⇁ 09 ↼
「 ʜᴏʀᴀ ᴅᴇ ʟᴀ ᴠᴇʀᴅᴀᴅ 」
Minho está enfrente de mí; me mira con gran intensidad y me parece que sus ojos oscuros atraviesan mi alma. De pronto, siento que una presión triste se apodera de mí y no puedo entender la razón. ¿Acaso no estamos juntos ahora?
Se queda mirándome un rato más, cuando entonces, se da la vuelta y comienza a andar, alejándose cada paso más de mi lado. No comprendo el por qué lo hace, y quiero detenerle llamándole por su nombre, pero las palabras no salen de mis labios y siento más bien que se me atoran. Me duele el pecho. La ansiedad me consume por dentro al ver como se marcha sin mirar atrás. ¿Por qué lo hace?
Comienzo a correr tras de él, buscando permanecer a su lado, que no se vaya, que no me deje. Me cuesta respirar, pero aún así no me detengo, porque siento que si dejo que se marche, no volveré a verle jamás.
—¡Minho! ¡Minho, espera! —Por fin recupero mi voz..., Y despierto gritando su nombre.
Era un sueño; me doy cuenta con una horrible angustia. Aprieto las sábanas de mi cama, y comprendo que me encuentro en mi habitación. ¿Cómo he llegado hasta aquí?
Con la respiración agitada observo mi entorno y descubro que al pie de la cama están Bellamy y Haymitch. Entonces, verles con expresión de sorpresa, pero con un rastro oscuro en sus ojos, hace que recuerde todo lo de anoche. Todo lo que pasó con Minho y Thomas.
¿De verdad había sido engañado? ¿Minho había sido una ilusión realista? ¿Cómo si quiera eso era posible? Jamás había visto algo parecido, aunque para ser justos, sé que en el Capitolio las cosas funcionan de manera diferente. No debería sorprenderme. Decido entonces no avergonzarme al pensar en que ambos presentes me han visto gritar el nombre de mi mejor amigo, y trato de recuperar la calma que me caracteriza.
Haymitch se acerca por el lateral de la cama, a mi lado, y tengo que sostenerme la garganta al descubrir que me raspa un poco. ¿Fue por gritar? Suponía que sí. Me apreto este, mientras mi mentor me acaricia mi mano libre. Entendí que era su manera de apoyarme. Le di una suave sonrisa, algo cansada, sin saber qué pensar sobre lo que había pasado.
La noche anterior realmente había sido una locura, y pensar en que fue resultado de un castigo por el atrevimiento de mis actos desde que había llegado al Capitolio, hacía que mi corazón se encogiese. Es decir, entendía que se sintieran ofendidos por haberme burlado de ellos desde el principio, ¿pero llegar hasta aquel punto? Esto sólo hacía que mi odio hacia ellos creciera por momentos.
—¿Estás bien, Newt? —pregunta Bellamy, con un tono delicado.
Asiento con tranquilidad, mientras dando un pequeño carraspeo, me suelto del agarre de mi mentor para salir de la cama. Toco el suelo con los pies fríos, y descubro que el piso está helado. Los muevo un poco, quizás intentando que las miradas de las personas que más aprecio no me afecten tanto. Fallo en el proceso; me detallan y siento que tengo que pedir perdón, pero no lo hago.
Cuando levanto la vista, Alby está teniéndome una túnica ligera oscura y me sorprendo al no haberle visto antes.
Supongo que son los dones de los avox: ser tan silenciosos como fantasmas. Me la pongo con cuidado, mientras me levanto de golpe. El avox se aleja, sobrecogido, y no me gusta verle de esa forma. Por eso, le doy las gracias en un tono bajo y él se mantiene indiferente, pero sus ojos azulados brillan deslumbrantes. Quiero pensar que está alegre de alguna extraña forma, a su manera.
Agarro uno de mis hombros, inseguro, sin saber que va a suceder ahora. Pero antes de nada, decido dejar las cosas claras, porque lo que más odio es que me miren o me traten con lástima, así como lo están haciendo.
—Chicos, lo de ayer..., Lo siento, pero no me gustaría hablar del tema. Sé que fue una especie de lección y..., Sólo quiero dejarlo todo atrás, ¿está bien? —Desvío la mirada, deseando en el fondo que lo de anoche jamás hubiera sucedido.
—Está bien, chico, en serio. Ayer fue un día de locos, y creo que es la mejor decisión que podríamos tomar. —Bellamy asiente ante lo que dice Haymitch.
Aprieto los labios, algo aliviado de escucharle; sin embargo, una duda me surge en la mente y mis labios se abren antes de si quiera pensarlo debidamente.
—¿Fuisteis vosotros quiénes...? —Bellamy lo entendió al instante, y me respondió mientras se acercaba con cautela y sostenía una de mis manos; era obvio el cariño con el que lo hacía.
—No queríamos hacerte daño, de verdad. Pero estabas sufriendo, así que... No nos quedó otra opción que utilizar la jeringa de emergencia. —Alcé una de mis cejas, curioso y confundido de que tuviera algo parecido.
Bellamy se dio prisa en aclarar: —Verás, se las dan a todos los del equipo de preparación por si los tributos no se ponen de acuerdo en las preparaciones, o se vuelven realmente agresivos. Por alguna razón, decidí quedarme con la mía aunque se considere ilegal.
»Te reitero en que mi intención —un carraspeo de Haymitch le hizo detenerse y se dio prisa en corregir—, nuestra intención, jamás sería hacerte daño.
Lo sabía a la perfección, así que supuse que el que me sostuvo la noche anterior tendría que haber sido Haymitch. Realmente no me sentía molesto con ello, porque no estaba seguro de que podría haber hecho en el caso de seguir en mis cabales. Les agradecí por haberlo hecho.
—En serio, gracias por estar pendientes de mi todo el rato. Si no fuera por vosotros, podría haber hecho alguna locura. —Ellos negaron ante lo dicho, y me dijeron que era al contrario, que el sólo hecho de estar con ellos, les hacía bien.
Una sensación cálida me invade y consigue que los sucesos de la noche anterior se conviertan en una pesadilla que se queda en el olvido; al menos, por el momento.
—Bueno, chico, es hora de irse. —Tiene razón: es la hora de la verdad, el momento de la despedida.
Una sensación amarga se instala conmigo al recordar la despedida que tuve con mi familia días atrás. Sin embargo, antes de nada, una duda se instala en mi cabeza: la daga de Minho. ¿Cómo voy a sacarla con ellos aquí? Haymitch sabe del tema, y sé que me cuidara en cualquier caso. ¿Puedo realmente confiar en Bellamy y Alby? Me rasco la nuca, nervioso.
—Uhm..., Realmente no quería que esto pasara, pero... Tengo que hacerlo. —Suelto un suspiro, intentando coger fuerzas—. Bellamy, Alby, ¿podéis guardarme un secreto?
Ambos nombrados se miran y mientras con total confianza Bellamy asiente, Alby hace el amague de cerrarse la boca con una llave invisible. Me río por cómo se ve, y él me dedica una sincera sonrisa. Me pregunto de nuevo si en otra situación, muy lejana a esta, podríamos haber sido verdaderos amigos.
—Yo... —Antes de decir nada, me parece más correcto enseñarla.
Así que, decidido, me dirijo a la rejilla y sacándola, pongo mis manos en la daga y regreso esta en su lugar. Se las enseño, mientras la desenvuelvo con cuidado. Haymitch se ve curioso ante la idea de verla. Bell se cruza de brazos, sin saber qué decir.
—Esto me lo dio mi mejor amigo, ya sabéis... Minho. —Paso la lengua por mis labios—. Me dijo que la utilizase en los Juegos en el caso de no encontrar nada a mano; sé que es trampa, pero realmente necesito vuestra ayuda para llevármela. La necesito de verdad, por favor.
Un sudor frío me recorre la espalda ante su silencio, pero pronto Bellamy se ríe y dice que no hay problema y que aunque no está en sus manos el ayudarme, rezará porque no la encuentren hasta que esté en los Juegos. En cambio, Alby hace un movimiento de manos que me hace entender que él ya la había descubierto. No me sorprendo al saber a conciencia lo atrevido que era el avox.
Con un enorme alivio, la vuelvo a envolver mientras Haymitch suelta en un tono divertido que está bonita. No digo nada al respecto, porque sé que busca molestarme. Sin embargo, admito que realmente estoy agradecido con estas personas. Escondo la sonrisa que quiere salir, porque no quiero que Haymitch vea lo bien que me he tomado su comentario.
De pronto, una luz da de lleno en la cama y sé que es cerca del alba; lo qué significa que ya es hora de hacer los preparativos antes de los juegos. Por lo que tengo entendido, estos se hacen en las catacumbas, debajo de la arena en sí.
—Supongo que ahora sí es hora de irme, ¿no es así? —Bell no parece tan preocupado ante la idea de separarnos; en seguida me comenta que mi mentor me acompañará hasta que entre a los Juegos, y admite que es algo que le ayuda a tranquilizarse enormemente.
—¿De verdad lo harás, Mitch? —Bellamy se ríe ante la expresión avergonzada que pone mi mentor al escuchar el apodo que le he puesto. Alby parece feliz y yo no me muestro culpable por haberlo hecho.
Después de aparentar estar molesto, me dice: -Hasta donde pueda, hijo, hasta donde pueda.
Es entonces que Alby se aproxima a mi lado con una expresión sonriente y me abraza. Siento sus brazos estrujarme con fuerza, y no puedo evitar soltar una pequeña carcajada en un intento de no verme afligido con la triste separación. Realmente no pensé nunca en compartir una extraña relación como esta con un avox, pero mira, aquí estamos.
Al separarse, es Bellamy quien ocupa su lugar, y las lágrimas se acoplan en mis ojos. ¿Por qué me dolía tanto alejarme de ellos? Los conocía de hace días y..., Bellamy me apretó el cabello, noté que temblaba. ¿Por qué estaba así? ¿No podía verme cómo cualquier otro tributo del 12? ¿Otro que va a morir sin remedio alguno?
—Sé que todo te irá bien, Newt. Confío en tus capacidades y créeme cuando te digo que no me perderé ni un solo momento de tus juegos. —Me pone inquieto de pronto la idea de fallar o hacer el ridículo y decepcionarle. Saco ese pensamiento de mi cabeza y trato de no romper a llorar.
—Gracias por todo lo que has hecho por mí, Bell. De verdad que ha sido un placer conocerte. —Él se ríe mientras niega con lentitud, casi como si también se estuviera aguantando las ganas de llorar.
—El honor ha sido mío, Newt, y créeme que estoy seguro cuándo te digo de que nos veremos de nuevo, lo sé. —Tras terminar, me da un beso en la frente y es hora de marcharme con Haymitch.
Doy una vista atrás, ya cerca de la puerta, y observo a esas dos maravillosas personas que me han ayudado en todo lo posible mientras permanecía en este lugar. Sé con seguridad que en caso de no poder volver, siempre les estaré agradecido de haberme dado tanto soporte. Siempre.
Antes de salir, Haymitch me dice que él guardará la daga y ni siquiera me había dado cuenta de que aún la tenía conmigo, tampoco se me había pasado por la cabeza qué haría con ella. Se la doy en un movimiento rápido y este la esconde en el bolsillo de su chaqueta oscura y grande. Ruego porque no se la encuentren.
La puerta se cierra tras de nosotros y tengo la sensación de que Bellamy y Alby siguen conmigo. Espero que siga siendo así hasta el final.
Mientras nos dirigimos al tejado, ya que ése es el lugar en el que me recogerán, me dice mi mentor que iremos con Janson. El miedo sube por mi garganta al pensar en que algo podría salir mal con aquel hombre. Para mí, no es de gran confianza y, a pesar de pertenecer a mi equipo, no había estado tanto casi nunca en las cosas que debía y que me concernían. No puedo evitar sospechar de sus salidas y silencios extraños.
Estamos ya cerca, cuando me viene a la cabeza en qué no he podido despedirme de Effie y de Alita, y se me hunde el pecho. Esas mujeres son increíbles y espero que sepan que las aprecio mucho, porque es la verdad.
Finalmente nos reunimos con Janson, y no puedo evitar darme cuenta de la expresión llena de desagrado que pone al verme con Haymitch; sin embargo, parece estar al tanto de que nos acompañará, y dejo de preocuparme por su seguridad. Nos mantenemos en un silencio algo tenso hasta que un aerodeslizador surge de la nada y deja caer una escalera de mano.
—Debes subir primero, tributo del 12 —me dice Janson.
Me sudan las manos al verla, pero Haymitch me susurra en bajo que no tenga miedo. Le hago caso, mientras comparto mirada con él; pongo pies y manos en el primer escalón y, al instante, me quedo paralizado. No quiero sentir miedo ante ello, cómo me recomendó mi mentor y prefiero pensar en las expresiones cálidas y melancólicas de Bellamy y Alby. Es entonces que, a pesar de mis intentos en sacar mi mente fuera de aquella increíble situación, me atrae la atención de nuevo una especie de corriente que me pega a la escalera con fuerza. No siento el cuerpo y rápidamente me suben al interior.
Aunque me imaginé que la escalera me soltaría al llegar, sigo pegada a ella y un hombre vestido con una bata blanca se me acerca con una jeringuilla. Quiero alejarme al pensar en que tendrá el mismo efecto que la de Bellamy, pero me es imposible hacerlo.
—Es tu dispositivo de seguimiento, Newt. Cuanto más quieto estés, mejor será para todos —me explica secamente. Dudo en fiarme de sus palabras, pero no puedo hacer nada más que quedarme quieto y mirar.
Siento un dolor agudo cuando la aguja me introduce el dispositivo metálico debajo de la piel del antebrazo. Ahora los Vigilantes podrán localizarme en todo momento y la idea de ello no es que me haga mucha emoción; no obstante, entiendo que no les gustaría perder a un tributo, tal y cómo había sucedido en inumerables ocasiones en los primeros Juegos.
En cuanto el dispositivo está en su lugar, la escalera me suelta y siento que mi cuerpo despierta de nuevo. Sinceramente, la sensación de no poder tener control en mi cuerpo es muy desagradable; espero no repetirlo.
El hombre se aleja de mi lado y no tardan en recoger a Janson y a Haymitch del tejado.
Los nervios se devoran mi estómago mientras tomamos asientos en una larga sala, en la que sólo existen tres puestos: uno para Janson, uno para Haymitch y el otro para mí. Curiosamente el de Janson está enfrente de los nuestros; separado de nosotros. Sus ojos no se apartan de mi figura y ya quiero que el viaje termine.
Supongo que por la angustia de una muerte inminente se me ha quitado el hambre, porque no me entran ganas de comer nada en todo el viaje y por supuesto, tampoco es que nos traigan algo con lo que atenernos. Supongo que lo hacen como una clara demostración de que los juegos ya han comenzado.
La túnica me hace sentir un poco incómodo, aún más con la vista de Janson encima de mí, pero prefiero distraerme con la vista que me regalan las ventanas: la ciudad esplendorosa en la que he estado los últimos días, ahora es pequeña e inevitablemente se queda atrás. Después se me muestra la zona deshabitada que hay más allá del Capitolio, aunque doy por sentado que nos queda todavía un largo camino por recorrer.
Prácticamente el viaje dura dos horas y nadie dice nada en todo el trayecto. Supongo que Haymitch y yo no queremos que mi estilista se meta de por medio en nuestras conversaciones. Quiero creer que tendré alguna oportunidad de hablar en privado con mi mentor antes de marcharme.
Me asusto cuando las ventanas se oscurecen de pronto, pero eso me indica que hemos llegado al estadio. «Por fin», pienso, agradecido de levantarme y sentir las piernas de nuevo.
El aerodeslizador aterriza, y descubro con angustia que hay que volver a montarse en la escalera, aunque esta vez para bajar hasta un tubo subterráneo que da a las catacumbas. Mordiendo mis labios, me vuelvo a subir en ella con la esperanza de que sea rápido. Haymitch y Janson me siguen por detrás.
Al poner pie en tierra, no tardamos mi mentor y yo en seguir las instrucciones de Janson para llegar a mi destino: una cámara donde realizar los preparativos. En el Capitolio la llaman la sala de lanzamiento, el nombre sin duda le va ni que pintado. Minho y yo la solíamos llamar "el almacén", ya que, en este lugar se reúnen los muñecos del Capitolio para morir.
El lugar es bastante grande y llamativo, y lo que es mejor: es sólo para mí. Cada uno de los tributos tiene una propia para evitar las uniones antes de tiempo.
Decido lavarme los dientes y darme una rápida ducha en el cuarto de baño, al ver que dispongo de tiempo para arreglarme. Janson me deja el traje que voy a llevar en una mesilla al lado de la ducha y abandona el cuarto. Haymitch permanece conmigo y cuando salgo, tras taparme con una toalla, este se dedica a peinarme el cabello. Me parece por su expresión que desea que el tiempo se detenga; pienso lo mismo. Sus ojos claros están apagados y odio verle de esa forma.
—Todo irá bien, Mitch. Confía en mí —le aseguro, arrepintiéndome del pequeño temblor que ha dejado escapar mi voz.
No me responde y más bien se aparta para darme privacidad a la hora de vestirme. Lo hago todo deprisa, dándome cuenta de que la ropa realmente es bastante cómoda.
Llevo pantalones marrones claros con un cinturón atado a este, una blusa naranja sin mangas junto a otra blanca de mangas que me pongo encima. Distingo que sobran otras dos correas que elijo por colocarme cruzadas sobre el pecho. No estoy seguro de cómo me veo, pero me siento calentito y es obvio que la ropa dispone de un material diseñado para aprovechar el calor corporal; aunque parezca muy sencilla a primera vista.
Las botas, en cambio, son negras y de un material suave. Me siento ligero con ellas, y rompen la creencia que tenía al imaginar que serían molestas. Además, poseen una suela de goma flexible y se nota que son perfectas para correr. Me gustan, sin duda.
Doy un carraspeo bajo para que Haymitch sepa que he terminado y este se da la vuelta para mirarme. Sonríe orgulloso, mientras se acerca con paso lento.
—Pareces todo un guerrero, chico —dice, con un claro tono en sonar animado. Pero dudo que "guerrero", sea la palabra para definirme.
Dejo escapar una pequeña sonrisa, queriendo pensar en que le volveré a ver pronto. Es una de las personas que más me ha ayudado en este lugar, no solo en cuanto apoyo se refiere, si no también en respecto a guardarme secretos y entenderme mejor que incluso yo mismo. Observo su decadente semblante y pienso que mi marcha le trae malos recuerdos.
Sin decir palabra, este saca la daga de Minho, revisando que Janson no ande cerca, y me la tiende. La agarro con suavidad y la guardo tras mis ropas, rezando porque a Janson no se le ocurra revisarme o algo por el estilo.
—Gracias por todo, Haymitch. En serio —digo con sinceridad.
Él asiente mientras acaricia varios mechones rebeldes de mi frente. ¿Por qué confiaba tanto en este hombre? ¿Qué tenía que me hacía querer estar con él a cada rato?
—¿Recuerdas cuándo te pille a ti y a Minho robando aquellos panes? —mencionó, divertido. Asentí porque era un día inolvidable para mí.
—No podría olvidarlo ni aunque quisiera.
Pronto dejó de acariciarme el cabello para poner una de sus manos en mi mejilla. Me recosté en ella, porque la calidez que emanaba me recordaba a mi antiguo hogar y a mi familia.
—Cuando te vi allí tirado en el suelo, con aquella mirada perdida y llena de terror, me recordaste a mí, ¿sabes? Eras muy pequeño, pero más atrevido que yo a tu edad sin duda alguna. —Me reí ante aquella declaración, y él también lo hizo.
Se separó de mi, y regresó unos pasos hacia atrás. Me miraba con tanta devoción que me hizo avergonzarme. ¿Y si fallaba? ¿Y si moría en el intento, y no...?
—Estoy muy seguro de que lo conseguirás, Newt. A pesar de las dudas que tengas encima y del posible miedo que tengas ahí dentro, recuerda que no estás solo. Yo siempre te estaré observando, ¿me oyes? —Desvíe la mirada de la suya, mientras no podía evitar que sus palabras calasen en mi corazón con fuerza.
Me tiende una mano, y no dudo en sostenerla. Me guía hasta la salida de aquella habitación, y el corazón me late con fuerza al distinguir el largo pasillo que me lleva a mi destino fatal.
Janson se encuentra al final del camino sentando en una larga banca; sobra otra, en la que nos sentamos los dos. Otra vez, estamos en un silencio tenso y lo único que quiero es abrazar a Haymitch y que me diga de nuevo que todo estará bien. Me recuerda mucho a cómo era estar con Minho, y siento que es porque también este hombre pertenece a mi pasado. Pero no hacemos nada con mi estilista delante.
—Hay que esperar a la llamada, ¿está claro? —Claramente me lo está diciendo a mí, y asiento mientras noto la daga en mi estómago.
Me alivia el hecho de que el señor canoso no tenga ganas de darme una revisión de última hora. No quiero que me quite lo único que me queda de mi mejor amigo. A continúa, intento sacar de mi mente cualquier pensamiento relacionado con estar muerto nada más entrar, y me centro en la sensación de estar hombro con hombro con mi mentor.
Sin quererlo, de repente, siento como si una mano se apodera de mi garganta y me falta aire. «Otro ataque de pánico, no, por favor», pido mientras cierro los ojos con fuerza. Muevo la pierna inquieto, intentando centrarme en ella.
Supongo que mi mentor se da cuenta de que algo va mal conmigo, porque estira un brazo tras de mí y me abraza por la espalda. Me siento reconfortado, y de nuevo trato de pensar en lo cómodo que es estar junto a él y no en la mirada de cazador que tiene Janson sobre mí; me parece que soy la presa de su juego y no me gusta ni un pelo.
Nos quedamos así sentados hasta que una voz femenina nos anuncia que ha llegado el momento de prepararnos para el lanzamiento. Trato de levantarme, pero las piernas no me responden. ¿Será por el miedo? Haymitch me agarra de un brazo y me ayuda. Janson se pone de pie, mientras me sonríe de una forma espeluznante.
—Es tiempo de separarnos, Newt —dice el hombre canoso, sin ningún ápice de apreciación en su voz. Tampoco lo esperaba.
Me acerco a la placa de metal redonda, aún con Haymitch por detrás.
—Recuerda lo que te he dicho, chico: confía en ti mismo y lo demás estará chupado —me recuerda mi mentor, y asiento lentamente—. No tengas miedo, todo saldrá bien, ya lo verás.
Trato de qué se me queden sus palabras grabadas en mi mente; parece una misión imposible cuando siento escalofríos por todo el cuerpo, y una odiosa voz en mi mente me repite una y otra vez que voy a morir en cuestión de segundos.
—Buena suerte en el juego, Newt —suelta mi estilista en un tono jocoso y me doy cuenta de lo mucho que me molesta aquel hombre.
Sin embargo, le doy las gracias en bajo, más que nada por precaución de no enfadarle y que decida pedir a los altos mandos que le hagan algo a mi familia.
Cuando estoy apunto de subirme a la plataforma, un brazo me da la vuelta y después siento un cuerpo abrazándome. Es mi mentor; se lo devuelvo, agradeciéndole interiormente porque lo hiciera. Lo necesitaba de verdad, más que unas palabras vacías como las de Janson.
—Respira, Newt, ¿está bien? —susurra a mi oído—. Vas a ganar, estoy seguro de ello. Te conozco y sé que lo conseguirás. —Niego con la cabeza suavemente, mientras el terror se apodera de mi cuerpo.
—Ya no estoy tan seguro, Mitch —murmuro en bajo, en un intento de que Janson no nos escuche.
Haymitch niega, para separarse y darme un cálido beso en la frente, como hizo Bellamy. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué parecía darme fuerzas para seguir vivo?
—Confía en mí, ¿me oyes? Volverás a casa con tu familia y tus seres queridos, si pones en práctica todo lo aprendido. —No deja de mirarme con esos ojos claros que parecen clavarse a fuego en mi memoria—. Ánimo, chico, no decaigas ahora que hay mucha gente esperando por ti.
Asiento, mientras sin darme cuenta le doy la razón. Mi familia, Minho, Bellamy, Raven, Terence, Alita, Effie, Haymitch..., Todos ellos me han dado valores y fortalezas en todo mi camino, no podía fallarles. No podía rendirme sin siquiera empezar. Suelto un suspiro largo, buscando el aliento perdido; parezco recuperarlo por momentos. Le regalo una última sonrisa, y regreso a mi puesto.
De alguna manera, siento que todas las personas que aprecio están conmigo, dándome todo ese hermoso apoyo que me ayuda a subirme en la plataforma sin decaer.
Respiro con fuerza. «Vamos, Newt, tú puedes. Eres el único que puede», me digo queriendo creerlo.
Cuando me doy la vuelta para mirar a mi mentor, descubro que Janson ya no está por ningún lado. En cambio, Haymitch me brinda esa mirada cálida que en tan pocas ocasiones he podido distinguir en él.
Quiero darle las gracias otra vez, porque siento que no ha sido suficiente las pocas palabras que le he dedicado, cuando de repente, me rodea un cilindro de cristal que me separa del mundo terrenal en el que he vivido por tanto tiempo. Ya no puedo decirle nada más. Noto que las manos me tiemblan, pero me obligo a recuperar el control. El techo comienza a abrirse y mi estómago duele. ¿Por qué tenía que pasarme a esto a mí?
Me distrae Haymitch cuándo da golpecitos en el cristal. Aún estando de aquella manera, y aún cuando el cilindro comienza a elevarse, puedo leerle los labios: «Buena suerte, chico».
Entonces, sin más espera, el miertero trasto comienza a moverse y no veo más a mi mentor, y durante un rato, me encuentro a oscuras. Después noto que la placa metálica sale del cilindro y me lleva hasta la superficie. Una dolorosa luz incandescente me hace daño en los ojos y tengo que cerrarlos por el susto.
Intento acostumbrarme al entorno, cuándo, en ese momento, oigo la voz del presidente Coriolanus Snow por todas partes:
—Damas y caballeros, ¡que empiecen los Quincuagésimo Quintos Juegos del Hambre!
(...)
→¡Bueno, mis ángeles, esto es lo que tanto han querido! Quiero decirles que está historia es una de las mejores en las que he trabajado y me enamoro cada día más de esta. Hemos llegado al final de la primera parte. ¿No están emocionados/as/es? ¡Aaaaaah! No puedo creer lo rápido que está creciendo está historia; todo gracias a ustedes, en serio.
Añado que la ropa que va llevar Newt es la misma que lleva en la primera película; los demás que conocemos ya os lo diré después.
¡Nos vemos pronto con la siguiente actualización! ¡Los amo demasiado!
→Se despide xElsyLight.
' PD; ¿Aman la relación entre Haymitch y Newt? Yo siiiii ;3.
' Por cierto, quiero decirles que los guiones se verán chiquitos en este capítulo, porque ha sido publicado desde el móvil o celular; mi ordenador se lo han llevado a arreglar y aún no se cuándo me lo devolverán, por eso espero y no les moleste. Puede que también se vean huecos en blancos, pero es culpa del móvil. Sorry ✨.
Lo arreglaré cuando me devuelvan el ordenador, ¡pero es que no me resistía a no subirlo! <3 ¡Disfruten!
*Edit: Ya me lo devolvieron, así que, en estos días, verán la continuación.
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