— ¿Si no hubieras sido una bruja, hubieras seguido el mismo camino de ellos? — volví a preguntar.

— No, la verdad no, a mí me gusta la fotografía y me gustaría poder llegar a ser periodista en algún momento. — confesó.

— ¡Tenemos una futura editora del periódico de París! — rió Fleur algo más relajada por que yo no había reaccionado mal o no la había insultado. Era obvio que sabían del motivo de mi castigo.

— Bueno, pues me parece que tenemos que poner manos a la obra si queremos terminar. — dije con un tono agradable.

Reímos ya que hace bastante rato habíamos llegado, más no habíamos hecho casi nada aparte de tener los libros en la mesa. Madame Pince tuvo que acercarse a nuestra mesa a hacernos callar, así que no nos quedó más remedio que comenzar a hacer el trabajo.

Luego de varios minutos concentradas tuvimos una interrupción, mi hermano Félix. Se acercó a nuestra mesa con lo que al parecer era una carta.

— Sefi, te estaba buscando. — anunció.

— Bueno, ya me hallaste. —le contesté sin levantar la vista del pergamino, para que la idea no se me fuera a olvidar. — ¿Sucede algo? — le coloqué mi mejor cara cuando le miré.

— Pues sí, vengo de la lechucería y padre te ha escrito. — dijo entregándome un sobre.

— No seas maleducado Félix, saluda a las chicas. — le fastidié. — Bueno, no sé si habías hablado con Fleur. — indiqué y él le estiró la mano. — Y ella es Florence Poulling, mis compañeras de historia de la magia.

Hubo algo en la mirada de mi hermano que hizo que me percatara de cómo estaba mirando a Florence, un brillo, una intensión especial.
— Es un placer. — le saludó sonriendo.

— Lo mismo digo. — respondió Florence de manera tímida.

— ¿Algo más que necesites Félix? — dije al romper su burbuja de embobamiento. — Interrumpes nuestra tarea, Pince ya nos vino a regañar, no quiero que vuelva por tu culpa.

— Ya me voy, nos vemos en la sala común. — le dió una fugaz mirada a Florence, pero ella ya había dejado de verle.

Volví a sentarme y miré el sobre, era de mi padre. No tenía que abrirlo para darme cuenta que se trataba de un regaño. Él no perdía el tiempo para felicitarme por mis calificaciones, sólo cuando me metía en problemas.

— ¿Tu padre es muy estricto? — me preguntó Fleur sin esconder su curiosidad.

— Algo así, siempre ha tenido maneras muy directas. Esto debe ser por mi castigo con Weasley. — suspiré dejando el sobre dentro de mi mochila, podía leer sus insultos más tarde.

— ¿Qué es ese conflicto con Weasley? — volvió a consultar la rubia.

— Nuestras familias se han odiado durante años, tenemos creencias distintas.

— ¿Y tú debes creer lo mismo?

Pensé por un momento, si bien ella tenía razón, yo pensaba que los Weasley eran una deshonra para los magos. Pero ese comentario me lo ahorraría.

— Nos detestamos, punto. Yo lo fastidio, él me fastidia y viceversa. — concluí y ví a Florence reír ante eso. — ¿Qué es lo gracioso?

— Pues según mi abuela.— contestó. — Todos aquellos que se odian, es porque se aman un poco en secreto. No puede haber odio sin un poco de amor. — comentó. — Pero dudo que ese sea tu caso, por lo que he visto en los pasillos tienes novio.

Si me hubiera enojado habría dicho que su abuela era una tonta.

— Sí. — afirmé con total seguridad. — Nos casaremos después de mi último año, hemos sido novios desde hace tiempo.

— ¿Le amas? — dijo Fleur uniéndose a la conversación.

Esa pregunta me hizo sentir algo incómoda, ya que yo no amaba a Gaspar, pero sabía lo que todas estas francesas anhelaban, el amor de su vida, el castillo y los unicornios para casarse.

— Pues no necesito amarle, lo único importante es ampliar el poder de nuestras familias, los Rosier y los Avery siempre hemos sido influyentes, cuando nos casemos lo seremos aún más.

Ellas me observaron sin decir nada, continuamos con el trabajo de Historia hasta terminar. Independiente de que Fleur fuera mestiza y Florence una sangre sucia, había podido hablar mucho con ellas y aunque no lo creyera, me había sentido bien.

— Terminamos al fin, mañana podríamos decirle a algún chico de Durmstrang que revise la parte correspondiente a su cultura.

— ¡Me parece excelente! ¡Yo me encargo de eso! — anunció Fleur y  asentí, ella no tendría problemas, con su parte veela podría convencer a alguien de tirarse de la torre de astronomía y sucedería.

— Pues nos vemos entonces. —sonreí, no sabía que más decir.

— Perséfone ¿Te gustaría que el fin de semana vayamos a Hogsmeade? — preguntó la rubia. — Podríamos ir por una cerveza de mantequilla.

Pensé por un momento, si realmente era bueno seguir simpatizando con ellas. Eran muy agradables, pero no lo sabía.

— Puedes traer a tus amigas también. —sugirió Florence.

No pude negarme.

— Me parece una buena idea, gracias por la invitación. —sonreí. — le diré a Helena y a Daphne si es que quieren venir.

Me despedí de ellas con un gesto de mi mano y me encaminé a las mazmorras. Había gastado mi tarde en ese pergamino enorme pero había valido la pena, ahora me sentía contenta, además mis padres no tenían porqué enterarse de que ellas no eran de sangre pura, no tenía porque mencionar sus apellidos en caso de que me preguntaran.

— Sefi. — me habló mi hermano al llegar a la sala común. — ¿Viste la carta de padre?

— Hermano, vengo muy relajada para ponerme a leer insultos debido a mi castigo. — mencioné con sarcasmo en mi voz. — la leeré mañana.

— Tardaste bastante ¿Esas chicas se han hecho amigas tuyas?

Mi hermano no era capaz de ocultar sus verdaderas intenciones, en ese sentido él era muy transparente, un libro abierto.

— Sé perfectamente Félix que es la morena quien te interesó. — le acusé con tono de burla. — Pero lamentablemente no podrá ser, es una sangre sucia hermanito.

Me miró como si intentara deducir si le estaba mintiendo o no.

— ¿Y cómo es que no la estabas insultado? No te hubieras sentado con ella.

— Pues no podía hacer un escándalo, Snape enfatizó que no quería dramas de ese estilo y sé que si me veo involucrada en algo así otra vez van a suspenderme.

Félix apretó los labios y se alejó, nosotros no nos mentíamos. Y lo lamenté por él.

Pero lo mejor era que no se ilusionara con Florence, tenían todo en contra, vivían en países separados, tenían creencias distintas y lo más importante, mi familia jamás lo aceptaría.

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