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「 ᴇsᴄᴀᴘᴀʀ ᴅᴇ ʟᴀs ɢᴀʀʀᴀs ᴅᴇ ʟᴀ ᴍᴜᴇʀᴛᴇ 」


   La primera vez que lo vi fue en el recuento de las cosechas. Su cabellera dorada, sus ojos dulces y su piel blanquecina con leves tonos rosados me encandilaron por completo. Me extrañé mucho al ver a un tributo vestido de una forma tan elegante, y por un momento pensé que era como nosotros; lo cual, bueno, fue una tremenda tontería. Alguien como él jamás compartiría nuestro pensamiento. La manera en la que defendió a su amigo, cómo evitó que le castigarán por su comportamiento rudo, se lo demostró.

Tuvo varios encontronazos con él después del primer entrenamiento, pero me parece que el más destacable fue cuando admití que tenía que ver con aquella triquiñuela del Minho falso. Creo que ésa fue la primera vez que tuvimos contacto directo. La cólera en su rostro era palpable, y realmente me sentí fatal con solo decírselo; sin embargo, era mejor que seguir con aquel horrible engaño por parte del Capitolio. Por algún extraño motivo, desde que me había enterado de lo que le iban a hacer, quise que lo supiera de inmediato.

Pensé que no nos veríamos de nuevo, que después de aquello me rechazaría por completo, pero no fue así. Me equivoqué de nuevo. Él me aceptó en su equipo, a regañadientes, claro, pero lo hizo. Después pasó lo de Galliard, y bueno..., Sentí que había perdido cualquier posibilidad de entablar alguna relación con su persona. Realmente yo sabía que el chico del 1 se lo merecía, que se merecía morir, pero... No podía intervenir en los planes de mis superiores. No me di cuenta hasta ese momento, de lo mucho que odiaba mentirle en su cara y de no atreverme a desafiar al Capitolio.

Los días que se acometieron tras aquel suceso solo sirvieron para que una enorme brecha naciera entre los dos. Ambos nos vimos obligados a bailar entre las finas líneas de la vida y la muerte mientras compartimos un tiempo indefinido en conjunto. La mayor parte de aquel tiempo me vi preocupado por su seguridad, por perderle. La fiebre que le había arremetido tras el ataque de la espada envenenada había sido grave; por puro milagro no fui un completo inútil, y la ayuda de su mentor fue un soplo de aire fresco. No tardamos en encontrar a los demás después de que despertase de su letargo; aunque siendo sincero, hubiera sido mejor no haberlo hecho.

Teresa y yo formamos parte de un designio que va mucho más allá de estos simples y rutinarios juegos; y por ese motivo, temo que por mi culpa se vean afectados los demás. Teresa es la que más influencia tiene en el Capitolio, más que yo; siempre se interesó más por aquellas idealizaciones de nuestros superiores. Por eso la que se encuentra más allanada en este campo minado es ella; muchas veces yo me saltaba reuniones obligatorias en mi hogar debido al agobio y a la ansiedad que me producía. La mayor parte de mis escapadas se debían a la duda que me causaba pensar en lo que hacía: en si era lo correcto, o en si el mundo se merecía algo mejor. Sin embargo, al final siempre regresaba a mi puesto. La cobardía me impedía quitarme de encima la soga del cuello y la venda de los ojos. Fingía que me bastaba con decirme que era la única opción que tenía y que no existía otra manera de hacer las cosas; sin embargo, era como auto-engañarme a mi mismo, porque si la había.

Mucho más tarde, cuando nos topamos con la inmensidad del Laberinto no pude evitar emocionarme. No podía evitar hacerlo; había sido uno de los contribuyentes de los primeros bocetos de su forma estructural y verlo delante de mí, tan infinito y misterioso, me hacia erguirme de orgullo aunque posiblemente nos condenase a muerte a todos. Recuerdo haber compartido una mirada con Teresa y ver complicidad en ella.

En el momento en el que nos dimos entrada a la trampa mortal, memoricé los pocos pasadizos que había descubierto en la casi fase final de su creación —eso fue cuando espíe a escondidas los archivos secretos de Ava Paige—. Sin embargo, el ponerme a imaginar lo que podía haber allí dentro, hacía que se me helasen mis huesos.

Lastimosamente no pasó mucho tiempo para que nos distanciáramos de los demás; por obras del destino, terminé de nuevo con Newt. Algo en mi interior lo agradecía enormemente; puede que fuera solo porque lo admiraba mucho, pero realmente no me imaginaba pasar quizás mis últimos días con otra persona. Mi objetivo principal era sacarle del Laberinto con vida; sin embargo, me habían dificultado las cosas. Los pasadizos no eran como yo los recordaba, y de nuevo sentí la amargura crecer en mi interior. Me habían engañado, me había dejado engatusar con sus malditas sus palabras aduladoras y palmaditas en la espalda. Era un tonto al pensar en que me dejarían una salida fácil; para ellos, era como todos los demás tributos. No tenía nada de especial, como sospechaba desde un principio.

Encontrarme con la expresión calmada y segura en Newt, hizo que me replantease como en muchas ocasiones anteriores mis propósitos. ¿Qué era lo que yo quería de todo esto? ¿Qué demonios era eso que buscaba con tanto ahínco? Supe que al ver como mi nuevo amigo se veía tan confiado en su objetivo de volver a casa, que no quería que se viera todavía más dañado. Con seguridad sabía que tampoco iba a permitir que mi posible muerte me hiciese olvidar todo lo experimentado a su lado; porque lo sabía, sabía que iba a morir ya que al final, uno de los dos debía hacerlo.

Sin embargo, quería disfrutar hasta el último minuto, al menos, hasta que no pudiera más. Esta era la aventura de mi vida, y posiblemente, el encontrarme con el chico de cabellos dorados había sido obra de algo más elevado, algo que no se podía detener; y no quiero que me arrebaten los hilos que me unen a su blanco futuro.

Nos tomó por sorpresa la bestia que intentó atacarnos, pero no dejé que el miedo me consumiera. Sabía qué era lo que me agarraba de las piernas, pues en parte había dado la idea de sus posibles capacidades físicas; por eso, quise que Newt confiase en mí. Que lo hiciera fue como recibir un impulso en el corazón. Después, lo perdí de vista. Sus ojos brillantes fue lo último que vi antes de que aquella niebla oscura me tragase por completo.

—¡Suéltame, suéltame! —Intenté tomarme aquella situación con tranquilidad, pero el monstruo me apretaba con fuerza la pierna con una de sus tenazas y era una suerte que no me la hubiese arrancado ya. El agarre era superficial, más bien era solo para distraer y asustar; lo estaba consiguiendo.

Yo sabía que los encargados de los juegos no me dejarían morir. Ava me lo prometió; me aseguró que aun le era útil para sus próximos planes, así que esperaba que no fuese una vil mentira. Aproveché que por fin la bestia me había soltado y opté por sacar una aguja que llevaba en el bolsillo del pantalón. No era una aguja de las que se conocían por pertenecer a la costura, no; esta era venenosa y de un solo uso. La había estado ocultando hasta que fuese necesario y creo que este era el momento de utilizarla.

Aquella criatura deforme poseía rasgos bulbosos y amorfos, del tamaño de una vaca. De su cuerpo sobresalen unos siniestros y alargados miembros a modo de brazos, que tiene aparejos en los extremos. Se deja entrever —a pesar de la niebla—, una cola compuesta por una sierra que mueve de un lado a otro sin control. Era una mezcla traumática y demasiado oscura para procesarla del todo. De su boca caen restos de baba, algo mucosa, pero no hace movimiento alguno de querer zamparme. Sin embargo, no podía dejarla con vida. Causaría estragos en todas partes, y supongo que el deshacerme de una de ella sería una ventaja para nosotros.

En la lejanía escucho cómo Newt pronuncia mi nombre, anhelándolo desesperadamente. Aquello lo toma como una señal y termina por hacer el amague de lanzarse hacia el monstruo. No obstante, algo inesperado ocurre: mis piernas no son capaces de moverse. El miedo las aboca e impide que sean libres. El cielo se oscurece y solo soy capaz de imaginarme una escena en la cabeza en la que acabo siendo cruelmente devorado por esta bestia. Sin haber hecho nada todavía, sin haber cambiado el porvenir de las personas como quería desde pequeño.

La imagen nítida de Newt me trastocó la mente. ¿Ya estaría muerto? ¿Habría seguido el camino sin importarle que se quedase atrás? ¿Vendría a rescatarle? Observo con terror cómo la espeluznante criatura abría sus fauces, cómo si alguien de allá arriba se lo ordenase y cómo se acercaba a paso lento a su proximidad. Sus manos comenzaron a temblar y sin quererlo, la aguja se le cayó de entre los dedos. Mierda, dejó escapar una maldición. Era justo lo que necesitaba para mejorar la noche.

Sin poder quitar la vista de encima del engendro creado, sus manos rebuscaron en el suelo frío aquella única arma que tenía para defenderse, para luchar por su miserable y corta vida. Dudaba de que un milagro le salvase de su destino fatal, pero por alguna razón, sus pies tropezaron y terminó por darse de bruces contra el suelo; justo, cuando el adefesio intentaba atravesarlo con su cola asesina. Descubrió una apertura entre sus patas estiradas y no lo pensó dos veces; salió corriendo por aquella abertura. Dejó atrás la aguja, y no se preocupó por ello. Quizás —pensó con una ávida esperanza ardiendo en su corazón—, la pise por accidente y muera. Eso me ayudaría mucho.

Por supuesto, no fue así. La bestia no tardó en perseguirlo, y allí estaba, corriendo como un loco entre esa bruma negra y atrapado entre las paredes del Laberinto que parecían estrecharse con cada paso un poco más. El pecho se le agita con fuerza, y cree quedarse sin aire. Su garganta se asfixia y el sudor le recorre por el cuerpo entero. Solo deseaba salir evaporado de aquella tortura.

La criatura lanzó un chillido agonizante y por su enorme sombra, Thomas vio que unas púas brotaron de su piel; no quiso saber el significado de su objetivo. Comenzó a correr en zic zac, con la esperanza de evitar su ataque. La cabeza le daba vueltas y en su interior, se preguntaba qué tan lejos debía de estar del paradero de Newt.

Evitó casi de milagro el agarre de uno de sus brazos alargados, pero no el de su cola. Esta lo mandó a volar hacia uno de los muros de la derecha y su cabeza se golpeó con fuerza. Aquello no le detuvo y se agachó ante, de nuevo, una nueva agresión de su extremidad infinita. Suponía que la adrenalina en su cuerpo era la que ocultaba la mella en su cuerpo y el extremo cansancio.

Sin mirar atrás, gracias a que la neblina se disipaba, se dirigió hacia una abertura entre los muros que pudo distinguir con claridad; fue como si alguien la hubiese creado de golpe solo para él, para su salvación y protección. No quiso pensar en cómo había aparecido allí, y mejor reanudó su carrera. Los pies ya le dolían y solo quería tirarse al suelo y recuperar todo el aire que parecía haber dejado atrás, junto con la aguja. Su cabello estaba húmedo y pensaba seriamente si había una gran posibilidad de que le diera un infarto siendo tan joven. No descartaba la posibilidad.

De pronto, le dio la sensación de que todo se volvía más lento, como si sucediese a cámara lenta; sus pies se volvieron pesados y el aliento que expulsaba por sus labios era frío y muy escaso. Todo el cuerpo le dolía horrores y la sensación de estar a punto de morir no le abandonaba, más bien le parecía que le susurraba al oído. Que le repetía con dureza que ése era su día, le pedía que dejase de correr, que dejase de huir. No lo hizo, por supuesto. Newt le estaba esperando; o al menos, eso quería pensar. 

Entonces, nada más traspasar aquella brecha que consideraba su vía de escape, sus rodillas fallaron y cayó al suelo. Se dio la vuelta, asustado por admitir que había sido derrotado por el cansancio, y quiso arrastrarse, alejarse del peligro; pero ya no se podía mover. Sus fuerzas se habían esfumado. Lo único que pudo hacer fue recoger sus piernas todo lo posible; sus ojos vieron con terror el que iba a ser considerada su lucha final.

Vio cómo la criatura saltaba, chillando hambrienta con sus largas patas a punto de ensartarlo, y entonces ocurrió. La abertura se cerró, aplastó a la bestia y solo dejó trozos de su cuerpo ensartadas; parte de su sangre cayó en su cuerpo. Era verde, viscosa y algo pegajosa. Pero, a pesar de todo, Thomas sonrió. ¡Estaba salvado! No pudo evitar que una carcajada alta saliera de su pecho, estaba realmente aliviado de que le hubieran dado otra oportunidad. Varias lágrimas estuvieron a punto de salir, sin embargo, las detuvo pues sabía que ahora estaba siendo objeto de comentarios para el público. Se incorporó decidido, con toda la valentía que pudo reunir y se acercó a la bestia espachurrada. Había algo que brillaba entre sus pliegues, y no pudo evitar que la curiosidad le llamara. Era algo que estaba anclado en una de sus extremidades sobresalientes. Por suerte, esa parte no estaba destruida y pudo meter la mano con facilidad en ella. Se preguntó seriamente en dónde había quedado el miedo de morir mientras lo hacía.

Su mano se manchó de sus últimas plasmas verdes causada por el impulso de sacarla de su carne muerta, pero aunque le costó, pudo hacerlo al final. Mientras le daba vueltas entre sus dedos, analizó su forma extraña. Era una especie de tubo metálico que poseía las letras W.C.K.D. en una placa por la parte de atrás. Por delante solo vio una especie de número junto a una letra que brillaba en tonos rojos; declaraba el A2. No lo entendió para nada. 

Cuando él estaba en los laboratorios, creando los posibles pasadizos del Laberinto, jamás se topó con algo parecido. ¿Acaso lo habían creado a escondidas? Cada vez que lo analizaba mejor en su mente, más claro le quedaba que también era un simple peón para ellos. Eso le hacía hervir las venas; el color se fue de su rostro al recordar que Newt posiblemente estuviese pasando por una situación similar a la suya. Y, a pesar de realmente creer que el chico de cabellos dorados podía con todo aquello que se le pudiera de frente, era mejor cerciorarse.

Guardó el aparato en los bolsillos de su mochila, agradeciendo no haberla perdido en el proceso de escapada, o más correcto sería decir, en el proceso de su persecución.

—¿Dónde estás, Newt? —Y de pronto, cómo si respondieran ante su pedido, vio que surcaba en el cielo una pequeña sombra alada. No tuvo miedo porque la reconoció de inmediato; se trataba del pájaro muto.

Aquello le alentó el corazón, y mientras le imploraba que le llevase hasta su dueño, se acomodó mejor la mochila. Es cierto, todavía le dolía cada músculo de su menudo cuerpo, pero podía resistirlo. No puede quedarse atrás en el juego, no sin antes haber encontrado a su líder. Porque Newt era eso para él: su rayo de esperanza, su luz, su guía hasta casa. Y no pensaba por ninguno de los casos perderle, no ahora que por fin se topaba con la respuesta a todas sus preguntas.

Siguió al sinsajo con paso rápido mientras escuchaba aquella melodía triste que cantaba el pájaro y la cual parecía ahuyentar las sombras de su alrededor. Le ocultaba de los horrores de la noche, y se lo agradecía enormemente. Lo único que tenía en mente era reunirse con su nuevo amigo, y conseguir, de una vez por todas, hallar la libertad que le mostraría ese reino de paz con el que soñaba. En el camino, se volvió a cuestionar por la utilidad del trozo metálico y por quién demonios le había ayudado a escapar de las garras de la muerte.


   Newt se preguntaba qué demonios había hecho para que la vida le detestara tanto. Sus ojos se cerraban con cansancio y puro agotamiento mientras sostenía su brazo, que estaba herido. La asquerosa criatura que había atentado contra su vida estaba empalada por una lanza plegable que le había regalado Heather antes de su separación. La había sacado del bolsillo de su mochila en un acto desesperado, ya que su daga había salido volando a quién sabe donde. Observó a la bestia, intentando asimilar todo aquello con tranquilidad.

La sangre de tonos verdes y mohosos salía a borbotones de su derruida boca, y el chico intentaba controlar su respiración agitada. Resulta que no pudo obtener la respuesta que esperaba y dudaba ser tan importante en aquel juego como se pensaba. La criatura le había atacado sin detenerse por un segundo. Así que, por supuesto, comprendió que el mensaje del Capitolio para él, era que les era útil pero no imprescindible.

Le había costado quitárselo de encima cuando le tomó de improvisto, y al final tuvo que sacrificar su brazo para ganar la batalla. Le sangraba y había sido atravesado por aquella cola extraña de la criatura, sin embargo, no se dejó llevar por los nervios. Siempre actuaba con la mente en blanco ya que si permitía que la inquietud le invadiese, solo complicaría más las cosas. Nada más la bestia se la clavó, él le había atravesado de parte a parte con la lanza. De ahí a que su ataque no sirviera de mucho; fue extremadamente difícil arrancarse la parte puntiaguda de su brazo izquierdo. Maldito Penitente, dijo en su mente, recordando cómo Minho solía llamar a los monstruos de sus continuas pesadillas. Le pareció un buen nombre para el adefesio muerto.

Con cuidado, posicionó la mochila en el suelo en busca de vendas. Era lo mejor que podía hacer por su brazo por el momento. La apretó con fuerza, quizás intentando sentir algo que le indicase que le dolía, que tenía que curarse de inmediato ya que era muy urgente. No fue así; le extrañó no sentir nada, incluso cuando puso más presión en ella. Podía moverla, de alguna extraña forma, pero ese pequeño detalle no evitó que una horrible sensación le carcomiera por dentro. Tuvo miedo de su significado. No entendió por qué el dolor tras la herida no le atacaba. Dejó que su mano derecha acariciase el vendaje que ahora volvía a sangrar, y un estremecimiento le sacudió el cuerpo. ¿Eso quería decir que...?

Guardó el rollo de vendas de nuevo en la mochila, mientras dejaba de pensar y se fijaba en que las cámaras se alejaban de su lado. Sintió un gran alivio con ello; odiaba ser observado a cada momento del día. Por suerte, agradeció haber sido cauteloso y no haberle mostrado al mundo de su nueva debilidad. Es decir, no sentía dolor y eso debería ser una ventaja, pero a Newt eso solo le preocupaba enormemente. Suspirando levemente, cargó la mochila a su espalda. Ahora, ¿dónde estás...? La encontró brillando fugazmente unos metros alejada de su posición actual. Se acercó corriendo y al tenerla de nuevo entre sus manos, notó que la presión en su pecho desaparecía. Volvía a tener a Minho consigo; así que, revisando varias veces que se trataba de su arma, finalmente terminó por guardarla entre sus pantalones. No estaba dispuesto a perderla otra vez.

El chico no hizo ningún intento de recuperar la lanza de Heather, no valía la pena. Además, tampoco es que sus fuerzas fueran las mismas que antes; el cansancio le había dejado huella y dudaba de conseguir sacarla del cuerpo de la criatura. 

Newt miró el camino estrecho y oscuro que le rodeaba, y por su mente pasó la estupenda ocurrencia de abandonar todo intento de seguir adelante; aunque eso significase el fallar a su familia, realmente pensaba que le entenderían con el tiempo. Newt ya no quería ser el verdugo de nadie más. No creería poder soportarlo.

De pronto, una repentina luz roja le cegó la vista y cuando buscó de su paradero, la halló en el cuerpo de la criatura. No quería acercársele, pero esta sobresalía y aclamaba de su atención; se sintió atraído hacia ella como si se tratase del canto mortal de una sirena.

Por suerte, o quizás no tanto, esta no se encontraba enterrada en profundidad, al menos no como la lanza de Heather. Fue fácil sacarla de entre sus carnes, a Newt casi le pareció que estaba en ese lugar aposta. Al tener ese objeto brillante en su poder, la criatura no tardó en descomponerse más que antes, como si hubiera sido apagada del todo. Si alguien la viera ahora, seguro que no se creería que antes estaba viva y a punto de matarle. Ahora lo único que quedaba de ella era una mezcla de carne descompuesta y putrefacta; también se podían distinguir varios trozos de maquinaria chamuscada. No se puede esperar menos del Capitolio. Siempre con lo último, se comentó mentalmente, dejando escapar una mueca irónica al pensar con amargura en todo el dinero que desperdiciaban.

Regresó su vista a sus manos e identificó que aquello que le había llamado la atención era un especie de aparato metálico que incluía las letras W.C.K.D en su parte lateral. Era de un color plateado desteñido, y tuvo la extraña sensación de haberla visto antes. No lograba recordar en dónde. Al darle la vuelta, se topó con un número y una letra que estaban enmarcadas en un profundo tono rojo. El aparato declaraba, incapaz de apartar los ojos, el símbolo de A5.

—¿Newt? —Aquello le sacó de su ensoñación, y no supo identificar de dónde surgió la repentina alegría de escuchar esa voz de nuevo.

¿Tommy? 

(...)

→ Como pueden leer, un nuevo capítulo para todos ustedes. Espero que les haya gustado mucho y ya quiero leer sus opiniones al respecto.

Este último capítulo ha tenido muchas referencias a las películas y los libros, sobre todo en el que se refiere al A2 Y el A5; quiénes se hayan leído los libros, sabrán qué significa. Quiénes no, pronto lo explicaré. 

Este capítulo ha sido narrado desde dos perspectivas: desde la de Thomas y desde la de Newt. Algunos capítulos serán así, ya que es la última parte del libro. Otros en cambio, serán como hemos visto hasta ahora. ¡Nos vemos pronto entonces! ;3

Se despide xElsyLight.

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