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⇁ 07 ↼

「 ᴜɴᴀ sᴇɴsᴀᴄɪᴏ́ɴ ᴏsᴄᴜʀᴀ 」


El entrenador jefe, un hombre alto y corpulento de nombre Lucian, da un paso hacia adelante al vernos reunidos a todos y nos comienza a explicar el horario de entrenamiento. Nos dice que hay un supervisor en las distintas zonas y que hay muchos puestos especializados para cada cosa. Unos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha. Sinceramente, me decanto más por lo de supervivencia. No es que dude de mi fuerza, porque sé que al menos tengo algo después de mis peleas con Minho, pero no la suficiente cuando veo al tal Galliard flexionar sus brazos y ver brotar sus venas. Nos dice que está prohibido realizar ejercicios de combate con otro tributo, ya que prefieren verlo en directo en los Juegos. Vamos, que quieren dejarlo como sorpresa; y me parece bien, tampoco es que tenga muchas ganas de enfrentarme ahora con uno de ellos. 

Cuando el jefe de entrenamiento empieza a leer la lista de habilidades y me fijo en mis contrincantes, a ver si como dice Haymitch, alguno consigue llamar de mi atención.

Sin duda, la chica del 4 es la que más destaca. Si no recuerdo mal su nombre es Heather Jackson y es bastante claro que no hay que hacerla enfadar. Su mirada me da una sensación oscura, como si hubiera nacido para luchar desde el principio. Sé de sobra que es una de las personas que han entrenado desde joven (a pesar de que está prohibido), porque los músculos nacientes de sus brazos, aunque no muy notorios, lo demuestran. Aún me pregunto por qué motivo tiene tatuajes y su compañero igual. Este no deja de mirarla, y vuelvo a pensar en que hay algo entre los dos. El chico es atractivo pero de igual forma se ve que podría ser muy sangriento; pienso en si puedo tenerlos como aliados, y prefiero dejarlo de momento en el aire, porque aún no estoy seguro de la respuesta.

Más allá de eso, ninguno me atrae; los demás son muy delgados y débiles en apariencia, o muy fuertes y toscos. La mayoría tienen expresiones feroces y quiero pensar en que puedo congeniar con Heather y Ethan. El chico del 3 no vuelve a mirarme, pero en cambio, esta vez si lo hace la chica. No puedo evitar pensar en que hay algo malo con esos dos, algo extraño y misterioso. Me gustaría plantarme entre ambos y preguntarles qué saben, pero dudo que me lo digan. 

Me fijo entonces en Brenda, quién a su vez me decide golpear uno de los hombros, afectiva. ¿Podría compartir ese mismo sentimiento? 

—Suerte aprendiendo cosas nuevas. —Y sin más, sale despedida hacia sus primeras clases con el hacha. Me gustaría ir con ella, pero entiendo que prefiere la idea de seguir en su mundo.

Mientras doy una pequeña vuelta, me fijo en que en lo alto, hay un balcón enorme en el que se encuentran los Vigilantes; sorprendentemente, ninguno de ellos anda comiendo algún tipo de banquete, simplemente están allí: mirándonos fijamente, analizándonos. Me da rabia pensar en que somos sólo unas ratas de laboratorio y decido darme prisa en dirigirme a un puesto alejado de esas personas ególatras y falsas. Al menos, lo que me permite el establecimiento.

Pronto me aproximo al puesto de los nudos y con grato asombro descubro que una persona se me ha adelantado: es la chica del 4, Heather. Me confundo al verla allí, porque se nota que sabe hacer más cosas que unos simples nudillos y por su forma corporal se nota que sabe controlar varias armas del lugar, que es fuerte y muy capacitada. Sin embargo, sacudo la cabeza y me dispongo a acercarme finalmente.

Ella está haciendo una especie de trampa, algo mal hecha y el entrenador la corrige con amabilidad. He visto hacer de ése tipo a Minho y, de vez en cuando, me daba la oportunidad de hacerlas para llevárselas a los bosques. Siempre me decía que las mías le habían ayudado mucho, pero creo que mentía sólo para hacerme sentir bien. Cuando me siento a su lado, la chica me mira sin ninguna expresión y decido darle un consejo, con un claro permiso antes del entrenador.

—Creo que te saldría mejor si mejoras tu punto de inicio. Si ves —le digo, mientras lo cojo con lentitud y le enseño la fragilidad del inicio—, hay algo aquí que falla. Si pusieras más fuerza en este punto, te prometo que este nudo podría dejar colgado a cualquiera de un árbol por semanas. Nada sería capaz de atravesarlo ni de cortarlo.

La chica toma en cuenta mi consejo, y sin decirme nada, me hace caso. Cuando ve que tengo razón, el entrenador me felicita y ella simplemente me da las gracias en bajo, casi ni la oigo. Pienso que debe ser muy raro que dos tributos de distritos tan diferentes estén juntos, y cuando doy una vista atrás, comprendo que algunos de los otros nos miran desconcertados y otros amenazantes. Tomo un poco de distancia con la chica, pero ella se acerca, como si quisiera permanecer conmigo a pesar de lo que se suele ver entre tributos de distritos. Intento no mostrar mi sorpresa ante ello y me mantengo quieto.

Se inclina un poco mientras ignora al entrenador que está hablando de sus tiempos mozos en los que impresionaba a las chicas con sus maravillosos nudos, y me habla en bajo.

—¿Tú también te has dado cuenta, cierto? —Entiendo que debo hablarle de la misma forma, casi susurrando.

Po suerte el entrenador se ha callado y se ha ido hacia atrás, en donde guarda sus nudos, con la excusa de que necesitamos más cuerda.

—¿De qué hay algo extraño en estos juegos?

Ella asiente y me siento aliviado de hablar de lo mismo. Su voz es suave, algo rota pero le queda bien. Pienso en que si estuviéramos en el mismo distrito, quizás podríamos ser amigos y hacer nudos juntos para Minho. Me río para mis adentros con tanta tontería de pensamiento. ¿Qué me pasaba? Estaba con una asesina, una profesional, era imposible que en los Juegos fuéramos capaces de hablar sin meter una daga de por medio.

—Pensé que era la única en haberme dado cuenta, pero gracias al cielo que no. Desde el principio, todo esto es extraño. Por ejemplo, tu estilista, Janson. —Me sorprendí que lo reconociera.

—¿Qué pasa con él? —Me dijo que le parecía extraño que este hubiera sido sacado de la nada de su alto cargo y recordé la conversación de mi mentor sobre él.

No pudimos decir nada más tras ello, porque regresó el entrenador y ella abandonó el puesto. No sin antes, darme otra mirada, quizás significaba que volveríamos a hablar, no lo sabía. Lo último que vi de ella fue su larga melena oscura desaparecer en el puesto de técnicas de lucha.

Permanecí un rato más en el puesto de los nudos, hasta que pensé que era suficiente. Decidí darme otra vuelta. En la sala de técnicas de supervivencia vi que estaba el chico del 3, pero se dedicaba a mirar a su compañera; parecía no poner atención al supervisor que les estaba dando clases. Quizás les decía cosas muy obvias. Me alejé, sin querer acercarme mucho a ellos.

Brenda estaba practicando con el hacha, pero le costaba levantarla. Sin embargo, su mirada no dudaba, como en el día de la cosecha. Era sabido que pronto le cogería el tranquillo.

Al final llegué al puesto de camuflaje, en el que el entrenador le daba clases a un joven del distrito 8, que practicaba con las pinturas. No me quedé mucho tiempo; nunca se me había dado bien en la escuela el pintar o el dibujar, así que sabía que el camuflaje no era una opción para mí. El resto del tiempo me dediqué a pasar el rato en el puesto de supervivencia, aprovechando que Teresa (recordé su nombre) y Thomas no andaban por ningún lado. Más bien, me di cuenta mientras aprendía como encender fuego en que ya no estaban en la sala. Me pregunté en dónde estarían y por qué ellos parecían tener privilegios sobre los demás.

El segundo día pasa más deprisa que el anterior y mientras Brenda y yo andamos dando clases de tiro de cuchillos, esta me susurra: —Parece que tienes una sombra. 

Dejo el cuchillo en el puesto, algo alegre de que después de todo, tenga buena puntería y localizo al chico del 3, mirándome cerca del puesto de aprender a hacer fuego. Hundo los hombros, incómodo. Me molesta saber que está observándome siempre y la poca paciencia que tengo desaparece tan rápido como se apaga una llama en invierno. Pero recuerdo antes de perder los estribos que no puedo dejarme afectar por minucias como esta, y me centro de nuevo en lanzar cuchillos a ver si le daba una indirecta de dejarme en paz. Por suerte, los tres que lancé de golpe dieron justo en el corazón de los maniquíes predispuestos. Algunos de los tributos profesionales me observa con detenimiento, pero decido ignorándolos, recomendándole a Brenda que levante más la muñeca. Como quería que se acabasen esos entrenamientos.

Más tarde, cuando regresamos a la planta del Distrito 12, Haymitch y Effie como en el día anterior, nos acribillan a preguntas en la cena sobre lo que hemos hecho en el día. Son amables y nos siguen dando consejos sobre nuestro comportamiento. Entonces, surge una duda que no se cuestionó en el día anterior: el de los aliados.

—¿Cuál es el que os llama más la atención? —Nos pregunta a ambos, mientras añade que prefirió darnos un día de espacio.

Brenda comenta que le gusta Teresa Agnes y Galliard Wood; me sorprendo pero decido no decir nada. Haymitch asiente como sopesando esas opciones y me dice que me toca.

—Bueno..., Supongo que me gustan Heather Jackson y Ethan Blake del Distrito 4. Al último no lo he visto mucho, pero es muy bueno con el arco, no me importaría tenerlo en mi equipo. —Toma nota y Effie dice que los elegidos son guapísimos y que tienen un buen potencial.

Haymitch retoma la palabra, pero sus ojos sólo se fijan en mí.

—¿No te gustaría tener a nadie más en tu grupo, Newt? —Me da la sensación de que quiere que nombre al chico del 3, no sé por qué, pero no lo hago.

Niego con la cabeza mientras le doy unos golpecitos a la carne de ternera. El hombre asiente con lentitud y tras unir su mirada con Effie, dejan el tema atrás.

Cuando abandonó la mesa para irme a dormir, Brenda me agarra de la mano y me arrastra con ella. Haymitch y Effie alzan las cejas, sin saber qué pensar de sus dos muchachos.

Brenda me lleva hasta su cuarto, y tras cerrar la puerta coge asiento en su cama. Sin saber muy bien qué está ocurriendo, la acompaño. Nos mantenemos en silencio unos momentos, pero después ella dice que tiene miedo. Algo en el fondo en mi interior me había avisado de que esta conversación pronto la tendríamos. Le acaricio uno de los hombros, algo inseguro de qué palabras escoger; pero entonces, recuerdo algo que me repetía con constancia Minho.

—Brenda, si no tienes miedo, no eres humano. —Ella me sonríe y dice que tengo razón.

—Todo ha pasado muy deprisa..., Hace tan sólo unos días estaba en mi casa. Ambos lo estábamos, con nuestras familias e intentando sobrellevar el día a día, y ahora... —Sus hombros tiemblan y temo que se ponga a llorar. No soy muy bueno consolando a las personas.

Decido echarla a mi hombro, para que se recueste, como hacía con mi hermana siempre que tenía pesadillas, y le acaricio la cabeza. Ella se deja hacer.

—Sé que todo esto es muy repentino, que de pronto ambos fuéramos escogidos para esto, me parece un poco irónico, la verdad. Como si el destino nos dijese que arreglásemos las cosas antes de jugar. —Doy círculos en su cabellera, ya que según Lizzy, eso la ayudaba a dejar de llorar—. Pero te prometo una cosa, ¿me oyes? —Ella asiente, aun sollozando—. Me aseguraré de que vuelvas a casa. Es una promesa, ¿vale?

»No te mereces perecer en estos Juegos locos de gente que no tienen nada más que hacer en sus vidas y mandan a otros a entretenerles. Quiero acabar con toda esta rueda sin fin y ver que hay algo más esperándonos. Que no todo lo que tenemos es luchar a muerte y ver que nuestras vidas no han tenido significado alguno, Brenda. Quiero demostrarte a ti y a todos, que no somos peones de nadie.

La chica se dedica a escuchar mis palabras y cuando termino, me da un abrazo. Le correspondo un poco reticente, pero lo hago. Huele a limón y descubro que me gusta. La aprieto con fuerza, dispuesto a mantener mi promesa y, de igual manera la mía. Ambos regresaremos a casa, a cualquier coste lo conseguiríamos. Cuando nos separamos, observo sus ojos castaños, que me han recordado muchas veces al líquido espeso que luego descubrí aquí que se trataba del chocolate, como me observa con esperanza y las palabras salen solas de mi boca.

—Lo siento, en serio. Por dejarte sola cuando éramos pequeños, por no ir a buscarte e integrarte en el grupo. Es mi culpa, me centré mucho en Minho y... —Ella me calla mientras coloca uno de sus dedos en mis labios. La cercanía no me molesta realmente, ya que me recuerda mucho a una hermana pequeña.

—Te perdono, de verdad. No te martirices demasiado con ello, porque eso ha quedado en el pasado, Newt. —Agradeciéndole de nuevo y sintiendo un gran alivio en mi pecho, me levanto y me dirijo a la salida. Tenía bastante sueño y debía de tener bastantes fuerzas para la demostración de mañana.

Sin embargo, antes de salir de su cuarto, me detiene con voz suave: —Buena suerte mañana.

Le regalo una sonrisa mientras le deseo lo mismo. Salgo de la habitación.

(...)

El tercer día de entrenamiento comienza demasiado rápido. Nos llaman a la hora de la comida para nuestras sesiones privadas con los Vigilantes. Distrito a Distrito, primero el chico y luego la chica. Los nervios se aglomeran en mi piel y tengo súbitas ganas de volver a casa. No puedo creer que de verdad vaya a suceder algo así. En la mañana habíamos hablado con nuestro mentor de qué podríamos hacer tras lo aprendido y aunque no había una idea clara, supongo que nos las arreglaríamos. El orden sigue tal y como es tradición y pronto el Distrito 12 se queda para el final. Esperamos en la sala predispuesta, sin saber muy bien cómo sentirnos al respecto. Nadie regresa después de la sesión y es claro el hecho de que lo hacen para que no cuenten a los demás tributos que hacer; aunque dudo de que lo hicieran. Conforme la sala está vacía, cavilo en las expresiones de Heather y Ethan, y no mostraban miedo alguno. Como si ya supieran la nota que van a sacar. Quisiera ser así y tenerlo asegurado.

Permanecemos sentados, en un silencio nervioso, hasta que una voz se deja escuchar en el megáfono. Me voy levantando, a sabiendas de qué es mi turno.

—Por favor, que se dé paso el tributo del Distrito 12, Brenda Brown. —Me paro en seco al analizar lo dicho y de nuevo la sensación de que estoy en un juego cambiante me invade nuevo.

—¿Qué demonios? —exclamo un poco alterado, ya que sólo a nuestro distrito le han cambiado el orden de llegada.

Brenda se incorpora muy insegura y se dirige hacia la salida. La detengo de un brazo, sin saber qué decir, y ella me sonríe.

—No importa, Newt, de todas formas es nuestro turno —dice, intentando que su voz no tiemble.

Después de aquello, desaparece y dejo caer el brazo, confuso más que nada.

Me vuelvo a sentar con la cabeza entre las manos. El traje que nos han dado en especial aquel día es de un tono rojo y bastante ajustado (todos llevamos el mismo); me pica y quiero quitármelo. Pienso en que no le encuentro sentido a nuestro orden de llegada y me regresa la sensación de ser un simple e inútil peón que debe estar obligado a adaptarse a todo lo que ellos dicen. Muevo la pierna derecha mostrando mi inquietud.

Después de quince minutos, me llaman. Me levanto a prisas, queriendo opacar los oscuros pensamientos que tengo sobre el Capitolio. Muchas cosas son inalcanzables para mi entendimiento y eso me causa mucha frustración. 

Cuanto entro a la sala, distingo en qué es grande y angosta, de un color pulido blanco y con muestras de armas por doquier. Como en los días anteriores, los Vigilantes se encuentran el palco detallándome con atención y todos vestidos con ropa elegante y estrafalaria. Cuando doy una vista en profundidad, descubro que estos se encuentran nerviosos y estáticos, y ahora sé la razón: Ava Paige, presidenta de Panem (compartiendo el liderazgo con Snow), está con ellos. Pero sólo ella. Está situada en el frente, con las manos por delante y el cabello rubio atado en un moño. Está vestida de blanco, como se acostumbra a ver.

Me siento incómodo ante su presencia y extrañado a la vez, porque no entiendo qué hace aquí. Se supone que solamente deberían estar presente los Vigilantes, pero que ella esté aquí, me demuestra de nuevo que algo pasa y es algo que no puedo ver o entender todavía.

Sin embargo, no puedo hacer nada más que seguir el plan improvisado de Haymitch: me dirijo al puesto de cuchillos. Tras coger algunos, y a sabiendas de lo bien que se me han dado en los últimos dos días, me voy al centro del gimnasio con las dianas. Lanzo tres de ellos y dan de lleno en las dianas centrales, justo en el medio. Extasiado, corro hacia los maniquíes y antes de rodar por el suelo, lanzo los dos restantes a la cabeza de uno que está colgado en el techo. Me detengo y observo por el rabillo del ojo que apuntan los Vigilantes; supongo que hice bien en arriesgarme. Ava no me quita la vista de encima y me mantengo serio.

Regreso con lentitud, y a sabiendas del escaso tiempo, a la muestra de armas y sostengo entre mis manos un arco y dos flechas. Son más pesadas que las de los entrenamientos, pero creo que puedo sacarles provecho. No he usado muchos de ellos en estos días, pero con que den en las dianas de las paredes, para mí es suficiente. Apunto una de ellas hacia la diana amarilla de la derecha y sorprendentemente, consigo que dé en el centro. Con la otra no tengo tanta suerte; se quedó justo por debajo del centro, pero me parece que lo he hecho lo mejor que he podido.

Creo que me queda un poco de tiempo, así que voy hacia el lugar de los machetes y me pongo a cortar los maniquíes con la mejor rapidez y concisión que puedo. Justo suena un pitido cuando le acabo de cortar la cabeza a uno y sé que mi exhibición a llegado a su final. 

Regreso el arma a su sitio y veo que me dan la orden de que me marche; pero un calor se reparte por mi columna, me arden las venas al verlos allí, tan superiores y tan egoístas. Tanta gente al otro lado de las pantallas muriéndose de hambre y ellos viviendo lo mejorcito de la vida. Mi ceño se frunce y le mantengo la mirada a la mujer de blanco. No dice nada, pero creo que es obvio mi odio hacia ellos porque los Vigilantes la observan nerviosos, sin saber que hacer.

Necesito descargar mi rabia con algo; de pronto me viene el pensamiento de que posiblemente mi hermana (si muero) sea elegida el año que viene y no puedo evitarlo. Agarro uno de los machetes de sobre que quedan y mientras me dirijo hacia unos de los maniquíes, los guardias se aproximan hacia mi encuentro. Lo arrastro conmigo y agarrándole de la cabeza, se lo muestro a la presidenta.

—¿Te parece que esto es divertido, Ava? —Le rebano la cabeza y su cuerpo cae a mis pies—. ¡Mandar a unos pobres chicos como nosotros a morir! ¿Te parece divertido? —grito a media voz, pero ella se mantiene impoluta, como siempre.

No era capaz de pensar, así que tampoco pude evitar que mi brazo lanzase la cabeza del maniquí a sus pies. Justo a sus pies, en el balcón. Ella se asustó, pero cuando me volvió a mirar, sonreía. Detuvo con una mano a los guardias y ellos se alejaron de mí, los cuales ya me estaban agarrando de los brazos. Me dejaron libre y por primera vez, habló en el día.

—Sí, mi querido Newton Grey..., Me parece muy divertido. —Me quemó la sangre al escuchar aquello y sintiendo que el corazón me latía muy deprisa, dejé caer el machete al suelo y salí de la habitación sin pedir permiso.

(...)

De camino al ascensor, descubro que la rabia momentánea a desaparecido por completo y que sus palabras no consiguen salir de mi mente. ¿Cómo alguien podía ser tan... cruel?

Me subo al ascensor, cruzándome de brazos sin saber qué pensar de lo sucedido. Los avox marcan del 12, y el de ojos azules está allí. Sin embargo, no me miran. Salimos disparados hacia arriba y eso me ayuda a relajarme un poco. ¿Qué si estaba bien lo que había hecho? Por supuesto que no, pero me tocaba rezar porque no tomasen represalias con mi familia o mis allegados. Las lágrimas de impotencia por no poder haber hecho más que un simple reclamo de un chico de diecisiete años, me invaden, pero me niego a dejarlas caer. No quiero pensar en las consecuencias, porque me parece que ya es suficiente castigo estar en los juegos.

Ni siquiera me pongo a pensar en la nota que me darán, porque es lo que menos me interesa. No necesito patrocinadores al fin y al cabo para ganar los Juegos, sólo a los sinsajos (como me dijo mi padre), la daga de Minho y a mí. Recuerdo que las puntuaciones se dicen por televisión y pienso en si mi familia estará decepcionada por el bajo número que iré a sacar. 

Me dirijo al comedor, en donde seguramente estará mi equipo, mientras intento mantener la calma. Me sudan las manos, pero cuando veo a Effie, finjo mi mejor sonrisa. Haymitch y Brenda no se la tragan. Janson no está y prefiero que sea así. En cambio, Alita si. Cuando tomo asiento, me sirven arroz con un huevo frito. Lo tomo, intentando que el nudo de la garganta desaparezca. No lo consigo.

Pronto Haymitch nos pregunta que tal nos ha ido, y Brenda es la primera en hablar.

—No había pistolas ni escopetas, pero creo que me las he apañado muy bien con los cuchillos y demostré la rapidez que tengo para encender el fuego. También les hice unas pequeñas llaves a los maniquíes. Creo que con un ocho me conformo. —Alita y Effie la felicitan, realmente emocionados con su respuesta.

Effie me pregunta qué tal yo, y tengo miedo de responder; lo hago al final.

—Al principio iba todo bien..., Lancé algún que otro cuchillo que dieron en el blanco con alguna acrobacia y probé con el arco. Me fue bien en un tiro, el otro no demasiado. —Junté mis manos, nervioso—. Luego..., Bueno, probé a cortar unos maniquíes, y... El tiempo llegó a su fin.

Alita comentó que le sonaba bien y Effie estuvo apunto de felicitarme, pero mi mentor la detuvo.

—No creo que eso fuera todo, ¿verdad, chico?

Lo miré detenidamente y negué, dejando escapar un suspiro.

—No, no lo fue. —Brenda me agarra la mano, dándome algo de apoyo—. Veréis..., Supongo que me salí de control porque... Me dio rabia, ¿entendéis? Verlos allí arriba tan ricos y ególatras, y mi gente siempre... —Fruncí el ceño, no queriendo seguir—. Mirad, el caso es que corté a un muñeco cuando el tiempo había acabado y lo lancé al palco, mientras les recriminaba lo que nos hacían por medio de gritos. Y cayó justo a sus pies... Qué horror, perdonadme. 

Solté el agarre de Brenda y me tumbé en la silla, no queriendo verles a la cara. Nadie decía nada, hasta que Haymitch preguntó.

—¿A quién le cayó la cabeza del maniquí?

Alcé la vista de nuevo y comprendí que todos mantenían su mirada en mí, no podía identificarlas. ¿Se avergonzarían? ¿Se decepcionarían? Pasé una mano por mi cabello, de nuevo sin querer saber.

—A Ava —dije, a media voz.

Sin embargo, todos lo escucharon a la perfección y sus reacciones fueron graciosas: Haymitch y Alita abrieron los ojos como platos, y Effie dejó caer su taza de café al suelo mientras gritaba sorprendida. Brenda frunció el ceño sin entender.

—¿Qué quieres decir? —pregunto ella, poniendo las manos en la mesa.

Me desconcertó su expresión.

—¿Ava no estaba contigo también? —Al ver que negó lentamente, la sangre se fue de mi rostro.

¿Qué significaba aquello? ¿Era una especie de peón especial que se merecía otro trato que los demás? Más preguntas se aglomeraban en mi cabeza, pero sin querer liarme más, escuché la conversación que se presentaba ante mí.

—Sin duda es algo extraño, algo que jamás se haya visto —suelta Effie, pensativa, mientras manda a un avox a recoger su taza del suelo.

Prefiero que hayan omitido el tema de mi actuación de reclamo y que se centrasen en Ava.

—¿Y cómo estaba ella? —pregunto Haymitch.

—Bueno..., Vestida de blanco como siempre y no reaccionó en nada de lo que hice, ni siquiera cuando le grite. Detuvo a los guardias que me iban a sacar a la fuerza de la sala y sólo me dijo algo en toda la sesión. —Brenda quiso saber de qué se trataba—. Me dijo que le divertía vernos morir. No con esas palabras exactas, claro, pero el mensaje es el mismo.

Su expresión se oscureció y sentí que una mano presionaba contra mi pecho. Haymitch caviló ante lo dicho, mientras untaba una de las tostadas con mantequilla. Soltó que ya nada se podía hacer y que habría que esperar los resultados de ambos. Algo tímido esta vez, pregunté si ocasionaría algún problema a mi familia, pero Effie me aseguro que no.

—No te preocupes, querido, no pueden hacerles nada. Te dije que estabas en los ojos de mucha gente, tu familia es intocable. —Decidí confiar en ella y pronto me felicitaron, ya que no se podía hacer nada más.

Pronto llegó la noche y la hora de ver las puntuaciones de los entrenamientos privados por televisión. Nos dirigimos al salón y mientras nos acomodamos, el programa empieza. Brenda toma puesto conmigo y apoya su cabeza en mi hombro. Siendo sincero me siento algo aliviado de tenerla conmigo y de que estemos en buenos términos, porque antes era mi mejor amiga y la necesitaba más que nunca ahora que Minho no estaba conmigo. El programa es así: primero enseñan la foto del tributo con su distrito, y a continuación ponen su nota debajo. La mejor nota es un diez, que es la máxima. La mayoría de los profesionales la obtienen y nadie nunca duda sobre ello. Los del distrito 3, Teresa y Thomas consiguen un diez y me parece extraño a sabiendas que los de su distrito siempre suelen conseguir un siete u ocho. Los del 4 se quedan ambos con un nueve. El Distrito 12 sale el último, como es natural.

El presentador, Caesar Flickerman, grita el nombre de Brenda emocionado, ya que parece muy emocionado con el distrito 12. Nos alegramos, ella más que nadie, de ver que su nota ha sido un ocho. Justo lo que había dicho en la comida; me abraza sonriente y los demás la felicitan. Me agarra del muslo con fuerza, cuando Caesar pasa al siguiente y se muestra una foto de mi cara en la pantalla. Parece que todos contienen el aliento, yo espero lo peor. Entonces sale el número 12 en la pantalla. Incluso el presentador parece incapaz de creérselo.

¡Doce! No me parece real cuando Brenda se agarra a mi cuello, gritando de felicidad por mi parte. Todos se levantan y Effie y Alita me dan besos en la mejilla, casi llorando de la felicidad. No puede ser real, no puedo creerlo. El programa se apaga con Caesar felicitándonos a todos los tributos y yo aún tengo la boca abierta.

—Tiene que ser mentira... ¡Es imposible después de lo que hice! —Miro a Brenda que mantiene su sonrisa y no se suelta de mi cuello.

—¡Créetelo, nene, no sabes lo feliz que estoy por ti! —me dice.

Haymitch me dice que es justo lo que esperaba de mí, incluso con sorpresas en medio (una clara referencia al ingreso de Ava en mi presentación), he conseguido cumplir sus expectativas. Es imposible sentir una calidez en mi pecho cuando le escucho. Lo celebramos con una torre de chocolate caliente y alcohol de por medio. Haymitch se emborracha y canta junto con Alita; vaya par de embriagados. Más tarde regreso a mi cuarto y caigo en la cama al instante, mientras por mi cabeza se pasa la idea de que mi familia está orgulloso de mí y de que Minho seguro me diría: «Ese es mi chico»; me duermo pensando en lo mucho que le echo de menos.

A la mañana siguiente, Effie llama a mi puerta instándome a que tenemos el horario justo y que hay que ponerse las pilas. Me levanto y tras darme una ducha rápida, bajo al comedor. Brenda, Effie y Haymitch están esperándome para desayunar, con un buen humor rondando en el aire.

—Así que, ¿hoy es el día de las entrevistas? —Me sirvo un vaso de leche y cojo una manzana. Le doy un mordisco mientras Haymitch me responde.

—Sí, y tenemos mucho que hacer hoy, así que desayunad rápido para que no nos coja la tarde, muchachos. ¡Hoy vais a deslumbrar! —dice, con un humor parecido al de Effie.

Me río con gracia, para ver cómo a Brenda le brillan los ojos y está igual de emocionada que yo. Hoy es el día de las entrevistas, que serán en la noche y en la que el público podrá conocernos y nos juzgará a su modo. En donde nos mostraremos a los posibles patrocinadores y nuestra última noche en tierra de los vivos. El sueño de cualquiera, la verdad.

Doy una vista a mi alrededor, y veo de nuevo al avox de los ojos azules; me está sonriendo ampliamente y pienso en que este día va a ser una completa locura. Sin duda, superará a cualquier otra aventura que haya tenido.

(...)

→ ¡Bueno, otro nuevo capítulo para mis ángeles que tanto lo querían! 

Aaaaaa, ¡YA QUIERO LOS JUEGOS! 

¡Los amo mucho y espero ver sus opiniones ante este hermoso capitulo! Sólo quedan las entrevistas y ya ;3.

¡Nos vemos pronto! ¡Y qué la suerte esté siempre de vuestra parte!

Se despide xElsyLight.

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