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「 ᴅᴇᴄɪsɪᴏɴᴇs ᴅɪғɪ́ᴄɪʟᴇs 」


—¡Minho, detente, por favor! —Pero no podía hacerlo. Las venas me ardían y la rabia quemaba mi piel como un fuego ardiente.

No podía creer ni por un segundo lo que acababa de ver. Es que, era imposible. Muchas cosas me habían pasado en mi corta vida; la muerte de mi abuelo cuando tenía cinco, el rechazo de la gente por mi apariencia desde que tenía memoria, mi extraña amistad con Haymitch Abernathy, el encuentro por primera vez con la persona que más quiero en mi vida, su pérdida debido a que se marchó a los juegos, y ahora..., Resulta que los mierteros del Capitolio se atrevían a suplantar mi identidad y hacerle creer a Newt que la persona que estaba con él, era yo. El ver cómo había abrazado al "Minho" falso, cómo era engañado, hizo que saliera de la casa de los Grey sin mirar atrás.

Estaba cansado de que la vida de todos perteneciesen a Snow y Ava; que todo mi distrito tuviese miedo de alzarse y luchar por lo que nos merecíamos: la ansiada libertad. Parecíamos unos muñecos de trapo sin voluntad propia que solo estaban destinados a obedecer y acatar. Yo quería que mi vida significase algo. No quería quedarme tras la verja electrificada del bosque que era mi celda eterna y la que me separaba del mundo que consideraba mío; quizás por esa simple razón, a los diez había decidido cruzarla. Quizás por ese motivo, lo estaba haciendo ahora mismo tras huir de la mirada llena de lástima de la dulce Lizzy.

Todavía siento su agarre en mi brazo derecho, ardiente, y eso solo hace que quiera mover las piernas para dejarlo todo atrás. Cosa que, por supuesto, soy incapaz de hacer; al menos, no sin antes saber si Newt volverá a casa, conmigo.

Me sacudo el cabello, en un intento de recuperarme a mi mismo y descubro que he llegado al pequeño lago del bosque. Me dejo caer de rodillas y veo mi reflejo. No puedo evitar que mis manos se dirijan al rostro, notando la suciedad en ella. La clara imagen de mi amigo me viene a la mente, y de solo recordar su rostro impoluto por todas las limpiezas y dedicaciones que le hacen por ser un tributo, siento una gran decepción hacia él; siento que no es el chico que solía convivir a mi lado, que ha desaparecido por completo. Sacudo la cabeza, riéndome ante aquella idea tan descabellada. Newt jamás cambiaría, solo eran cosas que estaba obligado a hacer.

Pienso en sus ojos brillando en la entrevista y admito que se veía muy bien con las ropas que llevaba, incluso el toque dorado bajo sus ojos le quedaba perfecto. Todo en él es perfecto. Por eso, me siento mal y me duele el estómago al haber pensando que mi amigo había sido embaucado con las hermosuras del Capitolio. ¿Aún tendría la daga? Quería pensar que sí.

Una ligera brisa me removió el cabello, e hizo que no pudiera cavilar sobre nada más. Puse toda mi atención en mi alrededor, en aquel frondoso bosque que parecía no tener un final y que para mí, lo era todo. Mis oídos se agudizaron y pude escucharlo absolutamente todo; los animales del entorno correteando, las ramas crujidas, los chapoteos del lago por los escasos peces y a ellos: los queridos sinsajos que tanto había querido enseñarles a Newt.

Sus aleteos nerviosos hacen que una corriente eléctrica me suba por la espalda y consigue levantarme. Sus graznidos melodiosos dominan toda la instancia, y me hacen preguntarme de dónde provienen todas esas canciones que se entremezclan y, sorpresivamente, logran juntarse y formar una canción sola. Cierro los ojos mientras noto que cada fibra de mi piel se une al bosque, y se deja hacer uno. Silbo una cancioncilla que mi abuelo solía tararearme cuando era muy pequeño, y mientras los mutos se callan, me permito hacerlo con más claridad.

Después de unos segundos, todos ellos la repiten y siento que cada sonido de ellos me hace flotar en una enorme y blanda nube de azúcar; hacen que mi rabia se esfuma y que mi corazón recupere sus latidos rítmicos naturales. La siguen repitiendo mientras decido ya con las ideas claras, regresar a mi hogar, aquel en donde me esperan. Los Grey siempre han estado ahí para mí, y a pesar de que ame con todo mi ser a mi familia, siempre estaré pensando en ellos primero.

Mis pasos son lentos y silenciosos, y en el camino, me imagino a Newt a mi lado, quizás con un conejo como presa y recompensa de su victoriosa caza, y los ojos se me llenan de lágrimas por la impotencia. Su risueña risa me persigue en mis pesadillas, y sus ojos claros, aquellos que siempre me miran con esperanza, hacen que mi corazón se lamente. Eso deberíamos estar haciendo ahora mismo, juntos, cazando y corriendo por los bosques como dos niños pequeños. Sin embargo, no es así. Ambos estamos separados, por miles de kilómetros y sin ninguna oportunidad de vernos de nuevo; a no ser de que vuelva, claro. Algo en mi interior, me dice una y otra vez que no lo hará; la ignoro a cada hora del día, porque confío en él y sé que no morirá.

Pronto llego a la valla y paso por encima de ella, sin cuidado. Esta vez no me importa hacerme magulladuras en las manos con partes de la alambrada, porque el dolor me ayuda a seguir adelante, a controlarme; abandono el bosque y me integro de nuevo en la odiosa sociedad esclavizada en la que vivo. Meto mis manos en los bolsillos de mi chaqueta de cuero, y suelto un largo suspiro mientras me dirijo al lugar que me llama con insistencia, con ansía: la casa de la presidenta, Claudia Treger, la mujer más amable que conozco. 

Su hospedaje es, quizás, uno de los más arreglados y vistosos del distrito; debe de ser por ocupar el puesto de presidencia. No obstante, gracias a un comentario de Newt, comprendí que por tener tal posición, eso no significaba que tuviera las cosas más fáciles en un mundo como este. Antes solía tenerles rabia, pero ahora ya no. 

La puerta de la estancia se abre, con un ruido fuerte, y ella sale a recibirme. Tiene ojeras muy marcadas bajo los ojos y le tiemblan los labios. Lleva encima una camisa holgada blanca y unos vaqueros azules, algo desgastados. ¿Se encontraba bien? Sus ojos azules me miran, asustadiza, y cuando voy a preguntar qué ocurre, ella sostiene mi brazo derecho y me lanza para adentro. Por mis fabulosos reflejos, consigo no tropezarme con la alfombra roja desarreglada. Ella cierra la puerta y tras mirarme unos segundos, se tira a mis brazos y me atrapa en ellos. Me estaba abrazando; necesita consuelo. ¿Pero, por qué?

Se estremece con fuerza y algo confuso, posiciono mis brazos en su pequeña cintura. Si necesita ayuda, aquí estaré para ella. Siempre nos ha ayudado, a Newt y a mí; le debía esto.

—Ya, ya..., Todo va a estar bien, presidenta. Tranquila. —No estoy seguro de qué decir exactamente, mis palabras nunca fueron mi fuerte. Ése era Newt.

Ella niega con la cabeza, mientras con balbuceos inentendibles, me cuenta que se han llevado a su hijo, a su pequeño Nicholas. Aquel niño de dulce sonrisa que amaba cuidar Newt y jugar con él, de vez en cuando. Aquella rabia que me había consumido más temprano, regresa conmigo con más fuerza que antes. Yo también le tenía aprecio al niño, pero no tanto como mi compañero de toda la vida. Al pensar en la posible reacción de él, separo de mi lado a la mujer menuda y le digo: —Dime qué ha sucedido. ¿Por qué se lo han llevado? ¿Cuándo?

Ella intenta borrar el rastro de sus abundantes lágrimas; no lo consigue. Me explica que ha sido hace una media hora y que la única razón que le ha dado el Capitolio es debido a que con su poder, no podrá disponer toda la vida para centrarse en su hijo; aquello era una total mentira, porque la mujer era muy capacitada para hacerlo. Es verdad que era soltera, pero no por ello débil.

—¿Has dicho que se han ido hace media hora? —Ella asiente, nerviosa. Siempre actúo sin pensar, como en aquel momento.

Con el calor subiéndome por la espalda, le grito mientras salgo corriendo que el aerodeslizador del Capitolio no debe de haber emprendido su vuelo todavía, porque siempre se tardan debido a que los Vigilantes tiene que esperar a hora punta para marcharse. Salgo despedido hacia el centro de la plaza, con el único propósito de recuperar al niño. Veo a varios Vigilantes rodear el lugar y con la respiración agitada, no pienso en las consecuencias de mis decisiones.

Veo borroso y cuando distingo una abertura en el camino hacia el guardia que sostiene el brazo del niño con fuerza, sin pensarlo dos veces voy hacia él. El corazón me late deprisa, y el sudor resbala por mi frente. El guardia esta apunto de abordar hacia el vehículo, y ni siquiera me preocupo de por qué todavía en esos momentos no habían subido al crío, pero no me importa. Cuando lo tengo delante, le grito que se detenga; se da la vuelta, aun con el niño en su poder, y sin evitarlo, mi cuerpo se mueve solo.

Doy un salto pequeño pero con la suficiente presión para darle con la pierna en la barbilla. Solo soy consciente de que su cuerpo cae al suelo, con un ruido estrepitoso y agarro al niño para salir corriendo, delante de miles de ojos que me juzgan y me critican; no quiero que me vean, muerdo el interior de mi boca y lo único en lo que pienso es salir de allí. Oigo voces a mi espalda, molestas, pero de pronto, son lejanas, distantes y dolorosas. Me duelen porque son crueles y sé, con seguridad que no quedaré impugne por mis actos. Así es la vida en este asqueroso lugar; lo único que espero, es que puedo ver de nuevo a Newt una última vez, al menos, antes de que todo se vaya al total desastre.

El niño se queja por mi agarre fuerte, así que decido regalarle una sonrisa seca y lo cargo en mis brazos, estrechándolo cuidadosamente. Este me sostiene del cuello, mientras lo siento temblar. ¿Qué demonios estoy haciendo?, pienso, con los nervios a flor de piel. ¿Estoy arriesgando mi vida por el crío, ya que no lo hice por Newt? Cierro los ojos llegando a mi destino: a la casa de la presidencia. Toco con fuerza, mirando a todos lados, agradeciendo que nadie está cerca.

Pero nadie abre, me imagino que es por el miedo de creer que es alguno de los guardias y le doy una patada a la puerta. Escucho un grito cerca, y sé que la mujer está próxima a la puerta. Me sudan las manos, pero no suelto en ningún momento al niño. Al entrar, descubro que está cerca de la cocina, arrodillada y llorando a más no poder. Sin embargo, cuando me ve, la respiración se le entrecorta y no tarda en incorporarse, algo tambaleante, para recoger a su niño. Cierro la puerta, echándole seguro. Antes no tenía; y por suerte, la puerta no se ha roto por mi brusquedad.

—Pero, ¿cómo...? —Las palabras no le salen, pero entiendo el mensaje.

Le digo que eso no importa y que aproveche mejor el tiempo para largarse de este lugar. Ella me dice que no puede hacerlo, que es la presidenta..., Pero tras insistirle unos segundos más, sus ojos tiemblan inquietos y sale corriendo escaleras arriba. Muevo mis piernas, intranquilo y sin saber qué hacer. Cuando decido regresar por mis pasos y quizás, intentar huir de nuevo al bosque, ella baja con una maleta y una mochila a su espalda. Su hijo está callado, pero me da la sensación de que sabe que sucede. Me muestro desconcertado por sus acciones. ¿Ya lo tenia todo preparado? Veo como se dirige a hacia la mesa del comedor y cómo dirige su mano a través de una balda de la mesa que saca, ¿era falsa? De allí sale una pistola pequeña y pienso que la situación se ha vuelto muy bizarra.

Ella por fin parece darse cuenta de que sigo en su casa, y por sus ojos reluce la clara compasión. Corre hacia mi, y me sujeta de la camisa con una fuerza que no coincide con su cuerpo menudo y pequeño.

—Minho, te agradezco de todo corazón lo que has hecho por mi. Me hubiera gustado hacer más por mi querido Newt, pero no soy más que un peón de sus juegos. Perdóname, pero no puedo permanecer más tiempo en este lugar. Y sé que por mi culpa, ahora estás en verdaderos problemas. Por favor, vente conmigo —implora, mientras distingo cómo su labio inferior se estremece. ¿Tenía miedo? Suponía que si.

No estoy seguro de poder analizar todas sus palabras, pero cuando suelta la idea de irme con ella, me aparece en la cabeza el rostro de Lizzy y de sus padres, de los míos y el de Newt. Creo que ella sabe la respuesta incluso antes de que se la diga, porque baja la cabeza, triste, pero aún así, cuando vuelve a mirarme, intenta regalarme una de sus mejores sonrisas. Duele verla de esa forma.

—Lo sabía, no puedes, incluso cuando tu vida corre peligro. Pero, querido —Acaricia mi mejilla, con dulzura—, la vida está llena de decisiones difíciles. Es en estos momentos, cuando una oportunidad se muestra en la puerta y debes elegir si abrirla, o en cambio, irte por otro camino. 

No entiendo lo que quiere decirme, pero de nuevo, pienso que lo que quiere es que me arriesgue a irme con ella; no puedo incluso si la idea me llama demasiado. 

—Claudia, entiende, tengo a mi familia en este lugar. Simplemente, no... —La puerta de la entrada nos interrumpe, cuando la golpean fuertemente. Ambos miramos en aquella dirección, y ella dándome una cabezada, sale despedida hacia la gran biblioteca que posee en el salón.

La sigo con cuidado, quizás intentando ver a donde iba, pero no con el propósito de seguirla. Ella saca uno de sus libros, uno azul, y el mueble se mueve hacia adelante, mostrando un camino oscuro, lúgubre y largo sin, aparentemente, cavidad alguna. Pero lo comprendo todo al instante; de alguna manera, seguro que ella habría creado aquel escape, por si la situación lo ameritaba. ¿A dónde iría aquel camino? Los golpes incesantes continúan, y ella tras darme una larga mirada, se tira a mis brazos dándome un cálido abrazo. No puedo corresponderla, porque las despedidas nunca habían sido de mi gusto. Al menos, no tan seguidas.

—Cuídate mucho, ¿me oyes? Y si todo sale bien y no destruyen mi hogar, trae a toda tu familia aquí, y largaos para no volver a este maldito lugar. —Le pregunto a donde lleva y cómo es posible que algo exista así en el Distrito 12, pero no me contesta.

—No importa ahora eso, querido. —Da un pequeño brinco cuando golpean la puerta una vez mas y cuando se queda todo en silencio, actúa. Me da la pistola mientras me dice rápidamente que me la quede por protección. Intento devolvérsela, pero ella no me lo permite.

Sin decir nada mas, asiento esperando realmente volver a verla, y desaparece en ese oscuro pasillo. El mueble se cierra con un golpe sordo, y el libro vuelve a su lugar. El silencio persiste y siento un escalofrío. No es igual al del bosque al que estoy acostumbrado; mas bien pareciera que me susurrase al oído: peligro, corre.

Así que, haciendo caso por primera vez a mi cerebro, me fijo en la ventana de la cocina y salgo por allí. Antes reviso porque no haya nadie a la redonda, y tras comprobar que es así, desaparezco por las casas vecinas, intentando hacer el menor ruido posible. 

Siento que la suerte esta de mi parte cuando, unas casa más adelante, veo que no hay Vigilantes a la redonda y mi hogar, el de los Khan, está próximo a mis dedos. ¿Será que los dioses me habrían dado la hermosa oportunidad de poder seguir con esta vida miserable sin consecuencias? Todavía tengo la pistola en las manos, pero no me importa que alguien del vecindario la pueda ver, no me interesa nada de eso. Solo quiero tirarme en el podrido colchón viejo y sucio que considero mi cama, y dormir hasta que toda esta pesadilla termine.

Por fin llego a mi casa, y en un movimiento rápido, veo que la puerta de mi hogar esta abierta y entonces recuerdo que las divinidades nunca tienen piedad por los mortales. Sostengo el arma en alto, mientras me doy paso a la entrada. Doy unos pasos, con extremo cuidado, deseando ver a mi madre cocinando y a mi padre intentando ayudarla. No es así, por supuesto; la vida era muy injusta, y una completa mierda.

Cuando llego al salón de pequeño tamaño, pero muy hogareño, en el que muchas veces de críos Newt y yo jugábamos hasta la noche, descubro con horror a mis padres colgados en las viguetas del techo. El vómito me sube por la garganta pero me niego a soltarlo. ¿Estaban...? Por supuesto que lo estaban. Solo había que ver sus cuellos rojos y sus ojos inyectados en sangre para darme cuenta.

El cabello de mi madre caía por su espalda, cuán largo era y sentí que las piernas ya no me funcionaban, caí de rodillas sin poder evitarlo. Un vacío se instaló en mi pecho. No podía gritar, las palabras no eran capaces de salir. ¿Por qué les habrían hecho algo tan horrible? ¿Fue por lo del niño? Pero, ¿cómo llegaron hasta aquí antes que yo? ¿Acaso estaba preparado? ¿Estaba todo planeado desde el principio?

Me estremezco lentamente, mientras suelto la pistola y me acaricio el pecho, en un intento de darme consuelo. No es suficiente; de pronto, la idea de que algo terrible le haya sucedido de igual manera a la familia Grey, me invade por completo. Y cuando me levanto con mucho esfuerzo, con solo la idea de ir a verles y confirmar que permanecen a mi lado, percibo pasos a mi espalda y me quedo quieto, congelado en el sitio. Intento ver por el rabillo del ojo, quién es el que está detrás de mi, pero una mano me agarra por el cuello y siento algo presionar contra mi parte posterior de mi cabeza. Mierda, pienso, estoy realmente jodido.

Las lágrimas se asoman por mis ojos, sin salir todavía, al verme obligado a vislumbrar de nuevo los cuerpos de mis padres. No intento hacer ningún movimiento que me condene, porque no estoy dispuesto a cometer un error y que me maten sin poder haber visto de nuevo a mi chico favorito de cabellos rubios.

—¿Esto es lo que querían hacer desde el principio, no es cierto? —La voz me sale llena de odio, y no intento esconderlo. El que está atentando con mi vida se carcajea, pero no me responde.

Miro a mis pies y veo que la pistola está cerca; es arriesgado, pero decido intentar cogerla ya que tengo las manos a los lados de mi torso. Sin embargo, cuando estoy a punto de hacerlo, un tacón de mujer se posa encima. Maldigo internamente cuando ella agarra mi barbilla y hace que nuestros ojos se conecten. Odia verla, hace que mi rabia crezca por momentos. Es tan malditamente perfecta, que me dan ganas de destrozarle esa cara de hipócrita que tiene.

—Nada de esto tenía que pasar de esta forma, mi niño. Pero tus acciones merecían un castigo, y realmente no me parecía suficiente con verte sufrir por el vacío que te dejó el joven Newt al irse. Espero y no me odies cruelmente por esto, pero entiende que en nuestro mundo hay reglas que se deben seguir, Minho. —Me importa un carajo toda aquella pantomima, y verla tan impoluta, de blanco y con aquel moño que parece no quitarse nunca, hace que mis manos tiemblen.

—Si vas a matarme, hazlo ya. —Cierro los ojos, esperando por aquel tiro que parece nunca llegar, y solo me hace abrirlos de nuevo su suave risa. Creo que es la primera vez que la escucho reír; en todo el tiempo que lleva gobernando junto a Snow siempre tiene consigo esa sonrisa irritante y ahora...

—Querido, no voy a matarte. Eso es lo que menos quiero hacer; además, quitarte la vida significaría el rechazo absoluto de él, por eso no puedo hacerlo. Tengo grandes planes para vosotros, y os necesito juntos. —¿El? ¿De quién demonios estaba hablando? ¿Acaso sería de Newt?

—¿De qué demonios habl...? —Sus ojos parecen regocijarse al verme estremecerme con fuerza cuando una carga eléctrica se dirige a mi cuello. Las palabras mueren en mi boca, y solo soy consciente de mi cuerpo en el suelo padeciendo convulsiones.

Me estremezco por todas partes, y allí tirando en el suelo, siento mucho frío. Siento que estoy solo de verdad y que estoy perdido. Ahora estoy en las garras de una bestia blanca, y no estoy seguro de si saldré con vida de sus planes. Mis ojos se cierran con más constancia, y sé que me quedaré inconsciente en poco tiempo. Ella sonríe, con aquella mueca escalofriante, y lo que sale de sus labios solo hace que mi corazón aúlla y se lamente por mi inutilidad, por no haber sido suficiente y haber incumplido mi promesa de protegerles.

—No te preocupes, querido, no estarás solo allá a donde vas. La joven Elizabeth te acompañará, ya que comparte tu mismo destino. En cambio, los padres de Newt son inservibles y aunque no les he quitado la vida como a los tuyos, les he arrebatado lo que más quieren: a vosotros. A Newt, a Elizabeth y a ti, a sus hijos. No hay mayor dolor que ese. —Junta sus manos, emocionada—. Buen viaje, Minho, y quizás cuando despiertes, tengas la posibilidad de ver a tus allegados una última vez. Todo esto, suponiendo que sobrevivas a las pruebas, por supuesto. 

¿Las pruebas? ¿De qué se trataba todo esto? ¿Había algo mucho peor que los odiosos juegos? ¿Por que motivo no podían dejarnos la vida en paz? ¿Por qué nos hacían todo esto? ¿Qué nos esperaba al otro lado de los muros de esta cárcel?

Mis ojos se cierran finalmente, dándole la bienvenida la oscuridad, y en lo único en lo que pienso es en que Newt entrará pronto a los Juegos, y en que no seré capaz de seguir sus pasos, de ver si todo le saldrá bien, de ver si sobrevivirá. Ahora todo depende de su suerte y su rápida capacidad de actuar. Y admito, mientras siento que mi cuerpo es cargado e incorporado del suelo, que estoy en el mismo miertero plan que el. 

(...)

N/A → Bueno, mis ángeles, ¡espero que les haya gustado!

Sé que no es lo que esperaban, pero realmente necesitaba que supieran lo que le sucedía a Minho. ¿No están emocionados, no tienen intriga? Pues están igual que yo, jajaja.

¿A qué no entienden nada de lo que sucede, verdad? Ese es el plan. El siguiente capítulo por fin es en donde comienzan los Juegos, ¡preparados, listos, ya! ;3

Se despide xElsyLight.

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