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「 ʟᴀ ᴘʀᴏ́xɪᴍᴀ ᴠᴇᴢ 」
El repentino despertar solo me trae problemas. Me duele horrores el cuerpo y sé que urgentemente necesito un largo descanso. Un mareo fuerte se instala en mi cabeza y cuando por fin abro los ojos, descubro que Thomas está poniéndome un trapo mojado en la frente, está frío.
Al esclarecerse la luz de mi alrededor, me doy cuenta de que ya es casi medianoche. Diablos ¿cuánto tiempo me quedé inconsciente? Apoyo mis codos en el duro suelo, y sorprendo a Thomas.
—¿Cuánto... cuánto...? —Este se recupera y me empuja de nuevo hacia abajo.
—Eh, tranquilo. Has estado inconsciente durante dos días, es mejor que lo tomes con cuidado.
Trato de procesar las palabras mientras me vuelvo a recostar. ¿Dos días? El chico se ríe de mi, mientras recupera en sus manos el trapo mojado.
—¿Y qué ha pasado en todo este tiempo?
Esta mojando el trapo en una cubeta de agua, supongo que de algún lago o río, y me dice: —Aparte de la chica el 1 que mataste, solo hemos perdido al chico del 9 y la chica del 7.
Me parece que son muy pocas pérdidas en dos días, pero bueno, supongo que por el momento las aguas están en calma. Una duda me surge de repente y espero que Thomas sea capaz de responderme.
—¿Encontraste de nuevo a Brenda, Luna y Teresa? —Niega levemente y mi corazón se hunde.
Saco de inmediato las dudas de mi cabeza y trato de respirar con normalidad. Siento que el calor se reparte por cada fibra de mi cuerpo; ¿tendré fiebre?
—Has sufrido una fiebre alta hasta el mediodía. Por suerte, Haymitch te ha ayudado. —Alcé una de mis cejas, asombrado ante la declaración.
Tenía por entendido que en ocasiones tus mentores pueden de serte mucha ayuda en los Juegos, y son capaces de mandarte cosas que te sirvan de ayuda. ¿Se habría sentido decepcionado conmigo, o simplemente no quería perderme?
—¿Y qué te ha mandado? —Me dice que una de esas campanillas volantes le tendió en el día de ayer dos inyecciones para la fiebre. Que una me la aplico ayer, y la otra en la mañana.
—Y vino con esto. —Sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña tarjetita—. Y tranquilo, no la he leído. Sé lo que es la privacidad. Y antes de que te lo preguntes, sabía que la inyección era para tu fiebre, porque a mi me han puesto parecidas en el pasado.
—¿Chico enfermo entonces, no? —Me regaló una sonrisa algo tímida.
Decidí coger la tarjeta y al abrirla, solo había un mensaje:
"Vuelve al juego de una vez y haz amistad con el chico. Creo que te va a beneficiar en muchos sentidos. Por cierto, mira el revés.
-H.
Al hacerlo, no pude dejar que una sonrisa se me colara en los labios.
PD; "Cuídate y vuelve pronto.
-B.
Era un mensaje de mis dos personas favoritas en este lugar: Haymitch y Bellamy. Es cierto que todavía no estoy de acuerdo con hacer amistad con el chico del 3, pero me ha salvado la vida, así que supongo que la deuda está saldada.
—Gracias por... —Asiente sin decir nada y aparta la cubeta para mirarme con intensidad, no hay duda en sus ojos.
—Mira, sé que tienes tus diferencias conmigo, pero de verdad quiero que formemos un equipo, ¿vale? Sé que podemos arreglárnoslas solos, o al menos, hasta que encontremos a las chicas. ¿Podríamos intentar llevarnos bien hasta entonces? —Tardo en contestarle, pero termino aceptando porque tampoco es que tenga las ganas ni la fuerza de quitarle de en medio.
El resto de la noche pasa rápido; bebo agua de mi segunda mochila, y descubro que él se ha bebido la tercera que me quedaba. De verdad que hago un esfuerzo enorme en no recriminárselo, o golpearle. Me pide perdón y simplemente le ignoro. Ahora sé que mi última botella tengo que resguardarla muy bien; compartimos pequeños sorbos. Después cenamos un poco de mi cecina y lo agradece, me dice que no había comido nada en estos tres días, sencillamente porque pensaba que comerse mi comida sin mi consentimiento era ya pasarse demasiado. Bien, le doy a su favor un punto porque no es tan glotón como pensaba.
Más tarde, cambia el vendaje de mi hombro y me revela que la inyección me quitó de golpe los efectos secundarios del veneno por la espada de Galliard, y la fiebre que sufrí después de ello. Siento frío por estar sin la camisa, y que el chico del 3 me esté toqueteando todo el rato para ver cómo esta mi herida, me pone de los nervios. Esta muy cerca de mi pecho y trato de mirar a mi alrededor, buscando algo más interesante que lo que hace. No lo encuentro y al final me rindo, le miro para descubrir que ya estaba mirándome antes.
—¿Qué pasa? —pregunto, y es muy claro su sonrojo en las mejillas. ¿Se avergonzó?
No tarda en separarse y se acomoda mejor en su sitio.
—N...no es nada, es que... Quiero darte las gracias de nuevo por salvarme. No sé que habría hecho sin ti. —Le escucho atentamente, para volver a poner en su lugar mi camisa. El frío de la noche se ha ido por completo.
—Mira, es tarde, ¿no te gustaría recuperar unas horas de sueño? Haré la primera guardia, ¿está bien? Creo que dormir es lo que menos me convendría ahora. —Suelta una pequeña carcajada, para recostarse en el suelo.
—Despiértame si te sientes mal, o algo parecido, ¿de acuerdo? —Sus ojos me taladran con fuerza.
—Thomas, ¿acaso eres mi médico personal? —Una sonrisa se cuela en mis labios.
Nos miramos sin decir palabra durante unos segundos, y nos reíamos al unísono. Quizás no está tan mal compartir equipo con el.
—Descansa, Thomas —le digo al quedarnos en un silencio cómodo.
No responde, y pronto descubro que se ha quedado dormido. No ronca, lo cual me alivia. Hacer sonidos innecesarios nos ocasionarían grandes problemas en un lugar como este. Entonces, mientras dejo que el silencio me envuelva, algo helado me agarra de la garganta en cuánto pienso dos cosas. Primera, ¿en dónde está el arma de Minho? Recuerdo haberme desmayado, pero no haberla soltado en ningún momento. Las manos me tiemblan y me quejo en bajo cuando siento un pinchazo en el hombro. Vaya, no está curado del todo.
Miro a Thomas, a su expresión apaciguada y tengo la sensación de estar con un peligro. El agradable momento desaparece cuando me hago la segunda pregunta. ¿Por qué motivo había ido en busca de Galliard? Me alejo un poco de su lado. No puedo irme ahora y levantar sospechas. Entonces, respirando con calma, trato de cavilar sin perder el rumbo.
Quizás el chico intentaba morir, o quizás pensó que haciéndose el valiente le aceptar... No, eso no tiene ningún sentido. A mi mente llegan las imágenes de Minho falso, en el día de las entrevistas, y no puedo evitar apretar mis manos con fuerza. Creo que me he hecho daño; pero no importa. ¿Qué demonios cree que hace? ¿Y si todo era un plan? ¿Y si estaba fingiendo ser amable conmigo, para después clavarme el arma de Minho por la espalda en cuanto bajase la guardia? No, podría haberme matado mientras estaba en el mundo de los sueños. ¿Acaso me quería para algo? Tratando de mantener el silencio conmigo, me acerqué de nuevo. Su mochila la tenía a un lado, como si no fuera nada. Con cuidado, la abrí y revisé dentro. Nada, no estaba.
La lancé al suelo cabreado, esta vez sin importarme en despertarle. Revisé a fondo en mi mochila, una y otra vez, con la esperanza de que apareciese ahí; pero no lo hace.
—Maldito pingajo —murmuro con rabia, al recordar la seguridad que tenia con la daga. El que me la quitase, sin duda me hacía vulnerable.
Sin preocuparme por hacer ruido, por llamar la atención de alguien, le patee la espalda que tenía encorvada. Se quejó de inmediato, y abriendo mucho los ojos, me observo como un loco. No dejé que hablara. Lo sostuve de la camisa, sin importarme en lo mucho que me escocía el hombro.
—¿Dónde está? —nombré cada palabra con una palpable tensión.
Respiraba agitadamente, quizás por el susto, pero al entenderme cambió su expresión. Posicionó sus manos en las mías y me susurro en bajo que la tenía él.
—¿Y por qué tú... ? —Me mandó callar, y sin darme cuenta, ya le había soltado.
—¿Querías que te dejara el arma mientras estabas delirando por la fiebre? ¡Sería de locos! —grito en alto y no supe si confiar en sus palabras.
Desde la primera vez en la que había coincidido con este chico, siempre me ha parecido que es muy misterioso. Me da la sensación de que estar a su lado, solo me traerá problemas. De ahí a que lo haya evitado todo el tiempo; y ahora, que me dijese tal cosa, solo hacía crecer mis sospechas. Sin embargo, tengo una ventaja conmigo, y esa es fingir. Algo que se me da de perlas.
Entonces, relajo mi expresión y me dedico a fruncir el ceño, mostrando una clara y falsa diversión ante lo que dice.
—Claro, ¿qué otra cosa mas podía ser, Thomas? —No quiero que note mi cinismo, así que con rapidez cambio de tema, pidiéndole que me la devuelve. Se la saca del pantalón y me la entrega.
Cuando la sostengo siento que soy capaz de todo; siento que Minho está conmigo, luchando a mi lado. Le doy las gracias y mientras le suelto una disculpa, le pido que intente volver a dormir. Me observa detenidamente hasta que me estoy cansando, y por fin me da la espalda. En ese momento, le doy vueltas a la daga y mi expresión decae.
La rabia y el desconcierto me invaden de nuevo, y estoy convencido de que estoy jugando a lo que ellos quieren, que hasta el último momento de mi vida seré un peón para que la gente se divierta a mi costa. Estoy seguro de que el chico y la chica el 3, están en el ajo juntos. ¿Qué diría Minho en una ocasión como esta? Ah, sí, que estoy jodido hasta la mierda.
¿En quién de verdad puedo confiar? ¿Brenda? ¿Heather? ¿Luna? Si, definitivamente en mi querido lobo sí. Pero, ¿eso seria suficiente? ¿Y si a final no puedo volver a casa, y muero sin darle ninguna esperanza a los que quiero? Clavo la daga en el suelo, y algo nervioso, decido supervisar el perímetro. Vale, quizás estoy huyendo de mis pensamientos, pero, ¿quién lo sabrá?
Obviamente, trato de no alejarme mucho del lado de Thomas, y la daga se viene conmigo. El bosque está callado, esta vez no me habla y la inquietud se da paso hasta mi corazón. ¿Habrá sido buena idea dejar solo al pingajo? Al instante de pensarlo, lo saco de mi mente. Nada malo le va a pasar.
Camino unos metros más hacia adelante, y cuando pienso en que es suficiente, trato de coger todo el aire que pueda, de retenerlo y hacer que no se vaya. No quiero que me deje, porque si lo hace, sé que el caos regresará con más fuerza que antes. Y no sé si seré capaz de soportarlo.
De pronto, me parece oír el revoloteo de unos pájaros, pero no cantan, así que no me preocupo demasiado. Bien, suficiente, me digo, soltando el aire. Es hora de volver. Me devuelvo unos pasos, cuando lo oigo. Ese maldito silbido de advertencia que me salvó de morir el primer día.
—Heather... —Nada más susurrar su nombre, casi sin mover los labios, siento algo afilado en mi espalda. ¿Va a matarme de esa forma? Sería muy rastrero por su parte.
—Newt. —Su voz se oye rota, y pienso que le queda bien.
Me golpeó mentalmente por esa estupidez, y echo la cabeza hacia atrás. Ella se queja y me aparto. Cuando me doy la vuelta, se agarra la frente adolorida. Sonrío victorioso.
—¿Crees que moriré sin luchar? —Alzo ante sus ojos la daga de mi mejor amigo. Pues se equivocaba.
No obstante, lo siguiente no me lo esperaba; ella salta sobre mí, mientras me grita que me odia, lo cual ha salido de la nada y ambos caemos al suelo. Ella está encima y tiene su espada en mi garganta; yo la tengo en su vientre. Nos quedamos en silencio, mirándonos con la respiración entrecortada y no se oye nada más que eso. Su cabello me tapa la visión de los alrededores, y me veo obligado a solo verla a ella. Sus ojos brillan y me sonríe, no puedo evitar compartirla. De alguna manera, siempre me he sentido así a su lado; como si se tratara de Minho, como si fuéramos amigos.
—Te he protegido, ¿sabes? —Alzo una ceja curioso, y le doy a entender que su espada no piensa lo mismo.
—De las cámaras, idiota. ¿Cómo si quiera dejas que vea esa arma tuya? Si se enteran de que la tienes, podría considerarse de alguna trampa y...
—No pueden tocar a mi familia, y ya es suficiente castigo que esté aquí. ¿La verdad? Ya me da igual lo que hagan conmigo.
Niega levemente, y aprieta su espada. ¿No estaba fingiendo? Hago lo mismo; no borra su traviesa sonrisa.
—Estoy aquí para hacerte una pregunta, Newt. —La miro sin saber qué decir—. ¿Considerarías unirte a mi equipo?
Aquello me toma por sorpresa, pero no tardo en responder.
—No lo dudo ni por un segundo. Pero, ¿por qué...? —Cuando veo la manera en la que cierra los ojos, sé que es para otro momento.
—He estado buscándote por todas partes, y de verdad, eso es lo primero que se te ocurre. No, ¿cómo te he encontrado? ¿Si vengo sola? —Se ríe con suavidad—. Tienes algo dentro de ti, Newt, algo que me ha hecho abrir los ojos. No puedo dejarte ir.
Sin más, ambos nos damos cuenta de lo sospechoso que se vería el estar tanto en silencio, y me susurra que la atraviese. Que ella me dará un corte muy superficial, quiero negarme, pero no hay tiempo. Murmurando una muda disculpa, lo hacemos a la vez. Ella se queja con fuerza y se aleja; se levanta a trompicones y yo siento escozor en la garganta, pero soportable sin duda.
El corazón me late como loco cuando veo la sangre en su camisa, y sin embargo, no borra su sonrisa. Guardo la daga entre mis ropas, aprovechando que las cámaras la enfocan y me levanto del suelo.
—Y yo que pensé que te gustaba, Newt. Que truco más rastrero, chico. —Sujeta con fuerza la herida y mira a las cámaras, sin verse afectada o débil—. La próxima vez que nos veamos, los papeles se van a invertir, guapo.
Y antes de salir corriendo hacia las lindes profundas y oscuras, su expresión resulta regresa y me parece que sus ojos expresan una tristeza sin limites. No la veo más y mientras me acaricio el cuello con un gesto perdido, regreso con Thomas. No miro ni una vez hacia atrás; no quiero que el Capitolio vea la enorme sonrisa que ocupa en mi rostro. Al final, si que quería ser mi aliada.
(...)
➝ ¡Nada más que decir, mis ángeles! Espero y les haya gustado.
Nueva actualización pronto, los amo ;3.
➝ Se despide xElsyLight.
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