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「 ᴅᴇsᴇᴀʀɪ́ᴀ ʜᴀʙᴇʀʟᴏ ᴄᴏɴᴏᴄɪᴅᴏ ᴅᴇ ᴏᴛʀᴀ ғᴏʀᴍᴀ 」


Thomas aumentaba la velocidad mientras se negaba a soltar mi mano, así que me dejé llevar a rastras, aun sintiendo aquella mala sensación en mi pecho, como si fuera una advertencia. Habíamos pasado hace casi nada una experiencia traumática... ¿Sería el Capitolio de dejarnos un poco en paz? Lo dudaba mucho, sinceramente. El cielo todavía se mantenía oscuro, caído y regalándonos malos augurios con cada paso que dábamos. Literalmente estábamos en una muerte segura, en un juego que nos condenaba con cada nueva sorpresa, ¿por qué entonces Thomas estaba tan seguro de por dónde íbamos? ¿Debía confiar de nuevo en su juicio?

Su sonrisa en ningún momento decayó, y sus ojos seguían brillando mientras nos empapábamos con la lluvia artificial. Realmente me preguntaba de cuánto dinero disponía el Capitolio para hacer cosas semejantes, para que fueran capaz de verse y sentirse tan reales. Mi cabello y el de Thomas estaban húmedos, pero era una sensación bastante refrescante. La mella del Penitente lograba desaparecer con aquella experiencia, y me hacía evitar pensar en qué estaba mal con mi brazo izquierdo.

—¿Estás seguro de esto, Tommy? —grité, intentando a alzar mi voz más todavía, para que se oyera bien a través de la lluvia. No obstante, no me contestó. 

Quise creer que era por culpa de la torrencial lluvia, y evitar pensar en que realmente el chico no tenía ni idea de por dónde íbamos. Pero de todas formas, acabaríamos por llegar a esa encrucijada más temprano que tarde, así que me parecía mejor afrontarlo ahora que me veía con todas mis facultades intactas.

Nos detuvimos a metros de la entrada, observando inquietos lo enorme que era. Yo devolví mi vista hacia atrás, y supe que no podíamos regresar, y qué era esta la única manera de seguir avanzando. Ambos conectamos miradas, y la señal que nos indicó finalmente echarle ganas para atravesarlo, fueron Luna y Alec que se nos adelantaron. Thomas me regaló una carcajada suave, mientras con una cabezada me indicaba que entrásemos de una vez.

—¿O quieres encontrarte con otro Penitente? —Negué en respuesta, mientras me soltaba la mano y se daba a la entrada primero. Lo seguí con paso lento, aun un poco inseguro, pero con la seguridad de que si permanecía junto a Thomas, quizás teníamos la suerte de salir de este lugar con vida.



Realmente no esperaba encontrarme con un campo verde y abierto, ¿de verdad se trataba de una salida? El cielo estaba despejado, repleto de nubes blancas y pájaros mutos cantando alegres canciones. No había rastros de la lluvia de antes. Observé a mi alrededor con expresión perdida, y Thomas estaba igual que yo. ¿Cómo es posible que hubiéramos ganado sin más derramamientos de sangre?

No obstante, al fijarnos mejor nos dimos cuenta que el espacio terrestre era mucho más pequeño que el Área que nos llevó hasta el Laberinto. Habían árboles junto al entorno, pero no eran suficientes para poder formar un escondite, o que nos dieran la oportunidad de ocultarnos en ella. Dimos varios pasos más adelante, con el propósito de ahondarnos mas en aquel nuevo pasaje.

—Esto no puede ser verdad —murmuró mi compañero, mientras veíamos cómo Alec sobrevolaba los cielos en busca de compañía y cómo Luna se retorcía en la hierba espesa.

Sus gruñidos alegres eran lo único que conseguían sacarme del espesor llena de preguntas incongruentes en el que mi cabeza se aventuraba.

—Pues lo parece. ¿Crees que este es el final del... ? —Una voz aniñada me interrumpió. Esta sonaba a nuestras espaldas.

—No es el final del juego, ni por asomo. —Ambos nos dimos la vuelta, sorprendidos, y descubrimos a un niño pequeño detrás de nosotros.

No parecía alcanzar más de edad de unos doce o trece, su cara regordeta lo demostraba. Su cabello era un lío de rizos y de un tono castaño oscuro. Vestía una camisa beige con un chaleco naranja encima; sus pantalones oscuros apenas le llegaban a las pantorrillas. Su expresión me daba la sensación de que no temía mostrarse ante nosotros, como si de alguna forma nos hubiera estado esperando. Thomas alzó una de sus cejas, realmente interesado con su presencia y mucho más por el significado de sus misteriosas palabras. 

Me revolví la cabeza, intentando atravesar todo el marañón que eran mis memorias en ese momento, buscando el momento exacto en el que lo había visto antes..., Entonces por fin pude acordarme. Lancé una sonrisa victoriosa.

—¡Eres el niño que entró de primeras al Laberinto, y el último tributo del 11! —Se sonrojó ante mis palabras, para asentir rápidamente.

Thomas cruzó sus brazos contra su pecho, mientras le decía: —¿Entonces esta no es la salida?

El niño negó para indicarnos que le siguiéramos; algo dudosos lo hicimos, y acabamos por avanzar alejándonos de la entrada, para llegar hasta una parte del escampado en el que si no hubiera sido por la advertencia que nos dio el niño, nos hubiéramos tropezado con ella. Era otra entrada, sin duda, pero tenía una forma circular con dos manillares por fuera. Había un pequeño agujero en el lado derecho en el que, suponía, debía de meterse una llave.

—No la tendrás por casualidad, ¿verdad? —pregunté, señalando el agujero y sintiéndome tonto al ver la mirada llena de ironía que me dirigía. Thomas me miraba igual.

—¿Qué? No pasa nada por preguntar. —Al momento, el niño se aleja a lo que parece ser una guarida personal, y me pregunto cómo no la habíamos visto al entrar.

—¿Cómo podremos abrirla? Buscar una llave de este tamaño podría suponernos varios días perdidos —comenta Thomas, mientras pasa sus dedos por el material frío del aparato metálico.

—Y eso contando que realmente esté aquí y que no sea alguna especia de trampa para convertirnos en ganado —le suelto, y me arrepiento de hacerlo al ver su expresión aterrorizada.

—¡Mirad, chicos! —Nos llama la atención el niño, que se acerca con una cosa metálica entre las manos. Cuando por fin se acerca a nosotros, nos la muestra.

Soy yo quién la sostiene entre sus manos, y veo qué se trata de un especie de aparato tecnológico con un teclado de números y cuatro dígitos en blanco. Ah, conque hay que poner una miertera contraseña. Se la paso a Thomas sin tener ni idea de qué podemos poner en ella.

—¿Entonces si averiguamos los números, esto se abrirá y nos dará la llave maestra? —El niño asiente, muy serio—. ¿Cómo la has encontrado? ¿Y por qué hace un momento parecía que nos esperabas? —Entonces mientras nos dice que venía en su mochila del distrito 11, nos señala que le demos vuelta al aparato. Mientras lo hacemos, el niño nos dice que encontraremos la respuesta allí.

Decidido, Thomas le da la vuelta y entonces lo vemos: nuestros nombres están grabados en el.



Una hora más tarde, estamos sentados en circulo ante la salida, aun intentando averiguar que posibles números pueden ser los escogidos. Llegamos al acuerdo de no ingresar ningún número en este, en caso de no estar realmente seguros, o de equivocarnos y de que este diera una alarma o se destruyera; mejor ser precavidos. Yo agradezco de corazón que ningún Penitente u otro tributo se nos haya cruzado todavía.

El niño, de nombre Chuck, está tirado en la hierba, echándose una siesta. Realmente me parece increíble que tenga tanta fe en nosotros, ¿por qué razón no creía que le íbamos a matar al dormirse? Es cierto que no lo haríamos, pero..., Igual debería de no confiarse tanto. Mientras le veía roncar suavemente, me preguntaba con seriedad cómo había sobrevivido durante tantos días.

Thomas seguía dándole vueltas al aparato, y yo finalmente decidí echarme también una cabecita encima de Luna, que llevaba durmiendo bastante rato. Me apoyé con cuidado en su lomo, y cerré los ojos. Sin embargo, el incesante manoteo de Thomas en la cosa metálica, me ponía de los nervios. Quería que se detuviese.

—Tommy, ¿podrías descansar, sabes? Han sido unos días muy largos, y en serio...

—¡No puedo, Newt! Siento que he visto esta forma antes, que tiene que haber algo en nosotros que podamos... —Y entonces su silencio me dijo que había perdido la oportunidad de dormitar un poco, lástima.

Abriendo los ojos, me incorporo de nuevo y le miro algo cansado. Tiene la boca abierta y me mira con esos ojos achocolatados llenos de emoción. Entonces, muevo una de mis manos en su dirección para que hable. No espera para hacerlo.

—¡Lo que sacamos del Penitente, Newt! ¡Esa es la respuesta! —Entonces me acordé de la cosa metálica que pude sacar entre las garras de la bestia, y rápidamente, la saqué de la mochila al mismo tiempo que Thomas. Ambos la miramos intentando buscar qué era aquello que nos faltaba, y nos concentramos en nuestros números: A2 Y A5.

Entonces, Chuck podría haber seguido durmiendo si no hubiera sido por el grito exaltado de Thomas. Se levantó asustado y mirándonos sin entender una palabra, me encogí de hombros murmurando una pequeña disculpa. Este me agarró del brazo izquierdo para llamarme la atención y aunque sentí un escalofrío pasarme por toda ella, no me aparté.

—Tenemos que clavárnoslas. —Un sonrojo se apoderó de sus mejillas al ver cómo le miraba intensamente. Pero en serio, ¿acaso me creía un suicida?

—S... sé que parece una locura, pero algo parecido había en mi distrito. Normalmente se usaban en los que eran castigados, pero... ¡Estoy seguro de que esto nos dará lo que buscamos!

El silencio que se instaló entre nosotros, y solo fue opacado por la voz chillona del niño.

—Creo que ha perdido la chaveta. —Me caía bien. Su humor negro me traía recuerdos de Minho.

Thomas alzó las manos al aire, y volvió a mirarme de una forma completamente inexpresiva, quería que le tomase en serio.

—Tienes que confiar en mí, Newt, como antes. —Aquellas palabras resonaron en mi mente, y me odié internamente por dejarme flaquear ante su petición.

—Bien, Tommy, ¿cómo hacemos eso? —Sus hombros se hundieron. y vi alivio en su expresión.

—¿De verdad vas a hacer una locura como esa, Newt? —Asentí ante la duda de Chuck. Confiaba en el juicio de mi compañero, y después de cuidarme durante tres días cuando había caído enfermo por el veneno de Gally, de verdad que sentía que no tenía ninguna intención mala conmigo.

 —En mi Distrito esto se le conoce como "La Transformación", ¿ves la punta afilada que hay al final? —No sé como antes no me había dado cuenta de ella, pero la vi esta vez. Supongo que eso sería lo que la unía al Penitente—. Eso es lo que te tienes que clavar. En mi hogar cuentan que sufres un extremo dolor y en donde te invaden tus propios recuerdos o los creados por esa cosa, y nunca me ha pasado, pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Al escuchar el "extremo dolor", mi brazo izquierdo tuvo un pequeño escalofrío. ¿Era buena idea hacerlo? Thomas le dijo a Chuck que él tendría la responsabilidad de vigilarnos y cuidarnos en la inconsciencia. En ese momento, si dudé de sus capacidades mentales.

—¿Y cómo sabes que no nos matará mientras dormimos, o no nos robará nuestras cosas mientras estamos fuera de juego? —Thomas no supo qué decirme, pero el niño se cabreó.

—Eh, genio, no puedo salir de aquí sin vosotros, ¿sabes? Y además, os admiro a los dos, sobre todo a Thomas, así que no voy a hacer nada que os perjudique. —Al término de decir aquello, sus mejillas se colorearon. ¿Pero a qué se refería?

—¿Nos admiras? —pregunté confuso, sin saber realmente por qué lo haría, y el niño se cruzó de brazos y se negó a decir nada más.

Thomas y yo nos reímos ante su expresión adorable. Cuando ya dejé de reírme, compartí mirada con él, y con un asentamiento de cabeza nos acomodamos en nuestros puestos. Luna se escurrió de su anterior posición y tenia un rostro adormilado. Me permití acariciarle el hocico como en señal de despedida; Alec descendía de los cielos con rapidez en dirección a nosotros. Le regalé una sonrisa, y entonces me dediqué a observar la cosa metálica que tenía entre los dedos, y de repente tuve miedo de lo que podía mostrarme y de lo afectado que podía quedar tras sus visiones. Thomas me regaló un golpe suave en el brazo, y compartimos una pequeña sonrisa. Apreté con fuerza aquella miertera cosa del Capitolio y le eché ganas.

—¿Preparados? —preguntó Chuck. Habíamos acordado hacerlo a la vez.

Respiré profundamente, y traté de mantener mis emociones bajo control. Teníamos que salir de aquel lugar, así que tenía que esforzarme aun más para poder conseguirlo. Para no fallar a los que me acompañaban, a los que me esperaban ni mucho menos a los que me observaban anhelantes y esperanzadores.

—¡Ya! —Y así, ambos nos la clavamos en la pierna derecha. 

Al instante, sentí que un cosquilleo se impartía desde allí, y cómo si una descarga eléctrica me subiera por la espalda. La negrura se posó en mi vista, y me sucumbí en los jodidos recuerdos y visones de aquella cosa. Lo último que creí escuchar fue el aullido nervioso de Luna, y los graznidos de Alec con esa maldita canción de advertencia invadiéndome las orejas. Me lo temía, al final esto era una mala idea.



—Recuerda que te quiero, Thomas, y que esperaré siempre por tu regreso. —Esas fueron las últimas palabras de mi madre, al menos, antes de que nos separarán y el ver como las repetía aquella ensoñación de mi madre, hacia que mi corazón llorase por lo lejos que estaba de casa.

Su cabellera castaña y su mirada repleta de amor por mi, seguían igual a como las recordaba. Observé mientras me acariciaba la mejilla, aquel colgante que siempre llevaba colgado en el cuello como último recuerdo de mi padre, y me di cuenta del 6 que se encontraba allí. Con tristeza, supe que eso era lo que buscaba, y que nuestro encuentro debía de terminar.

—Volveré a casa, madre, te lo prometo —le dije suavemente, mientras me obligaba a despertar. Con lágrimas en los ojos, veía como su figura desaparecía ante mi, y cómo se negaba a quitar aquella hermosa sonrisa que conseguía regalarme un poco de calma entre tanta locura.

Cuando abrí los ojos de nuevo, Chuck estaba encima de mí con un trapo húmedo en las manos. Dejé que me lo pusiera, mientras le preguntaba cuánto llevaba inconsciente.

—No sé mucho de la horas, pero sin duda, no llevas nada. Quizás unos veinte minutos. —Alcé una de mis cejas asombrado ante aquello, pero me parecía acertado al no haber visto más allá de algunos recuerdos de mi niñez, y finalmente la conversación de mi madre.

No lograba entender por qué no había visto aquellos horrores de los que me hablaban, y mucho menos sentir más que un soportable dolor. ¿Dependía de tus traumas más profundos?

—¿Y bien? ¿Tienes el número o algo que nos sirva? —le dije que si, mientras le preguntaba sobre el estado de Newt.

Al ver como me negaba lentamente, me levanté quitándome trapo de la frente. Lo observé a mi lado, y me fijé en su perfil durmiente y en el sudor que le surcaba la frente.

—Rápido, Chuck, él lo necesita más que yo. —Tropezándose fue hacia mi amigo, y se la puso de inmediato. Pero no sirvió de nada, en segundos me dijo que ya estaba caliente.

—Tiene mucha fiebre, y no tengo ninguna medicina para ayudarle, lo siento. —De repente me acordé de la crema que me dieron en adición cuando Newt cayó enfermo por el veneno, y que no utilicé al servirme solo con la jeringa. La saqué con rapidez y acercándome, me quedé pensando en donde podría ponérsela. Mis manos temblaban y los nervios me atacaban.

—¿Qué te parece aplicársela en donde se ha clavado esa cosa? —Por suerte tenía a alguien conmigo que sabía mantener los pies en la tierra. Haciéndole caso, al ver como Chuck le hacía un agujero en el muslo superior con ayuda de unas tijeras, pude distinguir el pinchazo negro de la aguja metálico, que por cierto, estaba en el suelo pitando varias veces. El mío estaba apagado y abandonado en el suelo.

Le apliqué la crema en ese lugar, no queriendo sentir vergüenza por estar tan cerca suyo. Me obligué a calmarme al vernos en una situación como esta. Pronto, su expresión se calmó, y el sudor se volvió frio. No sabía si eso era buena señal, pero Chuck y yo acabamos por sentarnos enfrente suyo, y por mi parte, decidí no quitarle la vista de encima. ¿Qué estaría soñando? ¿Qué sería aquello que le hacía temblar tan violentamente?

Solté un suspiro, mientras recordaba las palabras de mi madre. Su presencia me martirizaba eternamente, y de verdad que me gustaría mucho cumplir mi promesa con ella. Pero ahora, viendo las circunstancias en la que estábamos, lo dudaba mucho.

—Me sorprende lo mucho que te preocupas por Newt, Thomas. —Escuchar al niño me saca de mis cavilaciones interiores, y hace que me sonrojé sin poder evitarlo—. Pero, cuando llegue el momento..., ¿Serás capaz de morir por el?

Aquello hace que cierre los ojos con pesar, lamentándome y sintiendo un dolor en el pecho que me taladra la mente. De verdad que me importa y... desearía haberlo conocido de otra forma. La pregunta me ronda y hace que la figura de mi madre desaparezca de mis memorias.

—Por supuesto que sí —digo con total seguridad.

Después de aquello, ninguno de los dos dice nada más, y solo esperamos a que Newt despierte; lo cual, por supuesto, espero que sea pronto porque cada momento que pasa, solo hace que me preocupe más y más por el.

→ Eso es todo por ahora, mis querubines, así que espero que lo hayan disfrutado. Pronto traeré las nuevas actualizaciones, y de por si ya les aviso que esta historia está llegando a su final.

Que grata experiencia he tenido con todos ustedes, ¡pero aun no es hora de las lágrimas, mis ángeles! ;3 ¡Nos veremos pronto, mis cielos!

Se despide xElsyLight.

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