
⇁ 12 ↼
「 ᴜɴ ᴠᴏᴛᴏ ᴅᴇ ᴄᴏɴғɪᴀɴᴢᴀ 」
El sudor resbala por mi cuello y sé que estoy jodido. Luna sigue descansando en mi regazo, y por un momento, el pensamiento de que no querer que le pase nada, me surge por la mente. No me muevo, debido a que la voz me resulta familiar, pero igualmente estamos en los Juegos; tengo que desconfiar de quién sea. Por ese motivo, rápidamente agarro su brazo, y levantándome hago presión para lanzar el cuerpo de mi atacante contra el suelo. Luna se aparta de mi lado, asustado, pero al ver en la situación en la que me encuentro, no tarda en gruñir. Le tuerzo el brazo a la persona que tengo debajo y escucho como grita; ahí es cuando me doy cuenta de que se trata de Brenda, de mi amiga.
—¡Joder, Newt! —La dejo libre, sorprendido de verla allí, conmigo.
Los músculos de mi cuerpo se relajan, y dejo escapar un largo suspiro.
—Brenda. —Ella se levanta, agarrando su brazo izquierdo con fuerza y me mira, algo molesta—. Lo siento, de verdad, pero me has asustado.
—Claro, esa era la intención. —Por suerte, su brazo no parece roto y pronto me regala una sonrisa.
Me dice a continuación que, desde que nos separamos me ha estado buscando por todas partes. Aliviado de que esté bien, sin que se lo espere, la estrecho entre mis brazos y ella me lo devuelve. Siento que algo de mi pasado vuelve a estar de mi lado, al tenerla junto a mi. No tardamos en separarnos y pasándose una mano por el cabello corto, se fija en el lobo que me acompaña; el que, por supuesto, ya no gruñe. Simplemente se queda quieto, observando.
—¿Eso... eso es un lobo? ¿Qué demonios? —exclama, mientras saca del lateral de su mochila una fina pero larga espada. Me alegro de que haya tenido la oportunidad de tener en su poder una mochila, ya que verdaderamente son muy útiles, pero la detengo cuándo se acerca a mi amigo.
—¡Espera, por favor! ¡Viene conmigo! —Ella detiene en seco sus movimientos, y alza una de sus cejas, sin entender absolutamente nada.
Le explico que, por alguna extraña razón, ha decidido protegerme y acompañarme hasta que el viaje llegue a su fin. Ella asiente sin entender por completo. Le enseño por añadidura que se encuentre en un estado débil, que está herido, y alli es cuando sus ojos muestran lástima por su bienestar.
—Siempre ayudando a los demás, Newt. Nunca cambiarás. —Me da un pequeño golpe en el brazo, y se acerca al lobo para acariciarle. Él confía de inmediato en ella, y se deja mimar.
—¿Cómo se llama? ¿Le has puesto nombre? —Le respondo con un tono seguro, porque para mí, el nombre que tiene le queda perfecto.
Ella se ríe en bajo, acariciándole las orejas.
—¿Le has puesto Luna? ¿De verdad? ¿Sabes que es macho, no? —pregunta burlona.
—Claro que sí, pero..., No lo sé, siento que le queda.
Ella lo observa detenidamente, específicamente a esos ojos azules mágicos que tiene y asiente.
—Bueno —empieza, mientras se levanta de nuevo. Luna sostiene entre sus fauces la manta con la que le había arropado, que se había caído por el movimiento brusco de antes, y se me acerca con ella. La sostengo entre mis manos, mientras escucho a mi amiga—, gracias al cielo que te he encontrado rápido. Vamos al grano, ¿de acuerdo?
Muevo mis piernas, al descubrir ese tono nervioso que esconde.
—¿Qué ocurre, Brenda? Suéltalo. —Me estoy comenzando a poner inquieto también.
—Mira, sé que no los querías en tu equipo, o al menos, no llegaste a mencionarles en la conversación con Haymitch, pero creo que van a ser de mucha ayuda. —La daga en mi estómago me apuñala, y no estoy seguro de que sea su culpa. Es más bien, que los nervios me están comiendo por dentro al entender sus palabras.
—¿Me estás diciendo que no has venido sola? —En ese momento, oigo otra rama crujir y me doy la vuelta con rapidez. Allí los veo, a los del Distrito 3.
Teresa Agnes, la chica de cabello oscuro. Sus ojos azules brillan escépticos y de repente me da la sensación de que me odia. Sinceramente, no me gusta nada la idea de que esté conmigo. Sus ropas están intactas, y realmente no aparenta estar en unos juegos sangrientos. Su cabello estático lo demuestra; ni un solo pelo fuera de su lugar, ¿cómo si quiera eso es posible? Lleva una mochila verde a su espalda, pero se ve que es de reducido tamaño.
En cambio, Thomas Stephen Williams, es otro asunto. Está como ella, con la ropa arreglada e intacta, pero sus ojos están llenos de dudas y tiene un ligero moretón en la mandíbula. ¿Por qué tenían que unírsenos ellos, de todas los tributos contra los que participamos? Me da de dolor de cabeza de solo pensar que ellos tuvieron que ver con lo de Minho.
—No, rotundamente no. —Mi decisión ya está hecha cuando veo cómo Thomas pretende hablar—. No tengo ningún interés en la ayuda que podáis darme. Así que, si Brenda todavía quiere estar con vosotros, me alejaré e intentaré no meterme en vuestro camino.
Empiezo a guardar la manta de mis hombros en la mochila, ya que por suerte no se había caído a pesar de mi encontronazo con Brenda. La guardo en su sitio porque le frío ya no me invade. Más bien, el calor me sube por las mejillas de recordar como no intentaron ni negarse a humillarme de la forma en la que lo hicieron el día de las entrevistas. De solo verles, me recuerda el dolor y el vacío que me consumieron aquel día, y los odio con todo mi corazón.
Luna se me acaricia el muslo, y me doy cuenta de lo grande que es.
—Quiero descansar, así que, si buscáis un sitio en el que alojaros por el momento, podéis quedaros con este. —Cuando ya me propongo a irme, es Thomas quién me detiene.
—No quería nada de esto, ¿está bien? No quería hacerte daño. Solo seguía órdenes, y de verdad que lamento mucho no haberme resistido, no haberte avisado antes, no... —Cierro los ojos, cabreado. Seguro que Minho saltaría para darle sus buenos golpes por atreverse a dirigirme la palabra.
—Por favor, lo único que te pido es que..., Me dejes de una maldita vez en paz. —Veo cómo aprieta sus puños y lo único que hacemos es quedarnos mirándonos, como si con ello pudiéramos decirnos todo, y a la vez, nada.
La voz de Teresa me distrae y hace que rompa el contacto con el chico, para fijarme en sus bífidas palabras: —Irte ahora sería demasiado peligroso para ti. Es muy de noche, por no decir lo oscuro que está. Si quieres separarte de este grupo, está bien. Es tu decisión, después de todo, pero quédate hasta la mañana; o al menos, hasta que amanezca.
Luna me mira indeciso, y pienso en la razón que tiene. Respiro profundamente, para relajar los hombros. Miro a Brenda y recuerdo nuestra promesa; no puedo dejarla sola, al menos, la primera noche. Le doy la razón, mientras me adelanto y me reposo en un árbol que queda enfrente de ellos. No quiero tener de cerca a los del 3. Dejo caer la mochila al suelo y veo cómo ellos se posicionan en el hueco en el que estaba antes; dejan sus mochilas y con una expresión de alivio, caen al suelo. Brenda se acerca a mi, lentamente, y se reposa en mi hombro con cuidado, como si temiera que la apartase de mi lado. No lo haré, menos cuando veo lo mucho que tiembla. Luna se recuesta en mis piernas, y decido calmar a mi corazón.
Es tarde y tengo unas ganas terribles de dormir, al menos, aunque sea una media hora. No obstante, ahora el saber que tengo a dos tributos que pueden ahorcarme en la noche, ya no estoy tan seguro de si querer cerrar los ojos. En la oscuridad de la noche, veo que Teresa se ha quedado dormida, su cabello brilla con el reflejo de la luna. Thomas sigue despierto; Brenda hace rato se ha quedado profunda. No puedo dejar de sentir su mirada encima de mí, a pesar de que finjo que el pelaje de Luna es lo más interesante del mundo.
Después de un rato, me molesta demasiado como para continuar actuando que no lo hace.
—¿Puedes dejar de mirarme de esa forma, larcho? —Frunce sus labios y veo que la curiosidad lo carcome por dentro. No me importa.
Carraspea suavemente para acomodarse mejor a Teresa en su regazo y en bajo, me dice: —No puedo evitarlo, perdóname. Desde que te vi por primera vez, mi curiosidad por saber quién eres y qué es lo que realmente buscas de este lugar, no ha dejado de crecer en ningún momento.
—Ya veo.
Parece decepcionado por mi corta y seca respuesta, pero es lo único que puedo darle. Intento que sus palabras salgan de mi mente, pero es una tarea imposible. No decimos nada más, y el silencio vuelve a envolvernos. Siento de pronto que algo me agarra el corazón y le da un voto de confianza. ¿Quizás es lo que debo de hacer? ¿Confiar en ellos, al menos, hasta que seamos los únicos que queden y tenga que matarlos por mi propia mano? Brenda se estremece y me desconcentra. Luna sigue quieto, y me gusta lo majestuoso que es.
En algún momento, debo de haber caído en los brazos de Morfeo, porque cuando abro los ojos, apenas el alba está saliendo. Los pájaros cantan a mi alrededor, pero cuando escucho mejor, descubro que son los sinsajos. ¿Otra vez? ¿Algún peligro cerca?
Brenda y Teresa siguen dormidas, pero Thomas no está por ninguna parte. ¿Debería preocuparme? Su mochila sirve de almohada para Teresa, pero de él no hay rastro. ¿Será que...? Me levanto de inmediato y dejando mi mochila para Brenda, marcho en su busca. Ni siquiera pienso las cosas realmente y mis piernas se mueven solas. Luna seguía dormido cuando me marché, y al lado de Brenda. ¿Tanto cariño le había cogido a la chica?
Un sinsajo sale de unas flores rojas a mi derecha, y revolotea encima de mi cabeza. Tiene ojos rojos y el pelaje negro. ¿Quiere que le siga? Así lo parece cuando emprende el alto vuelo. Aún así, y aunque parece estar muy lejos, no deja de cantar esa misma melodía que me pone los pelos de punta. ¿Algo malo le había pasado a Thomas? No recuerdo haber escuchado algún cañón, pero eso no quita que el pingajo esté en peligro.
Corro más deprisa cuando veo que el pájaro muto me está dejando atrás. No recuerdo el camino de vuelta, pero espero encontrarlo de nuevo. Las ramas raspan mis mejillas, y esta vez, me parece que todas ellas gritan: ¡Cuidado, aléjate! Pero las ignoro y continúo mi camino.
El bicho me guía hasta un arrellano abierto y rodeado de pocas plantas; ¿y si era una trampa? Doy un paso hacia atrás, pensando en si debo de arriesgar mi vida por un chico al que apenas conozco. Es entonces que lo oigo, su grito ensordecedor. ¿Qué demonios? Salgo de mi escondite con la daga de Minho en mano. Aprieto su empuñadura con fuerza, dándome valor.
Al acercarme, no hay algo que pueda ocultarme en proximidad. Solo el pájaro todavía me acompaña. Piso con suavidad, no queriendo mostrar mi posición por si el ataque sorpresa aún es de utilidad. Los veo a la distancia, en pleno campo abierto. Thomas está siendo sostenido por Galliard; y la duda me embarga cuando pienso en si está solo de verdad.
Normalmente, en todos los juegos que he visto desde que tengo memoria, los profesionales son los primeros siempre en hacer grupos. ¿Por qué razón Galliard estaría solo, y en el segundo día de haber empezado? Algo me huele a chamusquina, pero sostengo ante mis ojos la daga dorada. Agudizo mis oídos y cuando, aprovechando que el chico alto está regalando toda su atención en el otro, doy velocidad a mis movimientos. Me acerco deslizándome, procurando no hacer ningún ruido, y sorpresivamente lo consigo. Estoy a metros de ellos, cuando el pájaro muto me grazna y entonces me doy cuenta de que es una maldita trampa, tal y como sospechaba.
A mi derecha sale la chica del uno, aquella que me parecía extremadamente grotesca, con un hacha de gran tamaño en su poder. Dando un salvaje grito, me la lanza sin contemplaciones. Me dejo llevar por mis instintos y mis rodillas caen al suelo para escurrirse y mi espalda se dobla hacia atrás. Veo como el arma me pasa por encima y acaba clavándose en un árbol que está detrás de mi. No tardo en levantarme y doy una voltereta hacia mi izquierda; descubro su expresión de rabia y le lanzo la daga de Minho. Ella no se lo espera, y yo tampoco creo lo que veo y menos que vaya tan directa. ¿Acaso la suerte había vuelto conmigo?, me pregunto al ver que ella se queda paralizada y la daga se clava justo entre ceja y ceja. ¿Estaba muerta?
Galliard se da cuenta, pero Thomas lo distrae al morderle la mano que le sostiene del cuello. Me aproximo a la chica cuando oigo sonar el cañón y recupero el arma. La sangre se escurre por ella y me quedo embobado viéndola. La chica no se mueve y susurrándole una disculpa por arrebatarle la vida, salgo en dirección al chico del 3 que recibe un puñetazo de Galliard. Cae a suelo y el de cabellos rubio ceniza se da la vuelta hacia mi. Por su satisfecha expresión, sé que está deseando luchar hasta la muerte de alguno de los dos.
—¡Venga, vamos! ¡Demuéstrame de qué eres capaz! —vocifera, sacando de un lateral una filosa y larga espada. Mierda, pienso mientras distingo que me supera en fuerza y en la posesión de un arma.
El corazón me late como loco. Las manos me sudan cuando llego hasta el; una escasa distancia nos separa. Me parece que todo da vueltas y que solo nuestras agitadas respiraciones se escuchan con claridad. Por el rabillo del ojo, veo como las usuales cámaras del Capitolio observan cada uno de nuestros movimientos. ¿Estaría mi familia viéndome con Minho? ¿Mi Distrito entero estaría poniendo sus esperanzas en mi? Aprieto la empuñadura, mientras la sostengo a la altura de los ojos. No voy a morir de una forma tan humillante, no cuando los que quiero desean que regrese con ellos. Tomo una profunda respiración y exhalo suavemente. Desde que esta aventura dio comienzo, he decidido no escoger el camino del miedo, si no el de la fe. Así que, mejorando la posición de mis pies, siento que el bosque me responde.
Sus voces resuenan en lo alto, apoyándome, dándome fuerzas, y entonces, a mis ojos aparece Galliard: mi objetivo, mi presa. «Puedo hacerlo, puedo hacerlo», me repito mientras dejo llevarme de nuevo por la voz que susurra y me da esperanzas por seguir luchando. Thomas sigue fuera de combate y sin esperar, ambos nos lanzamos al combate.
Me da la sensación de que, quizás, no salga vivo de esto tras ver como Galliard grita con ferocidad. Sin embargo, decido no dejarme llevar por los nervios y descubrir algún punto ciego en su cuerpo. Es rápido, demasiado, pero estoy seguro de que yo lo soy todavía más. Me inclino hacia abajo para ganar velocidad, y es ahí cuando lo distingo: debajo de su axila. No es un lugar al que muchos den importancia, pero sí muy peligroso. Puedo desangrarle bastante si puedo llegar a una vena principal. Espero realmente no tenerlo difícil.
Las cámaras siguen grabando, el mundo sigue observando.
Por fin alcanzo a mi oponente, y decido tirarme al suelo para escurrirme a través de sus piernas. Lo tomo desprevenido, y aprovecho para rajarla el tobillo derecho. Este aúlla por el dolor y rápido como un guepardo, me agarra de la pierna y me mantiene en el suelo. No me detengo, le pateo el rostro y se echa hacia atrás. Le sangra la nariz cuando se quita la mano de su rostro adolorido.
Galliard mira a las cámaras y veo como de su frente brotan varias venas.
—¿Qué ocurre, Gally, tienes miedo de que te avergüence enfrente de tu distrito? —Escupe en la hierva tras mis palabras.
Se ríe mientras cambia la espada de mano. ¿Ambidiestro? Genial.
—No te lo creas tanto, Newt. No tienes ni idea de a quién te estás enfrentando —señala, mientras no me quita la vista de encima.
—¿Se supone que me estás amenazando? Pues te falta filo, chico. —Sin esperar por su respuesta, me lanzo de nuevo y tomando un impulso, salto para darle una patada en la nariz sangrienta. Funciona porque no es capaz de reaccionar al mismo tiempo que yo.
Sin embargo, cuando pretendo apartarme, me sostiene otra vez de mi pierna y termina arrojándome contra uno de los árboles más cercanos. Mi espalda se golpea contra ella. Me duele todo, pero aún así, no dejo escapar ningún sonido. No tardo en incorporarme al ver que se carcajea de mi estado, sosteniéndose la nariz. Bien, eso es lo que busco, que se distraiga, que se crea capaz de ganarme.
—Eres tan estúpido, Newt. Siempre creyendo que eres mejor de los demás. ¿Crees que sentí envidia al ver el 12 que sacaste? Pues estás muy equivocado.
Sonrío esta vez al leer entre líneas.
—El que solo lo menciones, me da la idea de que si lo hiciste.
Su expresión alegre desaparece y sujetando con fuerza su espada, corre hacia mi. Trato de esquivarlo, pero me alcanza. Bloqueo la espada que se dirige a mi rostro, por poco, pero no puedo evitar que me atraviese el hombro. La daga de Minho sale volando por el repentino movimiento. Me la clava hasta el fondo y siento un dolor agudo en el hombro. Sin embargo, no estoy seguro de por qué razón, pero quizás es por a adrenalina que recorre cada centímetro de mi cuerpo que no le pongo demasiada atención. Sostengo su cabello para pegarlo contra mi y con mis piernas agarro su cintura. Ambos estamos pegados contra un árbol.
Entonces, al tener contra mí, muerdo su garganta con fuerza. Trata de separarse de mi, pero el agarre de mis piernas es suficiente para retenerlo hasta que decida liberarlo. Su sangre se escurre por mis labios, y solo cuando le arranco un trozo de piel, es cuando lo pateó lejos de mí. La espada sigue clavada en mi hombro, así que me la arranco y la tiro lejos, sin importarme donde puede caer. No quiero en mis manos una espada ya manchada de sangre y de alguien como Galliard, después de todo. Mi oponente cae al suelo estrepitosamente, mientras se queja ruidosamente por la herida. No tardo en recoger la daga de Minho y camino hacia el chico que sigue retorciéndose en su propia miseria.
—No debías de confiarte tanto, Gally —digo, con un aire victorioso.
Me pongo encima suyo y cuando estoy a punto de clavarle la daga en el cuello, olvidando mi plan principal, la voz de Thomas me distrae.
—¡Detente Newt, no lo hagas! —Aquella advertencia parece congelarme los huesos, porque ceso mis movimientos y solo soy capaz de darme cuenta del cabezazo que me regala el chico del Distrito 1.
Caigo con fuerza hacia el suelo con un tremendo dolor de cabeza, pero me arrastro hacia atrás, sin soltar la daga, cuándo veo que Galliard quiere atravesarme con ella. Se ha quedado clavada entre mis piernas. Por que poco, pienso aliviado para levantarme y reunirme con Thomas. Debemos irnos, no puedo seguir peleando con el, mientras me preocupo por el bienestar del chico del 3. Su cuello está amoreteado y tiene otro moretón en la mandíbula; este es nuevo, por supuesto, y de Galliard.
—¡Vamos, deprisa! —le grito para ver cómo sostiene mi mano y echa a correr.
Escuchamos los gritos de Gally detrás, pero estamos ya desapareciendo entre la maleza cuando se dispone a seguirnos. Pronto soy quien guía el camino cuando veo que Thomas es más lento y que se tropieza varias veces con ramas enterradas. El viento me abre el camino y el pájaro muto sigue sobrevolando nuestras cabezas, guiándonos.
Aún siento la sangre en mi boca y seguro tengo un aspecto del demonio, pero no suelto la mano de Thomas y sigo avanzando hacia adelante; probablemente me haya ganado el odio perpetuo de Galliard, pero por ahora eso no me preocupa, solo el hecho de reunirme con Brenda y Luna de nuevo es lo que mantengo en mente.
Nuestras respiraciones son agitadas y cuando me doy cuenta, estamos enfrente de otro arroyo; no del que encontré la noche anterior, este es más pequeño y el agua es cristalina. ¿Estaríamos a salvo en este lugar? Me rio ante aquella pregunta tonta, en ningún lugar estaremos a salvo, al menos, no en estos juegos. Miro a Thomas, que sigue sujetando mi mano y simplemente me dice: —Gracias por venir a buscarme y por salvarme la vida.
Eso es lo que me dice y decido grabar esas palabras, prefiriéndolas a su rostro asustado al verme caer al suelo. Mierda, ¿acaso la espada tenía veneno? Mi cabeza golpea contra el suelo duro y Thomas repite mi nombre una y otra vez. Quiero decirle que estoy bien y que no se preocupe, pero nos estaría mintiendo a ambos. Pronto la oscuridad me traga por completo.
(...)
→ Espero y les haya gustado mucho, mis ángeles, los amo demasiado. ¡Ya quiero ver lo que opinan! ;3
→ Se despide xElsyLight.
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